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Repúblicanos

Alejandro Armas Oct 07, 2016 | Actualizado hace 2 semanas
Política es palabra … e imagen

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Desde su nacimiento hace poco menos de un año, este espacio ha sido usado humildemente para aportar comentarios, sobre todo, a propósito de la situación de nuestro atribulado país. Hoy, sin embargo, he optado por abordar algo que ocurre en otras latitudes, pero que no nos es completamente ajeno. Se trata de un proceso cuyo pronto desenlace tendrá consecuencias para todo el planeta. Después de todo, la designación de quienquiera que tenga las riendas de la mayor potencia económica, militar y cultural del mundo no es poca cosa. Me refiero, desde luego, a la contienda por la Casa Blanca y a sus dos protagonistas, Hillary Clinton y Donald Trump.

Para quienes sentimos inquietud ante la ya de ninguna manera descartable visión de un futuro en el que todo ese poder caiga en manos del polémico magnate, no hubo muchas buenas noticias entre agosto y septiembre. Durante ese tiempo, Clinton pareció perder una no muy grande ventaja ante su contendiente en intención de votos. Es más, varios sondeos de opinión pusieron al republicano ligeramente por encima de ella. Lo más preocupante fue que Trump iba a la cabeza en estados clave como Ohio y Florida, esos que pueden determinar el resultado de una elección presidencial en el complicado sistema indirecto norteamericano.

Por eso fue un alivio cómo terminó el primer debate entre los candidatos, que se llevó a cabo el lunes de la semana pasada. Antes de que iniciara, confieso, me sentía pesimista. Si la política, como tantos eruditos en la materia hoy se lamentan, se ha vuelto un espectáculo, esta suerte de contrapunteos argumentativos televisados puede ser considerada la cumbre de aquel showbiz, la suprema conjunción del “animal político” que para Aristóteles es el ser humano y el homo videns descrito por Sartori. Y si algo ha demostrado Trump, guste o no, es ser un showman bastante habilidoso.

Sin embargo, fue Clinton quien salió airosa del debate, según la opinión de una abrumadora mayoría de los expertos. En líneas generales, la exsecretaria de Estado se mostró más preparada para el evento y mucho más tranquila. Pudo eludir sin mayor pena los dardos lanzados por Trump. El desempeño del empresario, para ser justos, no fue considerado catastrófico, pero sí marcadamente inferior al de la abanderada demócrata, que le hizo perder la paciencia y lo puso a la defensiva en más de una ocasión, con asuntos tan variados como su supuesta evasión de impuestos, su apoyo a medidas policiales inconstitucionales y hasta sus maltratos verbales a Alicia Machado hace dos décadas.

Casi dos semanas más tarde, los efectos se han hecho sentir: nuevamente Clinton está un poco más adelante que Trump en los sondeos. Sigue lejos de poder cantar victoria, pero de todas formas es un avance importante.

Sea la política un espectáculo o no, indiscutiblemente los debates se han vuelto momentos clave en las campañas presidenciales estadounidenses. Así ha sido desde su primera realización, el 26 de septiembre de 1960. Es decir, exactamente 46 años antes del de la semana pasada. En esa ocasión los nominados fueron John F. Kennedy y Richard Nixon. Sus implicaciones le han dado a esa fecha un carácter legendario entre politólogos, especialistas en comunicación política y teóricos de la televisión.

Cuando comenzó la campaña, Nixon parecía contar con todas las de ganar. Su experiencia era evidentemente mayor que la de Kennedy. Ambos entraron al Congreso en el mismo año, pero Nixon tuvo un desempeño mucho más destacado, aunque también bastante polémico. Con solo 39 años, su partido lo designó candidato a la vicepresidencia en 1952, en una fórmula dos veces vencedora al lado del general Eisenhower. Pasó ocho años en este cargo, con un papel mucho más activo que el que había caracterizado a sus predecesores. Eisenhower le delegó responsabilidades importantísimas, sobre todo en la conducción de las relaciones internacionales en el contexto delicado de la Guerra Fría. Nixon había demostrado además ser un orador persuasivo, así que no había nada que temer ante un debate.

Pero no se preparó y el resultado le costó caro. Poco antes tuvo un accidente que le lesionó la rodilla, herida de la que no se había recuperado por completo cuando llegó el día del careo con Kennedy. Estuvo en campaña hasta unas horas antes del encuentro y no permitió que le aplicaran maquillaje. El resultado fue un Nixon que se vio frente a las cámaras agotado, pálido, sudoroso y, tal vez lo peor, tenso. Todo lo contrario a Kennedy, que estaba bronceado y se mostró con energía, pero a la vez relajado.

Esta diferencia de imágenes reforzó la percepción de que los argumentos del demócrata fueron los más sólidos. Tan es así que luego del debate, Kennedy tomó la delantera en las encuestas. Incluso llegó a decirse que quienes vieron el duelo de palabras en televisión juzgaron mayoritariamente que el ganador fue Kennedy, pero lo contrario ocurrió entre una minoría que lo escuchó en la radio. Esta tesis fue posteriormente cuestionada, pero existe un consenso en que el componente visual tuvo un impacto fuerte.

Aunque en los debates siguientes Nixon autorizó la aplicación de maquillaje y tuvo un desempeño decididamente mejor, la brecha no se revirtió. Kennedy fue electo Presidente con una diferencia de apenas poco más de 100.000 votos, una de las victorias más reñidas en la historia de Estados Unidos. Los márgenes fueron igualmente estrechos en las entidades federales que le aseguraron el triunfo, como Illinois (menos de 9.000 votos) y Texas (46.000 sufragios).

Algo atípico en la política norteamericana, después de esta caída Nixon volvió a lanzarse a la presidencia en 1968… y ganó. Cuatro años más tarde fue reelecto con el apoyo de todos los estados menos Massachusetts. Pero en ninguno de estos dos comicios debatió con sus rivales demócratas. Al parecer una de las razones fue que nunca dejó de ver aquel primer cara a cara con Kennedy como el factor decisivo en su estrecha derrota.

Hannah Arendt definía la política como el arte de resolver desacuerdos y hacer que otros compartan los mismos intereses que uno en el ámbito público mediante la retórica, en lugar de la violencia o la coerción. Es decir, la política es fundamentalmente palabra. Pero los avatares de nuestra compleja sociedad contemporánea han obligado a que también tenga un componente de imagen. Claro, idealmente la pinta refuerza al verbo, y no al contrario.

El debate entre dos o más candidatos es el episodio en el que se debe procurar una mejor combinación entre palabra e imagen. Clinton no vistió de rojo la semana pasada porque esas fueron las prendas que más le provocó usar cuando abrió su closet por la mañana. Fue una decisión cuidadosamente tomada por sus asesores, considerando lo que ella iba a decir, en qué tono iba a decirlo, e incluso el fondo que tras ella se vería en las pantallas. Parecen nimiedades, pero no lo son.

Todavía quedan dos debates más antes de la elección, que será el 8 de noviembre. Muchas cosas pueden pasar. El ganador del primer encuentro no necesariamente vencerá en los restantes. Más bien se puede esperar que el derrotado evalúe qué salió mal y contraataque con mayor habilidad. Veremos.

Posdata: Aún con dos candidatos que, a juicio de muchos expertos, dejan mucho que desear en comparación con sus predecesores, por estas tierras uno no puede sentir sino envidia al ver la verdadera política en acción. Una discusión de argumentos, no una retahíla de amenazas e insultos. Cierto, Trump en este último punto, por desgracia, ha incurrido más de una vez, pero justamente esa es una de las razones por las que su campaña ha sido tan controvertida. No es que vayamos a volvernos gringos, como dice esa terrible cuña televisiva, pero el regreso de la civilidad a nuestra política es urgente. Por primera vez en mucho tiempo ese parecer ser el anhelo de la mayoría de los venezolanos, una buena señal.

 

@AAAD25

Salvar al candidato Trump, por Luis DE LION

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Yo creí que en la actual campaña presidencial estadounidense, el candidato bufón Donald Trump, sería más incisivo, más polémico, más perturbador y sobretodo nada errático. Pero resulta que, ha ocurrido todo lo contrario de su actuación, sin faltas, de la campaña primaria que lo catapultó a la candidatura republicana aplastando a todos sus adversarios.

Las alarmas se encendieron, y el propio Trump, anunció el pasado 17 de agosto, cambios en su equipo de campaña. Fue así como entró en acción, Steve Bannon, como nuevo director de campaña.

A sus 62 años, Bannon, es calificado como uno de los agitadores más influyentes del mundo republicano. Tarjeta de presentación suficiente para pensar que Trump, volvería por la senda del éxito, que no es otra que la de captar de forma casi monopólica la atención mediática. Poco importa el precio.

La agencia de noticias Bloomberg, catalogó a Bannon, oficial de la Marina retirado y antiguo productor de películas en honor y gloria de Sarah Palin, como el hombre “más peligroso de la escena política”.

El oficial retirado, también hizo carrera en el mundo de las finanzas. Bannon es egresado de Harvard y trabajó en la banca antes de crear su propia empresa dedicada a la producción de películas.

Como paso previo antes de convertirse en jefe de campaña de Trump, en el 2012 Bannon, presidió un site de información llamado Breitbart News. Como muchos portales de periodismo digital, el dirigido por Bannon, tenía una línea editorial favorable a Trump. Breitbart era el diario oficial de Trump, denunció un miembro de la redacción luego de renunciar.

El ahora comentarista de CNN, Corey Lewandowski, y hasta hace poco jefe de campaña de Trump, dijo que Bannon “es un tipo que no duda en el combate político cuerpo a cuerpo y considera que todos los golpes se valen”

Bannon también forma parte del Government Accountability Institute, responsable de la publicación del libro Clinton Cash (ediciones Harper, 2015) sobre el origen de una parte de la fortuna de los Clinton.

«Bannon es una suerte de Dr Jekyll y Mr Hyde» de la derecha estadounidense señala Bloomberg «mezcla periodismo partisano y a través de sus libros expone un enfoque más sofisticado, con archivos altamente documentados contra los grandes de la política”

Del lado de Hillary lo saben y están prevenidos que los ataques contra la candidata van a multiplicarse.

Así las cosas, cuando quedan menos de tres meses de campaña electoral, el primer éxito de Bannon, a decir de los más recientes sondeos, ha sido frenar la caída libre de Trump.

@ldelion

Último día de la Convención Republicana en EE UU: Trump acepta la candidatura a la presidencia

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El magnate de los bienes raíces, Donald Trump, aceptó oficialmente la candidatura para presidente de Estados Unidos por el Partido Republicano, prometiendo restaurar la seguridad que temen estar perdiendo, restringirá estrictamente la inmigración y salvará al país del historial de «muerte, destrucción, terrorismo y debilidad» de Hillary Clinton.

El discurso de aceptación de la candidatura republicana a la presidencia cierra el improbable ascenso del célebre empresario, de 70 años. El partido republicano llega a las elecciones generales unido en su oposición a Clinton pero aún dividido en cuanto a Trump. Subrayando el carácter poco ortodoxo de su candidatura, Trump insistió en las duras políticas migratorias que motivaron a los conservadores en las primarias pero se distanció de muchos en su partido al prometer protecciones para gays y lesbianas.

El empresario, siempre consciente del factor espectáculo, se alimentó de la energía del público, dando un paso atrás para recibir los aplausos y sumándose a los delegados al corear «U-S-A».

Mientras la multitud, opuesta con fiereza a Clinton, entonaba su frecuente lema «Enciérrenla», Trump les hizo un gesto para que se detuvieran y en cambio propuso: «Derrotémosla en noviembre». Sin embargo, también acusó a su probable rival demócrata de cometer «crímenes terribles, terribles» y dijo que su principal logro podría haber sido evitar la cárcel por utilizar un servidor privado y su correo electrónico personal cuando era secretaria de Estado.

El discurso, de aproximadamente una hora, fue especialmente sombrío para un acto de celebración y casi no incluyó ninguna propuesta de medidas concretas. Trump vociferó en todo el discurso, que leyó de un teleprompter, mostrando pocos atisbos de humor ni tan siquiera una sonrisa.

El discurso, de aproximadamente una hora, fue especialmente sombrío para un acto de celebración y casi no incluyó ninguna propuesta de medidas concretas. Trump vociferó en todo el discurso, que leyó de un teleprompter, mostrando pocos atisbos de humor ni tan siquiera una sonrisa.

En una referencia directa a los estadounidenses conmocionados por un verano de violencia en casa y en el extranjero, Trump prometió que si asume el cargo en enero «se restaurará la seguridad».

Durante su discurso, Trump acabó con décadas de reparos republicanos a la hora de apoyar abiertamente los derechos de los homosexuales, al menos por una noche.

La petición de Trump, en su discurso ante la Convención Nacional Republicana, de que se proteja a la «comunidad LGBTI» fue un punto de inflexión para el Partido Republicano: la primera vez que se ha planteado el tema en un discurso para aceptar la candidatura republicana a la presidencia.

 

En la recta final hacia las generales, el magnate se ha aferrado a las polémicas propuestas que hizo en la campaña de las primarias, como la construcción de un muro a lo largo de toda la frontera entre Estados Unidos y México o suspender la inmigración de países «comprometidos por el terrorismo».

Pero en un gesto a una parte más amplia de estadounidenses, dijo que los jóvenes en ciudades de mayoría negra «tienen tanto derecho a cumplir sus sueños como cualquier otro niño en Estados Unidos». También prometió proteger a gays y lesbianas de la violencia y la opresión, una promesa recibida con aplausos del público.

 

 

 

La convención terminó con pocos arrestos

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Las tensiones que rodearon la convención nacional republicana cedieron paso a un alivio con el fin del encuentro político la víspera, en calma, con apenas dos decenas de arrestos en cuatro días gracias a una presencia masiva de la policía y las preocupaciones de los manifestantes por su propia seguridad.

Funcionarios municipales y policías que estaban preparados para protestas masivas y violencia sonaron confiados al cerrar la convención el jueves por la noche. «Estábamos nerviosos», dijo la portavoz de la policía de Cleveland, Jennifer Ciaccia. «Nos entrenamos aquí para asegurarnos de que la gente estaría segura».

Las manifestaciones que muchos temían que llevarían a batallas entre policías y manifestantes se volvieron a veces casi escenas de feria, con manifestantes vestidos de monjas en zancos y otros tocando tambores.

Hubo momentos de tensión e intercambios furiosos cuando anarquistas, antimusulmanes y pro capitalistas llenaron la céntrica Public Square, pero la mayoría de la gente pareció llevarse bien.

Policías estatales de Indiana jugaron ping pong con gente en la plaza, tres agentes patearon un balón de fútbol con un grupo de niños y el jefe de la policía se sumó a manifestantes una tarde e n un círculo de oración.

El jueves por la noche, la policía dijo que el total de arrestos desde el lunes fue de apenas 24, 17 de ellos a causa de una trifulca que estalló el miércoles cuando algunos manifestantes quemaron una bandera estadounidense. En los días previos a la convención, algunos funcionarios del orden temían que habría centenares de arrestos diarios.

Uno de los últimos altercados fue cuando una manifestante interrumpió el discurso de aceptación de Donald Trump. La mujer que ondeaba un cartel, comenzó a gritar cuando Trump llevaba unos 20 minutos de su discurso.

El candidato presidencial republicano se detuvo durante casi un minuto, en espera de que la policía la sacara del lugar. Cuando comenzó a hablar nuevamente, dijo «qué grande es nuestra policía», mientras las autoridades sacaban a la manifestante del lugar.

 

*Con infoRmación de Associated Press y VOA

 

Donald Trump es oficialmente el candidato republicano a la Casa Blanca

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Unidos por una noche, los republicanos nominaron a Donald Trump como el abanderado presidencial de su partido, lo que representa la culminación del empresario de su ascenso por los rangos republicanos y lo proyecta a las elecciones presidenciales de noviembre contra la demócrata Hillary Clinton.

«Esto es un movimiento, pero debemos ir por todo», dijo Trump en declaraciones en video que se transmitieron en la sede de la convención.

Para Trump, esta fue una muy necesaria oportunidad para reagruparse tras un caótico inicio de la convención, con acusaciones de plagio en el discurso de Melania Trump en la ceremonia inaugural. El martes no hubo polémicas, pero el evento no tuvo el toque de brillo y Hollywood que había prometido el magnate, con varios cargos republicanos desfilando sobre escenario con agudas pero repetitivas críticas a Clinton.

El gobernador de New Jersey, Chris Christie, fue uno de los pocos oradores que animó a la audiencia, con duras críticas a Clinton y pidiendo a los delegados que gritaran «Culpable» mientras enumeraba acusaciones contra la demócrata.

«Nosotros no descalificamos a Hillary Clinton para ser presidenta de Estados Unidos, los hechos en su vida y su carrera son los que la descalifican», dijo Christie.

La familia de Trump volvió a ocupar el escenario central, subrayando la urgente tarea de campaña para transformar la imagen de un candidato que a menudo es visto como áspero y divisivo. Dos de los hijos de Trump hablaron de su carácter, presentándolo como un hombre que no se intimida ante los desafíos.

«Para mi padre, imposible es tan solo el punto de partida», comentó Donald Trump Jr., el mayor de los cinco hijos del candidato republicano.

La sombra del plagio volvió a ceñirse sobre la convención cuando el programa «The Daily Show» destacó en Twitter las similitudes entre dos frases del discurso de Donald Trump Jr. y un artículo de F.H. Buckley en The American Conservative. Ambos pasajes comparan las escuelas estadounidenses con grandes almacenes de la época soviética gestionados para beneficiar a los empleados, no de sus clientes.

Buckley dijo a The Associated Press que fue uno de los principales responsables del discurso de Trump Jr., «por lo tanto no es un problema».

Para algunos republicanos, la noche también ofreció una idea de lo que pudo haber sido. El presidente de la Cámara de Representantes, Paul Ryan, que se resistió a los llamados para unirse a la campaña presidencial, hizo un elocuente llamado a la unidad del partido, aunque su mensaje se centró más en los riesgos de permitir que los demócratas permanezcan en la Casa Blanca y avancen en el Congreso, que en respaldar a Trump.

«Compitamos en todas partes de Estados Unidos y salgamos a votar como si hasta el último voto contara, porque así será», afirmó Ryan.

Muchos líderes republicanos se mantuvieron lejos de la convención, aún temerosos de ser vinculados con su divisivo candidato e inseguros sobre cómo su nominación afecta su propio futuro político.

Los asistentes a la convención reflejaron la creciente insatisfacción de algunos republicanos con la élite del partido. El líder de la mayoría en el Senado, Mitch McConnell, que ha ofrecido un tibio apoyo a Trump, fue recibido con abucheos cuando tomó el escenario.

Se dieron algunas muestras de disidencia cuando los estados que Trump no ganó registraban sus votos, pero el empresario se distanció rápidamente de sus rivales en las primarias.

Su estado natal, Nueva York, fue el que le dio la cifra requerida para la nominación. Cuatro de sus hijos formaron parte de la delegación del estado en la convención para el histórico nombramiento y parecían sobrecogidos por la emoción.

Tiffany Trump, la hija de 22 años del candidato con su ex esposa Marla Maples, adornó sus declaraciones con raras anécdotas de su padre, incluyendo las notas escritas a mano que le dejaba en su reporte de calificaciones.

«Mi papá es un líder natural, la última persona que te dirá que bajes tus aspiraciones», comentó.

Melania Trump fue elogiada por resaltar las cualidades personales de su marido durante su discurso del lunes. Habló de su «simple bondad», su lealtad y el amor hacia su familia, mientras subrayaba el «drama» que se genera con Trump en la política.

Pero su discurso fue también objeto de acusaciones de plagio. Dos pasajes de su intervención, cada uno de al menos 30 palabras, coincidieron casi literalmente con uno que pronunció Michelle Obama en la convención demócrata de 2008.

La campaña de Trump mantuvo viva la polémica en el segundo día de la convención al insistir en que no había evidencias de plagio y no ofreció más explicaciones sobre cómo esos dos fragmentos terminaron en el discurso de la esposa de Trump. El tema copó la actualidad desde Cleveland hasta la votación vespertina, eclipsando el gran esfuerzo de Melania Trump por mostrar un lado más amable de su esposo.

Clinton aprovechó la polémica y dijo que, hasta el momento, la convención republicana ha sido «surrealista» y la comparó con la película «El Mago de Oz».

«Cuando se abre el telón, solo es Donald Trump sin nada que ofrecerle al pueblo estadounidense», comentó Clinton durante su discurso en Las Vegas.

El principal asesor de Trump, Paul Manafort, dijo que el asunto «se ha salido totalmente de proporción».

«Ni siquiera son oraciones. Literalmente son frases», dijo Manafort a The Associated Press.

Las convenciones son enormes compromisos logísticos, con miles de asistentes que organizar y decenas de oradores a supervisar. Pero la reunión de cuatro días palidece en comparación con el alcance de las responsabilidades presidenciales al frente del gobierno de Estados Unidos.

Los líderes republicanos se encontraron respondiendo preguntas no deseadas. El presidente del Comité Nacional Republicano, Reince Priebus, dijo que «probablemente» habría despedido a quienes escriben sus discursos si estuviera en una situación similar, y reconoció que el asunto era una distracción.

No quedó claro si la controversia tendrá consecuencias en la manera en que los votantes ven a Trump. El empresario ha sobrevivido a varios momentos políticamente peligrosos que podrían haber sentenciado a otros candidatos.

 

AntiTrump caen superados en número y fuerza

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Tras semanas de planificación y con un feroz estallido que hizo sombra a casi todo lo demás en el primer día de la Convención Nacional Republicana, la feroz pero siempre improbable iniciativa conservadora para negar a Donald Trump la candidatura republicana a la presidencia de EEUU sucumbió por varios motivos.

El declive se agravó día a día hasta culminar el martes con una votación de estados que llevó oficialmente a Trump a la candidatura. Esa votación confirmó el colapso de una iniciativa en la que confiaban los conservadores, en la que los delegados ignorasen audazmente las normas del partido para respaldar al candidato de su elección y no a Trump.

«Tanto si se planificó como si no, al parecer no ocurrió», dijo el delegado de Colorado Kevin Grantham. Los líderes del partido querían «asegurarse de que Donald Trump es el candidato, independientemente de lo que dijeran los estados, independientemente de lo que dijeran los delegados».

Los conservadores contrarios a Trump se habían unido a otra facción que intenta cambiar las reglas del partido para desviar el poder de la cúpula del Comité Nacional Republicano a los activistas de base. Entre esos activistas había muchos partidarios del senador de Texas Ted Cruz, uno de los aspirantes derrotados a la nominación. Pero se vieron muy superados en número por los delegados de Trump y los habituales del partido que creen que, les guste o no, Trump ha ganado las primarias republicanas de este año.

Otros factores en su contra eran la falta de un candidato alternativo de los rebeldes, la sólida campaña de presión que lanzó una alianza entre la campaña de Trump y el comité del partido y una creciente sensación de que era hora de unirse en contra de la probable candidata demócrata, Hillary Clinton.

«Uno puede defender su posición hasta llegar a un punto en el que estaría poniendo en juego al país o al estado», explicó Steve House, presidente del partido republicano de Colorado, una delegación llena de disidentes y partidarios de Cruz. «El equipo dijo, ‘Alcémonos y apoyemos al nominado»’.

En el otro bando, la delegación de Utah anunció desafiante que dedicaría sus 40 votos a Cruz. Pero el responsable del proceso asignó esos delegados a Trump debido a una laguna en las normas del partido en Utah, que permiten votar sólo a aspirantes activos en la convención… y Trump era el único.

Desde que quedó claro la pasada primavera que Trump era el probable candidato, delegados conservadores de todo el país buscaron formas de utilizar las normas del partido para evitar que se impusiera en la convención. Se organizaron a través de medios sociales, teleconferencias y correos electrónicos aparentemente interminables.

Pero sufrieron un duro golpe la semana pasada cuando el comité de normas de la convención aprobó las reglas para el encuentro de esta semana. La tendencia se mantuvo durante el congreso en sí, dirigido por líderes del partido que tienen la última palabra sobre las disputas internas.

Los conservadores hicieron el lunes un último intento de reescribir las normas del partido, pero se vieron bloqueados. Sus exclamaciones de indignación lograron una amplia cobertura y distrajeron la atención de los esfuerzos del partido por mostrar unidad, pero perdieron todas formas.

Durante la votación del martes, la delegación de Alaska dividió sus 28 votos entre Trump, Cruz y el senador de Florida Marco Rubio. Los miembros del partido contabilizaron 28 delegados de Alaska para Trump, citando una discrepancia en las normas del partido estatal, y su decisión quedó por encima de la delegación cuando reclamó un nuevo recuento.

Subrayando la futilidad de desafiar a los líderes del partido, el presidente de la formación, Reince Priebus, explicó la decisión contra Alaska a toda la convención y dijo: «En cualquier caso, tengan una gran noche». Después abandonó rápidamente el escenario mientras sonaba la música, dejando a los delegados de Alaska insatisfechos y derrotados.

 

Hillary Clinton ya tiene los delegados suficientes para ser la candidata demócrata

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LOS ÁNGELES (AP) — Haciendo historia a pasos agigantados, Hillary Clinton se convertirá en la primera mujer que consigue la nominación presidencial de uno de los principales partidos políticos de Estados Unidos, al obtener el lunes el compromiso de la cifra de delegados necesaria para convertirse en la virtual nominada de los demócratas.

La victoria llega casi ocho años después de la derrota en su primera campaña hacia la Casa Blanca ante Barack Obama. En aquel momento, señaló su incapacidad para «hacer añicos ese sexismo».

Haciendo campaña en esta ocasión como la leal sucesora del primer presidente de raza negra del país, Clinton tuvo a raya un reto sorpresivamente fuerte del senador federal de Vermont Bernie Sanders. El senador movilizó a millones de personas con un mensaje fervientemente liberal, y su insurgente precandidatura reveló un nivel profundo de frustración nacional con los políticos de costumbre, incluso entre los demócratas, que han controlado la Casa Blanca desde 2009.

Clinton, ex secretaria de Estado, ex senadora de Nueva York y ex primera dama de la nación, alcanzó el lunes los 2.383 delegados necesarios para convertirse en la virtual nominada presidencial demócrata luego de un decisivo triunfo en Puerto Rico y un fuerte despliegue de apoyo de último minuto por parte de superdelegados.

Los superdelegados son directivos de partido y funcionarios públicos de extracción demócrata, muchos de los cuales están ansiosos por terminar la fase de elecciones primarias en medio de encuestas de preferencia que la colocan en una contienda reñida con el virtual nominado presidencial republicano Donald Trump.

Clinton ha ganado 1.812 delegados en elecciones primarias y asambleas y cuenta con el apoyo de 571 superdelegados, según un conteo de The Associated Press.

La AP encuestó a los 714 superdelegados en varias ocasiones durante los últimos siete meses, y sólo 95 siguen públicamente no comprometidos.

Sanders tiene previsto alegar ante los superdelegados que está mejor posicionado para derrotar a Trump en noviembre. Aunque lo superdelegados pueden cambiar de opinión, los que se decantaron por Clinton dijeron inequívocamente a la AP que la apoyarán durante la convención del Partido Demócrata de julio en Filadelfia.

Desde el inicio del sondeo de la AP a finales de 2015, ningún superdelegado ha retirado su apoyo a Clinton para dárselo a Sanders.

«Realmente necesitamos cerrar este proceso de primarias y dedicarnos a derrotar a Donald Trump», dijo Nancy Worley, una superdelegada que preside el Partido Demócrata de Alabama y una de las últimas en apoyar a Clinton para que alcanzara la cifra necesaria para su nominación.

Clinton no se pronunció el lunes sobre su triunfo en la carrera a la candidatura presidencial demócrata durante un acto de campaña en California. Ante una multitud que la aclamaba, declaró que estaba a un paso de un «momento histórico, sin precedentes», pero señaló que todavía hay trabajo que hacer en los seis estados donde habrá primarias el martes.

«Vamos a luchar duro por cada voto», dijo Clinton en Long Beach.

El equipo de campaña de Clinton había expresado su preocupación por si reunir los 2.383 delegados pudiera afectar a la participación en la votación del martes y conceder a Sanders una ventaja.

Sin embargo, incluso aunque Sanders logre un contundente triunfo en California y los demás otros estados ya no podría reunir el número necesario de delegados para proclamarse candidato, pero podría motivarlo para presentar batalla en la convención demócrata.

Conteo de AP: Trump tiene los delegados necesarios para asegurar nominación republicana a la presidencia

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WASHINGTON (AP) — Donald Trump alcanzó el número de delegados necesario para asegurar la nominación republicana para la presidencia. Su triunfo completa un ascenso sorpresivo que ha puesto de cabeza el panorama político y sienta las bases para una campaña otoñal aún más encarnizada.

Trump se puso en la cima del conteo de delegados de The Associated Press por un pequeño número de delegados sin consolidar que dijeron el jueves a la AP que lo apoyarán en la convención.

Se requieren 1,237 delegados para ganar la nominación presidencial republicana. Trump ha alcanzado 1,238. Con 303 delegados en juego el 7 de junio, Trump fácilmente aumentará su total, evitando una convención impugnada este verano.

Trump es un político neófito que durante años entregó el comentario cáustico al margen, pero nunca se postuló para un cargo.

 

Lo que el mundo se juega en las elecciones norteamericanas, por Carlos Alberto Montaner

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Robert W. Merry, editor The National Interest  y notable escritor de temas históricos, afirma que el enfrentamiento entre Donald Trump y Hillary Clinton es, en realidad, una batalla entre el nacionalismo y el “globalismo”. Me parece un buen resumen, pero vale la pena ahondar en el tema.

En Estados Unidos siempre han coexistido la tentación de aislarse de los conflictos internacionales, prescrito por el famoso discurso de despedida de George Washington, y la propuesta alterna de Thomas Jefferson de concebir el “Empire of Liberty” como  destino natural de un país que debía dedicar sus mejores esfuerzos a la expansión de la democracia y la protección de los desvalidos más allá de sus fronteras.

No debe olvidarse que durante las dos guerras mundiales, de acuerdo con las encuestas de la época, el porcentaje de los norteamericanos decididos a participar en los conflictos era menor que el de los “pacifistas”, hasta que las acciones bélicas de Alemania en la primera, y Japón, en la segunda, precipitaron la ruptura de las hostilidades.

Unas veces los republicanos adoptaron la idea del imperialismo benévolo –Lincoln en el discurso de Gettysburg, Teddy Roosevelt, Ike Eisenhower (con gran prevención), Ronald Reagan (remember Granada), los dos Bush–, pero en otras oportunidades fueron los demócratas: Woodrow Wilson, Franklin Delano Roosevelt, Harry S. Truman, John F. Kennedy, Lyndon Johnson e incluso Jimmy Carter, Bill Clinton y Barack Obama.

Obviamente, en esa postura se trenzaban la defensa de los valores y los intereses materiales de Estados Unidos. Carter, pese a su rechazo a la violencia, proclamó en 1980 la voluntad del país de defender a cualquier costo las naciones del Golfo Pérsico, entonces amenazadas por Irán, zona en la que, claramente, no había libertades ni democracia.

Clinton, en cambio, proclamó en 1999 la doctrina que lleva su nombre, en la que fundamenta lo que comenzó a llamarse “la obligación de proteger”, de donde se desprendía el derecho a las intervenciones humanitarias. Incluía, muy especialmente, la oposición al genocidio aunque tuviera que recurrirse a la fuerza.

Esto explica la intervención de la OTAN en la guerra de Yugoslavia para proteger a los kosovares o a los bosnios. No había intereses económicos en juego. Se intentaba, sencillamente, detener la matanza. De alguna manera, Clinton rectificaba con su política la parálisis de Estados Unidos ante la carnicería de Ruanda de 1994. Dos millones de africanos fueron masacrados en aquel horror ante la indiferencia del mundo desarrollado.

A Obama le tocó decidir la actuación de Washington durante la llamada primavera árabe y optó por intentar un “cambio de régimen”. La fuerza aérea norteamericana llevó a cabo casi 7.000 misiones en Libia hasta destrozar totalmente el ejército de Gadafi con consecuencias, por cierto, perjudiciales para todas las partes implicadas. La primavera se transformó en un largo y sangriento invierno.

El moderno papel de Estados Unidos, en lo que algunos llaman la pax americana, comenzó a forjarse en julio de 1944 en Bretton Woods (New Hampshire), cuando F. D. Roosevelt convocó a los representantes de 44 naciones para delinear los fundamentos económicos de la posguerra.

Ya era evidente la derrota de los países del Eje. Washington estaba decidido a que la nación asumiera la dirección del mundo libre para evitar que sucediera lo mismo que ocurrió tras el fin de la Primera Guerra Mundial en 1918, aunque no ignoraba el costo enorme de cargar con ese pesado cetro.

El segundo paso en la misma dirección lo dio Harry Truman en 1946. En un memorable discurso proclamó su doctrina de “contención” al espasmo imperial del estalinismo que entonces acosaba a Grecia, Turquía y –Truman creía–, a Irán. La Doctrina Truman impulsó el Plan Marshall, la creación de la OTAN, la refundación de la OEA y la creación de la CIA, entre otras iniciativas todavía vigentes.

Simultáneamente, el Departamento de Estado fue desarrollando medidas diplomáticas basadas en “palos y zanahorias” para propiciar el buen comportamiento democrático, estrategia siempre subordinada a la lucha contra el comunismo. Eran preferibles las democracias, pero las dictaduras anticomunistas se aceptaban como un mal menor.

Una contradicción que, por la otra punta, hoy abraza la izquierda cuando aplaude a Obama por tener buenas relaciones con la dictadura cubana, mientras ayer censuraba a Washington por tener vínculos estrechos con Somoza y Trujillo.

Los comunistas de Podemos en España, aunque reclaman la compasión como una de las señas de identidad del “progresismo” (etiqueta absurda en quienes defienden el comportamiento de las naciones que menos progresan), se niegan a condenar las violaciones de los derechos humanos en Venezuela y en el perímetro del llamado “socialismo del siglo XXI”.

En todo caso, Trump, más allá de sus bravuconadas xenófobas, de su narcisismo, de su misoginia y de sus burlas a los discapacitados, de alguna manera representa la posición de los norteamericanos “realistas” que creen que Estados Unidos es una nación como cualquiera otra, cuyo gobierno debe consagrarse enteramente a defender los intereses de sus ciudadanos, posición que lo convierte en el candidato preferido de Vladimir Putin.

Hillary, más allá de sus mentiras e inexactitudes, del carácter despótico que le atribuyen sus adversarios, y prescindiendo del rechazo que provoca en una buena parte de la sociedad norteamericana, presumiblemente continuará la política de Roosevelt-Truman y de su propio esposo, desempeñando el papel de “halcón-liberal” en el sentido que les dan a estas palabras en Estados Unidos.

Francamente, pese a los muchos problemas y contradicciones, el mundo ha sido un lugar notablemente más seguro y habitable protegido por Estados Unidos de lo que hubiera sido sin Bretton Woods, sin la Doctrina Truman y todo lo que vino después.

Como provengo de una nación comunista, sé perfectamente lo que hubiera sido un planeta gobernado u orientado por Moscú y organizado en torno al disparate marxista-leninista. Una terrible pesadilla.

 

@CarlosAMontaner

El Nacional

May 02, 2016 | Actualizado hace 8 años
La era Sanders, por Vicente E. Vallenilla

BernieSanders

 

En medio del obligado ensimismamiento nacional, poco espacio queda  para seguir   otros acontecimientos de notable importancia mundial, siempre de impacto para Latinoamérica y, por ende, para este país. Pero apartándome del seguimiento – minuto a minuto – de la incalificable  gallera en que se ha convertido este país, hemos estado observando el proceso que conduce a la elección presidencial de los Estados Unidos. (La escogencia del nuevo Imperator, dirían  gallos criollos del partido colorado… )

La trascendencia de esta elección -más allá de la obvia- consiste en un giro no antes visto de la forma de hacer política en ese país y la aparición de  inusuales personajes en la carrera hacia la Casa Blanca. Esta elección no se asemeja a ninguna otra en la historia, como señalan los analistas políticos de ese país.  Este proceso, por sus características, indica  que podría estarse forjando un salto adelante ( o, hacia atrás, dirán los del Tea Party) en la política norteamericana.  

El sistema político de ese país est dividido en dos grandes visiones que conforman el llamado Establishment. Una, la del Partido Republicano, que enarbola las virtudes del sistema de mercado, sin restricciones operativas, círculos monetarios elitescos, bajos impuestos para los ricos y de políticas sociales limitadas, inter alia.

La otra, el partido Demócrata, el ala jeffersoniano en que se dividió del GOP, Viejo Gran Partido Republicano, de ideas liberales, de intervención en la economía, de la igualdad racial y del favorecimiento de los movimientos sociales,  del internacionalismo y el multilateralismo en la política exterior.

Pero fue en el siglo pasado que, presidentes «con ideas progresistas» como Hoover (republicano), y los Roosevelt, en particular FD Roosevelt  (demócrata) acentuaron las diferencias con los conservadores, dentro de sus propios partidos. Hoover rechazó desde el principio la máxima que impuso en el mundo el ministro de Luis XIV, Colbert: «permitir que las fuerzas del mercado encuentren su equilibrio por sí mismas». El pensamiento hooveriano era, por el contrario, que el Estado debe intervenir, pero de manera benefactora, creando alianzas permanentes entre el sector público, el privado y los sindicatos.  El segundo Roosevelt, FDR, tomó prestado ese pensamiento progresista para su inmortal plan de acción: el New Deal.  Keynes reconoció que se inspiró en esas fórmulas para sus planes por el bienestar de la humanidad, aunque después se pensara, al revés, que Hoover tenía «teorías keynesianas».

Esa plataforma política del liberalismo republicano duró desde entonces hasta el día que Ronald Reagan tomó el poder en 1981. Se inició así una nueva era en los Estados Unidos. La era Reagan. Se abandonó el humanismo de Hoover y se implantó el «reaganismo» en el sistema y el capitalismo americano: la teoría del «supply side«, control monetario, desregulación económica, reducción del gasto público, bajos impuestos para los ricos. Con ello desapareció la era de la llamada «izquierda americana”  de los Hoover y Roosevelts,   de abundantes iniciativas sociales. El presidente Obama ha intentado retomarlo, con poca suerte.

Bernie Sanders,  un relativamente desconocido senador, de manera explosiva, ha aparecido en la escena política con ese potpourri socialista de tipo europeo, en momentos en que fuerzas dentro del partido republicano se esfuerzan en volver al legado del Gran Comunicador Reagan (no tenemos claro si D. Trump piensa así de Reagan o más bien defiende su particular y nuevo futuro legado: America, will be great again ! ) .

 

La «revolución de Bernie» incluye de forma relevante:

– Políticas destinadas a eliminar la enorme desigualdad social imponiendo altos impuestos a los privados y empresas de superiores ingresos.

– Incrementar los salarios.

– Crear empleo masivo para reparar la decadente infraestructura.

– Detener acuerdos comerciales con China, y otros como el NAFTA.

– Crear de puestos para jóvenes con desventajas.

– Sueldos y salarios iguales para la mujeres.

– Crear universidades gratuitas en todo el país.

– Expandir la Seguridad Social eximiendo de impuestos a los retirados.

– Crear un esquema gratuito y universal de salud al estilo de Dinamarca o Noruega, Suecia (medicare for all).

– Aumentar por lo menos en tres meses los períodos de reposo pre y post natal

– Crear programas gratuitos de cuidado infantil en todo el país.

– Garantizar la fácil afiliación a sindicatos.

– Dividir los grandes grupos financieros.  Evitar la impunidad de Wall Street de «too big to fail»  (demasiado grande para quebrar), y reforma integral del sistema financiero.

– Medidas urgentes contra el cambio climático.

– Una nueva política migratoria de oportunidades humanitarias.

– Mayor justicia racial y atención a los veteranos.

– Reforma rural.

 

Este es un programa que para muchos puede sonar  «muy socialista» . Es básicamente un típico proyecto de la izquierda del norte de Europa, mezcla de programas de la social- democracia y de partidos socialistas. Sanders ha manifestado su admiración por el sistema danés.

Lo que nos parece importante es que independientemente de que Bernie Sanders no gane la nominación demócrata,  puede uno considerar que ha abierto, como Trump, una escisión en el establishment con importantes repercusiones. Entre otras, sorprendió a la clase política  que, el candidato de mayor edad, sea capaz de arrastrar enormes multitudes de jóvenes que desean universidades gratuitas, oportunidades en su futuro y no quedar endeudados una buena parte de su vida. Asimismo, que pudiera recabar fondos con récords históricos por medio de contribuciones individuales en muy pequeñas cantidades, al contrario de lo usual, donde los que realmente aportan a las campañas son las grandes corporaciones o individuos muy pudientes.

Es posible que la aparición anti-sistema de Sanders y de Trump en la política, introduzca transformaciones inesperadas para la clase dirigente.

Si comenzara -y no estemos equivocados- un nuevo escenario  en el entorno washingtoniano, el invisible manto de Reagan que ha sobrevivido hasta Obama, pudiera empezar a desaparecer. El espíritu humanista de aquellos presidentes americanos, como FDR, podría reformar los valores políticos -hoy enfrentados hacia la mutua destrucción- en Capitol Hill. Hacia ello parecen que contribuyen, sin confabularse, Sanders y Trump.  Si gana Hillary la presidencia, algunas de las verdades que el fugaz Sanders puso en la agenda, podrían ser adoptadas por futuros presidentes, ( incluso Trump ya ha dado indicaciones en ese sentido) reconociendo -antes de que sea tarde- el mensaje de multitudes desafectas de la política actual y de sus resultados sociales .  Irónicamente, estaríamos a las puertas de lo que podríamos llamar, la era Sanders.

 

*Ex-Embajador de la República