Presidente Obama: “Cuando hay atrocidades los dictadores necesitan el silencio del mundo, pero estos hechos no pueden ser olvidados”. Eso lo dijo al referirse al ataque perpetrado el pasado 21 de agosto con presunto gas sarín en un suburbio cercano a Damasco.
Por supuesto que esta frase del presidente norteamericano no va a resultar útil para los dictadores que hoy hacen lo que les da la gana con sus pueblos, otras serán más productivas para sus enemigos y esa red de publicidad internacional siempre alerta y efectiva cuando se trata del país más importante o más grande o el imperio, como quiera utilizarlo en el momento.
Yo he sido toda mi vida muy crítica de los Estados Unidos, es imposible no serlo sobre todo en una época cuando los países latinoamericanos no nos sacudíamos esa subestimación que nos replegaba en la historia cruelmente. Pero en este momento del mundo cuando se suceden cosas tan terribles y se pueden suceder otras aún peores en esta lucha frontal y despiadada, es urgente decidir, rescatar, la verdad sobre la trampa terrible del engaño.
Y esa frase de Obama invita a eso. Hoy Putin invita a una propuesta. Se pasa la página y se prohíbe el uso de armas químicas. Anjá! Atrás en el juego político, hipócrita de la diplomacia, los muertos, quemados asfixiados, los niños ciegos, queda para contar la historia. Y para repetirla.
Aquí en Venezuela un presidente ilegítimo pide salir a la calle a rezar por la paz, mientras en el discurso de siempre aviva la diferencia, el odio y la venganza pretendiendo convencer que somos un país unido, debatiendo ideas, consintiendo libertades. Acorralada en la mentira y el temor, las armas y las botas, los venezolanos sabemos de la cobardía de quienes dan la espalda a las atrocidades de otros pueblos, cómplices de esta historia abrumadora.
Estados Unidos es una amalgama de diferentes razas, religiones, ideas, en cada esquina se ven cara a cara los distintos países del mundo y paga el precio de ser el más poderoso del ese mundo en debilidades y grandezas. Esta fecha nos obliga a recordarlo. Es el objetivo del terrorismo. Allí tengo hijos y nietos, amigos, y vivo con el temor por ellos. Es más fácil no hacer nada. Hacerse el sordo. El ciego.
Trato de luchar por lo que creo. Y si creo que el mundo cambiará cuando los valores humanos se defiendan sin miedo. En una voz de consideración y respeto.