#NotasSobreLaIzquierdaVenezolana | De la nostalgia de cierta izquierda nuestra (III)
Trascender la visión nostálgica de la izquierda es un requerimiento que se impone a aquella generación y a las otras, ya demasiado daño ha hecho
Nancy Zambrano Rivas. Escritos de una combatiente de la guerrilla urbana en Caracas. Caracas, Fundación Amigos de los Años Sesenta, 2014, 231 pp.
La violencia política ha sido una de las constantes de la historia contemporánea venezolana. El siglo XX comenzó bajo ese signo y el fenómeno persistió a lo largo de la centuria. Otro tanto ha pasado con estas dos décadas transcurridas del siglo XXI.
Tras la fachada de paz, ayer y hoy: persecuciones a la crítica, negación de la disidencia, criminalización de la protesta, detenciones arbitrarias, censura a los medios de comunicación, secuestros y desapariciones, vejaciones y torturas, gas del bueno contra las expresiones de descontento… El necesario examen de la experiencia democrática inaugurada en enero de 1958 debe pasar por asumir esas heridas.
Perteneciente a una familia emigrada en los años cuarenta desde Mérida, Nancy Zambrano se vinculó desde muy joven a los grupos estudiantiles organizados en el ambiente contestatario y de rechazo a las medidas económicas del gobierno de Rómulo Betancourt.
Entre 1962 y 1964 fue parte de las Unidades Tácticas de Combate en Caracas, participando en varias operaciones especiales de agitación y propaganda; entre este último año y 1968 permaneció presa en el Cuartel San Carlos, y en 1969 salió exiliada por conmutación de pena. Posteriormente regresó al país e ingresó al sistema universitario. En la UCV inició como empleada, luego formalizó estudios de Computación, y después se hizo parte del cuerpo docente. Realizó doctorado en París, y a la vuelta se reincorporó al trabajo en las comunidades caraqueñas.
Identificada con el proyecto político liderado por Hugo Chávez, se desempeñó como presidenta de la Fundación Infocentro del Ministerio de Ciencia y Tecnología (2007-2012), y en la asesoría de la presidencia de Fundacomunal (2013-2014). El régimen que tanto combatió también le dio oportunidades de ascenso social a través de la universidad.
Escritos de una combatiente de la guerrilla urbana en Caracas es un empeño más por inscribir en el imaginario nacional una particular interpretación de los hechos de la lucha armada, marcada por la justificación generacional; en la misma línea trazada por textos que van desde Ángela Zago, Aquí no ha pasado nada (1972); a Humberto Vargas Medina, Remembranzas de un guerrillero de los años 60 (2011). Es decir, un conjunto de testimonios de protagonistas de la contienda. Versión desde la perspectiva de fiabilidad del testigo directo que parte de una premisa no tan confiable: quién mejor que los protagonistas para contar su historia.
Trabajo de recuperación de la memoria, en los agradecimientos de su libro Zambrano señala que, una vez terminado el primer borrador, comenzó a reunirse con compañeros para elaborar un dibujo colectivo de la trayectoria, correspondiente a los años 1962-1964, del Destacamento Livia Gouverneur, órgano de las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN), brazo armado del Partido Comunista de Venezuela. Porque la historia debe también hacerse y escribirse en resonancias colectivas.
El libro se divide en seis partes: I. Las Unidades Tácticas de Combate y las operaciones de la guerrilla urbana; II. Tres operaciones singulares de alto impacto; III. Conversando con combatientes del Livia y recordando a los que no están; IV. Los rigores de la vida clandestina en la ciudad; V. Un deslave arrasa el Destacamento y todos caemos presos; y VI. La derrota… tiene sabor amargo.
Teniendo como base de operaciones la región capital de Venezuela, el Destacamento Livia Gouverneur se creó –a decir de la autora– como parte de los grupos de autodefensa conformados para responder a la política represiva del gobierno. Indica el idealismo y compromiso de la mayoría de aquellos jóvenes, pero también la presencia de aventureros, jactanciosos, “gatillos alegres”, irresponsables… Muchos de los cuales determinarían hechos terribles de aquella guerra como el asalto al tren de El Encanto (1963) o el asesinato de Iribarren Borges (1967).
Cuatro operaciones marcaron el desempeño del Destacamento Livia Gouverneur de las FALN: secuestro de los cuadros de la exposición Cien años de pintura francesa, del Museo de Bellas Artes (16 de enero de 1963); toma de la Misión Militar norteamericana (6 de junio de 1963); secuestro del jefe de ese destacamento James Chenaut (26 de noviembre de 1963); y rapto del teniente coronel Michael Smolen, segundo jefe de la misma misión (9 de octubre de 1964), tarea esta última en la cual –según la exguerrillera– se cometieron múltiples errores y fallas.
Como respuesta, los cuerpos de seguridad realizaron más de cien detenciones, las cuales provocaron una ola de delaciones e infidencias que llevaron a la desarticulación del comando.
Al contrario de otros relatos de la lucha armada venezolana, este sobresale por la claridad expositiva y el establecimiento de una cronología ajustada de los hechos. Desde la adscripción de la narradora al Destacamento Livia Gouverneur en 1962, hasta la disolución de ese cuerpo como producto de la arremetida de la Dirección General de Policía (DIGEPOL) en 1964.
Zambrano hace seguimiento a las actividades de muchos de los partícipes de la UTC desde la frustración de la capitulación hasta la incorporación al proyecto político liderado por Hugo Chávez; sin dejar de mencionar a aquellos que nunca creyeron en el líder militar. Desde los que se marcharon del país hasta los que tomaron la senda delincuencial, desde los que se dedicaron al mantenimiento de sus familias hasta los que las abandonaron. Otros se distanciaron de la política, se dedicaron a la vida universitaria o persistieron en las aisladas y reducidas guerrillas de los años setenta y ochenta.
Otro rasgo del rescate de memoria realizado por Nancy Zambrano: a pesar del tono agraz con el cual cuestiona a la oposición al régimen chavista, en la mayor parte del texto predomina la mesura y el equilibrio.
El escrito pretende tender puentes “para entender este hoy y reconocer el hilo conductor que lleva desde entonces hasta el proceso bolivariano…” (p. 32).
Si los setenta son para la autora una etapa de repliegue de los sobrevivientes de la guerrilla urbana, a pesar del entusiasmo que en un primer momento generó la escisión del PCV y el surgimiento del Movimiento al Socialismo (MAS); los ochenta son “la década de las masacres” (p. 215): Cantaura (1982), Yumare (1986), El Amparo (1988) y “luego la implosión del Caracazo el 27 de febrero del 89 (…) el último pitazo anunciando el fin de la cuarta república” (ídem).
"La nación incivil", un examen del Caracazo y las consecuencias visibles en la historia reciente
Trascender la visión nostálgica de la izquierda es un requerimiento que se impone a aquella…
Por supuesto, y como lógica del discurso que ya ha venido anunciando, la década de los noventa es aquella en la cual “renace la esperanza” con el alzamiento del grupo militar, y luego la victoria electoral de Chávez en 1998, “quien revive las esperanzas de esos que batallamos en los 60.” (ídem)
El recuerdo de muchas y muchos compañeras y compañeros universitarios, “izquierdistas de cafetín” o incluso gente reflexiva y estudiosa, y su “encantamiento” con el líder Chávez se me hace presente. No entendía yo aquella obnubilación de compañeros y alumnos.
Ya en los 2000, prosigue Zambrano: “…la diferencia la hacía Chávez, eran reencuentros donde había renacido la esperanza, era sentir que se había vivido para algo, que valió la pena, a los caídos los veíamos sonreídos con nosotros, era todo distinto.” (p. 216)
Los caídos y los no caídos habían vuelto, regresado de aquella revolución que tanto amaron y donde se le perdieron al país. Es decir, cuando el movimiento político del teniente coronel Chávez reivindicó como parte de su historia a la lucha armada venezolana de los años sesenta, resarció a los derrotados, quienes se integraron como parte de un capital simbólico y legitimador ideológico a la “Revolución socialista” que comenzó a ser el proyecto cívico-militar a partir de 2007. Sí, de 2007, que antes de ese año el proyecto se vestía de otra cosa.
En aquella operación se obliteraba la participación de las fuerzas armadas en la represión a los sectores revolucionarios, algunos de cuyos representantes formaban parte del proceso chavista. Y se exaltaba la intervención del mismo componente en la lucha armada, con nombres como los de Jesús Teodoro Molina Villegas, Manuel Ponte Rodríguez, Juan de Dios Moncada Vidal o Elías Manuit Camero.
Esa intención de filiación histórica está claramente expuesta en el texto que reseñamos, igual a lo realizado por Alberto Garrido en La Revolución bolivariana. De la guerrilla al militarismo (2000) o por Elia Oliveros Espinoza en La lucha social y la lucha armada en Venezuela (2012).
La importancia de esta publicación de Nancy Zambrano Rivas radica, a nuestro juicio, en ser una contribución al conocimiento de la guerrilla urbana venezolana de la década de los sesenta, desatendida en relación al recuento memorístico del accionar de los frentes guerrilleros rurales.
Además, otro de sus méritos es el relato de la historia de un cuerpo armado de tanta relevancia en la subversión de izquierda de los años sesenta como el Destacamento Livia Gouverner, versión que amplía la aportada en la numerosa bibliohemerografía sobre el tema y agrega datos de primera mano al conocimiento acumulado sobre el mismo.
Pertenece Nancy Zambrano a espacios como la Fundación para la memoria de los años sesenta y Fundación Amigos de los años sesenta, los cuales asumieron la denuncia de desaparecidos, torturados y asesinados en la llamada “década violenta”, que tuvieron un importante insumo en el trabajo del profesor Agustín Arzola Castellanos, La desaparición forzada en Venezuela (Caracas, Tropykos y otros, 2005). Hechos innegables que son reconocidos en recientes trabajos de historiadores y estudiosos nada revolucionarios.
El libro de Nancy Zambrano puede inscribirse en el empeño de líderes, dirigentes y militantes de izquierda por dejar sus memorias o testimonios sobre episodios de vida, entre cuyos textos destacan: Jesús Faría Mi línea no cambia, es hasta la muerte (2010), Américo Martín La terrible década de los 60. Memorias II 1960-1970 (2013), Rafael Elino Martínez Conversaciones secretas (2013), Víctor Hugo D’Paola Una vida en la izquierda (2014), María Teresa Romero La lucha que no acaba / Vida política de Rafael Guerra Ramos (2017), entre otras. Aunque en la mayoría de este corpus −al contrario del libro de Zambrano− predomina el tono cuestionador, exculpador, justificador de la lucha armada y de deslinde del chavismo que los lleva a renegar de su propia militancia.
Y muchos siguen defendiéndolo, entre fanatismo religioso e imposibilidad del ejercicio crítico. Trascender esa visión y concepción de la política y el país es un requerimiento que se impone a aquella generación y a las otras. Ya demasiado daño ha hecho.
* Historiador. Profesor. Universidad de Los Andes. Mérida
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