1. Suelo iniciar mis intercambios diarios en Twitter con una selección de los titulares que considero más relevantes de las informaciones nacionales. Generalmente es la mera noticia, con referencia a la fuente, y en algunos casos, acompañada de un breve comentario crítico. A lo largo del día me zambullo en este caudaloso río de comentarios, noticias y opiniones en una forma más libre, expresando de manera más abierta mis pareceres en los cuales la ironía juega un papel relevante.
Curiosamente, esta semana, a raíz de la declaración oficial del gobierno según la cual el apagón que dejó a medio país a oscuras era consecuencia de un ventarrón, caí en cuenta de una situación altamente paradójica: muchas de las informaciones ciertas que publico resultan poco creíbles para las amables personas que me siguen, mientras que otras, absolutas irreverencias, son tomadas como verdaderas. De manera que “¿de verdad?”, “¿eso es una joda?”, “con esta usted se pasó profesor”, “¿eso es un chiste?”, son expresiones, interrogantes, regulares de mi timeline.
2. Con la noticia de la interrupción eléctrica ocasionada por un ventarrón publiqué un tuit reseñando la sospecha de Nicolás Maduro de no descartar que el aludido ventarrón pudiera haber sido “inducido”. Al instante llegaron los tuits incrédulos con la pregunta: “¿Eso es una joda?”. Pero no, no era ninguna broma, era una citación casi literal de las declaraciones iniciales del señor Maduro, hoy cuestionado heredero del Comandante galáctico.
Otro ejemplo reciente ha sido la publicación de un tuit, con referencia al diario La República (portal ecuatoriano de periodismo digital), con la información de que, a Diego Armando Maradona, Telesur (o sea, el gobierno venezolano) le paga
4 millones de euros por el programa De zurda que transmite ese canal. En realidad, la información completa que publica el diario es que el monto referido es por la firma de un contrato a cuatro años con la empresa televisiva. Igual de escandaloso, por supuesto, pero mis amables seguidores no dan crédito a esa información y plantean la interrogante: “¿Me estás jodiendo?”.
Días atrás reboté la información publicada por la Agencia Venezolana de Noticias: “Fiesta del Tamunangue rindió homenaje a san Antonio de Padua y Chávez en el Cuartel de la Montaña”. Los inmediatos RT celebraban el supuesto chiste añadiendo otros comentarios jocosos sobre el difunto que descansa (sic) en ese singular espacio que es a la vez una tumba, un paseo turístico, sala de reuniones y agencia de festejos.
Hace apenas dos días escribí, luego de oírla en VTV, que “componen una canción llamada Maduro es pueblo”. Pero, igualmente, los comentarios se fueron por la chanza dándole poca credibilidad a una información absolutamente fidedigna.
3. No quisiera repetir aquí algunas irreverencias que me he atrevido a publicar, recurriendo al humor sencillo o a la ironía más cruda, de manera de llamar la atención sobre algún despropósito de Maduro o de alguno de la cúpula que lo acompaña. Me resulta evidente el exabrupto, o la barbaridad que en ocasiones logro ficcionar, que me es difícil imaginar que se pueda tomar como verdad. Como ocurrió una vez que comenté que el difunto presidente incluiría una morrocoya en el Escudo nacional.
Algunos, en ocasiones, me piden alguna fotografía para convalidar lo planteado o bien agregan comentarios o argumentos que dan fe de la veracidad de lo que escribo: algo producto de la invención.
En fin, no los culpo, ni a los crédulos ni a los incrédulos, más bien en descargo de estos fieles seguidores reconozco que, trágicamente, en Venezuela vivimos en un mundo al revés.
Cuando uno viaja (cosa que solía ocurrir en el pasado) o cuando se conversa con un visitante extranjero es cuando se hace más evidente la incredulidad sobre las cosas que aquí vivimos y padecemos. Por ejemplo, muchas personas toman como un chiste la información veraz de que en nuestro país el Himno Nacional que oímos en ceremonias oficiales (no digamos ya en eventos proselitistas) es cantado y animado en la voz del fallecido presidente. Y los amigos insisten en no creer: “Are you kidding me?”, “Tu te moques de moi, mon ami?”.
Y, trágicamente, no es chiste.