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D. Blanco Ene 21, 2016 | Actualizado hace 8 años
Vomitivo, por José Domingo Blanco

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Les confieso que tenía ganas e intenciones de escribir en clave de humor –negro, por supuesto- como dicen algunos que tengo. Quería mofarme de algunos de los sainetes que suceden en nuestro país, esos que, en vez de aparecer en diarios serios, hubieran quedados perfectos en los extintos El Camaleón o El Gallo Pelón. Pero, recordé lo que me dijo una vez un colega: “Mingo, por eso es que estamos jodidos y hemos llegado hasta donde hemos llegado: porque todo nos lo tomamos a chiste”. Aunque algunos coincidirán conmigo en que también, el humor, es lo que nos ha salvado.

Hoy, tengo que concederle razón a ese colega. Las noticias que permanentemente nos bombardean y que, de alguna manera u otra, me hacen tragar grueso cuando tengo que compartirlas con los oyentes de mi programa “Puntos de Vista”, le borran la sonrisa a cualquiera. No es posible que Venezuela haya llegado a niveles tan bajos y decadentes. Me cuesta entender –me duele comprobar- que vivo en un país donde ya es normal que a una familia la secuestren y unas niñitas, de apenas 3 y 7 años, sean testigos de la crueldad con la que mueren sus padres. Y me quiero detener en este caso en particular porque esta pareja de esposos fue asesinada con saña y sin piedad. Estamos en presencia de unos malandros capaces de matar a sangre fría y grabar con sus teléfonos, para colgar en las redes sociales, su fechoría. Cuando me hicieron llegar la información completa sentí repulsión del vomitivo suceso porque, además, las investigaciones arrojaron que a las muchachitas las dejan vivas porque uno de los malandros alegó que no hablarían por el trauma que ellos les ocasionaron. ¿Qué clase de sociedad es esta? ¿Este es el hombre nuevo del que tanto habló Chávez? Las edades promedio de quienes integran estas patotas son los niños de hace 17 años. Nacidos y crecidos en esta revolución. Ergo: ¡El hombre nuevo del chavismo! ¿Acaso concebido a su imagen y semejanza? No sé, de pronto me dio por recordar algo de lo que aparece en el Génesis de la Biblia.  Estos malandros que matan a diestro y siniestro nacieron en el chavismo o a lo sumo, eran unos infantes cuando Chávez llegó al poder. Los integrantes de esas megabandas, son aquellos muchachitos que crecieron oyendo a un presidente que justificaba robar cuando se tenía hambre. Crecieron bajo el modelo chavista. El hombre nuevo que quiso formar Chávez, no se parece para nada a lo que alguna vez fuimos los venezolanos.

Otra noticia aberrante que, obligatoriamente tenemos que condenar, es la vejación sufrida en Ramo Verde por Lilian Tintori delante de sus hijos cuando fue a visitar a Leopoldo. ¿Qué clase de sádico, obedeciendo órdenes o amparado por el cargo, obliga a una madre a desnudarse, para revisarle hasta la toalla sanitaria? Esta humillante situación que vivieron Lilia Tintori, sus hijos y su suegra es un ultraje avalado por el coronel que dirige el centro de reclusión; pero que, en el fondo, no es sino otra demostración del odio, ensañamiento y desprecio que sienten los trogloditas de este régimen por quienes piensan o actúan distinto a ellos.

El doctor Ricardo Montiel –pediatra especialista en adolescentes- comentaba este jueves en el segmento que tiene en nuestro programa Puntos de Vista -a propósito de la machaca del gobierno en decir que la crisis que vivimos es producto de la “Guerra Económica” y no del modelo que ellos insisten en aplicar- que el Estado se está comportando como el adolescente que le encanta someter a los demás. Se porta, según el Dr. Montiel, como el muchacho que hace bulling y, al ser descubierto, pretende evadir sus responsabilidades mintiendo. Con otro agravante: el Estado es el pater familia de esa sociedad cuyos ciudadanos lo asumen como modelo a seguir. ¿Y cuáles son los “atributos” que predominan en este pater familia? Basta con dar un vistazo a los más recientes escándalos para saber que no estamos, precisamente, ante unos niños de pecho, inocentes, honrados y castos. El que menos puja, puja una novia teenager, implicada en el robo de unos cuantos fajos de dólares y euros que se encontraban en el “modesto, pero lujoso” nidito de amor playero, ese que compartía la pareja, bajo la buena pro de unos padres felices y complacidos con el tremendo yerno generoso y poderoso que se gastaban, sin importar las notorias diferencias de edades.

¿Cómo convences a los jóvenes de los estratos más desposeídos que estudiando y trabajando honradamente se progresa y se obtiene una vida mejor, cuando lo que abunda en nuestro país ahorita son los ejemplos de enriquecimiento veloz gracias a la corrupción, el abuso de poder, el narcotráfico, el sicariato o la petroprostitución? “¡A quién no le gusta el poder!” recuerdo que me dijo una vez un  conocido exdiputado. Y hoy, lamentablemente, en Venezuela, el hampa y el gobierno, son los que mejor lo ostentan. Porque, amparados por las armas o por los cargos o el billete, quienes hoy irrespetan, vejan o matan, corren el riesgo de terminar pareciendo lo mismo.

@mingo_1

[Opinión] Esclavos rojos, por José Domingo Blanco

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Que el Cendas nos diga que, para cubrir la canasta básica de octubre, una familia de cinco miembros tuvo que desembolsar Bs. 110.116,47, escandaliza. Se necesitan 14,8 salarios mínimos para cubrirla. Son muchos los recortes que hay que hacer en un hogar para llegar a final de mes. Pero, permita Dios que esa familia no esté en la nómina del Estado, porque además de los gastos fijos que deben cubrir, su empleador los obligará –corrijo, los “exhortará”- a realizar “aportes voluntarios” para la causa, que en estos días se traduce como “campaña electoral”. Un aporte monetario para que el PSUV, logre su “victoria perfecta” y estas sabandijas que nos desgobiernan sigan perpetuándose en el poder.

Por estos días, días previos a las elecciones, el memorándum de los “chivos” máximos de los organismos públicos -invitando a hacer una “contribución” a la campaña del PSUV- no se ha hecho esperar. El depósito de la “donación” en los bancos del Estado es de obligatorio cumplimiento para los funcionarios del gobierno que ocupan altos cargos. En condiciones normales, estas órdenes jamás serían acatadas con beneplácito. Y menos aún con el costo de la vida que nos recuerda mes a mes el Cendas. Para nadie, por más adicto que sea de la revolución y de los pensamientos de Chávez, debe ser fácil desprenderse de un dinerito que seguramente tenía destinado para otro fin más mundano y menos ideológico. Me gusta pensar que alguno de esos empleados públicos, mínimo, se le escapa una mentada de madre cuando recibe una orden de esta naturaleza. Porque eso es lo que es: una orden de obligatorio cumplimiento, de la que no pueden escapar porque los tienen vigilados. Y para comprobar que hicieron el aporte, tienen que enviar la copia del voucher escaneada. Quisiera creer que por más alineados que estén con la doctrina del desgobierno, a estos funcionarios les molesta la imposición de  hacer un cheque para la revolución.

Pero, el asunto es que esta obligación no es sólo para los altos cargos gerenciales dentro de la nómina del Estado. Los otros empleados, los que tal vez ganen solo un poco más del salario mínimo, los que tal vez no están enchufados, ni cobrando comisiones sino recibiendo su “quince y último”, también son “víctimas” de este abuso de poder. Así nos lo dejaron saber algunos de ellos –cuyos nombres pidieron no ser revelados. Les obligan a realizar aportes, los obligan a marchar, los obligan a arrastrar a diez personas más a los “Puntos Rojos” donde se realizan los simulacros de las parlamentarias. Los hacen asistir a las concentraciones de Maduro. Los montan en un autobús y los llevan como ganado a aplaudir las bobadas del mandatario. Los hacen vestirse de rojo. Les ponen en las oficinas el canal 8 y en el “hilo musical”, las arengas del difunto. A eso, ¿cómo lo llamamos? Para mí, es la versión moderna de la esclavitud; esclavos rojos a quienes no les queda otra opción que buscar trabajo con el mayor empleador de este país. Y puedo entender que muchas de estas personas lo hagan por la necesidad de mantener a las familias, pagar las deudas, alimentarse y subsistir. Sin embargo, lamento enormemente que nuestra fuerza trabajadora, nuestros profesionales, técnicos y obreros hayan caído en esta especie de opresión moderna. Es válida la excusa de la necesidad de mantener a las familias; pero, ¿por qué permitir vejaciones y acatar mandatos que son propios de una dictadura de partido? Necesitamos una rebelión de empleados públicos. Que se levanten y sean capaces de decir: “no me calo más esta vaina”. Empleados públicos que se alcen  y le pongan freno a los abusos y a las coerciones de libertad de pensamiento y acción. Ya basta de que, como el Estado es el partido de gobierno, los empleados públicos -que son pagados por nosotros-  tengan forzosamente que militar y ser fiel a la línea partidista. Incluso tendrían que ser lo suficientemente valientes como para impedir que les exijan este 6D tomarle una foto a la papeleta que emita la máquina de votación como prueba de que eligieron – así no les guste- a los candidatos del PSUV. Una flagrante violación a la Constitución y al secreto del voto.

Además, como para azuzarles las molestias, muchos de estos funcionarios públicos cuentan que, en los últimos meses, han visto como a sus oficinas están llegando a “trabajar” una gran cantidad de personas contratadas, que solo están sentadas en los escritorios o deambulando por los pasillos; entorpeciendo las labores de los que sí tienen trabajo que hacer. Tercerizados que lo único que hacen es mirar para el techo y “cumplir” con el horario. Nadie sabe qué hacen, ni para qué fueron contratados; solo saben que cada vez incorporan más personas que no se necesitan. Algunos se aventuran a decir que “tal vez son patriotas cooperantes, vigilando para sapear a quienes se quejen del gobierno”.

Aun cuando la esclavitud en Venezuela se abolió hace muchos años, la nómina del Estado es tan inmensa que, para pertenecer a ella, los obligan a venderle el alma a Maduro, como en su momento se la vendieron a Chávez. Los empleados públicos son unos sometidos a los mandatos del régimen. Tiene que haber alguien capaz de rebelarse contra esa dictadura del pensamiento. El rojo rojito de las dependencias del gobierno es la mejor representación del infierno de quienes se ven en la necesidad de trabajar para el Estado, vestirse con la camisa roja que los obliga a vestir el Estado, leer los periódicos que le indica el régimen, marchar alabando y gritando consignas a favor del desgobierno. Aprenderse de memoria el Plan de Patria que, como nuevo contrato de la vida laboral del empleado público, obedece a las líneas del partido de gobierno. El Estado termina siendo el Gran Polo Patriótico y, como al mismo tiempo es el mayor empleador, tiene las herramientas para mantener sumisos -como presos de conciencia y esclavos de su ideología- a nuestros empleados.

mingo.blanco@gmail.com

@mingo_1