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Entre la oscuridad y el calor se pierde la memoria documental de la Biblioteca Nacional
Las fallas en la iluminación y en el aire acondicionado son las carencias más evidentes, además del poco personal que labora en la biblioteca
El investigador Juan Hernández afirmó que durante la investigación que ha venido realizando sobre derechos humanos, se ha encontrado con páginas mutiladas, rasgadas, desaparecidas y en muy mal estado; sobre todo lo referente al golpe de Estado en 2022, crónica roja y corrupción

 

@yeannalyfermin

 

 

Una infraestructura deteriorada por el paso de los años y la poca inversión en mantenimiento y modernización, fallas en la iluminación, aire acondicionado, limpieza y conservación, son varios de los problemas que afectan el “patrimonio documental” del país. Biblioteca Nacional

Libros, periódicos, revistas, documentales, películas, fotografías y objetos de gran valor histórico están en riesgo de desaparecer por las carencias que sufre la Biblioteca Nacional desde hace varios años. 

Un complejo para recordar

Monumental, imponente y majestuosa, así podría describirse a simple vista el recinto ubicado al final de la avenida Panteón en el municipio Libertador, en Caracas. 

El edificio de 80 mil metros cuadrados, considerado como la “catedral de la memoria de Venezuela”, destaca e invita a adentrarse en él, a pesar del evidente deterioro que sufre la infraestructura, principalmente por el descuido y la falta de inversión. 

El ente adscrito al Ministerio de Cultura cuenta con dos sótanos y cuatro niveles divididos por salas para hacer más ordenada y práctica la búsqueda de cualquier información. Cercanos a la Biblioteca también se encuentran el Archivo General de la Nación y el Panteón Nacional, grandes obras históricas de la capital. 

La Biblioteca Nacional alberga el patrimonio documental de Venezuela desde el siglo XIX y XX. En ella se encuentran cerca de tres millones de volúmenes de libros, documentales, 133 ejemplares del Correo del Caroní, periódico fundado por Simón Bolívar en 1818, así como el primer número de la Revista Élite en 1925 y una colección hemerográfica completa del historiador Tulio Febres Cordero. 

En la Biblioteca Nacional además se puede encontrar el libro más chiquito del mundo, toda la colección de Don Quijote de la Mancha, un libro escrito por José Gregorio Hernández, la primera biblia traducida al español del año 1500, manuscritos de Antonio Guzmán Blanco, Teresa de la Parra, Francisco Herrera Luque, Andrés Eloy Blanco, libros de Francisco de Miranda, cartas de Simón Bolívar; además de los cinco incunables, libros únicos con fecha de 1471.

 

 

Runrun.es recorrió la Biblioteca Nacional para constatar cómo estaba su infraestructura y el servicio que ofrecía al público después del levantamiento de las restricciones por la pandemia del COVID-19. 

En la recepción de la biblioteca, lo primero que recibe a los visitantes es el olor a libros viejos. Un hombre amable explica las normas y pide dejar morrales o carteras grandes, solo se puede ingresar el monedero, el celular y una libreta para hacer anotaciones. 

Las fallas en la iluminación y en el aire acondicionado son las carencias más evidentes, además del poco personal que labora en la biblioteca. Pasillos oscuros, escaleras tenebrosas, baños sucios y deteriorados. El lugar también es receptor de indigentes y amigos de lo ajeno.  

 

Juan Hernández, investigador y usuario de la Biblioteca Nacional desde hace dos años, aseveró que hay muchas carencias en los sótanos donde están los depósitos de los periódicos porque no hay ventilación. “Allá abajo se trabaja en unas catacumbas”, dijo. 

El investigador explicó que debido a la falta de aire acondicionado y ventilación, el espacio es el caldo de cultivo ideal para la proliferación de hongos, moho y humedad, lo que contribuye grandemente con el deterioro de los libros, periódicos y demás objetos que se encuentran en la biblioteca. 

Resaltó que cuando se abre un libro o un periódico se le hace un gran favor porque se ventila y oxigena, pero insistió en que si el ejemplar es tratado de mala manera, se corre el riesgo de que se rompa y se pierda. 

Hernández expresó con gran admiración que la Biblioteca Nacional es una obra que merece ser preservada y tratada como lo que es, el “patrimonio documental de Venezuela”. 

Propósito olvidado 

La Biblioteca Nacional de Venezuela fue modelo para la creación de otras bibliotecas en América Latina y el mundo. Su misión principal era “preservar la memoria histórica y documental de la nación”; sin embargo ese propósito, con el pasar de los años, se ha quedado en el olvido. 

Juan Hernández afirmó que durante la investigación sobre derechos humanos que ha venido realizando, se ha encontrado con páginas mutiladas, rasgadas y en muy mal estado. “La gente los mutila con tijeras o un exacto y lo botan y eso es grave”, dijo.

“Las personas arrancan las noticias que los vinculan, sobre todo lo he visto en las páginas rojas y en temas de corrupción. Todo lo que pasó en el golpe de estado de 2002 está mutilado o desaparecido, entre otra cantidad de cosas relacionadas con la política que pasaron y quieren desaparecer”, explicó el investigador. 

Para el sociólogo Francisco Coello, quién trabajó por más de 16 años en la Biblioteca Nacional, conservarla «es imprescindible» pues representa un “tesoro valioso” para el país.

“Ahora más que nunca se debe conservar, ya que hemos tenido este periodo de devastación que es tan importante saber y recordar lo que ha significado la historia civil de Venezuela”, dijo Coello. 

El sociólogo evocó grandes momentos de la Biblioteca Nacional, como cuando fue reconocida por la Unesco como “una de las experiencias culturales más exitosas de los países en desarrollo” y cuando se pasó de tener 40 recintos bibliotecarios a 600 en todo el país, mientras la institución estuvo a cargo de Virginia Betancourt. 

“La Biblioteca Nacional fue un espacio de vanguardia y de primer orden. Tengo muchos años que no la visito porque me han contado muchas historias que me haría daño verla tan deteriorada”, afirmó.

Situación que se repite

La Biblioteca Nacional está dividida en varias salas en las que las situaciones de carencia se repiten. Por ejemplo, el Centro Nacional de Fotografía, el cual alberga un aproximado de 3,5 millones de fotografías, está cerrado. Según un par de personas consultadas está en remodelación, pero al constatar con otras fuentes, lleva más de dos años cerrado. 

La Biblioteca microfilmada está abierta y operativa, pero falta ventilación y la iluminación es deficiente. Gracias a los grandes ventanales que posee la institución se puede solventar; sin embargo, es necesario mantener temperaturas más bajas para la preservación de los microfilms. 

La suerte de la hemeroteca, la cual ampara información de periódicos desde el siglo XIX hasta el siglo XX no es distinta, pero a los problemas ya existentes se le suma que actualmente llegan menos periódicos físicos que en años anteriores, producto de la masiva salida circulación de medios impresos durante el gobierno de Nicolás Maduro. 

Sobre esta situación, el historiador Juan Hernandez comentó que es “muy grave” lo que está sucediendo, pues no se está registrando debidamente todo lo que ha ocurrido en lo que va de siglo XXI. 

“Cada día cierran más medios o han migrado a las pantallas, así que esto va a quedar algo así como los discos de acetato, algo de colección”, afirmó el investigador. 

La sala de libros raros se mantiene, aunque igual se siente el calor. Esta espacio alberga libros únicos y de muy vieja data, por eso su nombre. Por lo general es una sala poco concurrida por los temarios de los libros, pero a pesar de que hay estantes vacíos el lugar no deja de ser fascinante.

Una máquina de escribir que data de los años 1900, manuscritos originales de Teresa de la Parra y Andrés Bello, así como poemas de Aquiles Nazoa, una colección de medallas de oro y plata, una runa o piedra de gran valor, la primera biblia traducida al Latín, además de la colección completa del político, abogado e historiador venezolano Pedro Manuel Arcaya son algunas de las reliquias que se pueden encontrar.

Intenta levantarse

Stephanie Gómez -nombre cambiado por temor a represalias- empleada de la biblioteca desde hace un año, reconoció que efectivamente hay muchas carencias sobre todo en iluminación y ventilación. Aseguró que la pandemia afectó en gran medida las condiciones del recinto.

“La Biblioteca ya venía con muchas fallas, pero con la pandemia se puso peor. Ahora es que medio se está levantando y la gente, muy poca, pero la siguen visitando. 

El investigador Juan Hernández aseveró que es un trabajo de “hormiguita” el que se hace a diario en la biblioteca, pues los empleados no cuentan con los insumos necesarios para preservar su salud, además de los precarios salarios que devengan. Aún así, cumplen con su labor. 

En medio de todas las dificultades descritas, la memoria documental del país también está en riesgo de perderse. 

Chavismo financió más de USD 2.000 millones para generar electricidad en la región
Venezuela destinó desde 2006 recursos mil millonarios a través de los convenios de cooperación a mejorar la situación eléctrica en países del Caribe y Bolivia. Asimismo, envió USD 11.000 millones en barriles de petróleo para la generación eléctrica en Cuba, según cálculos de El Pitazo, mientras Venezuela se sumía en los apagones y postergó su propio sistema al abandono y la corrupción

 

EL 7 DE MARZO DE 2019 Venezuela se apagó. En la última década hubo una veintena de apagones generales, pero ninguno como el del 7 de marzo: ocurrió en casi todo el territorio nacional y la luz empezó a llegar después de tres días.

Tras nueve años de la declaración de la emergencia eléctrica, decretada por el fallecido presidente Hugo Chávez el 8 de febrero de 2010, la oscuridad solo ha avanzado.

Ocho años antes del decreto los especialistas encargados del sector advirtieron que era necesario aumentar la generación térmica y culminar los proyectos hidroeléctricos que estaban iniciados para que la oferta de megavatios se mantuviera por encima de la demanda nacional. Las inversiones en mantenimiento y en nuevos proyectos; sin embargo, no se ejecutaron a la altura de las necesidades y en 2008 los apagones se intensificaron.

Mientras Venezuela en esos años se sumía en las penumbras, los gobiernos de Chávez y de su sucesor Nicolás Maduro ayudaban con millonarios recursos públicos a iluminar 12 países del continente con gobiernos aliados del chavismo gracias a convenios de cooperación petrolera. Así lo estableció una investigación de El Pitazo, realizada en alianza con el International Center for Journalists y la plataforma latinoamericana de periodismo Connectas.

La ayuda entregada consistió principalmente en financiamientos para combustible, para subsidios al servicio y para el desarrollo de infraestructura. Ello ocurrió en una época de un boom de precios de hidrocarburos que hizo parecer a los gobernantes venezolanos que el maná jamás acabaría para la industria petrolera estatal. Expertos consultados afirman que si se hubiese empleado correctamente el dinero enviado al exterior no hubiese existido la crisis eléctrica.

“Con los USD 13.000 millones financiados afuera, si se hubiesen invertido bien aquí, desde 2008 hasta la actualidad, Venezuela no hubiera padecido de apagones de ninguna clase”, comenta el consultor internacional José Aguilar.

 

Para conocer cuáles fueron los países beneficiados y cómo se hubiese podido invertir ese dinero en el sistema eléctrico venezolano lee el reportaje completo: 

El Chavismo alumbró 12 países mientras apagó a Venezuela 
#EstoNoEsNormal | La ciudad y la oscuridad, puertas adentro

UNO APRENDE A ENTENDER LA OSCURIDAD. O eso es el primer pensamiento que tengo cuando, de nuevo, la ciudad se queda en penumbras en el segundo apagón que sufre Venezuela en menos de 48 horas. En esta ocasión, no hay una sola fuente de luz visible: han transcurrido casi 50 horas desde que comenzó el colapso del sistema eléctrico. De modo que la oscuridad es mucho más profunda que hace días. Me hace recordar el paisaje nocturno de montañas y caseríos, los que visitaba de niña en excursiones familiares. Una oscuridad púrpura y tan pesada que me lleva esfuerzos respirar sólo al mirarla.

Intento encontrar una emisora en la radio de pilas que compré durante el día. Dos dólares, dijo el hombre de la tienda. Y los pagué, sin pensar en el hecho que el último vestigio de normalidad se desvanece por completo. Papel moneda, eso no es nada. Pero es algo, incluso en un país con hiperinflación como el nuestro. Un cambio duro y evidente. El dueño me mira, casi avergonzado, cuando miro las monedas (dólares también) que me devuelve como cambio. “No se puede cobrar en bolívares, eso ya no vale nada, esto es otra Venezuela”. No respondo. ¿Qué puedo decirle?

Cae la noche otra vez. La luz desaparece y con ella la ciudad. Diez pisos más abajo, la calle en la que crecí, se convierte en un terreno peligroso y salvaje. Escucho el sonido de ráfaga de bala. En la oscuridad no hay detalles e historias. Uno aprende a conocerla. El miedo que hay en ella, como un visitante tardío. Es el otro día del apagón nacional en Venezuela. Nadie sabe qué ocurrirá. Lo único constante es el miedo.

@Aglaia_Berlutti

D. Blanco Mar 22, 2019 | Actualizado hace 5 años
¡CDM! … Por José Domingo Blanco

PARA EL MOMENTO EN EL QUE estoy escribiendo estas líneas, en la zona donde vivo, en la calle donde se ubica el edificio donde vivo, estamos cumpliendo 15 días continuos sin luz. Oscuridad absoluta. Servicios básicos, cero. Sin electricidad por más de 300 horas y, por tanto, sin ascensores, sin agua, sin cocina eléctrica, sin nevera, sin internet, sin mayor distracción en las noches que un radio de batería. Sin calidad de vida; pero, con mucha desazón, amargura, desaliento o rabia, depende de cuánto calor haga, cuántas ganas de comer tengamos o cuánto deseo de bañarnos sintamos. Subir y bajar las escaleras cargando agua para cubrir esas necesidades básicas en las que el “preciado líquido”, hoy más preciado que nunca, es indispensable. Así no provoque. Independientemente de que duelan o no los brazos. Porque, cargar 20, 15 o 40 litros a diario, ya no hacen ninguna diferencia. Siempre cansa. Siempre es poca. Siempre desconsuela.

He tratado de llevar el apagón, con la paciencia de quien cree que pronto todo se resolverá. Pero, no es sencillo. Las noches de nuestros tiempos no están hechas para retroceder a épocas de la colonia, donde las velas, la leña, los baldes de agua o el silencio, eran habituales. No en este siglo XXI donde existen países que generan electricidad con energía nuclear. No es el caso de Venezuela que, en menos de veinte años, unos criminales le quitaron a su progreso más de cinco décadas. Nos llevaron al pasado. Nos tienen en la miseria. Nos hunden en la pobreza. Nos generan unas condiciones de vida donde jamás veremos escrita la palabra estupenda. Así nos quieren tener. Es así como nos quieren mantener. Ocupados sobreviviendo. Enfocados en procurarnos pilas para el radio y la linterna.

El drama de la falta de servicios no es nuevo en la Venezuela que han destruido estos hampones durante los cinco lustros que nos han tenido secuestrados. Estos apagones, no tan largos como el que aún me afecta, tienen tiempo ocurriendo en el interior del país. Y, a la falta de energía eléctrica, se le suma la falta de agua y el deterioro de las comunicaciones. Ustedes se preguntarán si, en medio de esta tragedia, los vecinos de mi zona hemos buscado respuestas y soluciones. Sí, las hemos buscado. Y la respuesta es el reflejo de la destrucción premeditada, de la que ha sido víctima nuestra nación. La desprofesionalización, el deterioro de equipos que tenían que recibir mantenimiento preventivo o sustituirse por obsoletos, la falta de inversiones y la impericia en el manejo de una empresa eléctrica que convirtieron en un monstruo construido con pedazos incompatibles, es lo que ha generado este caos con el servicio eléctrico, que amenaza con repetirse, complicarse y extenderse.

Las soluciones, como todas las que ahora plantean los responsables de dirigir las empresas del régimen encargadas de procurarnos servicios públicos, convergen en una sola opción: los ciudadanos, los que pagamos impuestos, los que hemos sido espectadores de los casos de corrupción más atroces de la historia, somos los que debemos aportar el dinero –en dólares, por supuesto- que se necesita para comprar los transformadores y el cableado nuevo; materiales y equipos que debería poner el Estado, porque los equipos que se dañaron son de Corpoelec, que es una empresa del régimen; pero, como se robaron hasta el último céntimo que podían, hoy las empresas eléctricas –aunque también la empresa telefónica y la responsable de suministrarnos el agua- para resolver los problemas graves, reponer equipos y pagar a los contratistas, tienen que “solicitar” a los usuarios los recursos. Recursos que, en situación normal e ideal, provendrían de las tarifas que nosotros pagaríamos si tuviésemos los servicios públicos básicos y óptimos que cualquier nación debe poseer.

Hay dos palabras que, desde que me enteré que esa era la solución para ponerle fin a nuestro extenso apagón, no han dejado de rondar en mi mente: estafa y extorsión. Porque, el desespero de los afectados, que se acrecienta con cada hora de oscuridad que sumamos a nuestro contador de horas sin electricidad, obrará igual que como obra alguien que tiene un familiar secuestrado y espera que, con el pago del rescate, liberen al retenido.

Solo deseo que, al momento de volver la luz –aunque, debo confesarles que no me hago mayores expectativas- en vez de alegrarnos y aplaudir, gritemos el más estruendoso “Coño de tu madre…” que podamos vociferar para, de alguna manera, resarcir los cientos de horas que niños, personas mayores o enfermos tuvieron que vivir en el infierno en el que puede llegar a convertirse tu edificio –tu hogar, dulce hogar- cuando la dictadura se ocupa de destruir las empresas de servicios públicos.

 

@mingo_1 

 

La noche no será eterna, por Asdrúbal Aguiar

 

Releo con fruición el libro póstumo de Oswaldo Payá, Premio Sajarov, quien ofrenda su misma vida misma para trazar caminos de reencuentro a sus compatriotas, los cubanos, víctimas de la satrapía que lo asesina. Lo celebro como venezolano, aún más, por su compromiso con la democracia profunda, por entender que la patria y lo patrio o son todos o no es nada.

Otea vías para la lucha. Previene peligros. Fija puntos de esperanza. Trabaja sobre la realidad y destaca la obligación de modelarla sobre principios. Revisa la historia de lo ocurrido en Cuba, desbrozándola de clichés e hipotecas emocionales: “No puedo conciliar la imagen que ofrece el gobierno sobre lo que era Cuba antes de la revolución con el hecho de que, entonces, hubiese algo más de seis millones de personas vivas en este país”, dice. Y se pregunta, ¿dónde vivían, pues sólo unos pocos tenían casa?; ¿cómo no se murieron todos de enfermedades si la atención médica era sólo para los que pagaban?; ¿cómo se vestían, pues casi todos debían andar con harapos excepto los ricos?

Estuve en el bautizo de su libro La noche no será eterna, a pedido de Rosa María, su hija, y de Ofelia Acevedo, su viuda. Leo líneas del texto, como esta: “Antes y después del triunfo de la revolución hubo de todo: sueños, amor, heroísmo, pasión, entusiasmo, odio, envidia, pero una vez logrado el triunfo, mucho miedo y total ausencia de libertad”.

“El régimen totalitario… encontró la fórmula impúdicamente aplicada de dos países, dos Cubas y un solo sistema. Una Cuba llena de miseria y limitaciones y sin oportunidades… para la mayoría y otra, cada vez más cínicamente exhibida, de una minoría con todo el poder y todos los privilegios, que ahora ya se asoma como los nuevos capitalistas, sin control ni conocimiento de la ciudadanía”. No por azar, señala el autor, la Cuba de los Castro – y la Venezuela de Nicolás Maduro, agrego yo – avanza hacia el “híbrido de lo peor del capitalismo y la ausencia de derechos civiles y políticos del comunismo”.

El régimen de La Habana está seguro de que, aunque la Constitución lo permita, no habrá ciudadanos, no necesariamente disidentes, “con la fuerza espiritual suficiente para desafiar al tótem del terror”, capaces de saltar “más allá de la pecera” – es la metáfora de Paya, que evoca el mito platónico de la caverna – en la que han convertido a todo país.

“Solamente la fe, los ideales de libertad y la defensa de los derechos de su pueblo sostienen a los que con autenticidad y valor abrazan esta lucha pacífica por la liberación, disidentes u opositores”, comenta. Dos preocupaciones le asaltan. Una, que “la cultura del miedo, la pobreza y la desinformación producen la desesperanza y … generan la mentalidad de sobrevivir”; otra, que los jerarcas del poder “no hacen el cambio en profundidad, le hacen trampa al pueblo y se toman la mayor ventaja, siguiendo la tradición de la corrupción… mientras hacen una reconversión de sus privilegios del estilo comunista al capitalista”.

Empero, señala premisas para el hacer:

a) La estrategia es la de los derechos, como vía y meta. Ser protagonistas en el reclamo de ellos y hacerlo de forma creciente, mientras no se definan cambios que garanticen transformaciones.

b)La unidad en tal lucha debe darse dentro de una diversidad de estilos, vocaciones y orientaciones tácticas que la enriquezcan y fortalezcan el pluralismo. El “bloque” como idea jamás logra sus propósitos, por los protagonismos y rivalidades intestinas.

c)La transición como objetivo, para ser auténtica debe ser controlada por los ciudadanos y transparente e impedir la prórroga del Estado mafia.

d)Corresponde a los ciudadanos “forjar un proyecto de nación en la nueva etapa de la historia”. Han de ser escuchados y tener voz propia, “porque muchos políticos de diferentes tendencias pretenden encarnar la voluntad” de ellos y decidir por ellos: “Este es el gran peligro” – precisa Payá – que, en el momento del cambio, el país “renazca con una grave malformación congénita”.

e) No habrá elecciones libres y competitivas sin abrogación de las leyes que las impiden.

f) A la Diáspora cabe protegerla, evitando se vincule a un “cambio fraude” que la haga “participe de su propia opresión”. Se trata de “desterrados a los que el régimen les niega los derechos”, por lo que su inserción en la lucha ha de hacerse en el marco del reclamo por los derechos.  

g) “La esperanza está ahora en la nueva generación” y “transición no significa desintegración ni caos”. Debe realizarse “con toda inteligencia y sentido de justicia para no castigar más a la víctima que es el pueblo”.

h) Debe quedar claro que en la transición lo que “hay que desmontar hasta la raíz es el orden totalitario”. No se trata de un cambio de rostros.

 

El autor de La noche no será eterna, en suma, predica que “aunque comprendamos la existencia en que estamos envueltos, un paso reconciliador y liberador es que los cubanos estamos dejando de señalarnos como culpables o enemigos los unos a los otros”.

Algunos, en efecto, los menos, insisten en los culpables, les basta, sea para diluir culpas propias, sea por cultivar el “gattopardismo”. No creen en salidas transformadoras, para que la noche le de paso al amanecer.

correoaustral@gmail.com

 

 

En un país controlado por las sombras tenemos dos opciones: resignarnos a vivir para siempre en la oscuridad o convertirnos en fuente de luz que ilumine no solo nuestro camino sino el de los demás. Decía el rey Salomón hablando sobre la luz y la oscuridad que es más fácil  iluminar un cuarto oscuro aun con el más mínimo reflejo de luz, que apagar un cuarto de luz con tan solo un poco de oscuridad. Ustedes se preguntarán por qué escribo de esto hoy, sencillamente porque esta enseñanza tiene que ver mucho con el momento que vivimos como nación, donde todo pareciera arropado en la más espesa oscuridad y son pocas las rendijas de luz que se abren paso.

En la Venezuela actual buscar esos pequeños espacios por donde con terquedad entra la luz, para multiplicarla e iluminar a otros no solo nos ayudará a mantenernos en pie en medio de este trance en el que vivimos sino que en la medida que seamos más y más lo que iluminamos el cuarto más difícil será que quienes quieran volver al oscurantismo triunfen. Ustedes dirán, quién puede estar hablando de luz en un país donde la resignación y la desesperanza golpean fuerte, en un país que entra todos los días en una encrucijada sin salir de la anterior, donde de nuevo nos vamos a un escenario de incertidumbre y muchos se sienten huérfanos, desamparados, sin un liderazgo orientador. De eso se trata, que aún frente a la noche más oscura tengamos certeza de que va a amanecer.

Cuando hablo de luz hablo de acciones, eso que podemos hacer cada uno de nosotros sin esperar por nada ni nadie. Lo hacemos porque podemos y porque la inacción a lo único que contribuye es a aumentar nuestro estado de frustración. No tienes que preguntarle a otro qué hacer, es hacer algo desde tu lugar, pero que ese algo marque siempre una diferencia. Que frente a tanta indolencia seamos solidarios, que frente a la pérdida alarmante de valores eduquemos cada día mejor, que frente a la apatía seamos cada vez más proactivos. Al final los malos triunfan porque los buenos no hacen nada o peor aún, haciendo piensan que sus acciones jamás podrán contribuir a encontrar la luz. El lunes el sol saldrá como todos los días y nos toca seguir adelante por este país. Yo sigo creyendo que lo vamos a lograr. Aquí nadie se rinde. Este país es nuestro y lo vamos a recuperar ¡Fuerza Venezuela!

 

 

@Brianfincheltub

Fincheltubbrian@gmail.com

Más de 70% del alumbrado público de Caracas no funciona

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Foto: Foto: Williams Marrero

 

A dos años debe haberse activado el Plan Nacional de Alumbrado Público en la capital como parte de la Misión Eléctrica Venezuela, avenidas, autopistas y calles de la capital muestran iluminación deficiente.

En Caracas no hace falta un apagón para que esté a oscuras. De los 181.535 puntos de alumbrado público en avenidas y calles de los 5 municipios, un promedio de 70% está en malas condiciones: algunos carecen de bombillos y otros están apagados.

Ante esta situación, las alcaldías han tenido que asumir la responsabilidad de recuperar luminarias para brindar claridad a las comunidades, a pesar de que el servicio eléctrico de la capital es competencia de Corpoelec.

Liduvina Valderrama, miembro de Asocaurimare, aseguró que en la avenida principal de Caurimare, por ejemplo, 90% del alumbrado público no funciona o está dañado. En una sola calle más de 20 luminarias están apagadas. “Anteriormente se robaban los bombillos, pero presumimos que son los mismos trabajadores de Corpoelec que para hacer su trabajo utilizan camiones con escaleras para sustituir las luminarias y eso no lo tienen los vecinos ni los ladrones”, expresó Valderrama.

Un recorrido por la avenida Río de Janeiro, a la altura de El Llanito, se constató que 17 postes no iluminan la zona. La Alcaldía de Baruta, en un comunicado publicado en su página web, afirma que de los 13.700 postes que tiene el municipio, 40% están inoperativos.

Sin embargo, el municipio Baruta no es el único de la capital sumido en la oscuridad.

La avenida principal de Los Ruices, la avenida Sucre de Los Dos Caminos, la Rómulo Gallegos, calle la Línea de Petare y el Gran Muro, además de la avenida Lebrum –a la altura de la salida a la autopista Francisco Fajardo– en la avenida Francisco de Miranda, sectores pertenecientes al municipio Sucre, también están a oscuras.

El municipio tiene 20.790 luminarias, de las cuales no funcionan 6.250 aproximadamente; es decir, cerca de 30%, según información de la alcaldía.

 

Vea la nota completa en El Nacional 

Un café con la oscuridad  Por Gonzalo Himiob Santomé

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Al “Conejo” lo conocí hace un tiempo. Tuve que visitar en el penal de San Antonio a un cliente y apenas pude entrar en la prisión uno de sus “luceros”, armado hasta los dientes, se me acercó y me indicó que al terminar mi visita, había alguien que “quería hablar conmigo”. Lo miré con suspicacia. Era la primera vez que iba a ese penal y no estaba seguro de cómo sería la dinámica ni creía que las autoridades me dejarían deambular libremente por ahí. Así se lo hice saber al sujeto.

 

“No se preocupe –me dijo el individuo- acá nos ocupamos de todo”.

 

Hizo una seña casi imperceptible y en un instante me habían instalado una cómoda mesa en el patio del penal, rodeado de instalaciones a los lados, que con sus hamacas colgando, sus perros echados y hasta con las mujeres y niños que por ahí andaban, pudieran pasar perfectamente por un caserío humilde. Al poco rato me habían servido un café y hasta almuerzo me ofrecieron mientras hablaba con mi cliente. A nadie se le ocurrió molestarnos. Solo un joven que por allí pasó con una bandeja hizo un aventurado intento de venderme unas empanadas (sí, además de todo lo que se ha visto en las redes, en el penal de San Antonio hay hasta vendedores ambulantes) pero bastó una gélida mirada de mi “custodio” para frenarlo en seco.

 

“Estas van por la casa doctor” –me dijo, mientras me ofrecía la bandeja que, sin mucha ceremonia, le había quitado al incauto vendedor. El joven forzó una sonrisa y se fue sin decir nada más. Estuvo a punto de “comerse la luz” y lo sabía. Más le valía simular amabilidad y aceptar la pérdida.

 

Al despedirme de mi cliente me advirtió que anduviera con cuidado. Era el “Pran” del penal el que quería verme.

 

Tras entrar a un pasillo que en una de sus paredes tenía pintada la conocida imagen del “conejito” de Playboy (ese era el símbolo de “El Conejo”), me anunciaron en un cuarto que más parecía una oficina grande que una celda. Tenía aire acondicionado, nevera, televisión con cable y una cama grande a un lado, pegada a la pared. A poca distancia había un escritorio mediano con una computadora. No vi armas, pero sí me sorprendió ver allí no menos de seis teléfonos celulares.

 

“Buenas tardes doctor –me saludaron- siéntese por favor”.

 

Volteé y vi detrás de mí a un sujeto gordo, de estatura regular y con un aire a lo “Tony Soprano”, entre afable y muy peligroso, que me extendía su mano. “Teófilo, mucho gusto”. Estreché su mano y me senté.

 

“¿En qué puedo ayudarle?” –le pregunté, al cabo de unos segundos en los que su mirada me recorrió como un scanner.

 

“Tú no sabes quién soy yo pero yo sí sé quién eres tú –me dijo, y de inmediato gritó, llamando a uno de sus “luceros”. “¿Ya le ofrecieron café al doctor?” –preguntó apenas entró el hombre, que sin dar respuesta salió y de inmediato volvió con otra taza de café. Durante ese breve silencio, no era para menos, algún atisbo de inquietud debí mostrar. “El Conejo” lo captó de inmediato.

 

“No te preocupes, ni acá ni en la isla te va a pasar nada –soltó- yo sé a quién viniste a visitar y también sé que te ocupas de los derechos humanos. Te he visto en la televisión. Solo quiero mostrarte cómo acá se mantiene la paz y ponerme a tu orden si necesitas cualquier dato de esta cárcel. Aquí no tenemos problemas”.

 

Hablamos cerca de media hora de las “mejoras” que él había hecho en la prisión. Me explicó cómo lo controlaba todo y también, sin entrar en detalles que tampoco le pedí, me contó que era él el que mantenía “derechito” a todo el mundo. Era evidente que la autoridad en el penal no la tenía el gobierno. “El Conejo” era el que mandaba.

 

“Acá nada pasa sin que yo lo sepa –me dijo, y luego, ya insinuando su despedida, culminó- y así es mejor”.

 

Mientras salía me di cuenta de que no habíamos hablado sobre cómo se comunicaría conmigo. Así se lo hice saber al “lucero” que me acompañaba hasta la puerta.

 

“Tranquilo –me dijo- nosotros sabemos cómo ubicarte”.

 

Nunca me llamaron. Menos mal.

 

@HimiobSantome