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Fernando Mires

La trampa antielectoral de Nicolás Maduro, por Fernando Mires

NicolásMaduro.

Nunca dos personas relatan un mismo hecho de un modo exactamente igual. Uno acentúa lo uno, el otro lo otro. De ahí que me atreva a formular la siguiente frase: el relato de un hecho dice más sobre la persona que relata el hecho que sobre el hecho relatado. Con mayor razón ocurre así en los procesos colectivos en donde priman visiones ideológicas, experiencias contrapuestas, distintas biografías. Así se explica por qué las deducciones que surgen del relato del hecho no solamente son diferentes, sino, además, antagónicas entre sí. Esa es la razón por la cual el colosal fraude perpetrado por la CNE el 30 de Julio (30/J) ha sido interpretado de modo muy diferente por los diversos sectores que conforman la oposición, dentro y fuera de la MUD.

Resumo: hay tres grupos de opinión.

Según el primer grupo, el megafraude cometido por la dictadura el 30/J ha enterrado la vía electoral asumida por la mayoría de la oposición desde el 2006 (candidatura de Rosales) y el 2007 (plebiscito de Chávez), vía que interrumpió las alternativas voluntaristas (carmonismo, paro petrolero, abstencionismo) asumiendo la defensa de la Constitución liberal y chavista de 1999.

Según el segundo grupo, el grotesco fraude, evidenciado y probado por las revelaciones de Smartmatic, ha puesto de manifiesto que las elecciones son imposibles de ser realizadas bajo la tutela de la CNE dirigida por Tibisay Lucena (después de Diosdado y Maduro, la persona más detestada de Venezuela). El tenor predominante de ese grupo es: yo votaría, pero no con ese CNE.

Un tercer grupo considera necesario participar en las elecciones regionales que eventualmente tendrían lugar en diciembre, pues no hacerlo significaría regalar a Maduro 23 gobernaciones y, además, facilitar el cumplimiento de la utopía de todas las dictaduras, a saber: elecciones sí, pero sin participación de la oposición (al estilo cubano)
En el primer grupo hay muy débil comunicación con el segundo y casi ninguna con el tercero. Se trata de sectores más culturales que políticos, muy emocionales, reacios al debate, seguidores de líderes mesiánicos cuya retórica basada en códigos de honor los encandila. La presencia medial de este grupo es muy superior a su inserción real en la sociedad, razón por la cual logran en determinadas ocasiones ejercer una fuerte presión dentro de la MUD. Son los de La Salida, los del Maduro vete ya, los de la marcha sin retorno, los de la Hora Cero, los de con mis muertos no te metas, los de votar es traición, y los del gobierno de transición con embajadas en el exilio (¡!).

La discusión principal tiene lugar entonces entre el grupo dos y el tres. Aunque los del grupo dos coinciden con los del uno en que después del fraude del 30/J es imposible asistir a los comicios sin legitimar al régimen, muchos estarían de acuerdo con votar, siempre y cuando tenga lugar una reestructuración de la CNE (algo difícil que ocurra durante Maduro) Las revelaciones de Smartmatic confirmarían, aparentemente, esa posición. Los del grupo tres, sin embargo, han realizado una distinta lectura con respecto a los mismos hechos.

De acuerdo al grupo tres, esa CNE es exactamente la misma del 6D del 2015. Según los del dos es la misma pero bajo condiciones diferentes a las del 2015 pues hoy la dictadura es abierta y confesa. Los del grupo tres afirman que justamente por eso es necesario participar en las elecciones pues lo contrario significaría legitimar a la dictadura. Los del dos afirman que participar electoralmente significaría legitimar a la dictadura. Los del tres que participar significaría relegitimar la vía electoral en contra de una dictadura que intenta dinamitarla. La discusión parece no tener fin. No obstante, podría ser resuelta con una sola pregunta: ¿a quién interesa que la oposición no participe en las elecciones? La respuesta solo puede ser una: A Maduro y su mafia.

Si la oposición no participa en elecciones, Maduro no se vería impulsado a suprimirlas. Entonces, preguntarán lo del grupo dos ¿para qué participar en elecciones si Maduro las va a suprimir y si no es así las va a desconocer? Supongamos que sea así. En ese caso Maduro chocaría una vez más con la legalidad y con ello agregaría varios puntos más a su deslegitimación interna y externa. Sin embargo, en ese punto, el profesor Juan Carlos Soza Azpurúa apunta con buenas razones que a la dictadura de Maduro no le interesa tener legitimidad pues le basta con el uso de la fuerza.

El señor Soza Azpurúa tiene razón. Pero solo en parte. A ninguna dictadura, ni siquiera a la de Maduro, le conviene aumentar su grado de deslegitimación, mucho más si esa deslegitimación amenaza trizar sus filas. Gracias a esa desligitimación progresiva el chavismo se encuentra internamente deteriorado. Si ese proceso sigue aumentando –y un nuevo robo de elecciones lo aumentaría de modo considerable– puede consumarse el golpe de gracia que necesita la dictadura para irse de este mundo. Es una hipótesis. Tómese como tal. Lo importante es que Maduro no quiere que la oposición participe en las elecciones. Y bien, en este punto hay que recordar una de las premisas básicas de la política. Ella dice: Nunca hagas lo que tu enemigo quiere que hagas. Pero los del grupo uno y en parte los del dos, se empecinan en hacer lo que Maduro quiere que hagas. Están pisando la trampa. Esa es la trampa.

¿Dónde está la trampa?

Precisamente en el fraude del 30/J, reconfirmado por Smartmatic/Reuters.

¿Quién no sabía que después de los 7 millones y medio de votos obtenidos por la oposición, Maduro iba a ordenar a Lucena que inventara por lo menos ocho millones? La vara se la pusieron muy alta, pero igual la saltó haciendo un horroroso fraude. Al respecto hay dos lecturas. Una alegre y otra no tanto.

La lectura alegre dice: el fraude fue tan increíblemente obsceno que la dictadura se desligitimó definitivamente frente a la opinión mundial. En ese punto, y aunque parezca insólito, comparto mi opinión con la del profesor Soza Azpurúa. A la dictadura le interesa un carajo la opinión mundial. Lo importante para ella era sobrepasar la votación de la oposición fuera como fuera. Desde un punto de vista dictatorial no podía hacer otra cosa. Si yo hubiera sido dictador habría hecho lo mismo.

Pero hay otra lectura que no es tan alegre. Esa lectura dice: a la dictadura le interesaba mostrar abiertamente que es fraudulenta. Solo así la oposición no se atreverá a medirse. Pues bien; ahí yace precisamente la trampa. Mediante la amenaza del fraude, Maduro intenta desmoralizar a la oposición y con ello alejarla de todos los procesos electorales, justamente los únicos en los cuales esa oposición puede ganar. O en otras palabras: mientras más visible sea el fraude, mayor será el escepticismo de la ciudadanía para participar en procesos electorales. Así el dictador gana por partida doble. Por una parte, hace elecciones y se queda con todos los votos. Por otra, desprestigia al máximo la vía electoral sin que la oposición tenga otra alternativa de lucha. Negocio redondo.

La dictadura de Maduro y su mafia es, como toda dictadura, antielectoral. Pero entre suprimir las elecciones y hacer elecciones tipo Cuba, es decir, sin oposición, prefiere, obviamente, la segunda posibilidad. El problema es que realmente lo puede lograr gracias a la ayuda que le presta una parte de la propia oposición (primer y segundo grupo).

La tarea política de la oposición -si no quiere pisar la trampa tendida por la dictadura- es ir directamente a las elecciones regionales, ocupar sus espacios y dar ahí otra batalla. Pero ir a ganarlas como fueron ganadas las del 6-D. Los del grupo dos dirán: el tiempo es otro que el del 6D. No es cierto. Es la misma dictadura, es el mismo Maduro, es la misma CNE y es la misma oposición (aún más amplia todavía que durante el 2015).

La posición del grupo tres se encuentra avalada por tres razones. Una práctica, otra histórica y otra política. La lógica de la razón práctica enseña que cada vez que la oposición va a elecciones, haciéndose presente en las mesas, cotejando voto tras voto desde la primera hasta la última hora, logra resultados favorables. La lógica de la razón histórica enseña que los más grandes éxitos de la oposición han sido obtenidos en el área electoral y en ninguna otra. La lógica de la razón política enseña que nunca las movilizaciones populares han sido más intensas que cuando aparecen articuladas en torno a un objetivo electoral. Sí, electoral.

¿No fue la lucha por el revocatorio una lucha electoral? ¿No fue la lucha por las regionales, antes de que Maduro las robara, una lucha electoral? ¿Nadie se acuerda de los grandes peregrinajes de recolección de firmas a los que sometió la sádica Lucena a la ciudadanía ansiosa de votar? ¿No fue el estallido popular que comenzó en abril de 2017 una demostración de que la ciudadanía estaba dispuesta a darlo todo para defender a la AN, elegida con sus votos? ¿No surgieron las grandes protestas callejeras en defensa del sufragio universal avasallado por una constituyente que inventaron los secuaces de Maduro con el único objetivo de evitar las elecciones regionales? ¿No diseñó la oposición su línea política como democrática, pacífica, constitucional y ELECTORAL? Y después de todo eso, ahora, cuando se abren las perspectivas para inundar a Venezuela con votos antidictatoriales, los de siempre, los del grupo uno y dos, intentan echar pie atrás, pisando la trampa tendida por la dictadura.
No. Desde una perspectiva histórica no se trata de cambiar de ruta como arguyen los del grupo uno y dos. Todo lo contrario, se trata de reafirmarla. La oposición –o su gran mayoría- es constitucional porque es electoral y es electoral porque es constitucional. Quienes intentan cambiar de ruta son los que quieren cerrar la vía electoral sin ofrecer ninguna otra, pisando así la trampa que Maduro les tendió.

Seamos francos de una vez por todas. La oposición tiene solo tres alternativas: 1) La lucha armada, para lo cual no está preparada 2) Soñar con un general divino, o con una invasión de marines comandados por Trump 3) La línea electoral, la que mejor conoce, la que más preocupa a Maduro.

Hay quizás una cuarta alternativa: ir a twitter y desde ahí insultar a los parlamentarios y candidatos de la MUD y a todos los que los apoyamos. No la recomiendo.

Fernando Mires: Venezuela va hacia una confrontación por diferencias para superar la crisis

@boonbar

UNA LARGA COLA PARA COMPRAR productos básicos en un supermercado capta la atención del politólogo y sociólogo Fernando Mires, uno de los invitados especiales del Festival de la Lectura Chacao 2016 minutos antes del encuentro organizado en la biblioteca Los Palos Grandes en Caracas. Comenta medio en broma, medio en serio sobre lo que ahora es la marca distintiva del país. “Mientras en Egipto te muestran las pirámides, en Venezuela te llevan a ver las filas por comida. Son reflejo de la escasez, mala distribución, baja producción o todo junto a la vez”.

Mires comenta que las colas en Venezuela en abril de 2016 le recuerdan los últimos años de Salvador Allende en Chile, su tierra natal, donde tuvo que hacer fila para comprar combustible. “Lo peor era cargar los bidones llenos hasta la casa, en pleno invierno. Por esas cosas no quiero nada con el socialismo”. Sin embargo, descarta las comparaciones entre Chile y Venezuela. En realidad, considera que no se pueden igualar las realidades en América Latina.

El politólogo residenciado en Alemania tenía dos años sin venir a Venezuela y ciertamente la ve cambiada. Pese a que ha sido la más corta de todas las visitas realizadas a un país por el que tiene especial interés político, siente que ha sido la más productiva por el intenso intercambio de visiones dentro de la política venezolana, sobre todo de la oposición. “Esta vez no fue posible con el chavismo, a diferencia del encuentro anterior en el que Juan Carlos Monedero (partido Podemos de España y asesor del gobierno de Hugo Chávez) se molestó cuando le pregunté cómo pensaban instaurar el socialismo en Venezuela con 40% de la población en contra (en ese momento esa era la proporción de la oposición venezolana).

La tensión económica y política llevará a Venezuela a una confrontación de una u otra manera, analiza Mires. “No se va hacia nada bueno, no solo por la crisis sino por la distintas posiciones que existen con respecto a cómo superarla. No hay claves de entendimiento entre los distintos actores. El gobierno hizo lo que tenía que hacer desde el punto de vista vocacional: construyó un búnker de poder inexpugnable para evitar que la oposición acceda a gobernar”.

Cualquiera podría ser la salida a esta situación en el país, donde la historia no siempre es lógica considera Mires. “No será buena hasta que no haya algún tipo de entendimiento; no estoy convencido de que se produzca de forma reflexiva. No lo deduzco únicamente por Venezuela sino la experiencia de muchos otros países. Al diálogo sólo se llega después del conflicto, que podría prolongarse si los actores principales se comportan de modo pasivo. Pero esto entraría en contradicción con su condición: al ser actores políticos, necesariamente tienen que actuar”.

Si los actores se agotan en el conflicto, se produciría una anomia ya no social sino política, entendida como desarticulación o desintegración, evalúa Mires. La política obliga a que los actores se organicen políticamente.

Salida o no salida

Mires no está convencido de que la salida de Nicolás Maduro de la presidencia sea la única solución a la crisis en Venezuela, como no es necesariamente la de Dilma Roussef en Brasil. “Pueden ser salidas constitucionales, pero no son buenas sin no cuentan con la participación democrática, popular e institucional. Lo mejor que puede ocurrir es que fueran en términos electorales, lo que le daría oportunidad de un regreso. Veamos el caso de Fujimori en Perú”.

El politólogo prefiere no hablar de un proceso único en América Latina sobre la salida de los gobiernos de izquierda. “No estoy convencido de la caída del populismo en la región como sostienen algunos analistas. Puede tratarse de retrocesos parciales, donde la gente toma distancia de la ineficiencia de determinados gobiernos, como sucedió en Argentina”. Para el pensador, no se puede trasladar automáticamente el caso argentino o boliviano al venezolano.

Sobre la oposición venezolana, Mires observa que ha ganado legitimidad en su conjunto. “El problema es que para tomar decisiones debe pactar con 4 o 5 partidos importantes, cada uno con líneas políticas definidas, a diferencia del partido de gobierno que, cual régimen monopartidista, decide sin consultar demasiado. La oposición, recuerda, es pluripartidista: entra en conflicto la asimetría. No quisiera estar en el pellejo de Jesús «Chuo» Torrealba».

“La última decisión de la oposición, por ejemplo, fue aprobar cuatro opciones para salir de Maduro, lo cual me pareció una locura política. Aplicado a la ley de tránsito, no puedes circular por 4 vías a la vez”, observa Mires.

¿Democracia en Venezuela?

Mires se considera enemigo de las definiciones exactas. Por ello, en vez de afirmar que en Venezuela hay dictadura, prefiere decir que existen algunos espacios democráticos y otros que no, lo que produce una tensa coexistencia. “Comparar la situación de Venezuela con la dictadura de Pinochet es una aberración. En Chile era imposible hablar en público, en las dictaduras no hay lugar para la disertación: allí no existe oposición sino disidencia. Sin embargo,  el gobierno en Venezuela tiene comportamiento dictatorial: tener presos políticos, por ejemplo. Y no quiere reconocer espacios conquistados por la oposición, como gobernaciones y la Asamblea Nacional”.

¿Cuándo una dictadura deja de serlo? Mires responde que muchas han dejado de serlo sin abandonar el poder, como es caso de Cuba “donde la gente ya no le hace caso al discurso repetitivo del gobierno, la sociedad se articula por su cuenta. Son procesos que se pueden tomar mucho tiempo. En el mundo casi no existen dictaduras en estado puro, así como no existen democracias en estado puro”.

Sobre la posibilidad de golpe de estado en Venezuela, como lo asomó el Ministro para la Defensa Vladimir Padrino López, Mires es tajante: “para que haya golpe de Estado se necesitan golpistas. Para que haya golpistas necesitan uniformados. Un golpe es militar o no lo es. O la oposición está en contubernio con el ejército o hay una parte del ejército que quiere dar un golpe de Estado. Si  habla en esos términos, lanza un mensaje equivocado: muestra más debilidad que de fuerza”.

 

 

 

Abr 25, 2016 | Actualizado hace 8 años
Las 12 frases de Fernando Mires en la Feria del Libro

Fernando Mires

Fernando Mires enmudeció plaza Altamira. Durante hora y media el escritor chileno hizo gala de su agudeza y buen humor, para la reflexión de un publico que lo siguió con atención.

En el encuentro que estuvo moderado por el sociólogo y columnista Tulio Hernández, contó con la presencia del gobernador del estado Miranda, Henrique Capriles, redactor del prólogo de «El cambio. De la muerte de Chávez al 6 de diciembre», el nuevo libro del intelectual chileno; y el alcalde de Chacao Ramón Muchacho, quien es el organizador de la Feria del Libro que se realiza en el lugar.

1. Cuando un gobierno hace que el populismo sea su doctrina algo está mal en la política de ese país.

2. La mentalidad militar no exclusiva de los militares, hay políticos que siendo civiles son más militaristas que los propios militares. Uno de los grandes problemas de América Latina es el militarismo de los civiles.

3. En América Latina la sociedad ha nacido del Estado, y eso ha llevado a un culto excesivo al héroe militar.

4. Queramos o no queramos, Chávez será considerado uno de los grandes líderes de la historia contemporánea de Venezuela. Pero eso no significa que su legado haya sido positivo.

5. En la dictadura de Pinochet no había espacios, aquí en Venezuela hay una oposición.

6. Las definiciones son opiniones personales elevadas al cuadrado de la política.

7. Un proyecto político que no tome en cuenta la pérdida de vidas, no debería ser tomado en serio.

8. Los pueblos no luchan por modelos, luchan por resolver los problemas que se les presentan. Los modelos son tema de los intelectuales.

9. Hay gobiernos que le faltan el respeto a la gente, incluso hay unos que irrespetan al país completo.

10. Yo no creo que ninguna persona esté facultada para abrogarse el derecho a la eternidad. Por ahí están Bach y Mozart, pero ellos no se propusieron lograr tal cosa.

11. Yo creo que con las ideologias tenemos que andar con mucho cuidado y con defensa propia. Ninguna ideología nos dará lo que nosotros mismo no podemos conseguir.

12. El fanatismo es todo aquello que inhibe al pensamiento. En Venezuela va a triunfar el centro y no los radicalismos.

“Quienes predicábamos la violencia en Chile traicionábamos nuestra condición política” por Cientochenta

ENTREVISTA-mires

Fuente: www.cientochenta.cl/

Fernando Mires, historiador, profesor emérito de la Universidad de Oldenburg en Alemania, autor de numerosos artículos y libros sobre filosofía política, política internacional y ciencias sociales. En 1969, fue nombrado profesor en la Cátedra de Historia de América Latina del Instituto de Sociología de la Universidad de Concepción. Siendo miembro de la fracción disidente del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) de esa ciudad, en 1974 tuvo que abandonar Chile como consecuencia del golpe de Estado. 40 años después, nos cuenta su experiencia y también sus reflexiones y críticas sobre el hecho que ha marcado nuestra historia reciente.

¿Cuál cree usted que fueron los factores que más incidieron en el quiebre institucional chileno en 1973? ¿Qué lecciones deberíamos sacar de aquello?

-Desde el punto de vista social el programa de la Unidad Popular (UP) era excluyente. Era un programa hecho para las clases medias y los trabajadores industriales. Dejaba afuera a enormes cantidades de desocupados, informales, y campesinos sin tierra. Para ellos no había ni siquiera lo que hoy se denomina política social. Mérito del MIR fue haberlos reconocido como “pobres de la ciudad y el campo”. Su desgracia fue haberlos movilizado junto con los sectores castristas del Partido Socialista (PS) en un sentido insurreccional para el cual nadie estaba preparado. Ahí hay un segundo punto.

No sólo EE.UU. intervino en Chile. El Partido Comunista (PC) actuaba de acuerdo a lo que dictaba Moscú. El MIR y el PS Altamirano actuaban de acuerdo a lo que dictaba La Habana. Chile, como la España republicana, se convirtió en campo de experimentación de fuerzas políticas externas. Sobre ese punto hay muy pocos estudios.

El significado de Cuba debe ser evaluado. Los cubanos entraban y salían de la Moneda como Pedro por su casa. El castrismo ha hecho mucho daño, no sólo en América Latina.

Por cierto, eso no excusa que los sectores del centro político, los más llamados a unirse con las fuerzas democráticas de la UP, sobre todo la Democracia Cristiana (DC), se hayan dejado llevar por la marea golpista impulsada desde la derecha, particularmente desde el Partido Nacional y Patria y Libertad. La derecha, a su vez, capituló frente a su imagen republicana (portaliana) que ella misma había construido. En un tiempo se decía: Chile es la única nación latinoamericana que dispone de una verdadera derecha política. Lamentablemente no era así.

Hay por cierto razones subjetivas. Allende, siempre arrogante, sobrevaloró su capacidad de negociación. Por otra parte, dudo de que haya existido en el mundo alguien tan traicionero como Pinochet. Sobrepasó todos los límites. Era definitivamente un demonio. Y ¿Altamirano? Nadie ha sido tan irresponsable como él.  Esos factores, los llamados subjetivos, también juegan. A veces falta la persona adecuada para que no ocurra lo que va a ocurrir.

En mi opinión el golpe era perfectamente evitable. Faltó voluntad política, capacidad de corregir sobre la marcha, decisión; y eso fue así hasta el último minuto. Recuerdo muy bien el día lunes 10 de septiembre: Estábamos reunidos, los de la fracción disidente del MIR de Concepción, al lado de la radio esperando la voz de Allende quien -así se nos había comunicado- iba a llamar a un plebiscito. Según nuestra evaluación el plebiscito podía ser una buena salida pues si  había golpe debería aparecer no en contra  de la UP sino en contra de un plebiscito democrático aceptado por la propia DC. Eso habría cambiado la constelación política. Pero a última hora, todavía no sé por qué, Allende anunció que esa noche no iba a hablar a la nación. Recuerdo que todos nos miramos asustados. Según mis amigos yo dije en ese momento: “jodimos”.

En su opinión ¿El uso de la violencia como medio, horadó el espacio político necesario para el diálogo democrático?

-La violencia, si no condición natural es condición primaria de la estructura humana. Para evitarla se inventó la política, vale decir, la  posibilidad de luchar con palabras y no con armas. Para decirlo con Hannah Arendt, “ahí donde no hay política hay terror, ahí donde hay terror hay violencia”. La crisis de la política (que no es lo mismo que una crisis política) comporta consigo la recaída regresiva en la violencia primaria que anida en cada ser. Quienes predicábamos la violencia en Chile traicionábamos nuestra condición política. Algunos aprendimos las lecciones; otros, la mayoría, mantuvieron el mismo discurso de antes.

Además, creo que Chile es un país donde hay, o por lo menos, había, mucha violencia latente. Cada escuela, cada liceo, sobre todos los estatales, eran nidos de violencia. La burla al débil, al “afeminado”, el culto a la fuerza bruta y a la procacidad, eran parte constitutiva de nuestra cultura. Recuerdo que en el liceo donde yo estudié había un juego llamado la “peladilla”. Consistía en que un grupo se dejaba caer sobre ti y te jalaban las testículos hasta que tu desde el suelo gritabas de dolor (chiflabas). Eso era, definitivamente, tortura. Bajo Pinochet la tortura fue instititucionalizada. De esos tiempos escolares casi no quiero acordarme. Para muchos fueron traumáticos. Creo que la dictadura no inventó la violencia. Sólo le dio salida, y ahí se vio lo que estaba contenido, sobre todo en la oscuridad sórdida de los cuarteles.

¿Considera usted que se ha reflexionado de manera profunda acerca de las responsabilidades previas y posteriores al quiebre de 1973? ¿Cómo deberían abordar estos dilemas las nuevas generaciones?

-Se han escrito muchos libros, pero no los que necesitamos.  Casi todos han sido libros ideológicos, o textos donde se busca “al culpable”. Pero siempre los culpables son los demás, “los otros”.

Intentando una clasificación yo hablaría de tres tipos de textos:

1)    Testimonios, los que, a pesar del respeto que merecen sólo pueden ser considerados como textos auxiliares en la reconstrucción de la historia.

2)    Los populistas, o si prefieres, los movimientistas, según los cuales siempre hay un pueblo en movimiento o en disposición revolucionaria para terminar siendo  “traicionado” por los partidos.

3)    Los estructuralistas, sobre todos los marxólogos, por lo general trabajos de doctorado o diplomas confeccionados al gusto de academias europeas o norteamericanas. Tú empiezas a leer uno de esos textos y a la dos páginas, ya sabes lo que sigue. Así como antes los “culpables” eran el imperialismo, la CIA y la ITT, ahora son la globalización y el neo-liberalismo. Pura paja. No sirven para nada.

La izquierda chilena interiorizó la tesis que popularizó Galeano, la de que siempre somos víctimas y nunca hechores.

Pero no se trata de buscar culpables sino de encontrar razones. Lo que te quiero decir es que lo que nos falta es una historia política del proceso que llevó al golpe, una que hubiera realizado un seguimiento estricto a los acontecimientos reales, tal como se presentaban en su tiempo.

Quizás esa historia política no ha sido escrita para no incomodar acuerdos partidarios. En ese sentido la izquierda chilena cultiva como mala de la cabeza el oportunismo. Cuando se formó la Concertación en 1989 por ejemplo, esa sola fundación implicaba una ruptura definitiva con la ideología cubana.  ¿Crees tú que alguien mencionó esa ruptura? Nadie.

Los fundadores de la Concertación pasaron agachaditos bajo los puentes de la historia, para que nadie se diera cuenta de lo que estaban haciendo. Por eso me explico por qué los jóvenes de hoy todavía rindan culto a mitos violentistas de un pasado que no conocen ni entienden. Y es claro, sus antecesores nunca derribaron esos mitos, cambiaron simplemente de “línea” como quien cambia de ropa para asistir a una fiesta. Nada más. Hay mucha  hipocresía dando vueltas por ahí. Por eso yo viajo a Chile lo menos posible. No me hace bien. Lástima, es un país lindo.

En Chile, la defensa y respeto por los derechos humanos,  aún parece una especie de trinchera que se defienden según conveniencias y no una cuestión ética ¿Cuál es su opinión al respecto en relación a ese uso utilitario de los derechos humanos?

-Efectivamente es así. Yo he conocido a personas que condenan los crímenes que ha cometido Pinochet y callan con respecto a los de Castro. Más todavía, veneran a Castro.

Cuando yo colaboraba con Amnesty International en Frankfort, al comienzo de mi vida exiliada, tuve acceso al dossier sobre Cuba. Las torturas y los asesinatos eran los mismos que los cometidos en Chile. ¿Por qué un asesinado o un torturado cubano debía  tener menos valor que un asesinado o un torturado chileno? Nunca he podido entenderlo.  Además, muchos no se dan cuenta que al callar sobre lo uno y al lamentar lo otro pierden toda credibilidad. Y para hacer política, hay que ser creíble. De eso estoy seguro.

Cierto, no es sólo un problema chileno. He conocido personas en Europa las que al mirar el caballo herido de la Guernica de Picasso derraman lágrimas, pero cuando ven a los niños muertos en las calles de Homs, en Siria, apagan la televisión. No solo los cocodrilos derraman lágrimas de cocodrilo.

Tomando en cuenta los procesos de cambios en los que parecemos encontrarnos  hoy como sociedad ¿Cuál cree que debería ser el mensaje central hacia las nuevas generaciones, con el fin de evitar el desarrollo de la violencia?

-Ninguno. Si una persona de edad da consejos a un joven, éste va a hacer todo lo contrario, y es bueno que así sea.  El ser humano es edípico.  Pero si tuviera que dar de todos modos uno, yo diría “no crean todo lo que cuentan sus padres y abuelos. El pasado es usado no pocas veces como instrumento de autolegitimación. Indaguen, investiguen por su cuenta y van a encontrar muchas sorpresas. Se los aseguro”.

Y si me pidieran obligadamente otro consejo, sería  el siguiente: “todos los ídolos, todos sin excepción, todos tienen pies de barro”.