Félix Alberto Quintero V, autor en Runrun

Abr 04, 2016 | Actualizado hace 8 años
Consecuencias de la paz por Félix Alberto Quintero V

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En épocas de crisis es cuando más se necesita establecer prioridades para abordar los desafíos de una manera prudente y organizada. En estos momentos es evidente que se debe dar prioridad al ámbito nacional, relegando a un segundo plano lo concerniente al ámbito internacional. Quizás la seguridad ciudadana compite con la disponibilidad de alimentos y medicinas en cuanto al desafío que requiere de medidas más urgentes.

 

Una conversación reciente me recordó, sin embargo, que no hay que perder de vista el segundo plano. Compartía un almuerzo con colegas de la oficina, con la caribeña coincidencia de que habían dos colombianos, dos venezolanos y un dominicano. Siendo los cinco abogados no tardamos en empezar a conversar de los retos de los tres países en materia de estado de derecho y todos coincidimos en la preocupación por la nefasta presencia del narcotráfico y sus tentáculos. De este ominoso tema no nos costó brincar a conversar de las expectativas frente al proceso de paz en Colombia con las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FARC). Para la fecha de ese almuerzo, por cierto, aún no se habían hecho públicos en la prensa los esfuerzos del gobierno colombiano en extender la tregua al Ejército de Liberación Nacional (ELN).

 

El tono de la conversación y las posturas expresadas por los que allí estábamos parecían coincidir con el “optimismo escéptico” del que hablaba el Dr. Moisés Naím en una entrevista en Caracol Radio hace ya algunos meses. La paz, evidentemente, es necesaria y deseable pero no deja de preocupar los medios que utilicen las partes para alcanzarla. ¿Y qué hay de las consecuencias? Mi paisano puso en el tapete un tema que resultaría de vital importancia para Venezuela. En el supuesto de que se alcance la paz, ¿qué harán los miles de ex-guerrilleros desmovilizados si al cabo de cierto tiempo no logran reinsertarse en el mundo civil y democrático colombiano?

 

Veamos un poco el contexto. Según la televisora TeleSur, no fue sino hasta febrero del corriente año que las FARC, como manifestación de su voluntad de dar por terminado el conflicto armado, acordaron dejar de aceptar la incorporación a sus filas de menores de 18 años de edad. En consecuencia, muchos guerrilleros son muchachos jóvenes cuyos principales talentos giran en torno a su trayectoria bélica. Algunos sabrán leer y escribir, otros no. Algunos habrán tenido oportunidad de trabajar en algo distinto al conflicto armado, con lo cual podrían hacer la transición al mundo civil de una manera menos traumática. Pero otros probablemente no tengan en su haber los conocimientos o talentos que los harían atractivos para potenciales empleadores. Amén del tema de la credibilidad.

 

¿Cuánto tiempo le tomará a un muchacho impaciente, que sólo conoce de armas y de guerra, plantearse alternativas ante las dificultades de reinsertarse en el mundo civil colombiano? ¿Cuánto tiempo le tomará girar la cabeza a la derecha, hacia la otra orilla del Arauca? Esa orilla que lo invita con su ambiente de zozobra e impunidad a explotar sus talentos bélicos. A fin de cuentas, ya la conoce muy bien porque tiene años operando allí y ha forjado relaciones que le pueden resultar de utilidad.

 

Sin duda la paz en el vecino país tendría consecuencias para Venezuela y la región, algunas mejores que otras. No pretendo abogar en contra del proceso de paz sino más bien anticipar su impacto y alertar a los que les corresponderá mitigar el mismo. Para la sociedad civil venezolana el recibir a cientos o miles de muchachos hambrientos de oportunidades bélicas lucrativas es una calamidad porque podría empeorar la ya gravísima crisis de seguridad ciudadana. ¿Y qué hay de las Fuerzas Armadas Venezolanas? Esas que, de conformidad con lo previsto en la Constitución Nacional y las leyes de la República, tienen el deber de resguardar la soberanía y la seguridad territorial del país. Para los funcionarios militares honrados también será una calamidad por cuanto tendrán que hacerles frente, incluso por la fuerza. Para los funcionarios militares involucrados en actividades delictivas puede ser la oportunidad de asociarse o de perder mercado ante nuevos competidores. Esperemos que se impongan los honrados y cumplan con su deber y con su mandato.

 

Venezuela es parte de un complejo mapa que trasciende nuestras fronteras. Las interacciones del mundo globalizado en el que vivimos obligan a mantener el trote y para nadie es un secreto que estamos más que rezagados. Así que, sin perder el foco de las prioridades domésticas, siempre es bueno levantar la cabeza y mirar que está ocurriendo a nuestro alrededor.

 

 

 

@FelixQuinteroV

Elecciones en el horizonte por Félix Alberto Quintero V.

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Mientras en Venezuela deshojamos la margarita cuestionándonos si habrá enmienda constitucional o referéndum revocatorio, si expropiarán o no a Empresas Polar, si liberarán o no a los presos políticos, incluso si habrá luz o no, el mundo sigue dando vueltas. Y aceleradamente.

Se avecinan unas elecciones importantes pero fuera de nuestras fronteras. En efecto, en el 2016 los ciudadanos de los EEUU elegirán al presidente número 45 de su historia. Estas elecciones han tenido un largo y tortuoso prólogo, toda vez que los dos partidos tradicionales estadounidenses, el Republicano y el Demócrata, se encuentran en proceso de elegir a su candidato desde agosto y octubre del 2015, respectivamente. Adicionalmente, importantes medios de comunicación del norte han sugerido que pudiesen haber candidatos independientes con capacidad de inclinar la balanza electoral. Lo que no es claro es hacia dónde la inclinarían. Este podría ser el caso del ex-alcalde de la ciudad de Nueva York Michael Bloomberg, quien ha militado en las filas de ambos partidos.

A la fecha, de acuerdo con la página www.uspresidentialelectionnews.com, se han llevado a cabo un total de 16 debates televisados de los precandidatos presidenciales, 9 entre los republicanos y 7 entre los demócratas. Si bien el campo de ambos bandos se ha reducido de manera importante, llama la atención que, de un total de 17 precandidatos para el partido del elefante, al momento de escribir estas líneas todavía hayan 6 en la carrera. Sus contrincantes, mientras tanto, se cuestionan si apoyar a la presunta revolución política del Senador socialista de Vermont o si optan por la ex-Secretaria de Estado Hillary R. Clinton. No deja de ser curioso, por cierto, que quien podría ser la primera mujer en llegar a la Oficina Oval de la Casa Blanca sea tildada por muchos de pertenecer al establishment y de no representar los intereses de las minorías (incluyendo los de un porcentaje importante de mujeres).

En los debates hemos podido apreciar las posturas de los precandidatos en temas tan variados como seguridad nacional y relaciones internacionales, economía y comercio, impuestos y la seguridad social, reducción de la pobreza y la inmigración. Temas complejos que suscitan opiniones divergentes, incluso entre los precandidatos de un mismo partido.

Los republicanos tienden a darle prioridad a los temas asociados con la seguridad y el rol de los EEUU en el mundo, afincándose muchos de ellos en la necesidad de invertir en las fuerzas armadas y en los órganos de inteligencia del estado. Los demócratas, por su parte, le apuestan más a la agenda doméstica de reducción de la desigualdad y prefieren destinar el gasto público a programas de índole social. Ambos coinciden, sin embargo, en que los EEUU enfrenta amenazas importantes: se trata de amenazas con origen en el Medio Oriente y Asia. Sin lugar a dudas, el peligroso auge de ISIS y su capacidad de reclutamiento es entendido, por todos los precandidatos presidenciales, como la principal amenaza para los EEUU. También surgen declaraciones asociadas a las ambiciones de la Rusia de Vladimir Putin, los ataques cibernéticos chinos y los infelices ejercicios bélicos dirigidos por Kim Jong-un desde el norte de la península coreana.

Definitivamente los precandidatos de ambos partidos coinciden en que las prioridades geopolíticas se ubican muy lejos de nuestra región. De hecho, América Latina y el Caribe apenas ha sido nombrada en los 16 debates televisados, al punto que los moderadores han preferido formular preguntas a los precandidatos sobre cómo lidiar con los zancudos portadores del virus “Zika” antes que sobre el proceso de paz en Colombia o la apertura de Cuba.

Quizás México es el país que ha recibido más atención de la región, tanto por cuestiones migratorias como comerciales. La promesa de algunos de levantar un muro en la frontera sur de EEUU para impedir la inmigración ilegal probablemente sea la más polémica que ha surgido en esta pre-campaña electoral. Donald Trump, el magnate inmobiliario, ha incluso insistido en que los aztecas correrán con los gastos asociados a la construcción del muro. En cuanto a comercio se refiere, sólo han surgido algunas críticas, propuestas y promesas respecto a Tratados de Libre Comercio con países con costa en el Océano Pacífico. En este sentido, México, Colombia, Perú y Chile podrían ser los países más interesados en dar seguimiento a los debates.

Así las cosas, podemos apreciar que Venezuela no estará entre las prioridades para la política exterior del próximo o próxima Presidente de los EEUU. Aquello seguramente desalentará tanto a los que alimentan su discurso político en la confrontación con el gobierno estadounidense como a los que esperan una posición más firme frente a la precaria situación de Venezuela. No perdamos de vista, sin embargo, que los procesos judiciales y las investigaciones relacionadas a narcotráfico, lavado de dinero y crimen organizado continuarán su curso a pesar del cambio de gobierno.

@FelixQuinteroV

Ene 15, 2016 | Actualizado hace 8 años
Del mensaje y el tono por Félix Quintero

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Henry Ramos Allup es un talentoso orador. Sus inflexiones, pausas y gestos al momento de hablar así lo demuestran. Seguramente también conoce muy bien la importancia del tono al momento de transmitir un mensaje. Estos dos elementos, el mensaje y el tono, son los que más relevancia tienen para todos los venezolanos.

En el discurso del 5 de enero del corriente, en su capacidad de recién juramentado Presidente de la Asamblea Nacional, Ramos Allup alertó que como parte de la agenda legislativa correspondía buscar, dentro del lapso de 6 meses a partir de dicha fecha, “una salida constitucional, democrática, pacífica y electoral para la cesación de este gobierno”. Discurso, por demás, elocuente y respetuoso. A partir de entonces la (disminuida) prensa, las redes sociales y los artículos de opinión no se han hecho esperar, pues hay un enorme interés en decodificar tan delicado mensaje. Los términos “buscar”, “salida” y “cesación” han sido objeto de numerosas lecturas. A este frontal discurso le siguió el video del mismo funcionario ordenando el retiro del recinto legislativo de las imágenes del fallecido ex-presidente Chávez y la controversial imagen computarizada del Libertador.

Así arrancó el 2016, como si no le hubiese tomado 17 años a la oposición ocupar los 112 curules. En efecto, es importante recordar que el Movimiento V (Quinta) República, que luego mutó a Partido Socialista Unido de Venezuela, irrumpió en la política venezolana (al menos electoralmente hablando) en diciembre de 1998 y que desde entonces había sido mayoría en el Poder Legislativo. De hecho, en cuanto a número de diputados se refiere, la oposición ni siquiera había logrado alcanzar la mayoría simple. Le tomó 17 años llegar a la situación actual y optó por ponerse un límite de 6 meses para “buscar” la “salida”. ¿No se debería estar hablando en términos de “transición” en lugar de “salida”? El término “salida”, además, evoca a recientes momentos de tensión por la divergencia de posturas dentro de las propias filas de la oposición.

No es descabellado partir de la premisa que un importante porcentaje de la población venezolana que se decantó el pasado 6 de diciembre (6-D) por la opción de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) lo hizo como simple manifestación de rechazo a la opción que, en otras circunstancias, hubiese apoyado. En efecto, el electorado de la MUD el 6-D fue tan, sino más, heterogéneo como lo es la propia MUD. ¿No debería entonces el discurso tener un tono más sereno y un mensaje de inclusión y conciliación? ¿No se debería orientar a forjar alianzas y sumar voluntades? A fin de cuentas, el lograr alianzas sólidas es la condición sine qua non para lograr transiciones que conlleven a cambios sostenibles en el tiempo. Lo anterior no se trata, por cierto, de un coqueteo con la impunidad. Al contrario, debemos tener fe que aquellos que han cometido delitos tendrán que rendir cuentas frente a la justicia, sea la venezolana o la extranjera. En este sentido la reciente detención en México del jefe del cartel de Sinaloa y su potencial extradición a los Estados Unidos es muy oportuna y seguramente es vista con pánico por más de uno en Venezuela.

Por otra parte, a la hora de las prioridades de la agenda legislativa, el liderazgo opositor también haría bien en recordar que las expectativas de su electorado también son variopintas. Lo “urgente” y lo “importante” no son igual para todos los que actualmente apoyan a la MUD. Liberar a cualquier persona que haya sido detenida injustamente exige, por supuesto, actuar con celeridad puesto que lo contrario sería continuar con el atropello. Es claro, sin embargo, que para el ciudadano de a pie lo urgente es no morir de mengua ni de bala.

Con respecto al retiro de las imágenes, se cuestiona más el “cómo” que el “cuándo”. El “qué” no es cuestionable por cuanto el daño y el riesgo que supone tamaña adulación es evidente, pero sí parece haber sido una buena oportunidad de darle espacio en el discurso a la institucionalidad. Con seguridad vendrán muchas más oportunidades de esta índole.

Ramos Allup, al justificar su proceder con los afiches y gigantografías, hizo algunas referencias históricas comentando, por ejemplo, que ni Gómez ni Pérez Jiménez osaron colocar sus imágenes en el recinto legislativo. Parece claro que el Presidente de la Asamblea Nacional conoce bien la historia de Venezuela y sobre todo la del siglo XX. Esperemos que también recuerde que para superar la larga dictadura de Gómez primero se izó la bandera de “Calma y Cordura” con López Contreras y que después fue que Medina Angarita optó por continuar la transición con “Sin prisa pero sin pausa”. No al revés.

 

@FelixQuinteroV

 

Carta abierta al Diputado Electo por Félix Alberto Quintero V

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Estimado Diputado Electo,

 

Me dirijo a usted, en primer término, para felicitarle por su nuevo trabajo en nuestra Asamblea Nacional (digo nuestra, lógicamente, porque es tanto suya como  mía). Quiero confirmarle que tengo muy buenas impresiones de usted, toda vez que sus credenciales y referencias proyectan a una persona de interesante capacidad y con mucho que aportar. Adicionalmente, estoy muy satisfecho con su labor durante la campaña, por cuanto considero que se esforzó de manera sostenida y que estuvo a la altura del compromiso. Estoy seguro que comprenderá, sin embargo, que su destacada participación en la misma y sus persuasivas consignas también han generado muchas expectativas. En consecuencia, estoy muy interesado en conocer si su desempeño en este nuevo trabajo será consistente con su oferta al momento de aplicar. Eso es importante de recordar: usted aplicó y yo decidí darle el trabajo.

Pronto estaré compartiendo con usted un borrador de su contrato de trabajo para su revisión y firma. Como es de su conocimiento este trabajo tendrá una duración inicial de 5 años. Es decir, se trata de un contrato a tiempo determinado. La renovación de su contrato de trabajo podría ser hasta un máximo de 15 años consecutivos pero estará sujeta a mi entera discreción. ¿Y por qué a mí discreción? Porque usted decidió trabajar como servidor público en un cargo de elección popular. A efectos de tomar dicha decisión, por supuesto, evaluaría con detenimiento si dio cumplimiento a sus obligaciones. Es decir, evaluaré si usted sirve (a los demás, me refiero). Aprovecho de recordarle, por cierto, que estas obligaciones que deberá cumplir en su capacidad de Diputado están previstas en el Artículo 187 de la Constitución Nacional. No entraré en detalle de las mismas pero sí le sugiero que las vaya repasando de manera que para el 5 de enero del año próximo esté debidamente preparado.

Como es de su conocimiento, nuestra Asamblea Nacional recién empezó un proceso de renovación que exigió un importante reajuste del personal. Lo que sucedió, precisamente, fue que al evaluar si los anteriores Diputados habían cumplido con sus obligaciones, encontré muchas deficiencias. Incluso, indentifiqué algunas conductas inaceptables. En otras palabras, muchos no sirvieron (a los demás, me refiero). Pero por favor no se mortifique porque esto no se lo comento ni en tono de advertencia ni de amenaza; se trata simplemente de las normas que regularán nuestra relación. Y, por supuesto, las normas se crean y pactan para cumplirlas. Estoy seguro que ese lamentable caso no le será aplicable por cuanto entiendo que tiene la mejor disposición de contribuir con el desarrollo del país desde su curul.

Quisiera contarle un poco de la visión de Asamblea Nacional que surgió a raíz de la renovación a la que hice referencia. Nuestra Asamblea Nacional tendrá, desde la perspectiva de capital humano, los siguientes tres principios rectores, a saber, la tolerancia, el respeto y la transparencia. Permítame contarle con un poco más de detalle a qué me refiero:

 

  1. Tolerancia: deberá integrarse y trabajar en equipo con otras personas, incluso con aquellas que puedan pensar distinto a usted. Esto no debería sorprenderle, por cuanto la Asamblea Nacional debe marcar la pauta en cuanto al debate civilizado en el país. En tal sentido, tendrá que involucrarse en variopintos grupos de trabajo y comités desde los que podrá aportar y articular ideas con otros Diputados.
  2. Respeto: deberá mantener, en todo momento, un trato cordial con el resto del personal (sean otros Diputados, personal administrativo, de seguridad, limpieza y demás). No se aceptarán actos de violencia, ni verbales ni físicos, y su discurso y tono deberán reflejar una relación profesional con sus colegas. La única arma permitida es la persuasión. De hecho, como parte de la renovación de imagen y a efectos de recuperar la investidura que le corresponde al cargo que va a ocupar, aprovecho de comentarle que se fomentarán atuendos que se correspondan con su cargo. El saco y la corbata, por ejemplo, siempre serán una buena opción. No se preocupe que no se trate de elegancias ni cursilerías, sino de darle importancia, tanto al fondo como a la forma.
  3. Transparencia: deberá manejarse siempre con honestidad y mostrar buena disposición y apertura respecto a todos los medios de comunicación. Como es de su conocimiento, me interesa mantenerme al tanto de las conversaciones que se llevarán a cabo desde el seno de la Asamblea Nacional y para ello los medios son fundamentales. Cuento entonces con su colaboración para recibir información veraz, oportuna y útil a lo largo de las distintas etapas del proceso legislativo. Además, estoy seguro que para convencerme de algunos temas álgidos, los medios de comunicación podrían resultarle importantes aliados. Incluso, en muchas oportunidades tendré el interés de darle mi opinión respecto a algunos temas a través de los medios y parto de la premisa que mi opinión será tomada en consideración.

 

Por favor tome en cuenta que su sexo no le otorgará ni ventajas ni desventajas en su curul. Por el contrario, en nuestra Asamblea Nacional se valoran capacidades y destrezas y se fomentan las buenas ideas. Su edad tampoco será un factor que determine su rol en la Asamblea Nacional y recuerde que si bien estoy interesado en escuchar ideas nuevas y frescas, también acostumbro escuchar la voz de la experiencia. Un balance, al fin de cuentas. Además tengo la certeza de que, tanto a nivel personal como profesional, usted se podrá beneficiar al escuchar y aprender de otros colegas.

Le recalco que tengo muchas expectativas de usted y que estoy muy entusiasmado de que sea parte del equipo de nuestra Asamblea Nacional. Estoy seguro que podrá incorporarse de una manera eficiente y sin contratiempos.

Me despido no sin antes desearle una muy Feliz Navidad y los mejores deseos para el año nuevo. Si me permite, estimado Diputado Electo, y ya esto lo comparto más en calidad de amigo, le aconsejo que descanse mucho en estos días decembrinos porque habrá mucho trabajo en el 2016 y en los años siguientes.

¡Caramba! Le ruego me perdone, recién me doy cuenta que olvidé presentarme al comienzo de esta carta. Yo seré, a partir del 5 de enero de 2016, su supervisor y estaré monitoreando, durante todos estos años, su desempeño, esfuerzo, constancia, rectitud y asistencia. No se mortifique, no será al estilo de “Patriota Cooperante” sino de “Patriota Doliente” porque, como le comenté, la Asamblea Nacional también es mía.

 

Con atentos saludos,
El Ciudadano de a Pie

@FelixQuinteroV

Nov 30, 2015 | Actualizado hace 8 años
El 7 de diciembre  por Félix A. Quintero

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El próximo 7 de diciembre será lunes. Otro comienzo de semana con las promesas y dificultades que conlleva comenzar cualquier semana. Tendrá, seguramente, el tráfico insoportable de rigor con el hostil ajetreo de nuestras ciudades. Y a estas ya típicas condiciones habría que agregarle las diligencias navideñas correspondientes. No habrá, pues, escapatoria de las colas porque tocará comprar comida en el abasto, algún artículo de farmacia o el regalo al niño. Quizás ese día sí se consiga leche o el remedio que desesperadamente necesita la vieja. Jugarán los Tigres contra los Tiburones y los Leones contra los Cardenales. A lo mejor Pacheco decide bajar ese día del Cerro para visitar a Caracas. Al mismo tiempo, las estadísticas sugieren que, lamentablemente, viviremos tragedias al perder a algún hijo, hermana, vecino o amiga de manos de la delincuencia, quien sabe si de la organizada o más bien de la azarosa. Pasaremos el día a la expectativa de todo los que nos rodea, tanto en el mundo físico como en el digital, tratando de anticipar cuál será la próxima afrenta que nos depara ser venezolanos.

El próximo 7 de diciembre será lunes. Pero puede ser un lunes diferente. Incluso, puede ser ese tan extraño lunes en el que nos levantamos descansados y con hambre de enfrentar la semana. Lunes de mirada al frente, los hombros erguidos, el pecho inflado y la convicción de que será un buen día. Puede ser de esos lunes en los que sentimos que, por fin, dejamos de perder tiempo. Que comenzamos algo real y sostenible. Que vamos por buen camino. Que podemos empezar a planear a mediano y largo plazo sin que parezca un disparate o una ingenuidad. Puede ser el lunes en el que nos decidamos a invertir esos cobritos en el negocio al que le teníamos el ojo puesto desde hace rato. O el lunes en el que nos dimos cuenta que sí tenía sentido volver a estudiar ese curso tan escurridizo. Puede ser el lunes en el que fijemos las metas del próximo año. Puede ser un lunes en el que un extraño tenga un gesto de gentileza en la calle, de esos que tenemos tanto tiempo sin ver. Quizás los demás vean a ese extraño en nosotros mismos. Puede ser un lunes en el que veamos a gente sonreír como si Venezuela hubiese clasificado a un mundial de fútbol. Puede ser un lunes en el que lo único que nos provoque sea escuchar música de Simón Díaz, Oscar D’León o Guaco. Un lunes en el que la arepa sepa mejor que nunca y tengamos un antojo espantoso de comer pabellón. Puede ser, incluso, un lunes en el que el piso de Maiquetía vea más personas encontrarse que despedirse.

El próximo 7 de diciembre será lunes. Puede ser ese lunes que no tenemos desde hace tanto tiempo pero que anhelamos todos, al margen de las ideologías, los colores y las consignas. Puede ser un lunes que marque el comienzo de una nueva etapa en la historia de nuestro país. Un lunes en el que nos levantamos, en primer lugar, satisfechos porque la jornada del día anterior transcurrió en paz y por la participación cívica de todos. O al menos de la inmensa mayoría. Un gran alivio, diríamos, que todo haya marchado sin contratiempos. Podría ser un lunes en el que los venezolanos nos levantemos convencidos de que la decisión del día anterior fue la acertada y pertinente y que no nos queda otra sino trabajar todos juntos para asegurarnos que el 2016 sea más benévolo que el 2015.  Un lunes en el que sintamos que nuestro voto o nuestra abstención, conforme sea el caso, expresó nuestra voz. Un lunes en el que sintamos que se respetó nuestra voz.

El próximo 7 de diciembre será lunes. Puede ser un lunes en el que los artículos 186 al 224 de la Constitución Nacional, esos que hablan del Poder Legislativo, por fin cobren vida sin guabineo. Un lunes en el que quede claro que los venezolanos exigimos que los legisladores cumplan con todos los verbos que están previstos en esos artículos. Que exigimos que se Controle. Que exigimos que se Proponga. Que exigimos que se Discuta. Que exigimos que se Promueva. Que exigimos que se Acuerde. Que exigimos que se Organice. Que a todos esos verbos se agregue el Escuchar. Un lunes en el que quede claro que los venezolanos exigimos que todos esos verbos se traduzcan en decisiones que conlleven al crecimiento y al progreso del país, a la rendición de cuentas y al manejo responsable de recursos. Un lunes en el que estemos de acuerdo que la separación de poderes no debilita al Estado. Un lunes en el que los ciudadanos electos representen la voluntad de los ciudadanos. Un lunes en el que tengamos la tranquilidad de que en el 2016 tendremos más y mejores pesos y contrapesos. Un lunes en el que sintamos que nos acercamos a la modernidad, a la sensatez y a la pluralidad. Un lunes en el que el sentido común no sea un anhelo disparatado.

El próximo 7 de diciembre será lunes. Puede ser el lunes que marque una etapa que nos vendría bien a todos los venezolanos, incluso a los que ven en un cambio la potencial pérdida de los privilegios que hoy detentan. Puede ser un lunes en el que muchos de ellos también, en el fondo, se sientan aliviados de que prevaleció el coraje sobre el miedo. Porque, junto con sus hijos y nietos, seguramente también necesitan un lunes diferente.

@FelixQuinteroV

Abr 28, 2015 | Actualizado hace 9 años
El encuentro por Félix Alberto Quintero

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Esta es la historia de dos viejos venezolanos que no siempre lo fueron. Viejos, me refiero, porque venezolanos siempre, ¡y cuánto! Esta historia, además, no es cuento, es historia y reciente.  Se trata de una historia de servicio al país y de reconciliación que vale la pena rescatar y compartir porque arroja luces de cuáles deben ser los próximos pasos para sanar las heridas de nuestro magullado país.

Uno de los viejos era guayanés de ascendencia libanesa, y fue activista, guerrillero, columnista, senador, ministro y promotor del estudio de la historia política y social de Venezuela. Se destacó por su larga trayectoria como político y por luchar a favor de los más pobres hasta llegar a ocupar prominentes cargos en diversos gobiernos. En adelante nos referiremos a este viejo como “El Activista”.

El otro viejo era caraqueño de ascendencia alemana, y fue scout, ingeniero, agricultor, banquero, empresario, promotor de la educación y la responsabilidad social empresarial. Fue el campo lo que le cautivó y a lo que le dedicó gran parte de su vida, al punto que cuando se presentaba se autocalificaba de “agricultor”. En adelante nos referiremos a este viejo como “El Agricultor”.

En la década de los 60, al calor de la impaciente testosterona que impulsó a muchos hombres a empuñar las armas contra el status-quo, era frecuente encontrar en las calles de Caracas y en los caseríos en el interior del país afiches de propaganda política a favor de la causa que pregonaba El Activista. Algunos de estos afiches exhibían la cara de El Agricultor junto con su nombre y apellido y la siguiente advertencia: “¡Pueblo, reconoce al enemigo!”. Es curioso apuntar que para la época, con aproximadamente 40 años cada uno, El Activista y El Agricultor no se conocían en persona y sin embargo, cada uno creía que el otro representaba lo opuesto a lo que consideraban correcto y justo.

Ya entrados en el sigo XXI y siendo un par de viejos octogenarios coqueteando con los 90 años cada uno, a El Agricultor le llegó la información de que El Activista, aquejado con frecuentes dolencias por su avanzada edad, se encontraba hospitalizado y tenía dificultades para asumir los costos asociados a los tratamientos y atenciones de salud que correspondían. Aquello conmovió a El Agricultor y con la discreción que le caracterizaba, El Agricultor se aseguró que a la clínica donde estaba hospitalizado El Activista le llegara una contribución que permitiera pagar algunos de los referidos costos.

El Activista se enteró del generoso gesto de El Agricultor y, una vez recuperado, quiso retribuirle la atención invitándolo a su casa para conversar y compartir un rato. El Agricultor aceptó la gentil invitación y acudió en un día de semana a la casa de El Activista a tomar un trago y conversar. No es poca cosa aquello que fuera día de semana porque rara vez aceptaba El Agricultor una invitación social si había trabajo al día siguiente. Incluso pisando los 90 años.

¡Qué conversa aquella! Los viejos tuvieron la oportunidad de hacer un interesantísimo recuento de la historia del siglo XX de Venezuela a través de los ojos del otro. ¡Qué magnífica oportunidad de entender la motivación detrás de tantas cosas y de aprender el alcance del legado del otro! Rieron a carcajadas cada vez que se topaban con alguna anécdota en la que encontraban más semejanzas de las que nunca imaginaron. Aquello de que ambos fueron criados bajo la advertencia de que “Con pendejos ni a misa” les resultó de lo más entretenido y nostálgicos recordaron dónde estaba cada uno cuando ocurrieron los saqueos en las casas de los gomecistas a la muerte del dictador. Se pasearon por los años de clandestinidad de El Activista, reconocieron la virtud de la alternabilidad en el poder de la democracia y lamentaron que durante sus últimos años de vida fuesen testigos de semejante deterioro del país. Discutieron sobre béisbol y sobre las mujeres bellas de antaño y se pusieron de acuerdo en que no había mejor ron que el venezolano. Al despedirse en un fraternal abrazo El Activista en agradecimiento le regaló a El Agricultor una autobiografía con una dedicatoria que aprovecho de compartir con usted, estimado lector, en la imagen adjunta a esta historia.

A estas alturas, usted quizás se estará preguntando, ¿y quiénes son los viejos? Más  relevante que su identidad son su legado y ejemplo. Tanto el Agricultor como El Activista reconocieron en el otro un venezolano que trabajó con ahínco y perseverancia para dejarle a sus hijos un mejor país del que cada uno había recibido de sus padres y ese es, precisamente, el punto de partida para conciliar a cualquier país que se ha desmembrado en dos toletes que a momentos parecen totalmente incompatibles.

Estos viejos tuvieron la sabiduría, la sensatez y la humanidad de dejarnos algunas valiosísimas lecciones, a saber: (i) mostrar la disposición de escuchar y el interés de entender; (ii) ponerse en el lugar del otro; (iii) dirigirse al otro con cordialidad; (iv) respetar la opinión contraria; (v) entender escalas de valores distintas; (vi) reconocer el esfuerzo y el trabajo ajeno; (vii) colaborar en la medida de lo posible; y (vii) agradecer dejando a un lado el orgullo.

Estas lecciones, que algunos podrán asociar más bien con pasajes bíblicos, son las que determinan políticamente si una sociedad se estanca o avanza. El país entero se beneficiaría sustancialmente si la oposición y el oficialismo venezolano comenzaran a practicar estas lecciones o, cuando menos, si cada una de estas facciones las practicaran internamente. La toma de decisiones en torno a los candidatos de las venideras elecciones parlamentarias brindan una magnífica oportunidad para poner en práctica las lecciones de esos dos viejos sabios.

Mar 31, 2015 | Actualizado hace 9 años
¿Venezuela se respeta? por Félix Alberto Quintero

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Lo primero que le llamó la atención al encontrarse frente al conservador edificio de ladrillos llamado Edificio de la Secretaría General Organización de Estados Americanos, ese que se encuentra en la intersección de la calle 18 con la calle  F, fue la absoluta tranquilidad y la calma con la que las personas entraban y salían del edificio. No podía dejar de pensar en el infame “Palacio de Justicia”, allá en la Esquina de Cruz Verde en Caracas, y en los ya típicos despliegues de la Guardia Nacional cuando se celebra alguna audiencia que podía generarle incomodidad al Ejecutivo. Aquel cordón verde se refugiaba en sus escudos de fibra de vidrio y en su emblema – “El Honor es la Divisa” – de descaro. Aquí, por el contrario, no había ni un fiscal de tránsito por ningún lado y, sin embargo, imperaba la calma y la cordura, cual homenaje a López Contreras.

Pasado el punto de seguridad y con la orientación de uno de los funcionarios se dirigió a unas escaleras que conducían al salón donde se llevaría a cabo la audiencia de la Situación general de derechos humanos en Venezuela, todo en el marco del período 154 de Sesiones de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (“CIDH”) en la OEA. El simple hecho que la audiencia fuese pública ya transmitía un aire de transparencia. Buen comienzo, pensó para sí mismo.

La bandera azul del fondo del salón exhibía orgullosa el emblema de la CIDH y combinaba con los manteles también azules que cubrían las mesas en dónde posteriormente se sentarían el panel de Comisionados, los representantes legales de las organizaciones defensoras de los derechos humanos y el Agente del Estado venezolano frente a la CIDH. La mesa estaba servida para la audiencia, literalmente, con los micrófonos y las botellas de agua sin destapar. De pronto algo le llamó la atención en la mesa del Estado venezolano; se trataba de una bandera venezolana con la leyenda “Venezuela se respeta”. Indistintamente del tono con el que se leyera aquello era evidente que desafiaba tanto a la contraparte como a la propia CIDH. Al margen de la forma, que cuando menos era altanera e infantil, pronto descubriría que desafiaba, además, sin fondo.

Una vez sentadas las partes interesadas el Comisionado que presidía la audiencia dio la bienvenida y una breve introducción en la cual indicaba que la audiencia había sido solicitado por ambas partes. Interesante aquello. Además, en el marco del más solemne decoro y reconociendo la investidura que correspondía al acto, el Comisionado se refería al Agente del Estado Venezolano y sus colegas como “la digna delegación del Ilustre Estado Venezolano”. Aquello de digna y de ilustre, lamentablemente, estaba por verse. En todo caso, el Comisionado explicó que cada parte tendría 20 minutos para explicar sus alegatos y seguidamente dio el derecho de palabra a las “organizaciones peticionarias”. Dicha delegación contaba con la presencia de un abogado de intachable trayectoria en materia de defensa de los derechos humanos (el “Abogado” ), al punto que hace ya algún tiempo fue parte de la misma CIDH ante quien se presentaba. Incluso había intercedido a favor de la defensa de los derechos humanos de políticos venezolanos de todo el espectro partidista.

Comenzó entonces el Abogado, con tono diáfano pero firme, explicando la manera en que se articula el resquebrajamiento del estado de derecho en Venezuela con la consecuente vulnerabilidad de los derechos humanos. Aquello era una tenebrosa sinfonía que intercambiaba cifras, hechos, datos e incluso información suministrada por el propio Estado venezolano con los conceptos de impunidad, represión, arbitrariedad y abuso de poder.

Denunció, entre otras cosas, la manera en la cual se eligieron a los altos representantes del “Poder Moral” en Venezuela. Insólito el nombre. Aquello en virtud de que el Poder Judicial (e incluso el propio Poder Legislativo) optó por convenientes lecturas de los votos y procedimientos requeridos para dichos nombramientos. Dónde se requería mayoría calificada (2/3), conforme a lo previsto en la Constitución, de pronto se interpretó que en la práctica más bien se trataba de mayoría simple de los presentes.

Prosiguió el Abogado explicando que el porcentaje actual de jueces provisorios venezolanos asciende a un escandaloso 80% y que aquello, inevitablemente, conlleva a que estos jueces sean sujetos a cualquier tipo de presiones externas. No podía el Abogado dejar de traer a colación el caso de la Juez Afiuni para ilustrar esta vulnerabilidad ¡y eso que en el caso de la Juez Afiuni se trataba de un juez titular! Si semejante desgracia le podía ocurrir a un juez titular, ¿qué tipo de salvaguarda podría tener un juez provisorio? Por cierto que, según el Abogado, aquello no es prerrogativa de los jueces por cuanto los fiscales venezolanos temen también recibir el nefasto oficio que con una línea truncaría su trayectoria profesional: “Usted ha sido removido de su cargo”.

Terminó su presentación el Abogado denunciando que habían dos alcaldes en ejercicio que habían sido procesados y juzgados en cuestión de horas. Extraña manifestación de celeridad y eficiencia en un país cuyo Poder Judicial se caracteriza por no estar apurado.

Seguidamente tomó la palabra el Agente pero tan pronto inició su discurso tildando a la CIDH como un “Tribunal de la Inquisición” debilitó la posición del Estado venezolano por cuanto fue un indicativo que se trataría de palabrería etérea y sosa. Continuó haciendo referencia a una publicación emitida en 1961 por el entonces Fiscal General de la República que alertaba de la precaria situación en materia de estado de derecho en Venezuela, pero lo que pretendía ser un sólido argumento resultó ser una inaceptable excusa. Aquello lo repetiría el Agente más adelante comentando que hay violaciones de derechos humanos en todos los países del mundo. Como si aquello, incluso de ser cierto, justificaría el deplorable desempeño del Estado Venezolano en la materia. Incluso siguió escudándose de la lógica y la vergüenza explicando que las correcciones no se pueden hacer “de la noche a la mañana”, en el entendido que 15 años de gobierno no son suficientes.

Los colegas del Agente fueron más sensatos y esgrimieron que (i) la cifra de jueces provisorios es del 66% y no el 80%, (ii) recientemente el Ministerio Público creó dos nuevas unidades especializadas en derechos humanos y (iii) la sanción de jueces venezolanos se impone por la vía judicial en lugar de por vía administrativa. Curiosamente no hicieron referencia a los nombramientos de los representantes del Poder Moral.

Para finalizar retomó la palabra el Agente arremetiendo con la artillería pesada del discurso anti-imperialista y así, convenientemente, condenó las sanciones del gobierno estadounidense “a Venezuela” (en lugar de reconocer que se trató de sanciones a individuos) y la “doble moral” de la CIDH frente al Caracazo y al 11 de abril del 2002 en Venezuela. Esta balacera verbal vino torpemente acompañada de manoteos, golpes a la mesa y tono burlón.

El Comisionado, en nombre del resto del panel, agotado de la verborrea del Agente suplicó a las partes que limitaran los alegatos finales a 3 minutos cada parte para poder dar fin a aquel triste espectáculo. Dichos 6 minutos no fueron más que el eco de las presentaciones anteriores.

No señor Agente, pensó mientras salía de la audiencia, lamentablemente hoy a Venezuela no la respetan ni en el extranjero ni en el territorio nacional. El respeto y la credibilidad se ganan y se construyen, no se exigen con discursos vacíos, patanerías y manoteos.

felixquinterov@outlook.com

Seguid el ejemplo que La Guaira dio por Félix Alberto Quintero

TiburonesdelaGuaira

 

Los Tiburones de La Guaira no han ganado un campeonato de la Liga Venezolana de Béisbol Profesional desde el año 1985; sin embargo, la inquebrantable fe de los seguidores de los Tiburones para con la franquicia es ampliamente conocida en nuestro país. Esa fe no se replica en la actualidad en los venezolanos en el ámbito político, al menos en cuanto a partidos políticos se refiere.

Para muestra un botón: en una encuesta realizada por la firma Datanalisis entre noviembre y diciembre del 2014 la data revela que más encuestados atribuyen los problemas del país al partido de gobierno y a los partidos políticos de la oposición que a la Asamblea Nacional, las fuerzas armadas, los cuerpos de seguridad y los gobiernos municipales.

Este fenómeno de descrédito pareciera ser contagioso, al punto que hay estudios que sugieren que los partidos políticos están sufriendo un desgaste importante a nivel mundial. Ya en el 2013 la ONG alemana Transparencia Internacional alertaba en su “Global Corruption Barometer” (Barómetro de Corrupción Global) que los partidos políticos son percibidos, a nivel mundial, como las organizaciones más corruptas dentro de un análisis comparativo que incluía a la policía, las fuerzas armadas, los medios de comunicación, el poder judicial, ONGs, el sector privado y las organizaciones religiosas. Vale destacar que el Barómetro recogía información de un total de 107 países, por lo que pareciera ser bastante representativo.

En los Estados Unidos los dos partidos tradicionales, el Republicano y el Demócrata, han visto un declive importante en cuanto a su credibilidad, al punto que en septiembre de 2014 un estudio de la firma Gallup indicó que la mayoría de los estadounidenses (alrededor del 58%) consideraba necesario que surgiera un tercer partido político. En España encontramos que ocurre algo parecido con la irrupción en escena del partido Podemos, para el pesar del Partido Socialista Obrero Español y del Partido Popular y, quizás, del propio Reino de España. Así lo señalaba el diario español El País, en fecha 2 de noviembre de 2014, sustentándose en datos de una encuesta conducida por Metroscopia, una firma consultora.

Volvamos a los Tiburones. Si los venezolanos podemos ser tan consecuentes con un equipo de béisbol, incluso en situaciones tan adversas, ¿cómo es que no somos capaces de mantener el mismo rigor respecto al partido político de nuestra preferencia? Sí, es cierto, hay algunos líderes políticos que pudieran tomar decisiones o hacer declaraciones con las que no estemos de acuerdo. Pero los peloteros hacen lo mismo. Adicionalmente, equiparar a un pelotero a título individual con el resto de la novena podría ser injusto. Lo mismo sucede con los dirigentes políticos y los partidos. Hay que distinguir entre unos y otros. Y, más importante aún, el hecho se mantiene que los partidos políticos son las organizaciones protagónicas de la democracia. Los equipos de béisbol, pues, juegan béisbol.

Pero sigamos con el ejercicio comparativo. En el equipo de béisbol que apoyamos es probable que haya jugadores que consideramos que no cuentan con el nivel que se necesita para jugar a nivel profesional. Lo mismo sucede en los partidos políticos cuando identificamos individuos que asumen rol de políticos sin contar con los credenciales – que consideramos – suficientes. Hay jugadores de béisbol que a lo largo de su carrera juegan para distintos equipos, incluso para equipos que son rivales. Es sabido que hay políticos que en su carrera llegan a militar en partidos con ideologías contrarias. En el equipo de béisbol a veces colocan a un jugador como bateador designado sin contar con la destreza requerida. En los partidos a veces ciertos políticos que no cuentan con el desempeño y/o la trayectoria deseable asumen posiciones de liderazgo. En los equipos de béisbol a veces nominan a jugadores a los juegos de las estrellas sin merecerlo. En los partidos a veces se postulan candidatos para cargos de elección popular sin ser una buena opción para el electorado. Pero a veces también surgen peloteros que nos animan a afirmar: “¡Ese es mi gallo!”. Lo mismo sucede con algunos líderes políticos. Varias analogías reflejan semejanzas con la salvedad que unos juegan béisbol y los otros nos representan a través de cargos de elección popular. ¿Cómo es entonces que estamos dispuestos a seguir con tanta garra a nuestros peloteros y equipos pero nos desentendemos con tanta ligereza de nuestros políticos y de nuestros partidos?

Existen coyunturas, incluso, en las que puede ser prudente apoyar a coaliciones de partidos políticos en lugar de a los propios partidos directamente. El equivalente podría ser, quizás, una selección nacional de béisbol con los más destacados. De esto los venezolanos hemos aprendido bastante en años recientes. Lo importante es recordar que esas coaliciones son, precisamente, coyunturales y no pueden ni tienen por qué desplazar a los partidos como los protagonistas en la dinámica de la representación democrática.

Y es que, además, ¿cuál es la alternativa a creer en la representación de los partidos y a apostarle a su fortalecimiento?

Una alternativa podría ser la que está desafiando al status quo en España y que podría replicarse en Estados Unidos, de conformidad con la información antes citada. Pero el hecho de que un partido sea nuevo no implica que vaya a ser inmune a los vicios que debilitan a los partidos existentes. Por otra parte, podría justificarse la creación de un partido nuevo si hay una corriente ideológica que no cuenta con representación partidista.

La otra alternativa es aún peor porque supone el rechazo a la misma existencia de los partidos con el discurso de la anti-política. A estas alturas los venezolanos deberíamos haber aprendido lo suficiente como para entender que, simplemente, esta no es opción. Los estragos de dicho discurso son los que atormentan hoy en día a todos los venezolanos, indistintamente de su ideología, clase social, profesión, sexo, raza, credo y pare usted de contar.

Pareciera entonces que lo sensato es abogar por el fortalecimiento de los partidos existentes y exigir permanentemente la rendición de cuentas. Así lo sugiere el Dr. Moisés Naím, ex-Ministro de Industria y Comercio de Venezuela, en su libro “El Fin del Poder” cuando señala que es necesario recuperar la confianza en el gobierno y en los líderes políticos. Esto, explica el Dr. Naím, se puede lograr modificando la manera en la que los partidos se organizan y operan, así como en la manera en que seleccionan, monitorean y fiscalizan a sus líderes.

En conclusión: (i) apoyar – sea por el voto o por otros medios – a un partido político es uno de los ejercicios ciudadanos básicos en democracia; (ii) militar en un partido político es pertenecer a las canteras de los protagonistas de la democracia (una suerte de materia prima para la misma); y, más importante aún, (iii) creer en el sistema de partidos políticos es una condición fundamental para que exista democracia. Pareciera pues, que todos tenemos mucho que aprender de los seguidores de los Tiburones.