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#NotasSobreLaIzquierdaVenezolana – II serie | Fabricio Ojeda, ¿un periodista asesino? ¿un servil del castro comunismo?
¿Era Fabricio Ojeda, guerrillero en las montañas del estado Trujillo, un alfil de las maniobras de Fidel Castro por apoderarse de Venezuela?

 

@YsaacLpez

«Porque sentirse preso de dos opciones, ambas insatisfactorias y posiblemente destructoras, es renunciar a la imaginación política y de la misma manera a la acción. Por el contrario, pensar en la posibilidad de caminos diferentes es ya imaginar esos caminos, es crear las condiciones de una acción emancipadora y no condicionada por emociones como la desesperación, la frustración y sobre todo el miedo”. Eugenia Palieraki. Entrevista con Andrés Estefane.

En agosto de 1963, en una «Carta desde la prisión», Fabricio Ojeda, encarcelado en Trujillo por su participación en la actividad subversiva o guerrilla de orientación castrista, iniciada en Venezuela un año antes, exponía sus motivaciones para adherirse a la vía armada enfilada a sacar del gobierno a Rómulo Betancourt.

Combatiente en las montañas de Lara y Portuguesa, había sido capturado y sometido a juicio en noviembre de 1962. Cuatro meses antes de las elecciones que determinarían el nacimiento de la alternabilidad en el poder de distintos grupos y movimientos políticos, señalaba aquel que había sido periodista comprometido por la causa de la libertad y presidente de la Junta Patriótica contra la dictadura de Marcos Pérez Jiménez:

«Esta lucha armada, que es parte esencial del camino que hemos elegido, no es solo el producto de los deseos y las preocupaciones de una generación alimentada en el sacrificio y endurecida por las luchas cuotidianas, sino que también es el resultado de condiciones objetivas, claras y precisas. Es, ante todo, la expresión de una situación intolerable que nadie, por muy insensible que sea, puede mirar con indiferencia. Todos habríamos preferido que la suerte de Venezuela se decidiera por la vía pacífica, por medios no militares, porque esa solución habría evitado la pérdida de vidas valiosas y la destrucción de herramientas y recursos que podrían utilizarse para el progreso y el desarrollo. Pero desgraciadamente las clases dirigentes han impedido esto por todos los medios a su alcance. A nuestro pueblo no le queda otro camino que la violencia, el dominio de los métodos empleados por ellas a fin de alcanzar nuestra sagrada meta.»

Y más adelante: «Hoy Venezuela es un volcán en erupción. Es un país sembrado de combatientes revolucionarios, estremecido por una severa crisis que polariza la lucha en dos grandes corrientes, dos bandos opuestos: por un lado, aquellos grupos que defienden el progreso, la libertad y la justicia. Por el otro, los grupos conservadores, colonialistas y opresores. (…) Está perfectamente claro que lo que Venezuela tiene como perspectiva es una revolución nacional acorde con su estructura, su desarrollo económico y su vida social, cuyas líneas principales son las de una nación penetrada por el imperialismo norteamericano, que controla y explota las principales fuentes de riquezas y que, por medio de esta dominación económica, impide llevar a la práctica una política acorde con los deseos y sentimientos colectivos del pueblo.» [En Richard Gott: Las guerrillas en América Latina. Santiago de Chile, Editorial Universitaria, 1971, pp. 142-143].

¿Era acertado el diagnóstico que hacía el periodista convertido en luchador armado? ¿Se basaba en estudios ponderados de la situación? ¿Era Venezuela para 1963 un país en crisis, con una situación intolerable de dominio extranjero, cuya población en general vivía en grave situación económica debido a un proyecto político basado en privilegios y servidumbres? ¿Era eso el gobierno basado en el Pacto de Punto Fijo, electo cinco años antes?, o ¿Eran solo alegatos políticos movidos por el afiebramiento que se vivía en aquellos años? Ese el contexto en el cual se producía aquella confrontación armada de rifles y de palabras. Trabajos que nos acercan a una valoración ajustada de aquel periodo seguro faltan, pero pueden consultarse inestimables aportes de base historiográfica que van desde Luigi Valsalice en La guerrilla castrista en Venezuela y sus protagonistas (1975) hasta Edgardo Mondolfi Gudat con La insurrección anhelada (2017).  

Fabricio Ojeda. Fotos: revista Momento, N° 520, Caracas, 3 de julio de 1966

Un anacronismo histórico es sacar de contexto los hechos y emplearlos para el debate político de actualidad. Utilizar la historia para sancionar o exaltar el presente. Es decir, llamar marxista a Betancourt, democrático a López Contreras o líder del chavismo a Bolívar.

Si bien muchos de los actores de los años sesenta tuvieron papel destacado en gobiernos de inicios del siglo XXI en América Latina, de Lula Da Silva y Dilma Rousseff a José Mujica, pasando por los nuestros: de Alí Rodríguez Araque a Julio Escalona y de María León a Fernando Soto Rojas, tampoco puede negarse la participación de exguerrilleros en la construcción democrática venezolana de los años setenta y ochenta. Argelia Laya, Freddy Muñoz, Simón Sáez Mérida, Rafael Guerra Ramos, José Vicente Scorza, Eduardo Liendo, Antonio García Ponce, entre otros. No todo fue secuestros y asaltos después de La Pacificación.

Por otra parte, ante la manipulación histórica presente en el debate político y de medios hoy en Venezuela, nos preguntamos: ¿Era Fabricio Ojeda, guerrillero en las montañas del estado Trujillo, un alfil de las maniobras de Fidel Castro por apoderarse de Venezuela? ¿Podemos juzgar el periodo de la lucha armada o guerra de guerrillas, 1962-1972, como el de la intervención cubana para destruir el régimen democrático? ¿No estuvo aquella «guerra de baja intensidad» dirigida por venezolanos que se llamaron Pompeyo Márquez, Guillermo García Ponce, Argimiro Gabaldón, Douglas Bravo, Teodoro y Luben Petkoff, Baltazar Ojeda Negretti, Alfredo Maneiro, Juan Vicente Cabezas, Américo Martín, Moisés Moleiro, Pedro Duno, Héctor Pérez Marcano, Américo Silva o Gabriel Puerta Aponte? ¿Eran todos ellos viles esbirros, seguidores de Fidel Castro, sus mandaderos para crear en Venezuela una colonia cubana?

¿De verdad puede entenderse eso así? La polarización de esta hora venezolana también exige de los operadores políticos, periodistas de opinión y opinadores profesionales, pero también de los intelectuales y universitarios, en especial de los historiadores en el espacio público: mesura, ponderación, capacidad de análisis crítico. De los historiadores profesionales se espera encarar nuestro pasado de forma integral, con madurez y sin propensión al neoculto de la democracia nacida en 1958. Asumir sus luces, pero también sus sombras, será el mejor aporte que pueda hacerse para un proyecto de futuro. Más allá de fanatismos, arrebatos, ardores de la discusión menuda.

Los venezolanos necesitamos palabras que iluminen estos días, que ayuden a vislumbrar caminos y no a enmarañar la comprensión del pasado para vender libros, revistas y periódicos, palabras que aporten en la búsqueda de salidas políticas a un presente de crisis que se convierte en agobiante cotidianidad.

isaacabraham75@gmail.com | 22 de enero de 2023.

* Historiador. Profesor. Universidad de Los Andes. Mérida 

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