De torpeza en torpeza, por Antonio José Monagas - Runrun
De torpeza en torpeza, por Antonio José Monagas

SEGÚN LOS IMBÉCILES, el mundo es un espacio en el cual cada fracaso debe suceder a otro. Pero de mayor contundencia. De esa forma, de acuerdo a esta personas embotadas por ideas que no terminan de compendiar, el fracaso fortalece la temeridad de los necios. Por eso, los imbéciles sumados a los idiotas, son cada vez mas dados a actuar desde un ejercicio de política de bajo espectro. Por eso, casi siempre, esos gobernantes así caracterizados, o son o se las dan. O en el peor de los casos, se rodean de personajes suscritos a cualquiera de estas categorías culturales.

Entre las equivocaciones, imprecisiones y rarezas que cualquier persona pueda cometer, aunque sea adrede, su efecto no será del tamaño o de la vastedad de aquel que pueda consumar o perpetrar el imbécil, el idiota o el necio. La diferencia estriba en que los errores de quienes por ilusos, soñadores o idealistas puedan consumar un yerro, en comparación con los cometidos por el grupo de imbéciles, idiotas o necios, está algo cercana a alguna verdad de Perogrullo. Pero que no por obvia, pudiera dejar de contener un ápice de argumento de posible contundencia ante un problema de profunda consideración.

También pudiera ser que alguien defienda aquella tesis planteada alrededor de la vivencial hipótesis que hasta de las propias torpezas, cometidas en un momento particular, puede aprenderse a vivir. Sobre todo, si las mismas son capaces de brindar alguna idea, percepción o experiencia que pueda convertirse en conocimiento de posible aprovechamiento. Pero esto no ocurre en el caso de esos personajes de marras empeñados en caerse para no levantarse seguidamente.

En política, las torpezas tienen consecuencias incapaces de funcionar distintamente de las que escasamente pueden conseguirse en la imbecilidad, la idiotez o la necedad. O sea, desde la torpeza. Por eso se dice, que nada hace mejor a un gobernante dictador, tirano o militar disfrazado, que el estilo torpe utilizado a manera de bitácora.

Esto es exactamente lo que retrata la crisis de gobernabilidad que enterró al gobierno venezolano hasta el mismo momento en que presumió ser legítimo. Aunque la necedad había ofuscado los criterios aducidos para gobernar y que terminaron por sofocar cualquier ápice de razón con la que, hasta un cierto tiempo, pudo justificarse en el poder. Pero siempre actuando a la sombra de la torpeza. Sobre todo, cuando consiguió en la torpeza la fuerza para atropellar todo cuanto tuviera la marca de democracia representativa.

Haber intentado cambiarla por lo que llamó democracia “participativa y protagónica”, no le prestó las indulgencias que pretendió conseguir para purgar los pecados por omisión. Asimismo, los errores cometidos discrecional, escrupulosa o sigilosamente. Aunque errores al fin, sirvieron de mampara al modelo que fue elaborándose durante los primeros doce años y que luego fueron perfeccionados  en términos de la malignidad contenida. Así se sirvió de tan maléfico manual para terminar de desgobernar al país. Y que a manera de disfraz ideológico, le llamó: socialismo del siglo XXI.

Armados de una desventurada vocación de sacrificio encubierto mediante una narrativa que buscaba confundir como medio de engaño, el aludido socialismo, más parecido a cualquier estilo político del oscurantismo del siglo XI bajo una oscuridad deliberada, estos engreídos gobernantes creyeron que todo vendría a favorecer sus eventos y acciones.

Pero en política, es posible pasar inadvertida la misma piedra causante de las repetidas caídas. Y aunque esto no es fácil evitar, es cuestión de análisis de cualquier gobierno que se precie un tanto de su talante, lo cual no es propio de gobiernos autoritarios. Menos de regímenes totalitarios.

Fue así como el gobierno socialista, supuestamente inspirado en el ideario bolivariano, asunto éste que no resulta del todo convincente, prefirió gobernar “a la torera”. O sea, evitando que sus procesos de elaboración y toma de decisiones se hicieran del conocimiento del país. Es decir, impuso sus decisiones amparado en la práctica alevosa de justificar, la gestión pública emprendida. Así lo hizo a costa de cualquier precio. Peor aún, siempre estructurando su discurrir de torpeza en torpeza.