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Fascismo

“Fascistas neoliberales”: mamarrachada conceptual

 

Tachar a la oposición de fascista y neoliberal al mismo tiempo es absurdo. La idea de un “fascista neoliberal” es  un adefesio semántico, una mamarrachada conceptual

 

@AAAD25

La neolengua chavista que hoy copa casi todos los espacios de poder en Venezuela se ha discutido mucho, con conclusiones por lo general desfavorables para ella. Desde todos o casi todos los puntos de vista es un ejercicio retórico despreciable. Ha degradado el discurso político nacional hasta convertirlo en gritería propia de un pleito entre borrachos, con insultos y groserías a la orden del día, ignorados olímpicamente por Conatel, a pesar de que son exclamados en horario no apto para menores en cadena nacional. Quienes lo vivieron (yo ni había nacido, pero me han contado), ¿recuerdan la reacción de escándalo cuando a Lusinchi se le ocurrió espetar frente a las cámaras un “Tú a mí no me jo…”? Eso no es nada frente a lo que ahora se escucha desde las tarimas en Miraflores y, para ser justos, las bocas de uno que otro dirigente opositor. En vez de avergonzarse, todos creen que se la están comiendo.

Está además la militarización del verbo. Toda forma de expresión de la vida civil tiene que ser metamorfoseada para que parezca salida de unas barracas. Así, por ejemplo, las bases del partido son “unidades de batalla”. Los cónclaves de figuras destacadas son “Estados Mayores”. Hay un “Estado Mayor de la Cultura”, que reúne a artistas e intelectuales oficialistas, y un “Estado Mayor de la Comunicación”, con periodistas.

¿Hay algo más incoherente que las artes, la filosofía y la prensa, reinos por naturaleza de la diversidad, actuando bajo lineamientos militares?

La cosa no pasaría de farsa de mal gusto si no se tratara de un síntoma de la pretendida imposición desde el poder político de una uniformidad vertical del pensamiento y la acción, con inquebrantables estructuras de orden y obediencia, en la que el disenso es un enemigo que debe ser exterminado.

Tal vez el peor aspecto de la neolengua revolucionaria sea su obsesión por cambiarle el significado a los términos, para armar un vocabulario con el que explotar la insuficiente educación que en gobiernos anteriores fue una falla, y que en este más parece un objetivo. La cuestión ya fue tratada en este espacio, con foco específico en la transformación roja endógena de la palabra “oligarca”. Esta vez se hará un examen similar con otros dos descalificativos predilectos del chavismo: “fascista” y “neoliberal”.

A ver. Con estos adjetivos el PSUV y sus aliados se refieren sistemáticamente a la oposición, y sobre todo a sus dirigentes. Es decir, para el chavismo quienes lo adversan son al mismo tiempo fascistas y neoliberales. Pero, la idea de un “fascista neoliberal” es un adefesio semántico, una mamarrachada conceptual. Porque resulta que el fascismo y el liberalismo son inherentemente antagónicos. Se rechazan sin posibilidad de conciliación. No pueden convivir. La presencia de uno implica la ausencia del otro. Advierto de una vez que me deshago del prefijo “neo” por considerar que su añadidura a la palabra original constituye una etiqueta vacía, usada peyorativamente por la izquierda radical trasnochada. En realidad hay personas liberales y ya. Aunque se inspiren en autores más modernos que los clásicos de esta corriente (Smith, Ricardo, etc.), dudo que se hagan llamar “neoliberales”.

No es por menospreciar a nadie, pero tengo la impresión de que si se le preguntara a quienes repiten los señalamientos de fascismo y neoliberalismo en qué consisten esas acusaciones, no sabrían responder más allá de que son “algo malo”. Y es que el discurso de los líderes chavistas no arroja mayores luces sobre lo que significan los descalificativos que usa. Se limita a relacionarlos vagamente con comportamientos universalmente repudiados: egoísmo, prejuicio, violencia, etc. Es así como dos opuestos pueden convertirse en sinónimos.

Solo hace falta una indagación superficial, pero independiente, de los conceptos de liberalismo y fascismo para revelar su falsa fusión. En tal sentido, revisar sus orígenes basta. Comencemos por el más antiguo de los dos, el liberalismo. Su génesis está ligada al ascenso, en Inglaterra, de la burguesía comercial en el siglo XVII, a la que en el XVIII se le añadió la naciente burguesía industrial. A diferencia del continente europeo (con la excepción notable de Holanda), en la nación insular fueron los burgueses, y no la monarquía absoluta, quienes desplazaron a la nobleza terrateniente feudal como estamento dominante.

En torno a la nueva aristocracia, cuyos valores eran diferentes a los de la anterior, surgió una filosofía que pregonaba principalmente el laissez faire (“dejar hacer”). Esto es la mínima intervención del Estado en la economía nacional, dejando a los emprendimientos individuales relacionarse libremente en el mercado bajo leyes de oferta y demanda. Las autoridades públicas controlan lo menos posible la producción y distribución de bienes y servicios. Para los liberales, esto no necesariamente deriva en las injusticias sociales denunciadas por el marxismo. Sostienen que bajo este régimen el esfuerzo permite hasta a la persona de orígenes más humildes salir de la pobreza, y que la libre competencia estimula el ahínco por el trabajo de calidad. Todo eso se traduce, según ellos, en una colectividad más próspera por el agregado de individuos que luchan por su beneficio individual.

Aunque el liberalismo originalmente se concentró en aspectos económicos, con el tiempo algunas de sus tendencias se extendieron a lo social. Ejemplos: la libertad de cultos dentro de un Estado laico y, más recientemente, la libertad de identidad sexual y de consumo de sustancias tradicionalmente prohibidas.

Toca su turno ahora al fascismo. A lo largo del siglo XIX, gracias a la industrialización, la burguesía fue ganando terreno político en el continente europeo, como antes lo hizo en Inglaterra. El resultado de la Primera Guerra Mundial fue la estocada final para las monarquías absolutas y las viejas aristocracias agrícolas de “sangre azul”. Es entonces cuando surgen los movimientos fascistas entre los sectores más conservadores de la población, como una reacción, no solo al comunismo que amenazaba desde Rusia, sino a la consolidación del liberalismo.

Los dolientes del antiguo régimen no concebían una sociedad flexible de clases sociales, en la que se podía ascender y descender gracias al dinero. Añoraban el viejo sistema de división férrea por estamentos. Criticaban la situación del proletariado en el marco del capitalismo liberal, pero no porque la burguesía lo explotara, como sostienen los marxistas, sino porque lo explotara para su ganancia individual, sin considerar las “necesidades de la nación”.

El fascismo concibió un sistema económico en el que conviven la propiedad pública y la privada, pero con esta última totalmente sometida a los intereses del Estado, lo que se traducía en los intereses del partido de gobierno (ya que los fascistas identifican exclusivamente su ideología con el bienestar de la patria, igual que ciertas personas). Ello implicaba regulaciones para todo. Es el corporativismo de Mussolini, emulado en Portugal y Brasil con el nombre de “Estado Novo”.

Para tener de su lado a los campesinos y trabajadores, el fascismo les vendió la promesa de un futuro de gloria y redención nacional, el destino de una raza superior de la que son parte. Lograrlo implicaba una épica en la que todos, desde el ejecutivo más alto hasta el trabajador más humilde, conocen su papel y están felices de representarlo. Las clases sociales, en vez de luchar entre ellas, armonizan y luchan contra el sistema financiero internacional y los enemigos internos (etnias inferiores, inmigrantes, degenerados homosexuales, etc.)

¿Es todo esto cónsono con los principios liberales? Obviamente no. Ambas formas de pensamiento se han considerado desde el principio una amenaza el uno para el otro. El fascismo incluso depuso su conflicto con los comunistas para que entre los dos exterminaran el liberalismo europeo. Así estalló la Segunda Guerra Mundial. Alemania y la Unión Soviética se lanzan a conquistar el Viejo Continente. Pero la traición anticipada de Hitler a Stalin volteó la tortilla y llevó a una alianza entre los soviéticos y las democracias liberales (Estados Unidos, Reino Unido y Francia), que sepultó a los regímenes Mussolini y Hitler.

Así pues, tachar a la oposición venezolana de fascista y neoliberal al mismo tiempo es absurdo. Dicho lo anterior vale la pena preguntarse si se la puede catalogar en al menos una de estas categorías. ¿Está la MUD dominada por el liberalismo? Para nada. No hay que ser politólogo para darse cuenta de que la mayoría de los partidos que la componen pregonan alguna forma de socialdemocracia. Tiene sentido. Desde la revolución de octubre de 1945 esa ha sido la filosofía política predilecta de los venezolanos. Solo el chavismo ha podido disputarle esta posición, no con mucho éxito desde al menos el año pasado. En todo caso pueden verse aproximaciones al liberalismo en Vente Venezuela, el partido de María Corina Machado. Porque este país nunca ha tenido una tradición liberal como fenómeno de masas. ¿No lo cree? Pregunte por ahí a la gente si estaría de acuerdo con la privatización de Pdvsa y la UCV. Apuesto a que pocos responderían afirmativamente.

¿Y el fascismo? Por favor. Si tiene dudas, relea los párrafos anteriores. Hablar de fascismo en la MUD es una necedad todavía mayor.

Disertar sobre las cuestiones de la neolengua puede parecer una nimiedad mientras el país atraviesa esta tragedia. Pero no lo es. Estamos ante un Gobierno que se toma en serio la tesis goebbeliana de la mentira convertida en verdad por haber sido repetida mil veces. Combatir esa retórica es una forma de lucha válida, y discúlpenme si yo también sueno como un civil de verbo militar al decir esto.

Nota del editor: este artículo, publicado previamente en julio de 2016, se actualiza hoy a propósito de la Ley Antifascismo, aprobada en primera discusión en la Asamblea Nacional oficialista.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

 
 
 
Exponiendo los mitos sobre el centro político

@AAAD25

¿Quién puede dudarlo? Son buenos tiempos para el radicalismo político. La “cuarta oleada” de democratización (palabras de Samuel Huntington) está en franco retroceso. La democracia global enfrenta los que tal vez sean sus mayores desafíos desde la derrota del fascismo. Por todas partes aparecen caudillos carismáticos pero de talante autoritario, capaces incluso de hacer tambalear una república tan sólida como lo es Estados Unidos. Para justificar filosóficamente su sed insaciable de poder, a menudo recurren a ideologías extremas. Oídos que presten atención no les faltan. Masas de ciudadanos descontentas por la corrupción o indolencia de elites tradicionales, por dificultades económicas o injusticias sociales. Equivocadamente creen que si la democracia no remedia estos problemas, se puede prescindir de ella.

Olvídense de rechazar a los déspotas, o a quienes aspiran a serlo. Ahora, para muchos, besar las botas a un amadísimo líder y abrazar irreflexivamente su fachada ideológica es lo antisistema, lo rebelde, lo punk y, ergo, potencialmente lo cool (aquí también hay algo de puerilidad revolucionaria, como en los versos de «Search and Destroy» entonados por Iggy Pop, pero eso dejémoslo para otro artículo). 

En cambio, pronunciarse en defensa del respeto y la pluralidad de ideas es visto por esas personas como una actitud tediosa, estéril y pusilánime. Todo lo que se asocie con el centro político es así despreciado.

Pero, ¿tan terrible es el centro como lo pintan sus empecinados detractores? Hoy me propongo refutarlos y exponer sus ataques como puros mitos.

Antes de proceder, brindaré una definición de “centro político” para aquellos que no estén familiarizados con la idea o la hayan malinterpretado. Comenzaré con una negación: el centro no es una ideología. No tiene carga ideológica propia. Más bien es un compromiso ético. Una forma de atar el pensamiento y la acción políticos a ciertas virtudes, como la moderación, la humildad y el apego a la diversidad de ideas y al debate respetuoso entre las mismas. El centro es, además, solo un punto de referencia que nadie puede ocupar (por eso le rehúyo a la expresión “centrista” y prefiero “cercano al centro”). Si les suena a entelequia, es porque lo es, pero no teman. Que algo no tenga manifestación tangible no significa que no exista (de hecho, Hegel puso a los entes puramente ideales en un plano “superior” de existencia con respecto a los entes materiales). El pensamiento ético de Aristóteles quizá ayude a visualizarlo. Así como la virtud es un punto medio entre dos extremos viciosos (por ejemplo, la valentía yace entre ser cobarde y ser temerario), el centro siempre está entre dos posturas ideológicas intransigentes y autoritarias. Muy bien, ahora sí, vayamos a examinar lo que nos plantean los enemigos de este señor.

 Mito no. 1: «El centro es para gente sin principios”

No. Como ya dije, el centro es un conjunto de principios, empezando por la moderación, o templanza. Al menos desde Platón o los estoicos, la templanza es una virtud. En lo que nos atañe, abstenerse de poner los objetivos ideológicos por encima de cualquier otra consideración y de creer que justifican cualquier medio para lograrlos. Otro de los principios es la humildad, o el reconocimiento de que las convicciones propias no pueden dar respuesta a todos los problemas y pueden tener fallas. Por eso, es importante respetar el desacuerdo y estar preparado para debatir y negociar con otros. Tolerancia, otra de las virtudes en cuestión aunque, como veremos más adelante, ciertas condiciones aplican. Todos estos principios pueden ser adoptados por militantes de distintas ideologías: conservadores, liberales, socialdemócratas, etc. Pero chocan a los militantes dogmáticos y obtusos, que los ven como una falta de virtud, por no alinearse invariablemente con sus respectivos idearios.

 Mito no. 2: «El centro es para cobardes que quieren estar bien con Dios y con el Diablo»

En realidad las personas próximas al centro tienen que alzar la voz cada vez que surge su némesis natural: el extremismo. Extremismo de todo cuño. A diferencia de los militantes ideológicos duros, los cercanos al centro no discriminan enemigos por ideología. Eso significa que tienen que enfrentar a un grupo muy diverso de enemigos: fachos, ñángaras, ultraconservadores, anarcocapitalistas antidemocráticos (de las escuela de Hans Hermann Hoppe), etc. Así que el centro exige denunciar a los extremistas dentro del campo ideológico propio. Créanme, para eso hace falta mucha valentía. Fácil cuestionar el liberalismo radical si eres de izquierda. Criticar el socialismo radical no lo es tanto.

 Mito no. 3: «El centro es de blandengues no aptos para asumir el radicalismo con el que hay que confrontar a los tiranos»

Este mito parte de una extrapolación errónea. El centro es un concepto que solo tiene sentido en el debate ideológico, asumiendo un entorno democrático ya existente. Por lo tanto, es una noción ajena a las estrategias para lidiar con regímenes autoritarios. Se puede ser próximo al centro en un entorno democrático y hacer lo que se tenga que hacer para enfrentar una dictadura. Lo primero no tiene nada que ver con lo segundo. Para muestra la lucha de socialdemócratas (centroizquierda) y democristianos (centroderecha) contra la autocracia de Marcos Pérez Jiménez.

 Mito no. 4: «El centro es para pedantes que se creen más allá del bien y del mal».

Graciosamente, este mito y el no. 1 chocan. Son una antinomia, lo cual no impide que los extremistas se valgan de ambos (la coherencia no es muy amiga de estos señores). De nuevo, uno de los valores del centro es la humildad. Entender que ninguna ideología es incuestionable y que, por tanto, toca coexistir y negociar. Eso es democracia. Mucho más arrogantes son los militantes ideológicos extremistas. Los que se creen iluminados por una verdad inapelable y que eso los faculta para suprimir a quienes piensen distinto. Eso sí, los adyacentes al centro, por lo dicho previamente, tienen que repudiar a los extremistas, aunque eso los haga lucir pedantes ante los repudiados. Aquí aplica la paradoja de Popper: solo los intolerantes merecen la intolerancia moral. Que los extremistas chillen y digan que quienes los señalan son soberbios. No importa. Lo que se está haciendo es defender el derecho al disenso ante sus enemigos.

Y con esto hemos llegado al final de nuestro recorrido mitológico. Espero que les haya servido para ver cuán vacíos son estos ataques al centro político. Si les interesan los mitos, mejor léan la Metamorfosis de Ovidio, el Popol Vuh o el libreto de Tannhäuser. No crean en cuentos contra el centro, que no es ningún monstruo que se los va a comer. Acérquensele. El futuro de la democracia y la civilización bien podría depender de ello.

El populismo exhausto

El populismo exhausto

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Entre la mentira y la ficción del consenso, por Asdrúbal Aguiar

EN VARIAS DE MIS COLUMNAS vuelvo y repito, tanto como puedo, el análisis que un notable jurista además de periodista italiano, Piero Calamandrei, hace acerca del fascismo. Lo conoce en sus entrañas y lo padece.

Salvando las distancias, Cuba y Venezuela, su colonia, son hoy una réplica al calco, por más que sus corruptas y criminales burocracias se disfrazacen de socialistas del siglo XXI o progresistas.

El autor describe el régimen de la mentira (Il fascismo come regime della menzogna, edición póstuma, 2014) y señala que es más torvo que su simple vivencia bajo la ilegalidad. Simula la legalidad. Es el engaño, legalmente organizado, a la legalidad. Se mueve en el terreno cotidiano de la manipulación y el fraude constitucional, y en el de la doblez en sus comportamientos.

A sus prácticas sistemáticas contrarias a la ley – sus crímenes y delitos – les dan una vuelta y las presentan como legales o, en su defecto, al descubrírselas, las endosan o atribuyen a sus adversarios. La mentira política, connatural a la corrupción y degeneración que se sufre bajo tal sistema, es para sus actores, en efecto, “el instrumento natural y fisiológico de gobierno”.

Recuerda Calamandrei el cinismo del fascismo. Construye sus escenarios políticos, además, fingiendo el consenso popular. Se nutre del Discurso del servilismo voluntario, escrito por Étienne de la Boétie (1530-1563), que mejor se entiende con las cajas CLAP que le sirven al régimen de Nicolás Maduro en Venezuela para la compra de conciencias e imponer el silencio crítico, dando o negando el alimento diario; o exigiendo firmar contra Donald Trump por las sanciones que le ha impuesto a él y sus cómplices, como miembros de una asociación criminal vinculada al narcoterrorismo.

La Boetié cree que todo tirano se apoya en una minoría de aprovechadores y corruptos, pero cuenta con el sostenimiento pasivo de una mayoría de imbéciles – eso afirma – que, entre el riesgo de la rebelión y la oscura resignación, prefieren perder la libertad y salvar la vida. Se acomodan, sencillamente.

Calamandrei admite que hasta las más malditas y odiadas dictaduras o dominaciones extranjeras – es el caso la de Cuba sobre Venezuela – arguyen ese consenso tácito de los oprimidos, como fundamento de sus legitimidades; lo que ciertamente hacen y con desparpajo, sólo porque durante “un período que puede durar decenios de sufrimiento” las tentativas de cambio “no encuentran medios prácticos que las hagan explotar en una revolución victoriosa”, frustrándolas.

Que el país no reaccione ante tanto dislate y mendacidad sistemática lo explica Calamandrei.

La uniformidad en la verdad y la “desorientación y mortificación de las inteligencias” adversas que impone el régimen a través de la propaganda totalitaria y el control de todos los medios, causa anemia crítica, división; y el terror sembrado por los grupos armados y espías, que se cierne contra quien osa desnudar la mentira, completa la tarea.

En cuanto a lo primero, tenemos a mano la denuncia reciente por los responsables de la destrucción y desaparición reales de la república de Venezuela, quienes le atribuyen a la cabeza restante de esta: Juan Guaidó, despedazar la soberanía nacional y entregar a Guyana el Territorio Esequibo.

Cabe repetir, entonces, lo sabido y veraz.

Ha sido descuartizado el territorio venezolano y entregado para su canibalización al ELN, las FARC, Hezbollah, Cuba, Rusia, Siria, China, Líbano, y el “pranato” – grupos criminales armados – al servicio de éstos, por Maduro.

Se ha hecho desdorosa la historia reciente de nuestra lucha por la defensa del Esequibo desde cuando asume el poder, en 1999, Hugo Chávez Frías, un felón: En 2009 el embajador guyanés en Caracas le intima a renunciar a la reclamación, y guarda silencio, mientras su canciller, Maduro, acepta que lo que se debate es la validez o no del laudo arbitral que nos despojó de la parte oriental venezolana, coincidiendo con la tesis guyanesa.

No podía ser de otro modo. En 2007, el mismo Chávez señala que la reclamación se originó en una imposición de los Estados Unidos a los gobiernos de la IV República, y antes, en 2004, a la par de su Canciller, Jesús Arnaldo Pérez, omite protestar la entrega del Esequibo por Guyana a empresas transnacionales, para su libre explotación.

Imposible, pues, que se reescriba esa realidad palmaria.

En medio de una dirección y un pueblo como el nuestro, que sólo aprendieron a vivir durante más de medio siglo bajo las formas constitucionales y sus métodos legales, ahora inútiles, lo diría don Piero, ocurre “el tormento chino de veinte años de mentiras enmascaradas en cientos de formas diversas, con expedientes variados, y hechas de modo deliberado para golpear en la ingenuidad de las fantasías”.

Incluso, así, nos cuenta este que esa experiencia del fascismo, la suya, durante veinte años de corrupción y ruinas no lograron contaminar a los mejores jóvenes. Se hicieron inmunes a la tentación materialista de sus dignidades y probidad, y con el apoyo de quienes fueron purgados de la patria, con paciencia y método, con preparación obstinada, al final, rompieron el molde e innovaron: “Non mollare” fue la consigna. No te rindas, ante la maldad y la mentira.

CORREOAUSTRAL@GMAIL.COM 

@ASDRUBALAGUIAR

El miedo como recurso político, por Antonio José Monagas

¿TEMOR AL MIEDO, O MIEDO AL TEMOR? AUNQUE PUDIERAN PARECER TÉRMINOS que confunden actitudes, son condiciones que incitan situaciones distintas. Pues temor no es miedo y miedo no es temor. El temor implica un nivel de acato. Por su parte, el miedo infunde un tipo de acoquinamiento que lleva a esconderse o paralizarse ante el acecho de un poder capaz de dominar, apocar o devastar la temeridad como expresión de vida propia.

La política utiliza el miedo para arrinconar posturas que lucen incómodas a la vista de quien ejerce el poder. Por eso el poder, raya con el abuso. Por cuanto, quien lo detenta se apoya en sus efectos para imponer consideraciones y condiciones que, en medio de la jugada política que su afán de predominio le infunde, se sirve de las mismas para aporrear realidades, deformar razones, humillar esperanzas o amenazar procesos o composturas individuales o colectivas.

Afrontar provocaciones diarias o por doquier, que nunca dan tregua, es terriblemente angustioso y agotador. El miedo llega a convertirse en un arma de doble propósito. No sólo preparada para lastimar o lacerar. También para herir de muerte a quien se atreva a desafiar su capacidad de intimidar. De ahí que el ejercicio de la política, vista con el ánimo de ocupar el espacio por encima de toda ventaja posible que pueda estimarse desde una posición rival, es una conspiración permanente.

Es cuando el miedo se torna en la violencia necesaria mediante la cual quien lo provoca, termina fungiendo como una especie de verdugo o de incendiario de ilusiones validadas y justificadas por el derecho a vivir en libertad. Así que ante lo que una escena así puede representar, es necesario mirar la política como el medio cuyo ambiente puede tentar al político o al gobernante a actuar desde el plano de sus debilidades. Eso lo hace tan peligroso como quien pueda reaccionar intempestivamente ante cualquier contingencia que azore su humanidad. Quizás, fue la razón para que Ludwig Borne, escritor alemán, señalara que “el hombre más peligroso, es aquel que tiene miedo”. Y de ello, obviamente, no escapa ni siquiera quien se arrogue la tenencia del poder.

En la instauración y empleo del miedo como recurso político de gobierno, se inspiró el fascismo. Más luego, el populismo propio de las dictaduras que han acosado realidades políticas durante el siglo XX y en lo que ve de siglo XXI. Así se tiene que Venezuela es un triste ejemplo de lo que el factor miedo ha inducido todo gobierno de corte opresor y represivo, al momento de desgarrar esperanzas y ultrajar derechos humanos.

Después que Venezuela vio nacer hombres de la talla moral de Francisco de Miranda, Simón Bolívar y Andrés Bello, mutó su génesis política. Su naturaleza comenzó a desestimar su talante creador. Se desfiguró su carácter. Sus tierras se prestaron para sembrar resentimientos que se valieron del miedo para cosechar envalentonamientos que las dictaduras padecidas, convirtieron en forma de desprecio hacia valores libertarios. Sólo que el esfuerzo de hombres dignos, revirtió algo de lo que el miedo históricamente inculcó. Sin embargo el empeño tiránico por torcerle el destino que merece la nación venezolana, siguió azuzando realidades. Sobre todo, cuando gobernantes capciosos vieron y entendieron el miedo como recurso político.

 

@ajmonagas

Maduro firma acta de defunción chavista, por Armando Martini Pietri

maduroTibisay

 

Delirante e intoxicado de fascismo, convoca a una Asamblea Constituyente a su retorcido saber y entender, al mejor estilo de los «soviets» bolcheviques de la desaparecida Unión Soviética y la castro-tiranía. Retuerce el marco constituyente para suspender el Estado de Derecho con base en una supra constitucionalidad en su beneficio, y oficializa un tiempo dictatorial. Es un golpe contra la Constitución promovida por Chávez, la muerte definitiva del proyecto chavista. El final de la Quinta República.

Maduro se instala en la ilegalidad y la Asamblea que busca estaría integrada por miembros de organismos afectos al PSUV, tratando de retrasar el definitivo fin del chavismo, algo que hace tiempo resulta inevitable. Tiene miedo, que participen en la elección de los constituyentistas,  aquellos sectores que hoy le adversan y constituyen no menos del 80% del país. Se saca de la manga roja una especie de “Constituyente Proletaria” obediente para instaurar, la dictadura maduro-comunista totalitaria. Abre la puerta para la formalización definitiva del Estado Asociado o colonia que será Venezuela de Cuba. El sueño madurista de su propia Sexta República.

Inapropiado considerar la parte jurídica, cuando especialistas calificados en derecho constitucional, han emitido opiniones diversas que exhiben razones que fundamentan a favor o en contra. Hay razonamientos para todos los gustos y conveniencias, también el oficialismo tiene constitucionalistas de ocasión y bien pagados para que detecten, inventen e implementen distorsiones y trampas.

Después de haber utilizado el control de los poderes públicos y al TSJ para dar un golpe de interpretación interesada, aprovecharon al Papa para enfriar la calle. Han usado como sádicos las armas y los aberrantes colectivos irregulares, para embestir cualquier protesta, saquear y atemorizar. Ahora pretende que una asamblea elegida por él elabore una nueva Constitución, sin molestarse en justificar por qué cree que la actual -redactada por su venerado mentor como elemento fundacional de la pretendida revolución bolivariana- ha caducado.

Lo malo para él y su corte de los milagros mediocres, es que no han podido silenciar al pueblo. El oficialismo necesita tiempo, se está asfixiando por los gases de su propia estulticia al punto de haber sacrificado por su desatino, la confianza de sectores que le brindaban apoyo y sostén de estabilidad y gobernabilidad; más dramático aun, con su torpeza y estupidez, ha logrado que el chavismo se canse de ser engañado y burlado.

Por todo ello, está obligado a recurrir a esta payasada circense de poca monta, acudiendo a una falsa estrategia de demócratas. La verdad es que no tienen el coraje para definirse claramente como comunistas, reverenciadores y servidores de los Castro y confesar que se mantendrán en el poder, utilizando sin recato ni pudor, el engaño, la mentira y victimización.

Socavaron la educación, la formación y los medios de comunicación, para mutilar la libertad de pensamiento; ignorantes y poco patrióticos oportunistas, bolichicos y enchufados, entregaron el país a cubanos que vienen a medrar y llevarse el dinero que el pueblo necesita para siquiera comer; eliminaron el sistema representativo para imponernos el participativo y también lo echaron a la basura, al anunciar que el voto secreto, directo y universal será eliminado a favor de serviles comunas inventadas.

¡Al carajo con el fraude, aceptarlo es peor que proponerlo! Esta demencia conservatoria del poder a costa de lo que sea, no puede ser permitida por el ciudadano al cual engaña y burla, no se debe continuar con la irracionalidad de maduristas que tienen a Venezuela por cárcel y como pranes defienden su territorio. La justicia se encargará de cobrar todo el dolor que está infligiendo, también llegara a quienes han celebrado y aplaudido sus despropósitos cuando tenían la posibilidad de impedirlo.

El conflicto generalizado se vuelve cada día más confuso y complicado. El escenario es variante, lo cual presume problemas de gobernabilidad y convivencia. Pareciera que no hemos visto aun la luz al final del túnel, por lo que el ambiente es volátil e incierto, difícil predecir. Lo que sí luce es que estamos en un punto de no retorno. No es posible apuntalar el país sin cambios profundos en el sistema político y económico actual, la base insustituible de esos cambios es remplazarlos, para enfrentarlos a una justicia renovada, seria, profesional, democrática y, por todo ello, incorruptible, imparcial y confiable. 

El ofrecimiento de elecciones regionales era un calmante de corta duración y con efecto temporal. La mayoría ciudadana está molesta, frustrada por lo devastador de la crisis y la realización de elecciones no garantiza mejora. Las elecciones son necesarias, pero nunca suficientes.

El oficialismo no es inmune a las divisiones, la profundización de las fisuras se hace evidente. Los últimos acontecimientos hacen mella, se sienten y aumentarán las contradicciones. La ruptura podría precipitar cambios, la desesperación y el fiasco diario los está llevando al precipicio cuando se les pide votar a favor de su propia destrucción. El engaño final de Maduro.

Oficialistas sectarios y fanáticos están convencidos, que al convocar el poder originario, se sabrá si se respeta la constitución o se tiene miedo al pueblo y a los diferentes movimientos sociales, porque es allí donde se produce el diálogo y el debate. Es una prueba de fuego, entran a medirse con el pueblo, serán ellos quienes defiendan sus derechos. ¿Cuál modelo de país y democracia defienden? Si se niegan demuestran no creer en el poder originario, depositario de la soberanía nacional. Es una jugada osada, atrevida, peligrosa y riesgosa que entrampa por grosera, manipuladora y embaucadora.  

No existe la menor duda que la convocatoria apresurada demuestra mortificación, angustia, tribulación, es anticonstitucional, sin partida de nacimiento ni forma refrendaría que la certifique, es el acta de defunción que confirma la muerte del chavismo. Con un agravante, que no es la solución a la crisis política-económica, por el contrario, es su profundización.

La rectitud, pundonor, decoro y respeto pasa por impedir a quien se instale en el peor golpismo, siga destrozando al país y a sus ciudadanos.

 

@ArmandoMartini

Alejandro Armas Mar 24, 2017 | Actualizado hace 2 semanas
Obregado, panaderos

Panadero-1

 

La arremetida del Gobierno contra las panaderías sería digna de colarse como ilustración al concepto de “salvajada” en cualquier diccionario. Resulta completamente indignante atestiguar la humillación y criminalización a la que son sometidos encargados y trabajadores de estos negocios, casi siempre pequeños, por fiscales de la Sundde y colectivos chavistas. La actitud de estos denota la soberbia de quien se sabe protegido por el poder y está facultado para pisotear a quien le dé la gana.

Los panaderos se valen de los cada vez menos medios de comunicación libres de control oficialista para alertar a la población que están bien lejos de contar con suficiente materia prima para satisfacer la demanda de pan. ¿Y por qué? Porque los molinos que transforman el trigo en harina a su vez tienen muy poco de este insumo. De nuevo, ¿por qué? Porque el trigo no se cosecha en Venezuela y hay que importarlo. Tercera vez, ¿por qué? Porque el Gobierno monopolizó la importación de alimentos mediante su control cambiario y, tras años de despilfarro y corruptelas, ahora está corto en moneda verde. La falta de transparencia en el manejo de esas divisas, en teoría propiedad del público, es tal que no se informa desde hace años a quién le dan dólares, cuánto le dan y cómo se usan.

Pero, está prohibido pensar en juego sucio por ese lado. Nos exigen creer que si hay una mafia en este país es la de los panaderos, unidos en una especie de asociación perversa con el único propósito de hacer pasar hambre al pueblo y generar malestar social que desestabilice la gloriosa e inmaculada revolución bolivariana (me doy cuenta mientras escribo que he recreado tantas veces el discurso victimista de este gobierno nefasto, que ya me resulta repugnante repetirlo hasta en sentido sarcástico).

Por insólito que parezca, ¡todavía hay gente que les cree! Son cada vez menos, pero los hay, prueba viviente del grado de alienación al que es capaz de llegar el ser humano. Por ejemplo, en el contexto de la emblemática panadería de la avenida Baralt tomada por “colectivos panaderos” (a la cual, aunque sus ocupantes aseguran que la medida durará no más de 90 días, cambiaron el nombre y pegaron en las paredes afiches de Chávez), una señora de la zona manifestó su total apoyo porque “el pueblo no puede permitir que portugueses y extranjeros le roben la comida” (en honor a la verdad, otro vecino le replicaba frente a las cámaras de la prensa que “los verdaderos ladrones están en Miraflores”).

Admito que me causaron una conmoción profunda las palabras de la mujer. Siempre he considerado a Venezuela en líneas generales como una nación generosa con quienes llegan de otras tierras. Es muy lamentable cómo el chavismo ha impregnado de xenofobia a unos cuantos de sus habitantes. Xenofobia que, por cierto, de marxista no tiene nada. Se asemeja más al fascismo y sus derivados hoy tan en boga en el Viejo Continente. Es más fácil seducir a las masas con un sentimiento de nacionalidad inherentemente grandiosa y destinada a un porvenir de gloria no logrado hasta ahora por la mezquindad de extranjeros, que poniéndolas a leer Miseria de la filosofía.

Los venezolanos tenemos mucho que agradecer a las diferentes oleadas de inmigrantes que ha recibido a lo largo de nuestra historia. Los portugueses, italianos y españoles que arribaron de forma masiva en los años 40, 50 y 60 no son la excepción. Fueron ellos quienes, por ejemplo, nos contagiaron por primera vez el gusto por el fútbol. Nos han deleitado con sus gastronomías y hecho aportes considerables a la nuestra que, como prácticamente todo lo venezolano, es inherentemente mestiza y multicultural. Sin embargo, pienso que tal vez su aporte más importante fue el valor del trabajo duro como fuente de riqueza y superación. Eso no quiere decir que antes de su llegada no hubiera venezolanos trabajadores. Pero sí debo decir que su ejemplo fue un impulso de esta manera de pensar en medio de una cultura acostumbrada por demasiadas generaciones a la prosperidad fácil por obra y gracia de la renta petrolera.

Recordemos que muchos de esos inmigrantes desembarcaron en La Guaira o Puerto Cabello con una mano adelante y otra atrás. Venían de las partes más pobres de Europa occidental, de países devastados por la guerra y regímenes totalitarios. Aquí comenzaron con emprendimientos pequeños que, con años de esfuerzo, les permitieron progresar individualmente a la vez que aportaban a la sociedad con productos y empleos.

El caso lusitano fue el más marcado en cuanto a inmigración en búsqueda de mejores vidas se refiere. Portugal entró al siglo XX con un atraso considerable en comparación con otros países europeos. No era una nación industrializada, como Alemania, Gran Bretaña o Francia, sino rural. Al igual que España, en algún momento entre los siglos XVIII y XIX se estancó en contables aspectos económicos y sociales. El incuestionable prestigio político del que gozaron las dos monarquías ibéricas luego del descubrimiento de América era cosa del pasado. Y aunque Portugal mantenía grandes colonias en África y pequeños enclaves en Asia, al comienzo del siglo pasado era un jugador menor en el tablero imperialista (en una época en la que tener colonias era símbolo de prestigio para cualquier potencia que reclamara para sí tal condición).

Aunque, a diferencia de su vecina, Portugal no pasó por una guerra civil, igualmente cayó en manos de una dictadura fascista incluso antes que España. Fue el llamado Estado Novo, gobernado con puño de hierro por António de Oliveira Salazar entre 1932 y poco antes de su muerte en 1968. Su sucesor no pudo mantener el control del país y fue removido en la Revolución de los Claveles de 1974, momento a partir del cual Portugal se transformó en la democracia que es hoy. Pero en el ínterin, durante esas más de cinco décadas en un ambiente de pobreza y represión, muchísimos lusos decidieron migrar a América Latina. La mayoría, por razones obvias, se trasladó a Brasil. Pero Venezuela fue el segundo destino más escogido por ellos, a pesar de que había otras naciones con mayor calidad de vida en la región.

Los portugueses aquí son asociados sobre todo con panaderías, abastos y supermercados. Aunque quizás abusar de ello resulte en un estereotipo, no es mentira que ellos se inclinaron particularmente por estos negocios. Y ahora, luego de tanta dedicación y contribuciones a una Venezuela mejor, esos panaderos portugueses (y no portugueses) están en riesgo de que les quiten todo. Para colmo, los sacan de sus propios locales en medio de ofensas xenofóbicas.

El chavismo no solamente pretende que los panaderos sean sus chivos expiatorios en la escasez de comida. Arremete además contra ellos porque simbolizan lo que más detesta: el progreso como resultado del trabajo individual, sin dependencia del Estado o lealtad a un proyecto político. Si hay un empresario ideal en la psiquis revolucionaria, es ese que hace grandes negocios con el Ejecutivo para satisfacer los deseos del mismo, todo esto sobre la base del monopolio gubernamental sobre los dólares (de ellos se vieron unos cuantos ejemplares en el Poliedro ayer).

Si algo bueno se ha visto de esta “guerra del pan” es la reacción de la comunidad de Altagracia a la toma de la panadería en la Av. Baralt. Dese el año pasado varios estudios de opinión pública han detectado un rechazo abrumador entre los venezolanos a más expropiaciones. La gente se ha dado cuenta de qué ha pasado con Clorox, Aceites Diana, Lácteos Los Andes y Café Fama de América, solo por poner cuatro ejemplos. Está harta de eso y lo demostró el martes en la noche exigiendo que la panadería fuera devuelta a sus dueños. Al chavismo no le quedó más remedio que reaccionar con el único recurso de control que le queda: el miedo, las amenazas de violencia por grupos parapoliciales que, encapuchados cual asaltantes de bancos, se metieron en los edificios para exigir el cese de la protesta, bajo el grito de “las calles son del pueblo, no de la burguesía” (pregúntese usted qué burguesía vive en Altagracia, a menos que el oficialismo asuma que la población de la parroquia, donde la oposición duplicó a los rojos en las últimas elecciones, por eso se “aburguesó”).

Aquello fue un gesto noble de la gente y, sobre todo, muy esperanzador. Si el propietario de esa panadería y otros deciden irse a Portugal, y nadie puede culparlo si es así, espero que se lleve como último recuerdo de Venezuela, no los insultos del lumpen, sino el grito de justicia y aprecio elevado esa noche en Altagracia. A esos panaderos la mayoría de los venezolanos les dice obregado.

@AAAD25

Pura coincidencia … por Carolina Jaimes Branger

fascismo

 

El pasado jueves en el Espacio Anna Frank, el Profesor Jon Aizpúrua dictó una charla magistral. Habló del movimiento político que surge enfrentando a las democracias liberales en crisis, en el que un pueblo va desdibujándose para terminar perdiendo las individualidades y termina formando parte de un colectivo que dependerá exclusivamente de lo que diga un líder ultra terrenal, universal, galáctico.

El proceso es el siguiente: el líder carismático e histriónico toma el poder. Al principio es sólo carismático. Luego se vuelve histriónico y allí comienzan a hacerse evidentes los abusos, cuando insulta, habla por horas sobre trivialidades, baila, canta, se ríe, amenaza… Como la democracia liberal imperante está en crisis, el líder  enfoca su potente discurso en dos vertientes: la primera, a destrozar la democracia y los partidos políticos existentes y la segunda, a hacer apología del orden caudillo-ejército-pueblo, la relación ideal para llevar a cabo los cambios profundos y supuestamente, la fuente de la felicidad eterna. El pueblo es el Estado y el Estado es el pueblo. Todo en el Estado, nada contra el Estado, nada fuera del Estado.

Disuelve poco a poco los poderes como los concibió Montesquieu. El Tribunal Supremo de Justicia y el Poder Legislativo desaparecen ante un mega Poder Ejecutivo que centraliza todo. Modifica el ente electoral mediante leyes que le permitan ganar todas las elecciones. La palabra del caudillo es ley, es verdad, es orden. El caudillo no se equivoca. El caudillo es infalible. Su legitimidad reposa en su carisma.

Crea fuerzas de choque paramilitares, que funcionarán como su guardia pretoriana. Disuelve los sindicatos mediante modificación de la Ley del Trabajo, dando paso a un corporativismo donde ya no hay individuos, sino un partido único que forma la nación. El derecho a huelga se abole. Los trabajadores deben inscribirse en el partido único y quien disienta, es despedido y hasta encarcelado.

La educación también sufre lo suyo: buena parte del adoctrinamiento se logra a través de las escuelas, aunque no hay una doctrina per se, sino más bien un pasticho de ideas políticas de toda índole, siempre bajo el paraguas del nacionalismo unitario y el autoritarismo centralista y corporativo. Se inculca la obediencia de las masas (idealizadas y convencidas de que son las verdaderas protagonistas del régimen) para formar una sola entidad u órgano socioespiritual indivisible”.

El revisionismo histórico no se hace esperar. Se exaltan las epopeyas y los héroes. Se recrea la historia como una leyenda donde aquellos héroes de ayer, hoy se identifican con el caudillo. Se utilizan los símbolos y la propaganda. Se escoge un color que identifique al proceso. La propaganda es vital y para su difusión hay que acabar con los medios de comunicación independientes. Como decía Pol Pot en Camboya “el que protesta es un enemigo, el que se opone, un cadáver”. Así de simple, así de macabro. Crea un enemigo externo a quien culpar de todos los males propios, una suerte de chivo expiatorio

En esta etapa se pasa del autoritarismo al totalitarismo. Ya no hay sino un líder, un pueblo sometido y un ejército y una milicia al servicio del caudillo. ¿Le suena conocido, verdad?… El Profesor Aizpúrua nos habló sobre cómo nació y se consolidó el fascismo en la Italia de Mussolini. De manera que cuando a usted le digan fascista, ya sabe de quién le están hablando. Cualquier parecido con la realidad… es pura coincidencia…

 

@cjaimesb

Hipocresía de la Unasur y masacres en Venezuela por Asdrúbal Aguiar

ComisióndelaVerdad

El anuncio, coludido, de una Comisión de la Verdad entre Nicolás Maduro Moros y “sus” observadores electorales del pasado 6D, los de la UNASUR (Samper, Zapatero, Fernández y Torrijos), quienes se empeñan en salvarle del descalabro comicial que sufre y le fallan, reaviva, junto a los comportamientos de éstos y de ahora, la aguda observación del maestro Piero Calamandrei.  El fascismo – característico del gobierno venezolano – es el régimen de la mentira.

Hugo Chávez y Maduro hacen de la ilegalidad su fisiología. La recubren de formas legales, justamente, para el engaño, la trufa, la estafa de la opinión. Pero esta vez, es tal la hipocresía que acompaña a aquella iniciativa – promover una Comisión de la Verdad en el instante en que sus patrocinadores acaban con la soberanía popular y desconocen la ley de amnistía y reconciliación que dicta la Asamblea Nacional electa por el pueblo – que, mientras el mendaz espectáculo tiene lugar, el Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos no encuentra más opción que censurar a sus promotores.

El señor Samper, público aliado de la narco-guerrilla que hasta lleva al foso de la podredumbre a su propio gobierno – al margen falacia ad hominem –  no obstante obvia lo notorio. Su pupilo, Maduro, firma el 29 de mayo de 2003, en presencia de la OEA y el Centro Carter, un compromiso para que el gobierno del que forma parte proceda a instalar una Comisión de la Verdad y Reconciliación “independiente” con motivo de la Masacre de Miraflores, la del 11 de abril de 2002. Pero deja al país y a las víctimas entendiendo. ¡Y es que su jefe Chávez – lo confiesa Isaías Rodríguez 10 años más tarde – sabe y prepara el escenario de la masacre! La usa para limpiar a sus Fuerzas Armadas de obstáculos a fin de apuntalar su salto al comunismo, que matiza como Socialismo del siglo XXI.

De allí los pistoleros de ocasión, los de Puente Llaguno, registrados durante su acción criminal y premiados por la revolución, bajo protesta del fiscal Danilo Anderson, después asesinado. Y al final, al mejor estilo castro-cubano, forja a los chivos expiatorios: Iván Simonovis, Vivas y Forero, condenados sin pruebas por la misma Justicia sirviente que hoy desconoce con sus actos a la Asamblea y cuya elección no alcanzan impedir Samper, Fernández, Zapatero y Torrijos.

A confesión de parte, relevo de pruebas. Lo dicho por el ex Fiscal General Rodríguez consta en la red, para su tragedia: http://www.noticias24.com/venezuela/noticia/102443/en-exclusiva-isaias-rodriguez-habla-de-chavez-profeta-del-amor-su-historia-y-otros-puntos-relevantes/

Vale mucho su manifestación, cabe decirlo. Él y Chávez conocen del riesgo y lo aceleran, con premeditación. Poco les preocupa el resultado. No amainan ni conjuran la masacre previsible y en puertas, lo que los hace penal e internacionalmente responsables junto a sus cómplices. 24 muertos y 222 heridos es el ominoso saldo.

Nada distinto de la mentira e hipocresía, como fisiología del gobierno y sus adeptos, y cuya conservación tanto preocupa al Secretario de UNASUR para blindar oscuros secretos, ocurre luego con la Masacre de Febrero. Ella se encuentra documentada ante la Fiscalía de la Corte Penal Internacional e ilustra la vocación de quienes viven en el mundo de la doblez a fin de que la opinión les pase sus crímenes, justificándoles con la razón revolucionaria. Pero la web, otra vez los desnuda y no les otorga “derecho al olvido”: http://www.ventevenezuela.org/wpinter/uploads/2014/04/250384125DENUNCIA.pdf

Habiéndose iniciado una razzia militar y policial contra el monstruo de mil cabezas – los Círculos Bolivarianos que mutan en colectivos armados y son creados, desde 1998, por Diosdado Cabello, Freddy Bernal y Juan Barreto, entre otros, las reacciones intestinas dentro del gobierno que los cobija – acorralado por la protesta social – no se hacen esperar el día de la Juventud.

Sobre el choque entre colectivos y las armas del Estado, Maduro, al término, los usa a unos y otras para reprimir la ira popular en su contra. Enciende a mansalva la chispa de la vorágine y la atiza. Escoltas del Ministro del Interior asesinan al dirigente chavista Juan Montoya y a los estudiantes Bassil Da Costa y Robert Redman, antes de que la represión indiscriminada anegue de sangre la geografía total de la patria: 31 víctimas fallecidas, 461 heridos, incluidos los torturados.

A la sazón, otra vez aparecen los chivos expiatorios. Los fabrica, a dedo y con saña, el gobierno, y diluye sus masacres con el tu quoque de Julio César, el ¡tú también! de las guarimbas. Leopoldo López es así encarcelado al igual que Antonio Ledezma, y el primero condenado por una juez de utilería a quien premia su patrono, el teniente Cabello.

¡O tempora, o mores!

 

@asdrubalaguiar

correoaustral@gmail.com