¿Fin de la NEP caribeña? No tan de prisa - Runrun
Alejandro Armas May 01, 2020 | Actualizado hace 3 semanas
¿Fin de la NEP caribeña? No tan de prisa

@AAAD25 

A la ya kilométrica cadena de desgracias en Venezuela ha sido añadido otro eslabón. Como si ya no bastara con años y años de catástrofe política, económica y social, más la llegada de la COVID-19 a nuestras costas, el régimen chavista reanudó el control de precios, una de las medidas con mayor cuota de responsabilidad por la destrucción de  la economía nacional. Silenciosamente se esfumaron estas regulaciones a finales de 2018 o principios de 2019. El resultado fue que, sin bien la inflación se mantuvo galopante, los anaqueles por primera vez en años estuvieron repletos. No hubo necesidad de filas interminables para comprar harina o arroz. Los revendedores informales (“bachaqueros,”, el efecto natural e inevitable de las leyes de mercado ante una regulación de precios y la carestía consiguiente) desaparecieron con los propios controles. Ahora, dependiendo de cuan severas y prolongadas sean las regulaciones, todos esos vicios volverán de una forma u otra para amargarle la vida al venezolano un poco más… Sin que se corrija la inflación.

Mucho se ha especulado sobre las razones detrás de esta marcha atrás en el laissez faire limitado que caracterizó la economía venezolana desde el año pasado. Hay quienes sostienen que siempre estuvo planificado. Que la elite chavista nunca renegó de sus inclinaciones ideológicas cuasi estalinistas. Solo permitió cierta apertura para oxigenar un poco la economía y luego retomar el control total. Así que no solo la libertad de productores y distribuidores para poner precio a su mercancía estaría en peligro. También el mercado de divisas no controlado por el régimen, la tolerancia a las transacciones en dólares y la facilitación burocrática y arancelaria a las importaciones. Además de saludar una vez más a anaqueles vacíos, colas interminables y “bachaqueros”, habría que despedirse de negocios repletos de café Dunkin’ Donuts y cerveza Heineken. Sería el fin de la “pax bodegónica”, por usar la expresión del politólogo Guillermo T. Aveledo.

Para fortalecer esta argumentación, quienes así ven las cosas recurren a ejemplos de regímenes de extrema izquierda en el pasado. Una de las ilustraciones más vistas en tal sentido es la de la Nueva Política Económica (NEP, por sus siglas en ruso con caracteres latinos) implementada por Lenin en la Unión Soviética en la década de 1920. A mi juicio este no es un símil adecuado. Para que el paralelismo tenga sentido, habría que omitir aspectos históricos importantes. A continuación explicaré por qué.

La naciente URSS emergió famélica y arruinada de la Guerra Civil Rusa. Para asegurarse de que el Ejército Rojo contara con alimentos y otros recursos en su contienda contra los “blancos”, los bolcheviques implementaron una política llamada “Comunismo de Guerra”, que consistió en la toma estricta de la producción agrícola e industrial por el Estado. Aunque Lenin, Trotsky y sus camaradas ganaron el conflicto, el resultado de esta política económica fue una escasez severa, debido a que los productores incurrieron en pérdidas graves.

Por eso, en 1921, Lenin ordenó la NEP, una reapertura parcial de la economía soviética. Algunos controles de mercado fueron retirados y se permitió a los ciudadanos mantener alguna forma de propiedad privada. Dado que Rusia seguía siendo una sociedad predominantemente rural, la NEP se manifestó sobre todo en el campo. Los pequeños campesinos rusos, los kulaks, pudieron administrar sus parcelas con mayor libertad. Pagaban impuestos en vez de tener que entregar toda su producción al Estado. Poco a poco, las condiciones económicas mejoraron.

Lenin murió en 1924. Siguieron años de pugna por el poder entre facciones del Parido Comunista, de las cuales las más notables fueron las encabezadas por Lev Trotsky y Iosiv Stalin. Fue este último quien finalmente se impuso. Mientras duró la competencia, la NEP se mantuvo vigente. Tuvo que consolidarse el liderazgo de Stalin para que la NEP fuese abandonada. El nuevo mandamás la sustituyó en 1928 con el primero de sus infames “planes quinquenales”. La agricultura y la industria fueron completamente colectivizadas. La oposición de los pequeños propietarios que se beneficiaron de la NEP, aplastada. Como se dice comúnmente en estudios de la historia soviética, de los kulaks se pasó a los gulags.

Como vemos, el ascenso y caída de la NEP no obedeció a ningún plan elaborado por una elite gobernante. El relajamiento de los controles no duró apenas unos meses para superar una coyuntura. Mediaron varios años y un cambio de elite. Por lo tanto, cuesta equipararlo a lo que aconteció en Venezuela entre 2019 y 2020 apenas. A mi juicio, más que consideraciones ideológicas, fue la búsqueda de estabilidad para el corto plazo lo que privó en la decisión reciente del régimen chavista. Me explico.

El detonante fue la paralización de la economía global para contener la pandemia de COVID-19 y el resultante desplome de los precios del petróleo. Ello redujo considerablemente el ingreso del régimen chavista, ya golpeado por las sanciones de Estados Unidos y los descuentos en el crudo venezolano para alentar su compra a pesar de dichas sanciones. En un contexto de acceso muy limitado o nulo al crédito internacional, a la elite gobernante no le quedó más remedio que monetizar el déficit fiscal. Es decir, cubrir sus gastos con bolívares emitidos por el Banco Central de Venezuela, sin ningún respaldo en bienes y servicios. Como resultado, la inflación, algo aplacada en 2019 con respecto a los dos años anteriores, se disparó de nuevo, al igual que el dólar.

A su vez, esto produjo un recrudecimiento en la pérdida del poder adquisitivo del empobrecido ciudadano común. Tal pérdida, combinada con una menor capacidad para suministrar alimentos mediante los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP) y la escasez fuerte de gasolina, elevó el descontento social hasta niveles peligrosos. Prueba de ello fueron las protestas y saqueos en varias localidades venezolanas a mediados de abril. Así que el régimen, temiendo por su estabilidad, se vio urgido de buscar un chivo expiatorio y demostrar que está “haciendo algo”. Ese chivo expiatorio fue la industria privada de alimentos. De ahí el regreso del discurso antiprivados (aunque no tan hostil como antes, Empresas Polar aparte) y del control de precios. Es cierto que la escasez resultante pudiera terminar generando un malestar colectivo mayor. Pero quizás al régimen solo le interese ganar tiempo mientras piensa en alternativas para contener dicho malestar.

Si bien Fukuyama se apresuró al sentenciar el “fin de la historia”, algo de razón tuvo cuando auguró para el siglo XXI un papel menor para los dogmas ideológicos demostradamente fracasados, como el socialismo revolucionario. A estas alturas, a los cabecillas del chavismo lo único que les importa es mantenerse en el poder como sea. Las consideraciones ideológicas son accesorias, instrumentales y, sobre todo, mutables. El cuadro terriblemente complicado que se le presenta al régimen solo le permite ir de coyuntura en coyuntura, y con cada coyuntura distinta, cambian las necesidades. Eso es lo que le permitió a Nicolás Maduro aclamar la dolarización sin ningún miramiento, tras años de criminalizar las transacciones informales en dólares. La coyuntura de las sanciones obligó a tomar ciertas medidas, mientras que la del coronavirus obligó a tomar otras medidas. No es mi intención desvincular el socialismo revolucionario del régimen. Indiscutiblemente, esa fue su orientación ideológica y es responsable de la calamidad actual. Pero no es un criterio rector único, y en este momento, me parece, ni siquiera es el principal. Lo que Maduro y compañía hacen no se reduce en su totalidad a tramar planes comunistas malvados. Asumir tal cosa es simplista y más político que politológico.

Al momento de escribirse estas líneas, ni han sido revocadas las facilidades para importar ni ha vuelto el control de cambio. Algunos economistas han señalado que, con el predominio del dólar en las transacciones, es imposible que el régimen vuelva a tener el mismo control del que gozó antes. De paso, suceda lo que suceda con los precios del petróleo y el gasto público, la coyuntura de las sanciones no parece que irá a ninguna parte, lo que dificulta al chavismo retomar todas sus otras prácticas hostiles hacia el sector privado. Ya lo dijo Marx, en una de sus citas más conocidas, parafraseando a Hegel: la historia se da dos veces; primero como tragedia, y luego como farsa. Sin embargo, el daño específicamente vinculado con el control de cambios ya está hecho y al menos una consecuencia (las colas) ya es visible. Una prueba más del nulo interés en el bienestar colectivo por parte de la elite gobernante.

 

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