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Pizarro: Hambre en Venezuela genera dinámicas de sexo transaccional y trabajo esclavista
El parlamentario, quien se desempeña como comisionado para la ONU, alertó además que el tráfico de personas es otra consecuencia de la inseguridad alimentaria que sufren más de 9 millones de venezolanos

 

Miguel Pizarro, diputado de la Asamblea Nacional y comisionado para las Naciones Unidas por el gobierno interino, dijo en una entrevista en el programa Día a Día,  que de acuerdo con cifras del Programa Mundial de Alimentos, nueve millones de personas están bajo condiciones de inseguridad alimentarias en Venezuela. 

«Uno de cada tres venezolanos reduce la cantidad de alimentos o sustituye la comida con otra forma de nutrientes», dijo el parlamentario. 

Pizarro indicó que muchos venezolanos han recurrido a dinámicas contrarias a la dignidad humana para poder comer, como el sexo transaccional, el trabajo esclavista y la trata de personas. 

«En Venezuela empiezan a ocurrir fenómenos que nosotros nunca habíamos visto como el sexo transaccional por alimentos, familias que han tenido que reducir su propia dignidad y pasaron a transar con su cuerpo para cubrir las necesidades de alimentación», dijo el diputado. 

Pizarro precisó que esta situación se ha reportado en mayor medida en estados como Apure, Delta Amacuro, Amazonas y Bolívar, fundamentalmente empujadas por lo que está ocurriendo en el sur del Orinoco y la extracción minera.

Explicó en la últimas semanas han intentado explicar a los funcionarios de la ONU el impacto diferenciado de la emergencia humanitaria compleja en niñas y mujeres. «El impacto de la emergencia humanitaria es absolutamente diferenciado por género. En el sur del Orinoco empiezan a generarse tres dinámicas muy preocupantes: la transacción de sexo por alimentos, el trabajo esclavista y tráfico de seres humanos». 

El comisionado ante la ONU designado por Juan Guaidó detalló que la movilización de personas de ciudades grandes a zonas mineras, que en principio podría haber parecido normal, ahora se ha vuelto caldo de cultivo para secuestros, pues hay casos de personas que una vez que entran no vuelven a salir.

Expuso que hay pueblos que han sido tomados por grupos relacionados a la actividad minera, los cuales toman el control y obligan a comunidades enteras a trabajar a cambio de servicios, tratamientos médicos o comida.

«No se les permite ningún ingreso, sino comida. En esta misma dinámica se hacen muchas ofertas de trabajo engañosa. Todo esto ha abierto la compuerta al trafico de seres humanos», dijo. 

Sobre las razones a las que atribuía la inacción del gobierno de Nicolás Maduro, dijo que este se beneficia de estas actividades pues la economía ilegal le permite tener discrecionalidad sobre lo que hace con el oro venezolano, por ejemplo. 

Enfermeras de Aragua temen más al hambre que al COVID-19
Yessica Vidal, presidenta del Colegio de Profesionales de Enfermería del estado Aragua, denunció que el personal de salud de la entidad carece de los equipos básicos de protección para COVID-19 y tampoco tienen un salario que les permita mantener a sus familias

 

@GitiW

 

“Hoy día no nos va a matar solamente el COVID-19, hoy también nos mata el hambre”, denunció la licenciada Vidal. “Quiero hacer un llamado a las autoridades de salud competentes en el estado Aragua para que garanticen los equipos de protección para todo el personal de enfermería que labora en cada centro de salud del estado, tanto en ambulatorios como en hospitales”, dijo. 

Destacó que el gremio al que representa, integrado por 9500 profesionales, está en primera línea de contagio y se expone diariamente al nuevo coronavirus en el cumplimiento de su labor profesional. La ONG Médicos Unidos Venezuela informó que desde que comenzó la pandemia en el país, han muerto 195 profesionales de la salud, de los cuales 9 son de Aragua: 6 médicos y 3 enfermeras. Entre las razones están la falta de material de protección para el personal, así como las carencias crónicas de los centros de salud. 

“No conforme con esto, hoy vemos cómo se terminó de pulverizar el poder adquisitivo de todos los que hacemos vida en este país cuando el dólar se ubica en 410 Bs, lo que hace que nuestro salario sea de 0,98 centavos de dólar. ¿Cómo sobrevivimos así, cómo alimentamos a nuestros hijos cuando el salario mínimo se terminó de extinguir? Hoy llegamos a la pobreza extrema”, dijo Vidal. 

A propósito de las numerosas violaciones a los derechos humanos enumeradas en el informe de la Misión independiente de la ONU, la licenciada señaló que “el peor crimen de lesa humanidad que comete el régimen es matarnos de hambre”. 

Vidal aseguró que “con mucha tristeza, vemos que no podemos seguir subsistiendo con las migajas de un régimen al que no le importa para nada que el pueblo se esté muriendo de hambre”. 

¿Morir de hambre o de coronavirus?

Fragmento de Hambre calavera, ilustración del caricaturista mexicano Manuel Manilla (1830-1895). Imagen en Wikimedia Commons.

@cjaimesb

Hace dos semanas, un buen amigo circulaba por una calle de Caracas, cuando un guardia nacional lo detuvo en una alcabala de control. “Papeles”, le pidió. Mi amigo se los entregó. Al encontrar que todo estaba en regla, le pidió que abriera el capó. “¿Tiene una servilleta, o un trapo?”. Mi amigo le extendió una toallita húmeda. “¡Ayyyy!”, exclamó el guardia. “No se lee el serial del motor… este carro está detenido porque puede ser robado”.

Mi amigo no se quería bajar, porque el GN llevaba la mascarilla casi de babero, pero antes de que le llevaran el carro, lo hizo, no antes sin pedirle que se la colocara bien. El serial se veía perfecto y así se lo hizo saber al funcionario. “Lo importante es que yo lo vea… no que tú lo veas”… Ya había pasado al tuteo. Y luego de una intrascendente conversación de “llame a un superior suyo y que venga”… “mis superiores están todos en otros operativos”, el GN se destapó: “podemos hacer otra cosa… tengo un bebé y tiene hambre. Si me traes comida para él, te devuelvo tus papeles y te vas”.

Mi amigo me confiesa que fue en ese momento cuando lo vio detalladamente: estaba literalmente famélico. Del tuteo pasó al “usted” nuevamente: “¿sabe, doctor?… Es que, si no nos morimos de coronavirus, nos vamos a morir de hambre”. No hay que decir que el GN esa tarde regresó a su casa con dos buenas bolsas repletas de cereal, leche, compotas, galletas, chocolates…

“¿Qué hubieras hecho tú si te hubiera pasado a ti?”, me preguntó mi amigo. “Pues creo que lo mismo que tú”, le respondí… Hasta hace algo más de un par de años, yo era una ferviente luchadora frente a las matracas. “Póngame la multa”, les decía. Pero cuando el hambre se apoderó de Venezuela, entendí que ellos también eran víctimas y que la matraca era su manera de alimentar a sus familias.

Procuro llevar siempre algo de comer en el carro para darles algo, sobre todo a los niños que deambulan por nuestras calles pidiendo limosna. Recuerdo una vez que tenía una caja de chocolates que me había enviado una de mis hijas que vive fuera y se la di a un grupo de niños en un semáforo de la avenida Libertador. Ninguno tenía más de 10 años. Los gritos de alegría y gratitud quedaron grabados en mi memoria. Ellos quedaron felices, yo llegué a mi casa llorando.

El dilema que hoy se le presenta a más de las tres cuartas partes del pueblo venezolano es si morirse de hambre, o morir de coronavirus. La primera es casi una certeza. La segunda, una probabilidad.

Las cuarentenas locas impuestas por el régimen de Nicolás Maduro no hacen sino empeorar la situación. Esta semana ha circulado un video del Metro de Caracas literalmente atapuzado de gente, con cero distanciamiento social. ¿Qué se gana entonces decretando cuarentena estricta la semana siguiente? ¿Es que acaso el coronavirus entra en estado latente durante la semana de flexibilización? ¿Qué alternativa le queda a una población que depende del día a día para subsistir? Como dijo el guardia nacional, o se mueren de hambre, o se mueren de coronavirus. Y la segunda tiene menor probabilidad hasta ahora.

En Venezuela apenas empezamos a conocer la dimensión de la pandemia. El régimen maquilla cifras, cambia las causas de los decesos por “neumonía severa”, “paro respiratorio”, hasta “broncoaspiración”, y se jacta de tener “un número reducido de muertes”. En Guayaquil fue dantesco lo que sucedió con la mortandad. Los cadáveres eran lanzados a las calles… Y Ecuador está mucho mejor que nosotros.

¿Qué va a pasar aquí?… No lo sé, ojalá existieran las bolas de cristal para ver el futuro… Pero temo que lo que se nos viene encima sea una tragedia de dimensiones descomunales. Y todo será culpa de Nicolás Maduro y sus sátrapas. De lo que no tengo dudas, y para eso no necesito la bola de cristal, es de que algún día pagarán por ello.

 

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Carolina Jaimes Branger Abr 27, 2020 | Actualizado hace 3 semanas
De la penumbra a la penuria

@cjaimesb 

Imposible no recordar a mi querido Manuel Caballero cuando decía que el régimen de Chávez era como un hilo dental: todos querían que se cayera, y nadie entendía cómo se sostenía. Algo así –aun peor- sigue sucediendo con el de Maduro. Pero la táctica que los ha mantenido en el poder ha sido la misma cubana: comprar a unos militares, sembrarles miedo a otros, usar el terror como herramienta sicológica y luego de hipnotizar a la mayoría de la población con dádivas, llevarlos a un estado de supervivencia del que surgir es imposible. Menos todavía, insurgir.

Mientras, mantienen a lo que queda de clase media en un constante bombardeo de rumores, al margen de la situación real del país. Que si a Cilia Flores le dio un ACV, que si Lacava se suicidó, que si Maduro dijo otra idiotez, que si la maestra de VTV es una ignorante, y ellos, solazándose en la miseria del pueblo, hacen lo que les da la gana.

Los regímenes como el venezolano se mantienen porque operan desde la penumbra hacia la penuria. Todo lo que hacen es oscuro, retorcido. No dan puntada sin dedal. No son torpes, no son tontos, como muchos todavía creen. Son malos, malísimos. E inteligentes, pero con una inteligencia orientada hacia la perversidad. Tienen alianzas con toda la maldad del mundo y hacen uso de ellas a su conveniencia. Hasta hoy no he encontrado la razón de qué cosa tan terrible le ha podido suceder a ese grupo de personas para que odien tanto a un pueblo. Porque no es odio a los ricos, como han dicho en su prédica de Robin Hood (si así fuera tendrían que odiarse ellos mismos): es odio hacia los más pobres, pues el mecate siempre se revienta por su lado más débil.

Yo estoy muy preocupada por lo que pueda pasar en Venezuela. No sabemos cuántas personas infectadas hay realmente, y aunque fueran las que dicen, no hay capacidad para hacerle frente al virus, porque el sistema de salud público está destrozado.

Exigen que las personas se queden en sus casas, cuando la mayoría depende del ingreso diario para hacer la única comida del día. Exigen también que se usen mascarillas y guantes, cuando una sola mascarilla, de las que sirven, cuesta dos sueldos mínimos. Ni hablar del par de guantes.

El hambre está haciendo de las suyas. Los saqueos son cada vez más frecuentes. Las víctimas inocentes, quienes honestamente manejan abastos y mercados, y quienes no podrán comprar en ellos después de los destrozos. Maduro vocifera que no permitirá especulaciones, pero la realidad es que la mayoría de los negocios de comida que especulan, son de militares y afectos a su régimen.

Cuando se acaben los alimentos, saquearán casas. Y es que el hambre se está llevando más gente que el coronavirus. Y si mencionamos la inseguridad, los números son mayores. En Venezuela las muertes no llevan como causa el coronavirus. Las muertes son producto de un régimen sin escrúpulos, que hará todo lo posible para mantenerse en el poder, porque no tiene otra alternativa. Y si no se las damos, como por ejemplo las que propuso el subsecretario de Estado Abrams, seguiremos en esta penuria, cada vez mayor, bajo una penumbra donde ya no existe sol.

 

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Antonio José Monagas Feb 22, 2020 | Actualizado hace 3 semanas

@ajmonagas

 

La graves crisis que aqueja a Venezuela ha provocado múltiples comentarios cuyos contenidos no terminan de depurar los intríngulis que se han tejido sobre el suelo nacional. Muchos no solo confunden al lector toda vez que quienes opinan suponen razones tan nimias, que solamente avivan conjeturas que no se corresponden con la exacta naturaleza del caos en curso. También hay opiniones que enmarañan la situación, dado que los análisis expuestos lucen redundantes de factores. Pero que además, son causas que si bien se muestran alineadas con la crisis en cuestión, carecen del manejo y precisión conceptual que las mismas entrañan. 

Vale aclarar que, en el fondo, dar cuenta de las motivaciones a partir de las cuales se acentuó lo que en principio fue un problema de estrategia política y económica, fundamentalmente, no es asunto de fácil explicación. Menos, si se busca la funcionalidad de la estructura sobre la cual se adosa la crisis. De sus articulaciones con ámbitos colindantes a la susodicha crisis. Asimismo, con elementos que confabulan en perjuicio de esfuerzos planteados alrededor de su contracción. Aunque cabe reconocer que más que dificultad en la explicación, el problema radica en entenderlo. Y en su comprensión, descansa cualquier inferencia que de la crisis pudiera erigirse. 

Sin embargo, la historia permite advertir consideraciones que han sido periódicas tanto como insistentes. No solo como secuelas de hechos contraproducentes. Igualmente, como condicionantes lo que ha repercutido en cuanto a la inducción y consolidación del problema propiamente. De manera que, en su esencia, esta o cualquier crisis que haya mellado la sociedad en alguna forma, tiene la capacidad para provocar carencias o agravios. Y de estos, se aprovecha el poder dominante para manipular complicaciones que detrás de todo, generan ganancias políticas. Y que de ser bien administradas, le proporcionan al poder dominante los dividendos suficientes de los que luego se sirve para infundir el temor necesario sobre el cual estriba el manejo político de la crisis. 

Y que esto no es otra cosa que el HAMBRE. Más, cuando se presenta asociado a la pobreza. Pero aunque del “hambre” se han levantado infinitas consideraciones, no siempre su explicación ha recorrido parajes contagiados de las afecciones del poder. Tampoco, por canales cundidos de podredumbres de la política. O de las argucias de la economía. Por esos ámbitos, no circula el “hambre” ya que las respuestas que de los mismos derivan, serían incapaces de descifrar el problema con base en la verdad, la justicia, la libertad y la igualdad. 

Hay que saber que cuando el hambre arrecia, se nubla el pensamiento. Y esa condición es la que aprovecha el poder para dominar a sus anchas y a merced de sus intereses. Por ello, reparte migajas. O para imponer sus decisiones, hace ofertas que se desvanecen al primer asomo de lluvia. Y en eso, el autoritarismo se las sabe todas. Igualmente el socialismo pues como decía Winston Churchill, “(…) su virtud inherente es la distribución igualitaria de la miseria”.

 

Por eso el populismo y la demagogia, en el fragor de lo que se plantean regímenes de oscuridad, intolerancia y engaño, manipulan a la población con discursos que rebasan realidades y transgreden verdades. De esa forma, sus deleznables economías movilizan disposiciones sin que las realidades descubran su verdadero contenido. En consecuencia, aparentando que se tiene un horizonte de impoluta imagen, toda gestión autoritaria o totalitaria termina provocando destrozos y corrupciones ocultas. 

Es ahí cuando se vive una sensación de sarcástica perplejidad toda vez que no hay forma de explicarse, con la contundencia del caso, la contradicción que se percibe del problema inducido por el poder dominante al infundir el ocio como recreación en medio de una celebración abultada por la publicidad y la propaganda. 

Eso termina siendo un vulgar ejercicio de control social mediante el cual todo régimen político, indistintamente de su condición ideológica, busca aliviar los padecimientos de aquellos sectores de la población de menores recursos y mermadas capacidades para superarse. Por tanto, propone medidas de política indolente, con base en espectáculos de gran impacto publicitario, para infundirle algún sentido a ilusiones y fantasías que hacen soportable la infeliz conciencia de pobreza bajo la cual estos sectores de la población viven.

El carnaval, las escandalosas ferias de pueblo o los días de asueto decretados populistamente por el régimen abusador, en virtud del oportunismo con el que desata sus medidas, son algunos de esos ensayos de los cuales se vale la política de minúscula condición para inducir ficciones de abundancia y felicidad sin que las realidades se compadezcan de tan desvergonzadas y utilitarias consideraciones.

Tan paradójica quimera inyecta, en la actitud de quienes son víctimas de tan burdas presunciones, el facilismo y la ociosidad como razones que sirven al populismo para aumentar su cuota de permanencia en la conciencia política de esas personas. Y por consiguiente, como factor que acentúa la ceguera ante la pobreza que se arrastra como problema social y económico. Por eso que a la política de “medio pelo” le resulta conveniente arrimar su gestión de gobierno a eventos que apunten siempre a animar una celebración. Solo que bajo el autoritarismo hegemónico, como el que padece Venezuela, es reiterativo el hecho humillante de observar siempre toda una celebración con HAMBRE.

Migración forzada e inseguridad alimentaria hacen más vulnerables a los venezolanos ante la trata de personas

@loremelendez

En mayo de 2018, Tiany Piñeros cruzaba el Puente Simón Bolívar de San Antonio del Táchira, en la frontera con Colombia, con su hija de 9 meses en brazos y rodeada de maletas. Su viaje había comenzado desde Punto Fijo, en Falcón, donde estudió Educación Física hasta que la crisis se lo impidió. Ese mes emigraba a Lima, Perú, donde la esperaba su esposo. Ella y él, quien se había ido seis meses antes, se fueron sin tener pasaportes venezolanos porque aunque ambos los solicitaron y cumplieron todos los trámites para obtenerlos, varios meses después no los tenían en sus manos. 

Mientras esperaban sus documentos, Tiany y su marido vieron cómo todo se encarecía. Eran los primeros meses de la hiperinflación y solo entre enero y mayo de 2018, los costos se multiplicaron alrededor de 400%, de acuerdo con datos de Econométrica. Los pocos ahorros que tenían para viajar comenzaban a esfumarse de sus manos. En medio de la desesperación, decidieron que era momento de partir. En distintas épocas, la pareja cruzó la línea entre Táchira el Norte de Santander con un carnet fronterizo que expide Migración Colombia pero que ambos habían comprado falsificado a un tercero.

La decisión que tomó Tiany la han tomado millones de venezolanos que hoy están fuera de su país sin papeles, sin identidad. Esa condición es, de acuerdo con especialistas consultados, una de las causas de que la población del país sea cada vez más vulnerable ante la trata de personas.

El pasado 30 de julio se celebró el Día Mundial contra este flagelo y la huida de los venezolanos continúa. Este es el país del continente americano con mayor cantidad de casos de esclavitud moderna (al menos 174 mil, es decir, 5,58 de cada 1.000 habitantes), de acuerdo con el Global Slavery Index de la Fundación Walk Free. En el mundo, Venezuela ocupa el puesto 61 de 167 países registrados. Ya el año pasado, la Asociación Civil Paz Activa advertía que entre 2014 y 2018, la incidencia de este delito había aumentado en 300%.

Una de las expertas que advierte el fenómeno es Cécile Blouin, investigadora principal del Instituto de Democracia y Derechos Humanos de la Pontificia Universidad Católica del Perú, donde se desarrolló un estudio sobre la situación de los venezolanos en Lima, el cual reveló que al menos 52% de los migrantes que están en la capital peruana habían llegado solo con su cédula de identidad nacional, tal como lo hicieron Tiany y su pareja. 

De igual manera, a esos indocumentados se les ha hecho cuesta arriba legalizar su situación en su nuevo país. El permiso temporal de permanencia que les permitía trabajar por un año dejó de emitirse en octubre pasado. Y desde el 15 de junio de este año, el gobierno peruano exige la expedición de una visa a los venezolanos que quieran ingresar a la nación, sea en calidad de turistas o con miras a una residencia permanente.

“El acceso a un trabajo formal se ve dificultado por la documentación”, señaló Blouin en un seminario digital presentado por la plataforma online Freedom Collaborative, que une a organizaciones que trabajan contra el tráfico humano alrededor del mundo. A eso, comentó la experta, había que agregar que las condiciones de informalidad del mercado laboral peruano exponían todavía más a la trata de personas a quienes no tenían papeles.

De acuerdo con el Protocolo de Palermo (documento de las Naciones Unidas para prevenir, sancionar y reprimir este flagelo) la trata de personas se define como “la captación, el transporte, el traslado, la acogida o la recepción de personas, recurriendo a la amenaza o al uso de la fuerza u otras formas de coacción, al rapto, al fraude, al engaño, al abuso de poder o de una situación de vulnerabilidad o a la concesión o recepción de pagos o beneficios para obtener el consentimiento de una persona que tenga autoridad sobre otra, con fines de explotación”. 

En Venezuela, la Emergencia Humanitaria Compleja (EHC) –como se define a las situaciones que combinan factores que van desde conflictos armados de naturaleza civil, desplazamiento de la población, escasez de alimentos, proliferación de enfermedades, desmoronamiento de la economía informal y hasta el debilitamiento y la pérdida de las instituciones – ha empujado a cientos de miles a tomar sus maletas y huir. Según estimaciones de la ONU, a finales de 2019 más de cinco millones de venezolanos habrán migrado en medio de este escenario. 

“La incidencia de trata aumenta en contextos de movilidad humana”, afirmó la oficial del Programa de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) para Suramérica, Agueda Marín, en un foro organizado por la Asociación Civil Éxodo Venezuela en mayo pasado en Caracas. Fue allí donde explicó que la pérdida de la protección que ofrece el seno familiar, la precariedad de las condiciones en las que se hace el viaje y el hacinamiento en los hospedajes que están en la ruta o en la ciudad destino, así como las ofertas de trabajo ilegal, exponen todavía más a los migrantes. 

La crisis de movilidad humana en América Latina también es mencionada por el Grupo de Trabajo sobre la Esclavitud Moderna en Venezuela (GTEMV) al hablar sobre las principales alertas relacionadas la trata de personas en el contexto de la EHC que atraviesa el país.  “La migración forzada es una de las principales causas de aumento de los factores de riesgo y sobreexposición de la población venezolana a la trata de personas y a muchas de las prácticas neo-esclavistas, tanto en Venezuela como en los países de tránsito y destino”, indicó la organización en un documento presentado en rueda de prensa el pasado 29 de julio.

Los más vulnerables

Beatriz Luna, abogada colombiana y consultora independiente en temas de migración, explicó que a su país han llegado tres oleadas de migrantes venezolanos: la primera, conformada por inversionistas y empresarios que se fueron a instalar allá sus compañías y operaciones; la segunda, con profesionales que llegaron en la búsqueda de trabajo; y una tercera, en los últimos dos años, que llega en “extrema vulnerabilidad”. 

“Es una migración más amplia que las demás, con personas que llegan en condiciones socioeconómicas difíciles, que buscan medicinas o alimentos. Hay algunos que están un par de días y regresan”, comentó. Tales condiciones exponen todavía más a los venezolanos que se van.

“La inseguridad alimentaria subyace y potencia todas las formas de explotación”, subraya el Grupo de Trabajo, que sostiene que cuando la población padece necesidades extremas se hacen más frecuentes las prácticas de sobrevivencia. “El intercambio de sexo por comida es un ejemplo de esas situaciones que constituyen explotación y aumentan los riesgos de trata de personas”, concluye el documento.

Delisbeth Villalobos, abogada en Venezuela de HIAS –organización sin fines de lucro que brinda asistencia a refugiados– alertó en el seminario web de Freedom Collaborative que en ese desplazamiento también hay niños y adolescentes sin padres ni representantes que buscan alimentos en Colombia y van a los comedores fronterizos. Esa vida en la frontera hace que sean más susceptibles a ser reclutados para traficar combustible y comida entre ambos países, o captados por grupos al margen de la ley que controlan la zona, así como para la explotación laboral y sexual. 

“El ejercicio obligado de la mendicidad es otra situación preocupante que se ha naturalizado por la gran cantidad de personas de todas las edades que mendigan para subsistir”, sentencia el Grupo de Trabajo. “Frente a tales situaciones resaltan las debilidades del Sistema de Protección Integral de Niños, Niñas y Adolescentes”, añade. 

Las mujeres son las más vulnerables ante las redes de trata de personas. De acuerdo con cifras del Observatorio Venezolano de Delincuencia Organizada y Financiamiento al Terrorismo del Ministerio de Relaciones Interiores, Justicia y Paz que datan de 2018, 68% de las víctimas de este delito en el país son del sexo femenino. En el mundo, según estimaciones de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, este porcentaje llega a 72%.

“Solo por el hecho de ser mujer hay que migrar con documentación, maletas y desigualdades”, enfatizó Dorennys Angulo, directora de Éxodo, en el encuentro de Freedom Collaborative, y detalló que la etapa del tránsito hacia otros países suele asociarse con riesgos a abusos y violencia sexual y extorsión (así ocurre el sexo transaccional o de supervivencia), sobre todo si viajan solas y carecen de redes de contactos o familiares que puedan auxiliarlas.

“Para las mujeres hay distintos problemas para el acceso al trabajo y el desarrollo del mismo, porque sufren acoso desde la búsqueda hasta el desarrollo del trabajo. Eso las expone a explotación laboral y abuso sexual”, recalcó Cecile Blouin. El trabajo sexual, acotó, se convirtió para algunas venezolanas en opción de sobrevivencia en Lima. 

Los miembros de la comunidad LGBTI (lesbianas, gays, bisexuales, transexuales e intersexuales) y la población indígena también están en situación de vulnerabilidad, según las alertas enunciadas por el Grupo de Trabajo. Las redes de trata suelen captar a mujeres trans a través de ofertas de pago de tratamientos médicos que les permitan hacer su proceso de transición sexual o ponerse implantes. Otras se ven obligadas a migrar y ejercer la prostitución. 

Mientras, los riesgos que corren los indígenas, y en particular las mujeres de estas etnias, están asociados a la obtención de documentos de identidad, así como al “aumento de actores armados no estatales y caos originado por la minería ilegal” en sus territorios originarios, apunta el comunicado.

Migrar desinformado

Los especialistas coinciden en que la desinformación es uno de los obstáculos que enfrentan los migrantes al momento de salir del país y esto, a su vez, es un riesgo ante la trata. 

“Los que se van toman decisiones desesperadas, no evalúan los riesgos de viajar solos y sin documentos y se dejan llevar por información ‘de boca a boca’ de quienes han logrado llegar a un segundo o tercer destino (…) La población está de espaldas a la información por falta de acceso, pero también por la necesidad que tienen de acceder a servicios y bienes de consumo. Eso hace que la seguridad sea el factor que menos observen al migrar”, señaló Villalobos.

Blouin destacó que también hay dificultades para visibilizar el delito por la falta de acceso a información pública en Venezuela. Aunque una cifra extraoficial citada por la especialista destaca que entre enero y febrero de 2019 se identificó a 59 víctimas de trata, número que representa a 57% los casos registrados en 2018 (102 en total), se desconoce cuál es la respuesta del Estado venezolano ante los afectados y cuáles son las políticas de prevención aplicadas.

Sobre esa necesidad de información también se refiere el Grupo de Trabajo, que insiste en que se debe optimizar el registro oficial de las víctimas del delito, así como su acceso a la justicia, además de exigir la publicación de las estadísticas para que se conozcan las dimensiones del problema. Piden igualmente que se incluyan las perspectivas de género en el diseño y aplicación de políticas públicas, así como el fortalecimiento del sistema que protege a niños y adolescentes. 

Para el conglomerado, es clave la “creación de fiscalías especializadas que optimicen los procedimientos de justicia penal para desarrollar, investigar, enjuiciar y sancionar con efectividad a los responsables de la comisión de este tipo de delitos”.

Jul 27, 2019 | Actualizado hace 5 años
Venezuela: el vertiginoso avance del hambre

AGRÓNOMO, PROFESOR Y ESCRITOR, EL BRASILEÑO JOSÉ GRAZIANO DA SILVA dejará la dirección de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) el 31 de julio, después de siete años en el cargo. En entrevista con DW, habla sobre los desafíos de su período y sobre la crisis venezolana.

De acuerdo con el último informe de la FAO, América Latina presentó el mayor retroceso en la lucha contra el hambre a nivel mundial. ¿Cómo ve la situación de inseguridad alimentaria en Venezuela?

Venezuela es el mejor ejemplo de ese retroceso. Es un país que siempre dependió de la importación de alimentos, pero a comienzos de la década del 2000, Venezuela hizo grandes avances en la reducción del hambre. Venezuela entró en la lista de los países que cumplían los objetivos de desarrollo del milenio de reducir el hambre a la mitad, y nosotros entregamos un reconocimiento al país por el trabajo realizado. En el año 2000, 16,3 millones de personas pasaban hambre en Venezuela. En 2010, ese número pasó a 3,1 millones. El nivel del hambre disminuyó cinco veces en diez años. Es un cambio fuertísimo, similar al que registró Brasil en la reducción del hambre.

Hubo críticas al premio, dado que Nicolás Maduro recibió el reconocimiento en 2014, cuando la crisis socioeconómica y política ya se había instalado en el país. ¿Por qué se otorgó ese reconocimiento en aquel momento?

Entregamos el premio porque habían reducido el hambre a la mitad, y no por la coyuntura que vivían. Era un premio para los países que lograran el objetivo del milenio, que era reducir los índices de hambre a la mitad hasta 2015, en comparación con el año 2000. No fue solo Venezuela. Fueron 72 países del mundo los que cumplieron esa meta. El premio fue dado en 2014 y se refería a los datos registrados hasta 2012. En aquel año, Venezuela tenía 3,6 millones de personas en situación de inseguridad alimentaria. Hoy, nuestra estimación es que 21,2 millones de personas pasan hambre en Venezuela. Es un aumento vertiginoso. Venezuela siempre dependió de la importación de alimentos y ahora, con la crisis económica y la hiperinflación, prácticamente perdió su moneda. El bloqueo estadounidense acentuó las dificultades para importar bienes básicos, incluyendo alimentos, y disparó el hambre en el país.

Entonces, una cosa es el contexto en que Venezuela fue premiada por lo que había hecho y no por lo que estaba haciendo. Otra cosa es mirar atrás y decir: «No deberíamos haberle otorgado el premio”. Nadie podía prever que se produciría un deterioro tan fuerte de la moneda de Venezuela y, por consiguiente, del poder adquisitivo de la población, ni los índices de hambre que estamos viendo hoy. Venezuela es el peor caso que tenemos hoy en América Latina.

Más información en DW.

Hambrómetro | Menos de un tercio de los niños evaluados por Cáritas consume carnes, leche y vegetales
El informe sobre los meses de enero, febrero y marzo de este año revela que la desnutrición aguda global (suma de los tipos severa y moderada) creció de 7,9 a 10,2 % y pasó «de un nivel de alarma a un nivel de crisis»

@loremelendez

DURANTE EL PRIMER TRIMESTRE DE 2019, el consumo de alimentos de los venezolanos se desplomó, mientras que la diversidad de productos que exige una dieta balanceada y saludable se ha deteriorado “masivamente». Así lo advierte el más reciente boletín de Cáritas Venezuela que recopila información sobre la alimentación de los niños menores de 5 años y sus hogares en las parroquias más pobres de 14 estados del país y que reseña Hambrómetro de Runrun.es

La proporción de hogares que consume rubros como «cereales y harinas» –que siempre se ha ubicado en el primer lugar– cayó entre enero y marzo de 2019, ya que pasó de 91% a 59 %. Lo mismo sucedió con los granos (bajó de 80% a 48 %) y tubérculos (de 63% a 39 %). 

«Sin un aumento compensatorio reportado en el consumo de otros alimentos, estos resultados para estos productos que son la base de la alimentación familiar, significan una destitución alimentaria masiva», sostiene el informe llamado «Monitoreo del estado nutricional y la seguridad alimentaria familiar», hecho por la organización a través de su Sistema de Alerta, Monitoreo y Atención en Nutrición y Salud (SAMAN), que estudia el fenómeno en 48 parroquias de Distrito Capital, Miranda, Vargas, Zulia, Bolívar, Carabobo, Barinas, Lara, Sucre, Trujillo, Apure, Falcón, Yaracuy y Portuguesa.

El documento afirma que rubros clave en la alimentación de los niños como carnes, pescados, huevos, lácteos, vegetales y frutas prácticamente han desaparecido del patrón familiar, pues son consumidos por menos de 30% de los hogares encuestados por Cáritas Venezuela. Esto incluye «todos los alimentos con nutrientes indispensables para el crecimiento infantil, especialmente hierro, calcio y proteínas de alto valor biológico», dice el boletín.

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