El pasado viernes 24, muy temprano en la mañana, tres aviones F16 de la fuerza aérea de Turquía bombardearon varios objetivos del Estado Islámico en territorio de Siria.
Un ataque que podría parecer rutinario en medio de los bombardeos que desde hace meses lleva adelante la coalición contra el Estados Islámico, tanto en territorio sirio, como iraquí.
Pero no son rutinarios y conforman lo que podría ser un punto de inflexión en la guerra contra el Estado Islámico, el que Turquía, el país que tiene 900 kilómetros de frontera con Siria, haya finalmente decidido ponerle fin a su ambigua actitud ante el avance del yihadismo del califato islámico.
La muy importante base turca de Incirlik, la cual es a su vez una muy significativa base estadounidense, pero bajo comando de Ankara, ha sido finalmente abierta a los aviones de Estados Unidos para bombardear bases del Estado Islámico a apenas 150 kilómetros de distancia. Con esa facilidad táctica, los aviones de la coalición se evitarán el tener que hacer el desplazamiento desde bases situadas en el Golfo Pérsico.
Pero el cambio de Turquía no obedece puramente a razones militares, a pesar que el pilar del flanco sudeste de la OTAN no podía seguir de brazos cruzados. El giro táctico obedece a razones políticas.
Si bien Ankara, formaba parte de la coalición encabezada por Washington contra el Estado Islámico, el gobierno de Erdogan se había negado a participar directamente en los ataques, convencido que la única solución a la crisis, era la salida de Bachar, del poder en Damasco.
Así mismo, en las legislativas turcas de junio pasado, el partido de Erdogan perdió la mayoría que mantenía en la Asamblea, una situación que lo obligó a negociar de manera de retomar el centro de gravedad de la política de su país.
Es muy probable, que los EEUU hayan terminado por aceptar las condiciones de Turquía, y en particular, la que consistía en la creación de una suerte de zona libre, espacio aéreo incluido, al norte de Siria. Lo que algunos políticos turcos denominan, Siria libre, fuera del yugo de Bachar y sin estar al alcance del Estado Islámico.
Por último, el espantoso atentado de ésta semana en Suruç, contra un grupo de militantes pro kurdos, reivindicado por el Estado Islámico, terminó de darle el impulso definitivo a la opinión turca para forzar al gobierno de Erdogan a entrar de lleno en la guerra frontal contra el yihadismo del Estado Islámico.
Las próximas semanas nos dirán, si éste cambio por parte de Turquía, tendrá el esperado efecto militar, que no es otro que frenar el hasta ahora indetenible avance de las fuerzas del Estado Islámico en territorio sirio.
