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Feb 09, 2017 | Actualizado hace 7 años
Greivis Vásquez: Estudiar para jugar

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Greivis Vásquez aún recuerda aquella tarde de su adolescencia como un venturoso presagio. Estaba sentado en una esquina de la parroquia Coche, de donde es oriundo su padre, conversando con sus amigos mientras comían mango con adobo. De pronto, Vásquez expresó en voz alta uno de esos anhelos que poseen la contundencia de la premonición: “Un día voy a llegar a la NBA”. Sus amigos se rieron sin malicia, con esa confianza que posee la amistad juvenil para neutralizar los efectos de un sueño que, acaso por irrealizable, puede acarrear desilusiones. Vásquez también sonrió, pero de otra manera: con la certeza de haber verbalizado una tarea por cumplir. Los años siguientes se encargarían de encestar su deseo en el aro de lo posible al convertirse en el tercer venezolano en la historia en llegar a la National Basketball Association. Un deseo alcanzado de la mano del estudio, el talento y la disciplina.

Hijo de Ivis Rodríguez y Gregorio Vásquez, el jugador de baloncesto Greivis Vásquez nació en Caracas el 16 de enero de 1987. Estudió en la Escuela Parroquial San Juan Bautista, frente a la plaza Capuchinos, institución que forma parte de sus raíces esenciales. “Aquellos profesores me dieron la base integral –señala Vásquez– sobre la que se asientan todos mis logros como estudiante, deportista y ser humano”. Tan determinante fue la formación recibida en esas aulas caraqueñas, que cuando le tocó viajar en 2002 a Estados Unidos para estudiar en Montrose Christian School en Rockville, y, años después, en la Universidad de Maryland, las clases se le hicieron mucho más fáciles de lo que pensaba. El basquetbolista de 1.98 metros de altura no tiene dudas sobre el origen de su desarrollo profesional: “Una pelota de básquet me ha dado la oportunidad de llegar a sitios a donde nunca pensé que iba a llegar. Pero si mi base educativa no hubiera sido la que tuve en Venezuela, no habría logrado absolutamente nada. Mi mayor orgullo no es haber llegado a la NBA, sino que mis padres me vieran graduarme en la universidad”.

Mientras estudiaba en Montrose Christian School, Greivis Vásquez destacó como jugador en el equipo de baloncesto de esa institución, dirigido por el técnico Stu Vetter. Posteriormente, se comprometería con la Universidad de Maryland para jugar bajo las directrices del entrenador Gary Williams. Al regresar a Venezuela, se convirtió en una de las figuras estelares de la Liga de Baloncesto Profesional, donde ha vestido la camiseta de los Cocodrilos de Caracas y los Guaros de Lara. También le ha tocado representar a la selección nacional de baloncesto en el Campeonato FIBA América, llegando a coronarse como campeón y jugador más valioso en la Isla de Margarita en 2014.

Luego de prepararse con rigor en Venezuela y Estados Unidos, llegó finalmente el momento que Vásquez aguardaba desde que jugara de muchacho en las barriadas de Caracas. En 2010, fue seleccionado en el puesto 28 de la primera ronda del Draft de la NBA, por el equipo de Memphis Grizzlies. En esa liga ha jugado además con el New Orleans Hornets, Sacramento Kings y Toronto Raptors. El año pasado tuvo una breve participación con los Bucks de Milwaukee, equipo del cual tuvo que despedirse debido a una lesión en su tobillo que lo ha mantenido provisionalmente fuera de las canchas.

Vásquez cuenta en su haber con el récord de ser el jugador venezolano con más puntos en la historia de la NBA con 2.490 puntos anotados. Asimismo, impuso una marca de puntos entre los del patio en un juego de postemporada con 15 para Grizzlies de Memphis en 2010-2011. Es el único criollo con un triple-doble, con 24 puntos, 12 asistencias y 11 rebotes, jugando para los Hornets de Nueva Orleans ante Hawks de Atlanta, el 8 de febrero de 2013. Y gracias a su compromiso social, Vásquez fue uno de los nueve latinoamericanos calificados en 2012 como “Campeones del cambio” por el gobierno estadounidense, en reconocimiento a su “destacada labor en acercar a los pueblos de la región y Estados Unidos”.

Comprometido con los jóvenes deportistas de su país, Greivis Vásquez creó en el año 2016 una fundación que lleva su nombre, destinada a apoyar el desarrollo del baloncesto nacional. Presidida por Migdalia Vásquez, esta fundación busca contribuir con la formación integral de jóvenes atletas venezolanos, siempre que se ajusten a uno de sus lemas principales: “Si no estudias, no juegas”. Una condición de la que Greivis Vásquez puede dar garantías de resultados exitosos tanto para su carrera personal como para el deporte venezolano.

Feb 02, 2017 | Actualizado hace 7 años
Nelson Bustamante: animador de voluntades

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Si alguien en este país ha hecho del oficio de animador una práctica literal, ese ha sido Nelson Bustamante: su labor tiene como objetivo levantarle el ánimo a su público. Recordado, en especial, como conductor de los programas venezolanos Sonoclips, Fama y aplausos, Hay que oír a los niños y Atrévete a soñar, y como imagen de The Travel Channel, Nickelodeon, Sony Entertainment Television y de The History Channel para Latinoamérica, Nelson Bustamante pertenece a ese tipo de comunicadores para quienes el optimismo es su carta de presentación. No es casualidad que la palabra que más resuene en su vocabulario sea la palabra sueños. Su trabajo consiste precisamente en despertar la convicción de materializarlos.    

Nelson Bustamante es hijo de la primera mujer directora de la televisión en Venezuela y sobrino de Isa Dobles. Vivió desde niño en un ambiente familiar estrechamente vinculado con el espectáculo, el periodismo y la música. Esto le sirvió de estímulo para que eligiera estudiar la carrera de Comunicación Social en la UCAB y luego dedicarle su vida al mundo de la televisión. Una pasión que él mismo se ha encargado de cultivar en sus hijos, Gabriel y Beatriz.

El ganador de cuatro premios Emmy recuerda que durante su etapa escolar sus maestros le inculcaron las ganas de “querer ser mejor cada día”. Muchos de ellos, afirma, siguieron enseñándole más allá de la escuela y se convirtieron en grandes compañeros de vida. Como estudiante fue un alumno disciplinado y aficionado a los deportes como el fútbol y el judo. De sus profesores guarda una anécdota relacionada con Jaime Liberal, quien, luego de reprenderlo por haber escrito en un examen de literatura que Ionesco era el autor de “La cabra calva”, no dejó de celebrarle su respuesta como una salida creativa. Bustamante tampoco olvida a su profesor de Educación Física, quien lo reprobó en la materia aduciendo que no se exigía al máximo: poco antes de llegar a la meta, disminuía el ritmo y no se esforzaba lo suficiente. Esas palabras serían decisivas en su futura formación como motivador: no cabe flaquear en esa carrera de obstáculos que es la vida diaria.  

Bustamante se declara amante de la lectura. De joven solía decantarse por libros como Moby Dick, Cien años de soledad y Doña Bárbara. También por los textos de historia, en donde buscaba las claves para entender su presente. En la actualidad, prefiere los libros de motivación personal que le sirven de inspiración para su trabajo. Por eso se considera admirador de la vida y de los libros de Maickel Melamed.

El carismático animador residenciado actualmente en Miami trabajó durante dos décadas como conductor de programas exitosos transmitidos por Radio Caracas Televisión, un espacio que representó para él una escuela y una gran familia. Tan estrecho fue su vínculo con ese canal, que le tocó pronunciar las palabras de despedida aquel 27 de mayo de 2007, día en que la televisora salía del aire debido a la negativa del gobierno a renovarle la concesión para la señal abierta. De esa experiencia resultó el proyecto Por estos pasillos de RCTV (2012), ideado por Nelson Bustamante en alianza con Green Brothersque: un documental para cine, un video para televisión y un libro, en donde se reúnen los testimonios de varios trabajadores de RCTV cuyas vidas fueron impactadas con el cierre del canal.

No obstante, la imagen de Nelson Bustamante ha trascendido las fronteras nacionales. Fue el primer venezolano embajador de buena voluntad de UNICEF por su trabajo a favor de la infancia y obtuvo el Prix Jeunesse Transtel en Alemania por Hay que oír a los niños. Trabajó en El familión Nestlé, un programa de concursos transmitido en varios países de Centroamérica. En Panamá fue el presentador de Deal or No Deal y estuvo en el programa juvenil Pepsi Music Challenge en Guatemala. En Estados Unidos ha conducido varios programas, entre ellos Seguro que Yes, Aquí Todos Ganan y Minuto de Fama. En 2012, Bustamante realizó el programa Un minuto para ganar, transmitido por Televen, y para ese mismo canal, desde el año 2016, conduce Gente que motiva, en sintonía con su proyecto Motiva Channel, un canal de televisión con señal en América Latina.

De su experiencia como animador, pero también como alumno y profesor, Nelson Bustamante resalta la importancia de la palabra transformadora. “Una palabra puede cambiar la vida de un joven –señala–. Una palabra cargada de saber, de aliento,  puede determinar el rumbo de sus decisiones. El reto fundamental del profesor es motivar a la juventud”. No hay duda de que la palabra de Nelson Bustamante ha sido fiel a esos principios.

Ene 26, 2017 | Actualizado hace 7 años
Benjamín Scharifker: saber a ciencia cierta

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Es posible que el actual rector de la Universidad Metropolitana, Benjamín Scharifker, haya descubierto su afición por la investigación científica en las clases de su profesor de Química de bachillerato, quien recurría a tizas de colores para componer unas lecciones donde brillaban la sencillez, la exactitud y la belleza. O tal vez en el laboratorio de Física, donde su profesor le brindaba las herramientas necesarias para hallarle sentido a las fórmulas aprendidas de memoria. O quizá influyó su profesor de Mineralogía, quien le habló con fascinación de las diversas propiedades de las piedras. Lo determinante, en todo caso, fue el trabajo comprometido, inteligente y creativo de sus profesores. Porque la combinación de todas esas experiencias fue, en gran medida, la que despertó y desarrolló en el joven Scharifker esa pasión por las ciencias que encauzaría su carrera.

Benjamín Rubén Scharifker Podolsky nació en Buenos Aires el 21 de septiembre de 1953, y cuatro años después su familia decidió radicarse en Venezuela. Estudió en el Colegio Moral y Luces de Caracas, del cual guarda valiosos recuerdos: su estricta profesora de Cívica, por ejemplo, de quien aprendió por primera vez el significado de las palabras Constitución, Leyes y República, o sus profesores de Inglés y Castellano, que lo encaminaron por el mundo de la literatura en ambos idiomas. Aunque Matemáticas le pareció al principio una materia tan árida que tuvo que repetirla varias veces, admite que terminó agarrándole gusto, a fuerza de verla tanto. De aquellos días de colegio, Scharifker afirma haber tenido profesores preocupados no sólo por transmitir conocimientos, sino por facilitar herramientas y procedimientos para que el alumno se adentrara, por sí mismo y de acuerdo a sus capacidades, en las realidades científicas del mundo.

En 1976, Scharifker obtiene la licenciatura en Química de la Universidad Simón Bolívar y tres años después el grado de PhD en Fisicoquímica en la Universidad de Southampton (Inglaterra), donde realiza estudios postdoctorales. En adelante, su currículo académico y laboral adquiere unas dimensiones admirables.

En 1980, ingresa a trabajar en la Universidad Simón Bolívar donde fue profesor titular, jefe del Departamento de Química, decano de Investigación y Desarrollo, Vicerrector administrativo y Rector. Asimismo, ha sido científico principal y director adjunto del Centro de Investigaciones del Hidrógeno de la Universidad de Texas A&M y profesor visitante de las universidades de Southampton y Bristol. Fue coordinador del Núcleo de Consejos de Desarrollo Científico, Humanístico y Tecnológico, y del Núcleo de Vicerrectores Administrativos del CNU. También se ha desempeñado como director principal del Conicit y Secretario General del Capítulo Caracas de la AsoVAC. Actualmente es Rector de la Universidad Metropolitana.

El campo de interés científico de Scharifker está conformado por nucleación y formación de fases, electrocristalización, conversión de energía, electrocatálisis, reacciones electroquímicas interfaciales, ultramicroelectrodos, adsorción en interfases sólido-líquido, polímeros conductores e instrumentación electroquímica. En esas áreas ha publicado libros, monografías y más de cien artículos de investigación. En 2016 apareció en el Ranking of scientists in Venezuela Institutions according to their Google Scholar Citations public profiles en el quinto lugar de investigadores más productivos en Venezuela y en segundo lugar en la USB. Scharifker cuenta con varias patentes de invención y es individuo de número de la Academia Nacional de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales de Venezuela, y miembro de la Academia de Ciencias de América Latina y de la Academia de Ciencias de los Países en Desarrollo (TWAS). Ha recibido el Premio Tajima de la Sociedad Internacional de Electroquímica (1986), el Premio al Mejor Trabajo Científico en Química del CONICIT (1991) y el Premio Lorenzo Mendoza Fleury de Empresas Polar (1993), entre otros muchos lauros.

De su formación científica y docente le viene la certeza de que hay algo más fundamental que la constancia: saber elegir bien los problemas a los cuales se dedicará esa constancia. Porque siempre se llega a las respuestas una vez que se han planteado las preguntas adecuadas. Considera, finalmente, el oficio del maestro como uno de los más importantes en la sociedad, porque si cada persona posee un potencial para ser feliz y hacer felices a los demás, el facilitador idóneo para el desarrollo de ese potencial es el maestro. Es decir, aquellos que educan no para obtener respuestas automáticas, sino para hallar las preguntas más adecuadas que conduzcan a esa felicidad compartida.

Conmemorar es hacer memoria: ¿Por qué el 15 de enero es el Día del Maestro en Venezuela?

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Aunque la UNESCO sugiere el 5 de octubre como Día Mundial de los Docentes, algunos países prefieren elegir una fecha más ajustada a sus propias luchas y logros educativos.

Tal es el caso de Venezuela, donde el Día del Maestro se celebra el 15 de enero, en conmemoración de aquel día de 1932 cuando un grupo de educadores, liderados por Miguel Suniaga y Luis Beltrán Prieto Figueroa, conformaron en el edificio Vargas –en la caraqueña esquina de Cují– una asociación en defensa de los derechos laborales de los maestros, como reacción a la injerencia del gobierno gomecista en sus decisiones gremiales. Ese 15 de enero se funda la Sociedad Venezolana de Maestros de Instrucción Pública, que proponía mejorar las condiciones salariales de los educadores, modernizar la enseñanza y proteger al niño venezolano.

Como era de esperarse, Juan Vicente Gómez ordenó a los maestros adscritos al Ministerio de Instrucción Pública separarse de la SVMIP. Esto obligó a muchos educadores y simpatizantes de la nueva sociedad a actuar de manera clandestina, hasta la muerte del dictador en 1936. Ese año se convoca una asamblea donde se crea la Federación Venezolana de Maestros y durante el gobierno de Isaías Medina Angarita se decreta oficialmente la celebración del Día del Maestro el 15 de enero.

Conmemorar es hacer memoria.

Ene 15, 2017 | Actualizado hace 7 años
Guao celebra el Día del Maestro

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La conmemoración del Día del Maestro es motivo para el agradecimiento. Porque conmemorar no es otra cosa que traer a la memoria aquello que despierta la admiración y merece la gratitud. Guao quiere celebrar este día dando las gracias a todos los maestros en Venezuela, a través de las personalidades que durante el año 2016 compartieron sus experiencias educativas con nosotros.

Inés Quintero, Emilio Lovera, César Miguel Rondón, Luis Ugalde, Willy McKey, Luis Vicente León, Maickel Melamed y Laureano Márquez suman sus voces para resaltar el decisivo papel de la educación en la constitución humana, y también para valorar las altas dosis de sacrificio, saber y compromiso que componen la vida y obra de un verdadero docente.

Estas ocho figuras venezolanas, pertenecientes a diferentes escenarios del quehacer cultural, reconocen la deuda contraída con aquellos educadores que supieron dejar una marca inolvidable en su formación, permitiéndoles descubrir lo que de otro modo hubieran descubierto tarde, o acaso nunca: su potencial creador.

A los maestros, ante todo, las gracias.

Dic 08, 2016 | Actualizado hace 7 años
Maickel Melamed: Movilizador de entusiasmos

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Poco antes de nacer, Maickel Melamed enfrentaba ya su primer reto. El 27 de abril de 1975 consiguió sobrevivir a la asfixia que le provocaba el cordón umbilical durante el parto. Aun así, las noticias no eran alentadoras. Los médicos le diagnosticaron distrofia muscular, un estado de inmovilidad general del cuerpo. Y lo peor: le dieron apenas una semana de vida. Sus padres decidieron revertir el impacto de la noticia aferrándose al espíritu de la contradicción: su hijo no sólo se salvaría, sino que sería tratado como cualquier otro niño. Tal convicción familiar, templada en el amor y la entereza, resultaría decisiva en la vida de Maickel Melamed, un hombre que no ha cesado hasta el día de hoy en su empeño por movilizar entusiasmos propios y ajenos.

Desde sus primeros meses de vida, y gracias al respaldo de gente que lo quiso y ayudó sin sobreprotegerlo, Melamed logró superar en gran medida su inmovilidad física. Además de sus padres y hermanos, su nana significó una persona importante en su niñez; una segunda madre. De ella recuerda con especial agradecimiento que fue la mujer que se aprendió el alfabeto para luego enseñárselo. Posteriormente, Melamed ingresó en la misma escuela donde estudiaban sus hermanos. Los maestros que trabajaron conmigo –recuerda– se arriesgaron a romper lo que dictaba el esquema educativo de ese momento. A personas como yo solían mandarlas a lugares para gente muy particular, donde permanecer tirado en una cama era lo más adecuado. Mientras los niños estudiaban y se formaban, a la gente como yo sólo le quedaba sobrevivir. Mis maestros rompieron ese paradigma. Generaron espacios de inclusión donde me sentía forzado a aportar desde mis propias capacidades”. De esa época de profesores comprometidos con su formación, Avelina, su maestra de historia de Quinto Grado, ha permanecido indeleble en su memoria. Aunque era una señora mayor que se vestía y pintaba el pelo de forma bastante llamativa, por lo que varios alumnos la tildaban de loca, Melamed asegura haber aprendido una frase esencial de sus clases: la historia consiste en echar un cuento. “Ahora que me dedico a construir historias –afirma convencido– admito que todo eso se lo debo a la frase de esa profesora.

Sus compañeros no hicieron menos que sus profesores en esa labor de integración. En los recreos, por ejemplo, preferían quedarse en el pasillo del colegio para acompañar a Melamed en vez de salir al patio, y cuando tocaban días de fútbol, lo nombraban entrenador o dueño del equipo, y hasta utilizaron una pelota de golf para que él pudiera sumarse a la cancha y jugar con ellos. De modo que varios de sus condiscípulos fueron también maestros ejemplares en esa escuela de la solidaridad que representaron sus primeros años de vida colegial.

Al graduarse de bachiller, Melamed estudió Economía en la Universidad Católica Andrés Bello. Después de haberse destacado como alumno y líder estudiantil en esa casa de estudios, viajó a Londres donde se preparó en una de las disciplinas más exigentes: aprender a vivir solo. Cuando decidió regresar a Venezuela, ya había asumido su verdadera vocación: ser un motivador de conciencias. Empezó a trabajar en organizaciones juveniles en Venezuela y Latinoamérica, también como profesor de Ética y Valores, se preparó en Psicoterapia Gestáltica y se aficionó al teatro y a los deportes extremos como parapente, paracaidismo, buceo, alpinismo y atletismo. Su trabajo como conferencista, facilitador y tallerista lo ha llevado a países como Colombia, México, Perú, Costa Rica y Estados Unidos. Melamed cuenta además con varios libros en su haber: El sueño y el vuelo –libro infantil ilustrado por Fernando Belisario–, y los textos de carácter autobiográfico y motivacional, Si lo sueñas, haz que pase y Ruta para un sueño. Asimismo, protagonizó, junto con el corredor keniano Shadrack Maiyo, la película Vamos –dirigida por Braulio Rodríguez–, en la que relata su experiencia al completar el célebre Maratón de Nueva York del año 2011; uno de los varios maratones en los que ha participado internacionalmente.

Si la Economía es la ciencia que estudia los recursos, la creación de riqueza y la producción, distribución y consumo de bienes y servicios, para satisfacer las necesidades humanas, entonces Maickel Melamed ha sabido aplicar con propiedad los principios de la carrera en la que se graduó, en función de unos bienes y servicios motivacionales que se conectan con la necesidad de historias inspiradoras. Eso explica que miles de personas reconozcan en él la viva imagen de una existencia al margen de derrotismos. Una lección de optimismo que recorre el mundo sin prisas, para dejar mejor impresa la huella de un mensaje a prueba de imposibles.

Luis Yslas

 

Dic 01, 2016 | Actualizado hace 7 años
Luis Vicente León: Hombre de números

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Luis Vicente León lo sabe y lo asume: los resultados de su trabajo como presidente de Datanalisis pueden provocar sentimientos encontrados en un país donde las cifras económicas o electorales alteran la subjetividad de millones de personas. No hay objetividad estadística que logre satisfacer las plurales expectativas de la sociedad venezolana. Aun así, su voz es una de las más atendidas, cuando no controversiales, al momento de analizar los complejos escenarios políticos, económicos y sociales de la Venezuela actual.

Nacido en Caracas el 31 de octubre de 1959, el futuro economista, profesor, conferencista, encuestador y articulista Luis Vicente León confiesa haber vivido una infancia feliz junto con sus padres y sus dos hermanas en el sector Casalta de la Parroquia Sucre. Luego su familia se muda a El Cafetal, y Luis Vicente permanece en el hogar paterno hasta que contrae matrimonio con María Estrella Iraguen, madre de sus dos hijos: los morochos Bernardo y Nicolás.

De su época colegial, Luis Vicente León conserva puros recuerdos gratos. Era un alumno aplicado, muy dado a los retos intelectuales. No sorprende, dado su oficio actual, que su materia predilecta fuese matemáticas, aunque sí resulta difícil imaginarlo, dada su contextura actual, como lo que fue por esos años: un “gordito” que sufría muchísimo en clases de Educación Física. Aunque era un tanto tímido, logró relajarse cuando aprendió a tocar cuatro y se volvió no solo el alma de las fiestas, sino un serenatero que conquistaba a las chicas gracias a los encantos de la música.

También evoca con admiración a dos de sus maestras de primaria en la escuela pública de El Cafetal. Aura de López, una mujer fuerte, estricta, cuya exigencia le enseñó a superar retos difíciles. Y Alicia Calatrava, quien le inculcó la pasión por los escenarios: no había acto escolar en el que Luis Vicente no dramatizara una pieza de teatro, un poema o un cuento. Desde entonces, el escenario ha significado para él un espacio natural. Ese temprano contacto con el público resultaría un entrenamiento idóneo para las innumerables conferencias que daría de adulto, e incluso para espectáculos de humor, realizados a dos voces con Laureano Márquez.

Haber sido un buen estudiante durante la primaria y el bachillerato le garantizó a Luis Vicente León la posibilidad de ingresar en importantes instituciones educativas dentro y fuera del país. Empezó a estudiar Matemática e Ingeniería en la Universidad Católica Andrés Bello, pero luego se cambió a Economía. Obtuvo el Magíster en Ingeniería Empresarial en la USB y realizó varias especializaciones: Análisis de Industrias en la Escuela de Organización Industrial de Madrid; Economía Industrial en la Universidad Nacional Autónoma de México; Management of Marketing Communications and Consumer Behaviour en Manchester Business School; y Comercio Internacional y zonas especiales en el Ministerio de Comercio de Taiwán. Esta experiencia internacional le sirvió para descubrir una verdad de la cual se precia: la educación que recibió en Venezuela le permitió competir de igual a igual con estudiantes que venían de países más desarrollados. Un orgullo que es también un tributo a la formación adquirida.

Su actividad profesional comenzó en las aulas, dando clases en el departamento de Estudios económicos de las empresas Mendoza. Trabajó diez años en la Cámara Venezolana de la Industria y el Vestido (Cavediv) como director ejecutivo y llegó a ser el miembro más joven de Conindustria. También se desempeñó como presidente de la Federación Andina de Confeccionistas y representante de Calvin Klein en Venezuela. A inicios de los años 90, entró a formar parte del equipo de Datanalisis y, en 1994, se convirtió en Presidente de esa empresa de investigación de mercado y Socio Director de Tendencias Digitales. Actualmente es miembro de Junta de la Corporación Grupo Químico, Gold’s Gym, y del Consejo Fundacional de la UCAB.

Asimismo, Luis Vicente León lleva años dando clases en diversas instituciones universitarias y empresariales, por lo que conoce de cerca las responsabilidades de la docencia. “Todos hemos sido educados –afirma– gracias al esfuerzo de nuestros padres y maestros. Por eso dar clases es devolver un poco lo que uno recibió. Devolver la formación, el esfuerzo y el cariño. Y también tener la oportunidad de cambiar vidas”. Hombre de cifras y proyecciones, Luis Vicente León ha formado a lo largo de su carrera a una notable cantidad de alumnos, consciente de que el ámbito donde ocurren las verdaderas transformaciones sociales es el escenario educativo.

 

Nov 24, 2016 | Actualizado hace 7 años
Emilio Lovera: humor y libertad

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Emilio Lovera ha llegado a esa etapa en la que su sola presencia basta para instaurar la sonrisa cómplice entre los venezolanos. Es automático: verlo es poner entre paréntesis a la seriedad y disponerse a entrar en ese estado de gracia donde la risa es una forma de liberación. Su imagen está inscrita en la zona más alegre de la memoria nacional. Cualquiera que lo recuerde de aquellos años en la célebre Radio Rochela –y son millones quienes lo recuerdan–, de inmediato evocará a Perolito, el Waperó, Gustavo el Chunior, Chepina Viloria, Palomino Vergara… decenas de personificaciones que integran el imaginario costumbrista del país. Son muchos los rostros, las voces, las encarnaciones que habitan en Emilio Lovera, pero el deseo ha sido uno solo desde el principio: hacer felices a los demás.

Sin embargo, ese deseo tuvo su origen, y acaso su razón de ser, en una infancia ajena a la alegría. Nacido en Caracas el 31 de agosto de 1961, Emilio Alejandro Lovera Ruiz pierde a su madre a los cuatro años. Él y su hermana quedan bajo la custodia del padre y empieza lo que en sus palabras define como el “régimen del terror”. 12 años en los que la violencia y la humillación paternas son parte de la rutina, y la única tarea del hijo es cumplir con las obligaciones escolares. Como era de esperarse, estudiar bajo amenaza lo entrena para la desobediencia. Eso explica la diversidad de instituciones educativas por las que transita –incluido un colegio militarizado–, sin que despierten en él otro entusiasmo que no sea el de permanecer al menos unas horas lejos de casa. El estudio no es por esos años su prioridad, pero se hace respetar entre sus compañeros y docentes debido a un talento singular para el humor. Tal es su habilidad, que algunos profesores se confiesan incapaces de contener la risa y reprenderlo. El ambiente colegial le deja a Emilio Lovera una enseñanza no prevista en los programas oficiales: su adiestramiento como comediante.

Puertas adentro, Lovera aprende desde niño a sobrellevar el autoritarismo y la crueldad que imperan en su casa. En el encierro de su cuarto, se refugia en las páginas de Mark Twain, Robert Louis Stevenson, Alban Butler y Aquiles Nazoa, entre otros clásicos de su biblioteca, pero, sobre todo, se desdobla en figuras de la música y la televisión para provocar así la simpatía de quienes le celebran sus desternillantes imitaciones. Fugas de la imaginación y la risa que logran amortiguar una larga sucesión de maltratos, hasta que se produce el escape final, a los 17 años, cuando Emilio Lovera termina el bachillerato y huye, literalmente, de su casa.

Afuera lo recibe el rigor de la calle, donde incluso llega a dormir dentro de los carros cuando no consigue un cuarto prestado. Luego trabaja en una fábrica de ropa y como mensajero de una empresa. Logra inscribirse en la Escuela de Comunicación Social de la UCAB, pero a los dos meses se retira por motivos económicos. Se casa a los 21 años con su primera novia, con quien vive durante más de dos décadas y tiene un par de hijos.

Después de trabajar un año en Radio Rochela Radio, Emilio Lovera ingresa en 1982 al elenco televisivo del afamado programa humorístico, iniciando así un camino de formación y ascenso en su carrera. En ese espacio emblemático de Radio Caracas Televisión permanecerá 23 años construyendo su figura como humorista y descubriendo algo que de joven le parecía insólito: que podía ganar dinero haciendo reír a los demás. Su mirada crítica –propia del humorista nato– advierte también que la comedia en la televisión venezolana no recibía el mismo reconocimiento y presupuesto que los programas dramáticos. Lo que sobraba de las telenovelas era destinado a la limitada producción de los programas de humor. Aunque con los años, Lovera y otro grupo del gremio contribuyeron a elevar la importancia y el respeto que merecen los espacios de la comedia, esos entretelones del espectáculo le dejan una lección ya intuida en la infancia: el humor suele fabricarse con los desechos del drama.

Además de su labor en Radio Rochela, Lovera forma parte de programas como Federrico y Kiko Botones, acompañando al famoso comediante mexicano Carlos Villagrán. En 1986 tiene su primer programa en solitario llamado Gavimán. En 1996 estrena Humor a Primera vista, haciendo dupla con su colega Laureano Márquez, además de participar en varios programas radiales. Otras series que llevan la marca de su talento son Emilio Punto Combo, La cámara indiscreta y Las mil caras de Emilio Lovera. En 2010, decide realizar, junto con los creadores de El Chigüire Bipolar, la exitosa serie animada Isla Presidencial, en la que dobla la voz de todos los personajes. En 2011, se estrena Misión Emilio, que dura hasta 2014. Incursiona también en el cine, participando en Papita, maní, tostón; Er relajo del loro (donde hizo la voz del loro) y Paquete #3. De unos años para acá, y a raíz de la disminución de espacios de humor en la televisión venezolana, se han multiplicado sus espectáculos en vivo, dentro y fuera del país, que lo mantienen en contacto con una audiencia que colma sus presentaciones e impulsa su imagen a escala internacional.

Si alguien puede dar fe de los alcances curativos del humor, ese es Emilio Lovera, un sobreviviente de la adversidad que halló en la risa, pero sobre todo en la risa compartida, un amortiguador de las penas. Esa forma ingeniosa de entereza que, en casos extremos, puede salvar vidas. De ahí que en esta entrega para Guao, Lovera no duda en aconsejar a los profesores que empleen los recursos del humor durante sus clases, “porque lo que se aprende por medio de la risa –afirma convencido–, jamás se olvida”. Palabras de quien sabe también que el humor es una manera de ejercer la libertad de pensamiento.