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Paludismo

SOS Orinoco alerta sobre brote de malaria en comunidades Yanomami
La ONG SOS Orinoco alertó que en los últimos meses de 2023 al menos 85 indígenas yanomami fallecieron por malaria en varias comunidades de la Sierra Parima

La Organización SOS Orinoco alertó sobre un brote de  malaria que se viene presentando desde el 2023 en el Alto Orinoco, estado Amazonas

«En últimos meses del 2023 al menos 85 indígenas yanomami fallecieron por malaria en varias comunidades de la Sierra Parima: Momoi (7), Aranai (8), Araopë (11), Tootoomopë (6), Shitari (4), Irota (13), Teitei (5), Shamauka (2), Jimoi (3), Parima C (2), Takarama (5), Torita (7), Urarukere (3), Mañuwë (4), Wanaka (3), Sherekasi (2)», se lee en el mensaje compartido en la red social X. 

Añadieron en el comunicado que como ya han venido advirtiendo «la correlación entre malaria y minería es altísima, y la minería inaceptable en el Alto Orinoco, impulsada por las FANB, está desbordada».

Minería ilegal en expansión 

En su balance 2023, Mongabay precisó que aunque desde finales de los años 80 se tienen reportes de minería artesanal en Yapacana y se dio cuenta de un repunte de la actividad entre 2012 y 2014, no fue sino en 2019 cuando investigadores de SOS Orinoco confirmaron que la explotación estaba en manos de la guerrilla colombiana del ELN, y también de las disidencias de las FARC, quienes actuaban en complicidad con diversos componentes de la Fuerza Armada venezolana.

“En los últimos meses se ha incrementado la actividad, ya en los siete municipios de Amazonas hay focos de minería”, aseveró el líder indígena baniva Eligio Da Costa, coordinador general de la Organización Regional de Pueblos Indígenas de Amazonas (ORPIA).

Acotó que, a los puntos mineros que causan deforestación, se suman aquellos que están dentro de las aguas: las balsas de explotación fluvial que socavan los lechos de los ríos para extraer oro, como ocurre en el río Atabapo, al sur del estado.

“Es una actividad que destruye los territorios, la biodiversidad, la fauna, y genera consecuencias en nuestra cultura porque influye en nuestras actividades tradicionales. Siempre hemos mantenido esa convivencia sana con la naturaleza, pero la minería va más rápido que los procesos organizativos de nuestros pueblos”, señala.

Para 2023, cifras del informe global sobre malaria publicado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), apuntaron que Brasil, Colombia y Venezuela eran los primeros en la lista de países de América con más contagios, acumulando 73% de todos los casos de malaria registrados en la región.

También, en el país se reportaron 154.000 casos de paludismo en 2022. Según el informe se ha dado un notorio descenso en las cifras de la enfermedad desde que inició la pandemia por COVID-19

No obstante, el 2023 cerró con 10. 958 casos en el estado Sucre. Así lo dio a conocer  la directora de Salud Ambiental y Contraloría Sanitaria de la entidad, Elia Sánchez, quien afirmó que se venía  ejerciendo un control progresivo de la malaria. en la entidad.

Incidencia de malaria ha disminuido 80% en zonas del estado Sucre por trabajos de control de MSF
 La incidencia de casos de malaria ha disminuido en un 80 % en las zonas del estado Sucre donde la organización MSF está presente 

 

En la década de los 60, Venezuela era reconocida como uno de los principales países de América del Sur líder en la batalla contra la malaria, pero en los últimos años, la enfermedad ha reaparecido con más fuerza.

Según los últimos datos aportados por la OMS, en 2018 Venezuela registró un incremento de 53% en la cantidad de casos de malaria en toda la región, siendo la nación más afectada de Latinoamérica.

El estado de Sucre tiene una de las mayores incidencias de malaria del país. El clima y la vegetación crean condiciones perfectas para la propagación del mosquito Anopheles, que transmite la enfermedad.

La incidencia de casos de malaria en las zonas donde Médicos Sin Fronteras está presente ha disminuido en 80% desde 2019. En el primer semestre de ese año se reportaban 8.566 casos de la enfermedad en las áreas de Yaguaraparo, Coicual, Putucual, Guaca, Caño Ajíes, Agua Clarita y San Vicente, mientras que en  2021 se reportaron 1.641 durante el mismo período.

Médicos Sin Fronteras trabaja en conjunto con las autoridades sanitarias de la entidad en una estrategia de reducción y control de la malaria, basada en tres pilares: diagnóstico y tratamiento temprano, promoción de la salud y control vectorial. 

El biólogo Melfán Herrera explicó que uno de los trabajos que realizan durante las noches es salir a estudiar el comportamiento del mosquito que transmite la malaria para determinar si reposan en las paredes, a qué hora pican, si entran o no a las casas y si los que están picando son riesgosos o no según la edad que tengan.

«Los mosquitos se atrapan, se identifican y se estudian. También vamos a lagunas y caños a recolectar larvas de Anopheles para estimar cantidad de mosquitos que se están reproduciendo y podrían afectar a una población. Luego, con estos datos, podríamos planificar la mejor estrategia de control vectorial, como fumigaciones, aplicación de biolarvicidas, uso de mosquiteros y todas las actividades que impacten en la reducción de transmisión de la enfermedad», aseguró.

Médicos Sin Fronteras está presente en Venezuela desde 2015 y trabaja en la reducción de la malaria en los estados Anzoátegui, Bolívar y Sucre. Durante el primer semestre de 2021, en estas tres entidades fueron efectuadas 80.631 pruebas de malaria, se diagnosticaron y trataron 14.858 casos y se distribuyeron 23.000 mosquiteros en diversas comunidades.

José Manuel Olivares alerta de brote de paludismo en La Guaira
«Se han registrado cerca de 40 casos y, hasta ahora, ninguna autoridad sanitaria se ha dado por enterada», escribió el dirigente en un mensaje en Twitter

 

El exdiputado opositor y médico José Manuel Olivares alertó este viernes de un brote de paludismo en el estado La Guaira, con cerca de 40 casos.

«Se han registrado cerca de 40 casos y, hasta ahora, ninguna autoridad sanitaria se ha dado por enterada», escribió Olivares en un mensaje en Twitter.

La malaria es una enfermedad que puede ser mortal. Está causada por un parásito del género Plasmodium que se hospeda primero en un mosquito del tipo Anopheles y, finalmente a través de la picadura del insecto, en el ser humano.

Además, «se puede expandir muy rápido», alertó el exparlamentario.

«Y hoy, una semana después de los primeros casos, todavía no se ha tomado ninguna medida ni de investigación ni de contención», denunció el opositor que vive fuera de Venezuela hace varios años y no detalló cómo obtuvo la información.

Olivares aclaró que La Guaira «no es una zona de malaria» y la enfermedad ha sido «importada del sur del país».

«No es suficiente fumigar, hay que implementar también medidas efectivas para evitar nuevos contagios y evitar la reproducción del mosquito», apuntó.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) estimó que en 2018 en Venezuela, se registraron 471.000 casos y 423 muertes, con especial incidencia de la enfermedad en el sureño estado Bolívar (fronterizo con brasil), pero el país no publica cifras oficiales de la enfermedad desde 2016, cuando reportó 245.000 casos y una muerte.

Venezuela fue el primer país en erradicar el paludismo, en 1961, según fue certificado por la OMS, si bien la enfermedad ha cobrado fuerza desde 2017, especialmente en el sur del país.

La ONG Médicos sin Fronteras diagnosticó y atendió 43.019 casos en 2020 en los estados Anzoátegui, Bolívar y Sucre.

Alejandro Armas Mar 06, 2020 | Actualizado hace 2 semanas
No hace falta un coronavirus

@AAAD25

Pocas cosas hablan tan bien del grado de desarrollo de un país como una preparación elevada para la contención de pandemias. Lamentablemente, la ciencia de Asclepio no dispone de las artes de Casandra, así que es imposible prever el surgimiento de una nueva enfermedad. Cuando esto sucede, el flagelo puede hacer estragos hasta en las naciones mejor blindadas. El hecho de que una y otra vez seres microscópicos sean capaces de encontrar formas de burlarse de nuestro progreso científico y generar tragedias mundiales es una verdadera humillación para la raza humana, como bien señaló mi genial tocayo Alejandro Oliveros en un escrito reciente. No en balde en la imaginación de H. G. Wells, fueron ellos los que humillaron a otra raza, oriunda del planeta rojo, al punto de la aniquilación.

Por lo expuesto en el párrafo anterior, mucho se habla hoy de un virus en todo el mundo. Se cierne sobre el planeta una atmósfera siniestra, como la de aquella plaga llamada por Poe “muerte roja” en uno de sus mejores cuentos. Sin importar en que rincón del mundo uno se encuentre, hay una sensación de desamparo y de fatalidad, como si solo quedara rezarle a una deidad o esperar a que el azar no haga que la enfermedad brote cerca, ante el fracaso de los gobiernos en su intento de proteger a todos sus ciudadanos de este mal.

Ah, pero hay sitios que no tuvieron que experimentar la aparición de un nuevo tipo de virus para sufrir tal pesadumbre. Son aquellos países que siguen lidiando con enfermedades conocidas de antaño. Los que no han podido desarrollarse como para extirparlos.

Hay uno que no fue ajeno al progreso necesario, que de hecho lo consiguió en el mejor momento de su historia, pero que luego sufrió un retroceso brutal, por caer en manos de una elite anonadantemente desinteresada en el bienestar común y obsesionada con satisfacer su avaricia desmedida. A que no adivinan cuál es.

En Venezuela, como en todo el mundo, hay temor por la posibilidad de que el terrible coronavirus eche sus raíces fatídicas. Ciertamente, si ocurriera, sería un dolor adicional para una tierra que ya acumula demasiados. Pero en realidad Venezuela no necesita una epidemia de esta influenza con esteroides para ser una nación cuya salud pública es azotada por los microbios endemoniados. Ya lo es. Ese es el resultado de haber condenado a una red de hospitales públicos, otrora orgullo patrio, a languidecer hasta la ruina por falta de recursos, en medio de los mayores ingresos que ha obtenido el Estado venezolano en su historia gracias al estallido de los precios del petróleo. Ese es el resultado de haber asfixiado el aparato productivo nacional, incluyendo al sector farmacéutico, con controles de precios y otras regulaciones desastrosas. Ese es el resultado de no mantener las labores preventivas que evitan la propagación de enfermedades y que ya son de manual, a pesar de lo cual han sido descuidadas por la negligencia extrema.

Particularmente escandaloso es el regreso triunfal e implacable del paludismo, el arquetípico mal del trópico. “Paludismo” es un vocablo grabado con hierro ardiente en la memoria colectiva venezolana. Y aunque hasta hace poco su discusión en aulas escolares lo presentaba como una abominación confinada al pasado distante e incapaz de provocar estragos en la actualidad, su mera mención nunca dejó de evocar imágenes funestas. Imágenes de una Venezuela empobrecida, atrasada y maltratada por sus gobernantes. Colmada en sus sabanas de “casas muertas”, como acertadamente tituló Miguel Otero Silva. Átropo, la Parca, se le aparecía a Juan Bimba en muchas formas, presta para cortarle con una gran tijera el hilo del liquiliqui del que pendía su vida. A veces era la pistola de algún esbirro de la dictadura. A veces, la ponzoña de una mapanare u otro asesino rastrero. Pero las más de las veces era el pequeño virus Plasmodium falciparum, responsable del paludismo, también conocido como “malaria”.

Ya lo dijo Rómulo Betancourt, a propósito de Venezuela bajo el gomecismo: los tres peores flagelos eran el aguardiente, los jefes civiles y el paludismo. Claro, para la elite gobernante actual Betancourt fue un representante de la “oligarquía burguesa, fascista, imperialista y neoliberal”, así que no hay razón para atender a lo que su pluma nos dejó.

Es que, naturalmente, a los demócratas les preocupa la sanidad colectiva. No solo por un sentido de la moral y por genuino interés en el bienestar colectivo, sino por el cálculo de mantener a la ciudadanía satisfecha y así quedar bien parados con cada elección. Tiranos como Juan Vicente Gómez, en cambio, no tienen que lidiar con esos asuntos. Juzguen ahora ustedes, queridos lectores, la relación entre el tipo de régimen que tiene Venezuela hoy y el estado de la salud pública.

Acaso no sea coincidencia que justo después de la muerte del “Bagre” tachirense comenzó a destacar el trabajo de Arnoldo Gabaldón, uno de los venezolanos a quienes la República más debe (no es posible que no haya ni un solo municipio con su nombre, mientras que hay seis bautizados como tributo a un bandolero de la peor calaña como Ezequiel Zamora). El primer día de este mes se cumplieron 111 años de su natalicio, así que vale la pena recordar su obra en las próximas líneas.

La labor de este trujillano tuvo sus primeras etapas en los gobiernos de Eleazar López Contreras e Isaías Medina Angarita, quienes no fueron demócratas, pero sí consideraron que Venezuela debía alejarse poco a poco del autoritarismo gomecista. Una vez iniciado, tuvo la suerte de no verse interrumpido por la inestabilidad política en la segunda mitad de la década de 1940, ni por la dictadura de Marcos Pérez Jiménez.

Gabaldón fue puesto al frente de la División Nacional de Malariología por el ministro de Sanidad Santos Dominici en 1936. El propio ministerio fue una creación de López Contreras (recuerden lo que les decía sobre Gómez y la preocupación por la salud pública). Desde este despacho, Gabaldón ideó una estrategia novedosa de ataque a la malaria consistente no solo en el suministro de medicamentos antipalúdicos, sino también en el saneamiento ambiental. A diferencia del coronavirus, el paludismo no se transmite directamente entre personas. Hay un vector, el mosquito Anopheles, otro señalado habitual en las aulas de clases de las escuelas venezolanas. Por lo tanto, poner en jaque la malaria supone impedir las condiciones ideales para la presencia del díptero nocivo. Gabaldón comprendió eso y, junto con su equipo de profesionales altamente calificados, se dispuso a dar guerra sin cuartel a tales condiciones ambientales. Tras un estudio minucioso de la topografía de cada región afectada, el equipo antimalaria tomó medidas como la aplicación controlada del insecticida dicloro difenil tricloroetano (ah, esas lecciones de química orgánica en el bachillerato, con sus sufijos alusivos a dobles o triples enlaces de átomos de hidrógeno y carbono; ok, disculpen la divagación nostálgica).

Los resultados fueron un milagro hecho por humanos de carne y hueso. Durante las décadas de 1940 y 1950, los índices de propagación y mortalidad del paludismo se desplomaron. Poco a poco la enfermedad fue prácticamente erradicada de Venezuela. Me gusta creer que, así como coincidieron no por casualidad los inicios de la carrera de Gabaldón y de la liberalización política venezolana, tampoco fue casualidad que el doctor alcanzara la cúspide de dicha carrera durante el primer gobierno del largo período democrático, como ministro de Sanidad de Betancourt entre 1959 y 1964.

Por estas fechas de marzo temprano, mientras que algunos preferimos celebrar el nacimiento de Gabaldón, otros optan por celebrar la “siembra” del mayor responsable de la triste suerte de Venezuela en el siglo presente.

El legado de un hombre acabó con el legado del otro. El paludismo que tanto costó marginar está de vuelta y dice “presente” en buena parte del territorio nacional. Sobre todo en las selvas de Guayana, tierra que hizo de centro de operaciones para la causa independentista y que hoy, en manos de los autoproclamados herederos de esa causa, sufre además de la malaria la devastación ecológica y la violencia cruenta de los “sindicatos” mineros (i.e. bandas criminales). En 2016 hubo 91 918 casos de paludismo en Venezuela, de acuerdo con una investigación del portal Prodavinci. En 2017 esa cifra se disparó a 411 586. La investigación también señala, con cifras de la Organización Mundial de la Salud, que las muertes por paludismo pasaron de 52 en 2010 a 456 en 2017.

En el mundo antiguo se pensaba que la malaria se transmitía por el aire. “Malaria” es un derivado de la expresión latina “mal aire”. Aunque el mal no es el aire, sí está en el aire, en los mosquitos que lo surcan. Como con el coronavirus en Wuhan, Bergamo y Seattle, hay una atmósfera perversa sobre Tumeremo, Upata, Yaguaraparo, San Juan de Payara y Machiques. Pero no durante los últimos meses, ¡sino durante los últimos años! Aunque me haría muy feliz ver un municipio renombrado en honor a Arnoldo Gabaldón, creo que la mejor forma de honrar su trabajo es repitiéndolo, para volver a enterrar el paludismo. Lo más probable es que para que ambas cosas ocurran, tiene que haber primero un cambio político en Venezuela.

Informe de la OMS: En Venezuela se disparan las tasas de infección por paludismo

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En todo el mundo, el impulso contra la malaria o paludismo se ha estancado. Los casos de malaria aumentaron en cinco millones entre 2015 y 2016, ascendiendo a 216 millones de 211 millones, según el “Malaria World Report 2017” de la Organización Mundial de la Salud (OMS)

Nueve países de las Américas informaron un aumento de al menos un 20 por ciento en los casos de malaria durante ese período, mayor que en cualquier otra región del planeta.

“Esta es una de las enfermedades que se cierne con fuerza”, dijo Luis Alberto Moreno, presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, que financia grandes esfuerzos contra la malaria en las Américas, reseña el New York Times

“Si no mantienes el acelerador al máximo, y permaneces intensamente concentrado en el tema, la malaria va a regresar”.

La malaria (o paludismo), una enfermedad sanguínea contraída por la picadura de un mosquito infectado, mata a unas 445,000 personas cada año, en su mayoría niños, según la OMS. Sin embargo, las herramientas y los tratamientos de prevención efectivos son bien conocidos.

 

Las cifras en Venezuela

 

Históricamente, Venezuela sirvió como modelo para la erradicación del paludismo en América, con su región norte declarada libre de paludismo (o malaria) por la OMS en 1961. En aquel momento considerada una hazaña de salud pública.

Por la crisis política y económica que el socialismo trajo a Venezuela, los casos de paludismo ha ido en aumento anual desde 2008. Entre 2015 y 2016, los casos notificados aumentaron en más del 76% (de 136.402 a 240.613), superando a Brasil como el mayor contribuyente a la carga de la malaria en América. Los casos informados en 2016 fueron los más altos en la historia del país, según la OMS.

El Estado Bolívar concentra el 74% de los  casos de paludismo reportados. Y en él, el Municipio Sifontes, fronterizo con Guyana, reportó el el 46% de todos los casos reportados en Venezuela en el año 2016.

Los lugares con mayor afectación son las zonas de minería de oro. donde la presencia de mineros ilegales se ha incrementado notablemente. Casi el 40% de los casos de paludismo reportados son en personas que ejercen la minería ilegal. El paludismo se está expandiendo a otras regiones del país, incluso a aquellas declaradas libre de paludismo previamente.

Por sus altos ingresos petroleros, Venezuela no califica para recibir contribuciones del Fondo Mundial contra la malaria, y tampoco recibe ayudas de otros fondos internacionales.

Desde 2010 el gasto del gobierno socialista para combatir el paludismo ha variado. En 2015 alcanzó la cifra de 10 millones de dólares, cayendo a apenas 2,2 millones de dólares en 2016, un quinto de la cifra de 2015, a pesar que los casos se duplicaron en 2016, según las cifras de la OMS.

 

*Traducción de La Patilla

MUD pide a la comisión de la OPS en Venezuela reunirse con pacientes crónicos

 

El miércoles 13 de junio en nombre de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) el diputado Jorge Millán, solicitó a la directora de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), Carissa Etienne, que durante su visita a Venezuela se reúna con los pacientes con enfermedades crónicas y no solo se limite a escuchar al Gobierno.

Manifestó la importancia de que esta comisión enviada para negociar con Venezuela la venta de medicamentos e insumos necesarios para la salud, no se vaya “con un diagnostico” errado de los que realmente ocurre.

El diputado a la Asamblea Nacional se ofreció a llevar a la directora de la OPS a visitar centros hospitalarios, reunirse con ONG´s que defienden el derecho a la vida y la salud, así como a sostener encuentros con pacientes venezolanos.

Millán denunció que en Venezuela han vuelto enfermedades que ya estaban erradicadas, como la poliomelitis y el paludismo, resaltó que un 85% de los casos de sarampión que se han registrado durante lo que va de 2018 en toda América ocurren en el país Sudamericano.

Hizo un llamado a la organización internacional de la salud a estar atentos a todas las negociaciones que se realicen con el gobierno de Nicolás Maduro en materia de salud, pues aseguró que es preocupantes que no se vayan a tomar los canales necesarios para que estos convenios “no se vaya a las mafias de contrabando que están dirigidas por altos funcionarios” del Estado.

Manifestó su temor porque “las mafias de contrabando dirijan los medicamentos que se entreguen a través de la OPS”.

“Hemos visto a un Gobierno que miente y engaña sobre este tema” resaltó el parlamentario, enfatizando en los casos de niños muertos por desnutrición, “porque no hay la capacidad de las familias para alimentar a sus hijos”.

Desde la MUD señalaron que no se puede seguir permitiendo que Venezuela sea un país donde “enfermarse por cualquier tontería represente una sentencia de muerte”.

Solidaridad con Codevida

El representante de la coalición opositora manifestó su respaldo y solidaridad con el presidente de la ONG Codevida, Francisco Valencia y con el secretario ejecutivo de la Federación de Trabajadores de la Salud (Fetrasalud), Pablo Zambrano, por las recientes amenazas que recibieron por parte del ministro de Salud.

Resaltó que estos ciudadanos solo han dedicado su vida a luchar por las condiciones dignas para los pacientes y trabajadores de todos los centros médicos del país.

Pidieron a todos los pacientes con enfermedades crónicas y a todos los ciudadanos que tengan algún padecimiento médico a protestar para defender su derecho Constitucional a la salud y la vida.

Venezuela registra el mayor número de casos de malaria en el continente

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Venezuela está a la cabeza de 55 países en la proporción de casos de malaria capturados por el sistema de vigilancia en 2016, de acuerdo con el Reporte Mundial de Malaria difundido este jueves por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Este detalla que el año pasado 91 países reportaron un total de 216 millones de casos de malaria, un aumento de 5 millones de casos respecto del año anterior.

En el continente americano, Venezuela, que atraviesa una “crisis humanitaria en curso” -según reconoció la OMS- desplazó a Brasil como el mayor contribuyente a la carga de la malaria en las Américas “y los casos informados en 2016 fueron los más altos en la historia del país”.

La investigación detalla que la tasa de incidencia de malaria a nivel mundial disminuyó 18% de 2010 a 2016; pero específicamente entre 2014 y 2016, la tasa de incidencia de casos de malaria se mantuvo sin cambios a nivel mundial y aumentó en todas las regiones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), excepto en Europa.

El mayor aumento porcentual en este periodo se produjo en la región de las Américas, donde la incidencia de la malaria comenzó a aumentar en 2013, en gran parte debido a los aumentos en Brasil y Venezuela.

Entre los 55 países en los que se estimó la carga de la malaria, la proporción de casos notificados por los sistemas de vigilancia fue más baja en Gabón (8%) y más alta en la República Bolivariana de Venezuela (84%). Estos países, indica el informe, representan más del 90% de la carga mundial de malaria. “Priorizar las inversiones en vigilancia en estos países generará un rendimiento sustancial en la optimización de los recursos y un seguimiento preciso del progreso”.

El Programa Mundial contra la Malaria, en colaboración con el Programa de Emergencias Sanitarias de la OMS, presta mucha atención a la situación de la enfermedad en entornos complejos y facilita la respuesta, destacó. La organización incluye a Venezuela en un reducido grupo junto a Nigeria (Estado de Borno), Sudán del Sur y Yemen a los que apoya en respuestas de emergencia a la malaria.

En estos, puntualiza, “las crisis humanitarias en curso plantean graves riesgos para la salud”.

 

Más información en Correo del Caroní.

 

Venezuela encabeza lista de países con malaria en América, según la OMS

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El número de casos de malaria registrados en América en 2016 aumentó un 22 % en relación con el año anterior, un dato en el que influyó la mayor incidencia en Colombia, Nicaragua y Venezuela, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).

En su Informe Mundial sobre el Paludismo 2017 difundido hoy en la India, la OMS alertó de que el pasado año se registraron 875.000 casos en el continente, frente a los 684.000 de 2015 y los algo más de un millón de 2010.

En la región de América de la OMS, que incluye Latinoamérica, el Caribe, Estados Unidos y Canadá, también se incrementó el número de muertes por paludismo hasta alcanzar los 700 decesos, 300 más que el año precedente.

Entre los países que registraron importantes subidas en el número de casos está Colombia, que pasó de 74.100 enfermos en 2015 a casi el doble, 134.000, en 2016, una trayectoria similar a la de Venezuela, donde los casos pasaron de 171.200 a 300.900 en ese periodo.

En el caso de Venezuela, que junto a Brasil concentra el 65 % de los registrados en la región, la subida se tradujo en un aumento de los fallecimientos, 280, 120 más que un año antes.

También Nicaragua registró un fuerte aumento de pacientes, con 12.460 en 2016 frente a los 5.000 del periodo anterior, y Ecuador, que tuvo 1.200 enfermos de paludismo, el doble que un año antes.

Países como República Dominicana, Ecuador, Guayana, Honduras, México y Panamá registraron incrementos de casos menos pronunciados.

“A pesar de los aumentos en algunos países, la transmisión está concentrada; en particular en Chocó, en Colombia; Loreto, en Perú, y Bolívar, en Venezuela. De forma similar, casi el 45 % de los casos en Brasil vienen de 15 municipios en Acre y Amazonas”, dice el informe.

La OMS atribuye los incrementos en otros países a una mejora en los procesos de monitorización y a brotes focales.

El estudio advierte, paralelamente, de un estancamiento en la financiación dedicada a la lucha contra la malaria en América, donde hay una población de casi 127 millones en riesgo de contraer la enfermedad y se han invertido apenas 167 millones de dólares (140 millones de euros) para combatirla en 2016.

Este monto supone una caída del 13 % con respecto a 2010, cuando la financiación contra el paludismo ascendió a algo más de 192 millones de dólares (161 millones de euros) en el continente.

A pesar de ello, una docena de los 18 países donde el paludismo es endémico están en camino de alcanzar el objetivo de reducir la incidencia de casos un 40 % antes de 2020, mientras que otros cinco podrían lograr un descenso de entre el 20 y el 40 %.

A nivel mundial, la OMS advirtió de que los progresos contra la malaria llevan estancados tres años, con un aumento del 2 % en el número de casos registrados en 2016 con respecto al año previo.

“Estamos en una encrucijada, sólo a través de acciones urgentes y coordinadas de nuestros depositarios -con los países en el asiento del conductor- recuperaremos el ritmo para alcanzar los objetivos de nuestra estrategia global de la malaria”, alertó.