Familiares de parturientas en la Maternidad Julia Benítez: "Las tienen peor que los presos" 
Familiares de parturientas en la Maternidad Julia Benítez: «Las tienen peor que los presos» 

En el centro de salud de Guacara, reinaugurado durante la campaña electoral por el vicepresidente Tareck El Aissami, una madre murió 18 horas después de tener a su hijo. Tras entrar en labor y hasta su fallecimiento, ningún familiar la pudo ver. Estas son las historias de un lugar que se considera modelo del parto humanizado

Heberlizeth González

@Heberlizeth

Desde el jueves 24 de mayo de 2018, Yesenia Medina iba todos los días al Hospital Materno Infantil Julia Benítez de Guacara, en Carabobo, pidiendo que le asistieran su parto. Finalmente, este lunes 28 la ingresaron. Tenía 40 semanas y siete días de embarazo. Estaba más cerca de tener en brazos a su tercer hijo, pero una supuesta negligencia médica acabó con su deseo: murió 18 horas después que le practicaran la cesárea.

Carlos Luis Medina, hermano de Yesenia, se consuela abrazado a una columna frente a la entrada a la maternidad. A cada momento se lleva las manos a la cabeza como en señal de frustración. Después que le dieron ingreso a la mujer de 37 años, no la pudo ver. La familia no sabía nada de ella hasta que al mediodía del martes 29 le tocó a una enfermera dar la cara: Yesenia falleció.

Afuera se formó una revuelta tras conocerse el deceso. Al lugar llegaron comisiones de la Policía Municipal para tratar de controlar a los familiares que se mostraban molestos ante la falta de información y trato hacia las parturientas.

Hace un mes, en plena campaña electoral, el vicepresidente Ejecutivo Tareck El Aissami, junto al ministro de Comunas, Aristóbulo Istúriz, el gobernador Rafael Lacava y el alcalde Johan Castañeda reinauguraron el Hospital Materno Infantil.

«Si en algo se ha preocupado la Revolución es darle atención integral a las madres y la familia venezolana», dijo El Aissami durante su alocución en ese momento. Ese sería uno de los hospitales más modernos del país, con tecnología avanzada y parto humanizado.

Esas fueron las razones por las que Yesenia acudió a la Julia Benítez. Contaba con que el nacimiento de su bebé fuese bajo los estándares de «parto humanizado». Sin embargo, Carlos Luis pasó horas sin saber de su hermana. Incluso, hasta después que declararan el fallecimiento. «¿Cómo sé yo si realmente es mi hermana la que está muerta?», se preguntaba.

La incertidumbre agobiaba el martes a Jorge Luis Hernández. El sábado su esposa Génesis González entró en trabajo de parto. Su hijo Aarón, aparentemente, nació bien pero no lo ha visto. Ni siquiera sabe cuánto pesó y midió. Lo único que sabe es que están vivos porque la mujer envía cartas para mantener informada a la familia.

«Niño, quédate tranquilo. Si Dios quiere nos vamos ahora. Estoy esperando los resultados de los exámenes de Aarón. Ya me quiero ir. Dile a mi mamá que la amo mucho y que estoy bien», decía la última carta que envío Génesis la tarde del martes. Hay horario para mandar los papelitos con información. Los entrega una miliciana. Otras parturientas se las ingenian y los meten entre la ropa sucia para que tengan razón de ellas y los bebés. A Yesenia no le dio tiempo de escribir.

«Ni siquiera en un penal pasa esto. Los presos tienen visitas y ellas no. Génesis no ha cometido ningún delito, solo dio a luz», se quejaba Jorge Luis. La historia de cada familia no era distinta. No había nadie que hablara a favor del hospital.

Para tomar las muestras de sangre, los papás deben llevar los tubos de ensayo. Si lo pasan en la mañana, en la tarde sale cualquier persona a entregar la muestra para que sea analizada en un laboratorio privado. El pasado martes le tocó a una oficial de la Policía Municipal.

Las quejas en la Julia Benítez no son nuevas. Hace casi dos meses una médico hizo pública una denuncia sobre la muerte de su propio bebé recién nacido, que estaba en esa maternidad, y que lo llevó confiada en que recibiría buena atención pero solo le trajo problemas en su lugar de trabajo con la directora.

«El parto se le va a pasar»

Mildred López tiene 23 años y no le quedan ni ganas de hablar. Tiene dos días caminando el hospital porque es la solución que le dan los médicos para esperar que tenga los dolores de parto.

«Le dicen que camine todo el hospital. Desde el lunes está en eso. Qué van a esperar que se pase el parto», se preguntaba el pasado martes Raiza Blanco, suegra de Mildred, mientras esperaban bajo la sombra de un árbol que las atendieran en la Maternidad.

A Raiza no se le hace justo que a los familiares los traten como presos del penal de Tocuyito, que no sepan nada de los bebés. La crítica no faltó: «aquí no le hicieron caso al vicepresidente cuando vino. Dijeron que sería la mejor maternidad y más dotada y piden todo».

A Evelyn Rodríguez se le notaba la molestia como a la mayoría. Le tocó comprar hasta la hoja blanca para presentar a su nieto, a quien no conocía aun a pesar de tener más de 24 horas de nacido.

A ella y a su hijo les tocó comprar tubos de ensayo, gasas y botellones de agua potable que pidieron para poder asear a la parturienta.

También hay un horario establecido para pasar la comida. Hay mujeres que les ha tocado comer muchas horas después porque no les pasan alimentos. Génesis fue una de ellas. A su esposo no le aceptaron dos galletas y medio litro de jugo que le había comprado.