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#CrónicasDeMilitares | El cuidado de los caballos en 1821
Un «tras cámara» de la refulgente Independencia, o cómo era la laboriosa y vital faena de cuidar a los caballos en 1821

 

@eliaspino

Los estudiosos de la Independencia han preferido analizar y exaltar el aspecto heroico, sin detenerse en las urgencias de las campañas, no pocas veces capaces de conducirlas al fracaso y a través de las cuales se advierte el esfuerzo que realmente significaron. Ahora nos aproximaremos al vital asunto a través de un oficio que envía el general Pedro Briceño Méndez al coronel Bartolomé Salom, Jefe del Estado Mayor General.

Es una correspondencia fechada en el cuartel de Tinaquillo, el 18 de agosto de 1821, en la cual trata el vital asunto del suministro de caballos y la necesidad de su oportuno cuidado. Un primer fragmento de interés discurre como sigue:

Por el oficial que manda el piquete de Húsares que esperaba aquí a S.E. para servir de escolta, se ha sabido que los caballos que trae no llegarán a San Carlos, porque tal es su mal estado. El mismo asegura que estos eran los mejores que había en la madrina del escuadrón. Así, es seguro que si marcha, éste perderá todos los caballos y retardará el cargamento que debe venir escoltando. En atención a esto, dispone S.E. que regrese el piquete que formaba su guardia y vaya a reunirse a su cuerpo. Que el escuadrón todo, marche a acantonarse en las plantaciones de tabaco de Guaruto con orden de que ponga a engordar los caballos con el malojo que actualmente está muy abundante allí, porque se han perdido todos los maizales y los labradores dan hasta de balde el malojo, con tal de que lo corten; pero si no se pudiere conseguir de este modo, se procurará de cualquier otro. En ambos casos habrá una escrupulosa economía y vigilancia en las distribuciones para que no se cause un gasto extraordinario y para asegurarse de que en efecto se consume todo en las bestias.

Las letras no necesitan comentario, porque se explican por sí solas. Tampoco el siguiente párrafo, sobre el robo de esos animales tan necesarios para la guerra. Dice así:

En un potrero inmediato a las plantaciones de Guaruto se echaron a engordar, al cuidado de un oficial, cuatrocientos caballos del Estado. S.E. ha sabido ahora que el oficial dice que no hay sino trescientos cincuenta, y quiere que V.S averigüe la causa de la disminución. Si se los han robado o se han perdido castigará al oficial cuidador, porque tuvo orden de dar parte de estas novedades para remediar el mal, y en este caso hará también que se mude la caballería a un potrero cerrado que hay en Maracay, perteneciente al doctor Marrero, entregándolos y encargándolos a un oficial de dragones, el más cuidadoso y celoso que haya.

El documento permite que conozcamos necesidades y rutinas que habitualmente subestimamos. Preferimos contemplar estatuas, sin parar mientes en las razones de su elevación. Nos traslada a un lapso crucial de la guerra, cuando se ha triunfado en Carabobo y está a punto de comenzar una campaña dirigida hacia lugares remotos, desconocidos y escabrosos, como Quito y el Perú. Si estudiamos sin prisas unas  contingencias como la que se acaba de mostrar, tendremos cabal idea de la magnitud de la empresa.

#CrónicasDeMilitares | Pistas sobre el ascenso militar de Páez

Moneda acuñada en honor al bicentenario del natalicio de José Antonio Páez, 1790-1990. Foto en el portal numisfilia.com

El rústico Paéz, gracias a lo que aprende no solo en las batallas, sino también de las convenciones del trato social, deja de ser lo que fue para convertirse en el hombre de Estado que llegará a ser

 

@eliaspino

Sabemos que el general José Antonio Páez, quizá el héroe militar más popular de la Independencia, asciende en la escala social y en la preponderancia política hasta llegar a la cumbre. Se despega de los estratos humildes de la sociedad, y de una formación cultural rudimentaria, para llegar a posiciones que difícilmente puede lograr un hombre común a quien rodea una generación de individuos sobresalientes. Se trata de un ascenso que no ha tenido cabal explicación, y sobre el cual se ofrecen hoy unas pistas relacionadas con sus primeros pasos en el ámbito militar. Como debe su elevación a sus cualidades de conductor de tropas, lo que ahora veremos, siguiendo un escrito anterior que publiqué en el portal Prodavinci, puede servir para la comprensión de su tránsito.

En 1829 circula en Londres un relato anónimo, Recollections of a service of three years during the war of extermination in the Repúblic of Venezuela and Colombia, a través del cual se descubren las variaciones de un itinerario que marcha hacia amplios horizontes sin alejarse de la raíz. Veamos:

Solo a la naturaleza debe este hombre heroico y noble todas sus ideas y virtudes. Criado en un territorio completamente salvaje, sin que le favorezcan las ventajas del nacimiento ni de la fortuna, y solo por su mérito personal, sus proezas e indomable valor manifestado en los incidentes que se le han presentado durante la contienda revolucionaria, le han elevado hasta llegar a ser caudillo de las fuerzas nacionales que prestan más eficaz auxilio en todo el territorio (…) Su fuerza y valor extraordinarios le dieron siempre la victoria sobre sus rivales en los ejercicios gimnásticos a que se dedican diariamente los llaneros y por la destreza que había adquirido con la práctica en el manejo de la lanza, arma favorita de aquellos, podía fácilmente someterlos cuando se suscitaban disputas entre ellos: tanto por esto como por ser muchos los enemigos que ponía fuera de combate en las numerosas escaramuzas que se le ofrecían, alcanzó el respeto de todos sus compañeros, mientras que su carácter afable y nada pretencioso le valieron la amistad de estos.

Nada distinto del camino y de las cualidades personales que habitualmente conocemos, capaces de provocar una sumisión sobre cuya existencia ofrece la crónica unos ejemplos como los siguientes:

Era muy común ver a uno de esos bribones (los llaneros de la tropa) acercarse al General Páez, llamarlo tío o compadre y pedirle lo que necesitaba, seguro de que el buen corazón de éste no se negaría a concederle lo que le pedía. Si estaba ausente cuando ellos querían verle, iban por todo el campo o el pueblo en busca suya, pronunciado aquellos nombres con voz estentórea hasta que él los oía y accedía a la petición que le hacían. Otras veces, encontrándose de servicio, y cuando él estaba comiendo –lo que hacía regularmente en el campo- se le antojaba a uno de ellos un pedazo de tasajo u otra cosa cualquiera que él iba a comer, con la destreza que le es peculiar, el antojadizo se iba por detrás y se lo arrebataba de la mano. Entonces él, riéndose le decía ¡Bien hecho! No los gobierna por medio de las leyes, sino que confía en sus propias fuerzas para aplacar los disturbios y castigar las faltas.

Pero tal comportamiento no explica del todo el crecimiento de su liderazgo. Hace falta una mayor extensión, una influencia cada vez más esparcida; pero, en especial, que no se limite al control de los hombres del llano. Lo que agrega el documento es fundamental en este sentido.

Desde que llegó a darse a conocer ha tenido a sus órdenes de 3.000 a 4.000 hombres, todos de la tribu llanera, que constituyen el cuerpo de indígenas más formidable del país: con ayuda de éstos, a más de su incansable actividad, y sujetado y entretenido al General Morillo. Siempre se ha mostrado Páez el más encarnizado enemigo de la tiránica dominación española, así como terrible vengador de las injurias hechas a su patria. Por semanas y meses consecutivos no ha perdido la pista de Morillo siguiéndolo por todas partes como si fuera su sombra, y aprovechándose de la primera oportunidad para lanzarse en su campamento durante la noche, acompañado de solo 150 0 200 hombres, y haciendo gran carnicería en todos los que encontraba en su camino, se retiraba siempre con insignificante perdida. Otras veces, cuando el ejército realista pasaba por el territorio, escogía el momento favorable en que estaban sus tropas rendidas por las fatigas de un día de marcha, y quitándoles todo el ganado y acémilas, las dejaba sin provisiones. El mismo Morillo confesó que, marchando de Caracas a Santa Fe de Bogotá, sufrió la pérdida de más de 3.000 hombres y la de todos sus pertrechos, a consecuencia de los incesantes ataques que le dio Páez, y viéndose obligado a abandonar el objeto de su expedición hasta que no vinieran nuevas fuerzas en su auxilio.

¿No van a hacerlo famoso estas hazañas que el propio Morillo reconoce? ¿No se saben y celebran o temen más allá de los confines lugareños? ¿No suena ya su nombre en los cuarteles, en las gacetas de propaganda y en las calles de las poblaciones?

Pero, además, la descripción del combate de El Yagual, hecha por el lancero en su Autobiografía, da cuenta de cómo su mando es aceptado por hombres de importancia en la época. “Destaqué entonces a la mitad del escuadrón de Santander”, acota al principio de la descripción. Después agrega: “Dispuse entonces que el General Servier avanzara con el segundo escuadrón en auxilio de Santander”. Y más adelante: “Al ver el movimiento ordené al General Urdaneta que saliese al encuentro, y acompañándolo yo en persona, nos les fuimos encima con tal denuedo que ni aun tiempo tuvo el realista para ejecutar su maniobra”.

Ahora la voz de Páez no solo es obedecida por la soldadesca campesina, sino también por oficiales de relieve que destacan por su hoja de servicios y cuyo renombre es evidente en Venezuela y en la Nueva Granada. Forman parte de su estado mayor en la batalla de El Yagual y en la toma de Achaguas, son sus subalternos. Además, cuenta con la compañía de numerosos sacerdotes y letrados, a quienes agrupa en un batallón especial que debe seguir sus disposiciones sin entrar en combate. Entre los clérigos involucrados en la campaña de los llanos aparecen figuras conocidas en las tribunas de la revolución, como José Félix Sosa y José Félix Blanco, pero también el futuro arzobispo de Caracas, Ramón Ignacio Méndez. Entre los hombres de letras, individuos de la talla del cubano Francisco Javier Yanes y el neogranadino José María Salazar. Piar le escribe entonces desde Guayana para que unan sus ejércitos, nuevo testimonio de cómo ha crecido la reputación de quién ha empezado su carrera como un guerrillero que solo sabe leer y contar.

Un  escrito de un miembro de la Legión Británica que pelea por la república entre 1816 y 1820, asegura:

Páez no sabía leer ni escribir, y hasta que los ingleses llegaron a los llanos no conocía el uso del cuchillo y del tenedor, tan tosca y falta de cultura había sido su vida anterior.

Es una versión a la cual se ha acudido con frecuencia, sin advertir que seguramente exagera, pero sirve para comprobar cómo el personaje, gracias a lo que aprende del entorno, no solo en materia de batallas sino también de las convenciones del trato social; a lo que recibe de personas extrañas que  se vuelven rutinarias, de sujetos insólitos que se hacen familiares, deja de ser lo que fue para convertirse en una posibilidad de petimetre republicano, en un esbozo del hombre de Estado que llegará a ser.

Julio Castillo Sagarzazu Jun 29, 2021 | Actualizado hace 4 semanas
Carabobo
El espíritu de Carabobo debe regresar. Deberemos convocarnos TODOS para forjar un nuevo pacto nacional, a un nuevo proyecto común solidario, democrático y de progreso

 

@juliocasagar

Hemos sido educados en un mundo y en una escuela que rinde culto a las batallas y a las guerras; que erige monumentos y arcos del triunfo a los victoriosos de grandes epopeyas que terminaron siendo grandes matanzas (en Venezuela, incluso, se celebra el disparate de un 4 de febrero honrando a los perdedores de una jornada, lo cual es equivalente a que el Campo de Carabobo hubiese sido construido por los españoles).

Pero las cosas son así, la humanidad ha debido recurrir al horroroso expediente de la guerra cuando a los pueblos que diseñan sus destinos no les ha quedado otro camino; cuando se han agotado los recursos de la diplomacia y la persuasión o cuando, para ejercer el sagrado derecho de la defensa, no ha quedado más camino que levantarse contra la opresión.

Al fin y al cabo, como decía el tanta veces citado barón Carl von Clausewitz, “la guerra es la continuación de la política por otros medios” y así hay que asumirlo.

No obstante todo lo dicho, nada lava la espantosa cara de la guerra y las tragedias que trae a los pueblos y naciones. Por eso alarma ver propagandistas de guerras que, con una frivolidad pasmosa, mandan a hacerlas con otros porque piensan que son la solución más rápida y expedita para resolver un problema. Muchos no saben lo que dicen y les convendría recordar al famoso Erasmo de Rotterdam quien nos señaló con sabiduría: “Ama la guerra quien no la conoce”

Por eso, en lo personal, no dejo de envidiar a Portugal, un país que celebra su fecha nacional en conmemoración del nacimiento de Camoens, su más exquisito poeta; y que además, cuando tuvo que hacer una revolución para cambiar de régimen, en lugar de disparar los fusiles, su pueblo optó por ponerles un clavel en la boca del cañón.

Desgraciadamente, los nacionalismos exacerbados, las dictaduras y los regímenes que necesitan buscarse un enemigo externo, también recurren a los llamados a la guerra.

En ocasiones lo hacen  soliviantando las bajas pasiones de los pueblos; lanzando soflamas bélicas y acudiendo al expediente palurdo del falso patriotismo para usarlo como latiguillos en la búsqueda de apoyos fáciles y baratos. Es lamentable que muchas veces hayan tenido éxito y la humanidad haya pagado con sangre, sudor y lágrimas tal estupidez.

La pesadilla que vive Venezuela desde hace ya más de 20 años tiene como telón de fondo la conducta de un régimen que usa el bolivarianismo, el antimperialismo de pacotilla y el nacionalismo de ocasión como contenido de sus narrativas de días de fiesta patria.

Ayunos de hazañas, hijos de la derrota del Museo Militar del 4 de febrero, tuvieron que inventar la épica de su lucha antimperialista y la jerigonza militar para esconder sus fracasos, sus violaciones de los derechos humanos y la inmensa tragedia en la que nos han sumergido.

Es así como llegamos a los 200 años de la conmemoración de la Batalla de Carabobo con una celebración que, en lugar de unir  a los venezolanos, nos sigue separando y enfrentándonos.

Actos de brujería, mancillando el que se ha llamado el Altar de la Patria, anunciados a los cuatro vientos por sus organizadores; desfile de militares rusos y cubanos (cuando en Venezuela, y siguiendo la disposición de El Libertador, solo se permitía marchar a soldados británicos con bayoneta calada en agradecimiento justamente a la decisiva participación de la Legión Británica en la Batalla de Carabobo); ausencia de Maduro del desfile militar y Día del Ejercito por haber preferido irse a una reunión del Alba en Caracas; por no hablar de la ignominiosa “desaparición” de José Antonio Páez, cuya carga por un flanco de las fuerzas de La Torre, con sus heroicos lanceros, fue clave en la táctica militar de aquella gesta de armas.

Qué lejanos los días del sesquicentenario de la batalla, cuando los carabobeños presenciamos un júbilo nacional que brincó por encima de diferencias políticas y sociales; cuando miles de nuestros compatriotas se agolparon de lado y lado de la flamante y recién abierta autopista Tocuyito-Campo de Carabobo, para presenciar la llegada de las delegaciones de todo el mundo que venían al acto. Encabezado este por el presidente Caldera, su memorable discurso aún es un texto de obligatoria lectura.

Video: Sesquicentenario de la Batalla de Carabobo. Canal Rafael Caldera Oficial, Youtube.

Pero hablar de Carabobo hoy día no puede circunscribirse a la remembranza histórica o a la reseña nostálgica. La importancia de nuestro estado trasciende más allá de esa añoranza.

Carabobo es el estado venezolano de mayor importancia geopolítica de la nación. Que aquí haya tenido lugar el hecho de armas que selló la Independencia no fue un hecho casual. Las llanuras de Taguanes eran una encrucijada vital desde el punto de vista militar y estratégico. No fue obra del azar tampoco que aquí en Carabobo haya nacido Venezuela en el Congreso de la Casa de La Estrella en 1830. Ni que haya sido la primera capital de la República. Tampoco fue obra de la casualidad que las empresas multinacionales hubiesen escogido Valencia para instalarse y hacer de ella la ciudad industrial de Venezuela.

Y corriendo en el tiempo, debemos decir que tampoco fue una circunstancia aleatoria que Carabobo haya sido el estado donde el proceso de descentralización haya alcanzado quizás las más altas cotas de desarrollo en el país; y que Puerto Cabello, por algunos años, fuera el principal puerto del norte de la América Latina. De aquí, y de ese proceso, salió igualmente Salas Romer, el candidato que enfrentó a Chávez en aquellas elecciones, que puso dos opciones y dos modelos de país como alternativas para los venezolanos.

El espíritu de Carabobo debe regresar. Volver a Carabobo es una exigencia nacional; a ese crisol de voluntades que hicieron posible la Independencia y que jugaron un papel tan importante en convertir a Venezuela en el gran país que una vez fue.

Más temprano que tarde, deberemos convocarnos TODOS (mayúsculas ex profeso) los hombres y mujeres de buena voluntad, por encima de nuestras diferencias y nuestra pertenencias, a forjar un nuevo pacto nacional. Un nuevo modelo de convivencia que nos regrese a vivir como hermanos con un proyecto común solidario, democrático y de progreso.

¡QUE VIVA CARABOBO!

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

#10DocumentosBolivarianos | El Manifiesto de Cartagena, primera arremetida “patriótica” contra la república

@eliaspino

El Manifiesto de Cartagena es el primer documento público que Bolívar redacta. Circula el 15 de diciembre de 1812 y es un antecedente de la campaña triunfal que después realiza en Venezuela, partiendo de territorio neogranadino. La mayoría de los historiadores no ha apreciado la amenaza que significa entonces para la república nacida en 1811, según se tratará de plantear ahora. Para tal efecto, antes de ver el punto esencial de su contenido, conviene detenerse en las descripciones que vienen de seguidas.

El designio de los padres fundadores ha fracasado debido a la reconquista llevada a cabo por Domingo Monteverde con amplio respaldo popular. La república proclamada el 5 de julio cae ante las huestes del reconquistador, quien no solo vence por la pericia de sus tropas, sino también por la inoperancia de los ejércitos recién formados por Miranda y por la frialdad del pueblo llano ante el proyecto de Independencia.

Los desafortunados movimientos del Generalísimo, que van del timbo al tambo, generan un ambiente de rechazo en la oficialidad subalterna y agrias discusiones en el parlamento. Una atmósfera de crispación ante el precursor convertido en Dictador, que alcanza el clímax cuando suscribe la Capitulación de San Mateo ante su rival, considerada por muchos como una rendición incondicional que se pudo evitar, abre la compuerta de las recriminaciones y de vergonzosas zancadillas entre cuyos protagonistas se encuentra el coronel Simón Bolívar.

Miranda ha expresado en sus tertulias que el joven Bolívar es “un individuo peligroso”, pero le ha encomendado una importante misión en la cual fracasa estrepitosamente: la comandancia de la fortaleza de Puerto Cabello, depósito de un cuantioso polvorín y cárcel de peligrosos prisioneros realistas. La pierde sin paliativos.

Conclusión de un destino aceptado a regañadientes, lo que para algunos es un desafío que no puede cumplir por su inexperiencia, o un purgatorio escogido a propósito por el superior, desencadena una respuesta que termina con la deplorable decisión de poner al jefe en las manos del verdugo. Un grupo de complotados, entre ellos el fracasado de la víspera, lleva a Miranda hasta la prisión para que lo vejen y deporten a España. La felonía se puede considerar como antecedente de la “justicia” que pretenderá después imponer.

Hay otro asunto que debe sacudir la sensibilidad del autor de la felonía. Se ha enseñoreado una pandilla de canarios ineducados y violentos, ante cuyos despachos debe desfilar lo más granado del mantuanaje para salvaguardar las propiedades y la vida. Abundantes testimonios reflejan la humillación de la aristocracia ante gentes que antes despreciaban por considerar que vivían en la orilla de la sociedad. Es la revolución que no está programada, y que no han visto los investigadores de futuro. Es la maroma alarmante de la periferia hacia el centro de los acontecimientos.

Debe producir conmociones violentas, sentimientos encontrados, ramificaciones oscuras en el ánimo del subestimado blanco criollo que desde el abismo piensa volver por sus fueros. Las influencias lo libran de la prisión, o del cadalso, porque Monteverde le concede el excepcional favor de un pasaporte para abandonar la gobernación con abundancia de recursos materiales. La cuchilla afilada no lo toca ni con el pétalo de una rosa. Viaja a Curazao y después a Cartagena, donde gana una cadena de escaramuzas y logra la bendición del presidente  Camilo Torres, quien le facilita tropas y bagajes para una incursión en territorio venezolano. En el trance de ese primer renacimiento escribe el documento que ahora nos ocupa.

Veamos ahora lo fundamental de los reproches que expone en el texto:

Los códigos que consultaban nuestros magistrados no eran los que podían enseñarles la ciencia práctica del Gobierno, sino los que han formado ciertos buenos visionarios que, imaginándose repúblicas aéreas, han procurado alcanzar la perfección política presuponiendo la perfectibilidad del linaje humano. Por manera que tuvimos filósofos por jefes, filantropía por legislación, dialéctica por táctica y sofistas por soldados. Con semejante subversión de principios, y de cosas, el orden social se resintió extremadamente conmovido, y desde luego corrió el Estado a pasos agigantados a una disolución universal, que bien pronto se vio realizada. De allí nació la impunidad de los delitos cometidos descaradamente por los descontentos, y particularmente por nuestros natos, i implacables enemigos, los españoles europeos… a cada conspiración sucedía un perdón, y a cada perdón sucedía otra conspiración que se volvía a perdonar; porque los Gobiernos liberales deben distinguirse por la clemencia. ¡Clemencia criminal, que contribuyó más que nada, a derribar la máquina que todavía no habíamos enteramente concluido!

No hay dudas, después de leer el fragmento, de cómo su autor se distancia olímpicamente del ensayo de orden moderno que nace en 1811, y al cual debe Venezuela su existencia como república. Asegura que el derrumbe no se debe solo a los realistas, sino especialmente a la incompetencia y a la ingenuidad de los primeros republicanos, sus colegas y compañeros de viaje un año antes. El primerizo de Cartagena ataca, con especial insistencia y bajo la capa de una atractiva prosa, a los fabricantes del primer ensayo de autonomía.

La misericordia no existe en el vistazo, ni la compasión ante los desastres anteriores. Tampoco una comedida comprensión. No solo es oscura la obra de los realistas triunfales, sino también la de los padres conscriptos. Nada de positivo ve Bolívar en su modelo, nada digno de continuidad. Como sabemos lo que sucede después, lo que es capaz de hacer el crítico de Cartagena, es evidente que pone a la sociedad ante un enigma que puede degenerar en la negación de las formas morigeradas por las cuales se comenzó a luchar hace poco, y en la ejecución de otras distintas, más drásticas. También es innegable que presenta la propuesta de un vacío, la alternativa de un plan que solo existe en su cabeza y que no asoma ni en los rincones de su escrito; de un designio susceptible de conducir a situaciones inesperadas, o realmente sorprendentes, en relación con lo que ha sucedido.

El Manifiesto de Cartagena nos conduce a una alarmante paradoja. Ahora no solo los actores de la reconquista canaria destruyen la primera obra política de trascendencia hecha en Venezuela, sino también el joven que pontifica desde el exilio contra la naciente república.

Lo que no apabullaron los realistas, queda servido en bandeja de plata para que él termine la faena. ¿Acaso su crítica contiene un gramo de indulgencia? ¿No anuncia una rectificación severa? ¿Asoma ideas capaces de sugerir un futuro apacible, o menos intemperante?

Llama la atención que los habituales lectores del documento no se hayan paseado por estas interrogantes, que son el prólogo de una dominación personal y de un baño de sangre. El Manifiesto de Cartagena anuncia la Guerra a Muerte, un propósito de destrucción para que las repúblicas aéreas toquen tierra haciéndose inclementes. De lo cual se desprende que la Independencia no solo debe chocar con el valladar de las armas españolas, sino también con “fuego amigo”.

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Pompeo envía mensaje a Venezuela por el aniversario de Independencia

Michael R. Pompeo, Secretario de Estado de los Estados Unidos de América, envía mensaje al pueblo venezolano por el 5 de julio. A continuación comunicado completo: 

 

«En nombre del pueblo de los Estados Unidos de América, quisiera felicitar al presidente interino Juan Guaidó, a la Asamblea Nacional y al pueblo de Venezuela en la celebración del aniversario de su independencia. Una vez más, el pueblo venezolano está asediado por la dictadura, la presencia extranjera indeseada y los aprovechadores. Como en el tiempo de Bolívar, el camino de Venezuela hacia la democracia no es fácil, pero ustedes son una inspiración para el mundo por la fortaleza de sus voces y su gran valentía. Estamos con ustedes en su lucha por reclamar su autogobierno democrático y liberarse de los que han traicionado, oprimido y robado al pueblo venezolano de la riqueza de su gran nación.

Estados Unidos tiene un compromiso inquebrantable con la restauración de su futuro democrático y el establecimiento de un gobierno elegido por el pueblo venezolano mediante elecciones libres y justas. Tienen nuestro apoyo hasta que eso suceda y más allá cuando se inicie el proceso de recuperación.»

 

Somos los mismos, por Elías Pino Iturrieta

Asamblea Nacional

 

He descrito en otras oportunidades la vivencia de un diputado de nuestro primer Congreso, Luis López Méndez, acosado por los desafíos de su tiempo. Habló ante la Cámara el 3 de julio de 1811, para señalar sus dudas sobre la situación política que se vivía y sobre los retos que le acosaban. Pienso una cosa en la mañana y en la tarde tengo ideas distintas, me levanto cada mañana desechando los pensamientos que me entusiasmaban al meterme en la cama, para experimentar un vaivén que seguramente compartirán mis compañeros de parlamento. No busquen claridad en una cabeza caracterizada por la confusión, concluyó en medio de la pesadumbre. Algo semejante afirmó en la sesión anterior otro representante, quien confesó su inhabilidad para actuar como vocero del pueblo en un ambiente tan enigmático como el que se vivía y frente al cual se reclamaban salidas de urgencia.

Es bien probable que algo semejante sintamos los venezolanos de la actualidad, especialmente los líderes de los partidos y quienes escribimos para el público. Si no acertamos hasta ahora en el remiendo de los entuertos, ¿acertaremos después? Los que no tuvieron ayer la llave de las soluciones, ¿la tienen hoy? Los criticones de cada semana, ¿vendremos ahora con reproches realmente nuevos y lúcidos? Las preguntas convienen en el comienzo del año, cuando el simple movimiento del almanaque sugiere la posibilidad de tiempos flamantes y arreglos inesperados. Sin embargo, el problema radica en que no dependerán de individuos recién nacidos, sino, en la mayoría de los casos, de las mismas personas cansadas y chambonas del mes pasado y del año pasado.

La historia no cambia porque terminó un calendario hecho por la autoridad y empezó otro. El movimiento del reloj es una ilusión porque quienes lo llevamos en la muñeca somos los sujetos de antes, con idéntica carga de problemas e incertidumbres. En realidad los cronómetros personales solo aseguran que somos más viejos y probablemente más estériles, pese a que la promesa de lo venidero afirme lo contrario. La promesa depende de unos protagonistas que dan vueltas en la misma noria todos los días, como recordaba en amargas letras el poeta León Felipe: “Los mismos tiranos, los mismos hombres, los mismos poetas”… creo que escribió. Nadie transita otros caminos, nadie abandona la monotonía de las rutas establecidas, quiso decir. Solo hay cambios de superficie para que prosiga la misma procesión, también dijo. Si consideramos que las sociedades no saltan, no marchan a lo loco, tienen sentido esas letras que insisten en cómo el pasado se empeña en evitar la llegada del futuro.

Pero el caso del diputado que abrió esta primera columna de 2018 asegura también lo contrario. López Méndez comunicó su incertidumbre en 3 de julio de 1811 y así se anotó en las actas de la sesión, sin que nadie lo contradijera, pero la independencia de Venezuela se declaró dos días más tarde, apenas con la disidencia de un voto. El hombrecito lleno de cavilaciones se armó de valor y tomó una decisión en la cual lo acompañó la abrumadora mayoría de sus colegas que antes habían callado ante la fuerza de las dudas, que habían discutido hasta la saciedad sobre los riesgos de divorciarse de España tal vez porque los ataban como a él, porque los convertían en juguetes de una realidad amenazante que confundía las ideas e impedía la contundencia de las conductas decisivas. ¿Habían cambiado esos hombres que, después de ser esclavos del temor, después de experimentar una situación propia de principiantes, de bisoños, de gente sin experiencia en las lides de la política, se convertían en padres de la patria? Las mudanzas personales bruscas no existen, salvo en casos excepcionales.

La actual situación de Venezuela nos obliga a dejar las vueltas en la noria habitual. Es difícil, como se ha sugerido, porque los escollos y los hombres de 2017 son los mismos de 2018, o quizá más terribles en su amenaza y en su desacierto, respectivamente. Pero el prócer indeciso de 1811 no era como los titanes que reverenciamos hoy en las estatuas, como los gigantes que ahora idealizamos, sino un individuo lleno de miedos y silencios. Verlo así, recordarlo en medio de la angustia ante enemigos que parecían colosales, y calcular el tamaño del paso que por fin tomó, puede ser un buen comienzo de año.

 

@eliaspino

El Nacional

epinoiturrieta@el-nacional.com

Venezuela ¿República de virtudes? Por Asdrúbal Aguiar

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Dos cargas genéticas parecen condenarnos a los venezolanos como actores de una tragedia que, de ser tal, no tendría solución. Ellas predican la república como botín y, tanto para su solución como para su fatalidad, la inevitabilidad del caudillo; morigerado bajo la supuesta figura del “padre bueno y fuerte” que encarnaran El Libertador y el general Juan Vicente Gómez, durante los siglos XIX y XX.

En cuanto a lo primero, recuerda Andrés Bello (1810) que “en la gobernación de Venezuela era el hallazgo del Dorado, el móvil de todas las empresas, la causa de todos los males”. Y sobre lo segundo, basta leer cuando dice González Guinan en las páginas de su extensa Historia (1909), luego de prosternar y lapidar al Precursor Francisco de Miranda:

“En Bolívar estaba encarnado el genio… En él se encontraban maravillosamente reunidas las condiciones del Caudillo, las cualidades del guerrero, los talentos del estadista, la elocuencia del orador, la delicadeza del literato, la constancia del luchador, la firmeza del convencido, la resistencia del atleta, la reflexión del filósofo, la severidad de la disciplina, el desprendimiento de la abnegación, la grandeza de la generosidad y el íntimo convencimiento de haberlo organizado la Divina Providencia para creador y libertador de naciones”.

Guardadas las distancias ambas cargas se juntan, sin solución de continuidad, hasta la muerte de Hugo Chávez Frías. Luego, al asumir su causahabiente, Nicolás Maduro, predomina la primera, el saqueo del país en medio de una anarquía de liderazgos que no son tales por sus medianías y alergia a los libros. El saldo es el más trágico que haya conocido nuestro pueblo a lo largo de sus 187 años de vida republicana.

¿Es ésta nuestra partida de nacimiento o el contenido raizal de nuestra identidad?

A finales del siglo XIX, Rafael Seijas apunta que “no es extraño que Venezuela no tenga todavía una historia completa”; de donde podría predicarse que la identidad nacional del venezolano es aún cosa germinal.

No obstante, el archivo documental más importante de nuestro magro tránsito patrio ya ha sido sistematizado, pero bajo la idea de una historia personalizada, hija del culto al caudillo. Francisco Javier Yañez, Cristóbal Mendoza y Antonio Leocadio Guzmán publican así, entre 1826 y 1830, los Documentos relativos a la vida pública de El Libertador de Colombia y del Perú, que actualizan el sacerdote y General José Félix Blanco y Ramón Azpúrua, entre 1875 y 1877.

De modo que, dónde hurgar sobre nuestros orígenes, incluso a tientas, no es tarea difícil. Demanda, sí, auscultar las entrelíneas. Y difícil es hacerse de una apreciación objetiva en cuanto a las primeras décadas de nuestra vida institucional. Su narrativa la escriben quienes la dominan o sus amanuenses, es decir, las espadas con su épico quehacer, a fin de mutilar o diluir el pensamiento liberal de sus verdaderas víctimas, los hombres de letras.

Hasta entonces, hasta el derrumbe de la obra emancipadora que arranca en 1810 y concluye en 1812 con la caída de la Primera República, investigadores de la talla señera de Pedro Grases señalan, sin embargo, lo que es distinto y alentador, a saber, la existencia de una Venezuela de ideas y virtudes a finales del siglo XVIII, sin la cual no se explicarían los años de la emancipación e independencia.

Bello, en su Guía de Forasteros, afirma que “Venezuela tardó poco en conocer sus fuerzas, y la primera aplicación que hizo de ellas, fue procurar desembarazarse de los obstáculos que le impedían el libre uso de sus miembros”. Y es que para la época conocen los venezolanos la importancia de la libertad de comercio para el libre desarrollo social y político. Grases señala, además, que en el período correspondiente a las últimas décadas del ‘700, antes de que nos demos la primera Constitución, en 1811, el suelo patrio ve nacer a Francisco de Miranda, Andrés Bello, Simón Rodríguez, Simón Bolívar, Juan Germán Roscio, José Luis Ramos, Cristóbal Mendoza, Francisco Javier Ustáriz, Vicente Tejera, Felipe Fermín Paul, Francisco Espejo, Fernando Peñalver, Manuel Palacio Fajardo, José Rafael Revenga, Pedro Gual, el Padre Fernando Vicente Maya, Miguel José Sanz, Mariano de Talavera, Manuel García de Sena, Carlos Soublette, entre otros.

Se trata, con sus excepciones, del conjunto de nuestra primera Ilustración, parteros de un pensamiento humanista y democrático, dibujantes de nuestras aspiraciones como pueblo libre y soberano, guías del pensamiento político inaugural de la patria.

¿En qué momento y cómo se pierden o quedan ocultas, latentes, estas raíces fundantes, que nos dicen sobre otra Venezuela de valores, diferente de la bárbara y de botas que hoy nos maltrata?

Es esta, pues, la pregunta cuya respuesta, acaso, puede devolvernos el anclaje que nos permita mirar el porvenir con menos ánimo trágico.

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Chile no reconocerá independencia de Cataluña

embajadachile

 

El gobierno chileno dijo este viernes 27 de octubre que no reconocerá la declaración de independencia de Cataluña, decidida por el parlamento catalán, en coincidencia con lo expresado por la comunidad internacional.

«Ante la decisión adoptada por el parlamento de Cataluña, el gobierno de Chile reitera lo ya expresado en su anterior declaración del pasado 13 de octubre en cuanto a que no reconocerá ningún acto o decisión independentista unilateral», señaló en un documento.

El comunicado agrega que «el gobierno de Chile expresa su pleno respaldo a la unidad e integridad territorial de España, al respeto al estado de derecho y al orden democrático y constitucional español, marco en el cual puede existir espacio para el diálogo institucional y el ejercicio de los derechos y libertades de todos los españoles».

El parlamento de Cataluña votó a favor la declaración unilateral de independencia este viernes en la mañana.

El gobierno español encabezado por Mariano Rajoy reaccionó suspendiendo las competencias del gobierno catalán y anunciando elecciones para el 21 de diciembre