Esperanza y popularidad - Runrun
Armando Martini Pietri Ene 09, 2020 | Actualizado hace 3 semanas

Es lo último que se pierde, indica el refrán. Se puede señalar, es lo único que nos queda. El régimen prolonga la nefasta trayectoria de perversidades, crueldades y errores, dando tumbos entre torpezas, insolvencias y lucros. Sectores opositores dan bandazos, penetrada por intereses sinvergüenzas y mezquinos, oportunismo cohabitante y corrupción desaforada; dividida entre sí porque, habiendo excepciones, piensan primero como operadores políticos que como venezolanos dirigentes.

La esperanza es lo último que se pierde y entre indignaciones, decepciones de un oficialismo farsante, abusivo, mentiroso, y adversarios parlanchines sin tener al país como prioridad incluso por delante de sus aspiraciones personales, es lo que va quedando.

La popularidad, es una emoción, un sentir, euforia optimista, puede ser generosa “¡estoy contigo, estás conmigo!”, o egoísta, “me das, te apoyo”; puede crecer como la espuma, o desplomarse como un castillo de arena.

Muchas veces, la popularidad, fama, notoriedad nace del contraste, que la persona -artista, político, cantante, por ejemplo- se presenta ante el público o es interpretado por las mayorías como contrapuesto a lo que no gusta, a lo que ha desilusionado o aburrido. Un ritmo sustituye a otro, como un caudillo asciende como respuesta al anterior ahora rechazado.

No podemos limitarnos a sólo tener esperanzas, porque a lo largo de veinte años de distorsiones, falsedades, grandezas ilusas e incompetencias, solo se han logrado fracasos, presos, torturados, exiliados, muertos. Debemos rescatarnos a nosotros mismos con la fe y disposición personal de cada mujer, hombre, joven, sea lo que sea haga, trabajador, especialista, profesional o todero, con la decisión personalísima de salvar y cambiar a un país que fue bueno, aunque empecemos a olvidarlo, y que muchos de los jóvenes que protestan sólo lo conozcan por referencias, debemos engalanarnos de la confianza en cada uno, porque es responsabilidad ciudadana reconstruir la patria de principios éticos, valores morales y buenas costumbres.

Poco podemos reclamar a los políticos si no ponemos la convicción y voluntad de rehacer la dignidad ciudadana de pueblo, orgullo de país, y compromiso de nación.

Los activistas políticos no son seres autónomos venidos de otra dimensión, son venezolanos iguales a nosotros, la diferencia es que asumieron una carrera cuyo objetivo y mérito fundamental es, como la medicina sanar personas, evitarles la muerte, como los ingenieros construir edificios, abogados defender a quienes los necesitan para que se apliquen las leyes, en el caso de los políticos es establecer las bases legales, y vigilar que se cumplan, para el bienestar de cada ciudadano. Y por supuesto como todo en la vida, rendir cuentas.

Chávez fracasó como estratega militar, pero representó el contraste, enfrentado a políticos y partidos que habían decepcionado. Juan Guaidó, desconocido, con escasa oratoria, esmirriado de presencia, se presentó ante las mayorías como el dirigente que llevaría al cambio anhelado, deseado y ambicionado que los venezolanos, defraudados, hambrientos, cansados, exigían a gritos con desesperación angustiante.

Maduro no levanta polvaredas, no tiene ni el carisma ni las circunstancias que tuvieron Chávez y Guaidó en sus momentos. Se sostiene sobre el ya remoto recuerdo de un dicharachero, popular, vinculado en forma de expresarse y físicamente al tradicional mestizaje venezolano, pero sin entender, cada vez que lo menciona, y afirma cumplir “el legado”, Maduro queda peor; la gente recuerda al jefe simpático y regañón de una época que llena de errores tuvo la suerte de contar con enormes recursos, víctima de un cáncer que lo llevó a la tumba y que, según algunos, enfrentó con sonrisas y valentía; en consecuencia, al mencionar al “comandante”, la comparación es instantánea, refresca el recuerdo, y disminuye la estatura del heredero, ahora usurpador.

El régimen obtuso no comprende que exilios políticos, arrestos, torturas, prisiones de diputados y opositores no generan emoción, tampoco provocan alegría ni lealtad sincera, atemorizan, asustan, ponen suspicacias en las personas. No conciben entusiasmo, siembran miedo. El entusiasmo lleva a prolongar situaciones, a mantenerlas, el desasosiego puede que arrincone, pegue contra la pared, pero es como un resorte, la reacción contraria está ahí, acumula fuerza, si tiende a permanecer, el miedo es motor de estallidos. Tanto como el hambre, la frustración, y aún más.

El abuso, ejercicio de la fuerza, crea héroes, cubre de fama a quien antes de la arbitrariedad era desconocido, transforma a quienes nadie conoce en conocidos. Creen ganar fuerza arrestando y forzando a esconderse, huir a quienes reclaman libertad y democracia, el régimen está llenando de héroes y mártires a sus adversarios, mientras el castrismo y cómplices complacientes cohabitantes se debilitan, y se van quedando solos.

Se convierten en incómodos ellos mismos para todos.

Ésa es la esperanza que no podemos jamás perder, la fe y el compromiso personal, decidido, firme, de cada ciudadano. Una esperanza que es convicción sin fechas, permanente, sin días laborables y/o festivos, de día, de noche, en la calle, en el oficio, en la casa y los hogares. ¡Ésa es la esperanza real, sólida, confiable!

@ArmandoMartini