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Opinión

Encuentros cercanos del tercer tipo

Encuentros cercanos del tercer tipo, por Julio Castillo Sagarzazu
Julio Castillo Sagarzazu
01/12/2020

Monumento nacional de la Torre del Diablo, en Wyoming (EE. UU.), espacio de los cinematográficos “encuentros cercanos del tercer tipo”.  Foto: Linforth, Pixabay.

@juliocasagar

Todos recordamos la famosísima y laureada película de Steven Spielberg en la que un grupo de personas que no se conocían, pero que compartían la obsesión por los ovnis, llegan a la Montaña del Diablo en Wyoming. Cada uno de ellos tenía historias y estímulos distintos. Allí, en aquel desierto (el sitio del encuentro), Roy Neary (Richard Dreyfuss) descubre que la maqueta que construyó a partir de sus visiones del lugar se desplegaba ante sus ojos.

Esa Montaña del Diablo tiene su equivalente en Venezuela en la fecha del 6 de enero. ¿Por qué? Pues, porque ese día se concentrarán las opiniones de gente que viene de distintas visiones, opiniones, intereses y proyectos. Estas personas tienen muy poco o, en algunos casos, nada en común. En realidad, llegarán allí orientados por la necesidad que tienen de que ese día ya no exista la Asamblea Nacional legítimamente electa y que no esté Juan Guaidó para presidirla.

Para el régimen es más que evidente que desea ese día llegue para aumentar su carpeta de sofismas jurídicos y tener más “argumentos” para salir de ese peñasco en el zapato que representa la Asamblea Nacional, único órgano electo en legítimos comicios.

Ya sabemos lo que dirán: que la Constitución establece que ese día se posesiona una nueva Asamblea y que la nueva es la que ellos habrán electo el 6 D. En un proceso que solo reconocen ellos y sus aliados de ocasión, más interesados en el 15 y último, que en hacer política para salir de esta desgracia.

Sobre lo que el régimen dirá o deje de decir no es de lo que va esta nota. Esta nota lo que quiere es especular un poco sobre las razones por las cuales también hay muchos opositores y dirigentes de las fuerzas democráticas venezolanas que esperan llegar a esa Montaña del Diablo y que ese día ya no esté Juan Guaidó en el panorama.

Tampoco estas cuartillas quieren pronunciarse sobre el tema moral o ético que implica coincidir con el régimen en este objetivo. No es que el tema no sea importante pero, por razones de comprensión del asunto, vamos a obviar especular sobre él y a asumir que su idea es que el liderazgo de Guaidó deba ser sustituido por el liderazgo de alguno de ellos para facilitar salir de la pesadilla de país. Es sobre esa peligrosa apuesta de lo que tratamos aquí.

Apelemos primero a la sabiduría popular: no se cambia de caballos en la mitad del río. Juan Guaidó es el presidente de le Asamblea Nacional. Su presidencia interina no es producto del capricho del algún dirigente o de él mismo. La comunidad internacional, las cancillerías y los servicios jurídicos de las democracias más decentes del mundo han convenido en desconocer la farsa del 6D y continuar reconociendo a la actual Asamblea, hasta que se produzcan elecciones libres y justas para sustituirla.

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Monumento nacional de la Torre del Diablo, en Wyoming (EE. UU.), espacio de los cinematográficos…

De manera que no son superfluas las preguntas: ¿Podemos decirle a nuestros aliados que ya se acabó todo; que echamos tierrita y no jugamos más? ¿Tenemos algo creíble, factible y jurídicamente viable para sustituir lo que tenemos? La respuesta a ambas preguntas pareciera ser un No rotundo. En efecto, no podemos decirles a esas más de 60 democracias del mundo que vamos a cambiar porque tenemos otros líderes que consideran que ellos lo harían mejor.

Si se tratara de una contienda normal, en una institucionalidad distinta o de unas primarias, como las que ya hemos efectuado, el asunto no sería ni grave ni complejo. Sería más bien normal y útil para dirimir liderazgos, pero este no es el caso.

Lo complejo, e incluso lo cuestionable de esta posición, es que la mayoría de esos liderazgos que se postulan como alternativos necesitan que se vaya Guaidó; pero, paradójicamente, que se quede Maduro. ¿Por qué?

Pues porque Maduro en Miraflores es lo que da sentido a una “nueva oposición”. Maduro es la sopita. Con un 15 % de aceptación popular es más fácil bregar con él.

Es él quien concita el repudio mundial. Es él el señalado por el informe de la comisión Bachelet.  Maduro es el pasible de una investigación por la Corte Penal Internacional. Que Maduro se quede es imprescindible para algunos. Unos para esperarlo en la bajadita del 2024 “acumulando fuerzas” y platica; y otros como sparring y trompo servidor.

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Monumento nacional de la Torre del Diablo, en Wyoming (EE. UU.), espacio de los cinematográficos…

Esta estrategia para salir de Guaidó ha transitado varios periodos. Es obvio que cuando este vivió su luna de miel popular, recién investido presidente interino, nadie tenía músculo para oponerse. Casi todos guardaron un ceremonioso silencio. Pero fue pasando el tiempo y las posibilidades de sacar a Maduro se hicieron complicadas; entonces, con la paciencia del depredador que persigue a la presa herida, algunos consideran que ha llegado el momento para saltar sobre ella y eso es lo que ocurre ahora.

Para llevar a cabo este objetivo se crearon varias narrativas (no olvidemos que para llegar a la Montaña del Diablo en Wyoming hubo varios caminos y varias motivaciones). Algunos asumieron desgastar a Guaidó presentándolo como incapaz de concitar una solución de fuerza. Otros se fueron al otro extremo y lo presentaron como incapaz de concitar una solución política y electoral. Este fuego cruzado lo soporto Guaidó por meses. Pero, las cosas han cambiado. Ahora, cuando se ha desvanecido la política, de acuerdo con la cual ya no todas las opciones están sobre la mesa, porque sus eventuales protagonistas la han caracterizado como de realismo mágico; y cuando la vía de los acuerdos con el régimen para montar unas elecciones medianamente creíbles también fracasaron, los antiguos compañeros de ruta han decidido que llegó el momento de partir aguas con él.

En efecto, como el adversario principal es Guaidó y la dirección política de la AN, algunos se han dado a la tarea de lapidar la iniciativa de la consulta nada más que porque viene de donde viene. Iniciativa, por cierto, que es una propuesta de sectores de la sociedad civil venezolana.

Muchos de quienes se oponen aún no nos dicen qué puede sustituirla como mecanismo para oponerse a la farsa del 6D.

No han tenido ese detalle que agradeceríamos altamente quienes aún no llegamos al grado de iluminación para entender la situación. Lo cierto es que sería loable que indicaran alguna pista para debatirla y ponernos a trabajar por ella si es mejor que lo que está sobre la mesa.

Por supuesto que debemos anotar, en tributo a la verdad, que no todos los que se oponen a la consulta lo hacen por motivos “fútiles o innobles”, como dice nuestro Código Penal. También es obligada esta aclaratoria para no cometer el error de meter a todos en el mismo saco y preservar la integridad de quienes hacen observaciones de buena fe y con la mejor intención de que las cosas avancen en la dirección deseada.

Ahora, sobre el tema del liderazgo, también debemos aclarar que todos están en su derecho de querer postularlo y ejercerlo. La conseja popular nos recuerda que “en las puertas del cielo, primero yo que mi abuelo”. Es legítimo igualmente no estar de acuerdo con la dirección política de la Asamblea Nacional y que a alguien no le guste Guaidó. Nadie es monedita de oro para gustarle a todo el mundo. Igualmente, es absolutamente necesario reivindicar el derecho a criticar y señalar errores de la dirección política de la AN; y esta debería tener la entereza y la inteligencia para asumir los errores, enmendar las fallas y explicarle al país lo que se está haciendo con transparencia y con las puertas abiertas.

Pero vale la pena preguntarse ¿es este el escenario y el momento para dirimir ese asunto del liderazgo? Escuchemos esta frase de monseñor Escrivá, hoy elevado a los altares. Lo dice en Camino, su obra más importante: “la gente no se santifica a pesar de sus defectos, sino con sus defectos”. Esta máxima podría ser utilizada hoy en día para caracterizar el problema de la dirección política de la oposición venezolana.

No es a pesar de nuestros defectos, sino con nuestros defectos que debemos marchar unidos. Obviamente que unidos los que tenemos como meta salir del régimen y no convivir con él; unidos quienes creemos que los linderos de la ética y los de la complicidad con los violadores de los derechos humanos son una línea roja que no hay que traspasar.

Efectivamente, como hemos dicho en muchas notas anteriores, no se puede pagar el precio de la “unidad” para convivir con quien no nos conviene (la misma conseja que se aplica a que es preferible un buen divorcio que un mal matrimonio). Pero debemos aprender a manejar ese instrumento, esa herramienta que es la unidad con inteligencia, con sindéresis, ubicando con claridad los momentos y los escenarios para la disidencia y los que son para la acción común.

Ha muerto la sindéresis, ¡viva la sindéresis!

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Monumento nacional de la Torre del Diablo, en Wyoming (EE. UU.), espacio de los cinematográficos…

Hay que internalizar lo que dice el Eclesiastés: “todo cuanto hay bajo el sol tiene su hora”. Si el barco se hunde, nos hundimos todos. Para decirlo con las más elocuentes palabras de Benjamín Franklin, quien también debió lidiar con problemas semejantes a los nuestros, “O actuamos juntos, o nos cuelgan por separado”. No en balde Franklin fue el inventor del pararrayos, ese artilugio que nos ahorró muchas sorpresas que venían del cielo, de donde también venían los alienígenas de los Encuentros cercanos del tercer tipo.

Vamos, entonces, a propiciar el encuentro. Y a ahorrarnos ese desierto de Wyoming donde está la Montaña del Diablo.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

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