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4 de febrero de 1992

Aquel 4F con CAP: (A 25 años del histórico suceso), por Cipriano Heredia S.

#4Feb

 

Transcurría la noche del 3-F de 1992 con absoluta normalidad en casa de mis padres. Pasó la hora de la cena, la del noticiero y la de la novela de la época y, entre las 10pm y 11:00 pm, uno tras otro fuimos retirándonos a nuestra respectiva habitación. Al día siguiente seguía la cotidianidad, que en mi caso consistía en ir a trabajar como asistente del Magistrado José Rafael Mendoza en el entonces Consejo de la Judicatura, mientras esperaba mi acto de graduación como Abogado en la UCV.

Pero de repente el teléfono repica casi a medianoche y ocasiona el alboroto y la expectativa que ese tipo de llamadas suelen provocar. Era mi tía Velma Soltero de Ruán, quien para entonces vivía en un edificio de Chuao y desde su ventana presenciaba atónita cómo un grupo de soldados intentaba tomar la Carlota, librándose en ese momento un duro enfrentamiento en esa base área.

Inmediatamente hacemos llamadas, pero casi nadie sabe nada a esa hora. La mayoría de quienes contactamos se están enterando por nosotros, hasta que logro comunicarme con la casa del Dr. Pedro París Montesinos -para entonces Presidente del Congreso Nacional- y hablo con una de sus hijas, quien me informa que está en marcha un golpe de Estado y el Presidente ha tenido que salir de Miraflores. También hay fuego cruzado en la Casona y se reportan alzamientos en varios sitios del país. Le pregunto por su papá y me dice que está en casa recibiendo y haciendo llamadas. Para esa hora reina la incertidumbre. Nadie sabe a ciencia cierta dónde está el Presidente, ni se maneja con exactitud la magnitud de la conjura.

Cuelgo el teléfono y sin pensarlo mucho me dirijo a la casa de París Montesinos y me pongo a la orden para lo que tenga que hacerse en resguardo de la democracia. Ya casi a la 1:00am, el Dr. París decide salir y nos vamos en un solo carro con un chofer, un escolta y las placas cambiadas, rumbo a la casa del Senador Lewis Pérez, a la que se dirigen otros líderes adecos.  

A los pocos minutos de estar en su casa, Lewis Pérez recibe la noticia de que el Presidente está en Venevisión, e inmediatamente partimos a la estación de la Colina. En plena subida nos interceptan varios soldados. Afortunadamente son tropas leales que están custodiando el canal. Al entrar, ya CAP ha transmitido su primer mensaje. Hacen presencia también los dirigentes copeyanos Eduardo Fernández, Gustavo Tarre y Luis Alberto Machado, así como muchos líderes de AD. Una señora que está presente –seguramente esposa de algún dirigente-, le pregunta a CAP angustiada: “Presidente, cuénteme: ¿cómo se escapó de Miraflores?”. Y CAP le responde con cara de pícardía y en su particular estilo: “Pues, cómo uno se escapa de esas cosas”. Luego de lo cual ofrece una brevísima y tranquilizadora sonrisa.

Al rato CAP transmite otro mensaje, este un poco más formal y sereno. Atrás una cortina negra y la bandera nacional. El Presidente luce sobrio y ordena en tono grave a los insurrectos, previa referencia a su carácter de Comandante en Jefe de las FFAA, rendirse de inmediato y deponer las armas. Sobre las 4:00am uno de los oficiales que está presente recibe una llamada e inmediatamente le pasa el enorme celular –tipo ladrillo- al Presidente, anunciándole que se trata del General Oviedo. CAP toma el teléfono, saluda y escucha al General como por 20 segundos, le hace un par de preguntas, e inmediatamente nos informa a los presentes que Miraflores ha sido retomado por tropas leales al Gobierno y que parte inmediatamente hacia el Palacio.

El carro de la presidencia del Congreso lleva esta vez al Dr. París acompañado de un par de dirigentes de AD. Nos toca irnos juntos a Luis Emilio Rondón, Liliana Hernández, el exministro Luis Alberto Machado y a mí, que para entonces era apenas un muchacho de 23 años, que acababa de culminar sus estudios de Derecho.

La insólita caravana de más o menos 12 vehículos, en la que no va ni un solo carro con placas oficiales ni de tipo militar, se desplaza con precaución por la Cota Mil hasta alcanzar la Av. Baralt, la cual baja parcialmente, se mete a la derecha en una esquina y cruza a la izquierda hacia abajo en otra, para desembocar finalmente frente a la Prevención 1: puerta principal del Palacio sobre la Av. Urdaneta.

Al llegar a Miraflores el espectáculo no podía ser más lamentable. Se escuchan tiros aún a lo lejos, pasan frente a nosotros varios soldados insurgentes detenidos, que llevan las manos sobre la cabeza, hay un charco de sangre considerable frente al pasillo que conduce al interior del Palacio, y dos soldados leales a la Constitución ponen en orden sobre la acera el armamento incautado a los rebeldes.

Dentro del Palacio las cosas no son diferentes. Al caminar por los pasillos es inevitable pisar pedacitos de escombros que han quedado regados por todos lados. Muchos charcos de sangre, huellas de disparos en casi todas las columnas, paredes y puertas, incluyendo la del Despacho Presidencial. Me asomo a la Sala de Edecanes y está el Ministro Ochoa en traje de campaña dando instrucciones por teléfono, y sale por la puerta del Despacho a recibir al Presidente el Ministro Ávila Vivas, quien ha llegado minutos antes.

A partir de ese momento Miraflores empieza a llenarse de gente. Todo el mundo político se da cita en Palacio, y los medios toman por asalto el escenario con el amanecer. A las 08:00 a.m el Dr. París me informa que nos retiramos. Debe prepararse para la sesión del Congreso que ratificará la suspensión de garantías que el Presidente está decretando en ese momento.

Acudo a su llamado y me subo tras él en el carro en que comenzó nuestro periplo de esa insólita noche, no sin antes recoger del piso el casquillo detonado de una bala de FAL, entre las decenas que había regadas por todos lados, que guardo celosamente como excepcional recuerdo de la tenebrosa experiencia que Venezuela vivió aquella nefasta madrugada, y cuyos destructivos efectos se han extendido hasta el sol de hoy para desgracia de todos los ciudadanos.   

*Nueva versión del artículo original titulado “Al lado de CAP aquel 4-F”, publicado en 2012

 

@CiprianoHeredia

cipriano.heredia@gmail.com

Abogado, Prof. UCV, Dip. al Consejo Legislativo de Miranda y dirigente de VP.

 

Los héroes anónimos que perdieron la vida durante la intentona golpista del 92

#4F2

 

 

“El camino es fácil hasta Altamira. Cuando llegamos a la autopista, una patrulla de la policía de Petare se nos aparece íngrima y sola, restos de vidrios partidos, olor a desastre, sangre ya coagulada dirimen la escena. El disip que nos acompaña decide “rescatar” la unidad policial y conduce el jeep hacia Petare pero con suerte incierta: es acribillado a balazos frente a nosotros que, en vista de ello, decidimos voltear el rumbo. En la autopista siete carros de gente como uno se muestran acribillados”.

Argenis Martínez
Carlos Rivodo

(El Nacional, 5 de febrero, 1992)

 

 

El 4 de febrero de 1992 es más que una fecha en la memoria colectiva de los venezolanos. Es tal vez una fecha fría y oscura que hace una triste alegoría a otra no menos melancólica y convulsionada como la del 27 de febrero de 1989, y que están allí, en ese trozo de la historia de un país que fijó su mirada atónita ante una pantalla de TV que transmitió las imágenes de una sorpresiva asonada, con el audio en altavoz de los disparos, el ruido de los sables y de las tanquetas.

El 4F fue más que la historia de un grupo de paracaidistas sublevados en contra del estatus político de aquel momento, fue más que un número de cifras y titulares que llenaron las páginas de sucesos de periódicos nacionales y regionales; es una gran primera página escrita con sangre y dolor en la que los verdaderos protagonistas de la historia quedaron relegados al olvido, al anonimato.

23 años cumple la intentona golpista de 1992, y una vez más los invisibilizaron. La propaganda oficial penetra todas las pantallas de TV hablando de la gloria del Golpe, de las hazañas de “La Revolución de Febrero”, publicaciones con testimonios e infografías del recorrido de la intentona como si de un auténtico acto heroico se tratara. ¿Y las víctimas? ¿Sombras anónimas? ¿Y el dolor de los familiares? Nadie se repone de una pérdida impune, silenciosa.

@4F19921

El 4F es ante todo un crisol de historias, de frases incompletas, de silencios. Un mosaico de almas sepultadas en un cementerio de viejas y rasgadas páginas de periódicos. Retazos de venezolanos de carne y hueso que vivieron horas de angustia y dolor. Ellos, las víctimas del 4F, son los verdaderos protagonistas de esa sublevación militar.

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Ellos, los protagonistas del 4F

Hasta la fecha no se sabe con exactitud cuál fue el saldo total de fallecidos durante la asonada militar de 1992. Medios como el diario Últimas Noticias publicó por aquellos días, que los muertos pasaban de 100. Fernando Ochoa Antich, quien fuera Ministro de la Defensa relata en su libro “Así se rindió Chávez” que ese día hubo 39 muertos.

La cifra nunca ha sido aclarada y en vano quedaron las acciones del comité de familiares de los golpistas quienes tuvieron como objetivo “contribuir al esclarecimiento de la verdad histórica de los sucesos”, tal como lo publicó el Diario de Caracas el domingo 16 de febrero de 1992.

Tras una revisión hemerográfica de noticias, artículos y reportajes publicados en diarios y revistas nacionales y regionales, se presenta un balance de los decesos de ese día. Ese balance no pretende ser oficial, sólo es una cifra construida a partir de los nombres publicados en las páginas de sucesos de los diarios El Nacional, El Universal, Últimas Noticias, Panorama (Maracaibo), y La Columna (Maracaibo).

La revisión evidenció que durante la asonada murieron 32 personas, 23 en Caracas, 1 en Aragua y 8 en Carabobo. Entre ellos, 8 civiles, 8 funcionarios policiales, 10 efectivos militares, y 8 más en Carabobo. Los fallecidos en la capital venezolana fueron: Noelia Lorenzo Parada (9), Román Gaizka Etkarte (20), José Alberto Carregal, Migdalia Antonia Delgado de Marquina (30), Hugo Orlando Villarte Mejías (40), José Enrique Ordaz (44), Gerson Gregorio Castañeda (26), Edicto Rafael Cermeño Joves, Jesús Rafael Oramas (30), Jesús Aponte Reina (21), José Aldana, Deivis Peña Juárez, Elio José Gamboa, Miguel Escalona Arriechi, Jesús Alberto González, Julio Peña Labrador, Jesús Santiago, Fernando Cabrera, Henry Solórzano, Johnny Cedeño, José Gregorio Garmendia, un distinguido no identificado y una señora que murió en el hospital Urológico San Román.

En Carabobo, murieron 8 personas según el balance oficial presentado por el entonces gobernador Salas Romer. Esa cifra coincidió con el número de fallecidos publicados en los diarios revisados: Gilberto José Peña (estudiante), Jesús Zerpa Mota (estudiante), Columba Guadalupe Ríos Bracho a quien se le encontró en su vestimenta un carnet de la Escuela de Educación de la Universidad de Carabobo, así como otras dos personas vestidas con vestimenta militar, supuestamente soldados quienes no portaban ningún tipo de identificación, y dos agentes de policía de Valencia, Franklin Alexis Díaz y Wilmer Díaz. De la otra persona no se tienen registros de identificación.

En Aragua murió un soldado (sin identificación). La cifra del total de fallecidos aquí presentada, se aproxima a la revelada por Ochoa Antich en su libro.

 

Extractos de lo que publicaron los medios impresos los días posteriores al 4F:

-“Lo doloroso y feo de esta asonada militar es la cantidad de muertos, unos 100 decesos y mil heridos”. (Lo bueno la malo y lo feo del golpe, revista Élite número 3446, 1992).

-“El gobierno asegura en su reporte oficial que hubo 17 muertos y 6 heridos”. (El abrazo mortal de la historia, El Nacional, viernes 7 de febrero de 1992).

-“14 militares muertos y 51 heridos durante el movimiento subversivo según el ministro de la Defensa para el momento el General de división (Ej), Fernando Ochoa Antich. (El Universal, miércoles 5 de febrero de 1992).

-Henry Solórzano (30 años). Fue asesinado de un disparo en la zona “E” de la urbanización 23 de enero. (Últimas Noticias, jueves 6 de febrero de 1992).

-Hugo Orlando Villarte Mijares (40 años). Estaba casado y era padre de 5 hijos. Murió por un tiro de FAL que entró por su cabeza cuando se encontraba en el interior de su residencia en la calle Colombia.

-“La mayoría de las bajas a los agentes de la Disip se produjeron en su mayoría, durante el ataque de los insurgentes a la residencia presidencial La Casona” (El Universal, miércoles 5 de febrero de 1992).

-“Aunque extraoficialmente se comentaba que los efectivos de la Disip muertos como consecuencia de la intentona golpista podían pasar de veinte, los voceros de ese organismo policial sólo admitieron el fallecimiento de tres de sus efectivos: Edicto Rafael Cermeño, Gerson Gregorio Castañeda y Jesús Oramas. A esta lista se agrega el nombre del funcionario Johnny Cedeño cuya muerte también fue anunciada por altos voceros de la Disip pero no confirmada”. (El Universal, miércoles 5 de febrero, 1992).

-Gerson Gregorio Castañeda tenía 26 años y era agente de la Disip, adscrito a la división de patrullaje vehicular, y fue asesinado en La Casona cuando los insurgentes atacaban las casas aledañas a la residencia presidencial. Residía en el sector Mamera I de Antímano.

-Edicto Rafael Cermeño Joves, era agente de la Disip y fue asesinado en La Casona. Murió a consecuencia de las heridas de bala en el brazo derecho, en la columna, en el tórax y en uno de los glúteos.

-Jesús Rafael Oramas, tenía 30 años de edad y era agente de la Disip adscrito a la división de patrullaje motorizado. Murió de varios tiros en La Casona. Estaba casado con Luz Estela de Oramas. Dejó un hijo que tenía 5 años en ese momento.

-Jesús Aponte Reina, agente de la Policía Municipal de Sucre. Murió por las heridas en la parte posterior del tórax y glúteo derecho. Le dispararon con un mortero.

-José Alberto Carregal era subteniente del ejército y murió tras recibir 9 disparos provenientes de una sub-ametralladora UZI.

-“Los grupos “Cobra y Lince” adscritos a la Policía Metropolitana, detuvieron dos unidades autobuseras que eran conducidas por soldados que se proponían entregar a los ciudadanos de la parroquia 23 de enero, granadas, FAL y morteros, hecho que fue controlado por funcionarios del cuerpo policial. Los soldados fueron detenidos y las armas decomisadas” (El Universal, 5 de febrero, 1992).

-“Siete cadáveres de insurrectos fueron recogidos de La Casona” (El Nacional, 5 de febrero, 1992).

-Dos muertos y decenas de militares detenidos en Aragua. (El Nacional, 5 de febrero, 1992).

-En Aragua, “se informó que un soldado fue muerto de un balazo a la cabeza en la alcabala de la urbanización Viviendas en Guarnición, adyacente a la misma base de Palo Negro, y un mayor de apellido Torre fue herido de un balazo rasante al cuello en el intento de la toma de la importante dependencia de la Fuerza Aérea” (El Nacional, 5 de febrero, 1992).

-Siete muertos y 7 heridos graves en el intento de golpe en Carabobo. “Los cadáveres ingresados a la morgue del hospital central fueron identificados como los de Gilberto José Peña, estudiante, Jesús Zerpa Mota, estudiante, Columba Guadalupe Ríos Bracho a quien se le encontró en su vestimenta un carnet de la Escuela de Educación de la Universidad de Carabobo, así como otras dos personas vestidas con ropas militares, supuestamente soldados quienes no portaban ningún tipo de identificación, así como dos agentes de policía de Valencia, Franklin Alexis Díaz y Wilmer Díaz” (El Nacional, 5 de febrero, 1992).

 

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-“Ocho muertos dejó saldo de la intento en Carabobo. Oficialmente, en Carabobo perdieron la vida cuatro militares y cuatro civiles, a la intento de golpe de estado que sacudió al país este martes (…), el gobernador Salas Romer apuntó que en las acciones se perdieron oficialmente ocho vidas, cuatro de ellas presumiblemente estudiantes…” (El Nacional, 6 de febrero, 1992).

-“Diecisiete fallecidos y sesenta y un heridos es la relación de cifras que el Ministerio de la Defensa suministró a los medios de comunicación en cuanto a las bajas a nivel nacional del personal militar que participó en los sucesos acaecidos en la madrugada de este martes, en cuanto un grupo de insurrectos trataron de dar un golpe militar” (Panorama, 6 de febrero, 1992).

-“En una de las embestidas de los cuerpos policiales al mediodía, perdieron la vida el cabo de la PM, José Aldana y un distinguido, aún no identificado producto de una ráfaga de ametralladora provenientes de las ventanas del bloque 1 del 23 de enero, que junto a los bloques 7, 9 y 10 y algunas viviendas del sector Monte Piedad, sirvieron de trinchera para los francotiradores” (El Nacional, 5 de febrero, 1992).

-“En la mañana de ayer falleció en el Urológico San Román Gaizka Etxarte (20), estudiante de ingeniería quien recibió un disparo cuando se encontraba con su padre a bordo de un automóvil en los alrededores de La Carlota”. Etxarte era hijo de Domeca Etxarte quien presidía la junta territorial del partido vasco en Venezuela. (El Nacional, 5 de febrero de 1992).

-“La menor Noelia Lorenzo Parada (9), murió al ser alanzada en la cabeza por un proyectil de FAL, cuando dormía en su domicilio, del octavo piso, residencias Mariscal de Ayacucho en la avenida Sucre” (El Nacional, 5 de febrero de 1992).

-“En la tarde, durante tiroteos registrados en el sector La Cañada del 23 de enero, resultó muerto José Aldana, Cabo II de la Metropolitana adscrito al Distrito 21. Recibió un disparo en la región abdominal” (El Nacional, 5 de febrero de 1992).

-“Esa misma noche, más o menos a la misma hora en que esto sucedía, una señora de unos 46 años, cuyo nombre no había sido identificado aún en el Departamento de Medicina Forense de la Policía Técnica Judicial en Bello Monte, moría también en el hospital Urológico San Román, a causa de un balazo perdido (…)” (El Diario de Caracas, 5 de febrero, 1992).

-“Las cifras extraoficiales manejadas hablan de más de 80 muertos, unos 300 detenidos, la mayoría militares y 100 heridos” (Diario La Columna, 5 de febrero de 1992).

-“Carlos Andrés Pérez enumeró que fueron siete los muertos y 24 los heridos de la guardia de honor en el hecho. Los que perdieron la vida son Elio José Gamboa –cabo segundo-, Miguel Escalona Arriechi, Jesús Alberto González, Deivis Peña Juárez y Julio Peña Labrador, miembros de la guardia de honor; Jesús Alberto Santiago Carmona –capitán del ejército- y Fernando José Cabrera Landaeta –también del ejército” (Diario La Columna, 5 de febrero, 1992).

-Hija del jefe civil de Chacao entre las víctimas de la asonada. “Migdalia Antonia de Marquina fue alcanzada por un proyectil de FAL y su hijo de 3 años, presentó herida rasante de bala en el occipital, cuando ambos se desplazaban a bordo de un vehículo, por la autopista del Este, a la altura del Cubo Negro”. Migdalia tenía 30 años y era dirigente estudiantil. (El Nacional, 6 de febrero, 1992).

-“En el hospital de Catia dejó de existir José Gregorio Garmendia a consecuencia de una herida de bala. José Enrique Ordaz (44), escenógrafo de Arte TV, falleció en el hospital militar a consecuencia de una herida de bala que lo alcanzó en la espalda” (El Nacional, 6 de febrero, 1992).

 

 

Esta compilación de datos pretende ser un recuerdo de todos ellos, los fallecidos el 4 de Febrero de 1992. Vivirán en la memoria colectiva de un país que nunca los olvida.

 

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Feb 04, 2015 | Actualizado hace 9 años
Al lado de CAP aquel #4F por Cipriano Heredia

#4F

 

Al cumplirse 23 años de la fatídica intentona golpista que abrió la puerta para que llegasen luego al Poder quienes han destruido a Venezuela durante los últimos 16 años, y convencido como estoy de que nuestro pueblo está próximo a corregir ese error histórico provocando pronto un cambio de gobierno en el marco de la Constitución, ofrezco a mis lectores la nueva versión de este artículo publicado en 2012 con motivo del XX aniversario de esta controversial fecha, y cuyo propósito fundamental es crear consciencia histórica en las nuevas generaciones a través de mi propia vivencia en aquel episodio, del que fui testigo de excepción siendo un inquieto joven activista político:

Transcurría la noche del 3-F de 1992 con absoluta normalidad en casa de mis padres. Pasó la hora de la cena, la del noticiero y la de la novela de la época y, entre las 10:00 y 11:00 pm, uno tras otro fuimos retirándonos a nuestra respectiva habitación. Al día siguiente seguía la cotidianidad, que en mi caso consistía en ir a trabajar como asistente del Magistrado José Rafael Mendoza en el entonces Consejo de la Judicatura, mientras esperaba mi acto de grado de Abogado en la UCV. Pero de repente el teléfono repica casi a la medianoche y ocasiona el alboroto y la expectativa que ese tipo de llamadas suelen provocar. Era mi tía Velma Soltero de Ruán, quien vivía en un edificio de Chuao y desde su ventana presenciaba atónita cómo un grupo de soldados intentaba tomar La Carlota, librándose en ese momento un duro enfrentamiento entre éstos y los que defendían la base área.

Inmediatamente hacemos llamadas, pero casi nadie sabe nada a esa hora. La mayoría de quienes contactamos se están enterando por nosotros, hasta que logro comunicarme con la casa del Dr. Pedro París Montesinos -para entonces Presidente del Congreso Nacional- y hablo con una de sus hijas, quien me informa que está en marcha un golpe de Estado y el Presidente ha tenido que salir de Miraflores. También hay fuego cruzado en La Casona y se reportan alzamientos en varios sitios del país. Le pregunto por su papá y me dice que está en casa recibiendo y haciendo llamadas. Para esa hora reina la incertidumbre. Nadie sabe a ciencia cierta dónde está el Presidente, ni se maneja con exactitud la magnitud de la conjura.

Cuelgo el teléfono y sin pensarlo mucho me visto y me dirijo a la casa de París Montesinos, poniéndome a la orden para cualquier cosa que se pueda hacer para resguardar la democracia. A los pocos minutos, cerca de la 1:00 am, el Dr. París decide salir y nos vamos en un solo carro con un chofer, un escolta y las placas cambiadas, rumbo a la casa del Senador Lewis Pérez, a la que se dirigen otros líderes adecos.

A los pocos minutos de estar en su casa, Lewis Pérez recibe la noticia de que el Presidente está en Venevisión, e inmediatamente partimos a la estación de La Colina. En plena subida nos interceptan varios soldados. Afortunadamente son tropas leales que están custodiando ya el canal. Al entrar, CAP ya ha transmitido su primer mensaje. Hacen presencia también los dirigentes copeyanos Eduardo Fernández, Gustavo Tarre y Luis Alberto Machado, así como muchos líderes de AD. Una señora que está presente -seguramente esposa de algún dirigente-, le pregunta a CAP angustiada: «Presidente, cuénteme: ¿cómo se escapó de Miraflores?» Y CAP le responde con picardía y en su muy particular estilo: «Pues, cómo uno se escapa de esas cosas». Luego de lo cual le brinda una breve y tranquilizadora sonrisa.

Al rato CAP transmite un segundo mensaje, éste un poco más formal y sereno. Atrás una cortina negra y la bandera nacional. El Presidente luce sobrio y circunspecto, y ordena en tono grave a los insurrectos, previa referencia a su carácter de Comandante en Jefe de las FFAA, rendirse de inmediato y deponer las armas.

Ya sobre las 4:00 am uno de los oficiales que está presente recibe una llamada e inmediatamente le pasa el enorme celular -tipo ladrillo- al Presidente, anunciándole que se trata del general Oviedo. CAP toma el teléfono, saluda y escucha al general como por 20 segundos, le hace un par de preguntas, e inmediatamente nos informa a todos los presentes que Miraflores ha sido retomado por tropas leales al Gobierno y que parte inmediatamente hacia el Palacio.

El carro de la presidencia del Congreso lleva esta vez al Dr. París acompañado de un par de dirigentes de AD. Nos toca irnos juntos a Luis Emilio Rondón, Liliana Hernández, el ex ministro Luis Alberto Machado y a mí, que para entonces era apenas un muchacho de 23 años, que acababa de entregar la Presidencia del Centro de Estudiantes de Derecho en la UCV.
La insólita caravana de más o menos 12 vehículos, en la que no va ni un solo carro con placas oficiales ni militares, se desplaza con precaución por la Cota Mil hasta alcanzar la Av. Baralt, la cual bajamos parcialmente, luego nos metimos a la derecha en una esquina y cruzamos a la izquierda hacia abajo en otra, para finalmente desembocar frente a la “Prevención 1”: la puerta principal del Palacio sobre la Av. Urdaneta.

Al llegar a Miraflores el espectáculo no podía ser más lamentable. Se escuchan tiros aún a lo lejos, pasan frente a nosotros varios soldados insurgentes detenidos con las manos en la cabeza, hay un charco de sangre considerable frente al pasillo que conduce al interior del Palacio, y dos soldados leales ponen en orden sobre la acera el armamento incautado a los rebeldes.

Adentro las cosas no son diferentes. Al caminar por los pasillos es inevitable pisar pedacitos de escombros que han quedado regados por todos lados. Muchos charcos de sangre, huellas de disparos en casi todas las columnas, paredes y puertas, incluyendo la del Despacho Presidencial. Me asomo a la Sala de Edecanes y está el ministro Ochoa Antich en traje de campaña dando instrucciones por teléfono, y sale por la puerta del Despacho a recibir al Presidente el ministro Ávila Vivas, quien ha llegado minutos antes.

A partir de ese momento Miraflores empieza a llenarse de gente. Todo el mundo político se da cita en Palacio, y los medios toman por asalto el escenario con el amanecer. A las 08:00 am el Dr. París me indica que nos retiramos. Debe prepararse para la sesión del Congreso que ratificará la suspensión de garantías que el Presidente está decretando en ese momento.

Acudo a su llamado y me subo tras él en el carro en que comenzó nuestro periplo de esa noche, no sin antes recoger del piso uno de los muchos casquillos de FAL detonados en aquel recinto esa noche, el cual guardo celosamente como excepcional recuerdo de la terrible experiencia que Venezuela vivió aquella madrugada, y cuyos nefastos efectos se han extendido hasta el sol de hoy.

 

@CiprianoHeredia  

cipriano.heredia@gmail.com

*Diputado de la Unidad al Consejo Legislativo de Miranda y Directivo del CPFC