No es justo que… - Runrun
Antonio José Monagas Nov 07, 2020 | Actualizado hace 1 mes
No es justo que…

@ajmonagas

Lo justo, muchas veces se confunde con lo injusto. Sobre todo dependiendo del lado desde el cual se mire la situación. Sin embargo, pareciera ser que cuando lo justo toca las puertas de la razón, tanto como de la necesidad, es porque está dándose el momento exacto para resolverse el problema en ciernes. Ni antes ni después. Llega en el preciso momento. O sea, cuando tiene que llegar. O cuando debe llegar.

El carácter de “justo”, no responde a un orden natural. Es aleatorio. Se comportan cual cómplice perfecto de la incertidumbre. Por tanto, suele rogarse que lo justo llegue antes de que las circunstancias irrumpen. Aunque se presume que los problemas que afectan la vida del hombre, ocurre cuando las apetencias rondan cerca de las carencias. O cuando, la obstinación propia de los conflictos embota toda realidad que procede de la justicia del hombre. Incluso, de la justicia divina.

Pero en política, lo justo tiene otra connotación. Tan distinta, que su beneficio difiere de lo que se espera de la situación. El carácter de “justo” en lo que al ámbito de la política concierne, poco o nada coincide con lo que refiere cualquiera de sus sinonimias.

El sentido de frases como “correcto”, “conveniente”, “justificado”, “justiciero”, “equitativo” se extravía entre ambigüedades o vaguedades que sirven al ejercicio político en su afán de ejercer el populismo como criterio demagógico para forjar un proselitismo viciado. 

En Venezuela, sucede esto tal cual como lo destaca esta disertación. Es decir, lo justo parece haber perdido su pelea contra lo perverso, lo inmoral, lo pérfido, lo inicuo.

El caso es que, en Venezuela, no todo se explica. No todo tiene respuesta. No todo es lógico. Porque no todo es justo.

De manera que no es justo que las cosas anden tan mal como para luego justificar el desastre nacional. O como para asentir que “lo bueno que pinta el panorama político, es por lo fatídico como el régimen muestra su gestión”. Esto equivale a ir contra lo justo. Para así ganar el elogio político, dejando ver la horrenda adulación que muchos ejercitan.

A decir del reconocido pensador chino, Confucio, “saber lo que es justo, y no hacerlo, es la peor de las cobardías”. Precisamente, es el problema que caracteriza el desandar de una realidad moribunda. Casi el retrato actual de Venezuela. Tan magullada a consecuencia de los golpes recibidos por quienes asumen la justicia con sentido invertido.

Ojalá esta disertación se convierta en un breve manifiesto del enfado que viven quienes han sido humillados, acechados, despojados, vilipendiados, difamados y maltratados por politiqueros ciegos, mudos y sordos. Politiqueros que pregonan justicia, cuando en verdad actúan de forma injusta, oprobiosa y sin legitimidad alguna.

No es justo que la Venezuela, alabada por sus capacidades y potencialidades geográficas, se encuentre en los últimos escalafones del desarrollo humano, de transparencia funcional, de servicios públicos y prestaciones culturales. De primero en corrupción, en hiperinflación, en emigración de su población, en carencia de recursos necesarios para satisfacer necesidades humanas vitales. Y de segundo, en delitos de lesa humanidad, en violación de derechos humanos, en actos represivos, en ejecutorias antidemocráticas, entre otros.

En medio de las crisis de toda calaña que exhibe Venezuela, el proceder de la política no es justo para nada. Y así sucede por cuanto su política es impulsada por las torcidas ruedas de un desvencijado socialismo. Y por una involución que anda a paso de derrotados, vencidos y sometidos.

Además que como tontos útiles, miedosos de oficio, engañadores de profesión y egoístas por vocación que son esos gobierneros, se pliegan acompasadamente a todo lo que es injusto. Pues están enfermos de poder. De ese poder que se ciega ante las realidades. Por eso no se percatan de nada de lo que ocurre “ante sus propias narices”. Por lo tanto, sobran razones para gritar a los cuatro vientos, a manera de reclamo, no es justo que…

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