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Ago 23, 2016 | Actualizado hace 8 años
Financiando malandros, por Alejandro Moreno

Cárcel1

 

Lo veníamos sospechando desde que se pusieron en marcha las llamadas “zonas de paz” en Barlovento y en los Valles del Tuy. El primer ensayo lo realizó el presidente colombiano Pastrana cuando liberó durante un largo tiempo amplias extensiones territoriales de su país de la intervención del ejército y de la policía entregándoselas a la guerrilla para que iniciaran un supuesto proceso de pacificación. El experimento fracasó rotundamente pues la subversión aprovechó la oportunidad para todo lo contrario, esto es, para reorganizar y perfeccionar la guerra, o el conflicto como eufemísticamente ha preferido decir el gobierno colombiano.

Con tales precedentes la prudencia aconsejaba no repetir la experiencia en otros lugares. La sorpresa llegó cuando con bombos y platillos, en cadenas de televisión y con la bendición y apoyo de los poderes del Estado se nos anunció la creación de dichas “zonas de paz”, espacios liberados de toda intervención policial y militar para que en ellos grupos de delincuentes supuestamente deseosos de cambiar su criminal conducta desarrollaran bajo el control de sus comunidades programas de producción agrícola y actividades culturales del más variado tipo para lo cual recibirían financiación oficial adecuada.

¿Ingenuidad? ¿Idealismo? ¿Ignorancia de lo que quienes conocemos al malandro por dentro y por fuera sabemos?

Como en Colombia, en Venezuela el experimento sirvió para todo lo contrario. Esas zonas, además de ser utilizadas como refugio para criminales de unos y otros lugares, dado el espacio de impunidad, y para acopiar sofisticados armamentos adquiridos con el financiamiento de los supuestos programas de recuperación, han dado origen a muchas de las macrobandas que hoy pululan por campos y ciudades.

Nuevas sorpresas. Los pranes, que sí existen, existieron y existirán, contra lo dicho por la ministra, viendo disminuidos sus ingresos porque fueron liberados algunos detenidos con lo que la extorsión de hasta 5.000 bolívares por semana, llamada causa, que le cobran a cada preso para semigarantizarle la vida, se reduce, secuestran funcionarios para presionar pidiendo les envíen a sus dominios carcelarios nuevos extorsionables. Y el gobierno cede. A la PGV 1.443 nuevos, a Tocorón otros 2.000, un número similar a Tocuyito; y no hemos acabado. Ahora no se financian programas sino que se negocian esclavos.

En uno y otro caso, siempre ha actuado el mismo viceministro. ¿Por qué será?

¿Podemos dudar de que este régimen no solo protege la violencia sino que la fomenta y hasta la financia?

 

ciporama@gmail.com

Nos convertimos en un país de malandros reportaje sobre Venezuela en The Financial Times

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PorAndres Schipani

The Financial Times

Texto original: Venezuela: ‘Ours is a nation of thugs’

Dentro de una diminuta casa en La Acequia (Antímano), en uno de los tantos barrios que rodea Caracas, Carlos se prepara para trabajar cargando municiones, juntando granadas,  chalecos antibalas y pasamontañas negros. “Tenemos un secuestro, tenemos que alistarnos”, dice el joven de 28 años, quien trabaja en una banda de 80 personas. Tienen un portafolio de actividades que van desde el secuestro, hasta el menudeo de drogas y el sicariato. Dice también que tienen un gran aliado: “El Gobierno”.

“A veces la gente del Gobierno nos manda gente para que matemos. Trabajamos en conjunto. Es jodido”, dice Carlos, quien pidió que su nombre real no se utilizara, mientras apunta con el dedo a rifles de alto calibre que dice son de la Guardia Nacional Bolivariana. “No me gusta ver a mi país así, pero así están las cosas. Nos hemos convertido en una patria de malandros”, concluye.

El descenso de Venezuela al malandraje desde que fue el faro del Socialismo Revolucionario, ha sido espectacular. Una foto de Chávez guinda sobre la cabeza de Carlos.

Hace tres décadas, Venezuela tenía los estándares de vida más altos de América Latina. Hoy, luego de 17 años de revolución, la mayoría de los ciudadanos no pueden encontrar un rollo de papel sanitario en los abastos sin importar que el país esté sentado sobre reservas de petróleo más cuantiosas que las de Arabia Saudita.  

La corrupción y la violencia están a la orden del día y fuera de control: 25 mil muertes al año hacen que Venezuela sea uno de los países más peligrosos y mortales del mundo entero.

Pero este fin de semana los Venezolanos elegirán a 167 miembros de la Asamblea Nacional y, por primera vez en 17 años, las elecciones probablemente terminen con la mayoría que goza el Gobierno socialista. Promete ser un momento decisivo. El Presidente Nicolás Maduro, ha jurado hacer “como sea” para asegurar su “victoria”, incluso pasar por encima de la asamblea y gobernar mediante una alianza cívico-militar “en nombre del Pueblo”, aunque no exista evidencia alguna de que cuente con respaldo popular. Algunas encuestas sugieren que la oposición ganará la contienda del Domingo con dos diputados por cada uno del Gobierno. 67% de los venezolanos dicen que el señor Maduro no debería terminar su mandato.

El desencanto es evidente. Inclusive entre los más fervorosos creyentes de la Revolución. “Yo creía era en Chávez. No creo en Maduro”, dice Carlos. “Maduro no es Chávez”, agrega. Esa frase, repetida hasta el cansancio, se repite como un mantra en todo el país.

La caída económica

Ese sentimiento se refleja en la decrépita economía Venezolana. La escasez es rampante y los servicios de salud están colapsados. Una inflación de tres dígitos –se estima alrededor de 185%- está destruyendo las “conquistas” sociales. Un salario mínimo de 9.649 bolívares que equivale a tan solo unos 10 dólares en el mercado negro, menos que en Cuba –el aliado más cercano de Venezuela- son parte de los catalizadores. Este año los tabuladores económicos del Fondo Monetario Internacional estiman una contracción de la economía en 10%. El año pasado una contracción de 4% y el que viene un 6%.

Las acusaciones de corrupción y tráfico de drogas llegan a los niveles más altos. El mes pasado, dos sobrinos de Cilia Flores, fueron procesados en un tribunal de Nueva York para enfrentar cargos de conspiración para el contrabando de cocaína a los EE.UU. La respuesta oficial es la misma: “los pelucones” del “imperialismo” que quieren “vender la patria”.

“Es momento del cambio”, dice Lilian Tintori. “Hay una violación sistemática de los derechos humanos y civiles, intolerancia y agresión”.

Las facciones de la Oposición han dejado a un lado sus diferencias para unirse bajo la Mesa de la Unidad Democrática, un paraguas político que cumplió el mismo fin en las elecciones del 2013 cuando Henrique Capriles perdió las elecciones por un minúsculo margen contra el actual Presidente Maduro. El mensaje de la campaña es abstracto y carece de propuestas concretas más allá de la amnistía para los presos políticos.

Las caída en la popularidad del Gobierno está fortaleciendo a la oposición por default, incluso en zonas que estaban bajo el control chavista. Jacqueline Jiménez vive en Petare, uno de los barrios más grandes de América Latina. Con 30 años, la madre de tres, solía votar por el PSUV, pero eso se acabó. Su esposo, un obrero, fue asesinado hace dos semanas mientras iba a su lugar de trabajo. Lo mataron por que no llevaba dinero. “Esta revolución supuestamente se iba a encargar de nosotros. En cambio nos está matando, empobreciéndonos”, lamenta. “Yo voy a votar por la oposición porque este gobierno no sirve para nada y es peligroso”.

Cada día más países comparten esta visión. Venezuela ocupa los últimos escaños en los índices de “Orden de la Ley”, por debajo de Afganistán. Incluso antiguos aliados, como Argentina, están retirando su apoyo en medio de un renacer que llega en el peor punto de la caída del precio de los mercados de commodities. Mauricio Macri, Presidente electo de Argentina, recientemente decía que Venezuela debería ser expulsado de Mercosur, por violaciones a derechos humanos.

La anti-inclusión masiva

Aun así, reparar la situación de Venezuela será difícil. La campaña electoral ha mostrado más violencia de la usual. La semana pasada el político opositor Luis Manuel Díaz fue asesinado a tiros en la tarima de un mitin. Lilian Tintori, quien estaba de pie junto a él, acabó salpicada de sangre. «Quieren matarme», declaró a The Financial Times.

La respuesta de Maduro esa noche en la televisión estatal fue la típica. Culpó a la oposición por incitar a la violencia y por “pagar 50 mil dólares a venezolanos para hacerse pasar por pistoleros del Gobierno”. Dijo que el incidente sería investigado —a pesar de lo que eso significa en un país en el que Human Rights Watch dice que sufre de una «falta casi total de la independencia judicial» es discutible.

“Hay un sentimiento de anti-inclusión masiva”, dice Javier Corrales, académico venezolano del Amherst College, quien también advierte que sería un error asumir que ese sentimiento sentimientos se traducirá en votos para la oposición. «Este gobierno no tiene interés en abandonar el poder», declaró.

Las razones para ello son claras. Aunque la presidencia no está en juego, la mayoría de la oposición en la Asamblea ejercería un poder considerable. Podría controlar el gasto, garantizar amnistía a los presos políticos, investigar la corrupción y negar permisos para que el presidente viaje al extranjero. Si obtienen las dos terceras partes, o incluso tres quintas partes, tendría poderes mayores, como la capacidad de nombrar a los jueces. «El gobierno teme la posibilidad de ser responsable», dice Corrales. «Es tan cómplice de crímenes de todo tipo».

El sacerdote y sociólogo Alejandro Moreno, quien se dedica a estudiar la violencia desde su casa perforada por tiros en Petare, está de acuerdo. «No tenemos un estado criminal, tenemos el crimen que se ha convertido en un estado», dice el sacerdote de 81 años de edad. «Mientras los chavistas se mantengan en el poder, esto no se detendrá». Las instituciones del país han sido eliminadas y la corrupción se ha disparado en medio de la falta de controles y equilibrios. «El diseño de la política económica de aquí, sólo beneficia a los corruptos», dice un ex ministro de Chávez.

Esto es especialmente cierto de los militares, conformados por generales leales, que a su vez constituyen una cuarta parte del gabinete. Al igual que otros ejecutivos del gobierno, gozan de acceso a las divisas a tasas preferenciales. El vicepresidente de Venezuela, Jorge Arreaza, declaró que en 2014 el contrabando de gasolina hacia Colombia generó pérdidas de 3 mil 600 millones de dólares. Los analistas aseguran que los militares participaron en la raqueta de contrabando. «Hay un estado paralelo corruptos dentro del gobierno», dice Luis Cedeño, del Observatorio Venezolano de la Violencia. «Los militares supervisan el contrabando y el tráfico de drogas. . . El Estado ha delegado funciones a las bandas criminales «.

Cambiar el aparato

El costo de esta corrupción y la violencia es enorme. Asdrúbal Oliveros y Jessica Grisanti, dos economistas locales, estiman que cuesta más de 12% de la producción económica de un año. Transparencia Internacional clasifica a Venezuela en los últimos puestos del Índice de Percepción de Corrupción 2014, empatado con países como Angola, Guinea-Bissau, Haití y Yemen.

En cuanto a otras instituciones, el gobierno controla el Tribunal Supremo de Justicia, la petrolera estatal PDVSA, el Banco Central y también el Consejo Nacional Electoral. De hecho las encuestas sugieren que el 70% de los venezolanos no confían el órgano electoral. También tiene un control casi absoluto de los medios de comunicación, el gobierno utiliza el dinero público para financiar su campaña y es un secreto a voces que coacciona a los empleados públicos a votar por los candidatos del PSUV. Esta combinación constituye lo que los funcionarios tal vez quieren decir cuando hablan de «una maquinaria perfecta que nos llevará a la victoria perfecta» el domingo.

Además de eso, hay intimidación. Durante un mitin reciente en Petare, el diputado Miguel Pizarro de la coalición MUD contó que hombres identificados con el partido de Gobierno atacaron a tiros una caravana de su campaña el domingo pasado. «A medida que el gobierno pierde el apoyo, no tiene ninguna otra opción que apelar a los matones con ametralladoras», dice. «Pero si bien pueden tener todas las ametralladoras, tenemos algo más poderoso: la fuerza y ​​el clamor de la gente que está cansada.»

Juan Contreras, un congresista socialista que busca la reelección en el 23 de Enero es una excepción: es un político que aún defiende el gobierno. Incluso está optimista sobre el resultado del domingo. Considera que las críticas al gobierno son «ataques para debilitar el proceso revolucionario» provocados por enemigos de la derecha apoyados por Washington, y dice que los altísimos índices de criminalidad son «traídos a colación como una estrategia para desestabilizar al gobierno». Opina lo mismo de la situación económica.

«Nuestra gente entiende perfectamente que hay una guerra económica que viene de la burguesía derechista parasitaria», dice. «Después de 17 años de resistencia, ahora tratan de hacer que nuestra gente se rinda por hambre. No tenemos ninguna razón para estar preocupados por las elecciones «.

Ante un escenario en que el Gobierno se robe las elecciones o no quiera reconocer una victoria de la oposición, la MUD podría salir a las calles, como sucedió en 2014, cuando meses de manifestaciones que pedían la renuncia de Maduro costaron decenas de vidas.

Los observadores internacionales fueron prohibidos en estas elecciones y el gobierno sólo permitió que la Unasur asistiera como observador acompañante. La autoridad electoral de Brasil, canceló su participación en la misión, en un golpe a la deteriorada legitimidad en Venezuela.

A escala nacional, gran parte de esa legitimidad se ha evaporado – sin duda para gente como Maite Hernández. Un ama de casa pobre, ella y su familia fueron expulsadas por malandros de un apartamento de Caracas que el gobierno de Chávez le había dado. Tal y como les dijo la banda de Carlos “tenían órdenes de sacarlos de allí», dice ella. Luego, los malandros mataron a su hijo de 23 años de edad. «Espero que las cosas cambien, por mi pobre familia y mi pobre Venezuela. Tienen que cambiar. Si no, tengo miedo de cómo pueda terminar esto «.

Reporte adicional de John Paul Rathbone

Guevara: Queremos que el gobierno explique por qué los malandros manejan armas de guerra que están bajo la supervisión de CAVIM

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El coordinador nacional político adjunto de Voluntad Popular y candidato unitario por el Circuito 2 del estado Miranda, Freddy Guevara, aseguró que Voluntad Popular y la Mesa de la Unidad Democrática solicitarán una investigación sobre los ataques de grupos antisociales a distintas sedes y comandos policiales en varias regiones del país. “Queremos que el gobierno nos explique como es que los malandros manejan armas de guerra cuando éstas se encuentran bajo la supervisión de la empresa CAVIM y del Ministro de Defensa Vladimir Padrino López”.

 

Guevara aseguró que iniciarán acciones judiciales en la Fiscalía y en la Defensoría con el objeto de que se determine la procedencia de las granadas, “y si estas granadas no formaban parte de las armas de la nación, entonces se debe investigar cómo es que entran a nuestro país armas de esta naturaleza y como pasan a manos del hampa organizada”.

 

“El gobierno es el único culpable de estos hechos, bien sea por acción o por omisión, porque ni las granadas se compran en Farmatodo, ni en los supermercados, ni se les compran a los bachaqueros, y por eso nosotros advertimos que pueden existir algunos grupos radicales dentro del gobierno que puedan querer aprovechar una situación de esta naturaleza para enturbiar el proceso electoral y nosotros les dejamos claro al gobierno, pero sobre todo a los venezolanos, que no nos vamos a dejar amedrentar y cualquier obstáculo que ellos le quieran poner al pueblo para que se exprese en las urnas electorales será superado por la voluntad de cambio que hemos visto a los largo y ancho de Venezuela”.

 

El líder progresista también dijo que para Voluntad Popular estos hechos violentos no fueron accidentales y que por el contrario pudieran formar parte de un plan sistemático para entorpecer las elecciones parlamentarias, ya que fue una seguidilla de ataques los días miércoles 23, viernes 25, sábado 26 y domingo 27 de septiembre, este último en dos lugares, llamando profundamente la atención en la tolda naranja que en estos 6 lugares en su mayoría ocurrieron el lugares donde gobierna la oposición. “Nosotros no queremos pensar tal y como lo han dicho el Gobernador de Miranda Henrique Capriles y el secretario de la MUD “Chúo” Torrealba, que esto tenga que ver con un plan para sabotear el proceso electoral del 6 de diciembre, sin embargo queremos dejar muy claro desde Voluntad Popular tampoco descartamos estas intenciones y antes de que el gobierno ahora quiera decir que los opositores son los que facilitan las armas a los malandros, tenemos que dejar claro que las policías no manejan granadas, porque estas son armas de guerra que no pertenecen a los cuerpos de seguridad ciudadana”.

 

Pese a que varios factores integrantes de la oposición han rechazado contundentemente está acciones sin embargo el dirigente naranja dijo no comprender como aún nadie del gobierno se ha pronunciado al respecto. “Nos preguntamos por qué el Ministerio de la Defensa, al mando de Vladimir Padrino López, no ha dado un pronunciamiento que le explique al país de como unas granadas llegan a manos de unos delincuentes que la lanzan a sedes de cuerpos policiales, cuando CAVIM que es la única empresa que importa armas y granadas está bajo su responsabilidad, porque no se ha iniciado una investigación, o porque ni siquiera han dicho si esas granadas formaban parte del parque de armas de la república o si entraron por contrabando. En segundo lugar no entendemos como el Ministro de Interior y Justicia Gustavo González López, se ha quedado callado ante un hecho de esta gravedad, no existe en el mundo una situación de tal gravedad en la cual el Ministro de Interior y Justicia que es el responsable de todos los cuerpos de seguridad no dé una respuesta, y por último el PSUV y Nicolás Maduro, que pareciera que se están haciendo los locos con esto, guardando silencio con respecto a estos hechos violentos y por eso nosotros exigimos que le den la cara al país”.

 

Guevara comparó las cifras de los presupuestos del año 2015 del Ministerio de la Defensa con la inversión destinada para la seguridad ciudadana.  “El presupuesto de este año para seguridad ciudadana fue de 4068 millones de bolívares casi 10 veces menos del presupuesto para el Ministerio de la Defensa que fue de 33 mil millones de bolívares. No tiene sentido que un país que no tenga conflictos bélicos reales invierta 10 veces más en armamento militar que lo que invierte en seguridad ciudadana”.

 

Por ultimo ratificó la solidaridad con los funcionarios policiales heridos, “y les decimos que esto no va a quedar impune y le recordamos al pueblo que queda un poco más de 9 semanas para que esta pesadilla empiece a cambiar y para que no tengamos unos diputados cómplices y rastreros como los del PSUV que a esta hora no se han dignado de interpelar a la comisión de interior y justicia para investigar los hechos, y que por el contrario desde esa nueva asamblea nacional podamos abrir las puertas del cambio en Venezuela. Por eso desde Voluntad Popular reiteramos que Venezuela quiere cambio y el 6 de diciembre nadie nos va a parar, el poder de tu voto para transformar a Venezuela no lo para nadie”, finalizó Guevara.

 

 

Luis Ugalde S. J. Ago 27, 2015 | Actualizado hace 9 años
Tiempo de cosecha por Luis Ugalde

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Se cosecha con creces lo que se sembró con generosidad y acierto. El tiempo de cosecha es de júbilo, mientras que el de siembra está marcado por el trabajo, la incertidumbre y la esperanza. La Biblia nos brinda hermosas imágenes de siembra y de cosecha de nosotros con Dios. El salmo 126 celebra el regreso de la esclavitud judía en Babilonia: “Al ir iban llorando cargando la semilla y al volver vuelven cantando trayendo la cosecha”. Luego de 16 años de “revolución” es tiempo de cosecha, pero quienes buscan los frutos regresan frustrados, porque no sembraron sino palabras, o cizaña de muerte en lugar del trigo de vida.

Crimen en el barrio. En los barrios más pobres vivir cuesta doble y cada día avanza más el dolor de la muerte de muchos de sus jóvenes y la agonía del desabastecimiento, de las colas y de la inflación, que asalta y se lleva parte del salario de supervivencia.

El gobierno sembró armas y alentó poderes delincuentes, pensando que eran sus aliados defensores de la “revolución” contra la “burguesía”. Hoy proliferan colectivos mejor armados que los policías y que, en su pretendido territorio soberano, no reconocen más poder que a sí mismos. Se trató de ocultar esta mala siembra con un mal pacto en “zonas de paz” entre el poder de los malandros y el del Estado. Invento de palabras y frases para ocultar realidades y predicar la revolución verbal: zonas de  paz, OLP (Operación de Liberación y Protección de Pueblo) y Vivir Viviendo llamaron las zonas de guerra, de represión, desamparo y edificios con ojos de Chávez donde se vive muriendo.

Apoyaron el nacimiento de barrios en lugares indebidos, en terrenos inseguros y sin futuro. Ahí se crearon consejos comunales chavistas e incluso se edificaron casas con apoyo gubernamental. La gente tiene necesidad de vivir en paz y seguridad y levanta su precario rancho donde pueda y lo va mejorando. Ahora muchas de estas zonas están atrapadas entre bandas delincuentes envalentonadas con armas largas y apoyo de sectores del gobierno; pero otras instancias del Ejecutivo y de la Fuerza Armada, con razón, no están dispuestas a permitir que sigan creciendo los poderes de la delincuencia. Y la gente inocente en medio entre dos fuegos. Nos referimos –por ejemplo– al modo como zonas de la Cota 905 o de los barrios El Cují o La Ensenada en la orilla de la Panamericana fueron asaltadas por el gobierno a tiros entre medianoche y madrugada. Estúpido tratar de disfrazar los hechos diciendo que esos barrios estaban llenos de paramilitares colombianos y eran puntas de lanza del golpismo imperial. Provea –una seria organización no gubernamental de derechos humanos, con larga experiencia y reconocimiento nacional e internacional– nos dice que de 4.000 detenciones de los últimos operativos 3.600 fueron arbitrarias. Se habla de decenas de ejecuciones extrajudiciales, como la vista con horror en videos indiscretos y oportunos. Hay un centenar de policías y militares asesinados en lo que va de año, realidad brutal e inaceptable. Son las terribles consecuencias de una mala siembra.

Las viviendas del kilómetro 4 de la Panamericana están fuera de lugar y no debían haberse fomentado y se justifica su reubicación, al igual que la detención de malandros en algunos apartamentos del Plan Vivienda. Pero es totalmente inaceptable que a las 3:00 de la madrugada lleguen a El Cují o a La Ensenada (para poner un ejemplo) y saquen de mala manera a toda la gente, sin reconocimiento de bienhechurías, ni reubicación y sin posibilidad de salvar sus enseres. Nosotros mismos vimos cómo trepaban las máquinas destruyendo hasta los cimientos viviendas que eran el trabajo y todo el ahorro, de más de 10 años, de sus dueños.

Se  sembró una política que ha dejado mal y en inferioridad de armas a la policía, se invitó a la gente a invertir lo poco que consiguen en sitios inapropiados y ahora, al sentirse desbordados y retados por los indebidamente armados, se aplasta a la gente con OLP, que no son de liberación, ni protección del pueblo, en zonas que no son de paz.

Tenemos que defender a los pobres, que en los últimos 25 años han construido más viviendas que el Estado y la empresa privada sumados. Respetarlos y defenderlos, exigiendo y brindando una ubicación adecuada, valorando sus organizaciones y esfuerzos, apoyando con trabajos de infraestructura sus mejoramientos y haciendo trabajo permanente para su seguridad, con educación, organización y presencia policial firme y respetuosa. Se sembró mal y se cultivaron males, los vientos de demagogia trajeron violencia y desesperanza; por no hacer labor educativa integral –escolar y extraescolar–, el crimen en los barrios es la cosecha de una mala siembra.

Luis Ugalde 

El Nacional 

Las tres veces que Maduro escupió para arriba

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«Al que escupe pa’arriba, le cae la saliva en la cara»:  es un dicho popular heredado de generación en generación entre los venezolanos, que advierte sobre los peligros de hablar de más, pues tus palabras se te pueden devolver.

Según el Centro Virtual Cervantes es un refrán que «recrimina la excesiva arrogancia, al tiempo que advierte que es frecuente que reciba su merecido».

Runrunes hizo una recopilación de las tres ocasiones recientes en las que el primer mandatario, Nicolás Maduro parece haber «escupido para arriba».

1. Los desahucios de Maduro              

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Lo llamados «desahucios» en España, tienen su propia variante en Venezuela. En la tierra de Bolívar los llaman «desalojos» y son practicados directamente por las autoridades nacionales, quienes despojan a las familias de sus precarias viviendas, las destruyen y dejan a mujeres, niños y hombres en la calle, sin alternativa alguna de reubicación habitacional. Este es el caso de las más de 205 familias cuyas casas, en los márgenes de la carretera Panamericana, fueron demolidas y, siete días después, siguen esperando una respuesta gubernamental.

Según el Comité Derechos Económicos, Sociales y Culturales de la Organización de Naciones Unidas (ONU), antes de llevar a cabo los desalojos, “en particular los que afectan a grandes grupos de personas” se deben presentar, en consulta con los afectados, alternativas que permitan evitar o minimizar el uso de la fuerza. Es necesario que se otorgue un plazo suficiente y razonable de notificación a las personas afectadas y las desocupaciones no pueden ser realizadas cuando haga mal tiempo o de noche.

Además, se debe ofrecer asistencia jurídica para que los afectados puedan solicitar una debida reparación en los tribunales y cuando los afectados por el desalojo no dispongan de recursos, las autoridades deberán adoptar todas las medidas necesarias, para que se proporcione “otra vivienda, reasentamiento o acceso a tierras productivas”.

En diferentes oportunidades el presidente de la República ha amenazado con «sacar» de sus casas en los complejos de la Misión Vivienda Venezuela a las familias con algun delincuente entre sus integrantes. El Código Orgánico Procesal Penal de Venezuela establece que las actividades delictivas y sus consecuencias son asumidas individualmente, por lo que estas medidas no deberían afectar al grupo familiar.

La práctica de los desahucios en España, impulsada por instituciones financieras o grupos económicos, ha sido fuertemente criticada por el presidente venezolano Nicolás Maduro.

 

2. Tiene madre colombiana, nació en… pero no quiere a los colombianos

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Paramilitares, bachaqueros, malandros, contrabandistas y embajadores de la pobreza en Venezuela. En resumen esta es la descripción que el presidente de la República, Nicolás Maduro, hace de los ciudadanos colombianos. «Me sentiría orgulloso de ser colombiano», dijo el mandatario el 30 de julio de 2013, cuando los rumores sobre su presunto origen colombiano estaban en boca de todos. Dos años después denigra de los paisanos de su mamá.

Hasta ahora, a pesar de los rumores nadie ha logrado demostrar que el presidente Maduro haya nacido en Colombia, pero investigaciones como la del diputado Walter Márquez y la del portal Armando Info han dado forma a las sospechas. El portal Armando Info explica que reconocidos medios colombianos como RCN, El Tiempo, El Espectador y La Opinión, lograron confirmar en la Registraduría de Colombia la existencia de la cédula colombiana de Teresa Moros, madre del presidente, número 20.007.077. Esta fue expedida el 9 de diciembre de 1956 en la ciudad de Bogotá. Además aseguran que Nicolás Maduro García, padre del mandatario, se graduó de bachiller en 1947 en el Colegio Nacional José Eusebio Caro, de Ocaña, a unas tres horas de Cúcuta. El presidente Maduro Moros aseguró que se crió en la parroquia El Valle, Caracas.

3. Las OLP y sus excesos en Madurolandia

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Los excesos y la brutalidad policial de los uniformados Estados Unidos contra las minorías aforamericanas, menos favorecidos de ese país, a principios del año 2015, fueron fuertemente criticada por el presidente Nicolás Maduro. El 10 de marzo de 2015, desde la Asamblea Nacional de Venezuela instó al presidente de la nación norteamericana a «defender los derechos humanos de los negros, a los que matan en las ciudades norteamericanas todos los días». Por su parte, el embajador representante permanente de Venezuela ante la ONU Ginebra, Jorge Valero, pidió el 13 de mayo de 2015 a EE UU «prohibir el uso de la tortura y sancionar a quienes la practiquen, así como a los responsables del uso la fuerza letal contra personas afroamericanas y de origen latino, indemnizando a las víctimas de estos hechos”.

El 13 de julio de 2o15 se desplegó en la Cota 905, sector popular de Caracas, un operativo policial-militar llamado Operación Liberación del Pueblo que dejó como saldo 16 personas muerta y 134 personas detenidas. Muchos de los aprehendidos reportaron haber recibido malos tratos durante el tiempo que estuvieron en manos de las autoridades. La mayoría de ellos fue liberado la misma noche del operativo, por no tener antecedentes, ni solicitudes. 41 personas que quedaron presos en calidad de «resguardo». 34 personas fueron liberadas sin cargos, pero con doce días de cárcel en vano a cuestas. Decenas de familias denunciaron haber sido maltratados por los cuerpos de seguridad del Estado y reportaron daños considerables en sus viviendas. Y algunos familiares de las personas que murieron denunciaron que estos fueron sacados con vida de sus casas y luego fueron ejecutados por los cuerpos policiales, según denuncias recibidas por la ONG Provea.

Además el pasado 23 de julio, Maduro se confundió llamó a las OLP “las operaciones de limpieza. ¡Perdón! En las Operaciones de Liberación y Protección del Territorio y del Pueblo”.

Operación Limpieza por Asdrúbal Aguiar

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Para rescatar los derechos humanos violan derechos humanos. Es ese, no otro, el desiderátum de la llamada OLP, siglas que evocan las acciones de violencia armada paramilitar que pone en marcha la Organización para la Liberación de Palestina durante los años ’60 y ’70 del siglo XX.

En el caso de la diarquía gobernante en Venezuela, la Operación Liberación del Pueblo se inscribe en una lógica idéntica, el exterminio del enemigo. No cabe la detención ni el procesamiento penal de quienes delinquen. Procede barrerlos como escoria de la sociedad. Las cifras oficiales ya hablan de 22 muertos, más de dos docenas de ejecutados por las armas oficiales en pocas horas.

La cuestión revela el grado de postración moral a la que ha llegado la «cosa pública». La polaridad del amigo-enemigo permea, incluso, hacia los ámbitos en los que el mismo gobierno alcanza discernir como políticos o económicos. No por azar apela a la imagen de la guerra económica para tapar sus omisiones.

El efecto no es otro que la división social, la fractura del afecto societario, en suma la pérdida colectiva de la identidad que nos hace pueblo: “El plan estratégico debe considerar que hay un enemigo”, afirma Hugo Chávez en 2004.

Pues bien, dentro de este contexto o cosmovisión casera no cabe patria que fragüe, menos experiencia democrática, pues se trata de la hobessiana premisa del todo contra todos.

Lo paradójico es que los enemigos de data reciente – los colectivos populares – no son aquéllos que fija como tales el chavismo durante la última década y algo más. Es su propia gente, son sus seguidores, quienes ahora, superada la “ilusión revolucionaria”, están incómodos y no asimilan la realidad pos-Chávez. Ahora son traidores, por distanciarse del proceso o manifestar su desencanto. De Henry Falcón, gobernador del Estado Lara, el propio difunto, llegado el momento, dice que “a ese traidor lo vamos a convertir en polvo cósmico”.

No cabe, así, dentro de la lógica revolucionaria, el planteamiento de Francisco, a quien algunos marxistas de la región consideran prójimo y para quien la política implica un ritual de “reciprocidad en una historia familiar y en una identidad colectiva (donde la lucha por la democracia como estilo de vida y sistema de gobierno no termina allí, sino que se transforma también en una lucha por la inalienable dignidad de la persona humana)”; escenario intelectual dentro del que no cabe, por ende, la “civilización del descarte”.

La cuestión es que en el origen de esto están las aguas podridas de las que se alimenta la experiencia que conoce nuestro país desde inicios del siglo corriente, transformadas en remolino que se engulle a sus propios contaminadores.

Nada bueno podía salir del pacto con la narco-guerrilla suscrito por el causante de Nicolás Maduro en agosto de 1999 y hace mudar nuestra débil institucionalidad en Narco-Estado, y le hace eje fundamental del negocio de los estupefacientes en el mundo.

Las cifras son reveladoras. Y no hablo de las toneladas de cocaína que de tanto en tanto son atajadas en puertos y aeropuertos extranjeros, procedentes de nuestra geografía bajo la ley de la selva. Apunto, mejor, a la instalación de la «cultura de la muerte» entre nosotros, en tiempos de bonanza económica – no me refiero al hoy, cuando el agua llega hasta el cuello y hierve dentro de una paila demoníaca – y en una espiral inflacionaria de víctimas que salta en escalera: 4.500 homicidios en 1999, 24.980 homicidios en 2014. La vida, como dice el pueblo llano, nada vale; caras y escasas, si son, las medicinas y los alimentos.

De modo que, cuando se observa a los responsables de esta tragedia que deriva en holocausto celebrar la «operación limpieza» en marcha – excluyo a las familias de las víctimas en las que es explicable demandar el ojo por ojo, diente por diente – y a la sazón decir que garantiza derechos humanos; y al demostrarse que es obra de una circunstancia facciosa (el monopolio de las armas que reclama la Fuerza Armada tutelar del poder presidencial vs. los colectivos populares de defensa de la revolución o círculos bolivarianos del terror, creados por Diosdado Cabello, Freddy Bernal y Juan Barreto), no puede uno menos que temblar de pánico.

Las manos de Stalin, reza la prensa de 1938, llegan hasta Barcelona, España, dónde las fieras revolucionarias se devoran entre sí: “Los que ahora sufren como víctimas, hicieron sufrir como verdugos despiadados, a muchos seres inocentes”.

En una democracia, desafío que esta vez tienen los venezolanos a fin de reconstruir a la Nación, con escala el venidero 6 de diciembre, todo Estado y gobierno tiene el derecho y asimismo el deber de castigar el delito; pero dentro del marco de un escrupuloso respeto a los derechos humanos y bajo leyes democráticas.

Provea: Policías están en la Cota 905 amenazando con demoler casas

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El Programa Venezolano de Educación-Acción en Derechos Humanos (Provea) denunció que efectivos policiales se encuentran en la Cota 905 amedrentando a habitantes del sector, durante la mañana del sábado 18 de julio de 2015.

Funcionarios de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB), de la Policía Nacional Bolivariana (PNB) y del Cuerpo de Investigaciones Científica, Penales y Criminalísticas (Cicpc) están en el sitio amenazadno a los vecinos con «demoler casas».

«A esta hora habitantes de Cota 905 denuncian presencia de efectivos policiales encapuchados atropellando a vecinos», informó la ONG en su cuenta de Twitter (@_Provea). Habitantes del sector hicieron llegar la información a Provea por vía telefónica, según refirió su coordinador de Investigación, Inti Rodríguez, a Runrunes.

Jun 25, 2015 | Actualizado hace 9 años
Culpar a otro y no querer por Alejandro Moreno

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En el dintel de la puerta del infierno de Dante se lee, dice el poeta: “Dejad toda esperanza los que aquí entráis”. Los que ya hemos entrado en este infierno, ¿conservaremos esperanza? Desde todas las gargantas oficiales, desde todas las bocas de los dueños de este averno, se nos da a entender lo mismo: no se ilusionen, desespérense, no los vamos a librar del crimen; no nos sale.

A los malandros se dirige la Primera Lengua con dulzura y decepción: “Yo tendí mi mano hace un año y dije: todo el que se quiera desarmar venga p’acá. Y no fue así”. Fracaso reconocido. De la frustración surge potente la ira ululando en estentórea voz: “Entonces se fueron los pelucones, los fascistas, no voy a decir  nombre aquí (…) los jefes políticos de la derecha que se han ido a buscar jefes de banda y les han pagao con droga, con dólares y les han puesto a matar a gente del pueblo para que se cree un caos y se cree una confusión general”. ¿Creyó alguien que la ira se iba a descargar contra los criminales? No; a esos la mano presidencial tendida y abierta, dispuesta a firmar y entregar. A poner rúbrica en convenios de paz que fabrican zonas “pránicas” de resguardo e impunidad y a entregar abundantes recursos para encubiertos fortalecimientos delincuenciales so capa de actividades culturales y productivas. Nada oculto ni secreto. Hemos visto esa mano y la de sus nombrados viceministros “para asuntos de paz” en cadenas nacionales de televisión estrechando la de criminales, bien conocidos por quien esto escribe, hoy no regenerados sino ya muertos en plena juventud, cosa que tristemente suele acontecer a los de su calaña. Días después, Maduro repite y enfatiza: “Nueva fase del plan Patria Segura (…) desarmar y desmantelar hasta la última banda criminal de este país”. Pero, de nuevo, son “los paracos que fueron pagados para ingresar a Venezuela y cometer asesinatos” los que él enfoca.

Siempre que una boca oficial emite algún ruido sobre un crimen, con la tajante arrogancia de algún ministro o con los balbucientes tartamudeos de un “cualitativo cuantitativo modelo de expresión matemático aritmético” de otro, aparecen los fantasmales culpables contras, fascistas y pelucones financiados y engordados por uribes, rajoys y obamas allá lejos, en los seguros espacios siderales de sus imperios.

Es de ilusos seguir esperando cambios de voluntad y de intenciones. ¿Qué nos queda? Producir desde nuestros arrinconados espacios, prácticas de vida, de comunidad y de amor, contra toda violencia, para que al fin pueda brotar nueva esperanza.