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No debemos convertir la gratitud en un ‘commodity’ corporativo sin valor por Luis E. Romero

Gratitud

 

En las palabras de William Arthur Ward, “Sentir gratitud y no expresarla es como envolver un regalo y no entregarlo”. En este sentido, la gratitud es la expresión sincera de agradecimiento a todos aquellos con quienes compartimos nuestras vidas por su compañía y apoyo.

En mi condición de perfeccionista en proceso de recuperación, he tenido que trabajar en mi capacidad de ser agradecido. Los perfeccionistas sufren de lo que yo llamo el Síndrome de Compulsión por el Desempeño, que tiene sus raíces en el hábito de enfocarse en lo negativo para arreglarlo. Aunque esta actitud tiene efectos positivos iniciales en nuestra capacidad de lograr nuestros objetivos, tiene efectos negativos a largo plazo en nuestra capacidad de pensar creativamente, resolver problemas complejos y alcanzar el éxito sostenible.

Con base en lo anterior, he desarrollado un método sencillo de cinco pasos para ayudarme a mí mismo a conectarme con los aspectos positivos de mi vida. Este método no sólo me ha ayudado a sentir y expresar agradecimiento, sino que también ha ayudado a muchos de mis clientes de coaching a hacer lo mismo. El método es el siguiente:

  1. Haz un inventario de tus bendiciones actuales y pasadas (salud mental, salud física, cónyuge, hijos, padres, hermanos, amigos, posesiones materiales, etc.).
  2. Recuerda las cadenas de acontecimientos que han llevado a las bendiciones de las que hoy gozas.
  3. Recuerda a cada persona que haya contribuido positivamente en tu vida.
  4. Reconoce las virtudes que posees (paciencia, voluntad de trabajo, empatía, amor, humildad, etc.) que han sido cruciales para que cuentes con dichas bendiciones.
  5. Reconoce la existencia de lo inexplicable. Al pasar por este ejercicio, te darás cuenta de que muchas de tus bendiciones tienen orígenes muy claros. Sin embargo, inevitablemente también llegarás a la conclusión de que muchas otras son, en última instancia, milagros inexplicables.

Después de completar este ejercicio por primera vez, es muy posible que sientas una gratitud casi abrumadora. También es posible que te den ganas de llorar por la felicidad repentina que te embargará. De hecho, lo mismo puede ocurrirle a aquellos a quienes les manifiestes tu gratitud. Esto se debe a que la misma introduce un cambio fundamental en nuestra visión de mundo. En particular, la gratitud puede tener efectos casi mágicos en el trabajo, razón por la que los líderes deben tomarla muy en serio.

La gratitud y el liderazgo

Hay dos formas principales de expresar gratitud en el trabajo. Por un lado, se puede expresar de manera informal a través de la cortesía diaria y gestos apreciativos con los compañeros de equipo, clientes, etc. Por otro lado, se puede expresar formalmente a través de programas de reconocimiento a los empleados. Los líderes organizacionales son responsables de promover ambas formas de gratitud, ya que ambas tienen consecuencias positivas en la cultura organizacional, el ambiente de trabajo y el rendimiento del negocio. Sin embargo, a continuación nos enfocaremos en los programas de reconocimiento a los empleados dada su visibilidad.

Un estudio realizado por Bersin & Associates en 2012 muestra que las organizaciones cuyos líderes se involucran frecuentemente en programas de reconocimiento laboral tienen 12 veces más probabilidades de lograr y superar sus objetivos de negocio. Este es un hallazgo muy lógico ya que la gratitud también se ha vinculado científicamente con mejor salud, mayor espiritualidad y mayor felicidad, todo lo cual impacta positivamente el entusiasmo, el compromiso y el trabajo en equipo. Sin embargo, el reconocimiento a los empleados es un tema delicado y debe ser tratado con madurez y profesionalismo. Interpretaciones engañosas de la gratitud y el reconocimiento pueden fomentar una cultura de conformidad y, ultimadamente, de mediocridad.

El énfasis actual en los programas de reconocimiento laboral ha introducido desafíos específicos. Por ejemplo, hoy día vemos cómo muchas personas tratan de justificar su mediocridad, negligencia y absoluto desinterés por la excelencia apelando a una supuesta «falta de reconocimiento» por parte de los líderes de la empresa. Otros esperan ser felicitados por tareas básicas y poco desafiantes como la puntualidad, la entrega oportuna de asignaciones o el no ausentarse del trabajo. Algunos otros optan por mostrar agradecimiento compulsivamente a todo el mundo en un extraño intento de evitar ser criticados por su pobre desempeño. Demás está decir que todas estas distorsiones causan un ruido organizacional tremendo y tienen efectos negativos en la cultura, el clima y los resultados del negocio.

Los programas de reconocimiento a los empleados deben basarse en la meritocracia; no en la auto-titulación ni los delirios de grandeza ni las expectativas infundadas de algunos colaboradores. La gratitud es una forma sublime y poderosa de relacionamiento. Algunos dirían, incluso, que es una de las mayores virtudes humanas. Por lo tanto, no debemos devaluar la gratitud en el trabajo convirtiendo los programas de reconocimiento a los empleados en una mercancía corporativa sin valor sólo para evitar las quejas de algunos facilistas y aprovechadores.

En mi propio proceso de desarrollo personal, he aprendido que el poder y la belleza de la gratitud provienen del hecho de que la sentimos cuando alguien ha marcado una diferencia positiva en nuestras vidas. Por lo tanto, si manifestamos gratitud indiscriminadamente a todo el mundo, incluso a aquellos que no marcan diferencia alguna, entonces la estaremos convirtiendo en un gesto inútil. Especialmente en el trabajo debemos recordar que, si bien la cortesía se la debemos a todos, el reconocimiento se lo debemos a aquellos que marcan la diferencia.

¿Qué opinas?

¿Hay pensamientos o sentimientos que disminuyen tu capacidad de ser agradecido? ¿Qué te provoca la mayor gratitud en tu vida? ¿Cómo mejora la gratitud tus habilidades de liderazgo? ¿Cuáles son los errores más comunes que llevan a algunas personas a abusar de la noción de gratitud para justificar la mediocridad? ¿Hay algún programa de reconocimiento de empleados en tu lugar de trabajo? De ser así, ¿está dicho programa basado en el mérito? ¿Cómo se sienten los empleados después de ser reconocidos públicamente como resultado de dicho programa?

@LuisRomeroINTL

*Artículo publicado originalmente en inglés en Forbes aquí. Artículo también disponible en el sitio web de Luis E. Romero aquí.

El gobierno no se va a dejar por Ángel Oropeza

CNE8

 

Arrancando en clara desventaja la carrera electoral, y desde una posición de evidente minoría, una de las estrategias sobre las cuales el gobierno cifra sus esperanzas para el próximo diciembre es en desmovilizar a la mayoría opositora. Y para ello, uno de sus aliados está en lo que la moderna Psicología Cognitiva denomina “anticipación negativa”.

La anticipación negativa es un patrón particular de pensamiento que lleva a quien lo padece a presuponer constantemente que algo va a salir mal, no dudar en ningún momento de esa predicción, y actuar en consecuencia. Típicos ejemplos de la anticipación negativa son frases como “mejor no voy porque me va a pasar algo malo”, “no llamo porque no me van a aceptar”, “mejor ni lo intento porque ya sé que no lo voy a lograr”, y otras de uso frecuente en algunas personas.

Lo esencial de este patrón psicológico es que se anticipa que las cosas saldrán mal sin tener datos que apoyen esas conclusiones. En otras palabras, se interpreta una posibilidad como si fuera una realidad segura y negativa, y se actúa conforme a ella. Y las consecuencias de esta tendencia a pensar así van más allá de lo meramente cognitivo. En efecto, con la anticipación negativa se incrementa la producción y las acciones combinadas de la hormona cortisol y las catecolaminas, activando el sistema nervioso autónomo y generando en consecuencia angustias, miedos y pesimismo.

Es cierto que la anticipación ante determinados riesgos y peligros nos protege y permite prepararnos lo mejor posible para afrontarlos. Pero, como afirma el doctor Elías Abdalá (Las trampas de la mente), cuando las desgracias que anticipa la mente son abstractas, exageradas o ilógicas, nos paralizan, enferman y limitan.

En el plano político, cuando la anticipación negativa se generaliza a muchas personas, no solo desestimula la organización popular sino que, además, contribuye a consolidar un piso actitudinal-psicológico de aceptación y resignación colectivas sobre las cuales los gobiernos autoritarios edifican su modelo de dominación.

Si mucha gente se convence de que frente a su entorno político no hay nada que hacer, que lo que ocurrirá es malo pero además inevitable, que solo queda rendirse porque no hay forma de cambiar o de siquiera enfrentar a quienes le oprimen, entonces el modelo de dominación comienza a echar raíces y a ser percibido como irreversible. No en balde una de las cosas que los gobiernos de signo autoritario primero buscan sembrar en la población es convencerla de su muy precaria eficacia política, esto es, de su muy reducida capacidad de influir sobre los hechos políticos y mucho menos de cambiarlos.

Este gobierno ha sido tan malo y tan largo que es lógico que, después de tanto tiempo, mucha gente crea que está condenada a seguirlo sufriendo. Y no solo eso: lo más grave es que termine pensando que es inevitable y que, no importa lo que pase, nada se puede hacer para cambiarlo. Un ejemplo de ello han sido las afirmaciones de algunos que aseguraban que no se iban a convocar las elecciones para este año. Ya conseguido el objetivo, juran que de todas formas no las habrá. Y que si las hay, la oposición no podrá ganarlas. Y si las gana, el gobierno no lo reconocerá. Y si no puede no reconocerlas, pues igual algo malo pasará, simplemente porque el gobierno “no se va a dejar”, como si torcer la voluntad mayoritaria de un pueblo fuera tan sencillo. Ya lo decía Fernando Savater: una vez que un pueblo toma la decisión de cambiar, no hay fuerza que pueda detenerlo. Es solo un asunto de tiempo.

La calle, las encuestas y las reacciones de perplejidad de los burócratas oficialistas son la mejor evidencia de que la realidad política cambió y el país se asoma a un amanecer distinto. Solo falta que empecemos a superar la desesperanza inteligentemente cultivada por el gobierno desde hace más de tres lustros y comencemos a darnos cuenta de que el país que queremos está a la vuelta de la esquina, y que solo depende de nosotros.

 

@ANGELOROPEZA182

El Nacional