A Delibeth Briceño le montaron una emboscada para detenerla. Eso es lo que ella cuenta. La detuvo la Guardia del Pueblo. Eran casi las tres de la madrugada, iba junto a otros compañeros en un taxi para buscar a unos amigos que permanecían escondidos cerca de la carretera Valle Coche. Llamó por teléfono a uno de ellos, y una voz, que no le parecía familiar, le dio las indicaciones de adonde debía llegar. Se dirigió al sitio y allí la estaban esperando, pero no sus compañeros, sino la Guardia del Pueblo.
Los esposaron y revisaron de arriba abajo. En el taxi, encontraron un bolso con bombas lacrimógenas. La acusaron de ser la dueña. Ella siempre lo negó, y lo niega. “No sabemos de quién era ese bolso, no pertenecía a ninguno de nosotros”, reitera.
Briceño había llegado a Caracas el 10 de marzo de 2014. Venía de Maracaibo, de donde es. Asegura que no es dirigente estudiantil, “sólo estudiante”. Decidió irse a Caracas para unirse a las protestas de jóvenes que habían arrancado a principios de febrero en Venezuela.