La era Sanders, por Vicente E. Vallenilla
May 02, 2016 | Actualizado hace 8 años
La era Sanders, por Vicente E. Vallenilla

BernieSanders

 

En medio del obligado ensimismamiento nacional, poco espacio queda  para seguir   otros acontecimientos de notable importancia mundial, siempre de impacto para Latinoamérica y, por ende, para este país. Pero apartándome del seguimiento – minuto a minuto – de la incalificable  gallera en que se ha convertido este país, hemos estado observando el proceso que conduce a la elección presidencial de los Estados Unidos. (La escogencia del nuevo Imperator, dirían  gallos criollos del partido colorado… )

La trascendencia de esta elección -más allá de la obvia- consiste en un giro no antes visto de la forma de hacer política en ese país y la aparición de  inusuales personajes en la carrera hacia la Casa Blanca. Esta elección no se asemeja a ninguna otra en la historia, como señalan los analistas políticos de ese país.  Este proceso, por sus características, indica  que podría estarse forjando un salto adelante ( o, hacia atrás, dirán los del Tea Party) en la política norteamericana.  

El sistema político de ese país est dividido en dos grandes visiones que conforman el llamado Establishment. Una, la del Partido Republicano, que enarbola las virtudes del sistema de mercado, sin restricciones operativas, círculos monetarios elitescos, bajos impuestos para los ricos y de políticas sociales limitadas, inter alia.

La otra, el partido Demócrata, el ala jeffersoniano en que se dividió del GOP, Viejo Gran Partido Republicano, de ideas liberales, de intervención en la economía, de la igualdad racial y del favorecimiento de los movimientos sociales,  del internacionalismo y el multilateralismo en la política exterior.

Pero fue en el siglo pasado que, presidentes «con ideas progresistas» como Hoover (republicano), y los Roosevelt, en particular FD Roosevelt  (demócrata) acentuaron las diferencias con los conservadores, dentro de sus propios partidos. Hoover rechazó desde el principio la máxima que impuso en el mundo el ministro de Luis XIV, Colbert: «permitir que las fuerzas del mercado encuentren su equilibrio por sí mismas». El pensamiento hooveriano era, por el contrario, que el Estado debe intervenir, pero de manera benefactora, creando alianzas permanentes entre el sector público, el privado y los sindicatos.  El segundo Roosevelt, FDR, tomó prestado ese pensamiento progresista para su inmortal plan de acción: el New Deal.  Keynes reconoció que se inspiró en esas fórmulas para sus planes por el bienestar de la humanidad, aunque después se pensara, al revés, que Hoover tenía «teorías keynesianas».

Esa plataforma política del liberalismo republicano duró desde entonces hasta el día que Ronald Reagan tomó el poder en 1981. Se inició así una nueva era en los Estados Unidos. La era Reagan. Se abandonó el humanismo de Hoover y se implantó el «reaganismo» en el sistema y el capitalismo americano: la teoría del «supply side«, control monetario, desregulación económica, reducción del gasto público, bajos impuestos para los ricos. Con ello desapareció la era de la llamada «izquierda americana”  de los Hoover y Roosevelts,   de abundantes iniciativas sociales. El presidente Obama ha intentado retomarlo, con poca suerte.

Bernie Sanders,  un relativamente desconocido senador, de manera explosiva, ha aparecido en la escena política con ese potpourri socialista de tipo europeo, en momentos en que fuerzas dentro del partido republicano se esfuerzan en volver al legado del Gran Comunicador Reagan (no tenemos claro si D. Trump piensa así de Reagan o más bien defiende su particular y nuevo futuro legado: America, will be great again ! ) .

 

La «revolución de Bernie» incluye de forma relevante:

– Políticas destinadas a eliminar la enorme desigualdad social imponiendo altos impuestos a los privados y empresas de superiores ingresos.

– Incrementar los salarios.

– Crear empleo masivo para reparar la decadente infraestructura.

– Detener acuerdos comerciales con China, y otros como el NAFTA.

– Crear de puestos para jóvenes con desventajas.

– Sueldos y salarios iguales para la mujeres.

– Crear universidades gratuitas en todo el país.

– Expandir la Seguridad Social eximiendo de impuestos a los retirados.

– Crear un esquema gratuito y universal de salud al estilo de Dinamarca o Noruega, Suecia (medicare for all).

– Aumentar por lo menos en tres meses los períodos de reposo pre y post natal

– Crear programas gratuitos de cuidado infantil en todo el país.

– Garantizar la fácil afiliación a sindicatos.

– Dividir los grandes grupos financieros.  Evitar la impunidad de Wall Street de «too big to fail»  (demasiado grande para quebrar), y reforma integral del sistema financiero.

– Medidas urgentes contra el cambio climático.

– Una nueva política migratoria de oportunidades humanitarias.

– Mayor justicia racial y atención a los veteranos.

– Reforma rural.

 

Este es un programa que para muchos puede sonar  «muy socialista» . Es básicamente un típico proyecto de la izquierda del norte de Europa, mezcla de programas de la social- democracia y de partidos socialistas. Sanders ha manifestado su admiración por el sistema danés.

Lo que nos parece importante es que independientemente de que Bernie Sanders no gane la nominación demócrata,  puede uno considerar que ha abierto, como Trump, una escisión en el establishment con importantes repercusiones. Entre otras, sorprendió a la clase política  que, el candidato de mayor edad, sea capaz de arrastrar enormes multitudes de jóvenes que desean universidades gratuitas, oportunidades en su futuro y no quedar endeudados una buena parte de su vida. Asimismo, que pudiera recabar fondos con récords históricos por medio de contribuciones individuales en muy pequeñas cantidades, al contrario de lo usual, donde los que realmente aportan a las campañas son las grandes corporaciones o individuos muy pudientes.

Es posible que la aparición anti-sistema de Sanders y de Trump en la política, introduzca transformaciones inesperadas para la clase dirigente.

Si comenzara -y no estemos equivocados- un nuevo escenario  en el entorno washingtoniano, el invisible manto de Reagan que ha sobrevivido hasta Obama, pudiera empezar a desaparecer. El espíritu humanista de aquellos presidentes americanos, como FDR, podría reformar los valores políticos -hoy enfrentados hacia la mutua destrucción- en Capitol Hill. Hacia ello parecen que contribuyen, sin confabularse, Sanders y Trump.  Si gana Hillary la presidencia, algunas de las verdades que el fugaz Sanders puso en la agenda, podrían ser adoptadas por futuros presidentes, ( incluso Trump ya ha dado indicaciones en ese sentido) reconociendo -antes de que sea tarde- el mensaje de multitudes desafectas de la política actual y de sus resultados sociales .  Irónicamente, estaríamos a las puertas de lo que podríamos llamar, la era Sanders.

 

*Ex-Embajador de la República