Alerta por Vicente Díaz @VicenteDz - Runrun
Redacción Runrun.es Ago 15, 2013 | Actualizado hace 11 años

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Ramón, hace un montón de años, cuando tener un teléfono monedero cerca era un lujo comunitario, paró la oreja apenas escuchó las palabras mágicas: teléfono directo. En un segundo estaba instalado hablando sin parar con su hermana de Curiepe.

Al colgar, luego de un largo rato, se sentía feliz por ser tan avispado.

El examen de matemática era crucial para Julio César, porque ya venía cojeando en la materia y los curas del colegio eran implacables. No permitían ni sacar calculadora. Pero el chuletario le estaba funcionando, consultó la última fórmula y entregó la prueba con la confianza de su viveza y el alivio de no haber sido cachado. Los panas le palmearon la espalda celebrando picardía y temeridad.

Doña Lola no dejaba de criticar a los políticos corruptos mientras revisaba la nómina de su fábrica de zapatos en busca de algún gazapo del administrador. Esos políticos son los culpables de la crisis, le explicaba a Julián su asistente en tono pedagógico. Y por cierto, le enfatizó, recuerden no renovar los contratos de los temporales para que no tengamos que pasarlos a fijos. ¡Y vayan buscando otros! Mientras, seguía rumiando su desprecio por los políticos ladrones.

Anselmo decidió cerrar la tienda harto del martillo que le aplican todos los días los inspectores de Sanidad, del Instituto Venezolano de los Seguros Sociales, del Seniat, del Sumat…

Felicia obstinada de la cola maldecía su impotencia ante los vivos del hombrillo que congestionaban la autopista con embudo de siempre. El ministro acaba de aprobar el traslado de la nómina al banco que le alegra la vida.

El carnicero pesa el pollo congelado con más hielo que pulpa. El queso es más sal que leche, pero se cobra la sal a precio de leche. La bolsa de papas fritas es más aire que papas.

El obrero portuario le paga al tarjetero para que le marque la tarjeta todos los días; pero si no le paga la tarjeta se pierde, y sin tarjeta no hay salario. El guardia deja pasar la gasolina a Colombia silbando para un lado, mientras los cobres cambian de mano.

El alcalde lleva a votar a sus funcionarios y les pone un supervisor de voto, por si alguno se «equivoca» votando.

Los camiones de Corpoelec se dedican a quitar los afiches opositores.

El gobierno defiende su obra con miles de minutos de televisión mientras la oposición sólo puede criticar esa obra durante tres minutos. El mecánico diagnostica una rectificación de motor en lugar del cambio de empacaduras que correspondía.

El problema de la corrupción es «genético». No de los venezolanos. Sino de los humanos.

Su existencia no ha impedido grandes avances de la sociedad. Los pilluelos florentinos produjeron el renacimiento.

Solo ha disminuido de forma significativa en los países donde se han reunido tres condiciones: la «viveza» es socialmente condenada y no celebrada; los dineros, decisiones y trámites públicos son transparentes y normatizados; y el reconocimiento y la recompensa responden al mérito y al esfuerzo y no a los contactos y los padrinos.

Aquellos ilusos ideológicos que piensen que la corrupción es inherente al capitalismo revisen las realidades cubanas, soviéticas y chinas, y aprenderán que el hombre nuevo parece que no aparece.

Minimizar la corrupción se puede lograr si se emprende como proyecto nacional, por encima de diferencias partidistas o ideológicas.

Alerto: electoralizar y partidizar la lucha contra la corrupción es corromper lo que se dice intentar.

Es hacerle un daño descomunal a Venezuela porque desacreditaría por años un esfuerzo que debe ser del país como un todo y no una herramienta de un bloque político para acabar con su contendiente electoral . Como parece que está empezando a perfilarse.

Fuente: El Nacional