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La Asociación Cauce lanza programa de liderazgo y empoderamiento para jóvenes venezolanas
El período de formación se realizará entre octubre 2021 y agosto 2022 y la modalidad es mixta: virtual y presencial

La Asociación Cauce lanza el programa de liderazgo y empoderamiento para jóvenes venezolanas, que iniciará a partir de octubre de 2021.

De acuerdo con una nota de prensa, 40 jóvenes líderes venezolanas en edades comprendidas entre 18 a 26 años, que pertenezcan a comunidades, organizaciones políticas y ONG formarse y capacitarse en este programa.

A través de talleres y mentorías, se tratarán temas como el empoderamiento y liderazgo de las mujeres, las comunicaciones efectivas, la promoción de la salud sexual y reproductiva, la participación democrática y el conocimiento de sus derechos.

La Asociación Cauce espera establecer puentes de comunicación entre las participantes y, también, con mujeres de otras latitudes para así contribuir a promover comunidades pacíficas, democráticas e inclusivas y contribuir a cambios en las normas y valores en torno a la igualdad de género.

 

Para el programa se van a proporcionar herramientas a las participantes, «que luchan por convertirse en adultas activas en medio de una situación política, social y económica muy compleja en Venezuela y que sean líderes del cambio de sus propias comunidades».

En cuanto a la selección de participante, se hará principalmente entre los grupos que han participado de forma activa en los proyectos anteriores de la Asociación Cauce.

Asimismo, se van a seleccionar otras que demuestren genuino interés y compromiso en formarse en el período de desarrollo del programa.

Período de formación

El período de formación se realizará entre octubre 2021 y agosto 2022 y la modalidad es mixta: virtual y presencial.

Mensualmente se realizarán seminarios temáticos, donde se desarrollarán diferentes componentes de las áreas a tratar.

Además, los talleres serán dictados por especialistas venezolanas y se realizarán encuentros entre las participantes y jóvenes de otros países.

Las participantes también recibirán sesiones de tutoría con las mentoras del programa.

Para aquellos interesados en postularse pueden llenar el formulario de registro, y atender las dudas en las redes sociales de Asociación Cauce.

Nota de prensa

Víctor Maldonado C. Sep 15, 2020 | Actualizado hace 4 semanas
Poder impotente

La política ha intentado vender que es posible hacer la estatua perfecta sin dar un solo martillazo a la roca de mármol. Y eso, ya lo sabemos, es una gran estafa. Foto Brent Connelly / Pixabay

@vjmc

Recién en la madrugada de hoy terminé de leer la novela de Robert Graves, Yo Claudio, que narra las peripecias del emperador romano que sucedió a Calígula y precedió a Nerón. Muy niño fue desechado por defectuoso. Muy joven se dedicó a la historia, lo único que le permitían hacer y que le proporcionaba placer. Y además a la historia antigua, para no comprometer su seguridad al tener que aludir a sus contemporáneos. En esa época recibió un consejo decisivo de uno de sus contertulios. “Vives una época peligrosa. Tu posición te hace frágil, en cualquier momento te van a matar, sobre todo si demuestras algún potencial o riqueza. Por eso te recomiendo que seas lo más tartamudo posible, que cojees con exageración y que vivas muy frugalmente. Solamente si demuestras ser más estúpido de lo que efectivamente eres, tendrás alguna posibilidad de sobrevivir”.

Esa recomendación no era fácil de cumplir. No solamente porque implicaba la decisión de toda una vida, sino porque Claudio no era estúpido, tenía autoestima, sabía que era despreciado por las apariencias, y probablemente tenía conciencia del caos en el que vivía, de todo lo que debía soportar y todas las cosas a las que debía renunciar. Pero lo hizo, y la jugada le salió razonablemente bien, porque salvó su vida y al final terminó gobernando por casi treinta años.

La historia de Claudio me hizo pensar en lo que refiere Tzvetan Todorov en la entrevista biográfica que realizó con Catherine Portevin. Cuando la periodista le preguntó por qué no había sido un combatiente anticomunista más activo, su respuesta, llena de sentido común, fue que “en un país totalitario, donde el poder lo controla todo, no se puede vivir sin hacer concesiones. Eso no existe”. Lo mismo hubiera podido decir Claudio y muchos de sus contemporáneos. También se lo hubiésemos podido oír a Cicerón que, sin embargo, era mucho más inflexible y por eso terminó asesinado por Augusto.

Lo digo porque algunos venezolanos que viven en el exterior se especializan en sobreexigir a los que aquí vivimos. Muchos de ellos incluso aluden a la cobardía social de los que no salen hoy mismo a quemar el país y oponerse al régimen, poniendo como ofrenda un cerro de nuevos muertos. La cosa no es tan fácil como se ve desde afuera, debidamente protegidos por la distancia.

Todorov lo resume así: “El terror, si es total, puede llegar a ser muy eficaz”. Los que aquí vivimos lo sabemos muy bien. Y los que están fuera confunden al ciudadano con el héroe epopéyico que tampoco ellos son.

Leyendo a James Hillman (Tipos de poder) se llega rápidamente a la conclusión de que el poder es capacidad de hacer. Su uso indebido, el ejercicio del poder sin virtud, permite que su titular allane derechos de los otros y sojuzgue a los demás, buscando una eficiencia que, de lograrse, puede ser muy peligrosa. Imaginemos solamente lo que puede ocurrir si el poder totalitario fuese capaz de alimentarnos a todos mediante las cajas CLAP, o ejercer ese biocontrol que pretende en tiempos de pandemia. Que no lo logre es una gran noticia. Así como la falta crónica de poder de las oposiciones es una constante maldición.

Aturdidos y desilusionados

Aturdidos y desilusionados

Las ineficiencias acaban con las pretensiones de mantener un poder sacrosanto. Todo poder tiene fisuras. Y en las experiencias totalitarias estas se plantean entre lo que dicen hacer y lo que efectivamente hacen. Entre la propaganda masiva que los sostienen y la disonancia que provocan cuando cada ciudadano cae en cuenta de que él no experimenta lo que le dicen que hacen. La realidad totalitaria es por eso desoladora.

Un líder inteligente se cebaría en las fisuras del totalitarismo y no en sus fortalezas, pero para eso debe tener primero una mejor capacidad diagnóstica.

Ahora bien, una cosa es observar un grado de ineficiencia relativo y creciente; y otra muy diferente que el poder resulte estéril y absolutamente inepto. Los venezolanos vivimos las dos versiones que se entreveran tanto en el régimen como en los que dicen oponérsele. El ecosistema de relaciones perversas es todas las cosas a la vez. Malo, muy malo para lo bueno, y bueno, muy bueno para lo malo. Recordemos a Max Weber cuando trataba de diferenciar el poder de la dominación, señalando que el primero se pretendía totalizante y arbitrario mientras que el segundo era enfocado y eficaz en lo que realmente quería conseguir. No pretendía ser omniabarcante, pero sí llegar a tener resultados en lo que se proponía. La dominación siempre es para lograr algo específico. Y aunque sea una frase de Perogrullo, lo cierto es que lo específico primero hay que especificarlo.

Aristóteles nos legó una aproximación a la eficiencia que puede resultar útil para comprender mejor por qué algunas demostraciones de poder son tan temerarias y por qué otros intentos resultan ser tan insustanciales. En sus textos dedicados a la física y a la metafísica trató de responder a la pregunta sobre las causas que posibilitan la acción. Y determinó que eran cuatro:

 La causa formal

La idea o principio arquetípico que rige un acontecimiento, porque para realizar algo primero tienes que imaginarlo.

 La causa material

La sustancia sobre la cual se trabaja y se produce el cambio. En política serían recursos (entre ellos el poder) y la sociedad (y por lo tanto la legitimidad o en su defecto la fuerza).

 La causa eficiente

Aquella que inicia un movimiento e inmediatamente propicia el cambio. John Locke asociaba esta causa a la voluntad manifiesta del líder que si quiere es capaz de iniciar, dirigir y detener acciones. Y la última que llamó…

La causa final

El propósito para el que dicho acontecimiento fue proyectado.

Si el ejemplo fuera lo que necesita Venezuela para superar esta debacle, lo ideal sería un propósito político en donde todos los “qué” aristotélicos estén debidamente integrados hasta lograr la alineación perfecta en la que un líder (causa eficiente) provoque la movilización de la sociedad y la comunidad internacional (causa material) logrando la destrucción del ecosistema criminal y totalitario que nos rige con el propósito de lograr nuestra liberación (causa final) teniendo presente como modelo una república de libertades y derechos que esté enfocada en lograr la prosperidad de todos a través de la realización de sus proyectos de vida (causa ideal). Sin embargo, hasta ahora no ha sido posible.

Y no ha sido posible por varias razones. La primera razón porque los liderazgos que hemos tenido en cada una de las etapas de la oposición se han desgastado entre la sinrazón y el despropósito.

Ninguno de ellos ha pasado la prueba del poder útil. Todos ellos han caído víctimas de la vanidad y de sus propios intereses. Han carecido de sabiduría, fortaleza y templanza, por lo que cada uno de ellos ha terminado siendo su propia mascarada. Todos han decepcionado en la misma medida que no se han propuesto servir a la causa sino el maximizar sus propios beneficios. Tampoco han sido cautos y reflexivos para diagnosticar el totalitarismo que debían enfrentar, y por eso finalmente fueron digeridos por el ecosistema que decían combatir.

La marcha del deslinde

La marcha del deslinde

La segunda razón es que nunca han podido superar positivamente la relación costo eficiencia en ninguna de las iniciativas que nos han propuesto. Apliquemos la fórmula física que determina que la potencia útil es igual a la energía aplicada a una iniciativa descontando la fricción (los obstáculos y dificultades). Esta ecuación nos permite comprender que, por mantener obsesivamente un déficit en el sentido de realidad, nunca hemos contado con una iniciativa capaz al menos de mover determinantemente la composición de fuerzas. Mucho ruido y pocas nueces podría llegar a ser el epitafio a la política de esta época. 

Poco foco, mucha dispersión, múltiples agendas, una capacidad infinita para sabotear el propósito, las delaciones sistemáticas, la presencia de infiltrados y la credibilidad puesta en agentes que trabajan para el bando contrario, han transformado en imposibilidad cualquier opción propuesta.

La fricción no es tanto la que provoca el régimen como la que propicia “el fuego amigo” que en realidad es enemigo infiltrado y convalidado por la candidez de las mayorías.

La verdad es que cuando hemos logrado definir y controlar la causa material de la lucha política, esta se ha dilapidado irresponsablemente. Si hubiese sido una roca de mármol, nunca hubiéramos logrado con ella una estatua con un mínimo de belleza. Malos diseños, pésimos cálculos, improvisaciones seriales, avances temerarios seguidos de retrocesos patéticos, la perversidad como parte de un supuesto ingenio político (la célebre viveza criolla) y la desgraciada inequidad en la división de los costos sociales, son un inventario incompleto de las razones por las que ahora no hay potencia útil que sea posible instrumentar en el corto plazo.

La tercera razón tiene que ver con la traición sistemática al propósito convenido. La experiencia del interinato, y su bamboleo constante, la incapacidad para mantener el curso estratégico, las ocurrencias seriales, las negociaciones al margen y el parecer tan vulnerables a las presiones y la corrupción políticas, nos dejan sin tener la posibilidad de contar con una causa final que nos permita saber que hay una ruta.

El sentido común

El sentido común

Ellos, que definieron el mantra y que lo vendieron a las primeras de cambio al mejor postor, al final nos han demostrado por todos los medios posibles que lo que decían que era, realmente no era. Porque al final se han convertido en su propio objetivo, en su propia razón de ser, donde pesa mucho más la expectativa de extender su mandato y mantener a toda costa el gobierno. Todo se trata de discriminar la realidad de la apariencia, y que no sigan vendiendo humo. Esa es una tarea pendiente.  

La cuarta razón es la ambigüedad del ideal. Entre otras cosas no hay tracción porque “no hay tierra prometida”. Muchos libros gruesos llamados planes, mucha prepotencia protoministerial, muchos preenchufados pero ninguna narrativa que enganche y entusiasme a la sociedad. Ninguna imagen. Ninguna propuesta por la que valga la pena luchar. Nada genuino, y tampoco un enunciado honesto de verdad sobre los costos en los que hay que incurrir. Son sus propios enemigos en términos de su marketing político.

La política ha intentado vender por todos los medios que es posible hacer la estatua perfecta sin dar un solo martillazo a la roca de mármol. Y eso, ya lo sabemos, es imposible, peor aun, es una gran estafa. Porque en las conversaciones íntimas que se dan entre los políticos siniestros hablan y desean que haya mortandad, que la gente salga a la calle para que las maten y las repriman, porque así ellos pueden hacer algo, y demostrar que lo que cobran lo valen. Ellos saben los costos, pero prefieren mentir al respecto porque aspiran a la negociación perfecta que tiene que ver con la ganancia política que provoca una oleada de represión. Hasta ahora esta jugada ha resultado imposible de instrumentar por el descrédito que cargan encima y por el terror totalitario que ejerce el ecosistema criminal.

Por la alineación perfecta de estas cuatro razones, un liderazgo desgastado en sus propias vanidades, el exceso de tracción que afecta definitivamente la potencia útil de la política, la traición sistemática al propósito convenido, y la ambigüedad persistente sobre el ideal, es que no obtenemos resultados en la lucha política. ¿Qué es lo que hay que renovar con urgencia? Aristóteles diría que hay que sustituir la causa eficiente promoviendo un nuevo liderazgo, que sepa responder por el bien de qué o de quienes se van a ejecutar las acciones en el porvenir. El liderazgo actual ya no puede ser la causa eficiente de nada.

Nietzsche diría que, para lograr un equilibrio perfecto entre utilidad, poder, eficiencia y transformación se requiere primero superar la indulgencia del statu quo con la perversidad y el fraude político. A nuestros efectos, hay que desterrar de la política “la costra nostra”. Segundo, dejar fuera del cálculo político la terrible impaciencia, que se traduce en una infamante codicia de resultados, aunque sean malos. Tercero, moderar al menos el deseo de poder sectario del que se sirven las élites para dejar fuera cualquier otra opción por buena que parezca, si esa opción pone en peligro su posición. Esto en términos prácticos significaría desalojar al G4 de la dirección política. Cuarto, dejar fuera el fanatismo que muta en sistemas de exclusión y muerte.

El poder es impotente si se aleja de la virtud, porque el poder no existe sin alguien que esté dispuesto a ejercerlo, esperemos que con propósito altruista.

Hasta ahora el abismo entre los líderes y las virtudes han transformado todo esfuerzo en algo inútil pero crecientemente costoso.

Tzvetan Todorov insiste en lograr armonizar una mezcla de liderazgo trascendental, que debería investir a los dirigentes, con la épica cotidiana de los individuos normales, que hacen lo debido para resistir y sobrevivir estas oscuras épocas totalitarias. No les puedes pedir a los ciudadanos normales que lleven adelante una epopeya trascendental, pero tampoco se debería tolerar un liderazgo sin capacidad de coraje y de tomar riesgos. Cada uno debería hacer lo suyo.

Si hubiera líderes comprometidos con ideales seguramente podrían dirigir y encauzar ese esfuerzo que cada uno de nosotros hace todos los días. Si esos líderes practicaran una moral de interrogaciones y todos los días se preguntaran ¿cómo hacemos para interrumpir el mal? rápidamente caerían en cuenta de que deben enfrentar un ecosistema perverso que encarna ese mal, y al cual deben renunciar con toda la fuerza de sus convicciones y combatir con todas las armas que estén a su disposición. Si no lo asumen como una lucha existencial, como sistemáticamente lo plantea Flor Izcaray, nunca producirán resultados. Interrumpir el mal que se expresa en el ecosistema criminal debería ser la consigna unívoca. Solamente así superaremos esta impotencia del tiempo perdido.

victormaldonadoc@gmail.com

 

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En cualquier página de la historia venezolana encontrará numerosos héroes, son los pilares. Unos más conocidos, otros menos. Pero todos con una personalidad que los une: dar la cara, formar parte de la acción, el liderazgo nace y crece con la gente, en la guerra y la política, no es más que una manera civilizada de combatir, de guerrear. No es “síganme” ni “vayan”: es ¡vamos!

Las personas no persiguen a quien los llame, sino porque les llama la atención. Todo ser vivo actúa de la misma manera. Observa, da vueltas mirando, oliendo, percibiendo, finalmente su instinto, su alma toman la decisión de alejarse y olvidarse, o de atacar para alimentarse, integrarse al grupo para formar parte, protegerse, ser más. Es la intuición de la manada, donde todos siguen a un líder que demuestra superioridad y, en consecuencia, es digno de ser seguido, obedecido, cuida a los otros, guía a los mejores prados o áreas de caza para alimentarse. Los próceres salen a cara y pecho a la calle.

El auténtico líder nace dentro de la manada, crece, se forma en ella, se destaca por lo que aprende. Ésa es la tragedia de las monarquías hereditarias, su maldición, salvo excepciones los herederos no superan a sus padres, crecen rodeados de poder, pero no saben qué es conquistarlo y conservarlo; es la ventaja de monarquías y mandatos parlamentarios, convierten al monarca en bandera, símbolo de la nación, pero no en ejecutores de un Gobierno que, desde tiempos de los griegos de Atenas y Corinto, nace del pueblo por decisión de la mayoría y no por disposición de un privilegiado.

El líder es el mejor de la manada -perspicaz, inteligente, mejor cazador, fiero protector y confiable-, hasta que aparezca otro mejor -por edad, confiarse demasiado, perdiendo facultades- y se la arrebate. La manada, animal o humana, es un conjunto de personalidades concretas que se funde en una sola más vaga e instintiva, y esta personalidad masiva se enamora del líder, lo escucha y sigue. El que no lo haga se reindividualiza para bien o para mal y queda fuera. Será un fantasma solitario o, si lleva el espíritu y condiciones de líder, formará su propia manada. Algunos lo han logrado, son muchos los casos en la historia.

Pero ningún líder, si quiere seguir siéndolo, no pierde relación con la manada, ni deja de tener a la vista otras. Debe conocerlas tan bien como a la suya propia. Cuando ese contacto se debilita, se encierra en oficinas, enreda en secretos, pierde ese poder que no es obligatorio, sino voluntario. Sin la activada comprensión de las manadas, grupos sociales, el líder se debilita. Y ese conocimiento no se fortalece sólo de efluvios de una multitud que forma parte de una emoción, de una expectativa generalizada.

 

Ciertamente el líder político tiene que atender reuniones, escuchar, dialogar con los cercanos de su confianza, pero jamás perder el sabor, olor y contacto diario con la gente. Tiene dirigentes de su mayor o menos confidencia, más leales o menos, que son a su vez líderes de grupos menores, regionales, municipales, parroquiales. Son ellos los que manejan eso que han dado en llamar “maquinaria partidista”.

Y tienen cualidades separadas o mezcladas, dependiendo de cada quien. La primera suele estar en las calles que, en el partido, tienen accesibilidad, presencia personal, conversaciones, oídos atentos -no tener oreja fina en política es lo mismo que estar sordo, no tener mirada astuta apta para ver tanto el panorama como cada detalle es estar ciego; la ceguera y la sordera acaban con los políticos-saber qué está pasando de verdad. Y si no lo interpretan bien, caen, se esfuman. Puede que continúen en la pirámide organizativa del partido, pero no en el interés, confianza o conveniencia de sus vecinos. Y si no los conoce bien y encarna a plenitud, no los representa.

La segunda es la inteligencia y capacidad de análisis -no todos tenemos esas cualidades mentales y culturales- de su entorno integral, global, cómo encajan los ciudadanos en ese ambiente, qué y hasta dónde pueden aspirar.

La tercera es la lealtad, entender por qué está el líder arriba y el resto es parte de esa manada; qué puede esperar y qué espera éste. Entender hasta qué punto el líder sigue conociendo o no a la manada, y cómo debe -más que puede- ayudarlo a enriquecer y mantener activo ese conocimiento, que además pasa a través de ellos mismo.

Ni el líder ni sus hombres y mujeres de confianza pueden mantenerse, aturdirse dentro de sedes y oficinas más de lo estrictamente necesario. La política de verdad, del éxito, se hace en la calle, en medio de la gente. No se lideriza en la cabeza, se lidera en el corazón, en el alma.

 

@ArmandoMartini

La guerra sucia, por Elías Pino Iturrieta

ARMA PREFERIDA DE LA DICTADURA, fórmula para generalizar las calumnias y producir daños a la oposición, la guerra sucia se ha incrementado en estos primeros meses del año. Como la impotencia aumenta en los predios de un régimen acorralado por las reacciones populares, el plan de manchar la reputación del liderazgo que lo adversa se viene multiplicando para revolver el río buscando ganancias. No debe desestimarse el nuevo intento, pese a que parece condenado al fracaso debido a la fortaleza de los dirigentes que ahora destacan en la vanguardia de las luchas sociales. Es un último recurso del usurpador, sobre cuya arremetida debemos estar preparados.

¿Por qué? Porque le ha funcionado durante mucho tiempo. Las divisiones de la oposición no solo se han debido a que sus figuras representan un determinado entendimiento de los negocios públicos, sino también a que ellos mismos han querido dividirse en buenos y malos gracias a las campañas de los propagandistas del oficialismo. La fabricación de villanos y malhechores, de colaboracionistas y alcahuetes del sistema ha favorecido a los compañeros de camino a quienes cae del cielo la alternativa de librarse de los más incómodos, es decir, de los que los rivalizan con éxito; aun sabiendo que calcan el libreto de los laboratorios oficiales y quizá sin maginar que pueden ser después las víctimas. En la medida en que se denigra de quienes parecen sus émulos en el Parlamento, en el partido, en las coaliciones y en la consideración del pueblo, pasan agachados para que el vendaval de porquerías haga su trabajo. En consecuencia, la guerra sucia cuenta, al comenzar la carrera, con la mitad de la pelea ganada.

La otra mitad le es concedida por la credulidad popular, por los afanes de simplificación movidos por la impaciencia, la desesperanza y también la ignorancia de una clientela que, como no encuentra soluciones mágicas, como no se cumplen el domingo las metas planteadas el sábado, se solaza en la detracción de los corderos ofrecidos en bandeja de plata. No deja de ser placentero el descubrimiento de la paja en el hombro ajeno cuando permite que disimulemos la viga que estorba la visión del ojo propio, sentencia bíblica que manejan a su manera los montadores de ollas podridas para pescar no solo destinatarios incautos, sino igualmente sujetos irresponsables que les sirven de coro. Entre ellos, un grupo deplorable de periodistas que repiten sus infundios con ánimo digno de mejor causa; y los guerreros del teclado que acuden al único recurso que tienen para llegar a la fama, los caracteres ofrecidos por el Twitter. La más difundida de las colaboraciones, por cierto, aunque también muy idiota porque solo les permite notoriedad efímera.

Sin embargo, buena parte del éxito de la guerra sucia se ha debido a sus víctimas, que no reaccionan ante una avilantez que los degrada como políticos y como ciudadanos. Ven el vuelo de los dardos y apenas los esquivan. Se arrinconan esperando que pase el ventarrón de las inmundicias, sin hacer mayores gestos para reivindicarse. Una conducta digna de atención debido a que, si no se observa con mirada piadosa, puede significar la admisión de una culpa. Por fortuna, se puede explicar tal actitud en el hecho de que, aparte de contar con simpatizantes de sobra, habitualmente la acometida llega acompañada de amenazas que tocan la vida y la libertad de los atacados, o de sus familiares cercanos, círculo ominoso que conduce al silencio o, en no pocos casos, al exilio.

Hace poco, en entrevista concedida a Milagros Socorro, Julio Borges salió del mutismo para ofrecer detalles sobre la persecución de que ha sido objeto, sobre la intimidación a la cual fue sometido, sobre las infamias que la dictadura ha arrojado en torno a su reputación y, en especial, sobre la bajeza de unos perseguidores a quienes identifica con pelos y señales. De la ponderación de esa entrevista salieron los comentarios que se han ofrecido hoy. Es, si no la primera, una de las denuncias más vigorosas de la cruzada de difamación que mancha la política venezolana.

@eliaspino

El Nacional 

De cómo se renovó el liderazgo, por Elías Pino Iturrieta

PARA ANALIZAR LA NOVEDAD DEL LIDERAZGO de oposición que hoy conmueve a Venezuela, miremos hacia la gestión de la anterior directiva de la AN. Puede servir para comentarios aceptables. Fue una gestión anodina, sin capacidad para manejar los asuntos de su incumbencia con el objeto de rescatar la credibilidad del organismo representado, menos todavía para restablecer el nexo con las masas de votantes que provocaron una representación apabullante de adversarios de la dictadura en las curules. Actores de gestos timoratos y de poses sin magnetismo, gente tal vez sin deseos de dejar huellas de su paso, oradores sin palabras memorables, políticos sin un pensamiento capaz de demostrar que de veras estaban allí para combatir al régimen o para dar señales de vida trasmitían una sensación de parálisis debido a la cual no solo se jugaba la vida del Parlamento, sino también el destino de los combates por la democracia.

Sus sustitutos son lo contrario, en términos redondos. En actividad desde el primer día, empeñados en mirar de cerca los problemas inadvertidos por la miopía de los antecesores, ansiosos de abrir los portones del Capitolio para echarse a la calle a buscar lo que se había perdido en la víspera, gentes de arriba pendientes, por fin, de la gente de abajo; parlamentarios haciendo, por fin, su trabajo con empeño, significan el hallazgo de unas antípodas que parecían perdidas en profundo abismo. Si, para mayor excepcionalidad, para hacer una arrolladora ostentación de primicias, se aferran a la lucidez de un sorprendente político joven a quien ofrecen posición de vanguardia, la sensación de una mudanza esencial de la cúpula, y de que ha cesado una modorra perniciosa, dinamiza la atmósfera e invita a proezas que no estaban en el programa de las luchas sociales.

Pero lo más llamativo del asunto radica en que no hubo que asaltar el edificio del Congreso para que sucediera la mutación. No se expulsó a sus viejos habitantes a la fuerza para cambiarlos por otros distintos que le imprimieran fuerza y le pusieran aceite a la maquinaria. La trasformación salió del propio organismo que parecía agotado, quizá porque, así como se jugaban la vida sus criaturas si continuaban adormecidas e indiferentes como antes, también condenaban la república al cementerio. Las circunstancias fueron fundamentales en la mudanza, desde luego, porque el diagnóstico de la inacción coincidió con la usurpación perpetrada por Maduro y con la multiplicación de las carestías que agobian al pueblo, trance que obligó a definiciones como las de hoy y, quizá también, a hacer de la necesidad virtud. Sea como fuere, la elaboración de un libreto para la dirección de los nuevos capítulos, hecho por cabezas de la casa combinadas con fuerzas de afuera, es decir, por la dirigencia política del país, por protagonistas del exilio y por factores de otras latitudes, ha concretado un movimiento de rechazo a la usurpación a través de la valoración del parlamentarismo, sobre cuyas posibilidades nadie hubiera apostado en el pasado reciente.

El seguimiento del libreto, su ejecución de todos los días, ha dependido fundamentalmente de los parlamentarios jóvenes, de los menos cargados de años y de historias. Se puede pensar que forzaron la metamorfosis para hacer que los mayores se subieran al tren antes de que partiera, para que no permanecieran varados y defraudados en la estación; o que concertaron un plan que los arropara a todos sin que los más viejos dejaran de estar presentes, pero relativamente distanciados del timón. Más como viajantes de primera que como directores de itinerario. No como convidados de piedra, porque tenían boleto de ida y vuelta y derecho al menú principal, pero apenas como partes del pasaje que se necesita para culminar el trayecto.

Un elenco sobresaliente de jóvenes ha logrado la restauración del Parlamento como factor de poder, hasta el extremo de que podamos observar la gestión de la directiva anterior como antecedente digno de olvido, y ha hecho el portento de un nuevo movimiento de masas que hace temblar al usurpador. Representan un refrescamiento de élites que nos puede llevar a un capítulo mayor del republicanismo si no olvidan que la política viene de antes, de mucho antes, de cuando el registro civil aún no suscribía la partida de nacimiento de cada uno de ellos.

 

@eliaspino

EL NACIONAL

Abr 24, 2018 | Actualizado hace 6 años

 

Si algo hemos perdido, entre infinidad de cosas esenciales para la vida, en estos veinte años en Venezuela, ha sido la confianza. Por donde dirijamos la vista a nuestro derredor solo hallaremos duda, angustia instalada, oscuridad de futuro. La seguridad no está en Venezuela, está en otro lugar.

¿Cuál es ese lugar? Quizás en un país extraño. Mas no siempre se consigue. Puede ser peor aún la situación. Hasta de muerte. ¿Eso es lo que busca el régimen? ¿Que no hallemos en quién confiar ni dentro ni fuera? ¿Que un buen número de la población desaparezca, sea engullido por el abismo? ¿Nos abocamos a eso?

No sería la primera vez en la historia. Este sistema de regímenes tiene larga y abundante experiencia en abismos abiertos y engullentes. Abismos deliberada y decididamente buscados y ejecutados. Abismos en los que demasiados millones de hambrientos y enfermos curables han desaparecido durante el último siglo. Por lo que vemos, sentimos y experimentamos, es lo que parece querer el sistema político-social que nos ahoga.

Dos vías de escape nos deja nada más: la emigración dolorosa, insegura, aleatoria, y la muerte lenta o rápida por hambre, enfermedad o violencia. El régimen parece tener necesidad de disminuir drásticamente la población. Ya solo por la emigración lo ha logrado en por lo menos cuatro millones; por hambre y enfermedad no se pueden contar los decesos; no puede haber estadística. Y no es que quiera dar a entender lo contrario hablando de pocetas sucias. No es que le duela que la población se ausente, es que eso muestra al mundo su propia miseria. Hoy no hay cortinas de hierro tan espesas que resulten opacas.

¿Adónde volveremos nuestra mirada? No hay mesías a la vista. Estamos solos. Nuestro pueblo tiene que volverse sobre sí mismo y hallar en su compacta unidad la fuerza que lo haga invencible. Nuestro pueblo está unido en anhelo, en esperanza y en decisión, pero necesita encontrar el nudo de cohesión. ¿Quién cumplirá ese indispensable papel? Los políticos no lo harán. Solo aparece a la vista una comunidad firme, unida y decidida; pero a ella no le toca. No es lo suyo.

Hablo de la Iglesia, pueblo y pastores. ¿Nos dirigiremos a ella? ¿Le pediremos que, dejando de lado su finalidad propia, la definidamente religiosa, sin negarla, y a partir del amor a todos los hombres que tiene por obligación y misión, encabece clara y abiertamente la unidad de todo el pueblo ya que ningún otro está dispuesto a hacerlo y es de vida o muerte? ¿Que pase de los claros y valientes discursos a la acción comprometida?.

 

ciporama@gmail.com

El Nacional

Humano Derecho: con Valentina Laucho y Zoraida Sánchez, representantes de AIESEC Venezuela

¿Cómo surge AIESEC? ¿Cuántos intercambistas tiene AISEC en Venezuela? ¿Qué programas están llevando a cabo en este momento en la organización? Estos y otros temas los estaremos conversando con Valentina Laucho y Zoraida Sánchez representantes de AIESEC Venezuela, una organización que se encarga de proliferar la paz a través de intercambios culturales además del desarrollo personal a través del liderazgo.

“Venezuela en la red de AIESEC en América, es uno de los países más relevantes a nivel del intercambio profesional por los profesionales de calidad que tenemos fuera del país; En este momento estamos marcando una pauta muy buena de venezolanos en el extranjero porque pasan por nuestro proceso de selección donde vemos sus valores y lo que representan en otro país”

Iniciaremos con la banda del rock Cadáveres Podridos y el tema “La segunda muerte”; continuaremos con buen punk rock en compañía de la banda Polo Pepo y su tema “Pájaro Slam” y cerraremos el programa con “Hacelo por mi” de Ataque 77; Estas son las pausas del rock planeadas por @romontesdeoca para este Humano Derecho.

En esta oportunidad contaremos con Rodolfo Montes de Oca (@romontesdeoca) como presentador, el cual le estará haciendo la suplencia a @fanzinero y @MelanioBar.  Somos el radioweb show semanal que mezcla la buena música con gente que ayuda gente. Transmitido por diferentes plataformas del país, es producido por Redes Ayuda y Provea. Más contenido en www.humanoderecho.com

¡Mis abuelos eran innovadores! por Carlos Dorado

 innovar

 

Desde una aproximación muy básica, la innovación consiste en cambiar las cosas introduciendo novedades. Es una definición tan primaria, que probablemente no nos sirve para mucho. Por tanto, para darle un contenido más acorde con los tiempos actuales, me gustaría señalar tres aspectos que a mi juicio, deben acompañar al concepto de Innovación: El primero de ellos es el de la Sostenibilidad, el segundo es el de la Utilidad, y el tercero es el de la Acción. De manera que, en mi opinión: Innovar es introducir novedades de manera sostenible en el tiempo, aportando una acción o valor que es reconocido por la sociedad.

Cuando voy a mi pueblo de Galicia, y veo cada una de las casas que construyeron mis bisabuelos con piedras gruesas para aislar el hogar interior de los inclementes inviernos, y a la vez resultar frescas en el verano; y pienso en el trabajo y enfoque que ello significó; me viene de inmediato a la mente ese concepto perfecto de innovación que ya tenían mis bisabuelos, a pesar de ser gente dedicada al campo, sin preparación; pero con valores de familia a la que había que dejarles un legado.

La idea de sostenibilidad es la clave para el nuevo estadio de progreso social que debemos construir. No se trata de hacer un cambio a corto plazo para olvidarnos después; se trata de pensar en el largo plazo; es decir, de pensar en el día de mañana. Y esto no son palabras menores; pero van de la mano de otra importante: La de Utilidad. Se trata de que la innovación aporte un valor, que sea útil. Es más, si no lo es, no será sostenible. Los dos aspectos están íntimamente relacionados; pero por supuesto requiere de unos actores que se encarguen de aportar el trabajo y la acción que conducirán a la estrategia que conlleva la innovación.

En los tiempos actuales de crisis global y de competitividad; el reto de la innovación está siempre en captar las oportunidades que aparecen como fruto de las rupturas que se generan por las crisis. Y a mayor crisis, mayor ruptura; sin embargo, el peligro está en que la crisis, acompañada de incertidumbre y complejidad, provoque la parálisis del espíritu innovador, asome el miedo y acabe con nosotros.

Son tiempos de Innovación. Sí, una innovación sobrevenida, que se nos viene encima y que nos hace sentir más objeto, que sujeto de la misma. Es sobrevenida porque se trata de algo que no se nos impone, y por eso nos toma por sorpresa y sin preparación. ¡Qué diferente es la situación cuando se trata de una innovación anticipada, en la que somos más agentes activos que pasivos!

Tenemos que ser flexibles para adaptarnos a los cambios que no hemos sido capaces de anticipar, y por eso, nos va a resultar especialmente duro el tránsito, por lo que tenemos que trabajar en construir la cultura de la innovación anticipativa. Para ello, trabajar los valores es clave. Y junto con ellos, la cooperación activa. Sólo así tendremos el suficiente capital emocional para innovar. Pero ¿Cómo lo hacemos?

El Liderazgo es la respuesta. Es la llave para activar la cooperación y recuperar los valores. Necesitamos un liderazgo que busque soluciones, que actúe. Necesitamos “Líderes Hacedores” que ponen fuerzas en marcha para innovar. Tenemos que huir de frases grandilocuentes y hacer más. ¡Menos palabras y más hechos! Más cooperación activa, que vender soluciones mágicas; que desafortunadamente, no existen.

…Cuando veo las casas que hicieron mis bisabuelos, creo que fueron grandes “Líderes Hacedores de Innovación”.

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