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Los organismos para resolver que nada resuelven

@ArmandoMartini

Políticos anodinos, mediocres funcionarios y fracasados militares añoran ser designados para ocupar un cargo en cualquiera de los organismos internacionales y misiones diplomáticas de los cuales forma parte el país. Oficinas de grandiosidad, protocolo distinguido, residencia señorial, placentera y confiable; inmunidad y pasaporte diplomático, privilegios, gastos de representación para el disfrute, y, por si fuera poco, residir en Nueva York, Washington, París, Madrid, Ginebra, Bruselas, Bogotá, Montevideo, etcétera. Aunque vivir en la Caracas actual es un excelente entrenamiento para el infierno.

Quienes leen prensa oyen radio o ven televisión observarán en el contenido de las informaciones pomposas de las diversas organizaciones internacionales mensajes repetitivos, recados monótonos, encomiendas tediosas. A veces oportunas, pero nunca definitorias. Siempre ambiguas e imprecisas, apuntando a intereses y conveniencias.

Llama la atención la cantidad de conflictos mundiales, crímenes de lesa humanidad, abusos y opresión de tiranías, violación de los derechos humanos denunciada, documentada y conocida por los organismos internacionales, mientras en los respectivos países se han mantenido esas violaciones con la displicencia impertérrita de quienes deben reaccionar. Para pormenores, bastaría preguntar a nacionales del Medio Oriente, cubanos, venezolanos, nicaragüenses, bolivianos y aquellos argentinos que fueron llevados a morir en las Malvinas para disimular crueldades militares; a familiares de los chilenos asesinados, torturados, presos y expulsados en tiempos de Pinochet o a los ciudadanos de África.

La diplomacia no resuelve con fluidez. Se enmarañan en soflamas, lo escaso, exiguo y raro que finalmente solucionan, tarda años. Arribando siempre demasiado tarde, cuando la desgracia indigente, la injusticia, la inmoralidad y el desasosiego se han establecido y normalizado.

Ejemplos muchos. ¿Cuánto permaneció la rebelión vietnamita contra franceses, estadounidenses, vecinos y finalmente entre sí mismos? Ahí está el arreglo donde media Corea progresa en democracia y la otra mitad se hunde en una de las más feroces tiranías familiares y militares del mundo. La liberación de Europa fue por el derrumbe del tirano ruso. El progreso de China por la muerte del dictador que convirtió a profesionales en campesinos y a estos en esclavos. Mientras la costosa Naciones Unidas -invento gringo para sustituir la fracasada Sociedad de Naciones- y otras organizaciones multilaterales solo han servido para el pulcro y agraciado discurso. Para escribir pendejadas dotadas de hermosura, redactar impecables comunicados, la monserga palabrera, y por supuesto, para que funcionarios diplomáticos lo pasen bien, ajenos a los vaivenes amargos y sufrimientos de sus países.

Vale preguntarse por qué las multilaterales que más o en menos funcionan han sido las que nacieron con objetivos económicos y, sobre esa base, han ido creciendo en beneficios por el manejo inteligente de impuestos e intercambio de importaciones y exportaciones. Menos una, Mercosur, porque dejaron que Chávez, con ayuda de los Kirchner y Evo, lo convirtiera en estructura política de izquierda, alargando el brazo cubano, y sometiéndose a los postulados infames del Foro de Sao Paulo.

¿Cuánto lleva la Corte Penal Internacional averiguando, estudiando la barbarie venezolana que conocen quienes llevan años padeciéndola, y las víctimas sufriendo? ¿Qué falta para que presuntos calificados de culpables reciban su merecido castigo, o sean enjuiciados?

Generar expectativas con instancias internacionales y diplomáticas es muy delicado y peligroso, trae demasiadas decepciones e innumerables frustraciones. Como la Organización Mundial de la Salud, que se equivocó con la pandemia hasta que esta arrasó con el mundo. Y después se dejaron engañar por los chinos.

En el mundo perdieron la confianza, nadie cree la buena voluntad y sinceridad de la opresión castrista o en la ingenuidad boba, ignara de la oposición oficialista; si no son lo mismo es mucho lo que se parecen. Venezuela vive un tiempo sombrío, de políticos insensatos, delirantes de migajas y hambrientos de desechos, postulándose para participar en una elección ilegítima, fraudulenta, que pocos reconocen.

Indicio categórico y síntoma decisivo de lo muy poco que les importa el país y las penurias que sufren los ciudadanos. Los ofrecimientos no engañan cuando el embuste, ficción y manipulación se aproxima en descarada desvergüenza para justificar el desmoronamiento, la miseria y la ruina.

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