Aberraciones políticas, por Antonio José Monagas - Runrun
Aberraciones políticas, por Antonio José Monagas

NO ES FÁCIL INCITAR GOBERNABILIDAD, cuando los criterios de gobierno empleados no saben lidiar con el adversario. Mucho menos con la incertidumbre. Habida cuenta que eso es lo que en esencia compromete el concepto y ejercicio de “pluralismo político”. De hecho, sobran capítulos de la historia política universal que dejen ver los reveses que tal entuerto disemina a su entorno.

Esto evidencia que gobernar, indiscutiblemente, es un problema que muchos no comprenden,. Ni tampoco, llegarán a entenderlo pues no lo manejan. Ni conceptual ni metodológicamente. Sobre todo, si el ejercicio de gobierno procurarse llevarse a cabo en un contexto democrático. De manera que gobernar en la dirección del progreso social y de la escalada económica, no es lo mismo que pretender mantener bajo control la magnitud de los conflictos que azoran las realidades imperantes.

Pareciera que el miedo de algunos gobernantes de aislarse del ámbito democrático trazado por la oferta electoral, o prometido a través de mecanismos proselitistas, los lleva a perder de vista objetivos conducentes a concienciar y alcanzar tal estadio de condiciones políticas. O por otro lado, a desviarse de la ruta democrática confundiendo conceptos de libertad y de derechos, con ideas focales de arriesgada intimidación.

La tentación de encauzar la gestión gubernamental por el inmediatismo y el pragmatismo, conducen a caer en el resbaladizo terreno de la desesperación o de la confusión. Del mismo, no es sencillo levantarse, para luego empinarse y endilgarse la condición de triunfador. ¿O acaso el dilema de dejarse avasallar por el ideologismo de la democracia o por el ideologismo de una utopía especifica, se convierten en razones que se aprovechan de las coyunturas posibles para enganchar o seducir al gobernante y así reducirlo en sus capacidades de gobierno?

Si bien las capacidades de gobierno sólo pueden verificarse por los resultados de la gestión emprendida en relación con la dificultad del proyecto que procura consumar y la gobernabilidad del sistema bajo el cual actúa, igualmente esas mismas capacidades de gobierno son resultante de la perspicacia bajo la cual el gobernante podría ser capaz de desarrollar conceptos tan fundamentales como los que envuelve el concepto de “Estado democrático y social de Derecho y de Justicia” como palanca de la movilidad social, económica y política de la sociedad en general.

El problema de no reconocer lo que implica gobernar en democracia, tiene distintas lecturas. Quizás, la que mas conviene, en términos de lo que significa una hegemonía autoritaria, o dicho más llanamente, una dictadura al mejor estilo bananero, es la que actualmente padece Venezuela. Sobre todo cuando la misma se ha ejercido sobre aberraciones de tan insidiosa razón, que pone en peligro no sólo la estructura que sirve de pivote a la vida social y económica del país. También, al mismo sistema político sobre el cual se depara la institucionalidad fundamentada en lo que la propia Constitución Nacional concibe como “democracia”.

En consecuencia, el problema de desconocer sin discreción alguna, el pluralismo política, la alternancia del poder, las libertades y los derechos fundamentales y humanos (Léase artículo constitucional 6) devino en un gobierno que, con la excusa de radicalizar la revolución, le dio por actuar al margen de lo que Hannah Arendt, plasmó como “política”. Fue así como explicó que “política” reposa sobre la pluralidad humana. De ahí asiente que “la política organiza al conjunto de hombres absolutamente diferentes considerando su igualdad relativa y haciendo abstracción de su diversidad absoluta”. Pero eso no lo entiende una dictadura.

Como praxis política, un gobierno dictatorial no está frenado por ley alguna. Muy por el contrario, se siente tan empoderado que su ejercicio gubernamental lo realiza a desdén de la ley razón por la cual la ley es  su propia voluntad. Cualquier reglamentación aducida, constituye apenas un manto exterior del cual se vale para disimular la coyuntura evidenciándose de esa manera el poder absoluto que detenta.

Es el caso patético que deja ver a Venezuela como un régimen no democrático. Aún  cuando por momentos haga uso de cierta normativa jurídica para exaltar nominal y literalmente algunas libertades y derechos de los que luego se sacude. Para ello, busca arrogarse condiciones con el propósito de invocar principios constitucionales apoyado en la alcahuetería de un poder judicial vasallo y filibustero.  Es entonces cuando hay que aceptar que el régimen venezolano ha reforzado su carácter dictatorial al tiempo que su gestión de (des)gobierno la desarrolla a partir de consideraciones que en el fondo no son más que insulsas aberraciones políticas.

@ajmonagas