Con Dios y con el Diablo, por Antonio José Monagas - Runrun
Con Dios y con el Diablo, por Antonio José Monagas

QUE LA DIPLOMACIA SEA EL ARTE de adecuar condiciones y consideraciones políticas a situaciones en las que las realidades no sobrepasen los límites de la tolerancia, el respeto y la sutileza, no quiere decir que su praxis necesariamente o casi siempre se confunda con la adulación. Particularmente, su actividad tantea hasta dónde valen sus fuerzas en la línea de vanguardia, Así puede permitirse limitar el poder en el fragor del desafío en curso.

 

Es ahí cuando la diplomacia se convierte en un instrumento del poder. De su justa y equilibrada tarea, habrá de depender el éxito de toda empresa política que comprometa una necesidad trazada bajo circunstanciales intereses. Sin embargo, no siempre, la resultante termina siendo la esperada o calculada. Existen momentos en que la diplomacia se ve envuelta en halagos, artimañas y vaguedades, razón por la cual su ejercicio resulta desvirtuado. Y en consecuencia, se reduce a jugar con oportunidades devenidas en coyunturas determinándose así un trabuco de rivalidades todas apostando a ganar el mayor y mejor espacio político sobre el cual cimentar el propósito esbozado a nivel de estrategia.

 

Aquello de que lo importante no es escuchar lo que se dice, sino averiguar lo que se piensa, es una premisa de la cual la diplomacia busca escurrirse para sacar la ventaja que su causa busca, a toda costa, alcanzar.

 

Ojalá, este preámbulo pueda tener la pegada exacta a los fines de analizar, en la brevedad de esta espacio de reflexión, las implicaciones de la presurosa visita a Caracas de la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos. Además, Secretaria Adjunta de la Organización de Naciones Unidas. Y ex presidente de la República de Chile, Dra. Michelle Bachelet, médico pediatra, egresada de la Universidad de Chile.

 

Que su infancia y adolescencia haya sido tan traumática como la de cualquier venezolano maltratado por los aporreos del autoritarismo hegemónico que padece Venezuela como resultado de la tiranía que sobre su suelo viene viviéndose, cada vez con más nervio, pudiera ser una casualidad o coincidencia. Pero indistintamente de lo que esto pueda derivar en la humanidad de la alta funcionaria de la ONU, el problema de las seguidas violaciones de los derechos humanos que afecta a buena parte de los ciudadanos de la patria de Simón Bolívar sigue sin cambio alguno. O quizás, con mayor reciedumbre.

 

El régimen autoritario, hizo alarde de conducir un país respetuosos de un ordenamiento jurídico subordinado a un Estado democrático y social de Derecho y de Justicia. No obstante, la visita de Michelle Bachelet no dejó de ponerlo en serios aprietos toda vez que procuró algunos cambios. Aunque de índole estético, fundamentalmente.

 

No cabe duda que su estancia en la capital de Venezuela, fue de suma importancia por cuanto movilizó reflexiones, reacciones y opiniones. Las mismas, si bien sobraron toda vez que la situación nacional de los derechos humanos ha sido suficientemente documentada y enviada a los correspondientes organismos especializados en tan delicada materia, igualmente la oportunidad permitió que afloraran más preguntas que las que hasta ahora se han formulado. En todo caso, el país político y social no salió del todo convencido. Sus expectativas al respecto, sobrepasaban la cuenta imaginada.

 

Quizás, el problema que se esconde debajo de lo que se percibe desde la superficie sobre la cual revienta la violación de los derechos humanos, es de tipo conceptual y metodológico. Pudiera alegarse que la visión o enfoque del mismo, pasa por el concepto de cambio, particularmente. Aunque existan otros que también puedan comprometer la situación de angustiosa manera. El de diplomacia, concebida desde el ángulo de la política. O el de negociación, pensada desde una perspectiva estratégica.

 

Exigir la liberación de los presos políticos, las violaciones del derecho a la salud, condenar la humillación como criterio de gobierno para someter a la población, reprobar la negación consistente de la crisis humanitaria, así como reconocer el oprobioso estado de tiranía al que condujo la gestión pública nacional, fueron parte de las demandas elevadas ante la Alta Comisionada de las ONU para los Derechos Humanos, para que por su interposición fueran reclamadas a la cúpula del poder nacional venezolano. Pero no fue exactamente lo que sucedió.

 

Dicho compás de silencio, fue hondamente notado por la escarmentada sociedad venezolana. Su marcaje, tal vez ejercido como parte articular del protocolo diplomático empleado para tales menesteres, no era el esperado. Aunque el tratamiento estuvo bastante apaciguado y saltándose prioridades por encima de consideraciones de rigor, como obviar la realidad cambiante escarmentada por el país político luego del 23 Enero 2019, no calzó con las esperanzas de venezolanos agobiados de sus crudas y contradictorias vivencias. Casi todas inducidas por la represión del actual régimen autoritario.

 

Aunque no deba categorizarse en un extremo que lleve a pensar que la visita resultó sin pena ni gloria, tampoco debe asentirse con ligeras suposiciones que todo ello devendrá en apagadas y frías esperanzas. Sin embargo, cabe pensar desde la postura de los cambios que con mucha potencia fueron esperados, que los mismos no lucieron en primera plana. Tal vez, para no romper los formulismos que ordena la diplomacia en tiempos de desequilibrio político. Por eso, este tipo de reuniones suelen hacerse de la forma tal como se vio, ya que así se queda en paz con Dios y con el Diablo.

 

@ajmonagas