Editorial de El Tiempo: Venezuela, "Dios proveerá"
Editorial de El Tiempo: Venezuela, «Dios proveerá»

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El recuerdo de los venezolanos está muy fresco. En un escenario crítico de la economía del vecino país durante los años 80, después del boom petrolero de los 70, con creciente inflación, brotes de desabastecimiento, control de precios y control de cambios –similar a lo de hoy–, el presidente Carlos Andrés Pérez (CAP) tuvo que aplicar en 1989 un conjunto de urgentes medidas de choque para salvar el barco.

Entonces, el aumento del precio de la gasolina –y, en consecuencia, del 30 por ciento de los pasajes del transporte público (el barril de crudo estaba a 16 dólares)– fue el chispazo que encendió la ira popular que llevó a un levantamiento saldado con la muerte de más de 300 personas y cientos de desaparecidos, en lo que se conoce como «el Caracazo».

En este episodio insoslayable de la historia venezolana, que en parte tomó su nombre de lo sucedido en Bogotá en 1948, tras el asesinato del caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán, el difunto Hugo Chávez basó el arsenal argumental y la inspiración para estructurar el edificio ideológico y social que terminó convertido en la ‘revolución bolivariana’. El propio Chávez reconoció en su larga charla con Ignacio Ramonet (Hugo Chávez, mi primera vida) que el Caracazo “marcó el renacimiento de la revolución bolivariana” y admitió que “el pueblo se le había adelantado” con ese alzamiento que interpretó como que el venezolano les declaraba la guerra al “Fondo Monetario Internacional (FMI) y a sus recetas neoliberales”.

Hoy, paradójicamente, su sucesor, Nicolás Maduro, está a punto de tener que tomar la misma decisión de CAP en 1989 respecto a los combustibles, con el temor de que haya un estallido social y de que se repita la historia: Hay que “hacerlo este mismo año, sin apresuramiento, pero hacerlo”, dijo el miércoles el Presidente en su informe anual ante la Asamblea Nacional.

El de la gasolina es un tema demasiado sensible para los venezolanos y una línea roja que ningún gobernante se ha atrevido a sobrepasar desde entonces, tanto que el precio está congelado desde 1998. Sus habitantes pueden llenar el tanque de un auto familiar con menos de un dólar. Comparativamente, en Colombia, por solo un galón, hay que pagar el equivalente a más de 4 dólares.

Pero es un golpe muy duro para el fisco el que los venezolanos disfruten de la gasolina más barata del mundo, pues cuesta unos 12.500 millones de dólares al año en subsidios. Y el palo no está para cucharas: con el desplome de más del 50 por ciento del precio del petróleo en los últimos 4 meses –que constituye 96 por ciento de las divisas–, con una inflación de más del 64 por ciento el año pasado, con una escasez de alimentos y productos de primera necesidad que se evidencia en las filas de horas a las puertas de los supermercados, y con un déficit fiscal de más del 20 por ciento del PIB, se esperaba que anunciara un paquetazo económico. La recesión no da espera.

Pero el largo discurso no pasó de tímidos anuncios que dejaron más interrogantes que certezas y sirvió más para ir preparando, y de paso anestesiando, a los venezolanos ante lo que parece inevitable. De ahí que Maduro haya reconocido, con una especie de religiosa resignación, que el precio del petróleo no volverá a los 100 dólares y que al final todo quedará en manos de Dios: “Son menos divisas (…), pero nunca faltará Dios. Dios proveerá”.