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Vecchio celebra liberación de estadounidenses y recuerda que el pueblo venezolano aún es “rehén” de Maduro
El embajador afirmó que está de acuerdo en que se continúe un proceso de negociación serio que conlleve a elecciones presidenciales libres, justas y verificables

 

El Embajador de Venezuela ante los Estados Unidos, Carlos Vecchio, afirmó este miércoles, 9 de marzo, que le complace que dos de los nueve ciudadanos americanos detenidos en Venezuela recuperaran su libertad tras meses de cautiverio.

Vecchio señaló que las dictaduras «secuestran ciudadanos nacionales e internacionales» para luego utilizarlos como «fichas de canje y chantaje» y afirmó que «el pueblo venezolano aún sigue rehén de la dictadura de Maduro»

«La flexibilización de sanciones internacionales y medidas de presión solo debe darse cuando existan pasos irreversibles hacia la libertad de Venezuela. Venezuela solo retornará al mercado mundial de petróleo y será un proveedor confiable energético cuando salga de la dictadura«, escribió a través de su cuenta en Twitter. 

El embajador afirmó que está de acuerdo en que se continúe un proceso de negociación serio que conlleve a elecciones presidenciales libres, justas y verificables, y a una transición democrática.

El político en el exilio señaló que los amantes y defensores de la democracia y la libertad «no deben permitir el intercambio de un dictador por otro». «Eso solo fortalece a regímenes que permanentemente amenazan el valor de la libertad», finalizó.

América Latina, conciencia y nación
Boric es deconstructivista o asocial; no por azar es aliado de los causahabientes del Foro de Sao Paulo en el Grupo de Puebla

 

@asdrubalaguiar

Me es obligante cerrar un año y abrir otro con una nota de esperanza.

Si bien debo partir para ello de un elemento negativo o perverso, desde mi perspectiva, lo hago para constatar que lo afirmativo supera a “la siembra de cenizas”, como las llama nuestro gran pedagogo Augusto Mijares.

Me refiero a Chile. Su presidente electo, Gabriel Boric −paradigma de la contracultura digital en avance−, es cultor de la instantaneidad. Asume sus experiencias íntimas –dejemos de lado los tratamientos a los que dice haber estado sometido– no como algo acaso legítimo o vitalista si se quiere, sino para “romper las reglas”. El predicado huelga: Destruirá toda memoria cultural o nacional, para hacer de la chilenidad una circunstancia, un momento, una experiencia de orfandad.

Es Boric, en suma, deconstructivista o asocial. No por azar es aliado de los causahabientes del Foro de Sao Paulo en el Grupo de Puebla, que lo apoya y busca destruir todo lo sabido y conocido sin que medie más promesa de paraíso que el rugido de unas mujeres desnudas circulando por las calles de Santiago o las quemas de Iglesias y de crucifijos, como en un desafío a destiempo de la justicia medieval.

El caso es que tal contexto y el ambiente que lo favorece, que ha contaminado a la región, siendo la patria de O’Higgins su escala más reciente, mejor evoca al primer tramo de la Divina comedia: “En medio del camino de la vida / errante me encontré por selva oscura, / en que la recta vía era perdida”.

A buen seguro que tal texto habrá de causarle hilaridad al intrascendente del neopresidente chileno; todavía más cuanto que el predicado del Dante no es la fatalidad de la oscurana: “miré hacia arriba y vi ya la colina / vestida con los rayos del planeta, / que por doquier a todos encamina /…/ Entonces… pasó la angustia de la noche inquieta”.

No se habían cocinado en Venezuela o no habían resucitado los enconos y egoísmos que hicieran posible la larga dictadura de Juan Vicente Gómez (1908-1935) o los que alimentaran –aún lo hacen– el desenfreno destructivo de la nación y del Estado desde hace 21 años, hacia mediados de los años 70, cuando éramos el ágora del pensamiento en América Latina.

La crisis del chavismo

La crisis del chavismo

Alcanzamos a ser la negación palmaria de esa estulticia que acompaña a ciertos escribanos que a diario exacerban los narcisismos digitales de nuestra élite, tan inmediatista y sensual como Boric. Creen salir ilesos focalizando odios y frustraciones en hombres circunstanciales. 

Se reunían en Caracas, bajo la consigna de “América Latina, conciencia y nación”, unos nombres cuyas obras invitan a la revisita –sirve para ello Google– pues eran nutriente lúcida de una promesa que luego encalla; desde el instante en que la “muerte de las ideas” se hace espacio en la política y en la academia a partir de 1989.

Fernando Belaunde Terry, Carlos Mallman, Celso Furtado, Aldo Ferrer, Jorge A. Sábato, Osvaldo Sunkel, Arturo Ardao, José Matos Mar, Emir Rodríguez Monegal, Felipe Herrera, Gabriel Valdés, Miguel S. Wionczek, Gustavo Lagos, Juan Somavía, Shridath S. Ramphal, Luciano Tomassini, Humberto Díaz-Casanueva, Helio Jaguaribe y Juan Carlos Puig se dieron cita y sumaron sus sillas, paradójicamente, a las de Juan Ignacio Tena Ybarra, director del Instituto de Cultura Hispánica del franquismo y un expresidente de la república española en el exilio.

Los interlocutores, cuyo peso reflexivo crecía al ritmo de los debates y consta en las actas, durante tres días y sin abandonos se hicieron presentes: Carlos Andrés Pérez, anfitrión junto con el rector Ernesto Mayz Vallenilla y Eddie Morales Crespo, director del Instituto de Altos Estudios de América Latina; Rafael Caldera, Arturo Uslar Pietri, Gonzalo Barrios, J. L. Salcedo Bastardo, D. F. Maza Zavala, Manuel Pernaut, Sebastián Alegrett, Orlando Araujo, Juan Liscano, Carlos Rangel, Arístides Calvani, Benito Raúl Losada, Luis Manuel Peñalver y Gonzalo García Bustillos, entre otros.

Mi memoria aún no me traiciona. Puedo recrearlos y escucho sus voces vivas, pues se me hacen actuales y agonales desde la distancia atemporal.

“En las horas más lúgubres de nuestro extravío histórico se acumuló agrio encono, traducido en querellas y en agravios estériles siempre”, afirma el presidente Pérez. Y demanda “franqueza abierta, plasmando la armonía de la acción con los ideales, si de veras no queremos prorrogar el engaño”. Y apunta a lo central. No habrá unidad ni integración “sin la cultura y sin las ideas”, y proclama la “Gran Patria Latinoamericana”. Critica, sin agravio innecesario, a los intelectuales nuestros que “que se empeñan en distinguir autoritarismos progresistas y autoritarismos reaccionarios”, y que en ambos casos se trata de dictaduras.

“Rindo tributo de aprecio… a todos mis ilustres antecesores en la Jefatura del Estado, durante ese tiempo esclarecido y de permanente coherencia internacional”, que corre desde la implantación de la democracia en 1958.

A la sazón, Caldera hace propia la idea de la Gran Nación Latinoamericana, de la Gran Patria Latinoamericana. La destaca como criterio afirmativo de lo propio, no ofensivo frente a USA, coincidiendo con Pérez. E invoca como activo la “comunidad étnica de un mestizaje unificador y ecumenizante” muy nuestro, hoy amenazado por las identidades, como cabe advertirlo.

“No puede entenderse la tesis de la solidaridad pluralista como la negación del derecho y el deber de todos los hombres libres de América de luchar contra las torturas, contra la violación de los derechos humanos, contra los atropellos (…) en cualquier lugar del hemisferio”, agrega. En otras palabras –para incomodidad de quienes atizan las brasas del resentimiento– Caldera y CAP se niegan a la matización de las dictaduras, que ahora se hace habitual.

correoaustral@gmail.com

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Armando Martini Pietri Dic 23, 2021 | Actualizado hace 1 mes
La vida sigue
Las tiranías se desgastan por el esfuerzo constante de controlar y mantener el poder. Lo que sigue sin parar es la vida, ese es el problema de los dictadores

 

@ArmandoMartini

Tomando conceptos del poeta Jorge Manrique, un año que se va, ¡cuántos se han ido! La vida no depende de navidades ni años nuevos, estriba de sí misma. Nadie muere en la víspera, sino cuando se va a morir, ni un día antes ni uno después.

De nada valen los propósitos sin la voluntad de luchar por ellos y cumplirlos. No sirve recordar errores y triunfos pasados si no se está dispuesto a corregirlos y evitar repetirlos.

Muchos se han ido, no volverán, otros se nos vienen encima, dependen de nosotros para que sean mejores o peores. El destino no es cuestión de intenciones y sueños, sino de voluntad. Se es bueno porque se quiere serlo, se es malo porque se acepta serlo.

Desear feliz Navidad, más que buena educación y costumbre, es de solidaridad con rebote: deseamos a los demás lo que anhelamos para nosotros, y eso no depende del año que se va ni del que viene, sino de lo que estemos dispuestos a hacer por voluntad propia.

Decía alguien: el pueblo tiene el gobierno que se merece. Significa que se constituyen y permanecen porque los ciudadanos creyeron en los compatriotas que los plantaron en el poder.

Si disfrutamos democracia es porque estamos dispuestos a defenderla, si tenemos dictadura es porque la toleramos y soportamos.

No importa por quién votó cuando los partidos se agrietaron y la contienda quedó entre las promesas de un mediocre embustero y las expectativas de un presumido, soberbio pero instruido, competente profesional. A una mayoría de venezolanos, pobres y ricos, empleados y empresarios, les pareció que con un anodino podría hacer lo que el otro no les ofrecía.

Se equivocaron. Pudientes favorecidos, creídos dueños de verdades e intelectuales apasionados, interpretaron que un muchachón simpático e ignorante haría en el Gobierno lo que ellos le dijeran. Los menos favorecidos y excluidos pensaron que era un enviado de Dios para gobernar según a ellos les conviniera. Y juntos insistieron en creer que los militares, por serlo, hubiesen ganado o perdido batallas, tenían lo que había que tener para regir.

Pero aquel de Barinas nunca manifestó lo que realmente pensaba. Ofreció lo que cada oído quería escuchar y mantuvo oculto lo que verdaderamente eran sus intenciones. Incluso para sus compañeros de insurgencia inventándose la argucia del juramento alrededor de un árbol muerto, el Samán de Güere.

A empresarios les quitó -los robó, como le expresara en su presencia la valiente señora en la sede de la Asamblea Nacional ante la mirada incrédula de los parlamentarios- sus empresas con la excusa de darlas al pueblo soberano, para luego negárselas y manejarlas o dejarlas morir con sus indoctos leales y obedientes sumisos.

A los pobres les ofreció lo que casi todo político ofrece y pocas veces cumple, bienestar. Y la venganza de quitar la riqueza ajena para repartirla entre los indigentes. Lo que cumplió en parte, solo que los favorecidos menesterosos eran sus propios que ahora son millonarios como corresponde a la corrupción en un país abarrotado de riqueza y secuestrado por el comunismo socialista castrista.

Han pasado muchos años, y el comandante ahora es “eterno” sin voz ni voto pero sus pensamientos recónditos continúan. Mientras el hambre, frustración, falta de prosperidad y real justicia social han ido sacando, de las profundidades de todos, el pensamiento de que se equivocaron y es hora de cambiar.

Tarea cada vez más ardua y espinosa, porque mientras las masas se dedicaban a esperar nuevos desagravios, esta vez de dirigentes vacíos de conciencia, usurpadores e incoherentes pero rebosantes de palabras, el sistema que desarrolló el socialismo bolivariano del siglo XXI, sus cómplices y asociados se fortalecen.

Sin embargo, la vida no se suspende ni paraliza. Las tiranías se desgastan, y en consecuencia se debilitan por el esfuerzo constante de controlar y mantener el poder. Es más difícil, exige más brío fiscalizar que incentivar. Lo que sigue sin parar es la vida, y el control se aminora. Pasan los años, uno tras otro, y esa represión debe gastar más energía mientras la existencia continúa y el cansancio crece abonado por la reprimenda y el fracaso en otorgar algo tan simple en la vida moderna, a la vez complicada, como es la dicha, felicidad y bienandanza para los ciudadanos.

La vida sigue, ese es el problema de las tiranías.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Es dictadura, su afán es borrar el pensamiento libre
El significado de dictadura no es tan claro como parece. El concepto tiene zonas grises. Lo que está claro es que no admite el pensamiento libre

 

@ArmandoMartini

Hace un tiempo el informe Democracy Index (Índice de democracia), publicado por Economist Intelligence Unit (la Unidad de Inteligencia de The Economist) sorprendió al informar que más de 2000 millones de personas viven sometidas por un régimen autoritario. En más de 55 países, el ciudadano está imposibilitado de ejercer derechos, sujeto al poder de un partido, o a la voluntad única de una persona que dirige a capricho.

El significado de dictadura no es tan claro como parece. El concepto tiene matices y zonas grises. Lo que está claro es la negación de la democracia, el desgobierno y la anarquía. La supresión de derechos humanos y la subordinación ciudadana a la voluntad despótica e injusta. También la ausencia de separación de poderes y el control artero de los medios de comunicación.

Está la estructura militarista en el ejercicio del poder y el culto a la personalidad del líder. No hay dictadura sin dictador.

Por la historia dejaron impresa su huella autoritaria Julio César, Robespierre, Napoleón, Mussolini, Franco, Stalin, Hitler, Husein, Gadafi, entre muchos otros. Cada uno impuso su estilo de arbitrariedades, abusos, violaciones y atrocidades. En fin, de crímenes de lesa humanidad.

El ser humano es libre de pensar como quiera y parezca. Pero cuando ingresa a una sociedad que impone limitaciones a esa libertad, lo hace con pleno albedrío de renunciar voluntariamente a determinados derechos en función del objetivo superior de esa comunidad. Es el caso, por ejemplo, del que decide sacrificar su libertad de acción, como sucede con quienes integran instituciones que demandan obediencia jerárquica.

En las fuerzas militares la subordinación es clave para el cumplimiento de sus funciones en defensa de la colectividad. Mal funcionaría un ejército si cada oficial tuviera que convencer a subalternos sobre la observancia de cada orden. Por eso el nivel de responsabilidad al dar y cumplir órdenes, aumenta con cada rango. Un general no puede ordenar solo por serlo. Su experiencia, estudios, conocimientos le permiten tener una visión más amplia de aquellos a los que comanda, cada uno de los integrantes de la llamada “línea de mando”.

En la religión la obediencia no es parte de una estrategia de acción, sino un acto de humildad, de cesión personal del individuo que se dedica al servicio de Dios y, como muestra de su voluntad, acepta el mandato del superior.

Pero el pensamiento sigue siendo libre. El teniente puede estar en desacuerdo con la orden del mayor, así como el sacerdote con el mandato del obispo. No obstante, surge un problema cuando la discrepancia emerge de un mandato que va contra las convicciones del individuo.

Ser militar, sacerdote, policía, bombero no es acto de fuerza. Un padre no puede imponer el ingreso de su hijo en una orden religiosa o convento. El sacerdote que no ejerce a cabalidad su trabajo de guía moral, comete actos lascivos y pederastia, debe ser juzgado, sancionado y echado de la Iglesia. El militar desobediente debe ser retirado de la institución militar.

Más allá, ningún jefe puede ordenar eventos que vayan contra leyes y conciencias, ni tampoco tolerar violaciones a los derechos humanos por parte de sus superiores.

Cuando un subalterno acepta cumplir una orden inmoral e ilegal, no puede alegar obediencia a su favor. Se convierte en cómplice.

Quienes privan de libertad sin cumplimiento de los requisitos legales, torturan y asesinan, son culpables, encubridores de los que ordenaron delinquir, y, cometen delito que se agrava por proceder de un funcionario que jura cumplir y hacer cumplir la ley. Además, se instituye de inmediato una colaboración criminal.

En Venezuela de estos últimos años, son delitos que se cometen casi a diario; apuntan al cerebro reptil, despiadado, para convertir a jueces y fiscales en incondicionales que solo dicen sí al tirano. Y convierten las injusticias en sentencias o silencios criminales. Hoy más de 250 venezolanos son víctimas de quienes deben defender sus derechos.

Pensar libre y como quiera es libertad. La censura de medios, redes sociales, testimonios y pareceres, es delito anticonstitucional y antihumano. La dictadura, cualquiera sea su orientación, lo es porque no tolera la libertad de pensar. El absolutismo autoritario tiene lo que una democracia jamás se permitiría: presos y exiliados por sus ideas, torturados por pensar diferente, víctimas de la aplicación de la justicia a conveniencia.

Pero, hay factores que favorecen la dictadura. Obediencia y sumisión ciegas a una autoridad es posible únicamente cuando el ciudadano renuncia a la crítica, al libre pensamiento, a la independencia. Y, debilitado por el temor, inseguridad e impotencia, busca apoyo y salvación del mismo modo que un niño ingenuo confía en el padre y lo envuelve en un aura de mitología creyendo en sus promesas. La posición del dictador, en su borrachera de poder, sería inconcebible sin el apoyo de sus subordinados.

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Froilán Barrios Nieves Nov 24, 2021 | Actualizado hace 1 mes
La dictadura perfecta
En pleno siglo XXI las dictaduras también realizan elecciones con su versión de modalidad universal y secreta

 

@froilanbarriosf

En pleno siglo XXI las dictaduras también realizan elecciones con su versión de modalidad universal y secreta. Tan solo basta identificar como tales a las de Irán, Bielorrusia, Turquía y Rusia. Ya que China y Corea del Norte mantienen la dictadura del Comité Central sobre el pueblo. Tanto, que le conceden a Xi Jinping un mandato por décadas y la estatura de Mao Tse Dong; mientras que al otro tirano, Kim Jong-un, la condición de caudillo hereditario.

En el siglo XX, bajo el contexto de la Guerra Fría, en el mundo citado anteriormente las dictaduras resolvían sus mandatos bajo el fuego de las armas, o con «elecciones estrambóticas» como el caso de la URSS, donde la única lista, la del PCUS, obtenía más del 100 % de los votos.  ¿Cómo lo hacían? aplicaban el teorema de Josef Stalin y de Leonid Bresnev: “lo importante no es la votación, sino quien cuenta los votos”.

Si vamos a América Latina, las dictaduras gorilas del Cono Sur avasallaron a sus pueblos en el siglo XX, aplicando la paz de los cementerios. En el actual siglo XXI tenemos la versión estaliniana en Cuba con un sistema de votación garantizado por los Comités de Defensa de la Revolución (CDR) y el Estado castrista, donde solo participan militantes del Partido Comunista; y la Nicaragua de Ortega, quien apresa a los candidatos opositores y se autoerige en nombre del pueblo nica. 

En Venezuela han diseñado un modelo característico “ejemplar” para las dictaduras del mundo, donde la tiranía es señalada por la CPI por crímenes de lesa humanidad, calificada por esos mismos delitos por la Comisión de DD. HH. de la ONU y, por si fuera poco, investigada por una Comisión de Encuesta de la OIT por violación contumaz de los convenios laborales.

Una tiranía a la que buena parte del tren ministerial, empezando por el tirano mayor, le han puesto precio a sus cabezas por corrupción; un régimen que confisca a partidos políticos, que tiene en prisión a 250 opositores, tortura y asesina a militares y civiles; que mantiene al 96,3 % de la población en condición de pobreza y que ha promovido la diáspora de 7 millones de venezolanos.

¿Cómo es entonces posible que imponga para su provecho tan “exitosos resultados”? En un contexto, además, donde los 60 países más relevantes de la comunidad internacional desconocen al dictador Maduro.

Si no es un milagro, es entonces un récord interplanetario que, luego del prontuario leído, obtenga un triunfo aplastante en las elecciones regionales y municipales, frente a las calamidades soportadas estoicamente por la población en cualquier región del país. 

La cuadratura del círculo dictador se confabula a partir del apoyo del eje de las tiranías del planeta. Quienes otrora apoyaron al régimen castrista, ahora han financiado y armado a la dictadura chavomadurista incluso con fuerzas armadas y guerrillas en el territorio nacional, brindándole en el escenario internacional el flanqueo necesario que supere el aislamiento de las sanciones. 

En ese tenor la tiranía venezolana adicionalmente disfruta de una oposición llámese, MUD, G4, Frente Amplio, gobierno interino, alacranes, quienes no rinden cuentas de sus derrotas y disparates, asistiendo al sainete electoral que prepara cada cierto tiempo el régimen.

La alta abstención, superior al 60 %, y tasas de credibilidad en el subsuelo del maltrecho liderazgo opositor son el reflejo de la ruptura de la población con esta clase política. Reforzada además con la ausencia de unidad y de programa, al participar incondicionalmente en un proceso electoral maniatado por el Estado en todas las fases del cronograma electoral que debía garantizar elecciones libres y creíbles. 

Por tanto, culpar a la abstención o a la diáspora que en estampida partió de un país en ruinas, para así pretender esconder esta fracasada oposición sus vergüenzas ante el mundo, quien le señala por su incapacidad de presentar un programa de reconstrucción nacional, reducido a la aspiración a una cuota de poder efímera controlada por la dictadura. 

Veamos ¿que son hoy las gobernaciones? Son entes que dependen del situado constitucional centralista. Les arrebataron el FIDES, la Ley de Asignaciones Especiales y no tienen competencia fiscal. Y, de paso, les imponen una figura protectora, cuyo objetivo es aminorar su existencia en base al proyectado Estado comunal neocorporativo, que entronizaría la dictadura perfecta del chavomadurismo con la futura desaparición de gobernaciones y alcaldías. 

¿Para qué sirvió entonces el proceso del 21N? Fue simplemente un casting presidencial opositor que será manipulado tanto por el régimen, como por la oposición para ilusionar al pueblo con una salida electoral para 2024, y de esta manera darle finiquito al maltrecho y desdichado gobierno interino de Juan Guaidó, y de paso garantizarle permanencia justificada a un régimen tirano que en ninguna circunstancia ni es legítimo, ni es constitucional… es una dictadura.

*Movimiento Laborista.

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Alejandro Armas Nov 19, 2021 | Actualizado hace 1 mes
Un último exhorto
Venezuela seguirá siendo la misma el lunes, 22 de noviembre. Lo seguirá siendo mientras la oposición no desarrolle una nueva estrategia

 

@AAAD25

Este artículo será breve, porque de verdad no hay mucho de qué hablar. Venezuela llegó a las puertas de unas elecciones, si así se les puede llamar, que una vez más han concentrado la atención de la política nacional (excusen la rima no intencional), muy a pesar de la mínima probabilidad de que cambien sustancialmente nuestro drama.

Algunos han llamado tenazmente a la participación, como una forma de “defender o ganar espacios”. Otros la han condenado, aduciendo que “legitima al régimen”. En un tercer grupo, en el cual me incluyo, hemos visto todo con indiferencia.

Al incluirme no hablo como periodista o politólogo. Por supuesto que desde esa identidad no puedo abstraerme del evento político dominante en mi país hoy. Esta mismísima columna ha dado fe de ello, pues la he usado en los últimos meses para expresar mis observaciones a propósito de cuanto punto de interés relacionado con las elecciones detecte.

Mi indiferencia es más bien como ciudadano. Como uno más del montón en una colectividad nacional preocupada por el presente y el futuro del país, y que guía sus acciones pensando en qué puede contribuir más con el bien común.

Así pues, como ciudadano indiferente a las elecciones, voy a emitir un último exhorto a mis conciudadanos: hagan lo que quieran. Voten o absténganse. Al tomar cualquiera de las dos vías, no estarán haciendo una contribución enorme a la resolución de la crisis, pero tampoco un gran daño.

Los argumentos tanto de los fanáticos del voto como los de la abstención están errados.

Voy a recapitular un poco las observaciones sobre el proceso previamente referidas. Al sufragar por candidatos ajenos a la elite gobernante, usted estará impulsando la candidatura de alguien que, de ganar, tendrá un margen de maniobra muy limitado. Gobernadores y alcaldes que en todo caso solo podrán dedicarse a labores administrativas como la recolección de desechos y el mantenimiento al alumbrado público. Y eso si el chavismo se abstiene de intervenirles hasta esas funciones con “protectores”, “el poder popular”, etc.

De lo que pueden olvidarse es de que gobernaciones y alcaldías sean espacios funcionales para la causa democrática. De que desafíen al régimen en sus objetivos hegemónicos. Eso es algo que ha sido criminalizado de facto en Venezuela al menos desde 2013, con un notable agravamiento a partir de 2017 (no en balde dos años de protestas masivas contra el chavismo, amparadas por gobernadores y alcaldes opositores, muchos de los cuales terminaron exiliados o presos).

Considerando estas mínimas expectativas, mal pueden los entusiastas del voto recriminar a quien desee abstenerse. Pero lo contrario también es cierto. Es válido creer, aunque no haya certeza de ello, que una autoridad regional o local ajena al chavismo mejorará aunque sea un poco la calidad de vida en el espacio habitado por un votante cualquiera. Nadie puede reprochar tal cosa.

Para bien o para mal, las potencias extranjeras democráticas han aceptado que estas elecciones van a ocurrir y que la mayoría de la dirigencia opositora participará. Entretanto, no han reducido la presión sobre el régimen. Están a la expectativa, a ver qué pasa y si vale la pena reconsiderar su política hacia Venezuela.

Así que ha quedado desacreditado el planteamiento de que votar en estas elecciones le lava la cara al horror venezolano ante el mundo.

Es ridículo pensar que a mayor abstención, mayor aliento a una salida de fuerza a la crisis venezolana que el resto del mundo se ha cansado de aclarar que no está interesado en acometer. Mientras, los venezolanos que exigen dicha salida como la única posible no han hecho nada efectivo para que sea siquiera considerada por los entes con el poder suficiente para llevarla a cabo. Solo se lamentan en redes sociales, culpan a otros por un fracaso y satanizan la mera posibilidad de cualquier alternativa. Verlos pontificar como si ellos hubieran tenido más éxito que otras facciones opositoras ya da risa. Sobre todo si lo hacen desde la comodidad del extranjero y atacando a paisanos que decidieron quedarse y solo aspiran a vivir un poco mejor.

En conclusión, y como ya dije, hagan lo que quieran. Lo más probable es que Venezuela seguirá siendo la misma el lunes, 22 de noviembre. Lo seguirá siendo mientras la oposición no desarrolle una nueva estrategia.

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Récord Guinness: salario mínimo, jubilaciones y pensiones más bajos del planeta
Si se tratara de colgarse las medallas de los récords, al tirano Maduro, a su gabinete y al alto mando militar les faltaría espacio en el pecho para colgarse las insignias Guinness de la deshonra

 

@froilanbarriosf

Trasladaron de todos los rincones del país a jóvenes músicos, arreglistas y toda la parafernalia que implica la puesta a punto de una orquesta, en este caso compuesta por 12.000 personas. ¿La finalidad? obtener, para satisfacción del tirano, un récord Guinness, firma que reconoce todo género de hazañas que el género humano logre en cualquier lugar del orbe.  

En esta ocasión el esfuerzo denodado de miles de músicos integrantes del Sistema Nacional de Orquestas es utilizado para cumplir el objetivo del dictador: presentarle a la comunidad internacional, que tanto lo adversa, la imagen de normalidad en una Venezuela feliz. Mientras deja tras el telón el festín macabro al que cada ciudadano asiste diariamente a batir el cobre para sobrevivir.

Ahora bien, la pretensión del régimen de normalizar al país por decreto no es tal cuando todos los registros que analizan la condición humana ya sea en materia de salud, educación, seguridad personal, alimentación, vivienda, servicios públicos, etc., en fin, lo que en otras naciones se conoce como el estado de bienestar, requieren un PIB per cápita de $50.000 anuales. En nuestros predios esté llega a alrededor de los $2200 anuales.

Esta terrible cifra contiene el bajo ingreso de nuestra población. Según la OIT, antes de la pandemia en 2019 el salario límite de la pobreza extrema se situaba en 2 a 3 dólares diarios, es decir una remuneración mensual que oscila entre 60 y 90 dólares. En esta escala están incluidos los países más pobres de África, Asia y América Latina. Pues bien, la Venezuela gobernada por Chávez y Maduro registra, por decenas de cuerpos de distancia, el récord Guinness del último salario mínimo del mundo: 2,25 dólares luego de la conversión del bolívar fuerte al bolívar digital.

Si recordamos que los salarios mínimos en América Latina oscilan entre 250 y 500 dólares mensuales, constatamos la distancia sideral de Venezuela con el resto del continente. Y esto incluye una terrible realidad: el 60 % de la población formal devenga salario mínimo. Lo que resalta aun más el tan mentado récord mundial. 

Y si vamos a las pensiones y jubilaciones, la situación no cambia mucho. En Venezuela se registran casi 4.000.000 de pensionados del IVSS y 1.500.000 adicionales con la pensión Amor Mayor. Pues bien, toda esta población recibe ingresos mensuales de 7 bolívares digitales, equivalente a 1,6 dólares; e ingresos adicionales temporales de bonos del Sistema Patria, otorgados discrecionalmente por el tirano, por la cantidad de 2,3 dólares. Todo este ingreso en un mercado donde la canasta alimentaria alcanza la cifra de 300 dólares mensuales. 

Por tanto, no es de extrañar que Venezuela registre una pobreza generalizada de 96.3 % y una pobreza extrema de 76 %, lo que constituye también un récord Guinness que se pierde vista a escala planetaria. Sin contar la imbatible capacidad de saquear la riqueza nacional que muestra un régimen muy hábil en propaganda. 

Si trataran de colgarse las medallas de los récords, al tirano Maduro, a su gabinete y al alto mando militar les faltaría espacio en el pecho para colgarse las insignias Guinness de la deshonra, el hambre y la muerte en las que han sumido a la nación. Condición que los señala con otro récord mundial: el de haber obligado a más de 7 millones de venezolanos a irse en estampida de su país para sobrevivir en otros lares.

*Movimiento Laborista.

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Antonio José Monagas Oct 23, 2021 | Actualizado hace 1 mes
Los juegos de la dictadura
Los juegos de la dictadura son en extremo arriesgados, toda vez que son puestos en práctica a medida que el régimen comienza a advertir signos de ingobernabilidad

 

@ajmonagas

Indiscutiblemente, la realidad supera la teoría. Particularmente, si la realidad en cuestión se desarrolla a la sombra de un sistema político despótico. De un régimen que solo atiende y entiende lo que sus ideólogos consideran conveniente. O propio de sus intereses. No hay duda que los problemas que de estas situaciones se depara, tienen dos explicaciones.

La que se fundamenta en el poder, “consistente en los medios para obtener determinada ventaja futura” según Hobbes (Leviatán). Y la que se cimienta en la política. Desde donde se posibilita articular desaciertos al voleo. Sobre todo, con la intención de problematizar cualquier solución que presuma dar con algún posible acuerdo entre encontradas equivocaciones.

En el terreno de lo fáctico son calificados como problemas por la cúpula política que detenta el poder. Con ello busca erigirse un estado de crisis. Además, señalados como razones de alguna oscura estrategia política que resulta de precisa conveniencia al desorden político engendrado.

Es acá donde finalmente se confabulan causas con situaciones para luego convertirse en elementos de un juego político en particular. El mismo, dependiendo de la coyuntura en la que mejor calcen sus causales, es visto como plataforma de operaciones capaz de alterar, desvirtuar o modificar realidades en aras de causar la problemática necesaria que concuerde con las intenciones políticas que se tienen, previamente calculadas.

El régimen causa problemas que puedan desplazar o disfrazar otros. De este modo, su aplicación permite adecuar tiempos y espacios en función de los planes que requiere la conjugación entre el poder y la política para así alcanzar los objetivos tramados.

¿Qué es un juego en la dictadura?

Aquellos que requieren de quienes actúan como “avizores” de los juegos y que obran para su propio interés. Razón que se presta a que la persona se sirva de la “represión” o de otro ardid como soporte de su práctica. O sea, la combinación idónea para provocar un juego caracterizado por actitudes egocéntricas, intolerantes, seguras, arrogantes y dictatoriales.

Estos juegos de la dictadura, sin el componente que por otro lado define el egoísmo, poco o nada funcionarían. Así, cualquier necesidad de manipular, culpar, acusar e imponer, concuerda con los momentos que siguen los juegos de la dictadura.

El caso es que no hay realidad despótica en que la gestión política no acuda a regirse por axiomas que determinan ciertos procesos de gobierno asociados a juegos específicos, como criterios básicos para sustentar los discursos que, a su vez, soportan tramadas perversiones. Y desde luego, oscuras intenciones gubernamentales.

Lo que bien o mal representa un juego político, o de poder, es la oportunidad que se construye un gobernante con el fin de imponer su ideario.

El problema está en que no siempre lo que construye es expresión de lo que supone una continuidad político-histórica. Y es cuando la ambición de poder supera cualquier postulado trazado sobre líneas políticas apegadas a edificantes objetivos.

Es ciertamente el conflicto que se establece entre “verdad y poder”. Relación esta que según Michel Foucault, filósofo francés, evidencia las fracturas que generalmente esconde una gestión rociada de populismo, demagogia y revanchismo.

¿Cómo la dictadura estructura un juego?

Los juegos en todo régimen político autoritario hegemónico o totalitario fundamentalista, resultan en una relación entre un propósito calculado y los recursos necesarios para alcanzarlo. Habida cuenta que se realiza a manera de control político, social o económico. Pero al fin de cuentas es un control basado en el abusivo poder que se detenta y en el ejercicio de la política de solapada violencia.

Los juegos de la dictadura son en extremo arriesgados, toda vez que son puestos en práctica a medida que el régimen político comienza a advertir signos de ingobernabilidad bajo una gestión pública que muestra inconsistencias. Es entonces cuando se recurre a tales juegos de poder que, en dictadura, son demostraciones del escaso talante y talento de los gobernantes. Tanto como para ajustar condiciones políticas a rigurosos requisitos de poder.

El ejercicio del poder en dictadura impone una “verdad supuesta y mampuesta”. Una verdad construida a la sombra de una ideología diseñada para conciliarse con eventos desligados de libertades, garantías políticas y derechos humanos. Por eso, el poder en dictadura necesita de la fuerza necesaria que pueda contener cualquier resistencia que se oponga a las imposiciones dictatoriales.

La imposición de poder en un régimen dictatorial, obedece a la necesidad de hacer valer  “verdades” que busca reivindicar. Ello, a través de prácticas de represión, mandatos de opresión investidos del resentimiento desde donde vierte la inmoralidad propia de su disposición. Es así como refuta las ideas ajenas alegando que son falsas o que desvirtúan sus verdades.

En la lógica de la gestión gubernamental, existen cautelas en las actitudes de funcionarios de alto rango, resultantes del temor propio que induce cualquier intento de defenestración organizado por conspiraciones políticas. El efecto de las mismas gravita sobre sus actuaciones y modos de ejercer la política. Estos gobernantes se valen de estrategias que tiendan a asegurar la pertenencia y permanencia en el poder.

¿Qué implicaciones tiene un juego tramado en dictadura?

De ahí surgen los contubernios, maniobras, argucias y malicias, todas plagadas de desconfianza y nerviosismo, que inspiran la formulación de dramas, engañifas, calumnias o juegos preparados con la intención de confundir al adversario o antagonista político para entonces separarlo del camino. Es acá donde la dictadura se vale de la perversidad que le imprimen a estos juegos creados a objeto de anular al opositor. De minimizarlo al extremo como contendiente.

En dictadura, dichos juegos, muchas veces, alcanzan niveles inconcebibles de violencia. Juegos que no estiman su poder de disuasión, exclusión o anulación. Es ahí cuando se habla de juegos basados en: la escasez provocada, la intimidación forjada, la falsedad teñida de veracidad, la indiferencia fraguada, la necesidad clamada. Juegos de resignación, exclusión y humillación.

Y pensar que estos son algunas clases de juegos de poder pues son incontables los que acostumbra accionar una dictadura. O sea, una autocracia cuyos opresores, pretendiendo actuar desde la usurpación, vulneran tantas leyes como valores, principios, libertades y derechos puedan. Es así como las realidades subyugan cualquier teoría. Así, los regímenes despóticos buscan hacer de las suyas con el auxilio de lo que la teoría política denomina los juegos de la dictadura.

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