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Santiago García Jun 05, 2019 | Actualizado hace 2 semanas
¿Necesitamos más muertos?

«EL PROBLEMA ES QUE NO HAN TERMINADO DE CAER SUFICIENTES MUERTOS».  Estas son las palabras con las que Pedro –un viejo amigo de la infancia- se refiere al proceso político que se ha llevado a cabo recientemente en el país. En las últimas semanas he escuchado frases similares en diferentes conversaciones. Parece que la efectividad de las protestas, o su capacidad para generar un cambio político, se cuantifica por medio de la violencia que se despliegue, o bien en el número de muertos que surjan de estas.

Ante los acontecimientos llevados a cabo en los últimos años, resulta ingenuo pensar que los conflictos sociales y políticos que atraviesa el país se pueden resolver sin conflicto. El promover un cambio se vuelve más necesario cada día, y los mecanismos completamente pacíficos lastimosamente han resultado inefectivos. Cabe entonces preguntarse: ¿Cuál es el papel de la sociedad civil ante este panorama? ¿Qué estrategias se deben tomar para promover un cambio? Una primera idea que puede venir a la cabeza es: “Vamos a armarnos, si el diálogo no ha resultado, la única opción es el enfrentamiento”.

Quisiera en primer lugar desmentir esta lógica, y en segundo lugar exponer la alternativa -que en mi opinión- resultaría la más adecuada como línea de acción para la sociedad civil.

Diversos análisis han encontrado como la resistencia civil no violenta, es más efectiva a la hora de promover cambios sociales y políticos que los movimientos armados. María Stephan y Erica Chenoweth, realizan un análisis de 323 movimientos violentos y no violentos a lo largo del mundo, entre los años 1900 y 2006. Todos estos promovían cambios gubernamentales en regímenes autoritarios. Sorprendentemente, encontraron que los movimientos no violentos, tenían una probabilidad de éxito de 53%, en comparación a los violentos, cuya probabilidad de éxito era de apenas un 26%. Por el otro lado, los movimientos violentos fracasaban en un 61% de los casos y los no violentos sólo fracasaban en un 21%. El porcentaje restante hace referencia a éxitos parciales, donde el 26% de los movimientos no violentos y el 13% de los violentos lograban parcialmente sus objetivos.

En las últimas décadas esto se ha demostrado en casos como el de Filipinas en 1986, Chile en 1988, Polonia en 1989, Sudáfrica en 1994, Serbia en el 2000, y Túnez en el 2011. En los cuales diversos tipos de resistencia civil, se consideraron los movimientos causantes de cambios políticos en pro de la democracia.

La razón de esto es que los movimientos no violentos tienen más probabilidades de obtener el apoyo de las fuerzas policiales o militares del país. Éstas, son uno de los pilares fundamentales sobre los que se sostienen las figuras de autoridad, dado que son las encargadas de acabar con las manifestaciones de desobediencia civil. El apoyo de los agentes de seguridad se considera un factor fundamental a la hora de generar un cambio político y social. Las personas encargadas de oprimir los movimientos de resistencia, deben optar por apoyarlos en lugar de atacarlos. Si nos ponemos en los zapatos de dichas fuerzas que reciben la orden de reprimir, ¿Cuál movimiento tiene más oportunidades de promover la desobediencia hacia las figuras de autoridad?: La resistencia no violenta sin lugar a dudas.

A su vez, cuando el movimiento es no violento, es más inclusivo. Se ha encontrado que la resistencia civil moviliza hasta cuatro veces más personas que los movimientos violentos. No sólo participan hombres jóvenes con la capacidad de usar armas o de defenderse físicamente, también participan mujeres, ancianos y organizaciones de la sociedad civil, lo cual es de suma importancia porque en los números está la fuerza.

Cuando la masa es mayor y no representa una amenaza para las fuerzas de seguridad, los costos de la represión aumentan. Esto implica que el dar la orden de suprimir un movimiento social es más riesgoso para las figuras de autoridad, dado que las consecuencias pueden perjudicarlos políticamente. En primer lugar, cada individuo de las fuerzas represivas tiene menos razones para seguir las órdenes o utilizar la violencia, lo cual promueve la desobediencia por parte de los agentes de seguridad. En segundo lugar, las figuras que dan la orden pierden el apoyo popular y dan una mala imagen internacionalmente, lo cual des-legitima al régimen tanto dentro como fuera del territorio.

Siguiendo esta línea, la resistencia civil también atrae mayor apoyo de la comunidad internacional, la cual se muestra más abierta a brindar apoyo directo a estos movimientos, o  a sancionar a aquellas figuras que repriman la protesta. Los movimientos no violentos a su vez se logran mantener durante más tiempo y permiten un aumento en la participación ciudadana. A diferencia de los violentos, que si bien generan un gran impacto en la impresión pública, son difíciles de mantener.

Diversos estudios concluyen que aquellos países en los cuales se logró un cambio social y político por medio de la resistencia civil, tenían mejores prospectivas de desarrollo. Los conflictos violentos, por su naturaleza secretiva y jerárquica, promueven gobiernos centralizados, autoritarios y un ambiente social y político inestable, donde la garantía de derechos no se logra mantener durante mucho tiempo. La no violencia es un método más abierto, donde la participación popular facilita la transición a un Estado democrático.

No se trata de ser pacífico y sumiso, los costos de la resistencia civil son elevados: los interesados en mantener la autoridad pueden recurrir a desapariciones forzosas, detenciones y amedrentamientos como estrategias. En el 2019 se han contabilizado 55 muertes durante manifestaciones en el país según el Observatorio de Conflictos (OVCS). Mantener una resistencia cívica requiere esfuerzo, resiliencia y valentía, por lo cual es necesario tener claro los objetivos que se quieren alcanzar. Si estas metas no se alcanzan, el sufrimiento y las muertes que se han llevado a cabo terminarían siendo en vano. Un enfrentamiento violento con las fuerzas de seguridad, ¿ayuda en alguna medida a alcanzar los cambios que se quieren lograr? La evidencia y la historia de conflictos sociopolíticos apuntan en otra dirección, por lo cual, la resistencia cívica resulta el método más inteligente para hacer justicia a los sacrificios que se han hecho en pro de la democracia.  

Sin embargo, la resistencia no violenta es insuficiente para garantizar sus resultados, esta debe ser masificada, resiliente y tener la capacidad estratégica para mantener una línea de acciones coherentes con las metas planteadas. Esto sólo se logra por medio de la organización, y la cooperación de todos los implicados en el movimiento.

Si se quiere que una masa de personas conozcan las razones estratégicas para mantener una resistencia civil, se requiere un liderazgo claro y preciso. Pero no podemos entender el liderazgo únicamente como el rol de los actores más reconocidos de la vida pública. La sociedad civil también tiene la responsabilidad de mantener una disciplina que se ajuste a los lineamientos establecidos dentrodel movimiento. No es suficiente salir a la calle, hace falta entender los objetivos que tienen las manifestaciones, y conocer cuales acciones facilitan el alcance de dichas metas, y cuales son contraproducentes.

Cada ciudadano tiene el deber de ser un líder con sus amigos, su familia y sus vecinos, promoviendo que el movimiento se mantenga a pesar de las dificultades, y que conserve la naturaleza y los principios que lo iniciaron. La resistencia no es una tarea sencilla, los costos son elevados, el miedo y la frustración son respuestas naturales a la dura realidad con la que nos enfrentamos. Sin embargo, es momento de preguntarnos, como ciudadanos y futuros líderes del país. ¿Cuál es el papel que me toca jugar? Y a su vez, ¿Cómo mis acciones promueven los cambios que deseo para Venezuela?.

 

*Santiago García, coordinador de Vamos Convive y miembro de la Unidad de
Conocimiento de Caracas Mi Convive.

Estado de terror y desobediencia civil, por Carlos Nieto Palma

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Es claro que en Venezuela estamos viviendo en un estado de terror, las actuaciones de la dictadura para reprimir, perseguir y en muchos casos asesinar, a todos los que aquí vivimos y pensamos diferente, cada día se incrementan más. Las actuaciones irracionales de las fuerzas opresoras del régimen ya suman más de 90 muertos en 84 días de protestas, en su mayoría jóvenes, incluidos 15 adolescentes entre ellos.

El respeto a los derechos humanos establecidos en nuestra Constitución Nacional son violados permanentemente por aquellos que deberían garantizar su respeto y ejercicio, estamos ante un régimen de terror, donde solo bastaría ver el ejemplo de lo sucedido recientemente en las Residencias Paraíso, ubicadas en la urbanización del mismo nombre y conocidas como “Los Verdes”, que es solo uno de los muchos ejemplos de cómo actúa el régimen para causar temor a la población civil, acciones que no pueden definirse de otra forma que como terrorismo de Estado.

La académica cubana Marlene Azor Hernández señala: “Los Estados poseen el monopolio de la fuerza para poder cumplir sus fines, pero deben usar ese derecho racionalmente y de acuerdo con las leyes. Cuando el Estado a través de sus gobernantes reprime a la población, la hostiga, la persigue, de modo sistemático, para poder llegar a dominarla a través del temor, evitando cualquier acto de resistencia a la opresión, esa manera de actuar recibe el nombre de terrorismo de Estado, que es un abuso de su poder coactivo, donde los civiles son secuestrados, torturados o asesinados, sin juicio previo, o sin las garantías del debido proceso”.

Esto que tan acertadamente define la Dra. Azor Hernández, lo vivimos en Venezuela diariamente, una dictadura que cada día pretende afianzarse más en el poder y para eso se vale de cualquier cosa, independientemente de su legalidad o no, con esta premisa, ataca, destruye, oprime, sanciona, encarcela a todo aquel que se interponga en sus planes de perpetuidad.

La fiscal general de la nación, Luisa Ortega Díaz, ha sido muy clara en definir a Venezuela como un Estado de terror; en reciente entrevista con el reconocido periodista Nelson Bocaranda en un programa radial fue enfática al hacer estos señalamientos: “Venezuela corre el mayor peligro de su historia republicana actualmente. El peligro de perder los derechos fundamentales (…) Si estuviéramos en un Estado de Derecho habría seguridad jurídica, pero acá está desmantelado. Estamos más bien en un Estado de terror (…) No hay justicia. Hay una justicia para aquellos que representan una amenaza para el oficialismo (…) Yo creo que se cierne sobre el país un oscuro panorama de destrucción del Estado”.

Estas declaraciones de la fiscal general nos dan una claridad del panorama que estamos viviendo en Venezuela y de las consecuencias que esto nos está trayendo a los venezolanos, que al no ser escuchados no nos queda otra alternativa que revelarnos y desconocer al régimen que nos oprime, declararnos en desobediencia civil.

El artículo 350 de nuestra Constitución Nacional establece: “El pueblo de Venezuela, fiel a su tradición republicana, a su lucha por la independencia, la paz y la libertad, desconocerá cualquier régimen, legislación o autoridad que contraríe los valores, principios y garantías democráticos o menoscabe los derechos humanos”. La desobediencia civil es un derecho que nos da nuestra carta magna y los venezolanos hemos decidido ejercerla.

La Mesa de la Unidad Democrática de la voz del presidente de la Asamblea Nacional, Julio Borges, en compañía de los más prominentes líderes de la oposición venezolana ya fijó una hoja de ruta en un extenso documento que podríamos resumirlo de la siguiente manera: 1. Declaramos el desconocimiento del régimen basados en el Art. 350 de la Constitución. 2. Asumimos el compromiso de nombrar nuevos poderes públicos y conquistar un nuevo gobierno, facultados por el artículo 333 de la Constitución. 3. Declaramos el inicio de la fase decisiva de la lucha, lo que implica: a) iniciar el plan de desconocimiento activo del fraude constituyente; b) mantener la calle para continuar el debilitamiento de la dictadura y c) organizarnos desde ya para realizar la protesta nacional permanente indefinida.

Los venezolanos nos declaramos en desobediencia civil y seguiremos en la calle de manera pacífica y sin armas hasta que logremos la salida del régimen. A lo largo de la historia hemos visto cómo las dictaduras simulan fortaleza hasta el final de sus días, pero igualmente hemos visto cómo el pueblo unido logra siempre derrotarlas. Hacia eso vamos, a derrotar la dictadura y el retorno de la democracia en Venezuela.

 

@cnietopalma

El Nacional