Delibeth Briceño: 28 días en el INOF como una delincuente (VIDEO) - Runrun
Delibeth Briceño: 28 días en el INOF como una delincuente (VIDEO)

@MariaAlesiaSosa

A DELIBETH BRICEÑO LE MONTARON UNA EMBOSCADA para detenerla. Eso es lo que ella cuenta. La detuvo la Guardia del Pueblo. Eran casi las tres de la madrugada, iba junto a otros compañeros en un taxi para buscar a unos amigos que permanecían escondidos cerca de la carretera Valle Coche. Llamó por teléfono a uno de ellos, y una voz, que no le parecía familiar, le dio las indicaciones de adonde debía llegar. Se dirigió al sitio y allí la estaban esperando, pero no sus compañeros, sino la Guardia del Pueblo.

Los esposaron y revisaron de arriba abajo. En el taxi, encontraron un bolso con bombas lacrimógenas. La acusaron de ser la dueña. Ella siempre lo negó, y lo niega. “No sabemos de quién era ese bolso, no pertenecía a ninguno de nosotros”, reitera.

Briceño había llegado a Caracas el 10 de marzo de 2014. Venía de Maracaibo, de donde es. Asegura que no es dirigente estudiantil, “sólo estudiante”. Decidió irse a Caracas para unirse a las protestas de jóvenes que habían arrancado a principios de febrero en Venezuela.

El 21 de febrero fue expulsada de la Universidad Rafael Belloso Chacín, donde estudia sexto semestre de Comunicación Social.

“Fui botada de mi universidad por protestar. Tenía una pancarta que decía ‘El que se cansa pierde’ y otra que ponía ‘Maldito el soldado que empuña su arma contra su pueblo”, explica.

Cuando la detienen, el 25 de abril, ya tenía varias semanas de actividades: marchas, volanteos, y otras protestas. “Siempre pacíficas”, aclara. Delibeth Briceño se unió al campamento que una organización llamada Jóvenes Venezolanos, levantó en la Plaza Alfredo Sadel de Las Mercedes. Y que el 8 de mayo fue desmantelado por la Guardia Nacional Bolivariana. El mismo campamento donde estuvo Sairam Rivas, la dirigente estudiantil de la UCV que aún permanece presa.

 

 

La audiencia

“La jueza nunca nos miró a la cara, leyó la decisión como si estuviera leyendo un libreto. Comienza a nombrarnos: Delibeth Briceño, Jennifer Jaramillo van para el INOF”, relata Briceño. Eso fue el día de la audiencia de presentación, a donde los llevaron esposados y amarrados con trenzas de zapatos.

Confiesa que lloró sólo al principio y al conocer la decisión, pero al llegar al Instituto Nacional de Orientación Femenina resolvió ser fuerte y no llorar más. “Vamos a aguantar la pela, y si esto es lo que hay que hacer por la lucha, lo haremos”, dice en su testimonio.

Los guardias que la trasladaron al INOF la trataron bien y hasta se sorprendieron del veredicto de la jueza. “¡Cónchale no pensamos que les iban a hacer eso! Si ustedes son estudiantes, ¿por qué los privaron? ¿Qué les dijeron? Sean fuertes”, cuenta Briceño que le decían los guardias. Además les dieron consejos de cómo debían comportarse en un penal.

 

Lo primero que les dieron fue un par de uniformes del centro: franela y pantalón de mono, color fucsia. Fueron presentadas a la directora del penal, que las interrogó.

−¿Son estudiantes? ¿Son guarimberos o sólo protestan? Por favor no me hagan guarimbas aquí.

−Somos estudiantes y lo que queremos es la unión de un país. No queremos violencia ni división.

−Pues yo no las quiero aquí. En 45 días yo quiero que se me vayan. Pórtense bien, tengan buen comportamiento, para que se les pase rápido el tiempo, métanse en las actividades que hay acá, deportes, educación.

 

Régimen militar

Delibeth dejó de contar los días para que se le pasaran más rápido. Las dos primeras semanas, recuerda que la vida en la cárcel no fue tan dura. Hacían actividades, deportes, trotaban y tenían tres comidas al día. Pero eso cambió con la llegada de lo que ella llama “El régimen”.

“El régimen tiene nombre y apellido: Nelson Cubiano. Llegó con órdenes de la ministra a quitar todos los beneficios y actividades que tenían las reclusas”, señala.

Les informaron que el nuevo régimen era un entrenamiento para salir al país, al mundo de afuera, al socialismo, sin privilegios para nadie. “Nos decían que íbamos a vivir en un régimen donde íbamos a aprender cómo iba a ser el país de ahora en adelante. Que íbamos a salir listas para vivir en socialismo con nuestro pueblo y patria”, cuenta Delibeth.

Allí aprendió a marchar como un militar. Todos los días debían hacer “orden cerrado”, que consistía en el entrenamiento que se le da a los militares. Firme, trote, marcha, saludo a la bandera, y por último: cantar Patria querida, la canción que Hugo Chávez introdujo en las Fuerzas Armadas.

El primer episodio con la autoridad fue cuando Briceño intentó reaccionar ante una medida que prohibía las visitas el día de la madre, y se enfrentó al director regional.

“Pido hablar con la directora, la subdirectora, y el director regional. Les digo que me molesta lo que sucede. No todas tienen la culpa de lo que pasa. Aquí hay gente que no le importa que suspendan las visitas, y hay otras que sí”, explicó.

−¿Quién eres tú?

−Delibeth Briceño.

−Tráeme el expediente de Delibeth.

−¡Ah! Eres estudiante, eres guarimbera.

−Yo no soy guarimbera, soy estudiante.

−Guarimbera.

−Estudiante. Entonces, ¿Usted es golpista por el 4 de febrero? ¿O un lamebotas? ¿O una foca?

−No, yo soy un director, tienes razón, tú eres estudiante.

Fueron varias las requisas en el penal, pero una, durante “el régimen” fue la más violenta y desagradable.

“Nos ponen un silla. Nos pegan a la pared con las piernas más adelante, y con una linterna y ellas con un guante en la mano. Ellas te dicen que tu misma te ayudes. Y con la linterna te comienzan a ver”, narra.

 

−No se ve nada. Agáchate, agáchate.

−Yo no tengo nada dentro. Yo soy estudiante, no me quiero meter en problemas.

La hicieron poner la pierna encima de una silla y le pidieron que se abriera. La funcionaria se acercó y la tocó.

“Yo en ese momento quería quitarla de un solo empujón. Pero respiré profundo, aguanté las ganas que tenía de llorar, la rabia, todo”.

Pero el peor día de su estadía en el INOF fue cuando Nelson Cubiano, la humilló y maltrató físicamente.

“Él tenía en la mano unos expedientes, y es cuando me agarra por el cabello. Él viene, se enrolla mi cabello en su mano, y cuando me empuja, me echa para atrás, me hace arrodillarme”.

−¿Qué pasa?

−“Tú no hables tu eres presa”, le dijo ¿Tú eres guarimbera?

−No, estudiante.

−“Eres guarimbera y te callas”. No quiero que te me vayas a poner a hacer guarimbas, revueltas aquí, ni nada por el estilo. Tu a mí no me conoces, a mi nadie me va a hacer daño. Gobierno no come gobierno. No me importa con quién tu hables. Yo igualito hago lo que tengo que hacer. Yo soy el malo de la película. Si tú te pones a hacer eso: te corto el pelo, te coñaseo y te mando a una cárcel en Margarita. Y lo están escuchando y lo están viendo todas. ¿Entendiste? Te paras, y yo quiero verte al frente de todo el orden cerrado que se va a dar hoy.

Delibeth aguantó, llena de rabia e indignación, pero aguantó.

Había pasado casi un mes, cuando se enteró, por una llamada de su mamá, que iba a salir en libertad. La emoción fue superlativa. La incertidumbre y desconfianza que tenía en el sistema de justicia no le permitían ver un final a esa película de terror.

Pero Briceño reconoce que salió con más preocupaciones, que las que tenía al ingresar. Habla con mucha sensibilidad de las mujeres que permanecen detenidas, privadas de libertad, “en un sistema de justicia que no avanza y que por demás no es precisamente justo”.

Delibeth está siendo juzgada por posesión de objetos incendiarios, y fue liberada con una medida cautelar que la obliga a presentarse todas las semanas en el Tribunal. Delibeth aún no es libre.