#EstoNoEsNormal | Los mosquitos y el canto anticipado, por Toto Aguerrevere - Runrun
#EstoNoEsNormal | Los mosquitos y el canto anticipado, por Toto Aguerrevere

LA PLANTA ELÉCTRICA DEL REY DAVID FUNCIONA cuando entro el jueves 7 de marzo a las 5:10 de la tarde para comerme una torta con Jaime. Ya he advertido que el resto de las calles no tienen luz pero no le presto atención. Gajes de la rutina y los desperfectos de vivir en la Venezuela de Maduro donde uno se despierta en el socialismo del siglo XXI y se acuesta en la Edad Media. Lo que no imagino es que horas después estaré en el mismo sitio buscando agua, jamón, pan lo que sea… He debido comprar agua. Mucha agua.

El amanecer del viernes me agarra prendiendo el carro. 3% de pila en el teléfono. Román Lozinski habla. La cosa es grave. Titina habla de Chanel. No es su culpa, el programa es grabado. Cuando la radio no puede decir que Juan Guaidó es el Presidente y el parte oficial del ministro de Energía Eléctrica es que esto es una guerra eléctrica causada por el sabotaje imperial, Chanel suena hasta informativo. Motta Domínguez dijo hace 20 horas que esto se arreglaba en 3. La mejor mentira es la verdad, pero a los mentirosos les dan pánico las verdades. Le creo más a Titina. Al menos es cierto que Lagerfeld murió. En dictaduras las pocas verdades se agradecen.

Ahora parado en una cola. En el mismo lugar donde ayer creía que este era otro mal pasajero. Tengo 10 dólares en el bolsillo y 13 mil bolívares en la cartera que nada valen. En mi mente la sensación de culpa por la frivolidad de una torta ya digerida y botada en una poceta que no baja. ¿Por qué no compré agua?

Noto que tengo la piel carcomida por los mosquitos tras una noche en vela, varias velas de hecho. Una noche sin luna para más colmo. Solo un cielo despejado con estrellas a lo lejos. Venezuela es el único país que cumple con el Protocolo de Kioto por todas las razones equivocadas. Los vecinos gritan “Maduro coño de tu madre”. Inexistente señal de respuesta. Maduro no existe sino en televisión y hoy no tiene rating, si es que alguna vez lo tuvo.

En el silencio de la noche surgen muchas dudas, un producto de mi fatalismo heredado de una familia criada a base de nervios. ¿Y si me da un infarto esta noche? ¿Y si mi papá se enferma? ¿Y si mi mamá se cae? ¿Y si Josefa se corta con un cuchillo? Duermo con miedo. No queda de otra. Una pareja vecina decide pelear a las 3 de la mañana y eso es de cotufas. Pero, ¿cómo se cocinan si no hay electricidad? Decidir divorciarse durante un apagón es de pésimo gusto. O de repente es el momento perfecto.

Logro comprar pan y sigo en mi recorrido para completar un kit de supervivencia de no sé cuántos días. Esto es una carrera contra el tiempo y el tiempo se mide en horas luz, como en la prehIstoria. El tiempo… 20 años ya de aquella desgracia que nos trajo hasta acá.

Camino por una pescadería cerrada en Chacao. El olor ya se siente por debajo de su santamaría rayada con grafitis que denuncian la realidad de un país que tuvo todo para ser eso, país, pero prefirieron arrestarlo, torturarlo y ponerle un grillete. “Venezuela se suicidó”, dice una joven autora venezolana-española con quien difiero. Yo creo que la mataron.

Cada minuto que pasa veo que más comercios cierran. Porque se han quedado sin nada o porque solo aceptan efectivo. En el país de las hiperinflaciones, ¿quién tiene tanto para que valga algo en su cartera? No lo tiene la señora que grita despavorida por una bolsa de hielo para refrigerar la insulina de su hijo. Menos lo tiene el que se ha visto obligado a buscar en la basura y que hoy sí es verdad que no tiene ni basura de dónde agarrar.

El tic tac de las horas y agua no consigo. Regreso a casa solo con una botellita de agua Minalba, de esas que uno se lleva cuando sube al Ávila. Cuando la vida se supone es vida y no un acto de supervivencia. Sacaré agua del pozo, que ya está bajo porque aquí no ha entrado agua desde el miércoles. Ahora a estudiar sobre el frío de las neveras. La carne congelada morirá de nuevo y pronto llegará la hora de escoger entre comer o botar. No importa cuánto te mientan y te digan que Venezuela tiene para alimentar tres países más, la putrefacción no perdona. ¿Qué comeremos cuando todos tengamos que abrir la basura? ¿O es que acaso eso no viene?

Concentración del presidente Guaidó en la Plaza Los Palos Grandes. Un político del ayer me pregunta: “¿Y qué más, que es de tu vida?” Le respondo, “Discúlpame, pero el coño de tu madre” y me voy. La señal me llega. Un chat habla “de cuando todo esto se arregle, me regreso”. Me salgo. No voy a ser yo cheerleader de los de lejos. Ellos tienen sus razones, yo las mías. Y hoy todas implican conservar batería. No encuentro a Jaime. Él en un piso 9, yo en una casa sin timbre. Un muro de Berlín ficticio erigido entre nosotros donde uno no sabe cuándo se volverá a ver.

Vuelve la luz. Se va de nuevo. Una planta eléctrica cerca inunda el aire de gasoil y suena como si una avioneta llegase de la II Guerra Mundial directo al taller. Twitter da señas de vida. Hospitales, enfermos, un bebé que no pudo más. Se va el sol. Velas y un ron porque a veces, cuando el hampa es cosa de saltar el muro, uno prefiere la borrachera. Un tobo de agua encima para quitarse la suciedad de 30 horas. Me río. El mundo deseando una vida extraordinaria y uno implorando una normal en bolas y a oscuras. Una vela en la mesa de noche y a dormir. Si tuviera una media en la cabeza sería Geppetto el de Pinocho. Solo que mi ballena es un monstruo de régimen que se alimenta a base de mentiras y ruina. Mensajes telepáticos a mis hermanos, a Jaime, a esta junta de condominio en la que se ha convertido el país donde todos padecemos lo mismo: desinformación y desespero.

Los mosquitos llegan a su restaurante favorito, el único instante en mi vida donde soy el “Sexiest Man Alive”. Decido que todos se llaman Delcy y eso me complace. Duermo. Duermo hasta que una alarma a lo lejos me indica que la luz ha vuelto. Nunca había estado tan feliz de escuchar tan fatídico sonido y sonrío. Sonrío como si esto no fuera a pasar otra vez, como si ya todo acabó. Sonrío porque no me queda de otra en este reality show que es más cruel que Los Juegos del Hambre. Todos los días una prueba a superar. Ya vendrá la de hoy.

Cuando me levante de la cama pienso actualizar mi currículo. “Sobrevivir bajo presión” cuenta como una aptitud profesional y que se agarre la de Recursos Humanos cuando me pregunte la razón porque saco el taburete, el micrófono y la cartulina expositiva: 30 horas sin luz. Se dice fácil porque sobrevivir es un instinto humano. Ahora, sobrevivir en un país donde un apagón te prohíbe enfermarte, dar a luz, morirte, o incluso de tener un día absolutamente aburrido solo compensado por una torta es una vaina arrecha. Soplo de vela. Y luego me arrepiento… Se acaba de ir la luz otra vez en toda Venezuela. Comienza así un nuevo día en vela.

 

Toto Aguerrevere

Caracas

@TotoAguerrevere