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Entre sueños y pesadillas

Entre sueños y pesadillas: Encuentro en el Purgatorio por Armando Martini Pietri

Purgatorio

 

El comandante supremo se siente cansado.

Ha tenido una serie de encuentros que lo han dejado extenuado. No por el esfuerzo físico, que en su condición no tiene importancia, sino por la angustia y frustración que las entrevistas le han provocado. Las almas fluctúan en un nivel diferente de tiempo, entre la expectativa del estado superior, cuando se integrarán a la Luz, y las relaciones que dejaron activas cuando eran un alma dentro de un cuerpo.

Es imposible saber cuándo se llegará a la tan ansiada Luz, pero se sabe a plenitud que está allí y es el destino definitivo. Pero mientras los espíritus están en ese ¿espacio, camino?, anhelantes de Luz, sus vivos siguen actuando, y él o ella los ve, los oye, los siente, de hecho los padece. No es bajo toneladas de piedra de un monumento rectangular donde está Chávez, donde algunos quieren que esté. Está ahí, en ese lugar indescriptible, donde ve, piensa, recuerda, medita; donde se purga por años o por siglos, eso nadie lo sabe.

En el Purgatorio.

Allí hay de todo, porque es donde las almas se van limpiando de los siete pecados capitales, nos explicó Dante en La Divina Comedia. Por eso las almas de la mayoría de los políticos están allí, porque habitualmente ésos son sus pecados –soberbia, envidia, ira, pereza, avaricia, gula, lujuria-. Unos más, otros menos. ¿Qué es la crueldad, por ejemplo, sino una mezcla de pecados? Claro, a algunos se les ha ido la mano y han convertido ciertos pecados en imperdonables, como les ha pasado a los grandes asesinos de la historia, diga usted Calígula, Hitler, Stalin, Gengis Khan y hasta algún bandidillo de por estos lados.

Pero los jefes de estado, mandatarios y políticos en general, cuando mueren sus cuerpos, sus almas van allí, a esa montaña que es el Purgatorio, por la cual esos espíritus van subiendo, paso a paso, es decir, purificándose. Hay quien diga que el fundador del imperio romano, Augusto, lleva veintipico de siglos y aún le falta.

El espíritu del comandante en jefe se sentía cansado aquella tarde; no hay tiempo como tal en el Purgatorio, pero se mide. Lo que agota es el proceso. Se llenó los pulmones de aquél aire pesado, intensamente rojo que le recordaba, por su colorido, los delirios de sus años en el poder. Pero el rojo en el Purgatorio no tiene aroma político, es intenso como las faltas que llevan a las almas allí, y se va aclarando poco a poco, muy poco a poco, a medida que las ánimas van escalando mientras se van clarificando, desprendiéndose de sus pecados.

El cáncer es cosa de vivos, en el Purgatorio no hay enfermedades. Tampoco gusto, olores ni sensaciones. Puede tomarse un café criollo, pero es sólo instinto. La dolencia del comandante supremo se quedó enterrada en el Cuartel de la Montaña, el Presidente en el primer nivel del Purgatorio, el del comienzo, es el hombre fuerte de siempre. Suspira de nuevo, recuerda lo que le dijeron las personas a las cuales visitó.

 

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Y entonces una voz fuerte con profundo acento andino lo sobresalta.

“¿Cómo está, Chávez?”

Sorprendido, reconoce la voz pero no da crédito a lo que oye.

“¡Usted, Presidente!”

“¡El mismo que viste y calza!”, responde con su gestualidad habitual Carlos Andrés Pérez.

“De modo que aquí lo mandaron, ¿verdad?”, responde Chávez, y cambia a cierto humor: “¡y yo que pensé que estaba en el infierno!”

Pérez responde rápido: “Pecado a pecado habría que ver quién tiene más culpas, vea”

Chávez, que siempre se ha inclinado más a la cordialidad llanera que al rigor andino, abre vías para cambiar el tema: “Mire, Carlos Andrés, no caigamos en esas cuentas que los dos tenemos nuestras cargas”

“Bueno, Chávez, tiene razón, pero recuerde que fue usted el que me atacó a mí, no yo a usted, lo que hice fue defenderme”

“Y bien mal que lo hizo, Presidente”

Incómodo, Pérez sonríe forzadamente: “Eso habría que discutirlo; pero bueno, vea, lo encuentro tenso, contrariado, ¿qué le pasa? Si lo perturba el Purgatorio, ¡ni se imagina lo mal que se sentiría en el Infierno, dele gracias a Dios!”

“Eso lo he hecho siempre, aunque, claro, no tiene por qué gustarme el Purgatorio”, aclara Chávez.

“A nadie le gusta, pero es una esperanza… Oiga, ¿pero qué es lo que le pasa, está molesto con el Purgatorio?”

Chávez baja un poco la cabeza, casi susurra: “No es eso, Pérez, es que incluso aquí estoy preocupado, ¡muy preocupado por nuestro país!; las noticias que recibo, lo que veo, lo que oigo, es deprimente”.

“¿Quién lo manda de toche a hacerle caso a esos bandidos hermanos Castro y nombrar sucesor a Nicolás Maduro?”

“Fueron buenos amigos”, responde Chávez, “y con experiencia”

“¿Es que usted no se acuerda de Fidel en Caracas cuando mi esplendoroso acto de asunción a la Presidencia? ¿Y cuando el mismo Fidel me llamó para expresarme su solidaridad cuando usted ejecutó su mal diseñado pero sangriento golpe de estado? Mire lo que recuerdo me escribió: “…cuando conocimos del pronunciamiento militar nos ha embargado una profunda preocupación…” (…) “en este momento amargo y crítico recordamos con gratitud…” (…) “confío en que las dificultades sean superadas… (…) y se preserve el orden constitucional”. No parecía tan amigo suyo en ese momento, ¿no le parece?

Molesto, Chávez reacciona: “no fue un golpe fue una insurrección” y añade: “Fidel cambió de opinión después, fue mi mejor maestro y casi un padre” como decía aquel de “estamos mal pero vamos bien”; “solo los estúpidos no cambian de opinión”

“Claro”, se pone irónico Pérez, “le enseñó lo que él mejor sabe, arruinar un país. Y hablando de estupideces, ni usted ni su muchachón Maduro parece que han cambiado de opinión, ¿o tu como que si estás empezando?”

Chávez no se deja arrinconar: “¿Y a usted quién lo ilustró, la CIA, el Fondo Monetario Internacional, la Secretaria de Estado Norte Americana o todos juntos?”

Pérez se voltea, se da cuenta de que alguien se acerca: “¿Quiénes son esos que se aproximan pasito a pasito?”

Sin prisa, pero sin pausa, la cabeza cuadrada enterrada en los hombros acostumbrados a aguantar y no oír, viene acercándose Rafael Caldera en compañía de Luis Herrera Campins con su característico pellizque de bigotes. La crisis en Copei los tiene alterados, aparentemente.

Luis Herrera se apresura y pregunta: “de que hablan los pajaritos” remata Caldera: “Hugo de mi no hables mal que fui yo quien te sobreseyó” y por si fuera poco de la nada se oye la voz de Jaime Lusinchi exclamando: “a mi tu no me jodes”

Chávez grita: “¡Dios mío esto parece el infierno!, ¿también está el Pacto de Punto Fijo?”  Pero una voz desconocida casi apagada suave pero firme, recuerda: “no hable bolserías comandante, URD se retiró del pacto en 1962 por estar en contra de la política exterior venezolana de Rómulo, que buscaba sanciones contra Cuba en la OEA y una exagerada intervención de los Estados Unidos en la política interna venezolana”

Caldera que se caracteriza por su memoria de elefante que ni olvida ni perdona, reconoce: “No recuerdes tus pendejadas, Jóvito”

Pero la voz suave riposta: “Pendejadas las tuyas, Rafael, que rompiste tu propio partido… lo mío fue sentido del honor”

“¡Se llenó el cuarto de agua, Pérez!”, se resigna Chávez.

«Sí”, responde Carlos Andrés, “¿y se da cuenta que los demócratas buenos y malos somos más? Ustedes los golpistas y militares con pretensiones siempre aparecen en la historia de Venezuela dizque para arreglarlo todo, y nunca arreglan nada, sólo ponen las cosas peores y hay que sacarlos”.

“Como lo sacaron a usted, Pérez”, recuerda Chávez.

“Si, pero yo terminé pobre y muriendo de viejo, olvidado de muchos y sin recordar a nadie, me vine en paz, a diferencia suya, Comandante”.

“Usted murió casi sin darse cuenta, es cierto, pero igual era un deshonesto; por eso no permití duelo oficial en Venezuela, ¿cómo dolerse por quien abrió nuestra patria a la corrupción?”

Pérez se envara, tenso, lo mira a la cara: “morirse entre silencio y olvido quizás sea mejor que morir en medio del sufrimiento y las mentiras, y convertirse en comida de mentirosos, ¿no le parece?”.

Se hace un silencio pesado, el ambiente oscurece, es el crepúsculo del Purgatorio, hora de actos de contrición.

 

@ArmandoMartini

Entre sueños y pesadillas: La tendencia irreversible no aguanta milagros por Armando Martini Pietri

ChávezyTibisay

 

En su residencia al pie del Ávila (Warairarrepano, lo llama ella), lejos del Barquisimeto que la vio nacer, difusa la mirada entre las matas agobiadas de mangos, aturdida por pericos y cotorras, va cayendo la noche cuando Tibisay Lucena comienza a interpretar el violonchelo pensando quizás en la carrera abandonada por el jugoso peso de la cúpula electoral. Sólo el chelo es capaz de producir esa combinación de dulzura y gravedad y Tibisay se sumerge en la melodía cuando del misterio aparece el Comandante Supremo, en sol mayor.

Sobresaltada, sólo atina a expresar: “¿Qué es esto? ¿Qué sucede?” Chávez la tranquiliza, sonríe con amabilidad: “Cálmate, vine a visitarte”. Respira profundo: “¡Qué susto me dio, comandante!”.

Con cariño Chávez se interesa: “¿Cómo está la salud?”. “Bien gracias a Dios” y por si acaso la cellista toca madera. Chávez se explica “es que hubo muchos rumores”, ella le aclara “sí, Presidente, unos querían verme muerta y otros malévolos de la oposición se inventaron un cáncer pero sólo fue un lunar, ¡les hubiera visto la cara cuando supieron que estaba bien!”

Chávez se enseria, pero por otra preocupación: “¿cómo están las cosas? ¿Cómo las ves desde tu perspectiva?”  Deja a un lado con delicadeza el violonchelo y responde: “le seré franca y muy sincera, la situación está muy complicada, se enmaraña mas y mas y a medida que pasa el tiempo se nos hace más difícil mantener a buen resguardo la revolución”. Y precisa: “muchas cosas se pueden hacer pero milagros no”. Continua Lucena, “recuerdo el 2013 cuando de vainita lo logramos porque el muchacho salió respondón pero después se asustó; si no se asusta, hubiéramos tenido serios problemas; pero funcionaron sus recordatorios, uniones y concordias”.

Chávez hace una pausa, se explica: “he visitado algunas personas”. Ella respira hondo, responde por lo bajo: “he escuchado esos runrunes, pero pensamos que eran cuentos de Bocaranda”.

Chávez no se deja apartar de lo que le interesa: “Lo que me dicen es alarmante, Tibisay, Nicolás no lo está haciendo nada bien”. Sube el timbre de voz y en tono tenso exclama: “¡tenemos que asegurar la revolución!”

“Le reitero, mi comandante, cosas podemos hacer y hacemos, ¡desde magia tradicional hasta electrónica y prestidigitación también!, pero milagros no».

Chávez no se deja tentar, va a lo suyo: “¿qué dicen los estudios internos y confidenciales que sé que ustedes hacen ¿cómo se ve el panorama?” La jefa del CNE responde con conocimiento: “la verdad todo marchaba bien, nuestro siempre 60% se mantenía con pocos cambios. Se ganó el asunto de las guarimbas, la salida y transición quedaron en nada, la cacareada renuncia de Maduro y todas aquellos caprichos fracasaron, gracias a la actitud contundente del gobierno y por supuesto, a los líderes serios de la oposición que no apoyaron esa chifladura”.

Lucena no se detiene, conoce el tema: “Cuando comenzó lo de la guerra económica y el Presidente Maduro se proclamó jefe y comandante máximo contra ella en ofensiva permanente, hubo un repunte importante en las encuestas a favor del gobierno y del Psuv; lo malo fue que eso funcionó pero el Gobierno no, y por el categórico y evidente fracaso de la acción presidencial, los números se nos caen tanto, que hoy Maduro y la revolución están en condiciones muy precarias, en un contexto de adiós y que te vaya bien”.

Interrumpe molesto Chávez: “¡cónchale es que a Nicolás le gusta meterse en cualquier pelea pero lo que no aprendió fue a ganarlas como yo!”

Lucena no suelta la cuerda: “hay un repunte para los opositores que es muy preocupante, se aprovechan de la situación crítica en lo social, de inseguridad y especialmente en lo económico”. Toma un sorbo de agua fresca y prosigue: “los escuálidos realizaron sus primarias con nosotros y les quedaron buenas, pero inmediatamente impusimos la paridad de género para entorpecerles las postulaciones, -¡y quién se lo iba a imaginar!- algunos cometieron la estupidez de criticarla con fiereza y para completar la bobería, impusieron a unos extraños y paracaidistas en algunos estados y eso los perjudicó tanto que estamos otra vez cerca de nuestro 60%”.

Interrumpe el Comandante: «¿y no van a aplicar el artículo 188 de la Constitución?» Tibisay con prudencia contesta: “bueno, usted sabe que el PSUV también tiene sus gazapos”

 

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Continua y añade Tibisay con un dejo de vanidad: “hicimos las primarias del PSUV y quedaron magnificas, y con una asistencia record nunca vista, ¿eso indica algo, no le parece?”.  Pero Chávez se aburre, Lucena le dice poco nuevo, quiere cambiar la conversa y exclama “a mí lo que me preocupan son los errores, le pasa cada día a Nicolás, como en Panamá y hace unos días en Brasilia”. Hace una pausa, suspira, murmura: “y creo que le seguirá pasando”.

Lucena, con la confianza de haber sido reforzada en el poder electoral sin consenso –aparente- de algunos opositores, siente y percibe la angustia del comandante en jefe y comienza suave, casi maternal: “mi siempre amigo te siento intranquilo y nervioso por el futuro de la revolución, te fuiste pero nos dejaste para protegerla y así lo haremos. Pero ten en cuenta que esto no está fácil, todos los días se complica más porque nunca sabemos qué esperar de Maduro, pero le aseguro, Presidente, que todo está programado y proyectado en fórmulas matemáticas complejas y complicadas para que al final nunca sea menos de 85, jamás superior a 67 y con un máximo error de 15”.

El presidente se tranquiliza, alza la mirada a la amiga y ruega un cafecito. La respuesta es inmediata: “Con mucho gusto, ya se lo traigo, ¿cómo lo desea, guayoyo, marrón, o con leche?” Chávez mueve la cabeza, se sorprende: “con algo de leche sería ideal pero… ¿tienes café y también leche?” La violonchelista responde con seguridad: “claro, ¡y bastante!, ¿por qué pregunta?”. Chávez señala “porque me dicen que no hay”. Lucena, toma confianza y explica: “sí, pero eso es para los demás, no para nosotros”.

El comandante la sigue en su camino a la cocina y mientras avanzan retoma el tema motivo no solamente de la visita sino de la preocupación que lo embarga y pregunta: “¿Tibisay, cómo va la observación internacional? ¿Qué pasa si la oposición no reconoce y se pone cómica?”

Mientras pone la greca sobre la hornilla, Lucena le rinde cuentas: “ya están invitados los amigos observadores de Mercosur, gobiernos, parlamentarios de confianza y ningún otro y como dijo ayer en la ONU el presidente Maduro: “Venezuela no es monitoreada ni será monitoreada por nadie”; y por lo otro: “no se preocupe, recuerde lo que digo como vocera del poder electoral: la novedad es que no hay novedades».

El proceso de café a la italiana se calienta; Tibisay, clara en sus percepciones, continúa: “no lo han hecho en tantas elecciones, no lo harán ahora, además están satisfechos con sus curules. Los que pueden echar lavativa están controlados y fuera del juego hace tiempo, los que van apareciendo los inhabilitamos. Los que de verdad saben del tema electoral escriben alertas y advertencias desesperadas por twitter y otros medios pero los jefes formales opositores ni caso les hacen, por el contrario los amonestan y descalifican. La oposición juiciosa y democrática se la pasa diciendo que están blindados y lo que hago es reírme a carcajadas, blindados estamos nosotros”.

Chávez sigue preocupado aunque el olor del café que empieza a elevarse lo apacigua,  pero advierte a la profesora de música “acuérdate que ya no estoy con ustedes y si los escuálidos manifiestan algo, sería una hecatombe para la revolución y mi legado”.

La Sra. Lucena pone a calentar algo de leche mientras lo tranquiliza: “mi querido, eterno comandante, no tiene por qué inquietarse, algunos adversarios son beneficiosos, y aunque nunca han firmado un reconocimiento previo público de aceptar los resultados, en privado legalizan cuanta acta les ponemos por delante, protestan con dos o tres declaraciones cuando damos prórroga para continuar votando, pero no mucho más”.

El café bulle con alegría, la señora Lucena lo sirve con precisión en una taza de porcelana china, apaga la hornilla, echa la leche caliente y después una cucharada de azúcar –que también tiene en abundancia-, revuelve con una resplandeciente cucharilla de plata, entrega la tacita humeante al comandante, y sigue:  “igual pasa cuando redujimos el período de inscripciones del registro electoral permanente, igual con los cambios de residencia, migraciones de lectores fuera de lapso y transferencias de diputados como en Baruta para dárselo a los Valles del Tuy. El protector de Miranda lo necesita, ¿no le parece?”.

Sonríe halagada, es obvio que a Chávez le gusta el café, y continúa con innegable aplomo pedagógico: “nos hacemos los locos cuando se usan y abusan en proselitismo político los bienes oficiales en las diversas campañas electorales, se incrementan las misiones, no se depura el registro electoral, se da el voto asistido y tenemos en reserva unos cuantos cientos de miles por si acaso son requeridos, no consentimos auditorías en el registro de huellas y cuadernos, los representantes de los contrincantes no son tan activos y eficientes como ellos se creen, son más bien de poca iniciativa y flojones, y cuando no tienen que irse a la playa, se van a Miami, Disneyworld, Aruba, que está a un brinquito de aquí; en cambio nosotros, como usted muy bien nos enseñó, trabajamos día y noche sin descanso para mantener la revolución, y sólo viajamos en comisiones cuando nos pagan gastos y pasaje, y eso no es en cada fin de semana largo”.

Chávez termina su cafecito mucho más tranquilo y sereno, percibe que la dama tiene todo en orden y bajo control, pregunta por no dejar “¿y acaso a ellos no les importa el costo del dólar ése que Dólar Today aumenta todos los días?” La doña contesta con picardía: “escuálidos y enchufados están llenos de verdes y les importa muy poco cuánto cuesta, ellos vienen ahorrando desde la cuarta república y en la quinta también”.

“¿Ahorrando?”, exclama Chávez. “Sí presidente”, replica Tibisay “como hacen ahora muchos “y que” revolucionarios, pero no en dólares -al imperio ni agua- sino, en rublos rusos y bielorrusos, riales iraníes, yuanes y hasta euros”.

Chávez, no experto en economía, aunque algo ha aprendido y entiende más que Maduro, lo cual no es difícil, recuerda aquellas palabras ya tradicionales de Lucena después de cada proceso electoral: “hemos culminado una página brillante dentro de la democracia venezolana (….); y después un piropo para la galería: “Queremos destacar la labor de las organizaciones políticas durante todo este proceso, no solamente el día de hoy (…) que nos acompañan siempre acudiendo al llamado del CNE a la verificación, la revisión , chequeo y auditorias de las listas, lo que nos da seguridad y confianza en el sistema electoral”. Y remata con la estocada final: “sólo se emitirán los resultados cuando la tendencia sea irreversible”.
Lucena, con su voz que no es de chelo, se siente obligada a machacar sus advertencias al comandante se acuerda y lo felicita por su cumpleaños 61 y opina: “pero no olvide, comandante, si Maduro, su Gobierno y el oficialismo no se ponen las pilas y comienzan a rectificar con urgencia los errores económicos, a combatir la escasez y el desabastecimiento, la inseguridad, la corrupción y dejar de pelearse con medio mundo, no tendrán alternativa: o le declaran la guerra a alguien y suspenden las elecciones, o gana la oposición y ésa Presidente, parece tendencia irreversible”.

De repente Tibisay se siente sola cuando se posa en el balcón un pajarito Pitangus Sulphuratus mejor conocido por su canto como Cristofué. Se frota los ojos, se siente agotada, olvida el chelo y mira con melancolía hacia la noche caraqueña.

 

@ArmandoMartini

Entre sueños y pesadillas: Comandante feminista y mujer con guáramo por Armando Martini Pietri

siluetas

 

Disfrutando en una noche cálida, acompañada únicamente de sus pensamientos y recuerdos, de momentos de merecido reposo de las tantas actividades diarias que debe atender, María Corina Machado  recibe un beso y las buenas noches de sus hijos, a quienes da la bendición y se van a dormir, como en todo hogar venezolano.

 

En el porche se intensifica la oscuridad y comienzan a cantar ranas, ranitas y grillos cuando de repente un extraño silencio inunda el ambiente y de la nada se escucha la voz inconfundible del comandante supremo Hugo Chávez Frías: “María Corina ¿como estas?”

 

Con aplomo y displicencia, ella, que no es de las que se asustan por sombras y menos por silencios ni voces sorpresivas, le responde con ironía: “¿entonces cómo y qué águila no caza mosca?”

 

Chávez, incómodo pero comprensivo, buscando exhibir el buen talante, le responde “sigues tan hostil y áspera como te recordaba, pero cálmate que sólo vengo a conversar en sana paz”

 

La mujer con guáramo, ya experta de mil batallas, muchas en soledad, no se deja envolver: “Aja, usted dirá”

 

Chávez, en tono pausado, manifiesta: “primero te aclaro que no estoy de acuerdo con tu inhabilitación a pesar que te pusiste a inventar en la OEA la tontería de representar a Panamá sin medir las consecuencias, y eso todavía me molesta”. Recuerda un segundo y sigue: “además fíjate me llamaste ladrón -por aquello de expropiar- en cadena nacional y no pasó nada, tuviste tus minutos de gloria y se acabó”

 

“¡Pero Presidente!” interrumpe con su firmeza característica María Corina, “¡eso es una injusticia, es una infamia y además, es ilegal. Sus herederos han investigado toda mi vida, se han metido en mis correos ilegalmente, en mis cuentas bancarias, en los gastos de mis tarjetas, en mis conversaciones telefónicas” y precisa: “¡y no han encontrado nada, ni van a encontrar por muy empeñados que sigan!”

 

El comandante, en tono paciente, expresa: “Puede ser, no conozco el detalle, pero como dijo Diosdado: yo era quien frenaba las locuras y ya no estoy, piensa en eso”.

 

La lideresa de Vente Venezuela y de buena parte de la oposición, con indignación y osadía busca una respuesta clara del comandante supremo: “¿Por qué el PSUV me tiene tanta rabia, no les basta con perseguirme, atacar mi honor y el de mi familia, golpearme, prohibirme salir del país, acusarme de traición a la patria y confiscar mi curul; ahora además inhabilitarme?” Y acusa de inmediato: “yo creo que es miedo, ¿por qué tanto temor?”

 

Chávez se le queda mirando e insiste en su tono afable, casi de padre comprensivo: “Muchacha, me sorprende que seas tan inocente y ciega que no veas la realidad. No solamente te tienen animadversión en la revolución por tus demostraciones de valentía, tú irreverencia y hasta tu insolencia, sino también algunos en la oposición te tienen miedo y envidia, te consideran malcriada, librepensadora y hasta odiosa; te has ganado muchas rivalidades por cuatriboleada, y me disculpas la expresión. La verdad y para serte sincero molestas e incomodas en ambos bandos y en sus planes tú no tienes cabida”.

 

Se detiene un momento el comandante eterno, y agrega: “Además, tus detractores creen que estás obsesionada con el poder y había que disminuirte  los delirios de grandeza; impedirte la postulación, era necesario.” Se calla otro momento, la mira de frente: “Y te repito, no sólo en el chavismo, también entre algunos de tus camaradas muchos no son camaradas, son adversarios tuyos”.

 

María Corina respira, piensa un poco, analiza: “¿Qué es lo que no entienden? Si mi propósito es liberar a Venezuela. Conquistar el sueño de construir una democracia en la cual todos, como nación, podamos tener libertad, autonomía y oportunidades ¿qué hay de malo en eso?”

 

Chávez sigue respondiendo con paciencia, como el buen maestro al alumno inteligente pero arisco: “ya no sé como decírtelo o explicarlo, tus posiciones como ‘la salida’, la transición o la renuncia y todo lo que esté en esa línea ni son convenientes, ni compartidas, ni apoyadas por las cúpulas, son las elecciones parlamentarias el único objetivo y lo que se interponga en ese camino se pone de lado. Tú dificultas todo y tienes agenda propia por eso estás inhabilitada, había que sacarte del juego, ¡más claro no canta un gallo!”

 

Hugo Chávez comprende bien con quién conversa, y señala: “Pero igual te vas a postular, ¿no? Y si no te aceptan ¿qué vas a hacer, impugnar?”

 

María Corina mira con firmeza al comandante, respira profundo la brisa que alivia el calor, afirma: “Me voy a postular, y el CNE está obligado a aceptar mi postulación”. Hace una breve pausa, una especie de ligera concesión y añade: “de todas formas los abogados están evaluando las opciones. Pero le reitero que no existe nada que impida mi inscripción como candidata; además los lapsos procesales me lo permiten”.

 

Chávez no tiene muchas ganas de seguir en esa discusión, cambia de tema y va a lo que vino. Retoma su rol y le pregunta María Corina “¿cómo percibes las políticas del gobierno?”

 

A Machado no le tiembla la voz, nunca le ha temblado, se siente cómoda, en su casa, en su elemento y, menos desconfiada, responde: “Mire, Chávez, la ineficacia de este Gobierno que nos dejó es vergonzosa, no pega una, los venezolanos sufrimos vejámenes a diario, cuando no es una cosa es otra. La economía, la educación, la salud, la sociedad, los valores, los principios, la ética, todo está devastado, desvalijado y ruinoso. Es realmente sorprendente la falta de capacidad” continúa María Corina sin pausa ni medias tintas: “he pedido a Maduro -por el bien del país- que renuncie y comience la transición hacia una mejor Venezuela que al principio usted idealizó y que después equivocó”.

 

El comandante, con molestia y disgusto, le reitera: “no insistas con ese discurso, es inviable, no existe manera de sustentarlo. Vamos directo a las elecciones  parlamentarias y nada las detendrá; a menos, claro, que se complique la situación con Guyana por lo del territorio Esequibo”. Continua tentando Hugo Chávez, ¿no puede ser que no le veas nada bueno al gobierno de Nicolás? Y responde María Corina inconmovible, fulminante, categórica sin titubear, “nada” y agrega: “todo tiempo pasado fue mejor”.

 

Chávez sorprendido de la contundencia, da un viraje y pregunta “¿Qué vas a hacer ahora sin plataforma parlamentaria y sin ningún representante afecto en la Asamblea?, la MUD los vetó a todos, ¿no?”.

 

La lideresa de Vente Venezuela no flaquea para responder, ella no es mujer de dudas, percibe que el presidente Chávez que tiene enfrente es el mismo de siempre pero es también el que algo aprendió en quince años de mando –llamarlo Gobierno es mucho llamarlo, piensa María Corina, Chávez no gobernaba, mandaba-, y se aviene a confiarle: “Bueno, Hugo Rafael –como lo llamaba Liliana-, solicitamos la legalización de nuestro partido político pero el CNE la negó, estamos evaluando qué hacer y cómo hacerlo. Por lo pronto me postulo y si el ministerio popular para asuntos electorales persiste y no acepta mi petición, los denunciaré internacionalmente y me dedicaré a hacer de Vente Venezuela una referencia política fuerte y vigorosa para competir contra los desmanes y abusos del oficialismo”

 

Chávez, incisivo y mordaz, recuerda: “Y a  los -no pocos- desesperados de la MUD no los olvidarás, me imagino, porque ellos no son tan inocentes de todo esto, ¿no te parece?”

 

María Corina no evade el reto, ha aprendido: “Si hay que luchar contra ellos, se luchará, pero le advierto que no es mi propósito ni intención ser factor de división”

 

Chávez no puede evitar la tentación de ser insistente, y le dice con tono un tanto burlón: “Por cierto por allí te quedan varios juicios pendientes, uno de ellos, por traición a la patria que está diferido en la Fiscalía, solicitado hace unos años por ciertos diputados de aquella Asamblea Nacional”.

 

A la dirigente el recuerdo no deja de molestarle, le desagrada, se crispa y responde con rudeza y voz altisonante: “no pierdo el tiempo hablando de desleales y perjuros, saltatalanqueras y ahora “y que líderes” de la MUD. ¡Que bajo hemos caído! La verdad nunca fui del agrado de ellos, desde que estábamos en Súmate no pueden verme ni en pintura. Pero igual si se plantea el juicio lo enfrentaré como lo he hecho siempre”.

 

La respuesta claramente se la esperaba el comandante, deja el tema de lado y pasa a otro que le interesa más: “¿Qué piensas de la resolución del CNE sobre igualdad de géneros?”

 

“Usted conoce bien”, responde ella quizás ya un poco cansada porque por muy enérgica que sea, el sueño pega. “La opinión que tengo sobre el CNE, es que es un apéndice del gobierno y harán lo imposible, incluyendo trampas, si son necesarias, para que el oficialismo triunfe, eso no es nuevo. De hecho el fraude -con las inhabilitaciones- comenzó para las parlamentarias. Pero algunos honorables que fueron incapaces de prevenir trucos y sorpresas porque tienen exigua materia gris, casi pierden la chaveta cuando salió el anuncio sobre la igualad de géneros, despotricaron contra la medida que los obligaba a reorganizar lo ya negociado, pero a mí en lo particular me encanta; por si usted lo ha olvidado en la oposición hay mujeres vergatarias, como las llamaría usted, presidente, y además me gusta porque especialmente los chavistas les tienen terror, pánico y culillo a las mujeres opositoras porque saben que no nos andamos por la ramas y somos nosotras quienes les han puesto siempre un parado, nosotras ni nos rendimos ni negociamos”.

 

Chávez le cambia el tercio consciente de que la mujer está agotada, le da combustible nuevo: “María Corina, el pueblo te percibe como sifrina y ricachona ¿no crees que deberías hacer algo para cambiar esa imagen?”

 

Pero Machado no se deja sorprender, responde de inmediato: “eso no es verdad, yo soy una mujer sencilla, pero supe aprovechar la oportunidad que me dio la vida y el sacrificio de mis padres, para educarme y así superarme –con esfuerzo- y eso precisamente es lo que más deseo para todos mis compatriotas. La única manera que conozco para destacarse en la vida es preparándose y no pidiendo limosna”. Y contraataca a su vez: “Usted es un buen ejemplo, ¿o no? Después del 4 de febrero se puso a estudiar y a prepararse, ¿cierto? Claro, se equivocó en lo que escogió aprender, pero al menos estudió”.

 

María Corina se espabila, se impone y le pregunta a Chávez: “esos discípulos suyos están perdidos, incluso diría que desesperados, ahora usan al Contralor para inhabilitar a medio mundo opositor, ¿qué piensa de eso?

 

El comandante no tiene una respuesta sencilla, se limita a contestar: “dentro de la constitución todo, fuera de ella nada”.

 

Pero Machado no va a dejar de lado el tema sin pelea: “¿y estas declaraciones de Almagro donde expresa que “las únicas inhabilitaciones las hace el pueblo”, pero Chávez se muestra prudente: “no lo conozco, ya veremos”, y regresa a lo local: “¿Es verdad que estás alejada de Leopoldo López?”

 

María Corina es rápida y directa en la respuesta,  “para nada, estamos más unidos que nunca. Somos sin duda el futuro de la Venezuela que tanto anhelamos”.

 

Chávez vuelve a cambiar de tema, ahora no se dirige a la adversaria sino a la mujer que respeta: “Oye, María Corina, ¿no te da un poco de temor todo esto?”

 

“Yo no le tengo miedo a nada ni a nadie, comandante”

 

“Lo sé, María Corina”, casi murmura Chávez, “y eso es lo que me da más miedo”

 

La madrugada concluye y comienza a aparecer el sol en el horizonte, pájaros, loros y guacharacas inician su canto mañanero, la vida comienza una vez más, un nuevo día empieza a iluminar las oscuridades venezolanas. No se ve a Hugo Rafael Chávez Frías por ninguna parte. María Corina suspira con profundidad, se hace la señal de la cruz y exclama. “Dios mío gracias por estar viva, ¡que pesadilla la que tuve anoche!” Lo malo es que no está en su cama sino en el mismo porche de antes, nadie sueña de pie.

 

@ArmandoMartini

Entre sueños y pesadillas: La revolución en tierra de Juan Bimba por Armando Martini Pietri

RamosAllup

 

Por allá en la sede del partido blanco -¡cuántas cosas podrían contar esas paredes!- y de Juan Bimba, de silencios que en las soledades de las madrugadas se desahogan, hogar del recuerdo imborrable de Rómulo Betancourt, lleno de historias y fantasmas, se encontraba meditando –planificando, más bien, calculando, analizando, como hace permanentemente- el eternizado secretario general del partido cuando de repente se aparece la figura física del también eterno comandante Hugo Chávez. Quien en vida fuera Presidente y en muerte es recuerdo empecinadamente sostenido, vestía con liquiliqui como en los viejos tiempos entre Ramo Verde y Miraflores.

Henry Ramos Allup se quedó un par de segundos estupefacto pero rápidamente plantó cara y, en actitud retadora y con voz categórica, invocó de inmediato al espíritu de nada menos y nada más que al negro Encarnación y exclamó: “¡Negro ayúdame que Hugo vino a buscarme!”

Chávez riendo a carcajadas exclama: “Ramos, quédate tranquilo que Encarnación no viene, ya se convirtió al chavismo como la gran mayoría de los adecos”.

Ramos Allup, que siempre tiene respuesta rápida para todo, ripostó con voz calmada: “como decía Rómulo, adeco es adeco hasta que se muere, y yo añado que después que se muere sigue siéndolo”.

Henry Ramos se afirma en su sillón y marca el paso: “Francamente, Chávez, es una sorpresa, ¿qué haces por aquí? La verdad no creo que quieras inscribirse en…”

Chávez, que también tiene lo suyo y es veterano lo interrumpe: “Vine a conversar contigo un rato, ¿acaso no podemos dialogar?”

Ramos se repatinga en el sillón y desembucha: “¿Quieres que hablemos de su pupilo? ¡Puedo contarle muchas cosas!”

“No”, cortó tajante el comandante, “Deja tranquilo a Nicolás, que ya tiene bastantes rollos. Quiero apelar a tu conocimiento político, a tu veteranía, ¿cómo ves eso de la tercera vía?.

El líder adeco con su característica ironía contesta de inmediato: “No chico no te preocupes, esos son los que no salen ni están en nada, los frustrados y envidiosos. Tú lo sabes, fuiste uno de ellos. Además, comandante repito como loro lo que usted siempre decía: quedarán como “polvo cósmico” quienes se atrevan lanzarse fuera de la MUD-PSUV. Nosotros somos los que mandamos y por eso a la final polarizamos. Acaparamos entre nosotros, aquí no hay pa’más nadie, gústele a quien le guste y parézcale a quien le parezca”

“¿Y qué te parece la actitud de Henry Falcón?”, pregunta Chávez

“Guabinoso siempre resbaladizo”, responde rápido Ramos, “pero los resbaladizos también se pueden caer y se dan su culazo, ¿no le parece, Comandante?”

El ex presidente se queda en silencio por un momento, entrecierra los ojos, se frota las sienes con los dedos, suspira, mira a Ramos con expresión entre seria y dubitativa interroga: “¿Porque tú dices que la revolución entregó el Esequibo si nosotros nos plantamos con honor y dignidad ante Guyana?

“Bueno, Comandante”, se enseria el líder adeco, “es que resulta y acontece que usted nunca dijo mucho sobre el tema, casi que lo silenció por su delirio de la patria grande, ¿se acuerda?, y para colmo de males envió al Maduro, que actuaba como Canciller en 2013, a visitar Guyana y nada dijo sobre las perforaciones petroleras y otros proyectos con empresas americanas y chinas, y me va a perdonar pero ése es un silencio cómplice, casi criminal y traidor, para que ahora vengan a darse golpes de pecho”.

Chávez se desabotona el cuello del liquiliqui, resopla aliviado y sigue con lo mismo pero por un camino alterno más manejable: “Henry, ¿qué te pareció el discurso de Maduro con respecto al problema del Esequibo?”

El representante blanco, acostumbrado a ser directo, no vacila mucho y embiste: “Mire, comandante, Maduro es un bate quebrado que habla mucho y nada dice. Le dije al Diputado Zambrano que le trasmitiera e hiciera referencia a la experiencia de la Rebelión del Rupunnini y cuando comenzó a hacerlo, Maduro lo interrumpió y le dijo: ‘ya lo sé, es una canción nativa de la salsa guyanesa’, ¿en qué estabas pensando cuando lo designaste heredero? ¡En la MUD de vaina no montamos una fiestón!”

Chávez no sonríe pero se va por otra tangente, se saca de adentro una sonrisa de apariencia y exclama “¡la verdad es que tu eres un inventa cuentos, Ramos! Pero hay que escucharte con cuidado, eres peligroso, me dan más bien pena esos carajitos de la MUD negociando contigo”.

Chávez cambia nuevamente el gesto, cambia el tema, curioso: “Explícame eso de la alianza del huevo frito”

Ramos Allup se sorprende y sonríe socarrón: “Carajo, Presidente, usted se entera de todo”, hace una breve pausa, ajusta ideas y explica: “Es sencillo, los de Un Nuevo Tiempo, que son en realidad viejos adecos, y los de Primero Justicia, que son calderistas del siglo XXI, hicimos un pacto para apoderarnos de la MUD porque la verdad es que los partidos pequeños, que no hacen nada sino ladillar –y me perdona la expresión-, querían puestos salidores y ni de vaina lo íbamos a aceptar, ya usted hizo algo parecido con su Polo Patriótico, ¿no?, y los arrogantes Leopoldo, María Corina y Antonio -que después de viejo se las tira de muchacho- querían la fulana “salida” y usted entiende mejor que nadie, que no podíamos ni podemos aceptar esa vaina. Los compromisos se respetan inclusive hasta después de la muerte. Las elecciones parlamentarias son la prioridad, lo demás es paja. Y lo que se interponga lo apartamos. Más nada”.

Sonriente el supremo comandante, que sintió compromiso y sinceridad en las palabras del adversario, de nuevo quiso saber: “¿Qué opinas de las declaraciones de este muchacho Stalin en Quinto Día? Primero dice que ‘ganarán las parlamentarias pero que si las pierden no es una tragedia’ y después parece que no sabe a quién complacer, dijo que ‘Henry Ramos tiene méritos para presidir la Asamblea, como también Julio Borges, Enrique Márquez y Roberto Enríquez’, cómo es eso, tú vales tanto como el jefe de lo que va quedando de Copei?”

El secretario general pone su eficiente sonrisa de compromiso y explica que  “ese muchacho es eso, un muchacho insubstancial que se cree gran cosa y la verdad es que no sabe nada, todavía le falta mucho burdel. ¿Cómo se le ocurre adelantar nuestra estrategia? La idea si no ganamos es cantar fraude y luego aceptar los resultados como siempre lo hemos hecho, y como decía alguno alguna vez: “hay que darle carnita a la gente, que disfruten la pelea pero sin tener que saquear”. Y con respecto a la segunda pregunta, el ambicioso de Enríquez no ganará jamás el circuito del 23 de Enero, tontamente se descartó a sí mismo; Borges jamás será aceptado por Diosdado ni Maduro, a pesar de que José Vicente lo recomiende ampliamente. Márquez es zuliano, responde y hace lo que le ordene Rosales –adeco, ¿recuerdas?-. El único que es aceptado por todos y está capacitado para presidir la Asamblea Nacional soy yo y nadie más, ¿no estás de acuerdo?”

Chávez  responde a la pregunta con otra: “Después de tanto que me criticaste ¿quieres eternizarte como secretario general de AD?”  Ramos no se deja pasar la recta, y batea: “No es que yo quiera morirme en el cargo, es que en AD al igual que en tu PSUV, no hay nadie que pueda sustituirnos, eso sin contar con que Primero Justicia también hace lo mismo; o, mejor dicho, lo hace Julio Borges, que ése sí que ha aprendido mucho”.

Chávez se ríe, “¡qué raro verte tan amiguito de la gente de Primero Justicia después que los criticaste e insultaste llamándolos pechugones, mariposones y petimetres!”. Ramos se mueve incómodo, “Ésas son vainas que se dicen dependiendo del momento, creí que se había olvidado; ahora somos super panas y ellos me han perdonado como lo han hecho con otros”

Al comandante le cambia el gesto, casi pierde los tiempos y gruñe: “A veces se perdonan hasta las traiciones y se les dan votos de confianza a los que andan saltando de un lado a otro, uno aprende que en política como en el amor se vale todo; pero al menos hay tipos como tú y como yo, que no cambiamos partidos”. Se detiene, cambia el tercio, “Oye, Henry, hablando de otra cosa, ¿qué piensas de las candidaturas de Henrique Capriles, Leopoldo López y María Corina Machado?”

Ramos Allup nunca ha sido de los que se resbalan en lo seco: “Mira Chávez, no me vas hacer caer en ese trapo rojo. Para mi ninguno está preparado pero no voy a opinar a destiempo y ahora es que falta para ese tema. Así que paso y gano. Lo que sí le aconsejaría a María Corina es que aproveche el año de inhabilitación para dedicarse a fortalecer su partido, ella ha perdido gente valiosa”.

Chávez saca un paquete más o menos arrugado de cigarrillos, se lleva uno a la boca, se palpa los bolsillos buscando un yesquero que no encuentra, desecha el cigarrillo sobre el escritorio. “Esa vaina da cáncer”, apunta no sin mala intención el dirigente adeco. Chávez no se inmuta, “ya eso dejó de preocuparme, mira, otra cosa, ¿qué piensas de las elecciones primarias de la MUD y las del PSUV?”

El secretario general agarra el fly a la altura del pecho y responde con firmeza: “con respecto a las primarias de la MUD, ¡hasta usted debe reconocerlo!, un éxito total, superaron todas las expectativas, no pudieron estar mejor; y en las de tu partido, ¡lo sabes bien!, allí hubo fraude y pronto presentaré las pruebas.»

Chávez lo mira fijo y le advierte, “No digas pendejadas, Henry, que no soy reportero de El Nacional, no tienes nada que exhibir. Pero dime otra cosa, aquí, entre nosotros, ¿quién crees que ganará las elecciones parlamentarias?”

“Tema difícil y complicado”, reconoce Ramos Allup mientras mira con disimulo el reloj, “falta mucho tiempo pero las encuestas, todas incluyendo las que ustedes hacen, nos dan ganadores por más de 20 puntos de diferencia. Pero eso puede cambiar con el ventajismo insolente y desproporcionado que hacen contra la oposición. En nuestra época lo hacíamos parecido pero con mas decoro y pudor, con mejor fachada democrática”

Retumba un trueno durísimo y comienza a caer un palo de agua, Henry ve para todos lados y se ve solo, se incorpora sin saber muy bien qué hacer; suena el teléfono y contesta entre molesto y aliviado: “Aló, ¿quién es?”

Una voz responde: “Es Luis Aquiles, ya es tarde y me voy a casa”. Henry Ramos Allup respira hondo, parpadea y recupera su tranquilidad: “Ok, también voy saliendo, tengo visitas en casa y Diana se va a molestar si llego tarde”

En eso otro estruendo estremece el ambiente y hace titilar las luces; entre sombras aparece el negro Encarnación Rivas. Ramos se siente en confianza, “Coño, negro, bien bueno que apareciste, te andaba buscando, por ahí anda Chávez, ¿te imaginas?”

El Negro Encarnación, inmutable, parece esfumarse en la oscuridad mientras comenta: “Ya se fue y yo también me voy”. Sonriente Henry mientras recoge unos papeles, se despide: “Bueno, Negro, siempre es un placer verte, no te pierdas, por estos lados sigues haciendo falta, un saludo”. Encarnación desaparece murmurando: “Chao, Henry, ¡hasta la victoria siempre!”

 

@ArmandoMartini

Entre sueños y pesadillas: El comandante eterno visita a quien pudo ser y no fue su camarada por Armando Martini Pietri

FEDECAMARAS2

 

Quien no crea que los muertos siguen viviendo en los afanes y almas de los vivos, entre quienes hay, no lo olviden, muchos que están muertos en vida, zombies del talento y de la actitud, que no lea esta crónica. Les narré la semana pasada la visita del Comandante Chávez al resignado chavista Juvenal, y muchos me han escrito tomándose la cosa a broma, otros preocupados, algunos escépticos; unos pocos, los menos pero también los más perceptivos, han querido saber si fue una visita casual, un sueño, una pesadilla, o es que el alma de Chávez anda deambulando, vigilando lo que dejó.

No fue, -en nuestra opinión-, un evento casual, y una señal es que el comandante volvió a aparecérsele a un vivo muy vivaz y activo, a un venezolano que inició sus andanzas políticas en aquella Causa R diseñada y organizada por el dirigente comunista Alfredo Maneiro, lamentablemente fallecido tras desarrollar una amplia actividad política e ideológica en la Guayana obrera de las empresas básicas. Hijos del empeño y liderazgo de Alfredo Maneiro son, por ejemplo, Andrés Velásquez y Alfredo Ramos, ya veteranos dirigentes sindicalistas, forjadores junto con Maneiro del batallador sindicato, hoy mediocrizado por el chavismo, el Sindicato Único de Trabajadores Siderúrgicos y Similares, SUTISS.

 

Título de caja

Alfredo Maneiro y Andrés Velásquez, experto técnico siderúrgico, no se detuvieron en lo sindical. Fueron más allá, fundaron un partido juntos que se llamó y se sigue llamando Causa R, junto con una generación de la cual formaban parte jóvenes para esa época esperanzadores, como Pablo Medina, Aristóbulo Istúriz, José Albornoz, y otros entonces no tan jóvenes, ya desesperanzados pero con inercia política como Alí Rodríguez Araque y Lucas Matheus.

En aquellos ya remotos tiempos, uno de los jóvenes más talentosos y llamativos de Guayana y de la Causa R entendió que el partidismo no era su mejor camino y con su capacidad y formación abrió rutas por vías diferentes, y en estos días está entregando los mandos de Fedecámaras, que desde 1944 defiende, supervisa y promueve el desarrollo del empresariado venezolano y que fue, durante décadas, una de las tres grandes patas de la democracia en el país: partidos políticos, sindicalismo y empresariado. Mientras esos soportes existieron y fueron capaces de renovarse, el país prosperó; cuando se burocratizaron y fosilizaron, se abrió paso al chavismo. 

Ese joven era y sigue siendo, cuarenta años después, un emprendedor, y los partidos políticos a veces los frenan, apaciguan, los apartan y hasta discriminan. Terminó apartándose de lo partidista –que no de lo político, que es mucho más-, se lanzó a forjar su propio futuro y a aportar en el desarrollo del país en el retador ambiente empresarial y aprendió a fortalecer el éxito día tras día. Como emprendedor ha sido un triunfador que batalla permanentemente, como debe hacer todo empresario, y como político desarrolló una carrera ascendente que lo llevó a ser diputado al Congreso Nacional en el año 1994 y en el año 2013 a la máxima jerarquía empresarial, que en los próximos días, concluido su difícil período, entrega a su sucesor.

Jorge Roig estaba meditando en su oficina en el edificio Fedecámaras, despacho confortable pero no derrochador de lujos, sobre sus pasos a partir de la próxima semana, ya liberado de las exigencias de la presidencia gremial, cuando levantó la mirada hacia la galería de cuadros de los ex presidentes y, súbitamente, entre ellos le pareció ver a Hugo Chávez. Sorprendido, incrédulo, abrumado y hasta temeroso, sólo se le ocurrió preguntar “¿Chávez? ¿Es usted, Presidente?”

La imagen era muy real y se le acercó, no con uniforme militar ni boina roja, sino vestido de Presidente, traje azul oscuro, corbata de seda roja, pero la misma mirada aguda de quien no se pierde detalle.

“Sí”, respondió con la conocida voz firme de barítono, “Soy yo, vengo a visitarte porque ando preocupado”.

Roig, en su silla ejecutiva, se debatía entre invitarlo a sentarse o ponerse él de pié, y optó por esto último. “Preocupado, señor Presidente?”, atinó a preguntar, “¿Cómo es eso?”

“En estos días estuve conversando sobre economía con Juvenal, un humilde compatriota amigo y trabajador, y quedé francamente preocupado”. Responde Chávez casi como meditando. “¿Juvenal”?, se desconcierta Roig, “¿cuál Juvenal el que vive Catia?”. Chávez hace un gesto entre apartando un pensamiento y comprensivo, “No lo conoces, Jorge, está muy lejos de ti y de esta oficina”.

Chávez retoma la dirección que inició y le indica “Roig, a pesar de nuestras diferencias serias y profundas sobre la concepción ideológica y la visión económica, quiero que conversemos, pero te adelanto que no estoy renunciando a mis convicciones socialistas y bolivarianas del siglo XXI”.

“Ni yo a las mías, Presidente”, responde Roig, “pero que tengamos ideologías y perspectivas diferentes no significa que no podamos dialogar, ¿verdad? Eso mismo que usted siempre entendió y nunca practicó, y que su heredero parece que le tiene miedo y también propone pero después se hace el sordo”.

“Bueno”, respondió Chávez mirando hacia la ventana con el paisaje caraqueño, “Nicolás siempre ha sido de mucho hablar y no decir nada o muy poco”.

Chávez recuerda súbitamente algo y pregunta: “¿Qué vas a hacer después que dejes la presidencia de Fedecámaras?” Roig responde con rapidez, sabe ya lo que va a hacer: “Presidente, en los próximos dos años voy a estar viajando a Ginebra como miembro en la Organización Internacional del Trabajo, usted sabe, la OIT,  y por supuesto siempre pendiente de los acontecimientos nacionales; y de mis propios negocios, tengo que producir”.

“¿Qué piensas de la campañita perturbadora de la gente de Miami, la guerra económica y lo de Dólar Today?” Roig no se sobresalta, conoce la única respuesta real: “Comandante, lo de la guerra económica es una pendejada perniciosa, y Dólar Today  existe por la falta de información y el secretismo del Gobierno que usted nos dejó, el Presidente Maduro decidió o le aconsejaron de la inconveniencia de sincerar la política monetaria y económica y terminó entrampado en sus propias palabras y ahora ni el Ministro de Finanzas ni el presidente del Banco Central saben qué hacer para salir de este atolladero en que estamos los venezolanos y que difícil y duro será salir.

Roig se anima y desarrolla: “Mire, comandante, si bien es cierto que hay empresarios delincuentes y maulas, de nuestro lado y del de ustedes, reconozca que siempre hemos pedido, primero a usted y después al Presidente Maduro, que digan quiénes son esos corruptos con nombres y apellidos y que se les castigue. Pero pasó usted, se fue y seguimos sin saber quiénes se robaron los 25 mil millones de dólares; yo le reconozco que hay chavistas como Giordani que denunciaron los robos, reconózcame usted que lo que hicieron del lado suyo fue apartarlos, echarlos afuera, ¿o no fue verdad?”

“Yo hubiera actuado distinto”, murmura Chávez, “Nicolás tiene su estilo”

“Mire, Presidente, perdone que lo interrumpa, pero el estilo de Maduro es inventar fantasías y hablar, eso de la guerra económica es pura fantasía, es no querer reconocer que la Venezuela que usted tuvo en sus manos ya no produce nada, ordenó que lo ocuparan todo, ¿se acuerda aquél domingo con el “exprópiese” en la Plaza Bolívar, y cuando acabó con los cultivos del sur del Lago de Maracaibo para que los rusos cultivaran plátanos y hoy no hay ni rusos ni plátanos? Maduro ni produce ni expropia ni nada, ésa es la guerra económica, que ya no hay nada”.

Chávez camina pesadamente un poco, se acerca a los cuadros, los va viendo uno a uno, se detiene, mira a Roig que se ha vuelto a sentar. “Oye, Jorge, ¿tienes una malta fría?, me provocó”.

Jorge Roig, con gesto apenado, le responde “alguna quizás quede por ahí, su heredero no les da divisas y Polar cada vez produce menos, déjeme mandar a buscar a ver si conseguimos”.

Chávez sonríe, resignado, se le mueve la mejilla izquierda, se acerca y se sienta en una de las sillas ejecutivas. “Jorge, tu nunca serás Presidente de este país, a pesar de tu pasado izquierdoso y el sabor popular que le imprimiste a Fedecámaras hoy perteneces a la oligarca y éste es un pueblo revolucionario; pero supongamos por un momento que llegaras a Miraflores, ¿Qué harías, qué recomendarías?”

Roig no puede evitar sonreírse, ¡lo ha dicho tantas veces y como respuesta sólo ha recibido insultos y amenazas”, “Presidente, sin duda, ¡lo que haría y exhortaría seria todo lo contrario a lo que el gobierno de Maduro está haciendo! Se lo he dicho de mil maneras, y él nos acusa de conspiradores y enemigos; hablando de diálogo, lo invité a la Asamblea Anual de Fedecámaras, pero no creo que vaya; nos llama al diálogo y al día siguiente nos insulta, no hay quien lo entienda”.

Se abre de repente la puerta y se asoma Ciro García con la sonrisa escondida entre bigotes, “¡presidente, disculpe que lo interrumpa, conseguimos una maltica, la trajo el motorizado!”; entra un par de pasos, se detiene, un poco extrañado, “¿Qué te pasa, Jorge? ¡Estás como si hubieras visto un fantasma!”

“¿No lo ves?”

“¿A quién?” pregunta Ciro que siempre ha sido un tanto despistado.

Jorge Roig se reacomoda en la silla ejecutiva, carraspea y traga grueso “nada, Ciro, aquí terminando el discurso”.

@ArmandoMartini

Entre sueños y pesadillas por Armando Martini Pietri

Patria

 

Hugo Chávez sigue vivo en recuerdos y remembranzas de sus fieles, pero son los errores del madurismo los que hacen recordarlo con melancolía, y hasta la oposición lamenta su ausencia.

¿Qué le diría uno de esos venezolanos sencillos y cándidos a Chávez sobre lo que está pasando?

Imaginemos por un momento que un encuentro así pudiera producirse.

Juvenal –por llamarlo de alguna manera-  hombre de pueblo y perspicaz, después de un arduo y largo día descansa como es su costumbre en su hamaca disfrutando del atardecer y el aire fresco. Dormita cuando de repente y de la nada aparece la figura de Hugo Chávez.

Sorprendido, dudando entre sueño o realidad,  un tanto turulato sólo atina a preguntar: ¿comandante cómo está?

Chávez sonríe ligeramente y contesta: “quiero saber cómo ves las cosas en la patria de Bolívar”. Y agrega: “eso sí, camarada, con sinceridad, la verdad pues”

Juvenal se espabila y responde: “seguro, mi comandante, eche pa´fuera que soy todo oídos”

Chávez se pone serio y pregunta: “¿Juvenal cómo está la cosa?”

El hombre se yergue en el chinchorro, reflexiona, contesta: “con sinceridad, la cosa no esta buena, está candela, muy mal; el que usted nos dejó promete y promete y dice que tenemos patria, pero le voy a decir una cosa y usted lo entiende; es difícil convencer al portugués del abasto con ese discursito para clavarle un fiao, además el portu también anda como caprilito arrecho y pensando en regresarse a Madeira.»

Hugo Chávez mueve el cachete izquierdo con su tic característico, y cambia de tema: “¿cómo está la salud?”

Juvenal pensativo responde: “Bueno camarita, de salud, no soy ningún muchacho pero como toro cansado, resoplo y aguanto. La salud de los demás depende de cada uno, porque los remedios no se consiguen, en las farmacias no hay ni aspirina; mi comadre Coromoto anda de farmacia en farmacia buscando un remedio para el compadre y nada que lo encuentra. Maduro lleva como cuatro ministros de salud y se le pudren, las cosas no mejoran sino que empeoran. Me cuentan camaradas enfermos o con parientes fregados de salud que la atención en los hospitales y dispensarios está de lo peor y parece que desbarataron todo, no hay utensilios ni material médico, el Gobierno compra poquitos y siempre faltan, y los que hay, se los roban.

Con el rostro serio, Chávez insiste: “¿Y Barrio Adentro?”

Juvenal se siente incómodo, no es fácil darle malas noticias a quien se quiere: “Bueno, comandante, los que no están cerrados están igual de mal, siguen curando con pastillitas y buenas intenciones”.

A Chávez se le amarga el gesto pero cambia de tema, “¿y Maduro cómo se está portando?”

A Juvenal le da como pena, duda, ¿cómo decirle sin ofenderlo que se equivocó?, baja la mirada: “no le ha salido ni una cana, se casó con Cilia y está más gordo, la buena vida, habla más que usted y se la pasa viajando con toda la familia. Claro, familia que viaja unida permanece unida y trabaja junta, están por todos los cargos del gobierno. Al único que dejó fue al marido de la hija de usted, algo es algo, ¿no?”

Chávez va a hablar pero Juvenal lo interrumpe: “en lo que sí es bueno es en inventar que todos están contra él y pelea con medio mundo y encima dice y dice que hace lo que usted hubiera hecho, pero si a usted le hacían poco caso, a él ninguno por lo que se ve; además, tampoco lo hace.»

Curioso, Chávez pregunta: “¿Por qué no le dices presidente?”

Juvenal casi murmura “primeramente no es por nada malo que no le digo Presidente, pero es que soy chavista de uña en el rabo; además, Presidente era usted, éste nadie sabe qué es de verdad”.

Chávez sonríe Juvenal se anima y se va por peteneras, “comandante ¡que vaina nos echó con lo RCTV!, no sabe cuánta falta nos hacen las novelas y Radio Rochela, y no hay vaina mas fastidiosa que VTV. Por cierto, ¿usted por un casual no ha visto el programa de Maduro los martes, aparte de que habla y habla todos los días, se la pasa peleando, con el imperio, con los españoles, los oligarcas y pelucones, la Polar y su oso, los empresarios, Fedecámaras, con los colombianos, pero en cambio se está dejando quitar el mar y el petróleo por los negritos de Guyana, pero dice que la culpa de todo es de una cosa que llama la derecha oligarca y de unos pelucones que nadie sabe quiénes son”. Toma aire y amarra la cara “a cada rato amenaza que hará anuncios importantísimos y después no dice nada y estoy muy viejo para que me estén mamando gallo”.

Juvenal se saca un pañuelo, se seca el sudor, se ve que tiene algo más atravesado y suelta: “le amelló la hojilla a Mario Silva pero le dio un garrote al camarada Cabello, ¿usted se lo imagina hablando por televisión?, no lo va a creer, pero tiene un programa con el mazo dando, y se pelea con el mundo, los marcianos y no hay escuálido que se salve, y ahora está demandando a periódicos y páginas de internet y los tiene engrinchados, ¿usted no cree que ésa es una pendejera?”

El comandante se pone circunspecto y lanza otra rabo’e cochino: “¿y la economía, cómo anda?”

En un arranque de sinceridad Juvenal intenta explicar: “no entiendo mucho de eso, lo que sí sé, es que dólares no hay y bolívares más bien pocos; que si PIB, si los bonos, o de porcentajes y deuda interna y externa, el mercado libre, el comunismo y el capitalismo,  pero los mismos de siempre estamos peor que nunca, los economistas hablan mucho,  salen en los periódicos y no resuelven nada ni Maduro les hace caso, pero lo que sí me consta es que con él se gana menos, hay que hacer cola para todo y nada se consigue, Nicolás promete cosas, ofrece millones, y nada hace pero si amenaza a todo el mundo de ponerlo preso, ¡hasta al oso de la Polar está en la lista! Por acabar está acabando con todo, con la Harina Pan, con la caña barata y hasta con el PSUV, ha botado a un gentío y los que no, se han ido del partido empezando con el viejito aquél de apellido italiano que nunca hablaba pero cuando hablaba cerraban compañías y había más desempleados, ¿se acuerda?”.

Aclarado eso continua Juvenal: “Maduro habla de cosas como la derecha apátrida, dólar tudéi, la oligarquía, pelucones y que los empresarios privados lo quieren tumbar, tienen una guerra económica sin cuartel porque no quieren al gobierno bolivariano, uno anda asustado”.

Juvenal reflexiona un momento, se pone de pie, y sigue: “La vaina esta fea, comandante, para serle franco. No hay pañales ni leche y parece que tampoco lo que llaman modess se lo digo -total yo no uso de eso-, pero mi nieta Adelina si, un sinvergüenza me la preñó y no consigue nada y he tenido que comprárselos al doble y mas del precio a unos carajos que llaman bachaqueros. Maduro dice que son infiltrados de la derecha, pero son los únicos que ganan centavos ahora porque hasta la derecha les paga para bachaquear, ¡no me extrañaría nada!”

Mira a Chávez directamente: “Esas colas, comandante, son grandísimas para comprar la comida, todos los días y en todas partes, en los supermercados y en los que usted abrió, y encima uno sólo puede comprar por el número de la cédula menos los bachaqueros que sí compran todos los días porque son familias enteras haya sol o haya lluvia… la gente suda mucho, pero con todo y colas lo cierto es que no se encuentra ni carne ni pollos ni jabón , ni papel tualé; tampoco hay desodorante aunque eso no me afecta –uso bicarbonato, cuando lo consigo, y si no talco, aunque se consigue menos- la harina pan no hay pero fíjese si ese oso es maluco, hay en Colombia y ahora parece que en Texas también, esa parte de gringolandia donde vive  Bush, aquel que olía a azufre, ¿se acuerda de él?”.

Juvenal está embalado y sigue: “Los reales no alcanzan para nada y mi mujer se la pasa pidiendo plata todo el día. Pero usted sabe, comandante, las mujeres son exageradas y gastivas la mía más que ninguna, yo le dije que se metiera a bachaquera y creo que lo está pensando”. Y se extiende: “Maduro dice que es que los comerciantes son unos especuladores y abusadores, que el gobierno les da los verdes a 6,30 y los venden y que a 400 y más, a lo mejor es verdad, también amenaza con dar nombres pero sólo habla de la Polar, pero yo lo que sé es que verdes no tengo y bolívares es como si no los tuviera”. Se detiene un momento, toma aire de nuevo y concluye: “Lo que te puedo decir, comandante eterno, es que esto desde que te fuiste, lo volvieron guate esto es un guatero por todos lados”.

Chávez se nota molesto y con el ceño fruncido pregunta “¿y cómo está la política social?

Juvenal siente en la voz del Jefe la contrariedad y busca aliviarlo: “no todo es tan malo como parece, los PDVAL, pdevalitos, bicentenarios, funcionan, en todos hay sus colas y gente molesta cédula en mano porque ahí están pero tampoco se consigue mucho”.

Juvenal siente que es un chavista presentando un informe serio a su comandante en jefe-eterno: “las misiones parece que funcionan más o menos. Aquí en casa usamos varias y a mi nieta Adelina le ando buscando una, pero los camaradas son lentos. La Misión Vivienda es una esperanza, pero con el detallito que dejaron meterse a malandros junto con gente decente que tiene que vivir encerrada en los apartamentos, igualito que en los barrios pues”.

Chávez suspira y mira con cierta esperanza a Juvenal: “compai ¿no tienes cafecito colado?” Juvenal pone cara triste: “que pena comandante eterno, si me hubiera avisado que venía hubiera zarandeado y bachaqueado un poquito pa’ conseguite, tengo tiempo que no cuelo café, ya casi ni me acuerdo a qué sabe”.

Chávez se resigna “bueno, pues nada, no importa y ¿cómo está el PSUV, la MUD y en general la política venezolana?».

Juvenal que ya paso el trago amargo de no tener café que brindar al propio comandante supremo, se toma en serio la cuestión y comienza: “al PSUV lo tiene Diosdado como una hojilla, afilado y aceitadito. Y la combinación con Ameliach y Jorgito como organizador y jefe de campaña no hay pa’ nadie, son unos verdugos”.

A Juvenal, como buen militante, le gusta hablar del partido, y siente que está enterado y quiere dar un informe completo al fundador. “Volviendo al tema del PSUV, muy bien, Diosdado montó las primarias en todos los circuitos menos en los puestos que son para los camaradas más importantes en las listas, igualito que la oposición, esos se repartieron casi todos los puestos y pusieron a pelear a unos bolsas en 33 circuitos y además les cobraron unos reales, ¡qué barbaridad, Dios mío! Por cierto, mi eterno, los escuálidos sacaron y que 600 mil votos y los compatriotas rojitos llegamos a 3 millones y pico de votos. Aunque pa’ serle sincero me dicen que no son todos los que están”.

Juvenal chasquea la boca y sigue: “en general el partido y la MUD están bien, hacen más o menos lo mismo con ciertas diferencias que casi no se ven y los dos dicen que son progresistas y socialistas, los de la MUD quieren hacernos creer que son el mismo mono con un cachimbo mejor, creyendo que somos pendejos;  Hugo Rafael me quito el sombrero, eres un fenómeno, hiciste al PSUV y la MUD a tu semejanza y conveniencia”.

Juvenal no toma pausa, sigue con su informe general. “Pero ¿sabe qué me preocupa? Que los ni-ni son más del 50%. El pueblo lo que está pendiente es de la inseguridad, la escasez, la comida, los remedios, la subida de precios -por cierto, pa’ que lo sepa, ¡hasta en los mercados populares están abusando y especulando con los precios, si puede métale el ojo a eso urgente que se le puede formar una lavativa!. Y el PSUV y la MUD sólo pendientes de que sus amigos y afectos salgan de diputados”.

“¿Cómo es eso que todo el mundo se quiere ir para otro país?”, preguntó Chávez que ahora ya no sonreía.

“Sí, mi súper eterno, se quieren ir para otro país y hay uno que es muy solicitado, el Carajo. Todo el mundo dice que se va para el carajo, a veces hasta me provoca conocerlo. Cada vez que se lee, se ve y oye la noticia de que alguien fue asaltado, robado, secuestrado o asesinado el grito es: ¡me voy pal’ carajo, no aguanto más esta vaina! Pero tú sabes cómo es, son los medios traidores de la oligarquía que hacen que uno tenga la sensación de inseguridad; se lo digo porque yo no la tenía, hasta que me robaron y de vaina no me matan”.

Chávez se ve nervioso, “¿qué crees que hay que hacer?”

Entonces se aparece con un poquito de café aguado Matildita, la mujer de Juvenal y habla con firmeza: “hay que hacer lo que dijo Tibisay y más nada: que se vayan todos y dejen esto en manos de las mujeres, que sí le sacamos el jugo a la platica y sabemos cómo poner orden!”

Juvenal se empina en la hamaca sobresaltado, Chávez ya no está “¿Dónde está comandante? ¿Se fue de repente? ¿Algo lo molestó?” Agarra el pocillito con café y acusa a la mujer: “carajo me lo espantaste, mujer”. Se da cuenta que en el piso hay varias bolsas plásticas llenas de harina pan, mazeite y toallas femeninas. Entonces, justo en ese momento, se fue la luz.

 

@ArmandoMartini