El papa Francisco llamó a luchar contra la lógica del consumo y el descarte del mundo actual, en su primera eucaristÃa en una plaza del centro de esta ciudad del oriente de Bolivia.
Ante una multitud que se extendÃa por varios kilómetros hacia las principales avenidas, el pontÃfice pidió seguir el ejemplo de Jesús que multiplicó los panes y el vino para poder alimentar a los hambrientos.
“Frente a tantas situaciones de hambre en el mundo podemos decir: no nos dan los números, no nos cierran las cuentas… (y) la desesperación termina ganándonos el corazón”, dijo Francisco, conocido como el papa de los pobres.
Pero dijo que contra eso se debe luchar.
“Basta de descarte, no hay que excluir a nadie. En un corazón desesperado es muy fácil que gane espacio la lógica que pretende transformar todo en objeto de cambio, de consumo, todo negociable… una lógica que pretende dejar espacio a muy pocos, descartando a todos aquellos que no producen”, añadió en una misa concelebrada con 300 sacerdotes y 50 obispos.
Muchos de los fieles pasaron la noche en la plaza del Cristo Redentor para la tercera misa campal de una gira por Sudamérica en la que ha pedido atender las necesidades de los pobres y proteger el medio ambiente.
Algunos fieles llegaron de Argentina, Brasil y Colombia.
“El papa es argentino y lo venimos a ver, queremos hacerle sentir como en casa, le pedimos por la unidad de nuestros paÃses”, dijo Emilio Domesan, un estudiante argentino de ingenierÃa junto a varios de sus compatriotas.
Samu Méndez, de 34 años, viajó por dos dÃas desde la amazonia boliviana para conocer al pontÃfice.
“Queremos que interceda por todos nosotros para tener buena salud y el gobierno mejore el presupuesto sanitario”, dijo.
Francisco aterrizó la tarde del miércoles en El Alto, Bolivia, el segundo de tres paÃses sudamericanos que recorrerá esta semana. El otro es Paraguay.
El gobierno declaró feriado para permitir que los fieles concurran a la celebración en un altar que ha sido tallado en madera roble por indÃgenas del pueblo chiquitano, una etnia del oriente.
En Santa Cruz, en el oriente del paÃs, se hospedó en la casa del cardenal Julio Terrazas, con quien esperaba desayunar antes de trasladarse en un papamóvil hasta la plaza del Cristo Redentor.
Muy delicado de salud, Terrazas pidió dejar la clÃnica donde se encontraba bajo tratamiento de diálisis, para recibir y compartir con Francisco.
En su primer discurso en La Paz llamó a “no olvidar que todo progreso debe incluir valores y no solo beneficios económicos” y llamó a las autoridades a comprender y apoyar la tarea evangelizadora de la Iglesia en referencia a las diferencias que separaron por años al gobierno y los obispos.
Ante un millar de personas entre autoridades y representantes de la sociedad civil reunidos en la catedral de La Paz el miércoles por la noche, el pontÃfice aludió a la larga diferencia con Chile por la demanda marÃtima boliviana.
“Estoy pensando en el mar, el diálogo es indispensable”, improviso. Luego en su discurso dijo llamo a “construir puentes en lugar de levantar muros”. “Todos los temas por espinosos que sean tienes soluciones compartidas, razonables y equitativas”, dijo.
Un polémico regalo
Durante una recepción en La Paz, el mandatario le regaló al pontÃfice una copia del “Libro del Mar”, sobre la demanda de Bolivia contra Chile para lograr una salida al mar, y un crucifijo sobre una base de madera que representa una hoz y un martillo, el sÃmbolo comunista que une a los obreros y a los campesinos.
Aunque a Morales se lo conoce por su postura anticapitalista, este regalo con trascendencia ideológica tenÃa en realidad una historia muy personal: un sacerdote jesuita asesinado por el régimen militar boliviano en 1980, el padre Luis Espinal, llevaba un crucifijo idéntico.Â
Espinal, nacido en España en 1932 y seguidor de la izquierdista teologÃa de la liberación, fue secuestrado el 21 de marzo de 1980 y su cuerpo fue hallado con signos de torturas la tarde del dÃa siguiente en una autopista en La Paz.
Poco después de llegar a Bolivia el miércoles, el papa detuvo su convoy para orar en el lugar donde fue abandonado el sacerdote.