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Ministro Maldonado denuncia campaña para que juventud venezolana emigre

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Mervin Maldonado, ministro para la Juventud y el Deporte,  manifestó que la juventud de Venezuela debe asumir varios retos. Producir en pro de la economía del país es uno de ello, lo cual permitirá superar el modelo dependiente de los precios del petróleo.

Durante una entrevista en Televen y a propósito de celebrarse este domingo el Día de la Juventud, el ministro se refirió al aumento de la migración de los jóvenes en los últimos meses asegurando que es un fenómeno que aunque no escapa de la realidad mundial, en Venezuela puede estar influenciado por grandes campañas para que abandonen el país.

“El Gobierno le da la oportunidad a los jóvenes a través de las becas de que salgan a estudiar a otro país, unos vuelven y otros no, eso ya depende de los ideales de cada quien”.

El Gobierno está trabajando para darle a los jóvenes todas las condiciones para que no emigren y se queden en su patria”, lo que muchos consideran que no es así y es por ello que muchas familias venezolanas han tenido que despedir a sus hijos, alegando que no tiene calidad de vida aquí.

Maldonado explicó que en el país ha habido avances en todos los sectores y la juventud ha tenido participación en eso: “A los más jóvenes no hay que idealizarlos, hay que aprovecharlos al máximo para así continuar con los avances en sectores como salud, educación, trabajo, deporte y cultura”.

Finalmente, se refirió al ámbito político que gira en torno al proceso de diálogo el cual está paralizado y que a su juicio, “si no es diálogo, es violencia”. Para él, la mayoría de los venezolanos quiere dialogar para encontrar los solución a los problemas que atraviesa Venezuela, pero existe un sector que está pendiente de sus aspiraciones electorales: “Para terminar con las diferencias debe haber diálogo para que podamos llegar a puntos de encuentro”.

Western Energy realiza seminario educativo en Caracas

La firma americana Western Energy Centro Regional EB-5 viene realizando seminarios educativos en metrópolis de gran afluencia de inversionistas inmigrantes como: Mumbai, Pune, Nueva Delhi, Dubai, Bangkok y Sao Paulo. Ahora, llega a Caracas, los días 7, 8 y 9 de Diciembre en el Hotel JW Marriott para compartir sus casos de éxito con la familias venezolanas.

«Nuestro objetivo es atraer a familias de alto nivel social y económico que desean que sus hijos crezcan y se desenvuelvan en unas condiciones más seguras y progresistas. Nuestro plan es continuar realizando este tipo de labor educativa en el resto de Latinoamérica, incluyendo centros como Buenos Aires y Bogotá.» afirma Neher, CEO de Western Energy firma que se especializa en proyecto de inversión en petróleo y gas. Adicionalmente, sostiene que:

– Es el momento de invertir en esta industria, cuyos precios están repuntando hacia el alza, brindando una oportunidad de financiar productores de bajo costo en Oklahoma, USA.

– Estados Unidos es el tercer mayor productor de Petróleo y Gas a nivel mundial y la industria energética es una prioridad económica y política para ese país.

– Los pozos petroleros de Western Energy se encuentra en el Estado de Oklahoma, el segundo estado con mayor cantidad de perforaciones activas y 5to. en reservas petroleras.

– El equipo de especialistas en Petróleo y Gas de Western Energy tiene más de 30 años de experiencia en la extracción exitosa de más de 100 pozos de petróleo a nivel mundial.

– El modelo económico de Western Energy ha sido aprobado por el gobierno de los Estados Unidos, basado en la variable principal del precio del petróleo, la cual ha sido conservadoramente estimada a un nivel de $20 dólares el barril.

– Es posible una coinversión mínima de $100,000 en capital a una tasa de retorno del 20% adicionales a los fondos destinados para la visa EB-5.

Esta firma cuenta con oficinas en diferentes ciudades de los Estados Unidos: Florida, Washington y Oklahoma. Mantiene contacto directo con las familias venezolanas, a través de sus abogados, contadores y asesores financieros para atender mejor las necesidades de los inmigrantes venezolanos.

«La conciencia del programa EB-5 está creciendo, ya que es el camino más fácil y segura para que las familias venezolanas accedan a nuevas opciones de educación, inmigración y ciudadanía», reiteró Neher.

Para obtener más información sobre los próximos seminarios de la visa EB5 en Venezuela, visite www.wercregionalcenter.com, escriba al correo electrónico en emigrausa@wercregionalcenter.com o también, envíe un tuit a @emigrausa.

 

Venezolanos fuera de casa: La costosa aventura de vivir en Panamá

@EsResonante 

HAY UN DEJO DE TRISTEZA en la mirada de Agustino Bianco que lo acompaña adonde quiera que va. Es un hombre de pocas palabras, de esos que prefieren permanecer callado en las reuniones del colegio donde estudian sus hijas de 8 y 14 años. Las camisas le quedan cada vez más holgadas pero aún su delgadez no es extrema. No es posible dilucidar si está comiendo poco o es de los que rebaja varios kilos de un tirón cuando la preocupación lo arropa. En el caso de Bianco, ambas cosas son probables.

Bianco se mudó a Panamá por una oportunidad profesional. La empresa de tuberías industriales donde trabajaba de gerente de ventas cerró operaciones en Valencia, estado Carabobo, con la intención de arrancar de cero en Centroamérica.

La firma le tramitó su residencia como profesional extranjero con su respectivo permiso de trabajo. Pero cuando todo estaba listo para arrancar, los dueños firmaron un nuevo contrato con el gobierno venezolano y dejaron “guindando” a los ingenieros “trasladados”. La solución que le ofrecieron a Bianco fue reengancharlo en Venezuela con salario de vendedor raso sin rango gerencial.

Como ya había entregado el apartamento donde vía alquilado en Venezuela, Bianco decidió abrirse paso por su cuenta en la capital panameña sin amigos y con muy pocos ahorros.

“Ha sido muy duro salir adelante”, cuenta el valenciano de padre italiano. El presupuesto que calculó inicialmente para mantener a su esposa y dos hijas distó mucho de la cantidad de dólares que en realidad necesitaba. En pocos meses, no tuvo otra alternativa que mudarse de un cómodo apartamento amueblado en una de las avenidas más transitadas de la capital a un pequeño estudio a 40 kilómetros de la ciudad.

Los cuatro integrantes de la familia Bianco ya llevan un año en el pequeño apartamento sin muebles. Lo único que tienen son dos colchones inflables y los artículos personales que guardan en sus maletas.

Y si bien es cierto que Panamá tiene el mayor crecimiento económico de América Latina, con un PIB de 5,8 por ciento en 2015, su capital también es una de las urbes más costosas de la región.

Según la publicación digital Encuentra 24, el precio promedio de un apartamento sin amueblar de 70 metros cuadrados en una avenida comercial, con acceso a transporte público como Vía Porras, oscila entre 900 y 1.200 dólares mensuales.

En las ciudades dormitorios de Arraiján o Tocumen, los precios pueden bajar hasta los 400 dólares, pero los embotellamientos en las horas picos son exasperantes y la gasolina carísima. Con un precio que ronda los 0,79 centavos de dólar por litro, llenar un tanque puede costar hasta 30 dólares.

Para los Bianco vivir fuera de la ciudad ha sido una prueba de fuego. Tienen que despertar a sus niñas a las 4:30 para que lleguen al colegio a las 7:00 y ellos a las 8:00 a la oficina. Además de desembolsar 250 dólares mensuales de gasolina.

Laura Díaz, la esposa de Agustino, ha llorado mucho en los 18 meses que tienen viviendo en Panamá. Hija de padres canarios, Díaz creció en una familia de clase media en San Fernando de Apure. Y aunque no abundaban los lujos, tampoco supo de privaciones hasta el día que decidió mudarse al extranjero.

Ella no extraña los estrenos ni la peluquería, pero le duele no tener dinero para pagar todos los útiles del colegio y una alimentación balanceada para sus hijas. Le parece una ironía que en Venezuela tenía plata y no encontraba lo que quería. Y en Panamá consigue de todo, pero tiene que conformarse con mirar lo que quiere a la distancia, desde el lado de afuera de la vitrina.

“Si pudiera devolver el tiempo y comenzar de cero, averiguaría muy bien cuáles son los oficios y las carreras que puedes desarrollar. Nosotros nos dedicamos a las ventas, y nos vinimos pensando que esto era un paraíso. No conocíamos cómo se maneja la parte comercial, cómo se vende, cómo son las comisiones, cómo son los salarios”, expresó Díaz.

“Pienso que muchos venezolanos nos venimos y decimos: allá resolvemos, si en Venezuela hemos vivido todo lo que hemos vivido, allá hacemos lo que sea, empezando de cero, y resulta que no es tan sencillo. Panamá es un país que te pone muchas limitaciones para ejercer muchas profesiones. Hemos evaluado irnos a España porque yo soy española y allí al día siguiente tengo cédula. Aquí tengo que gastar mucho dinero. Todas las carreras están protegidas”.

Díaz se refiere a los llamados “certificados de idoneidad profesional” exigidos por la ley para ejercer una larga lista de carreras como la medicina, odontología, derecho, psicología, ingeniería, arquitectura, contaduría, periodismo.

Para optar por la idoneidad es indispensable recorrer un largo camino, invertir unos 3 mil dólares y reunir muchos requisitos para alcanzar el primer objetivo, que es una residencia permanente. Si logras ser residente, y aún deseas ejercer una profesión protegida, debes naturalizarte panameño, para lo cual debes vivir en el país durante 5 años y renunciar a tu nacionalidad de origen.

La apureña recomienda sacar bien las cuentas si decides mudarte a Panamá con toda la familia “porque con hijos la cosa es mucho más difícil”. Cree que es necesario venir con ahorros para tener una base para arrancar y tener mucha cautela a la hora de gastar durante los primeros meses del proceso migratorio.

“Más allá de muchos errores que cometimos que hoy no cometería, pienso que no escogería Panamá. Como hija de española, Europa sería mi opción. La legalidad es muy importante. Y aquí es muy caro sacar la documentación. Pero cuando vemos la situación que se vive en Venezuela sentimos que para atrás no hay regreso. Creo que no nos vamos a quedar aquí, pero a Venezuela no regresamos”.

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El resteado

El fin de una relación amorosa fue el último empujón que necesitó Roberto Fuentes para cortar las amarras con Venezuela y probar suerte en otro lugar. La idea de emigrar hacia Estados Unidos le había rondando la cabeza desde la adolescencia pero pasaron los años y nunca logró materializar ese proyecto.

A los 37 años, luego del sacudón emocional de su divorcio, a Fuentes le pareció poco factible alcanzar el preciado sueño americano y lo cambió por otro que parecía más tangible: Panamá. Las ventajas de un país con una economía pujante y una política migratoria que para ese momento era de puertas abiertas le atrajeron de inmediato.

Al magnetismo de un país dolarizado, se sumó a la facilidad de seguir hablando español, la cercanía geográfica para regresar de visita, pero al mismo tiempo mantener a raya el guayabo, y un clima cálido que evitaría innecesarias inversiones en abrigos y pasar el frío parejo durante el invierno.

Fuentes ya había comenzado su camino migratorio dentro de Venezuela, cuando se mudó de Caracas hacia Maturín, estado Monagas, donde era el encargado de una cadena local de supermercados.

Pero en el interior nunca consiguió la tranquilidad que anhelaba al salir de la capital. “Me robaron más veces de lo que puedo recordar. Me quitaron dos motos, un carro, me llegaron varias veces los malandros para que abriera la bóveda. Siempre con pistolas. Siempre fueron robos a mano armada. Uno se acostumbra a que la vida no vale nada”, dice.

Cuenta que en Panamá las cosas no resultaron exactamente color de rosa. “Las cosas han cambiado mucho en los últimos 5 años. Ya no es tan fácil sacar los papeles ni conseguir trabajo y los precios se han disparado”.

Pero desde que se mudó al Istmo nunca ha estado parado. Primero aprovechó sus conocimientos de montañismo y su buena condición física para trabajar limpiando ventanales en los lujosos edificios del distrito financiero de Ciudad de Panamá. Se lanzaba a rapel desde la azotea y pasaba su jornada laboral eliminando la mugre de los cristales, amarrado a la vida con un arnés y una soga.

Ahora intenta abrirse camino por su cuenta manteniendo equipos de refrigeración, aunque no es un área nueva para él.

“Con todo y lo difícil que ha sido no me arrepiento de haber venido. Las veces que he regresado ya no me hallo allá. Aquí estoy más tranquilo y siento que sigue habiendo oportunidades. Bueno, eso es por ahora, porque las cosas podrían cambiar aquí también”, cuenta Fuentes con un poco de preocupación.

Escape de la esclavitud

A Leandro Herrera, de 26 años, lo convenció un conocido de probar suerte en Panamá trabajando en un negocio de servicio técnico de artefactos electrónicos. El amigo puso el capital para montar una tienda en El Dorado, zona donde se concentra la población de origen chino, y Herrera aportaba su mano de obra para atender a los clientes y poner el proyecto en marcha.

El arreglo también contemplaba que compartirían un apartamento que inicialmente financiaría su conocido, pero que pagarían entre todos tan pronto como la empresa comenzara a dar dividendos.

El local nunca dio los resultados esperados para el comerciante venezolano, aunque los conocedores del mercado local saben que los márgenes de ganancia son estrechos y que se necesita un mínimo de 4 años para comenzar a verle el queso a la tostada.

Herrera trabajaba 10 horas diarias, de lunes a lunes, sin percibir remuneración alguna. Y, al final, su benefactor pasó a ser un acreedor porque no le pagaba un sueldo pero sí le cobraba renta, servicios y comida.

La cuenta que sacó el presunto empresario era la siguiente: la habitación amueblada que ocupaba Leandro costaba 400 dólares, los servicios de agua, electricidad e internet sumaban 200 dólares, y la comida otros 300 dólares. Y como esos gastos los iba restando de un sueldo ficticio de 700 dólares mensuales, cada 30 días el desprevenido Herrera sumaba otros 200 dólares a una deuda que en poco tiempo sería impagable.

Para reunir el dinero, el joven técnico decidió extender su jornada laboral desde las 11 p.m. a las 3 a.m. como bartender en una discoteca a las afueras de la ciudad. Pero en unos meses no tenía fuerzas ni concentración para ninguno de los dos empleos.

Un día Herrera se armó de valor y buscó trabajo ejerciendo su oficio por su cuenta, aunque para ese entonces todavía tenía estatus legal de turista. “Ahora me va mucho mejor. Pago mi habitación, mi comida, reuní para sacarme mis papeles y le mando 100 dólares mensuales a mis viejos para que se ayuden con sus gastos”.

“Este camino no ha sido fácil. He tenido que aprender muchas cosas sobre la marcha pero cuando volví a Venezuela en diciembre salí poco con mis amigos. Todos hemos cambiado. Sobre todo yo, porque no puedo creer que todos se hayan acostumbrado a pasar el día haciendo colas, a tener miedo todo el tiempo a que un malandro te mate. Yo ya no puedo. Me regresé a Panamá sin dudas de que no quiero vivir allá”, aseguró Leandro Herrera.

Regresar a la vida

Reina Pietro nunca se acostumbró a vivir en el extranjero. Emigró desde Coro, estado Falcón, a Ciudad de Panamá, donde su esposo montó una empresa de transporte de carga. A diferencia de otros recién llegados, los Pietro nunca tuvieron problemas económicos. Vivían en un cómodo apartamento en la zona residencial de Condado del Rey y su niña comenzó a estudiar en el Colegio Las Esclavas, uno de los más tradicionales y prestigiosos del país.

Pero Reina nunca se sintió feliz. Ni la seguridad de las calles, ni los automercados repletos de comida pudieron llenar el vacío que le dejó la separación de sus costumbres y sus seres queridos.

Con el transcurrir de los meses sólo aumentó la desazón, y el día antes de las elecciones legislativas de 2015, Reina tomó un avión y regresó con su hija a su Falcón natal. “Le pido a Dios que nos dé fuerzas para cambiar y reconstruir a Venezuela. Tenemos que tener fe y esperanza”, dijo en el colegio antes de partir.

Seis meses después reflexiona sobre su decisión. “El país está muy mal y así no hay manera de que uno esté bien. Pero yo no me arrepiento de haber regresado. Debe ser que no soy normal”, expresó.

Reconoce que hay gente que le dice que está loca por volver a un país que atraviesa una severa crisis económica y política. “Es fácil juzgar a los demás cuando tu actitud no te permite ver a los que están por debajo de tu hombro. Las personas que me critican tienen valores cuantitativos. Los míos son cualitativos. Ven un país que muere lentamente y se preocupan porque no pueden comprar un pantalón de marca”.

Reina responde sin vacilar qué tiene Venezuela que no puede encontrar en Panamá ni en ningún otro lugar: “Aquí está mi país, mi gente, mi familia. En Venezuela está mi vida”.

Emigrar a Estados Unidos a través de un negocio: Aquí todas las opciones

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No todos tienen el “talento” para una visa “O”, muy pocos cuentan con una empresa que les patrocine una “H” y así, cada tipo de visa, con su respectiva letra y número, tiene sus requerimientos. A la ya de por sí complicada decisión de emigrar se le suma entonces la duda de escoger cuál es la vía que mejor se adapte a su perfil.  Entonces escucha historias sobre invertir en un negocio para vivir legalmente en Estados Unidos y usted decide hacer lo mismo. ¿Conoce las ventajas  y desventajas de cada una de las opciones?

Las visas para comerciantes o por inversión que permiten vivir en Estados Unidos son E1, E2, L1 y EB-5. Cada una de ellas tiene requisitos y beneficios diferentes. Por ejemplo, la E1 solo está disponible para quienes puedan establecer un tratado comercial con Estados Unidos amparados por un tratado con el país de origen. Solo abarca 50 países.

 

Para la Visa L1

 

En la L1 el solicitante debe trabajar en una empresa que quiera establecer una oficina en los Estados Unidos y es trasladado como ejecutivo para desarrollar esa sucursal a través de un plan negocios y crecimiento que debe cumplir a cabalidad para garantizar su renovación.

“Al principio opté por la L1. Me la dieron, pero por no cumplir con el plan de negocio presentado y el crecimiento esperado no me la renovaron. Entonces opté por la E2 luego de sacar mi pasaporte italiano porque es una visa por inversión que no está disponible para Venezuela. Solo para ciertos países. Pero la visa E-2 nunca me llevaría a la residencia, así que traté de mantener a flote la compañía para cumplir con los requisitos de ingresos y crecimiento hasta que conseguí que una empresa me pidiera y me dieron la H1”, explica.

“Con la H1 pasé varios años para luego pasar a una certificación laboral y luego optar por la residencia. En todas estas inversiones, renovaciones, abogados, planes de negocios, etc. invertí más de 350 mil dólares que no recuperé”, agrega.

 

Para la Visa E2

 

En efecto, la visa E-2 permite a los empresarios extranjeros y sus familias vivir y trabajar temporalmente en Estados Unidos, pero por tratarse de una visa de no inmigrante, debe ser renovada periódicamente y sujeta a revisión. No otorga tarjeta verde ni provee un camino directo para obtenerla, mucho menos para la ciudadanía estadounidense. Además, “debe tratarse de una inversión a riesgo; no es que por invertir en una propiedad o un inmueble te la van a dar”, acota Lombardi.

La elección de las visas es un asunto muy particular al solicitante. Si el solicitante tiene una empresa en el país de origen y en los Estados Unidos, la visa L1 puede ser aceptable; si no hay empresas existentes pero el inversionista tiene no menos de 150 mil dólares para invertir en una empresa comercial y su país está entre los beneficiados, la E-2 puede ser útil; aquellos que no tengan antecedentes penales, y puedan invertir aproximadamente 500 mil dólares, pueden obtener una EB-5. La única que otorga residencia (green card) de forma rápida y sencilla es la EB-5, por su propia naturaleza, detalla el abogado experto en visas comerciales, Larry Behar.

 

Para la Visa EB-5

 

Ciertamente, la EB-5 más que una visa es un programa que inició en 1990 el Congreso de Estados Unidos para fomentar la inversión extranjera y generar empleos. El programa permite a un inversionista extranjero y su familia inmediata obtener el estatus de residente mediante la inversión en una empresa comercial que genere al menos 10 empleos de tiempo completo para trabajadores estadounidenses dentro de un periodo de dos años. Por su parte, las L-1 y E1/E2 son visas de no inmigrante con duración de uno a cinco años y, por lo tanto, no gozan de los mismos beneficios de contar con la residencia.

Lo más importante para el éxito en una visa EB-5, advierte Behar, es elegir cuidadosamente un tipo de proyecto seguro, con buena ubicación y respaldado por empresas de renombre y con confianza para invertir. Julio Rodríguez, por ejemplo, decidió invertir con Epelboim Development Group, una compañía desarrolladora con sede en Miami, cuyo proyecto hotelero cuenta con el aval de la reconocida cadena InterContinental Hotels Group.

“La razón por la que decidí invertir en la EB-5 es porque en cinco años me retornan la inversión y tengo todos los beneficios de un residente desde el principio. Además no tengo la responsabilidad de poner un negocio y hacerlo crecer de manera titánica para mantener una visa”, señala Rodríguez, quien escogió el desarrollo del Hotel Even en el Aeropuerto de Miami basado en que las estadísticas de los hoteles en Miami indican que es un buen negocio y el desarrollador cuenta con tres proyectos de experiencia previa con el programa EB-5.

Está claro que estos tipos de visa no aplican para todo mundo por los montos de inversión y planes de negocios a cumplir, pero si usted cuenta con el capital necesario, evalúe las opciones, asesórese y asegúrese de contar con el respaldo de expertos que lo guíen.

 

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*Con información Nota de Prensa

D. Blanco Mar 03, 2016 | Actualizado hace 8 años
#Venezuela por José Domingo Blanco

Venezuela

 

Quienes me conocen, saben las razones por las cuales no me voy del país. Es más, este ha sido un tema que he planteado en algunos de mis artículos. Pero, el mejor ejemplo de mi apego a Venezuela, me lo dio mi pana Rafael: “Tú sigues siendo fanático de los Tiburones de la Guaira, a pesar de que, desde hace 30 años, no ganan. Sin embargo, tú sigues ahí: fiel a tu equipo. Para ti, todos los años, ¡es el año! Repites Tiburones Pa′ encima, con el orgullo de quien, ¡ahora sí! se sabe ganador. Nadie te convencería de apoyar a los Leones del Caracas. ¿Cierto o no? Lo mismo ocurre con los venezolanos que no queremos emigrar. Nadie nos convencería de que en otro lugar nos va a ir mejor, aun cuando en estos momentos las cosas no estén marchando como deberían”.

La conversación transcurre mientras desayuno con Rafael y su esposa en una trattoria italiana que, quién lo diría, sirven las mejores empanadas criollas que he probado en tiempo. Pero, es que así es nuestra Venezuela: un país noble que supo enamorar a esos emigrantes que huían de la postguerra y que se adueñaron de nuestras costumbres y nuestros sabores, a pesar de que al hablar no puedan esconder su procedencia. Mientras comemos, la esposa de Rafael, quien recientemente había pasado unos días en Miami, contaba cómo su familia –la que vive allá, la que emigró- no entendía por qué ellos seguían aquí, “en esta tierra de nadie, donde ocurren cosas tan horrendas”.

¿Será que los venezolanos que viven afuera conocen una realidad país que nosotros, que lo vivimos y padecemos, desconocemos? Llamó mucho mi atención algo que ella dijera: “son tan espantosas las cosas que se dicen de Venezuela afuera que, a veces creo que los venezolanos que emigraron desean que el país termine de hundirse para justificar que ellos tomaron la mejor decisión. No critico a quienes lo hicieron; pero, lo único que pido es que tampoco critiquen mi decisión de permanecer aquí. Llegaron al extremo de asegurar que Rafa y yo estamos equivocados y que, cuando queramos emigrar, será demasiado tarde. Nosotros queremos seguir echándole piernas en Venezuela. Que hay inseguridad; sí, es cierto, y mucha. Que hay escasez; nadie lo pone en duda. Pero, Venezuela es Venezuela Mingo, y nosotros vamos a seguir apostando a ella porque esta situación, algún día, estoy segura, se va a terminar”.

Más allá del respeto y la tolerancia a las decisiones que toma cada quien, su reflexión me hizo recordar un episodio reciente que viví con mi hija menor, a propósito de ese manejo de información –veraz o no- que tienen nuestros compatriotas en el extranjero. Estábamos a punto de entrar al cine, cuando mi muchacha recibe un mensaje en el celular de un familiar que vive en Estados Unidos preguntándole dónde estaba porque tenía información de que había disturbios por un intento de golpe de Estado. Es verdad que en Caracas – y el resto del país- la situación está muy tensa. Que el descontento crece aceleradamente y que la popularidad del régimen se resquebraja.  Pero, les puedo asegurar que, ese viernes, en ese Centro Comercial donde íbamos a ver una película, lo menos que había era una réplica del 4F… ¡gracias a Dios!

 

Uno el comentario de la esposa de Rafael con el de otra amiga, quien también recientemente visitó a su familia radicada en Florida. Su viaje, me comenta, básicamente era para ver –y no a través de Skype o Facetime- a sus padres y a su hermana, con quienes no se reunía personalmente desde hacía mucho tiempo. Por supuesto, me confiesa, que aprovechó para comprar jabones, desodorante, champú y otras cositas que, en otra época, jamás hubiera ni siquiera pensado meter en la maleta. Me cuenta con tristeza, que el primer lugar que quiso visitar fue el automercado, quizá para recordar que así, con estantes llenos, eran los mercados en Venezuela. Y que, rechazó una invitación de unos paisanos quienes querían llevarla a ver a un comediante venezolano, que vive en Miami, y hace un Stand Up Comedy “divertidísimo” sobre lo que ocurre en Venezuela. “No pude ir Mingo; cómo crees tú que voy a ir a un local, pagar y sentarme a ver a un compatriota haciendo chistes con lo que nosotros vivimos todos los días”.

La verdad, nuestra situación no está para más chistes. Aunque hay buen material para, más adelante, hacer de todo esto una gran parodia. Pero, en este instante, estamos en un momento crucial. Necesitamos echar el resto, proteger lo que nos queda y rescatar lo que se ha ido. Ya no para nosotros, porque la reconstrucción del país tardará años y quizá algunos no la viviremos. Pero, tenemos que pensar en nuestros hijos y en los cientos de jóvenes venezolanos que merecen tener una mejor Venezuela. Un país digno del cual puedan sentirse infinitamente orgullosos. Un país del que no necesiten marcharse porque aquí se les ofrece la seguridad, los empleos y las oportunidades de superarse que buscan. Que nuestros jóvenes salgan, para recorrer mundo, aprender de los contrastes y regresar a esta, su patria, para aplicar lo que vieron y aprendieron en otras naciones. Que nosotros -sus padres, sus abuelos- podamos decir con orgullo que nuestros hijos están triunfando -aquí, en su suelo natal- y haciendo grande a nuestra tierra.

 

@mingo_1

mingo.blanco@gmail.com

¡Quisiera regresar a Venezuela! por Carlos Dorado

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A raíz de mi artículo publicado el domingo 01 de noviembre, titulado: “¡Me quiero ir!”, un lector me envió un email, que refleja en buena parte, el sentimiento de un venezolano que se fue hace seis años, y cuyo mayor deseo sería regresar a Venezuela.

“Carlos, me he reído bastante con tus artículos, pero debo reconocer que este último me ha hecho llorar. ¡Hay cosas, que para contarlas necesariamente hay que vivirlas!

Sin embargo, leyendo algunos comentarios a tu artículo, veo que hay gente que opina alegremente sin nunca haber emigrado, y son muchos menos, los que profundizan en analizar las circunstancias de por qué algunos hemos tenido que hacerlo.

Como tú sabes, vivimos en un mundo globalizado, y es verdad que aquí se consiguen las caraotas. Aunque, debo confesarte, que no sé por qué razón  nunca me quedan como las de mi madre, a pesar de que las preparo paso a paso con su receta. ¿Quizás sea por el sabor de nuestra tierra venezolana, que le da un toque especial a todo lo que brota de sus entrañas? La harina “PAN” también se consigue, y ya hay unos venezolanos en La Coruña, que comenzaron a vender Hallacas y Pan de Jamón, con envíos a toda Galicia. ¡Pero no son únicamente los productos lo que le falta a un emigrante!

Hoy precisamente cumplo seis años viviendo en Galicia, y no me termino de acostumbrar a estar lejos de mi país. Los días 24 y 31 de Diciembre de cada año pongo música de Navidad de La Billo’s, y eso que sólo tengo 42 años. Mi coche (carro) no es último modelo, pero lleva una calcomanía en la parte de atrás con la bandera de Venezuela. En la entrada de mi piso (apartamento) están las fotos de mis padres, de mis abuelos maternos, y de toda mi familia. 

De estos seis años  que llevo de emigrante, me pasé muchos de ellos engrosando las filas de los “parados” de España, así que me tuve que «reinventar» profesionalmente, y dejar de ser  el Licenciado Gerente de una importante empresa venezolana. Aquí he tenido que limpiar habitaciones, pelar patatas (papas), servir mesas, y luchar por una beca ante el Ministerio de Educación Español para poder costearme una nueva carrera del «reinvento» profesional, que me permitiese conseguir un mejor trabajo (¡Ojo; no un buen trabajo!) 

Carlos, tú me imagino que también lo sabes: vivir en otro país no es nada fácil, o te cambias el «chip» o sufres exageradamente (porque sufrir,  siempre se sufre).

En muchas ocasiones he pensado en volver a Venezuela, y no hay un solo día, en que no piense en la posibilidad de hacerlo, para que cuando diga la palabra «chévere» me entiendan sin tener que dar explicaciones. Para poder escuchar esos maravillosos  tambores en Choroní. Para volver a mirar el mar Caribe desde el malecón. Para comer empanadas en El Palito cuando voy a los Callos. Para escuchar los triquitraques, cohetes, y  poder jugar con luces de bengala. Para que todos los que vea a mi alrededor sean como yo: venezolanos, y no ser yo  el único “sudaca”.

Me imagino, que también habrá muchísimos venezolanos, que al igual que yo, todos los días piensan; pero en irse de Venezuela. ¡Unos que soñamos con regresar, otros que sueñan con irse!”

Leyendo este email del lector, me acordé de mi madre cuando me decía: “Carlos, respeta a los viejos cuando tú eres joven. Ayuda a los débiles, cuando tú eres fuerte. Reconoce tus faltas cuando estás equivocado. Porque algún día en tu vida tu estarás viejo, débil y equivocado”

Quizás, sólo le agregaría: “Respeta a los que emigraron, porque algún día podrás ser emigrante”

cdoradof@hotmail.com

Carlos Dorado Jun 07, 2015 | Actualizado hace 9 años
¿Emigrar o no emigrar? por Carlos Dorado

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La semana pasada, a raíz de mi artículo inspirado en un correo electrónico de  una venezolana que emigró a Canadá con su hijo, me llegaron muchos emails. Tristes unos, alegres otros; pero cuyo denominador común es lo polarizados que estamos como país, hasta el punto que una decisión tan difícil y personal como lo es: ¿Emigrar o no emigrar? Se convierte en un debate sin cuartel.

El relato que describo a continuación, es un email que recibí de David T, y el cual es muy jocoso, pero no por eso deja de ser muy realista y de una gran crudeza.

Estimado Carlos:

Noto con preocupación, que eso de irse del país, está siendo utilizado como una fórmula «mágica» para solucionar de golpe todos los problemas de nuestras vidas. Pero muchos, en su desesperación por arrancar de una vez, se olvidan el analizar a fondo ciertos detalles de su vida habitual y personal; siendo éstos, los que luego regresan a Venezuela, hablando mal del país al que fueron, y echándole la culpa de su fracaso.

Atentos, señores aspirantes al puesto de extranjero en un país del primer mundo:

1- Si eres un «mamero» (visita a su mamá con frecuencia), o siente que  la vida no tiene sentido si no sale los fines de semana con los panas a tomar cerveza, hacer una parrilla, tomarse unos vinitos, a pasar un buen rato. ¡No emigre!

2- Si usted es de los que deja todo lo que esté haciendo, y cada vez que a un familiar o a un amigo, le da gripe o síntomas de depresión, sale raudo y veloz a ver qué le pasa. ¡No emigre!

3- Si usted es de los que por tener un título universitario: ingeniero, médico, arquitecto, no recoge un cable del piso; y piensa que todas las empresas lo van a estar esperando. ¡No emigre!

4- Si está acostumbrado a tener carro nuevo, y montarle todos los «periquitos», luces, rines y cuánto consigue que se le pueda atornillar. ¡No emigre!

5- Si nunca has fregado un plato, pasado un coleto o planchado una camisa, ya tú sabes. ¡No emigres!

6- Si tienes un trabajo estable, una casa o un apartamentico (aunque lo estés pagando), tus hijos en colegios privados, aunque tengan algún compañerito que el papá sea chavista; igualito. ¡No emigres!

7- Si no puedes vivir sin una arepa, unas caraotas, una hallaca, una lata de diablitos, una colita, una “Polar”, un joropo, o una empanada. ¡Tampoco te vayas!

8 – Si te encanta una playita, un coco frío, un rompe colchón, siete potencias y una de música a donde quiera que vayas. ¡Quédate en tu casa!

9- Si no puedes vivir sin: cachifa, guardería, gimnasio. ¡Ni hagas la maleta!

10- Si no soportas el frío y te encanta el sol. No te acerques a menos de 500 metros de una agencia de viajes, ya que curiosamente, en casi todos los países desarrollados hay invierno y el mar es frío. ¡Piénsalo!

11- Si tienes problemas con tu pareja y te vas a vivir a otro país, fijo que se divorcian. Y al que no me lo crea, que haga la prueba. ¡Emigra!

12- Si estás acostumbrado a ser el centro de atención, y a mirar a los demás por encima del hombro. Si te las das de levantador, tira besitos, el más ricote del edificio, la última “Pepsi” del departamento, el sabrosote del «Club». ¡Emigra para que sepas lo que es bueno!

13- Si eres de los que se vienen con el pasaje de regreso comprado (por…sia).  ¡Olvídalo, mientras tengas esa excusa, seguro que te devuelves!

Carlos, emigrar  es como tú lo describiste: sangre, sudor y lágrimas; y sólo con una visión a largo plazo, pudiese estar justificada esa emigración.

¡Gracias por escribir!


cdoradof@hotmail.com

¡Carta de una venezolana que se fue! por Carlos Dorado

emigrar

 

Estimado Carlos:

Mi vida está llena de altos y bajos, triunfos y fracasos, esperanzas y desesperanzas, fortalezas y debilidades, abundancia y escasez, risas y llantos, de bondades y sacrificios.

Yo estaba recién casada, y emigré con mi esposo a Miami. Nos fue relativamente bien, pero extrañábamos mucho, y decidimos regresar a Venezuela. Con el apartamento de Weston que habíamos comprado a buen precio y vendimos en el momento del boom inmobiliario, llegamos “millonarios” a Venezuela (5 años antes habíamos salido sin un centavo). Al llegar, a mi esposo se le salió el venezolano y comenzaron las fiestas, la bebida, “las amigas”. Había plata y alcohol, y cuando eso pasa; los amigos y amigas sobran.

Comenzaron los problemas y la separación. Pasé alrededor de 3 meses deprimida en una cama, pero  la gente exitosa lucha por lo que quiere: “Tú eres dueña de tu destino” ”Siempre llegarás a dónde quieres”, me decía mi abuela. Diez meses después, partía a Canadá con mi hijo, y con una visa para estudiar francés.

La visa era por un año, pero yo estaba clara: ¡Yo no regresaría! Me dediqué a tiempo completo a aprender francés, ya que no tenía el permiso para trabajar. El tiempo pasaba y los ahorros con él. Comencé a trabajar (por debajo de la mesa) limpiando baños en un edificio de oficinas, luego pasé a ayudante de un conserje, y en ese mismo edificio encontré clientes para limpiar apartamentos. Así cubría parte de mis gastos.

Al año podía optar por una visa de visitante (era todo lo que necesitaba: un año más legal). ¡Después ya veré que me invento! Comencé a contactar asociaciones que ayudaban a inmigrantes, y así llegó la opción de: Demanda de Asilo. La presenté muy nerviosa, y el oficial me dijo: “Pase por aquí para tomar sus huellas y foto. Nosotros la admitimos; pero es un juez quien decide si usted es elegible a una audiencia”.

Ese trámite podría durar hasta 3 años, y el abogado me explicó que durante ese tiempo, si la demanda no era aceptada yo podría apelar por razones humanitarias, y obtener un permiso de trabajo y de estudio para mi hijo.  Con el permiso en el bolsillo, encontré trabajo en un banco.

¡Yo estaba feliz, ya no limpiaría más pisos! Trabajé allí durante un año, donde sólo veía a mi hijo dormido, ya que trabajaba lejos, con turnos rotativos y trabajando muchos fines de semana. Ya no estaba tan feliz. Cuando limpiaba pisos me pagaban en efectivo, y tenía tiempo para mi hijo. ¡Renuncié!

Durante ese periodo conocí a un canadiense divorciado, con un hijo, y por sobre todas las cosas: “GENTE”. No nos hemos separado desde entonces, y después de dos años de incertidumbre, sin respuestas, ni audiencia: ¡Nos casamos!

¿Mi más grande motivación? Mi hijo. ¿Mis armas? Lucha, perseverancia, trabajo, confianza y fe en lo que eres y puedes alcanzar. ¿Mi mayor orgullo? Saber de lo que soy capaz, pase lo que pase; y tener un hijo con un futuro. ¿Mi satisfacción? Saber que soy un comodín para mi familia en tiempos de crisis, y que puedo ayudar a mi mamá desde aquí, cuando lo necesite. ¡No importa si el medio es seguir limpiando pisos!

Por favor sigue escribiendo Carlos, no sabes cómo me inspiras.

¡Te admiro!

Susana

Esta carta la recibí  por email. Sólo cambié el nombre, e hice pequeñas correcciones ortográficas. Aquellos lectores, que decidieron irse de nuestro país, o quedarse, o regresar; pueden escribirme y trataré de publicar sus cartas. ¡Creo que para todos, pueden ser muy enriquecedoras estas experiencias!

Cdoradof@hotmail.com