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LaMia envió carta a familiares de víctimas del accidente áereo

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La aerolínea Lamia que hace seis días protagonizó un accidente que dejó como resultado a 71 personas muertas, se ha pronunciado a través de un comunicado dirigido a las víctimas del siniestro donde lamenta el trágico hecho.

La carta fue publicada en su cuenta de Facebook. En ella, la empresa indica que está a disposición de las autoridades y que buscan el «bienestar de todos y cada uno de los afectados».

«Lamia Corporation SRL expresa su profundo sentimiento de dolor por la pérdida de los pasajeros y colegas del vuelo LM2933 del 28 de noviembre de 2016, accidente en las inmediaciones de Medellín, Colombia», señala el primer párrafo del comunicado.

«Acompañamos en su dolor a las familias que han perdido a sus seres queridos en esta tragedia así como a aquellos que han sobrevivido, por quienes oramos para su pronta recuperación. Estamos haciendo todo lo que está a nuestro alcance para buscar el bienestar de todos y cada uno de los afectados», continúa.

 

 

«Lamia colabora activamente con la investigación del accidente en Colombia y con las autoridades competentes en Bolivia y en otros países para comprender adecuadamente la causa de esta tragedia. Mantendremos al tanto a la opinión pública a medida que vaya surgiendo nueva información», finaliza el escrito.

Un grupo de fiscales en Bolivia, Colombia y Brasil investigarán las causas principales del accidente, las conversaciones entre la tripulación y la torre de control, y la información que puedan brindar las cajas negras que fueron halladas en el Cerro El Gordo, en La Unión.

El avión se estrelló el pasado lunes por la noche mientras esperaba su turno para aterrizar en el aeropuerto de Rionegro en Medellín, dejando como consecuencia a 71 personas muertas y solo seis sobrevivientes.

 

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Con 5.000 dólares se habría evitado la tragedia del Chapecoense

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Poco más de 5.000 dólares (unos 15 millones de pesos) es lo que habría costado la parada técnica –entre el valor del combustible y los derechos para usar un aeropuerto– que, de manera inexplicable, decidió no cumplir la tripulación del vuelo LaMia 2933 que había partido cuatro horas y 50 minutos antes de Santa Cruz de la Sierra, Bolivia.

Todo apunta a que esa omisión fue determinante en el peor accidente aéreo en la historia del fútbol: 71 personas –el director técnico, cuatro asistentes, el médico y 19 futbolistas del Chapecoense de Brasil; 20 periodistas, 7 miembros de la tripulación y 19 acompañantes del equipo– murieron en el avión de bandera boliviana que se estrelló a las 9 y 55 p. m. del lunes, a unos cinco minutos de su destino: el aeropuerto José María Córdova, de Rionegro.

Casi una semana después de la tragedia, nadie puede dar una explicación coherente de por qué el capitán Miguel Quiroga Murakami y su tripulación decidieron jugar a la ruleta rusa con la vida de 77 personas, incluidas las suyas. Lo que sí se da por hecho es que el absurdo accidente pudo haberse evitado si se hubieran cumplido las normas mínimas de la aviación, que son severas en la exigencia de reservas de combustible para evitar que, literalmente, un avión se apague en el aire y se convierta en un peligro mortal, no solo para sus ocupantes sino para las personas en tierra.

Aunque las conclusiones oficiales sobre el desastre pueden tardar meses, ya Aerocivil entregó una primera certeza: al momento del impacto, el avión no tenía combustible.

Irresponsabilidad extrema y precariedad económica de la aerolínea, falta de controles y posible corrupción en las autoridades aéreas de Bolivia, país de origen del vuelo, y hasta la fatalidad se alinearon para convertir en drama lo que había empezado como el festivo viaje de un equipo milagro, el Chapecoense. Y aunque las 71 vidas se apagaron durante el impacto con la parte alta de cerro Gordo, apenas a 17 kilómetros del aeropuerto de Rionegro, en realidad la tragedia empezó a gestarse horas antes, en los despachos de LaMia en Bolivia.

“En la aviación se aprende de los accidentes. Tenemos muchas lecciones dolorosas aprendidas. Y una de ellas es que los errores no necesariamente los comete el piloto, sino que muchas veces nacen el día anterior, cuando en un escritorio se define el plan de vuelo, la ruta, el gasto de combustible”, dice el capitán Jaime Hernández, presidente de la Asociación Colombiana de Aviadores Civiles.

El capitán Quiroga Murakami, de 36 años, se movía en los dos mundos, entre los mandos del avión y los escritorios de LaMia. Era a la vez piloto y accionista de la pequeña aerolínea que de un momento a otro se convirtió en una de las más usadas en el fútbol suramericano. Esto a pesar de la precariedad de su flota: tres aviones RJ85, de los que solo uno, el del accidente, estaba operando.

La doble condición de Quiroga es, para los conocedores de la aviación, clave en el fatídico desenlace del vuelo 2933. Mientras un piloto normal sabe que llevar a puerto seguro su nave está por encima de cualquier consideración, lo más probable es que el aviador-empresario estuviera pensando también en las cuentas de un vuelo expreso que se complicó desde el primer momento y que incluso si no hubiera habido accidente podía golpear fuertemente las finanzas de LaMia.

Los periodistas deportivos colombianos esperaban al Chapecoense, rival del Atlético Nacional en la final de la Copa Suramericana, a las 6 de la tarde en Rionegro. Pero el vuelo que nunca llegó ni siquiera salió del punto de partida que figuraba en el itinerario que habían recibido las autoridades nacionales.

En teoría, el Chapecoense debía partir en un chárter desde São Paulo, en Brasil, hacer escala en el norteño pueblo boliviano de Cobija, donde debía volver a llenar sus tanques, y volar después hacia Medellín. Pero las autoridades brasileñas no autorizaron la entrada del avión de LaMia por un supuesto ingreso sin cumplir las normas en otro viaje de fútbol. “Debíamos salir de Brasil, entrar a Bolivia más al norte y pasar a Medellín, pero Brasil no nos dio esa autorización para entrar a sacar pasajeros (…). Entonces tuvimos que traerlos en vuelo de ruta hasta el aeropuerto Viru Viru, de Santa Cruz”, le dijo a EL TIEMPO el general (r) boliviano Gustavo Vargas, gerente de LaMia.

El retraso en el itinerario, de casi tres horas, también empezó a afectar las ganancias de la empresa, pues sus clientes tuvieron que desplazarse en vuelo comercial hasta el centro sur de Bolivia, a la ciudad de Santa Cruz. El 2933 terminó por salir sobre las 5 de la tarde de ese día, no sin antes sortear la oposición de la inspectora de Viru Viru Celia Castedo, que consideró que el plan que le estaban presentado no era seguro. Principalmente porque lo que se proponía era un trayecto directo entre Santa Cruz y Medellín en un avión cuya capacidad máxima de combustible apenas daba para cubrir los más de 2.970 kilómetros de distancia entre los dos puntos. Literalmente estaban planteando un vuelo sin colchón de combustible, en violación de las normas.

Castedo, según el diario boliviano El Deber, informó que el técnico del LaMia Álex Quispe, que murió en el accidente, le aseguró que esa autonomía de vuelo alcanzaría: “Así no más lo presento, lo hacemos (el vuelo) en menos tiempo, no se preocupe. Es así no más, tranquila, eso está bien, ahí no más déjemelo”. El reparo de la inspectora era capital: la tripulación planteaba no hacer ya escala en Cobija y además no contemplaba reserva de gasolina para volar a un aeropuerto alterno (que era Bogotá).

Sin embargo, la autorización para el despegue llegó. Las altas conexiones de los dueños de la aerolínea con militares habrían pesado en esta situación, y por ello hay una tormenta política en el país andino, al punto de que el presidente Evo Morales ordenó el relevo en los principales cargos de la Aeronáutica boliviana.

Aunque el general Vargas le dijo a EL TIEMPO que el avión debía parar en Cobija, lo cierto es que el plan que expusieron en Santa Cruz no contemplaba esa escala. De hecho, el aeropuerto de Cobija no tiene operación nocturna, por lo que habría sido imposible cubrir los casi mil kilómetros de distancia entre las dos localidades bolivianas y llegar con luz suficiente para aterrizar y luego seguir hacia Colombia.

Las alegres fotografías y videos que los futbolistas del Chapecoense pusieron en sus redes antes del vuelo muestran que no tenían la menor idea del riesgo.

Más de cuatro horas y 2.700 kilómetros después, Quiroga decidió no hacer parada en Bogotá a pesar de que su RJ85 no es un avión con autonomía suficiente para viajes prolongados. Pilotos y controladores aéreos consultados dicen que la única explicación para esto es que, una vez más, la mentalidad del empresario primó sobre el instinto del piloto.

Según expertos cercanos a la Federal Aviation Administration (FAA) de EE. UU., quienes colaboran con la investigación, 5.000 dólares le habrían bastado al LaMia para cubrir el valor de la parada técnica. Un avión como el que se siniestró requiere de 20.600 libras de combustible para llenar su tanque. Esto significa que hubieran tenido que pagar 4.827 dólares de combustible, si se tiene en cuenta que Bogotá vende el galón a 1,57 dólares.A eso se le debe sumar el pago por el uso del aeropuerto y por el servicio en tierra, con lo que se sumarían los 5.000 dólares.

Pero no solo habría sido ese costo. Las autoridades colombianas sospechan que para el momento en el que el 2933 pasó por el centro del país ya venía con el nivel de combustible por debajo del mínimo permitido. Aterrizar en Bogotá habría garantizado la seguridad del vuelo, pero habría activado un protocolo de control que podía terminar en la inmovilización del avión y una multa de mínimo 25.000 dólares.

Quiroga se la jugó por continuar hasta Medellín, asumiendo que su aterrizaje no tendría problemas. Pero se encontró con que un avión de Viva Colombia había pedido prioridad por una posible fuga de combustible. Cuando el 2933 llegó al cielo de Rionegro ya el otro avión estaba tomando tierra, pero en la pista se cumplían labores de limpieza preventivas, precisamente para garantizar el aterrizaje de las naves que seguían. Y dos vuelos más estaban en turno.

Lo que siguió después lo escucharon el país y el mundo en las grabaciones de las comunicaciones entre la torre de control y la tripulación. A las 9 y 41, el LaMia hizo contacto con la controladora aérea de Rionegro y sobrevolaba a 21.000 pies. Aunque en ese momento pidió prioridad para el aterrizaje, la tripulación solo se declaró en emergencia por combustible siete minutos después. Esa declaración implicaba que si todo salía bien y el avión llegaba a tierra, habría una inspección y, de nuevo, el riesgo de inmovilización y sanciones.

Hubo siete minutos eternos que quedaron grabados y que muestran la desesperación de la tripulación, los esfuerzos de la controladora aérea Yaneth Molina por llevar la nave a pista y, además, por evitar una colisión (desvió los dos vuelos que estaban hacia el aeropuerto) y, después, el silencio total que era señal inequívoca del desastre.

Paradójicamente, el capitán Quiroga tuvo su última escala el viernes en Cobija, el mismo punto que se saltó de ruta el día del desastre. Allí nació y allí recibió entierro de héroe.

 

*Vea la nota completa en El Tiempo

Venezuela en manos de Lamia, por Asdrúbal Aguiar

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correoaustral@gmail.com

Un “guerrero del teclado” – al caso este columnista lo es por oficio y a disgusto de quienes nos critican mientras hacen política self-service, por las redes – afirma que el fanatismo hace presa de los adversarios de Nicolás Maduro; pues pretenden responsabilizarlo por la dolorosa tragedia que le pone fin a la vida de los futbolistas chapecoenses y una veintena de periodistas, todos a bordo de un avión de la empresa “socialista” LAMIA.

La cuestión – es lo importante – consterna, aun cuando su noticia llega en el momento en que la vida nada vale en Venezuela: 90 homicidios por cada cien mil habitantes, más los que caen por la hambruna o la crisis de la salud. El caso es que los muertos eran cultores de la virtud y el valor (areté), iniciados – dirían los griegos – en la vida civilizada; hoy víctimas de los inciviles, de la corrupción política.

La improvisación, el tráfico de influencias, la colusión con testaferros, la fanfarronería de gobernadores venezolanos – los “generales” de Mérida, Nueva Esparta, y Bolívar – y funcionarios aeronáuticos bolivianos para quienes el servicio público es una trapisonda de ocasión, permite el nacimiento de la citada línea aérea, hija de una revolución incestuosa; que dispone de un avión viejo a la manera de una valla publicitaria: de esas que sintetizan a la nada, a la obra oficial que sólo existe en las afiebradas y disociadas mentes de los Maduro, los Cabellos, los Rodríguez, los Ramírez, los Morales desde El Alto, como engaño para los incautos.

El asesinato que en propiedad le pone término a la vida de ese casi centenar de seres humanos que dejan sus restos en el Cerro Gordo de la Antioquia colombiana, pasajeros de un avión de utilería que se detiene en el aire por falta de combustible sin que sea el resultado de una causa meteorológica o la eventual falla de la misma aeronave, recrea la igual tragedia que hoy vive nuestra república.

Desde cuando mengua el coraje popular, ese que la penuria no alcanza a disminuir durante el año 2016 y es apuesta de buena fe por un horizonte prometedor, los venezolanos nos encontramos como suspendidos en el aire, en total oscuridad; conscientes de lo que viene al cesar el rugir de los motores de nuestra vida cotidiana, hecha hilachas.

En los días recientes, palmaria la burla mordaz que deja al descubierto la Mesa de Diálogo entre el régimen y la oposición institucional – aquél gozando con sarcasmo de su trastada y ésta intentando explicar lo inexplicable, pues frisa 17 años de cortesanía política sin resultados – la gente, la de a pie, camina como zombis, sin rumbo cierto. Al hombro lleva una pesada valija de papeles sin valor, cuando los reúne o se los vomita algún cajero en mal funcionamiento, buscando adquirir lo que no encuentra y que tampoco puede saldar con inservibles tarjetas bancarias, pues fallan – como en el aéreo de la muerte –  todos los puntos de venta electrónicos.

Rasga el alma ver las cotidianas colas que se asemejan a ciempiés aletargados bajo el sol o la lluvia, a la espera de una bolsa de arroz o de harina que no llega, o el llanto ahogado por la impotencia de las madres cuyos infantes caen de sus manos como el agua líquida y por falta de insumos médicos o leche, u observar el vahído de éstas en plena vía debido al ayuno impuesto por la corrupción al estilo LAMIA, el delito hecho régimen, la violencia mudada en hábito, la helada sangre de las mafias instaladas en los poderes virtuales – por ausentes – de la Nación.

¿Qué diferencia hay entre el desquiciado joven copiloto alemán de Lufthansa que estrella su avión contra los Alpes franceses con 150 personas a bordo el pasado año, el piloto de LAMIA quien por imprudencia manifiesta lleva hasta el cadalso a 75 víctimas inocentes, o los conductores de nuestra nave nacional, con 30 millones de habitantes a bordo sitiados por la muerte, el hambre, la escasez, la desesperación, la fractura de sus familias, la pérdida de todo proyecto de vida, para sostener con vida a los secuestradores del futuro?

Creo que ninguna. Todos a uno, narcisos, se miran en sus ombligos, corroídos por la vanidad del poder. Desprecian la otredad, que no sea para ilustrar un twitter o un Instagram de circunstancia, como el de los generales gobernadores, quienes ahora miran de lado.

Entre tanto, Maduro, capitán de nuestra línea nacional, opta por viajar a la prehistoria para celebrar a quien muere en su cama de La Habana y celebra su obra macabra, elogiado por una generación de intelectuales tan miopes e insensatos como el piloto de la tragedia chapecoense.

Pero los símbolos trágicos en buena hora iluminan en horas de escepticismo. La mirada alegre de los jóvenes futbolistas, registrada y que corre por las redes, cuando cantan sus glorias antes de rendirle gloria a la eternidad, prueba que la decencia y la bondad, humanamente frágiles, sí existen. 

Cómo se encuentran los 6 sobrevivientes de la tragedia aérea del Chapecoense en Colombia

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Seis personas sobrevivieron al trágico accidente del avión de la aerolínea Lamia que se estrelló el lunes en una zona montañosa cerca de Medellín. De un total de 77 pasajeros, 71 fallecieron.

Entre las víctimas fatales están 19 jugadores del club brasileño Chapecoense, de la pequeña ciudad de Chapecó, en el estado de Santa Catarina en el sur de Brasil. El equipo brasileño viajaba a Medellín para disputar el partido de ida de la final de la Copa Sudamericana contra el Atlético Nacional de Colombia.

Además de los jugadores, directivos e integrantes del personal técnico del equipo, periodistas, otros pasajeros y siete tripulantes bolivianos perdieron la vida.

En BBC Mundo detallamos cómo evolucionan en diferentes centros médicos colombianos los seis sobrevivientes.

Jakson Follmann

El arquero suplente del Chapecoense es el que está más grave entre los sobrevivientes, según informó el miércoles el club brasileño.

«La Asociación Chapecoense de Fútbol, a través de su equipo médico representado en Colombia por el Dr. Carlos Henrique Mendonça, comunica que «el arquero Follmann es quien se encuentra en estado más grave con una pierna amputada y la otra en análisis con posibilidad de que se le tenga que amputar un pie», informó el club en un comunicado.

Jakson Follmann

«Sin embargo, su cuadro es estable a pesar de requerir más cuidados», agrega el comunicado.

El Hospital San Vicente Fundación, sede Rionegro, señaló que Follmann continúa «bajo estricta observación médica» en la Unidad de Cuidados Intensivos, luego de la amputación que le fue realizada.

«A Jackson, la pierna derecha le tuvo que ser amputada por la gravedad de las lesiones», informó el director médico del Hospital San Vicente Fundación de Rionegro, Ferney Rodríguez.

«El manejo de la pierna izquierda, al igual que el manejo general del paciente, es de seguimiento a la evolución y expectante en esta fase de estabilización en la que se encuentra».

Alan Ruschel 

El defensor Alan Ruschel no tiene afectada la movilidad de sus piernas, pese a una lesión que sufrió en la columna, según informó la directora médica de la Clínica Somer de Rionegro, Ana María González.

Alan Ruschel en un partido de la liga brasileña

«Alan está hospitalizado en la unidad de cuidados intensivos en estado crítico pero estable. Fue intervenido quirúrgicamente ayer por una fractura que tiene en su columna vertebral, y salió muy bien de la cirugía. No tiene compromiso neurológico y tiene bien la movilidad de sus piernas», dijo González a la prensa.

Danilo Padilha y Alan Ruschel sentados juntos en el avión de la tragedia

La cirugía fue practicada en la clínica San Juan de Dios, y Ruschel fue trasladado posteriormente la Unidad de Cuidados Intensivos de la clínica Somer, donde le practicaron una resonancia magnética.

El club señaló en su sitio que «el lateral Alan Ruschel fue sometido a una cirugía de columna pero está con movimientos normales en miembros superiores e inferiores. A pesar de las múltiples lesiones, y de su estado crítico, también ofrece una perspectiva de recuperación».

Helio Neto 

El último de los sobrevivientes rescatados, Helio Zampier Neto fue intervenido quirúrgicamente por una lesión que sufrió en el tórax, además de lesiones en la cabeza que van desde una herida en el cuero cabelludo hasta una pequeña fractura en el cráneo y un edema en el cerebro por una contusión, según informes en la prensa colombiana.

Helio Neto durante un partido por la Copa Sudamericana en setiembre de 2015

«Helio está estable, pero su condición es crítica. Sufre de coagulopatía (la sangre no coagula correctamente) y le estamos realizando transfusiones sanguíneas», señaló el director médico de la Clínica San Juan de Dios de La Ceja, Luis Fernando Rodríguez.

Según el club Chapecoense, el zaguero Neto «está en estado crítico, pero estabilizado y con buenas perspectivas de recuperación».

Rafael Henzel 

El periodista Rafael Henzel sufrió un trauma torácico y una fractura en una pierna, según informes.

Mujer con un cartel que dice Vamos Chape durante la vigilia en el estadio del club

El club Chapecoense informó que Henzel «está en estado crítico pero las perspectivas son optimistas».

El locutor Ori Rodrigues, colega de trabajo de Henzel en la rádio Oeste FM, informó que Henzel le pidió al hospital que se comunicara con su esposa, según la prensa brasileña.

«Le dijeron a ella que Rafael está consciente y en estado estable».

Ximena Suárez y Erwin Tumirik 

La auxiliar de vuelo y el técnico de aviación están «en buenas condiciones en términos generales y muy estables», informó González, directora médica de la Clínica Somer de Rionegro.

González dio que ambos pacientes habían pasado una «buena noche».

El club señaló en su sitio que «la mayor preocupación en cuanto a todos los sobrevivientes está relacionada con el peligro de infección, ya que todas las heridas presentaban un nivel alto de contaminación».

El club Chapecoense señaló que «todavía no hay previsión sobre el alta de los pacientes, pero los cuidados ofrecidos son los mejores».

Los Runrunes de Bocaranda de hoy 01.12.2016: BAJO – Otro raro negocio militar
BAJO
CHAPECOENSE:
La aerolínea Lamia en la que muere el equipo de fútbol brasileño tuvo su origen en otro raro negocio militar de los que ya estamos acostumbrados en 17 años de uniformados en todos los cargos públicos. Un gobernador militar de Mérida, otro gobernador militar de Nueva Esparta, créditos baratos (¿serían con dólares preferenciales del Cadivi militar?), intermediarios enchufados y quien sabe que otros guisos escondidos para que la empresa merideña terminara siendo boliviana después de ser margariteña.
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Aviones de LAMIA eran arrendados a un empresario venezolano

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Según una información publicada por el diario boliviano El Deber, la compañía LAMIA le arrendaba los aviones de origen inglés a un empresario venezolano.

“Esta empresa es netamente boliviana”, dijo a la publicación Gustavo Vargas Gamboa, director de la aerolínea que vivió una tragedia el lunes en la noche, luego que una de sus aeronaves se estrellara con 81 a personas a bordo en las cercanías de Medellín. El vuelo trasladaba al equipo de fútbol brasileño Chapecoense, que tenía previsto encarar al Atlético Nacional en el partido de ida de la final de la Copa Sudamericana.

Vargas confirmó que el boliviano Miguel Alejandro Quiroga Murakami manejaba el aparato y era uno de los dueños de la firma, junto al otro piloto y también copropietario, Marcos Rocha.

“Hemos tenido el orgullo de llevar a la selección Argentina para que juegue en Brasil, a la Venezuela hacia Colombia, a equipos importantes para la competencia de la copa Sudamericana y a los clubes bolivianos de Oriente Petrolero, y Blooming, entre otros”, manifestó Vargas Gamboa.

Vargas explicó que son una empresa pequeña con menos de veinte empleados y que luego del accidente, se quedaron con dos aeronaves, que de paso están en mantenimiento en Cochabamba.

Un informe de Infobae revela que LAMIA (Línea Aérea Merideña Internacional de Aviación) fue fundada en Venezuela en 2009 y tenía como presidente a Ricardo Alberto Albacete Vidal. Inicialmente tenía previsto operar desde Mérida con el apoyo del entonces gobernador Marcos Díaz, pero la operación no pudo despegar y le traspasaron el testigo al jefe del ejecutivo en Nueva Esparta, Carlos Mata Figueroa.

En noviembre de 2013, un aparato aterrizó en el Aeropuerto Manuel Carlos Piar de la ciudad de Puerto Ordaz, por la escalinata descendieron Albacete, Mata Figueroa  y el gobernador de Bolívar, Francisco Rangel Gómez. «Esta nueva línea va a operar con sede en Margarita, el damos la bienvenida a la inversión privada, la idea es cubrir la ruta del Mercosur», dijo Rangel Gómez a través de Venezolana de Televisión.

«Es un avión muy silencioso, de buena velocidad, nos lleva directamente a la pista sin que el piloto haga nada, es un avión muy seguro, tenemos lo mejor», comentó.

Posible negligencia 

Una de las teorías apunta que la aeronave se quedó sin gasolina y por eso se estrelló. «La aeronave tenia autonomía de 2 mil 965 kilómetros y el recorrido era de 2975, le faltaban escasos kilómetros para llegar», dijo el dueño de un hangar en Brasil que operaba con Lamia. «El dueño del avión es un venezolano y los propietarios del certificado para operar son dos capitanes, uno de ellos falleció», agregó. «Siempre viajaban con lo justo del combustible para ahorrarse dinero, dijeron que tenían una falla eléctrica y no una de combustible porque las multas son tan grandes cuando te quedas sin gasolina, que puedes lanzar una empresa a la quiebra».

Un audio del copiloto de Avianca Juan Sebastián Upegui, que operaba otro de los aviones que estaban circulando esa noche, se coló en las redes sociales y está siendo usado en la investigación.

 

 

Promesas fallidas, mudanzas y negocios oscuros en Venezuela de la aerolínea LAMIA

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La empresa pasó por dos estados venezolanos pero nunca llegó a despegar. El dueño, que mudó sus operaciones a Bolivia, es señalado como presunto testaferro de un multimillonario chino preso por corrupción.

La historia de LAMIA, la pequeña línea aérea en la que se estrelló el plantel de Chapecoense que viajaba hacia Medellín para la final de la Copa Sudamericana, está plagada de fracasos y maniobras extrañas en su corta vida como empresa de aeronavegación.

La empresa se fundó en 2009 en Mérida, Venezuela, a la que debe su nombre: Línea Aérea Merideña Internacional de Aviación (LAMIA). El objetivo proclamado por su dueño, Ricardo Alberto Albacete Vidal, era ayudar al desarrollo de esa región venezolana con vuelos hacia Caracas, Maracaibo, Barquisimeto, Las Piedras, Valencia, Margarita, Los Roques y Canaimá. Para ello, contaría con 12 aviones.

Albacete recibió el apoyo inmediato del gobernador chavista Marcos Díaz Orellana, que gestionó durante algunos años el permiso para que la empresa comenzará a operar, mientras Albacete seguía con las curiosas promesas de la forma en que operaría su línea áerea: habría un «carnet de Afiliación» (los clientes de LAMIA no serían considerados «clientes», sino «asociados»); se ofrecería una tarifa plana para todos sus boletos y la devolución del 100% del monto del pasaje si un «asociado» no podía viajar.

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Pero la línea aérea nunca llegó a despegar. Albacete, entonces, decidió mudar su proyecto y se lo ofreció al gobernador del estado insular de Nueva Esparta, Carlos Mata Figueroa, cuya joya turística es la isla de Margarita. La empresa, que todavía no había realizado ni un solo vuelo comercial, se transformó en Línea Aérea Margarita Internacional Aviación. La sigla LAMIA seguía calzando, así que no necesitó modificar su nombre.

El 3 de noviembre de 2013, el gobernador Mata Figueroa recibió con pompa en el aeropuerto de Margarita al único avión de LAMIA, un jet British Aerospace BAE-RJ85. En un discurso plagado de agradecimientos al presidente Nicolás Maduro y otros funcionarios chavistas, pronosticó un futuro venturoso para la compañía: «LAMIA es nuestra línea margariteña, neoespartana; al fin Margarita tendrá una empresa aérea propia y desde aquí vamos a ir a diferentes partes de Venezuela y del exterior, ya que cubrirá rutas nacionales e internacionales», indicó Mata Figueroa.

Pero en medio de la aguda crisis venezolana, que también sacudió al turismo y el mercado aerocomercial, tampoco allí LAMIA pudo cumplir con sus promesas.

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Mientras tanto, Albacete intentaba en España otros negocios oscuros. Allí fue señalado como uno de los principales testaferros del empresario chino Sam Pa, quien fue detenido en octubre de 2015 por las autoridades de Beijing por delitos monetarios y traición al Partido Comunista Chino. Sam Pa había montado un multimillonario entramado de negocios espurios con la petrolera chino-angoleña Sonangol. Con el asesoramiento de Albacete, el chino Sam Pa compró un astillero en Galicia, lo que encendió las alarmas en la península ibérica, antes de que el empresario chino fuese detenido en su país.

Finalmente, sin lograr despegar en Venezuela, Albacete decidió trasladar los tres aviones que había logrado adquirir a Bolivia. En noviembre de 2015, la flamante empresa boliviana LAMIA Corporation SRL logró la autorización para comenzar a funcionar como «pequeño operador» aerocomercial. Los dueños de la nueva compañía eran Marco Antonio Rocha y el piloto Miguel Quiroga, quien estaba al mando de la aeronave que cayó en Medellín y falleció en el accidente.

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En este momento, dos de las aeronaves se encontraban en reparación en Cochabamba, por lo tanto, LAMIA operaba hace tiempo con un único avión, el matrícula LMI 2933.

En él volaron en los últimos meses muchísimos planteles de fútbol en sus viajes chárter por Sudamerica, entre ellos, las selecciones de Argentina, Bolivia y Venezuela, el club Atlético Nacional (Colombia), The Strongest, Blooming, Oriente Petrolero, Real Potosí (Bolivia), Olimpia (Paraguay).

Hasta su vuelo final que llevó a Chapecoense a la tragedia.

Un venezolano entre las víctimas de la tragedia de Chapecoense

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El venezolano Ángel Lugo era parte de la tripulación del avión Avro Regional Jet 85 de la aerolínea Lamia, el cual se precipitó en la madrugada de este martes cerca de la ciudad de Medellín (Colombia).

Radio Caracol publicó la lista de la tripulación, en la que figura Lugo, quien aparece registrado en el Consejo Nacional Electoral venezolano (CNE).

 

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Sólo seis personas sobrevivieron al accidente del avión que transportaba equipo de fútbol brasileño Chapecoense: tres jugadores del equipo de fútbol, dos pasajeros y un miembro de la tripulación.

Los jugadores del Chapecoense se dirigían a Colombia para disputar la final de la Copa Suramericana contra El Nacional de Medellín.

Lamia fue fundada en el estado Mérida (Venezuela), pero opera desde Bolivia con aeronaves que cuentan con más de 15 años de antigüedad.

Lea la lista de la tripulación en este Link.