Editorial El Tiempo (Colombia): ¿Una salida para Siria? - Runrun

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La cumbre de los 20 países más industrializados del mundo, que incluye a no pocos invitados adicionales, empezó ayer y terminará hoy en circunstancias difíciles.

Por un lado, se celebra en San Petersburgo, y su anfitrión es el líder ruso, Vladimir Putin, con quien el presidente estadounidense, Barack Obama, ha tenido numerosos y recientes desencuentros, que van desde el declive de las abejas en el mundo hasta el asilo del informante Edward Snowden en Moscú. Por otro, coincide la reunión con el momento más tenso de la situación siria. Estados Unidos anunció que atacará instalaciones militares del gobierno de Bashar al Asad para castigar la masacre de más de mil ciudadanos inermes gaseados con químicos letales. Putin se opone a la declaración unilateral de intenciones de Washington y ha destacado barcos militares en aguas próximas a Siria, a cuyo gobierno protege como cliente comercial y socio político.

Sin embargo, la reunión que tan mal pinta podría abrir un camino en la solución del problema. En declaraciones a la prensa, el presidente ruso señaló el miércoles que rechaza un ataque al margen del Consejo de Seguridad de la ONU –donde Rusia y China vetan toda sanción a Siria–, pero no cierra las puertas a una medida punitiva que lleve el visto bueno del Consejo. Podría ser, pues, que se produjera, aprobada por la ONU, una operación militar multinacional para castigar a Al Asad. Para ello sería necesario que la comisión científica de las Naciones Unidas demostrase que se produjo el ataque tóxico y que se ofrecieran pruebas sobre la autoría del Gobierno.

Los manuales clásicos de guerra dicen que un ataque será más exitoso cuanto más sorpresivo. En contravía de esta estrategia, la operación de castigo contra la dictadura de Al Asad se ha vuelto una de las más anunciadas e inciertas decisiones de la historia militar moderna. Al revés de otras guerras, donde las reflexiones políticas, éticas y jurídicas preceden al uso de las armas, en este caso varios gobiernos tomaron y proclamaron hace días su determinación de atacar, y solo han optado por retrasarla a medida que surgen dudas y preocupaciones.

Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia empeñaron su palabra de que atacarían a Al Asad a fin de que estos atentados no se repitan. Pero al británico David Cameron lo desautorizó el Parlamento, mientras que Obama frenó su ímpetu inicial y ahora intenta convencer al Congreso de que lo apoye. Ya lo logró con el sanedrín del Senado. Le falta la Cámara. François Hollande, el presidente francés, no piensa acudir a la Asamblea Nacional y el Senado, pero sabe que dos de cada tres ciudadanos se oponen al ataque.

No parece fácil, pero sí posible, un acuerdo en el que Estados Unidos acepte aplazar su operación de castigo para obtener el respaldo de la ONU, y Rusia se avenga a dar su visto bueno si las pruebas confirman el ataque con gas venenoso y la responsabilidad del gobierno sirio. En el plazo de algunos días se conocerá el dictamen de los científicos neutrales. Si existió el mortífero bombardeo, como todo lo indica, será difícil creer que no fue obra de un régimen que a sus pocos reatos morales añade uno de los mayores arsenales químicos del mundo: más de mil toneladas de agentes químicos exterminadores.

Legitimado el castigo, disminuyen algunos de sus efectos geopolíticos, aunque estas acciones siempre dejan abierta la caja de Pandora, como lo prueban Irak, Afganistán y Libia. Sería una buena noticia para el mundo que la oscura reunión de San Petersburgo iluminara alguna salida.

Fuente: El Tiempo

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