Presos en El Helicoide, Juegos de Libertad; por Jesús Alejandro Loreto C.

Mientras buena parte del planeta se prepara para disfrutar del Mundial de Fútbol Rusia 2018, en Venezuela nos aferramos a las redes sociales para conocer el desenlace de la confusa situación que viven cientos de presos recluidos en El Helicoide. Esta dicotomía me permite recurrir a un lugar común para explicar la  gravedad de la barbarie que está ante nuestros ojos.

Me referiré a un juego de fútbol como el medio para conseguir un trofeo, la libertad. Esta metáfora ha inspirado novelas y películas, todo en torno a un hecho que tuvo lugar en Kiev, Ucrania, en 1942 durante la ocupación Nazi: un partido de fútbol conocido como El Partido de la Muerte entre prisioneros de guerra y miembros de las fuerzas armadas del Tercer Reich. La versión cinematográfica más reciente de este mito es un filme de 1981 llamado Victory en el que aparecen leyendas del balompié como Pelé, Bobby Moore y Osvaldo Ardiles junto a Sylvester Stallone, Max Von Sydow y Michael Caine.

Derecho a la Libertad

Aunque no sepamos el porqué, todos estamos seguros de que tenemos derecho a ser libres, ese es el trofeo de este juego, la libertad. Libres, así nacimos y además hay un montón de papeles que así lo indican. La Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, por ejemplo, es el reflejo de otros tantos papeles; decenas de tratados y acuerdos internacionales suscritos por muchísimas naciones del mundo que dicen de una manera u otra que nadie puede ser detenido a menos que exista una decisión judicial que así lo indique. Esa regla tiene una excepción: ser sorprendido con las manos en la masa, es decir durante la comisión de un delito o poco después de haberlo cometido, que es lo que se conoce como flagrancia.

Ganadores hasta que se demuestre lo contrario

Seamos francos, la gente hace cosas malas y algunas personas merecen perder su libertad por ello. El problema de esta afirmación es establecer a ciencia cierta quién ha hecho algo suficientemente malo como para ir preso. Por esto es que a todos se nos presume inocentes, porque las sociedades democráticas prefieren a culpables libres que a inocentes presos. Por esto es que todos gozamos de la libertad por el solo hecho de ser seres humanos, dicho de otra manera: disfrutamos del trofeo antes de jugar y es nuestro desempeño lo que podría convertirnos en presos.

En los regímenes autocráticos, por el contrario, la libertad hay que ganársela. Por ello la gente va presa por ser enemiga del poder y por poner en riesgo la hegemonía de la clase gobernante. Dicho de manera clara, quienes se oponen al Gobierno terminan presos para evitar que consigan su cometido, aún y cuando intentarlo sea un derecho legítimo.

¿Cómo se le gana el juicio a un inocente?

Para responder esta pregunta es imprescindible entender cómo funciona en la práctica la presunción de inocencia. Imagine un juego de fútbol, con las mismas reglas que usted conoce. Como siempre, el equipo que anote más goles gana. La diferencia es que a su equipo llamado Los inocentes la liga lo presume ganador y por ello le concede al inicio del partido un gol a favor; llamemos a esa ventaja “presunción de inocencia”. Además de este “handicap”, en caso de que al terminar el tiempo reglamentario el equipo contrario, llamado Fiscalía, haya anotado más goles, su equipo Los inocentes puede pedir un tiempo extra llamado “apelación” y, si luego de esa prórroga la Fiscalía sigue arriba en el marcador, su equipo Los inocentes podrá exigir una tanda de penales conocida como casación. Si y solo si la Fiscalía gana también en los penales, es que será declarada vencedora. Pero aún si la Fiscalía gana bajo estas reglas, su equipo podrá ganar el juego gracias al control antidopaje que llamaremos “revisión”, el cual por cierto sólo aplica a favor de Los inocentes.

Juego desigual

Usted seguramente debe pensar que es muy difícil ganar un partido con las reglas que he descrito, ya que se requiere que la Fiscalía sea muy superior a Los inocentes. En efecto, los procesos penales a diferencia de cualquier otro están diseñados para que siempre ganen Los inocentes. Esas son las reglas que imponen los Derechos Humanos, la Constitución y la Ley. Sobre estas reglas hay consenso absoluto y universal. Nadie, absolutamente nadie, cuestiona estas reglas, excepto por supuesto los regímenes totalitarios que las desconocen abiertamente y juegan siempre bajo sus propias reglas, las que les permiten asegurarse la victoria. La conclusión evidente es que las reglas de este juego -el deber ser- favorecen a los ciudadanos comunes, es decir a Los inocentes y ello es así, insisto, porque la sociedad acepta que haya culpables sin castigo, siempre que no haya un solo inocente sancionado por algo que no hizo. Esto último es el estándar mínimo de la más elemental noción de Justicia.

Arbitraje Justo

Aunque la cruda realidad nos indique lo contrario, en caso de duda el árbitro de este singular juego debe interpretar el reglamento que he descrito a favor de Los inocentes. Esto que está en nuestra Constitución, como en varios tratados internacionales, se le llama in dubio pro reo lo que en latín quiere decir que, en caso de duda, el árbitro -llamado juez penal– debe inclinarse a favor de Los inocentes. Dicho de otra forma, si el árbitro no está seguro acerca de una jugada en especial, debe tomar la decisión que beneficie a Los inocentes. Tenga presente que es el sentido de Justicia (inocentes libres) lo que se promueve en este juego del que escribo.

El trofeo

Perder un juego en condiciones tan ventajosas merece un reproche, una sanción. Si Los inocentes pierden deben devolver el premio que recibieron al nacer, mucho antes de haber jugado siquiera una vez, la libertad. Por su parte, la Fiscalía solo recibe, por ganar ese partido en condiciones tan adversas, una simple autorización; una decisión judicial que permite detener a Los inocentes, pero nada más. En contraste, si ganan Los inocentes no recibirán un trofeo que no tengan ya, excepto por la reafirmación de su inocencia y la posibilidad de continuar siendo libres.

La excepción que confirma la regla

Excepcionalmente y en condiciones muy precisas, la Fiscalía puede conseguir iniciar el juego en una posición menos desventajosa. La Fiscalía puede presentar al árbitro una petición especial antes del comienzo del juego para que se mantengan todas las reglas a favor de Los inocentes excepto una: el gol de ventaja. La Fiscalía debe convencer al árbitro de que va a ganar el partido fácilmente y debe tener pruebas de que Los inocentes harán trampa durante el juego. Esta excepción se llama “prisión preventiva” y permite mantener preso al imputado durante el juicio, antes de que se compruebe su culpabilidad. La “prisión preventiva” procede solo cuando hay evidencias contundentes de que el imputado cometió un delito que merece cárcel y que además se escapará u obstaculizara el proceso para evadir la justicia.

Inocente y perdedor

Si cualquiera de estas reglas se incumplen, la victoria de la Fiscalía, más que fraudulenta será una gravísima y grosera violación a los derechos fundamentales y a las garantías procesales de Los inocentes. Recuerde que el reglamento de este peculiar juego de fútbol son tratados internacionales en materia de Derechos Humanos, la Constitución Nacional y la Leyes. Las victorias fraudulentas son frecuentes tristemente, hay cientos de presos que no han sido nunca derrotados conforme a las reglas que he descrito, y muchos de ellos hoy están clamando por su libertad desde los calabozos del Helicoide.

Árbitros parcializados, barras bravas y pena máxima

Nada más reprochable que un juego amañado, nada peor que un árbitro vendido. La trampa, en el fútbol como en la vida, son el cruel reflejo de la ambición y la corrupción que obra a favor del poder, como en el mito del Juego de la Muerte. Cualquiera esperaría que un acusado, culpable o inocente, haga cualquier cosa para evitar el peso de la ley, pero saber de jueces y fiscales dispuestos a torcer el derecho para encarcelar a un inocente es sorprendente y repugnante.

Cuando Los inocentes pierden el juego producto de violaciones al reglamento, el equipo favorecido -la Fiscalía– y el árbitro -juez penal-, deben ser sancionados de forma ejemplarizante. De igual forma merecen un castigo, muchísimo más severo, aquellos que ni siquiera participan en el juego, llamémoslos hinchas, quienes -a veces para satisfacer sus propias pasiones- deciden desconocer la victoria de los inocentes. Me refiero a aquellos que ignoran decisiones judiciales y boletas de excarcelación manteniendo privados de libertad a inocentes, que no solo jugaron y ganaron el juego macabro de la libertad, sino que vencieron la adversidad de haber sido encarcelados por lo que son y no por lo que hicieron.

@LoretoJA