@Hsiciliano: “Uno le da un rostro a esas cifras de detenidos” - Runrun
@Hsiciliano: “Uno le da un rostro a esas cifras de detenidos”

@AdrianitaN

Profesión: Estudiante de Ingeniería Civil

Ejercicio: Independiente

Edad: 24 años

Fotógrafo de calle desde el 12 de febrero de 2014

La revuelta frente a la sede del Ministerio Público en Parque Carabobo del 12 de febrero del 2014 sorprendió a Horacio Siciliano con su cámara en una mano y un pañito impregnado con Maalox en la otra. Una suerte de presentimiento, un frío en el cuerpo, le avisaba que algo pasaría en un futuro no muy lejano. “Yo no soy periodista, nadie me está pagando, yo solo salí a documentar lo que pasaba”, confiesa. En un segundo se vio solo, separado de los tres compañeros que le acompañaban; al siguiente, vio a Douglas Morillo trepando por los escudos del cordón de la Policía Nacional Bolivariana y llegando al otro lado.

Un joven gritaba: “Bajen los escudos, bajen las armas, ustedes son nuestros hermanos. Pana, tú y yo somos venezolanos” con la esperanza de que su mensaje atravesara las gruesas láminas de plástico que separaban a los funcionarios de los manifestantes. Esta última frase fue emblemática para el recién iniciado fotoperiodista, fue el llamado de atención que lo llevó a hacer “clic”.

“Esta foto resumió, para mí, todo el conflicto del 12 de febrero. Fue la primera foto que yo monté en Twitter, en una cuenta en la que tenía 250 seguidores. La foto a los tres días llegó casi a los cinco mil retuits. Eso lo que me dijo a mi es que había una falta de información absurda en el país, la gente no sabía lo que estaba pasando”, relata asombrado.

En el país había una seria escasez de información y de medios serios que transmitieran lo que estaba pasando en realidad. ¿Cuál era el problema? Que había muchos medios del gobierno que tendían a tergiversar la información y decir que sólo había cuatro chamos protestando y eso era mentira. Yo llegue a mi casa y ni mi mamá, ni mis vecinos, sabían nada de lo que había pasado”, agrega.

Al final de esa jornada, vivió de cerca el asesinato de Robert Redman. “Esa noche yo estaba en Chacao cuando mataron a Redman. Escuché el disparo y a una cuadra lo mataron. Luego subí a la azotea de un edificio y veía como la guardia golpeaba a la gente, como pasaba lo que estaba pasando y en los medios de comunicación no decían nada, eso da mucha impotencia”, relata.

Desde ese día, la molestia ante el silencio de los medios se tradujo en un trabajo de registro diario de las protestas en Caracas. Un grupo de la Universidad Metropolitana le donó un chaleco antibalas, logró acreditarse como reportero del portal Reporte Confidencial y empezó a reunirse -y aprender- con personas que desarrollaban esta labor. “Antes venía la guardia y yo corría, hasta que me encontré con fotógrafos profesionales para enfrentar una situación de conflicto. Nos fuimos apoyando, debíamos estar juntos para que ni la guardia, ni la policía se metieran contigo”.

Su familia no llegó a enterarse de que una vez un guardia nacional le disparó perdigones, tampoco de que un funcionario de la PNB le roció la cámara y la cara con gas pimienta “porque le provocó”. No supieron de los empujones, ni del altercado que tuvo con el Servicio Bolivariano de Inteligencia (Sebin) a finales de abril de 2014.

“Yo bajé a Chacao a tomar unas fotos y tres hombres, pistola en mano, me pegaron contra la pared del Ministerio de Transporte. El tipo intentó quitarme el teléfono y yo se lo batuqueé. Eso indigna. Yo avisé a una periodista de NTN24. Hubo uno que sí me trató bien. Les pregunté que por qué me detenían y me dijo que porque tenía pinta de guarimbero”, relata. “Por mi carácter, viene un Guardia Nacional a pedirme la cámara o la memoria y no se la voy a dar. Yo voy a muerte. Si el tipo me quiere quitar la cámara, que le eche bolas. Es un tema personal, yo prefiero romperla contra el piso”, expresa sin inmutarse.

¿Miedo? Sí, también responsabilidad. “Sentía miedo, pero sentía que si no lo hacía yo, nadie lo iba a hacer. Me puse una carga encima y decidí asumirla. El fotógrafo Roberto Mata dijo una vez que no vale la pena perder la vida por una foto. Ciertamente hay que saber ponerse límites”.

Cuando el 12 de abril de 2014 un joven rogaba que no lo dejaran morir, tras haberse arrojado al Río Guaire para evitar ser capturado por la GNB, Horacio Siciliano buscó sus límites en otro fotógrafo. “Había un chamo en el Guaire, me ve a mi de primero y me dice: ‘por favor, ayúdame, no me quiero morir’ y tampoco se quería entregar a los guardias. Le digo a un fotógrafo de agencia que me quiero meter y me dice: ‘eso no existe, no te puedes meter’. No es fácil”.