No reprochemos a quienes sancionan, critiquemos a los que dan motivo para ser sancionados
@ArmandoMartini
Inevitable que en cualquier conversación surja el tema de las sanciones. Quien no esté sancionado parece no estar en nada, no es revolucionario. Ahí está el presidente reconocido por sus aliados, varios de sus colaboradores, cómplices civiles y militares. Eso en lo personal, porque si vamos a las instituciones, las sanciones lucen más generalizadas.
El invasor, asesino cruel de vecinos, se pasó años rasguñando dólares para tener con qué sufragar su estúpida incursión sin contar con otros imperialistas -él y los chinos no son únicos-. Más bien inventores junto con europeos que in illo tempore se adueñaron de territorios en el mundo. Pero esa es otra historia.
En aquella época, como ahora, el genocida inclemente quiere destruir la economía y nación, que dependencias e independencias se resolvían a tiros y cañonazos. Imperialistas y sancionadores se apoderaban del botín; “imperializados” y sancionados se quedaban sin nada.
La moda de los escarmientos
Están de moda las puniciones y escarmientos. USA, la mayor potencia económica, productora, compradora y bancaria del mundo, las impone a quienes considera merecedores. Porque es menos costosa que una guerra y funcionan. Los castigados empiezan a inventar para que las suspendan; dialogan, jalan bola, mercadean, negocian y prometen. Conseguirán algún resquicio, reconociendo que los intersticios producen menos, y son complicados.
En la Venezuela castro-madurista, para evadirlas utilizan a Rusia y su sistema financiero para manejar el dinero. Por ello tanto de la república como los sancionados ahora están bloqueados y prácticamente perdidos.
Por lados caribeños, tropicales con años haciendo el ridículo, peleando y perdiendo, les da por decir: las sanciones son perversas, que no sirven excepto para que el ciudadano lo pase mal. Estadounidenses y europeos han optado por sancionar a los corruptos y empresas putrefactas, en vez de mandar aviones, barcos de guerra y marines.
Sectores no reconocen ser parte importante del problema, a diferencia de los valientes, honorables y decorosos que tumbaron a Pérez Jiménez, a base de coraje, eficiente estrategia política y conexión popular. Llevan casi un cuarto de siglo alardeando que les asiste la razón y el pueblo los acompaña, sin haber logrado nada excepto decepción y rechazo, recibiendo limosnas de alcaldías, gobernaciones y entrevistas de prensa.
El ciudadano está disgustado, desilusionado del chavismo, que no logra superar el 20% de simpatía con lo cual, perderían una elección justa, transparente y verificable. Pero también está defraudado por contrarios, empeñados en exhibir las mismas caras, discursos, promesas y fracasos. Saboteando al interinato que inventaron, bueno, o malo, pero reconocido internacionalmente.
Ahora culpan a las sanciones de perjudicar al pueblo, silenciando groseramente la realidad. Las sanciones han limitado/cortado las insolencias del opresor, lo ponen contra la pared, le obstaculizan el camino y bloquean el crecimiento de su poder. Inflación, carestía y precios altos pueden tener alguna remota relación, pero son básicamente la consecuencia de los errores del autócrata y el sistema comunista que glorifica y enaltece.
No fueron las sanciones…
Cuando el chavismo llegó al poder, la petrolera estatal era de las mejores y prestigiosas, con varias refinerías, una formada por la integración de Cardón y Amuay conformando un mega complejo capaz de refinar más de 900.000 barriles diarios. Fue el régimen, no ninguna sanción, el que acabó con la siembra, cultivos de primera calidad y alto rendimiento competitivo al Sur del Lago, estado Zulia. La ganadería fue arruinada. Fueron las complicidades delictivas del régimen que arrasaron con la producción minera, de acero, aluminio y oro en el estado Bolívar.
Por las sanciones muchos corruptos han tenido que traer o mantener sus dólares mal habidos dentro de Venezuela; construir inmuebles y montar negocios que terminan beneficiando a todos, y las personales están obligando a los deshonestos, dañados e indecorosos, modificar sus hábitos y vidas.
A quienes de verdad afectan, molestan y perjudican las sanciones es a los mentirosos, ladrones, corruptos bolichicos y enchufados. Porque les impide gastar lo robado, y por evadirlas tienen que reinyectar lo sustraído. No pueden irse a paraísos a disfrutar lo escamoteado, porque están vigilados, bajo escrutinio; ahora tienen que joderse en el país que contribuyeron a estropear, para no perderlo todo.
Hay empresas petroleras dispuestas a venir a pesar del informe de la ONU que denuncia la continua violación de los derechos humanos. ¡Hay que ser muy sinvergüenza!
No reprochemos a quienes sancionan, critiquemos a los que dan motivos para ser sancionados.
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