Cuando el alma se desgarra, por Antonio José Monagas - Runrun
Cuando el alma se desgarra, por Antonio José Monagas

MUCHO SE HA DICHO DE LA POLÍTICA. Desde conceptos que exaltan su praxis, hasta aquellos que la impugnan por impasible, injuriosa o insidiosa. Quizás, por tan cruda razón, hay quienes han fustigado su práctica cuando se apoya en futilidades. Así, por ejemplo, Benjamín Disraeli, político y escritor británico, quien siempre cuestionó todo acto de gobierno público fundamentado sobre estolideces o pretensiones insensatas, expresó que “el ejercicio de la política puede definirse con una sola palabra: disimulo”. Un tanto para apuntar lo que envuelve al concepto de “hipocresía”. O tal vez de “falsedad”.

La historia política universal, deja ver que mucho de estas situaciones han catapultado realidades en medio de las cuales han explotado crudos y complicados problemas que sólo han devenido en desgracias cuyo impacto ha retrasado el desarrollo de naciones, y de sociedades. Inclusive, han retrotraído procesos políticos causando graves consecuencias no sólo desde la óptica del tiempo. También, desde todo lo que habla de cultura social, de movilización política y de desempeño económico.

En Venezuela, la apropiación del poder en estos tiempos de presunta revolución,  ha develado gruesas y serias contrariedades cuyos efectos han evidenciado resentimientos y un calamitoso revanchismo, al lado de un opresor sectarismo. Ello, propio de todo modelo político autoritario. Pero al mismo momento, tan insolente actitud ha traído al plano del activismo una espiral de violencia incapaz de ser contenida por las instancias gubernamentales supuestamente representativas de la institucionalidad, la legalidad y la constitucionalidad.

Por el contrario, tales instancias o estamentos de poder gubernamental han incitado una impunidad cuyas consecuencias además de aberrantes son incontables. Y peor aún, incontrolables por la anomia inducida, precisamente, por la carencia de justicia, de libertades, justicia, tolerancia y solidaridad. Particularmente, esta ausencia de solidaridad pareciera haber sido suplantada por una exagerada medida o cuota de politiquería. Como si la vida de un país dependiera de cuánto pudiera contribuir ese proselitismo exacerbado al desarrollo nacional. Sobre todo, a mejorar la calidad de vida de los venezolanos. Nada de eso. Absolutamente.

El gobierno central ha venido actuando según aquel aforismo que reza: “piensa en sí mismo y nunca encontrarás la salida a tus problemas”.  El régimen no ha comprendido que no se gobierna con intenciones que sólo responden a una motivación cuya fuente se corresponde con doctrinas alejadas de la idiosincrasia autóctona. No ha entendido que gobernar es un asunto que involucra a todos. Lejos de resolver problemas, los ha creado tanto como ha potenciado a los que vinieron acumulándose.

El problema generado por la falta de medicamentos y de alimentos que padece Venezuela, no tiene parangón. Sólo los países dominados por férreas dictaduras, lo han vivido sin que alguno, con escasas excepciones, con sentido humanitario, haya contribuido con el apoyo que destaca la solidaridad entendida como  sentimiento y valor humano, político y moral.

Indiscutiblemente, el alto gobierno se extravió entra los avatares de una política atascada por las herrumbres que han estructurado un proyecto enmohecido al cual buscan acicalar con el sufrimiento y las angustias de un pueblo que no termina de otear las posibilidades de vida que hay en el futuro de cada venezolano. Sin duda que en medio de tan desastrosa realidad, ya rayando con el carácter calamitoso que describe al colapso en condición terminal, buena parte de la población, no deja de vivir esperanzada de la defenestración de tan oprobioso régimen político. O mejor dicho, régimen genocida al mando de un Estado “facineroso”. Es la razón para reconocer que tantos venezolanos sobreviven en la miseria que se tiene pues es vergonzoso decir: “es lo que hay”.

Es la más cruda expresión de lo que vive cada venezolano cuando ve fracturado su anhelado proyecto de vida. Y es que así ocurre en todo momento, cuando el alma se desgarra.

@ajmonagas