Escribo con angustia, melancolía y fe - Runrun
Escribo con angustia, melancolía y fe

@ArmandoMartini  

Lamentando los fallecidos en Venezuela y el mundo, rogando por la recuperación de los contagiados, con la esperanza de estar bien, entre seres queridos, así estamos en cuarentena y preocupación. Deseando superar la convulsión individual, turbulencia colectiva y desafío global sin precedentes con integridad, fuerza y resistencia. En eso debemos ocuparnos con decisión, pues el desespero no es un lujo permitido, y la sacudida aterradora no puede ni debe frenarnos mucho menos paralizarnos.

Nos recuperaremos, no tengan la menor duda. Por eso mismo la importancia de la misión de cada quien, en su ámbito y actividad, no ha disminuido. Por el contrario, se ha vuelto más urgente.

Se sabe lo duro y amargo que pueden ser la incertidumbre y el miedo. Tienen una forma malvada de avivar fanatismos, teorías de conspiración, resentimientos, odios y bajezas. La humanidad sigue comprometida en luchar contra estos males, defendiendo principios y valores que apreciamos; es la lucha eterna del bien contra el mal, de la bondad y honestidad contra la perversión e inmoralidad. Cualidades y defectos humanos hoy presentes como nunca antes.

En semanas de aislamiento social hemos hecho sacrificios que olvidábamos podíamos ejecutar, movilizados hacia la solidaridad con el prójimo sin perder el ritmo responsable de la rutina laboral, educativa, profesional, cultural, aunque lo hagamos vía electrónica aprovechando las herramientas que nos otorga la modernidad tecnológica, necesaria para mantenernos informados de aconteceres familiares, de amigos e interés particular.

Por cierto, quizás esta y tal vez la próxima generación no lleguen a verlo del todo, pero hacia allá vamos, a la comunicación e intercambio humano a través de redes tecnológicas especializadas. Aunque es asunto de especulación y análisis científicos, la ciencia y la tecnología ya están desplazando a la propia ciencia ficción.

Estamos en este hoy que quienes reprimen a Venezuela tratan de encadenar al pasado. Ellos no previeron nunca -ni se prepararon- para una pandemia que nos está cambiando, ubicando en una realidad que imaginábamos, quizá, pero no habíamos experimentado como en estos sorprendentes últimos días.

El mundo y nosotros jamás volveremos a ser los mismos, el coronavirus nos cambió. No sabemos si para bien o mal. Imposible predecirlo, menos aun concebirlo.

Más allá de la estadística de fallecidos, infectados, recuperados, está latente el desastre financiero, cercana una depresión económica como ninguna en la historia. Y en Venezuela una crisis sanitaria desbordada, descontrolada y con claras consecuencias políticas de cuantía.

La peste desnuda a líderes y sistemas políticos que cometieron errores y que no van a mejorar; persisten tercos y obtusos, lo que los llevará -nos está llevando- a una distorsionadora situación ética, social, económica y psicológica.

El distanciamiento social nos mantiene separados del contacto físico, pero no alejados del cariño, aprecio y comunicación; aún estamos unidos en los temas que importan y en los que no, también. Con acceso a videos, mensajes educativos, musicales y culturales, sesiones informativas, segmentos de audio, análisis y oportunidades desde cada computadora, tableta o teléfono inteligente. El sentido de la vida y la muerte es cada día más diferente y complejo de vislumbrar.

Mientras enfrentamos tiempos oscuros y hasta de hostilidad espiritual, inspira celebrar los innumerables esfuerzos dignos de alentar, exaltar, destacando actos de bondad y decencia durante la calamidad viral. Son tantas las personas de todos los orígenes que se están ayudando entre sí en el mundo, que merecen notoriedad y ser compartidas sus historias de humanidad, compasión y coraje.

La humanidad -como siempre- descubrirá formas innovadoras para sobrevivir, avanzar, de acuerdo a la realidad actual y futura. Sin embargo, en su permanencia y persistencia, recomendamos mantenerse seguros, siguiendo las pautas de salud pública. 

Estamos en tiempos de rigor científico y emergencia epidémica, pero también de solidaridad, prevención y sensatez, escudos para enfrentar el mal que nos acecha y toca a la puerta. El nuevo virulento, y el viejo político. El próximo depende de nosotros, y de cómo actuemos tras este período de transformación.