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El papa reza con líderes de otras religiones en la ‘zona cero’ de Nueva York

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El papa Francisco se unió el viernes a representantes de otras religiones en una “oración por la paz” pronunciada en la “zona cero” en homenaje a las víctimas de los atentados en ese lugar el 11 de septiembre de 2001.

El pontífice mencionó al comenzar a dirigirse a los presentes la mezcla de “sentimientos, emociones”, por estar en ese lugar, “donde miles de vidas fueron arrebatadas en un acto insensato de destrucción”.

“Aquí el dolor es palpable”, añadió el pontífice, quien dijo que el agua que cae en el monumento creado donde estuvieron las Torres Gemelas “nos recuerda todas esas vidas que se fueron bajo el poder de aquellos que creen que la destrucción es la única forma de solucionar los conflictos”.

El papa aseguró después: “en las diferencias, en las discrepancias, es posible vivir en un mundo de paz. Frente a todo intento uniformizador es posible y necesario reunirnos desde las diferentes lenguas, culturas, religiones”.

E instó a “alzar la voz a todo lo que quiera impedirlo. Juntos somos invitados a decir ‘no’ a todo intento uniformizante y un ‘sí’ a una diferencia aceptada y reconciliada”.

“Necesitamos desterrar de nosotros sentimientos de odio, venganza, de rencor”, agregó el papa, que pidió “paz en este mundo vasto que Dios nos ha dado como casa de todos y para todos”.

Al acto asistieron además representantes del hinduísmo, el budismo, el jainismo, el sijismo, el judaísmo, los nativos americanos, los musulmanes y de otras ramas del cristianismo.

Comenzó esta ceremonia en el Memorial de la “zona cero” con las reflexiones del rabino Elliot Cosgrove y de un imán de la mezquita de Nueva York y del imán Jaled Latif, de la Universidad de Nueva York.

Luego se recitó una oración en recuerdo de las 2.983 víctimas de los atentados de hace catorce años, seguidas de meditaciones sobre la paz, cada una de la cuales quedó marcada al final por el tañido de una campana.

El coro “Young People’s Chorus” de la ciudad de Nueva York interpretó al final del acto “Let there be peace on earth” y los diez líderes religiosos presentes se dieron la paz.

Francisco visitó luego la parte del museo creado en ese lugar en donde se conserva el resto de una columna de acero en forma de cruz procedente de una de la torres del World Trade Center y una biblia que se encontró durante los trabajos de rescate.

 

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El complejo de la “zona cero” cuenta con un monumento conmemorativo y un museo, que ocupan la mitad del espacio del lugar con el que se rinde homenaje a las víctimas de los atentados contra el World Trade Center del 26 de febrero de 1993 y el 11 de septiembre de 2001, así como a las que se registraron en esta última fecha en Pensilvania y el Pentágono en sendos ataques simultáneos.

En enero de 2004 se eligió el proyecto para construir el monumento a las víctimas. El diseño ganador fue el denominado “Reflejando la Ausencia”, del arquitecto Michael Arad y del paisajista Peter Walker, seleccionado por un jurado entre 5,201 propuestas presentadas a concurso, procedentes de 63 países.

El memorial está formado por dos estanques, con un fluir constante de agua, ubicados donde estuvieron las Torres Gemelas, con los nombres inscritos de todas las víctimas en sus paredes y rodeados de una extensa arboleda. Este memorial se inauguró el 11 de septiembre de 2011, coincidiendo con el décimo aniversario de los atentados.

El de hoy fue el segundo acto del día del papa en Nueva York, después de su discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, y antes de trasladarse a una escuela del barrio de Harlem para mantener un encuentro con niños y familias de inmigrantes.

Pope Francis visits 9/11 Memorial and Museum in New York

¡El filósofo de la pensión y el nuevo rico! por Carlos Dorado

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En varios de mis artículos, les hablé de la pensión en la zona del Cementerio, donde vivía con mis padres. Esa pensión fue una gran escuela para mí, y a pesar de la ausencia de lujos, la misma tenía mucha dignidad. Entre los inquilinos, había una persona que le decían “El filósofo”, el cual tocaba guitarra, cantaba canciones de Alí Primera, y se dedicaba a leer de filosofía.

El mismo, trabajaba en un estacionamiento, en el turno nocturno, porque argumentaba que así, después de colocar los pocos carros que llegaban tarde, tenía casi toda la noche para dedicarse a sus dos grandes pasiones: leer de filosofía y tocar guitarra. Todos lo tomaban por loco, y lo evitaban descaradamente. A mí particularmente me infundía mucha admiración, y lo escuchaba durante horas hablándome de filosofía.

Recuerdo de su amor por la India, porque allí nacieron las dos filosofías que más admiraba: el hinduismo y el budismo. De la primera  apreciaba muchísimo que se basase en que las cosas no son permanentes y la importancia del desapego a las mismas. También me explicaba de la defensa de la igualdad moral de las personas por parte del budismo  y las cuatro nobles verdades del Buda: la primera, que el sufrimiento forma parte de la vida. La segunda, que el sufrimiento tiene una causa, no ocurre por accidente. La tercera; que podemos descubrir las causas; y la cuarta, que debemos ejercitarnos para alcanzar lo expuesto en la tercera.

Me hablaba del Hinduismo y su pasividad ante la creencia de la reencarnación, en la que él  creía firmemente. Pero también me hablaba de Confucio y de la filosofía China, de la cual me contaba que según ésta todo cambia, y sólo entendiendo y aceptando los cambios es que pueden convertirse esos cambios en positivos o negativos; y de la poca aceptación del mundo occidental al no entender los cambios, y donde sólo tratan de criticarlos o luchar en contra de ellos.

A Sócrates, lo admiraba profundamente como el gran maestro de la filosofía occidental, y por supuesto a Platón. De los filósofos modernos del siglo XVII, y de sus preferidos: Francis  Bacon, por su método científico,  y Emmanuel Kant por su teoría de la ética. A él, fue el primero al que le escuché hablar de  la escuela deontológica del pensamiento, la cual se basa en normas bien definidas en contraste con el pensamiento teleológico, donde se sostiene que un acto es bueno o malo en función de lo bueno o malo del resultado; y donde siempre me ponía  el ejemplo de Robín Hood, por el hecho de que robaba, y eso era malo; pero se convertía en bueno, porque se lo daba a los pobres.

En ese momento, quizás no entendía la importancia de esas conversaciones, pero poco a poco, y a medida que fui creciendo me di cuenta de que la cultura de ese hombre, viviendo en la habitación de una pensión, fue una importante fuente de conocimientos para mí.

El otro día,  me invitaron a una reunión en una bellísima casa en el Country Club de Caracas, y cuya reunión se desarrolló en la biblioteca, donde había una  extraordinaria colección sobre la historia de la filosofía, lujosamente encuadernada. Cuando traté de  conversar un poco acerca de la misma, el hombre como que se dio cuenta, y para no perder mucho tiempo me dijo: “Esa colección la compré porque me gustó mucho la presentación, y se ve del car…. en la biblioteca”

Inmediatamente vino a mi mente “el filósofo” de la pensión, así como mi madre; quien solía decirme: “Carlos, Dios a veces le da pan, al que no tiene dientes”.

cdoradof@hotmail.com