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Afganistán

Venezuela registró en 2022 mayor inflación que naciones en conflicto como Ucrania, Siria o Afganistán
De las naciones de América Latina, Argentina es la que presenta mayor inflación, le siguen Colombia, con 13,1%; Chile con 12,8% y Perú con 8,4%

 

La unidad de análisis económico de Torino Economics informó que Venezuela registró en 2022 mayor inflación que naciones en conflicto como Ucrania, Siria o Afganistán. 

A través de su cuenta en Twitter, Torino Economics señaló que las naciones en conflicto que registraron menor inflación que Venezuela son: Siria con 55%, Etiopía 35%, Ucrania 26%, Myanmar 19% y Afganistán 10%.

De las naciones de América Latina, Argentina es la que presenta mayor inflación después de Venezuela. Le siguen Colombia, con 13,1%; Chile con 12,8%, Perú con 8,4%, Paraguay con 8,2%, Uruguay con 8,1%, México con 7,8%, Brasil con 5,7% y Bolivia con 3,1%.

“Entre los países del G7, Italia registró una inflación de 11,6%, Gran Bretaña con 10,7%, Alemania presentó 9,6% de inflación, Canadá un 6,8%, Estados Unidos con 6,5% Francia con 5,9% y Japón con 4%.», indicó el estudio. 

La unidad de análisis económico considera que los datos que generan la presión inflacionaria siguen vigentes, entre dichos factores destacan el financiamiento monetario del déficit por el Banco Central así como una capacidad productiva reducida, así como su capacidad de respuesta.

«Para 2023, estimamos que la inflación podría cerrar entre 90% y 120% aún en niveles elevados, lo que podría comprometer la capacidad de consumo privado para motorizar un crecimiento mayor al observado en 2022”, prevé Torino Economics. 

 

Cotufas y lealtades… (escrito en 11 de septiembre)
Conspiraciones, traiciones, arreglos por intereses son el pan de cada día en las mesas de discusión de los grandes poderes fácticos del mundo

 

@juliocasagar

Por una curiosa coincidencia, un 11 de septiembre ocurrieron dos acontecimientos importantísimos para la historia contemporánea. Uno en el año 1973 que fue el derrocamiento de Salvador Allende en Chile y otro, el año 2001, el atentado terrorista que derribó las Torres Gemelas en Nueva York.

Sobre el primero ha quedado claramente establecido, luego de la desclasificación de muchos documentos, que se trató de un pronunciamiento militar apoyado y planificado por la CIA, al cual le dio un correlato, que vino como anillo al dedo, las “vacaciones” en las que convirtió Fidel Castro su viaje al país austral.

Sobre el segundo evento, basta decir que desde el ataque a Pearl Harbour, dirigido por el almirante Yamamoto, los Estados Unidos no habían sufrido un impacto moral tan grande y contundente. Dos fallos de inteligencia, ocasionados ambos por la arrogancia de gran potencia que suele nublar el entendimiento y la comprensión de quienes se sienten invulnerables.

Ambos acontecimientos, bien que espaciados en el tiempo y en la geografía, tienen, no obstante, un hilo conductor que merece ser puesto de relieve.

Ese sustrato común tiene que ver con el quiebre de lealtades de los círculos íntimos del poder que son tan viejos como las piedras y cuyo máximo exponente en la historia antigua fue la frase de Julio Cesar, dirigida a su hijo, cuando caía apuñalado “¿Tú también, Brutus?”

Para ilustrar el primer caso hay que remontarse a la época en la que los talibanes combatían la invasión soviética a Afganistán y que ocurrió en la primavera de 1979, con el argumento de la defensa del “gobierno revolucionario” de Kabul.

La intromisión soviética alerta a los Estados Unidos y sus servicios de inteligencia ponen en marcha la llamada Operación Ciclón, mediante la cual se aporta ayuda militar, política y económica a los “combatientes por la libertad” a quienes, el propio Ronald Reagan llega a recibir en su despacho en la Casa Blanca.

La lealtad de los yihadistas llegó hasta que se produjo la retirada de los soviéticos. Los talibanes, armados por los Estados Unidos, emprendieron la segunda etapa de su proyecto. Tomar el poder de Afganistán y continuar su guerra santa contra occidente. El propio Osama Bin Laden, perteneciente a una rica familia saudí, intermediario financiero en el armamento de su guerrilla, comienza a dar los pasos para la constitución de Al Qaeda, organización que reivindica los atentados del 11 S en Nueva York.

En el caso chileno, la ruptura de la cadena de lealtades fue aun más evidente. El general Rene Schneider, comandante del Ejército y ministro de la Defensa de Eduardo Frei, un oficial demócrata que había desarrollado una doctrina muy similar a la doctrina Betancourt, era partidario del respeto de la voluntad popular de los chilenos. Schneider es asesinado en un atentado, como parte de un movimiento para impedir lo que parecía inevitable: la elección de Salvador Allende. En sustitución, el presidente Frei designa a Carlos Prats, muy allegado a Schneider y a su doctrina.

En los convulsos días de la presidencia de Allende, un incidente callejero con manifestantes provoca la reacción del general que dispara contra un automóvil conducido por una mujer. El escandalo lleva a su dimisión. Es en ese momento cuando, en consulta con el propio Salvador Allende, resuelven que el oficial de mayor confianza era Augusto Pinochet. Es así designado comandante general del ejército y ministro de la defensa. Lo demás es cuento sabido. Prats, a su vez, sería también asesinado junto con su esposa en un espantoso atentado en Buenos aires, unos meses después.

Todos estos acontecimientos, como sacados de un filme de suspenso y espías, son parte del “Juego de tronos” con el que la geopolítica del mundo suele sorprendernos. Conspiraciones, traiciones, arreglos por intereses son el pan de cada día en las mesas de discusión de los grandes poderes fácticos del mundo.

No cabe duda, no obstante, que en este 11 de septiembre para los venezolanos hay muchísimas razones para comprar cotufas y esperar los desenlaces que el show nos sigue deparando. Se ha producido la captura del Pollo Carvajal en Madrid, donde se sentía relativamente seguro por sus antiguos nexos con la inteligencia de ese país y por la particular composición del gobierno español.

Alex Saab acaba de recibir la noticia de que ya terminaron sus recursos contra la extradición hacia los Estados Unidos. En muchos medios se especula sobre la posible extradición (esta vez a Venezuela) nada menos que de Rafael Ramírez. Todos estos hechos podrán a prueba lealtades y nos revelarán los pliegues desconocidos de grandes intereses (hasta Rusia se ha mezclado con el tema de Saab).

No quisiera estar en los zapatos del círculo íntimo de Miraflores esperando ver de dónde vienen las puñaladas y hasta donde todo esto puede desestabilizar al régimen.

A los venezolanos de a pie, que observamos este espectáculo y no podemos influir en él, no nos queda sino una cita con la responsabilidad. Este 21 de noviembre tenemos que hacer lo posible para que los votos contra Maduro sean más que los votos a favor de Maduro. Necesitamos que el mundo entero sepa que él es una ínfima minoría del país. Por ello, hay que seguir trabajando la unidad y yendo a cada rincón de la geografía nacional para explicar la importancia del compromiso. Esa es nuestra manera de ayudar a que el enredijo mundial y los juegos de lealtades se resuelvan en favor de nuestra democracia y nuestra libertad.

A comprar cotufas entonces y a defender la voluntad que expresemos en las urnas.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

El 11 de septiembre, la inutilidad del terror, la ira y la fuerza
El costo de la «guerra contra el terror», por el 11 de septiembre, es 2 de billones de dólares y más de cien mil vidas humanas

 

@fariasjoseluis

A las 8:55 de la mañana de aquel martes, el repique del teléfono celular interrumpió mi modorra. Era el día de mi cumpleaños y en ese entonces la celebración –aún se podía– comenzaba con la semana. Entenderán por qué la llamada me sorprendió en la cama.

Creí que eran mis hijas para llenarme de alegría con sus felicitaciones, deseos y parabienes, pero todavía adormecido recordé que lo habían hecho a las 12 en punto de la noche, como solían.

Se trataba de mi buen amigo «negro Blanco», siempre entre los primeros en llamar, esta vez no para felicitarme sino para pedirme, con voz agitada y nerviosa, encender el televisor y enterarme de lo que sucedía en Nueva York.

Me pregunté en ese momento qué podía estar pasando tan lejos que fuera de mi interés y sin alcanzar a interrogarlo vino la respuesta:

Un avión acaba de estrellarse contra las Torres Gemelas.

Sin dar crédito a sus palabras, sintonicé CNN en español -su señal todavía era posible por acá- y pude ver de inmediato en repetición cómo un avión, que después supe era un Boeing 767, el vuelo 11 de American Airlines con 92 pasajeros a bordo y 32.500 litros de combustible en sus alas, viajando a 600 kilómetros por hora, se incrustaba entre los pisos 94 y 99 de la torre norte del World Trade Center, desatando una inmensa ola de polvo y una horrenda tormenta de fuego.

Era el primero de cuatro aviones secuestrados por 19 miembros de Al Qaeda para cometer un increíble acto de terrorismo en «pleno corazón del Imperio», según expresión posterior de su principal inspirador, por aquellos días un tal Osama Bin Laden.

A las 9:03, vi la transmisión en vivo de un segundo Boeing 767 de United Airlines estrellarse contra la torre sur. Poco después supe que a las 9:37 el vuelo 77 de American Airlines impactaba la fachada del edificio del Pentágono, en Washington, y que a las 10:03 el vuelo 93 de United Airlines se estrella en un campo de Shanksville, en Pensilvania.

¡Increíble! El más trágico atentado terrorista de la historia. Según datos de la Federal Emergency Management Agency (FEMA), en total murieron 2996 personas, incluyendo a los 19 secuestradores y a las 24 personas desaparecidas:

2606 muertos en el World Trade Center.

189 fallecidos en el Pentágono.

44 muertos en Pensilvania.

El susurro de Card y «el aparente ataque terrorista» de Bush

Días después, en mi afán por informarme de todo lo relacionado con el abominable atentado, pude leer en la crónica de William March, reportero del Tampa Bay Times, publicada el mismo 11 de septiembre, que: «El presidente George W. Bush se enteró del ataque al World Trade Center a las 9:07 a. m. de hoy mientras leía a 18 estudiantes de segundo grado en una escuela primaria de Sarasota para destacar un nuevo programa de lectura». No es ocioso el detalle: unos doce minutos después de mí y de millones de personas más.

La fotografía que acompañaba la crónica de March, por demás elocuente, reseñaba en su nota: «En esta foto del 11 de septiembre de 2001, durante una visita al Emma E. Booker, escuela primaria en Sarasota, el jefe de gabinete de la Casa Blanca, Andrew Card, le susurra al oído al presidente George W. Bush acerca del accidente aéreo en el World Trade Center. (AP/Doug Mills, File).

Refiere March que a las 9:30, Bush se acercó a la audiencia congregada en el centro educativo para dar una breve declaración:

–»Este es un momento muy difícil para Estados Unidos. Hoy hemos tenido una tragedia nacional. Dos aviones se estrellaron contra el World Trade Center en un aparente ataque terrorista en nuestro país».

Y dio cuenta de que el presidente informó que había hablado con el vicepresidente Dick Cheney, el director del FBI y el gobernador de Nueva York:

–He ordenado que todos los recursos del gobierno federal ayuden a las víctimas y sus familias, y que realicen una investigación a gran escala para perseguir y encontrar a las personas que cometieron este acto”.

Por último, Bush pidió un momento de silencio y cerró diciendo:

–Que Dios bendiga a las víctimas y sus familias, muchas gracias.

«La caravana presidencial partió inmediatamente de la escuela y lo llevó al aeropuerto internacional de Sarasota-Manatee. El presidente abordó el Air Force One y el avión partió a las 10:55 a. m.», narra Card.

Ya en Washington, el Bush desconcertado y de rostro sombrío de la escuela había tomado aire para elevar el tono en su segunda declaración del día:

–No se equivoquen, los Estados Unidos cazará y perseguirá a los responsables de estos actos cobardes.

«Incredulidad» e «ira inquebrantable»

Doce horas más tarde, desde la Casa Blanca, es el momento del discurso estructurado. Bush dispone de información para delinear con más claridad la respuesta de su gobierno. Va su breve discurso:

Buenas noches. Hoy, nuestros estimados ciudadanos, nuestro estilo de vida, nuestra misma libertad fueron atacados en una serie de actos terroristas deliberados y mortales. Las víctimas estaban en aviones o en sus oficinas; secretarias, hombres y mujeres de negocios, miembros de las fuerzas armadas y trabajadores federales; mamás y papás, amigos y vecinos. Miles de vidas fueron destruidas por actos de terror malvados y despreciables.

Las imágenes de los aviones que volaban hacia los edificios, de los incendios que ardían, del colapso de inmensas estructuras, nos han llenado de incredulidad, de una tristeza terrible y de una ira callada e inquebrantable. Se pretendió que estos actos de asesinatos masivos asustaran a nuestra nación, llevándola hacia el caos y la retirada. Pero han fracasado; nuestro país es fuerte.

Un gran pueblo ha sido llevado a defender a una gran nación. Los ataques terroristas pueden sacudir los cimientos de nuestros mayores edificios, pero no pueden tocar los cimientos de los Estados Unidos. Estos actos destrozaron acero, pero no pueden mellar el acero de la determinación estadounidense.

Estados Unidos fue blanco de un ataque porque somos el faro más brillante de la libertad y oportunidad en el mundo. Y nadie hará que esa luz deje de brillar.

Hoy, nuestra nación vio la maldad, lo peor de la naturaleza humana. Y reaccionamos con lo mejor de los Estados Unidos –con la audacia de nuestros trabajadores de rescate, con el cariño de los extraños y vecinos quienes acudieron a donar sangre y a ayudar en la manera en que pudieran.

Inmediatamente después del primer ataque, implementé los planes de respuesta a emergencias de nuestro gobierno. Nuestras fuerzas armadas son poderosas y están preparadas. Nuestros equipos de emergencia estaban trabajando en la Ciudad de Nueva York y en Washington, D.C., para ayudar con los esfuerzos de rescate locales.

Nuestra primera prioridad es llevar ayuda a aquellos que fueron heridos, y tomar todas las precauciones para proteger a nuestros ciudadanos en casa y por todo el mundo de más ataques.

Las funciones de nuestro gobierno continúan sin interrupción. Las agencias federales en Washington que hoy tuvieron que ser evacuadas volverán a abrir esta noche para el personal esencial, y estarán abiertas para operaciones mañana. Nuestras instituciones financieras permanecerán sólidas, y la economía estadounidense también estará lista para operaciones.

La búsqueda de aquellos que están detrás de estos actos malvados está en camino. He encauzado todos los recursos de nuestra inteligencia y nuestras comunidades que velan por el cumplimiento de la ley para encontrar a aquellos responsables y enjuiciarlos. No haremos distinción alguna entre los terroristas que cometieron estos actos y aquellos que los protejan.

Estoy muy agradecido a los miembros del Congreso que se me han unido en condenar firmemente estos ataques. Y en nombre del pueblo estadounidense, agradezco a los muchos líderes internacionales quienes han llamado a ofrecer su condolencia y asistencia.

Los Estados Unidos y nuestros amigos y aliados se unen con todos aquellos que quieren la paz y la seguridad en el mundo, y somos solidarios para ganar la guerra contra el terrorismo. Esta noche, pido sus oraciones por todos aquellos quienes se acongojan, por los niños cuyos mundos han sido deshechos, por todos aquellos cuya sensación de seguridad ha sido amenazada. Y rezo por que los consuele un poder superior a cualquiera de nosotros, el que se ha pronunciado a través de las eras en el Salmo 23: ‘Aunque camine por el valle de la sombra de la muerte, no temeré mal alguno; porque Tú estás conmigo’.

Este es el día en que todos los estadounidenses estamos unidos por nuestra determinación a favor de la justicia y la paz. Estados Unidos ha aplastado a nuestros enemigos anteriormente, y volveremos a hacerlo esta vez. Ninguno de nosotros olvidará jamás este día. Seguimos hacia adelante para defender la libertad y todo lo que es justo y bueno en nuestro mundo.

Gracias. Buenas noches y que Dios bendiga a los Estados Unidos.»

«El bien contra el mal»

En sus declaraciones a la prensa del día 12 de septiembre, el presidente Bush dijo: «Los ataques deliberados y mortales que se produjeron ayer contra nuestro país fueron algo más que meros actos terroristas. Fueron actos de guerra”.

La respuesta del gobierno norteamericano ganó forma rápidamente dentro del esquema de valores absolutos: bueno y malo, blanco y negro con los que Bush veía al mundo.

El concepto fue presentado con concisión y claridad: “Estamos en una lucha monumental del bien contra el mal”.

Así, el anterior combate de su admirado Ronald Reagan contra el «imperio del mal» devino en la «Guerra contra el terror».

El 15 de septiembre, en su programa radial, Bush sentenció: «Quienes hacen la guerra contra los Estados Unidos han escogido su propia destrucción».

Advirtiendo:

La victoria contra el terrorismo no se logrará en una sola batalla, sino en una serie de acciones decisivas contra organizaciones de terroristas, y contra los que les dan asilo y los apoyan. Estamos planeando una campaña amplia y sostenida para asegurar a nuestro país y erradicar el mal del terrorismo.  Y estamos empeñados en ver este conflicto hasta su final».

«Nuestro duelo se ha convertido en ira y la ira en resolución»

Pero el anuncio definitivo de la «guerra contra el terror», la declaración formal del presidente George W. Bush, tras considerar que «el 11 de septiembre los enemigos de la libertad cometieron un acto de guerra contra nuestro país», fue el 20 de septiembre, en sesión conjunta del Congreso estadounidense.

En su discurso están los trazos generales de cómo concebía el conflicto que estaba por iniciar: “Esta noche estamos en un país consciente del peligro y llamado a defender la libertad. Nuestro duelo se ha convertido en ira y la ira en resolución».

Le habla al país, al mundo y a los terroristas:

Los estadounidenses se preguntan: ¿Cómo lucharemos y ganaremos esta guerra? Dedicaremos todos los recursos bajo nuestro poder (…) a la interferencia y derrota de la red global de terror.

Esta guerra no será como la guerra contra Irak hace una década, con una liberación decisiva del territorio y una conclusión rápida. No será igual a la guerra aérea sobre Kosovo hace dos años, donde no se utilizaron tropas terrestres y donde no se perdió un solo estadounidense en combate».

Bush preparaba al pueblo norteamericano para una guerra larga, como en efecto lo ha sido:

Nuestra reacción involucra mucho más que la retaliación instantánea y los ataques aislados. Los estadounidenses no deben esperar una batalla, sino una campaña larga, distinta a cualquier otra que hemos visto. Posiblemente incluya ataques dramáticos, que se puedan ver en la televisión, y operaciones encubiertas, que permanecerán secretas aún tras el éxito».

El resto del mundo no podía quedar fuera de la cruzada contra el terrorismo:

«Privaremos a los terroristas de financiamiento, pondremos a los unos contra los otros, los haremos ir de un lugar a otro, hasta que no haya refugio o descanso. Y perseguiremos a las naciones que ayuden o den refugio al terrorismo.

Toda nación, en toda región del mundo, ahora tiene que tomar una decisión. Están de nuestro lado, o están del lado de los terroristas. A partir de hoy, cualquier nación que continúe albergando o apoyando al terrorismo será considerada un régimen hostil por los Estados Unidos.

Nuestra nación ha sido advertida: No somos inmunes a los ataques. Tomaremos medidas defensivas contra el terrorismo para proteger a los estadounidenses».

«Los estadounidenses no deben morir…»

Como enseñanza para quienes por estas latitudes asientan sus esperanzas en una fuerza militar norteamericana o internacional que nos libere de la opresión, va la rotunda declaración del presidente Biden: «Los estadounidenses no deben morir en una guerra que los afganos no están dispuestos a luchar por sí mismos».

La peregrina idea de que los actos de fuerza aseguran soluciones estables es desmentida una vez más, quedando sujeta, si acaso, a circunstancias muy específicas que puedan hacerlas posibles.

«La difusión de valores e instituciones –asienta Eric Hobsbawm– así nunca puede materializarse por medio de la imposición súbita de unas fuerzas externas; a menos que en su punto de aplicación se den ya las condiciones capaces de adaptarlas al entorno y de hacer que se acepte su introducción». Y nos recuerda: «existen muy pocos atajos en la historia: una lección que el autor ha aprendido, entre otras razones, por haber vivido y reflexionado sobre buena parte del siglo pasado».

Veinte años después de «guerra contra el terror», según Los Ángeles Times, el costo es de 2 de billones de dólares y compromisos por 2 billones de dólares más por pagos en atención médica, discapacidad, entierros y otros costos para los aproximadamente 4 millones de veteranos de las guerras de Afganistán e Irak.

El costo humano en vidas, hasta abril de 2021, es de 2448 militares estadounidenses, 3846 contratistas estadounidenses, 66 000 militares y policías afganos, 1145 miembro de fuerzas aliadas, incluidas de la OTAN, 47 245 civiles afganos, 51 191 combatientes del Talibán, 444 trabajadores humanitarios y 72 periodistas.

El argumento humanitario para justificar la invasión armada, sustentado en la promesa de reconstruir el país y dotarlo de instituciones democráticas firmes y duraderas, tiene poderosos mentís en la realidad: en Afganistán la mortalidad infantil se redujo solo en 50 % y apenas un 37 % de las niñas aprendieron a leer.

Aaaahhh, la «Guerra contra el terror» se echó diez años para dar de baja, ahora sí, al «diabólico» Osama Bin Laden. Pero los talibanes han regresado al poder sembrando el terror, destruyendo inhumanamente todo el whisky y el vino que encuentran a su paso y lo peor: cubriendo el rostro de sus hermosas y sensuales hembras.

Al parecer se cierra una era de la seguridad nacional y la política exterior estadounidense dominadas por la ira…

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Recuerdo del 11 septiembre se remueve con temor a nuevas amenazas terroristas
Se cumplen 20 años de los ataques  en Estados Unidos que dejaron casi 3 mil muertos, 25 mil personas heridas, miles de millones de dólares en pérdidas materiales y pánico en la población 
El regreso de los talibanes al poder en Afganistán enciende las alarmas sobre posibles  atentados contra occidente

@franzambranor

El 11 de septiembre de 2001, el nadador australiano Ian Thorpe se levantó temprano con la intención de subir a lo más alto de una de las torres gemelas de Nueva York. En la puerta de uno de los rascacielos, el ganador de medallas olímpicas y campeón mundial se percató de que  había olvidado su cámara fotográfica y se devolvió al hotel donde se hospedada, encendió la televisión y miró  una de la torres arder en llamas. “Eso le salvó la vida”, dijo su entonces representante Frank Turner, quien añadió que, de no ser por ese descuido, el apodado “Torpedo” hubiese sido una de las casi 3 mil personas que perecieron luego que dos aviones fueron estrellados contra el World Trade Center en el mayor atentado terrorista de la historia.

A 20 años de la fatídica fecha, todavía se tejen teorías sobre la preparación de estos ataques, sus protagonistas y la supuesta negligencia de las autoridades de inteligencia estadounidense.

El suceso alteró los protocolos de seguridad en los aeropuertos y desató la invasión de las fuerzas armadas estadounidenses a Afganistán, ocupación que apenas hace un mes se dio por terminada y produjo el regreso de los talibanes al poder. 

“Fue una conmoción desde lo personal, entre el pánico, la conciencia de vulnerabilidad y la indignación, hasta lo gubernamental, en cuanto revelación de vulnerabilidad e incertidumbres en materia de seguridad nacional”. dijo la internacionalista Elsa Cardozo. 

Cardozo expuso que aún hay decenas de preguntas sobre los hechos. “Ha habido desde entonces mucho análisis ex post facto sobre las señales no atendidas, los errores y omisiones en las políticas de seguridad y la idea de invulnerabilidad cultivada desde la superioridad de Estados Unidos como potencia militar tras la disolución de la Unión Soviética y la primera Guerra del Golfo”.

Esa mañana siniestra 

Tres cuartos de hora después de haber despegado del aeropuerto internacional de Logan en Boston (a las 8:46 de la mañana), el vuelo 11 de American Airlines con destino a Los Ángeles y con 92 personas a bordo se estrelló contra la torre norte del World Trade Center en Manhattan. Al principio, los organismos de inteligencia y los medios de comunicación pensaban que se trataba de un accidente, pero el impacto de un segundo avión contra la torre sur del complejo 15 minutos después les hizo caer en cuenta de que la nación estaba bajo ataque. El vuelo 175 de United Airlines, que chocó contra la torre sur, también partió de Boston hacia Los Ángeles y llevaba a bordo 65 personas. 

Luego de una hora del primer atentado, el vuelo 77 de American Airlines que iba de Washington hacia Los Ángeles con 64 personas impacta contra una de las alas del Pentágono, sede militar ubicada en la capital estadounidense y a las 10 de la mañana, la aeronave 93 de United Airlines con 44 personas, cuyo destino era la Casa Blanca, se precipita a tierra en un campo de la localidad de Shanksville, Pensilvania.

Aparentemente, los pasajeros dominaron a los secuestradores e hicieron que el aparato cayera antes de llegar al hogar del presidente de los Estados Unidos.

Mientras todo esto sucedía, el entonces mandatario George W. Bush se encontraba en una actividad con niños en una escuela en Sarasota, Florida. Antes del mediodía de ese 11 de septiembre, las dos torres habían colapsado, ordenaron a todos los vuelos sobre cielo estadounidense aterrizar en el aeropuerto más cercano. El Congreso, la Casa Blanca y el edificio de la Organización de las Naciones Unidas fueron evacuados y Bush declaró “alerta máxima”. 

“Hubo efectos inmediatos y consecuencias mundiales que aún no cesan de manifestarse humana, material e institucionalmente, así lo revelaron las expresiones de solidaridad y los acuerdos y resoluciones internacionales con apoyos de Rusia y China en el Consejo de Seguridad de la ONU, para responder a esos ataques y promover cooperación para prevenir y evitar nuevos atentados”, indicó Cardozo. 

Los responsables

Apenas 72 horas después de los atentados, el FBI identificó a los 19 secuestradores que formaron parte de la operación y revelaron su vinculación con la célula terrorista Al Qaeda y su líder, Osama Bin Laden

En un comunicado que emitió la cadena Al Jazeera, Bin Laden negó su participación en el 11S, pero en noviembre de 2001 soldados estadounidenses encontraron una cinta de video en la ciudad afgana de Jalalabad donde este habla de los ataques y sus implicaciones.

Según funcionarios de inteligencia estadounidense en principio planeaban secuestrar doce aviones para estrellarlos contra las torres gemelas, el Pentágono, la Casa Blanca, el Capitolio, el Empire State en Nueva York, la torre Sears en Chicago y otros cuatro edificios en Boston, Los Ángeles, San Francisco y Seattle

Luego del 11S, Estados Unidos emprendió una guerra al terrorismo que no solo abarcó la ocupación a Afganistán por parte de tropas americanas sino la caceria y posterior muerte a Bin Laden diez años después de los sucesos, el 2 de mayo de 2011, durante el mandato del presidente, Barack Obama. 

La internacionalista Elsa Cardozo aseveró que los atentados del 11S modificaron la política internacional estadounidense.

“En primer lugar, alentó la movilización colectiva, a través de las Naciones Unidas, ante un problema de seguridad propia y mundial, estimuló prevenciones, definiciones y medidas que alentaron confusión y radicalismos frente al mundo islámico y desde éste y en tercer lugar, pero de mucha gravedad, las violaciones de derechos humanos en la guerra contra el terrorismo restaron eficacia y legitimidad a las acciones de la alianza occidental y al liderazgo de Estados Unidos, particularmente en Irak y en Afganistán”, sostuvo Cardozo.

Las consecuencias

Además de los casi 3 mil muertos, 24 desaparecidos y 25 mil heridos, los atentados terroristas del 11S dejaron pérdidas económicas por un aproximado de 10 mil millones de dólares y la adopción de una férrea política de seguridad en aeropuertos y terminales marítimas y terrestres en Estados Unidos.  

La economía americana entró en fase de recesión, bajó la demanda de vuelos comerciales y el consumo, especialmente en sitios con alta concentración de gente. Para aliviar la situación, el Congreso estadounidense aprobó 15 mil millones de dólares para el sector aéreo y adelantó un recorte a los impuestos. 

El polvo originado por las miles de toneladas de escombros causaron enfermedades respiratorias en centenas de personas. Familiares de la cantante Donna Summer dijeron que la muerte de ésta a causa de un cáncer de pulmón en mayo de 2012 se produjo debido a la inhalación de gases tóxicos luego del derrumbe de las torres gemelas. 

Los atentados también ocasionaron daños en la salud mental de los estadounidenses, especialmente en la de los neoyorquinos, acostumbrados a asistir a lugares concurridos donde hay una economía pujante. 

“Las consecuencias se extienden hasta el presente, como lo remueven, para la memoria de la inseguridad y para las políticas de seguridad, la persistencia de ramificaciones de Al Qaeda en la península arábiga, Siria, Libia, el Magreb musulmán e India, así como los temores de su fortalecimiento en Afganistán. De modo menos directo, la huella de aquellos ataques también se encuentra en la dificultad para desarrollar políticas y cooperación internacional en materia de seguridad y de atención al desafío migratorio para evitar el aliento a radicalismos y actitudes antioccidentales”, opina la experta. 

Según Cardozo, el regreso de los talibanes al poder en Afganistán pone en alerta a las naciones de occidente, especialmente al gobierno de Estados Unidos, en torno a una posible nueva amenaza terrorista.

“Ese es un fundado temor, visiblemente confirmado desde el atentado en el aeropuerto de Kabul perpetrado el pasado 26 de agosto por el llamado Isis-K (la vertiente afgana del estado islamico). Fue un ataque no solo contra la operación de evacuación organizada por Estados Unidos y sus aliados de la OTAN, sino también contra el propio régimen de los talibanes, con quienes llevan tiempo enfrentados, cada vez con más frecuencia y violencia. De allí que quepa esperar tanto más enfrentamientos en Afganistán como la continuación del fortalecimiento del Isis-K”.

¿Dónde estará la niña afgana?

Sharbat Gula, la niña afgana de 12 años que Steve McCurry fotografió para National Geographic y ella en 2016. Fotos nationalgeographic.com.es

¿Qué pasará con las mujeres, las niñas y las adolescentes afganas?, ¿dónde queda la responsabilidad internacional y moral con ellas?

 

@dhayanamatos

Lamentablemente, la población afgana ha transcurrido su vida de guerra en guerra. Durante siglos, distintas potencias se han disputado ese territorio, han puesto y quitado gobernantes.

En 1978 hubo un golpe de Estado y el presidente afgano Mohamed Daud fue asesinado. Los comunistas aprovecharon para tomar el poder. Esto generó enfrentamientos con facciones rebeldes, opositoras al régimen.

Para evitar que el régimen comunista cayera, la Unión Soviética envió tropas al país, mientras que Estados Unidos, de forma encubierta, enviaba armas a las fuerzas rebeldes.

Para la URSS, esto fue su Vietnam particular; gastaron grandes cantidades de dinero durante el conflicto armado que duró diez años.

En medio de la guerra, la población civil afgana se trasladaba hacia el vecino Pakistán, donde en la década de los ochenta se comenzaron a instalar campos de refugiados.

La niña afgana

En esa época, Steve McCurry, de National Geographic, fotografió a Sharbat Gula, una niña afgana de poco más de 10 años quien vivía en un campo de refugiados en Pakistán y su rostro apareció en la portada de junio de 1985 de la prestigiosa revista.

La foto de la niña afgana es quizás una de las más famosas de esta publicación. ¿Quién no se ha topado en algún momento, navegando por la red, con la cara de esa pequeña con unos impresionantes ojos verdes que resaltan en su piel morena?

Hay quienes dicen que sus ojos transmitieron al mundo lo que vivía la población afgana de una forma mucho más clara que lo que decían los diplomáticos de este país.

Sharbat se convirtió en un ícono de la guerra de los ochenta, pero como en otros casos, pronto la opinión pública se olvidó de ella.

La invasión estadounidense de comienzo de siglo

Luego de los ataques contra las Torres Gemelas en Nueva York el 11 de septiembre de 2001, de la rápida identificación de Osama Bin Laden como responsable y de la negativa de los talibanes, quienes gobernaban Afganistán en ese momento, a entregarlo a Estados Unidos, este país lanzó una ofensiva aérea que dio comienzo al conflicto armado que duró casi 20 años.

Nuevamente el país se enciende (aunque en realidad los conflictos siempre han estado presentes en este territorio) y la población civil, principalmente las mujeres, las niñas y las adolescentes son las principales víctimas. Es en ese contexto en el que Steve McCurry encuentra a Sharbat Gula luego de 17 años.

Para encontrarla, se usó una técnica de reconocimiento del iris, inventada por el profesor de la Universidad de Cambridge John Daugman, que resulta tan efectiva como las huellas dactilares.

Fue el iris de los ojos lo que permitió corroborar que efectivamente la mujer de rostro cansado, era la misma niña retratada en el pasado.

La encontraron en Afganistán, su rostro y su piel mostraban las huellas de una vida llena de sufrimiento. La casaron cuando tenía entre 13 y 16 años, ni ella misma sabía con certeza su edad. Tuvo cuatro hijas mujeres, una de ellas se le murió. ¡Hijas, mujeres en Afganistán!

Sharbat una mujer cansada y enferma

En 2017, la BBC publicó un artículo sobre Sharbat Gula. Para ese momento vivía en Afganistán, pero no podía volver a su pueblo natal porque estaba en un territorio dominado por el Estado Islámico (ISIS).

Fue arrestada por el gobierno de Pakistán por la falsificación de documentos de identidad pakistaníes, estuvo privada de libertad por 15 días, contrajo hepatitis y volvió a Afganistán.

Como relata su hermano, en su vida nunca ha sido feliz y en alguna de las entrevistas que le hicieron, Sharbat manifestó que lo que quería era paz para su país y que sus hijas pudieran educarse. Parece que ninguno de sus sueños se hará realidad…

La salida de las tropas estadounidenses

La retirada de Estados Unidos de Afganistán y la recuperación del poder por parte de los talibanes han ocupado los titulares de la prensa mundial y han sido tendencia en las redes sociales.

Desde distintas instancias, Naciones Unidas, organizaciones de mujeres, académicas, feministas, activistas de derechos humanos, algunos gobiernos y en general muchas personas, han levantado su voz por la situación de las mujeres afganas.

La forma cómo se ha coordinado la retirada muestra una vez más que la situación de las mujeres afganas no fue un tema evaluado ni considerado importante a la hora de tomar una decisión.

Es cierto que hubo avances en los derechos de las mujeres durante los últimos 20 años; algunas pudieron educarse y ocupar puestos públicos de importancia, pero Afganistán seguía siendo uno de los peores países del mundo para ser mujer.

¿No sabía Estados Unidos esta situación?, ¿desconocía que salir de Afganistán y dejarla en manos de los talibanes significaba dejar a las mujeres en una situación de absoluta vulnerabilidad y negarle la posibilidad de ejercer algún derecho como persona? ¡Claro que lo sabía, pero eso no importó!

Personas expertas en el conflicto afgano que analizan los intereses de las distintas potencias mundiales en la región, que saben de la disputa entre talibanes, ISIS y otros grupos extremistas, han señalado que no había forma de que se diera una retirada que asegurara una convivencia pacífica. ¿Pero quién pensó en la vida de las mujeres afganas?

¿Y ahora qué pasará?

El estrepitoso fracaso en lograr la estabilidad de la región y con una derrota mucho mayor que la sufrida en Vietnam, Estados Unidos deja al país y trata de salvar a sus nacionales, lo cual es válido. Se sabe el destino que pueden tener si caen en manos de los talibanes, pero ¿qué pasará con las mujeres, las niñas y las adolescentes afganas?, ¿dónde queda la responsabilidad internacional y moral con ellas?, ¿es que hay alguna potencia mundial a la que de verdad le importe sus vidas?

Las imágenes de la población afgana pasando niñas a través de un muro a soldados estadounidenses para salvarlas resultan brutales. Las entregan sin saber el destino que tendrán, pero creyendo que en cualquier lugar del mundo tendrán mayores posibilidades que en su propio país. Ojalá que la comunidad internacional les responda a estas niñas y no pasen a engrosar las cifras de personas abandonadas, en situación de pobreza extrema del planeta.

Si eres mujer, pudiste nacer en Afganistán

En las redes sociales se les cuestiona a las feministas que no hagan nada contra lo que está sucediendo, ¡como si de verdad fueran mujeres maravillas para resolver problemas que no han podido los países más poderosos del mundo!

Se les increpa por no actuar, lo cual es falso, hacen lo único que pueden hacer: levantar la voz, sensibilizar, mantener el interés por el tema y apoyar a las mujeres afganas.

Sí a esas mujeres que, contrariamente a lo que señalan los dioses del Olimpo venezolano que las tachan de ilusas, salieron a protestar y a levantar su voz, estando claras a lo que se exponen: a ser asesinadas, pero con la convicción de que no hacer nada, no decir nada, es una especie de muerte en vida, porque lo que les espera ahora les trunca sus sueños, sus esperanzas y sus proyectos vitales.

Y pudimos ser nosotras. Pudimos nacer en Afganistán y tener una vida como la de Sharbat Gula; que nos casaran a los trece años, que no nos dejaran estudiar, que hasta un niño varón de pocos años pudiera decidir sobre nuestras vidas. Por eso, debemos seguir haciendo visible esta realidad y “buscando” a todas las niñas afganas.

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Biden promete venganza al Estado Islámico: ”Los cazaremos y haremos que paguen”
El mandatario destacó que ha pedido a los jefes de las Fuerzas Armadas que elaboren diferentes planes para atacar enclaves del EI, al asegurar que saben «quiénes son»

 

Información de EFE

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, prometió venganza contra los autores de los ataques contra el aeropuerto de Kabul, a quienes aseguró que perseguirá y les hará pagar por los atentados.

Así se expresó Biden en un discurso a la nación desde la Casa Blanca, después de que 12 soldados estadounidenses murieran y otros 15 resultaran heridos, en los ataques en las cercanías del aeropuerto de Kabul, que el grupo Estado Islámico (EI) ha reivindicado.

«Los perseguiremos y haremos que lo paguen», prometió el mandatario, visiblemente emocionado.

En este sentido, remarcó que ha pedido a los jefes de las Fuerzas Armadas que elaboren diferentes planes para atacar enclaves del EI, al asegurar que saben «quiénes son».

Biden reiteró que EE.UU. continuará con la evacuación ya que los «terroristas no van a ganar» y se mostró abierto a enviar más tropas para garantizar la misión, pero apuntó que los comandantes no lo habían solicitado por el momento.

«He instruido a los militares, que cuando si necesitan fuerzas adicionales, lo aprobaré», apuntó.

El Pentágono ha señalado que actualmente hay 5.000 personas dentro del aeropuerto esperando abordar uno de los aviones de evacuación.

El ataque se produce a cinco días de la fecha marcada por el propio Biden para el final de la misión de evacuación y la retirada de tropas de Afganistán, el 31 de agosto.

Se trata del primer ataque mortal sufrido por tropas estadounidenses en Afganistán desde febrero de 2020.

El grupo yihadista Estado Islámico reivindicó el doble atentado suicida en el aeropuerto de Kabul con al menos 60 muertos y 140 heridos, en su mayoría afganos que trataban de subir a algunos de los vuelos de evacuación de los países aliados, que también sufrieron víctimas entre sus filas.

EE.UU. cree que un suicida del grupo terrorista EI detonó una bomba en uno de los accesos al aeropuerto de Kabul, la llamada Abbey Gate, mientras que otro hizo estallar los explosivos que llevaba encima cerca del Hotel Baron, situado en las proximidades del aeródromo, lo que fue seguido por un ataque armado.

Reivindicó su salida de Afganistán

Biden asumió este jueves la responsabilidad tras el atentado en Kabul que ha dejado decenas de víctimas mortales, pero defendió que su «única alternativa» era sacar a las tropas estadounidenses de Afganistán.

«Soy responsable, fundamentalmente, de todo lo que ha sucedido últimamente», reconoció Biden en respuesta a preguntas de la prensa después de dirigirse a la nación en un discurso televisado.

Pese a asumir responsabilidades, recordó que su antecesor Donald Trump (2017-2021) llegó a un acuerdo en febrero de 2020 con los talibanes para retirar a las fuerzas estadounidenses de Afganistán antes del 1 de mayo a cambio de que los insurgentes no acogieran a terroristas y no atentaran contra las tropas extranjeras.

De esa forma, al llegar a la Casa Blanca, Biden se encontró con que solo «tenía una alternativa». Según dijo hoy, su única opción era continuar con el acuerdo de Trump para sacar a los soldados de EE.UU. de Afganistán.

«Nunca -dijo- he sido de la opinión de que se deben sacrificar vidas estadounidenses para intentar establecer un Gobierno democrático en Afganistán, un país que nunca ha sido en su entera historia una nación. Y que está hecho, y no lo digo de manera despectiva, de un conjunto de diferentes tribus que nunca, nunca se han llevado bien».

Aunque Biden mantuvo el acuerdo de su antecesor con los talibanes, sí retrasó la fecha de retirada de mayo a septiembre, aunque luego lo adelantó al 31 de agosto.

Julio Castillo Sagarzazu Ago 24, 2021 | Actualizado hace 1 mes
Caracas y Kabul
Hace largo tiempo el territorio venezolano, como el afgano, no es controlado por el Estado. El poder está peligrosamente repartido entre muchos intereses. Kabul no está tan distante…

 

@juliocasagar

Las imágenes desgarradoras de la entrada de los talibanes a Kabul nos han helado la sangre a todos. Tenemos la sensación de que el mundo civilizado les ha abandonado y es verdad. Sin embargo, esta nota no va de análisis de las responsabilidades de Trump, de Biden o de la Unión Europea sobre lo que allí está ocurriendo. Aunque sea mucha la que tienen.

Lo que aquí queremos poner de relieve es cómo ha sido posible que un ejército de más de 300.000 efectivos, formado, equipado y asistido por las principales potencias del mundo, no ofreció la más mínima resistencia contra los enemigos para cuyo enfrentamiento se habían formado.

La respuesta a esta interrogante es más simple de lo que creemos y es esta: el ejército afgano era el mejor pagado de la región, con el mejor armamento y el mejor equipamiento. Tenía aviones, tanques y comunicaciones sofisticadas, pero era un ejército comandado por oficiales corruptos y defendían un gobierno al que nunca sintieron como propio.

Afganistán es una suerte de Estado fallido y la revancha del Talibán era una cuestión de tiempo.

Es verdad que algunos avances se habían producido, pequeños pero importantes, sobre todo en el respeto a los derechos de mujeres y minorías. No obstante, el Estado afgano era una ficción sostenida por la asistencia financiera y militar del extranjero. Su columna vertebral, sus cuerpos armados, nunca desarrollaron un espíritu de cuerpo; estaba infiltrados por el Talibán e influido por los señores feudales de la guerra ligados, casi todos, al negocio del opio y a la trata de personas en muchos confines del país.

¿Tiene algo que ver Venezuela con esto?

Creemos que sí y mucho. Hace largo tiempo el territorio venezolano no está controlado por el Estado. En efecto, Apure, el Arco Minero, los barrios de Caracas, las zonas que controlan bandas como el Tren de Aragua y los alrededores de Paria y Araya, por donde salen al Atlántico toda suerte de chucherías peligrosas, son una demostración evidente de que el poder está peligrosamente repartido entre muchos intereses.

Maduro sabe de esto. Está absolutamente consciente de que duerme con el enemigo y que mientras más escaseen los recursos; mientras menos dinero haya para satisfacer las apetencias de quienes le apoyan con la fuerza, más peligroso e inestable es su régimen.

Esa es una (de las muchas razones) por las que hoy está sentado en México. Necesita que levanten las sanciones para seguir pagando lealtades. Necesita recursos para que la bolsa del CLAP con gorgojos, con frijoles chinos incomibles y sardinas vencidas, pueda volver a tener cosas decentes para comer. Sabe que sus mecanismos de control social ya no funcionan. Está claro que ya para nadie es una amenaza que le quiten los bonos de la patria y menos el empleo de 4 dólares mensuales que paga.

Maduro se ve en el espejo de las elecciones internas del PSUV. Sabe que no movilizó ni a un 9 % de la población votante. Sabe que no tiene de dónde crecer y que si la oposición se une (ojalá lo haga) perdería casi todas las gobernaciones y alcaldías y que el costo político internacional de un fraude masivo sería altísimo.

En Venezuela, a Dios gracias, no hay la amenaza del Talibán a las puertas de Caracas, pero Maduro sí sabe que a menos de 500 metros del palacio de Miraflores están los barrios más grandes de América Latina y que algún día pueden sacudirse el polvo de la pesadilla que vivimos, de las colas de la gasolina, del gas, de la falta de vacunas, de la indolencia gubernamental y pueden llegar a tocar las puertas de la casa de Misia Jacinta.

A algunos podrá parecer difícil de creer, pero México es, para él, una esperanza de lograr algún acuerdo que alivie la tensión política y social. Por eso está sentado allí y se ha tragado los sapos de todas las exigencias extravagantes que hizo para aceptar concurrir a la cita.

Por lo pronto, imaginamos que los motores de los helicópteros de Miraflores están siempre prendidos…

Nunca se sabe si tiene que tomar uno como lo hizo su pana Celaya, en pijamas y a media noche.

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Gonzalo Jiménez Ago 21, 2021 | Actualizado hace 1 mes
Afganistán visto por el cine

Fotograma de Osama, un filme sobre la guerra de Afganistán desde la perspectiva afgana / Crédito: Metro-Goldwyn-Mayer

La toma del poder en Afganistán por el Talibán ha traído recuerdos tristes de las guerras libradas en este territorio, muchas de ellas recreadas en la pantalla

 

 @gonzalomjimenez

Se ha llamado el “cementerio de imperios” a Afganistán, pues este país del Oriente Medio ha sido el escenario en el que tres imperios –Reino Unido, Unión Soviética y Estados Unidos– libraron guerras de las que emergieron derrotados y humillados.

La conquista de Kabul el 15 de agosto de 2021 por el Talibán, tras la retirada del ejército estadounidense –que formalmente concluye el 31 de agosto de 2021–, con las sobrecogedoras escenas vistas en el aeropuerto de la capital, con miles de personas intentando escapar de los régimen talibanes, ha despertado amargos recuerdos de los conflictos armados sucedidos en Afganistán en los pasados 200 años.

Basta recordar que Arthur Conan Doyle hizo del Doctor Watson un veterano de Afganistán, indicando que fue herido el 27 de julio de 1880 en la batalla de Maiwand, durante la Segunda Guerra Anglo-Afgana. El país aparece mencionado incluso en las primeras palabras que Sherlock Holmes le dirige al Dr. Watson, en el primer relato publicado sobre el famoso detective (A Study in Scarlet, 1887): «¿Cómo está? Percibo que estuvo en Afganistán».

Aquí hemos reunido algunas de las películas más famosas cuya historia se desarrolla en Afganistán.

War Machine (2017)

Video: War Machine | Official Trailer [HD] | Netflix

Protagonizada por Brad Pitt, War Machine (2017) es una sátira militar, una comedia negra que recrea el meteórico ascenso y caída de un general de Estados Unidos que, como si fuera una estrella de rock, llega a Afganistán para comandar las tropas de la OTAN. Es una producción original de Netflix y está basada en el libro The Operators: The Wild & Terrifying Inside Story of America’s War in Afghanistan, del fallecido periodista Michael Hastings.

Lone Survivor (2013)

Video: Lone Survivor Official Trailer #1 (2013) – Mark Wahlberg Movie | Movieclips Trailers

Una película que destaca el heroísmo de los soldados estadounidenses, Lone Survivor (2013) fue un éxito de taquilla. Está basada en una historia de la vida real y dramatiza la fallida misión de un equipo SEAL de los Marines, a quien se le encarga capturar o matar al líder talibán Ahmad Shah. Está protagonizada por Mark Wahlberg, Taylor Kitsch), Emile Hirsch y Ben Foster.

12 Strong (2018)

Video: 12 STRONG – Official Trailer | Warner Bros. Pictures

Con Chris Hemsworth (Thor) como protagonista, 12 Strong (2018) trata sobre el primer grupo de Fuerzas Especiales de EE.UU. que se infiltró en secreto en Afganistán antes de la invasión formal después del ataque del 11 de septiembre de 2001.

Whiskey Tango Foxtrot (2016)

Video: Whiskey Tango Foxtrot Official Trailer #1 | Movieclips Trailers

El raro caso de una comedia sobre la guerra en Afganistán, desde la óptica de los periodistas. Su protagonista es la comediante Tina Fey (30 Rock, Saturday Night Live), quien interpreta a la corresponsal de guerra Kim Baker. Trata sobre las frustraciones de los reporteros que intentan cubrir una guerra desde una oficina en Kabul.

The Kill Team (2019)

Video: The Kill Team | Official Trailer HD | A24

Basada en un documental homónimo de 2010 sobre un incidente en Maiwand en el que tropas estadounidenses masacraron a civiles afganos, The Kill Team (2019) es un filme que confronta al espectador con las decisiones que debe tomar un soldado (Nat Wolff), quien está en desacuerdo con la conducta de sus compañeros de tropa. Es una película que no glorifica al ejército estadounidense, para variar.

Osama (2003)

Video: Osama tráiler | CG Entertainment

La guerra pero vista desde la perspectiva afgana. Dirigida por Siddiq Barmak, Osama (2003) narra la historia de una niña preadolescente (Marina Golbahari), quien vive en Afganistán bajo el régimen talibán y decide disfrazarse de niño para mantener a su familia.

Rambo III (1988)

Video: TOP SCENES FROM RAMBO III – Starring Sylvester Stallone | StudiocanalUK

Como es típico del personaje, la tercera entrega de la saga Rambo (1988) encuentra al protagonista John Rambo (Sylvester Stallone) en una misión solitaria en Afganistán, donde se enfrentará a las tropas soviéticas para liberar a su amigo y mentor, el coronel Trautman (Richard Crenna).

The Beast (1988)

Fotograma de The Beast, una de las pocas películas hollywoodenses con soldados soviéticos de protagonistas.  Crédito: Columbia Pictures

El raro caso de una película de Hollywood con soldados soviéticos como protagonistas. The Beast (1988), protagonizada por Jason Patric, cuenta la historia de un tanque T-55 que se extravía durante una misión en Afganistán y llega a un valle en el que un grupo de rebeldes buscará cobrarse venganza.

Iron Man (2008)

Video: Iron Man (2008) Trailer #1 | Movieclips Classic Trailers

Pocos recuerdan que el inicio de Iron Man (2008) Tony Stark (Robert Downey Jr.) viaja a Afganistán, donde hace una demostración de sus cohetes al ejército estadounidense. Son atacados y Stark cae prisionero de los rebeldes, quienes quieren que fabrique armamento para ellos. En su celda en una cueva, Stark recibe la ayuda de Yinsen (Shaun Toub) y así logra construir la primera versión de su armadura, con la que consigue escapar.

The Man Who Would Be King (1975)

The man who would be king. Fotograma de Allied Pictures.

Basada en la novela homónima de Rudyard Kiplig, el filme narra cómo dos sargentos del ejército británico en la India, interpretados por Sean Connery y Michael Caine, deciden hacerse ricos viajando a una región aislada de lo que es hoy Afganistán, donde ofrecen sus servicios como gobernantes.

9th Company (2005)

Video: 9th Company Trailer | Well Go USA Entertainment

La guerra de Afganistán desde la mirada soviética. Dirigida por Fedor Bondarchuk, 9th Company (2005) reconstruye libremente lo que fue la batalla denominada Elevation 3234, a principios de 1988. Fue la última operación militar rusa en ese conflicto.

The Horsemen (1971)

Afganistán visto por el cine, por Gonzalo Jiménez. Fotograma de Osama_Metro-Goldwyn-Mayer.
Fotograma de The Horsemen / Columbia Pictures.

Un filme de Hollywood difícil de encontrar en la actualidad. The Horsemen (1975) en nada aborda el tema de la guerra, pues se interesa en la vida cotidiana de los afganos, especialmente en su deporte ecuestre llamado Buzkashi. Destaca por haber sido dirigida por John Frankenheimer, con guion de Dalton Trumbo y actuaciones protagonistas de Omar Sharif y Jack Palance.

The Breadwinner (2017)

Video: The Breadwinner Trailer #1 (2017) | Movieclips Indie

Película animada coproducida por el afamado estudio irlandés Cartoon Saloon, The Breadwinner (2017) tiene lugar en Afganistán en 2001, con el país bajo el control de los talibanes. Cuando capturan a su padre, una joven decidida se disfraza de niño para mantener a su familia. Fue nominada en 2018 al Óscar a mejor largometraje de dibujos animados.

The Kite Runner (2007)

Video: The Kite Runner – Trailer | Paramount Movies

Basada en la aclamada novela homónima de Khaled Hosseini, The Kite Runner (2007) muestra el viaje de Amir, quien regresa a su Afganistán natal para ayudar a su viejo amigo Hassan, quien está en problemas. La historia narra desde la caída de la monarquía, la invasión soviética, el éxodo masivo de refugiados a Pakistán y Estados Unidos; y el régimen.