El país que se apaga - Runrun
Carlos Rondón Ávila Ago 08, 2020 | Actualizado hace 1 mes
El país que se apaga

@phronimos

En Venezuela somos expertos fabricando tragedias: tenemos lo que quizá sea la diáspora más importante del siglo XXI. Compartimos la crisis sanitaria de la COVID-19 con más de 180 países. También nos diseñamos una crisis económica que tiene a nuestra clase trabajadora por debajo del umbral de pobreza, casi en la indigencia y además una crisis eléctrica que ha ocasionado un daño social y psicológico que pasará generacionalmente.

Finaliza julio del año 2020 y la kakistocracia revolucionaria ha sido incapaz de resolver la emergencia o crisis eléctrica nacional, principalmente en los estados más afectados. Ya no se puede llamar «emergencia«, porque “emergencia» es lo que «emerge» repentinamente, nos toma por sorpresa y requiere de decisiones rápidas y oportunas.

Kakistocracia

Kakistocracia

Estamos en esta situación desde hace más de 10 años, y además de los racionamientos, que ya forman parte de las rutinas diarias del zuliano, tachirense o merideño, hemos sufrido varios apagones nacionales que han paralizado al país entero durante días.

Es una vergüenza mundial impresentable que uno de los países más ricos en petróleo esté transitando un colapso de su sistema eléctrico nacional.

No hay justificación posible para que, ante tantas desgracias, el gobierno no haya garantizado el funcionamiento de los servicios básicos. La única explicación posible es la que establece el ensañamiento como parte de un plan muy cruel de sometimiento y control social. Si esta crisis no fuera diseñada, la pandemia mundial debía haber acelerado lo que sea que hubiese que hacer para resolver esta penosa situación; al contrario, la han utilizado como pretexto para simular que todos los esfuerzos se concentran en nuestra salud.

Si el padecimiento de esta insoportable situación, que afecta a millones de personas, estados completos, no ha logrado despertar misericordia en nuestra clase política, tampoco lo harán estas palabras. Habrá que conformarse con que esta, y todas las denuncias que diariamente se hacen, formen parte del testimonio histórico de la represión más salvaje e ignominiosa a la que ha sido sometida una sociedad completa.

No hay calificativos suficientes para describir la tragedia social que el gobierno (y sus oposiciones) han provocado.

 

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