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Tal y como pronosticamos, y alertamos reiteradas veces, las transferencias al Fonden, y la política de impresión de bolívares por parte del BCV para la compra de pagarés de Pdvsa, denominados en moneda nacional, ha conducido a la desaparición progresiva de las reservas líquidas de la institución. A la fecha, al BCV sólo le quedan aproximadamente 1.500 a 2.000 millones de dólares en reservas operativas; y eso, en el mejor de los casos. De hecho, desde el mes de diciembre de 2008 al mes de febrero del año 2012, las reservas líquidas disminuyeron en más de 30 mil millones de dólares; sólo que, la revaluación del oro, que ha aportado a las reservas totales 17 mil millones de dólares, limitó la disminución de las mismas a tan solo 13 mil millones: las reservas totales pasaron de 40 mil millones de dólares al cierre de 2008 a los 27 mil millones en la actualidad.

De diciembre de 2008 a la fecha, el precio del oro pasó de 870$/onza a unos 1700$/onza, lo que explica por qué los venezolanos no nos hemos percatado de este dilema monetario. Pero, basta con responder a la siguiente pregunta para entender la magnitud del problema: ¿a qué nivel estarían las reservas totales hoy si el precio del oro no hubiese variado? Estarían en 10 mil millones de dólares. Como ven, ya no sólo somos dependientes del precio del petróleo, y de nuestros bonos, sino, también, del precio del oro; lamentablemente, el día que vayan a caer, al estar positivamente correlacionados, disminuirán los tres simultáneamente.

La situación es lo suficientemente alarmante, toda vez que las reservas líquidas del BCV no cubren ya siquiera un mes de importaciones; las autoridades se han percatado de su desastre y por ello han modificado las leyes respecto a la entrega de divisas al Fonden, institución que ahora recibirá bolívares y emitirá en el proceso deuda en moneda nacional para que el BCV pueda coger aire y recuperar un poco sus reservas.

Pero aún así, siguen equivocándose, pues, si bien antes con los traspasos de las divisas disminuía el denominador del ratio Bs/$, ahora con la impresión de bolívares para la compra de pagarés de Pdvsa y Fonden por parte del BCV se incrementará el numerador. Con un truco o con el otro, la presión sobre las reservas seguirá y, por tanto, sobre las tasas de cambio e inflación.

 

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Lo he dicho anteriormente, en los 13 años de gobierno del Presidente Hugo Chávez, Venezuela perdió una de las mejores oportunidades para su transformación y desarrollo: la mayor bonanza petrolera de nuestra historia. La economía recibió alrededor de unos 606 mil millones de petrodólares, sin contar todo lo recibido por las emisiones de deuda; y a pesar de ello, durante ese período, sólo creció en promedio anual a la tasa de 2,35%, mientras la economía mundial crecía 2,70%, Latinoamérica 2,97%, y el promedio simple de los restantes miembros de la OPEP 4,25% (estamos quedándonos rezagados). Definitivamente, un desastre ex-ante inimaginable.

El gobierno tiene un modelo económico redistributivo (o de reparto de la renta petrolera), más no uno de crecimiento transformador basado en la inversión y el empleo productivo. De hecho, luego de los 13 años es claro que, la causa esencial del desempleo y subempleo en Venezuela ha pasado a ser, ante todo, política, pues, bajo el estado actual de las cosas, el desempleo y subempleo son su necesidad, al representar la base político-clientelar del modelo chavista, repartista, y petropopulista.

En 13 años, la institucionalidad del país se ha caracterizado por la autocracia, el absolutismo, voluntarismo, estatismo, y presidencialismo, por el irrespeto a las leyes y los contratos. No ha habido Estado de Derecho, democracia, autonomía de los poderes, libertad económica, garantías, ni reglas claras y estables para la inversión.

El gobierno nacional ha impuesto un modelo arcaico y conflictivo de lucha de clases, el cual se refleja en un enfrentamiento entre actores sociales promovido por el Estado, mientras concentra el poder económico en sus manos y las de la llamada boliburguesía. Esto ha conducido a la disminución de la empresa privada, por un lado, y, por el otro, a la conversión de algunos trabajadores en siervos del Estado. En los 13 años se exacerbó la histórica visión rentística de la industria petrolera (dependiente de la incertidumbre de los precios internacionales), mientras se despreció la capacidad de producción interna; pero, también, la industria de los hidrocarburos se ha hecho, claramente, menos productiva, mientras aumentan sus carencias en investigación y desarrollo.

Las políticas económicas han causado, y hecho persistir, el proceso de inflación y la sobrevaluación de la moneda nacional, impidiendo desarrollar la actividad no petrolera, mientras se nos condena a una economía de puertos con marcada escasez y desempleo (los desórdenes fiscales, los traspasos al Fonden sin contrapartida en bolívares y la impresión de dinero para financiar al fisco se han hecho una práctica común sin control). La dependencia del consumo de un alto porcentaje de hogares del asistencialismo, misiones, dádivas y petrolimosnas, de los subsidios a los alimentos, a la gasolina y otros, ha crecido sin límite.

Las industrias petrolera y eléctrica en el piso; el endeudamiento público ya es crónico e insostenible. Mientras que las reservas internacionales del Banco Central de Venezuela, en relación a la demanda total de divisas, alcanzan hoy su mínimo histórico. Finalmente, el gobierno ha hecho del Estado en los 13 años un Estado productor de bienes privados, mientras descuida la producción de bienes y servicios  públicos esenciales (salud, educación, carreteras, autopistas, puertos, aeropuertos, medios de comunicación, conexión entre ciudades y pueblos, entre otros).

Ese es, a mi modo de ver, el balance económico de sus 13 años; esperemos, el último.

Ángel García Banchs

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